jueves, 26 de octubre de 2017

BLADE RUNNER - de Ridley Scott

EEUU, 1982
Película seminal de la ciencia ficción. Un clásico incuestionable de 1982. Pero ¿qué queda después de 35 años y más de 20 visionados?
El alma.
Un alma atormentada sobre el destino de ser humano, perfectamente reflejada en un paisaje pesimista y desolador: una ciudad de Los Angeles sumida en la oscuridad permanente cuyos edificios y calles parecen la cloaca de un mundo que se fue al carajo. 

El ritmo de la película es lento y denso como una pesadilla, mientras la maravillosa música de Vangelis, emocionante y evocadora, nos empuja a la melancolía.
“A principios del siglo XXI The Tyrell Corporation desarrolló un nuevo tipo de robot llamado Nexus, un ser virtualmente idéntico al hombre y conocido como replicante. Los replicantes Nexus 6 eran superiores en fuerza y agilidad y al menos iguales en inteligencia a los ingenieros de genética que los crearon. En el espacio exterior los replicantes fueron usados como trabajadores esclavos en la exploración y colonización de otros planetas. Después de la sangrienta rebelión de un equipo de combate de Nexus 6 en una colonia sideral, los replicantes fueron declarados proscritos en la Tierra bajo pena de muerte. Brigadas de policías especiales -con el nombre de blade runners- tenían orden de tirar a matar al ver a cualquier replicante invasor. A esto no se le llamó ejecución, se le llamo retiro.”

Harrison Ford es el blade runner Rick Deckard, todo un experto en "retirar" pellejudos.


La película dibujaba para 2.019 (de aquí en 2 años) un futuro nada halagüeño. La metrópoli donde transcurre luce una pinta apocalíptica y contaminada. Vive sumida en una eterna noche y bajo una lluvia persistente. La mecanización, la industria feroz y contaminante, la pérdida de identidad cultural han arrasado a la sociedad y deshumanizado al ser humano. Muchos edificios están abandonados y la publicidad omnipresente quiere convencer a los últimos pobladores para que huyan a las colonias exteriores. Pero este infierno claustrofóbico en el que se mueve Deckard no es más que la materialización de una visión pesimista del ser humano.



Los guionistas Hampton Fancher y David Webb Peoples, con la ayuda del director, lograron una amalgama tan extraña como excelsa, que mezcla maravillosamente thriller y filosofía. Deckard busca a los replicantes, mientras éstos buscan a su creador. La película es netamente materialista mientras habla de las más trascendentales cuestiones: qué nos hace humanos, por qué morimos, de dónde venimos y cuál es nuestro destino. Paradójicamente mientras Deckard actúa como un autómata retirando replicantes sin pestañear, éstos viven atormentados por el paso del tiempo y la mortalidad. De hecho la muerte del último replicante es un poema visual cuyas imágenes y palabras permanecen en la memoria de todo buen aficionado al cine:

"He visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad, cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir...".


Es conocido que la cinta ha tenido a lo largo de los años hasta cinco versiones. Las diferencias más importantes se refieren a la presencia o no de la voz en off con la que se estrenó y el final impuesto por los productores, que nos muestra a Deckard y Rachel huyendo hacia un mundo feliz. Durante años mi visión no podía abstraerse de la voz en off. Sumada a la noche, la lluvia y la gabardina de Deckard (Ridley Scott tenía previsto también un sombrero; pero viniendo Harrison Ford de rodar Indiana Jones fue eliminado), para mí era una película de cine negro en un entorno futurista y con unas implicaciones filosóficas asombrosas.

Me costó varios años y visionados espaciados en el tiempo el apropiarme de una nueva versión, la conocida como director cut: se presentó en 1992 sin la voz en off ni el final feliz. También incluyó la secuencia de un sueño con un unicornio que atraviesa el bosque. Ahora puedo decir que ésta es mi versión definitiva: desoladora y trágica. A Deckard lo veo más solitario y amargado que nunca. A Roy Batty (Rutger Hauer) como un personaje netamente trágico. Rebelde como un Prometeo espacial, es capaz de encontrar al dios creador y matarlo. Tras la rebeldía y las respuestas vacías llega a comprender lo inexorable. Valora tanto la vida que es capaz de regalársela a su perseguidor, salvándolo en el último instante. La humanidad agostada del blade runner queda replicada y potenciada en un replicante que es capaz de enseñarle un nuevo camino.

Moebius, The Long Tomorrow
El prodigio del guión tuvo su parangón en una imaginería visual sin precedentes. Ridley Scott venía de rodar Alien, el octavo pasajero y cuando se incorporó a este proyecto, se trajo con él las ideas y diseños de Moebius  y Dan O´Bannon, colaboradores en aquella película. A ellos se sumaron un genio de los efectos especiales como Douglas Trumbull y un visionario futurista -como le gustaba llamarse a sí mismo- Syd Mead. Ellos crearon esa hipnótica y tenebrosa ciudad que con su agobiante atmósfera se erige en uno de los personajes principales de la película. 

Todo ello cobra más valor si recordamos que la realización corresponde a la época analógica, cuando no existían los efectos digitales que nos maravillan hoy en día. Decorados, maquetas y fondos fueron creados hasta el más mínimo detalle para lograr trasladarnos a un mundo abigarrado y oscuro, ahíto de símbolos: la pirámide truncada de la Tyrrel Corp. tiene unas evidentes connotaciones divinas y semeja un zigurat. En la cumbre habita "el dios de la biomecánica" como le nombra Roy Batty; o el arquitecto, tal y como llaman los masones a Dios. Por sus salones vuela una lechuza, símbolo de la inteligencia. Además la cumbre de este zigurat se encuentra por encima de la contaminación y la lluvia, siendo el único lugar en toda la película donde vemos el sol. Otro símbolo divino. En la pelea del desenlace Roy está a punto de morir, lo asume y salva a Deckard. Un rayo de empatía cruza su mirada. De pronto parece que tiene alma, la que simboliza una paloma que al morir el replicante, se eleva hacia los cielos. 


El tiempo inexorable y la búsqueda de significado a través del dios creador son cuestiones trascendentales que toca la película; pero quisiera detenerme un momento en una cuestión, que no será, por cierto, la de si Deckard es un replicante o no, que me parece insustancial. Quiero hablar de lo que representa el test Voight-Kampf.

Los replicantes tienen una inteligencia tan avanzada, sembrada de recuerdos implantados que les provocan reacciones emocionales, que realmente es muy difícil detectarlos como seres biomecánicos.
El test Voight-Kampf es un test ficticio que inventó Philip K. Dick en la novela origen de la película, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?.  También es llamado el "test de empatía", que es la capacidad de identificarse emocionalmente con otros seres. En la novela es un asunto principal, desarrollado incluso a través de una religión conocida como el "mercerismo", que incita a los seres humanos a buscar el contacto y la empatía con los otros. 

El factor fundamental que define lo humano, según Philip K. Dick, sería esta capacidad empática que nos permite colocarnos en la situación emocional del otro. Dick conocía el Test de Turing que busca distinguir al hombre de una máquina, pero él creía que este test se centraba demasiado en la inteligencia, cuando lo esencial es la empatía. De hecho Dick presentaba a los androides con una inteligencia superior pero como malvados, al carecer de esta capacidad.

Resulta paradójico que el protagonista (para mí) sea el replicante. Es él quien insufla una nueva esperanza a Deckard. Es con él con quien nos identificamos como replicantes que vivimos condicionados (por el tiempo, la reproducción, el trabajo,...) y condenados a buscar un significado a nuestra exigua existencia.
Deslumbrante.

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