miércoles, 25 de abril de 2018

DAREDEVIL T1 - creador Drew Goddard



Realista, contundente y oscura. La primera temporada de Daredevil resulta muy consistente y en cada capítulo no deja de crecer. Fantástica.

Me gusta sobretodo que el superhéroe sea perfectamente realista y también que esté tan integrado en la actualidad. Se puede decir que son los mismos aciertos que demostró Nolan con su Caballero Oscuro. El territorio de los bajos fondos situado en la famosa Hell´s Kitchen y tramas perfectamente verificables (las tríadas chinas con oscuros negocios inmobiliarios y la mafia rusa con la trata de mujeres), la convierten en una serie de lo más apetecible.

Un tono muy oscuro (en sus planos son muy habituales la noche y la lluvia), una puesta en escena muy urbana y un malvado de los que dan verdaderos escalofríos me convencen plenamente. Vincent D´Onofrio compone un Wilson Fisk que te pone mal cuerpo. Sus despertares matutinos, sentado en la cama y mirando fijamente una pared blanca son de los que dan vértigo. Me recuerda al infame antagonista de Jack Reacher (One Shot) interpretado por el director alemán Werner Herzog. Gente afilada como un puñal que funciona sin trabas morales ni empatía alguna.





















Matt Murdock (Charlie Cox) es un joven abogado ciego que inicia su andadura en Nueva York tras comprobar que la justicia normal no es suficiente para contener a los malos. Su ceguera por culpa de un accidente químico ha exacerbado sus sentidos, potenciado enormemente su percepción a través del olor y el sonido: cuando habla con alguien sabe si miente por el ruido de sus latidos. Pero sigue siendo sólo un hombre. De modo que las peleas cuerpo a cuerpo son inevitables...y tremendas. Muy físicas y contundentes. Lo que ocurre es que Matt ha heredado de su padre -Jack Batallador Murdock, una clásica historia de perdedor- una increíble capacidad para encajar golpes y levantarse. 

La serie además se adoba con buenas dosis de intriga, un complejo retrato de los dos antagonistas y con un serio compromiso moral. 
"Hay un precio que pagar por la división y el aislamiento, la democracia no puede florecer entre el odio; la justicia no puede echar raíces entre la ira, debemos disentir de la indiferencia, debemos disentir de la apatía, debemos disentir del miedo".
Esta es una de las lecturas del jovencito Matt Murdock. Corresponde a Thrugot Marsahll, el primer afroamericano elegido para juez de la Corte Suprema de los Estados Unidos. Puesto que ocupó desde octubre de 1967 hasta octubre de 1991.



















Los dos antagonistas están dibujados con una profundidad inusitada. Desde los primeros capítulos se establece una pauta de tramas paralelas entre la acción actual y los recuerdos de infancia. Esos momentos clave que forjan tu carácter. Matt siempre está esperando a su padre, un boxeador de segunda pero gran encajador. De él aprende aquello de que "los Murdock siempre nos levantamos". También conoceremos la infancia del capo Wilson Fisk (Vincent D´Onofrio) y a su padre maltratador.

La serie evoluciona constantemente desde las primeras salidas con una máscara casera y los primeros golpes. El episodio seis se convierte en el eje de la temporada. Aparece Stick, el maestro de Murdock, tanto en la ceguera como en las artes marciales: un inmenso Scott Glenn, de poderosa presencia, que sirve además como enlace para un futuro que se avecina amenazador. 

A partir del séptimo episodio entra de lleno Wilson Fisk al que los guionistas enfocan con la misma fuerza que al propio abogado. Uff. Esa infancia, también en la Cocina del Infierno, como un niño gordo que soporta a un padre fantoche y maltratador que fracasa en toda regla. No es extraño que se levante agitado todas las mañanas y se quede fijamente mirando los demonios que pululan por una pared en blanco. 


La temporada concluye por todo lo alto con Pavarotti entonando el "Al alba vinceró" de Nessum Dorma.

La ciudad sucia y corrupta, los moretones del abogado, la intriga constante, la maravillosa enfermera Claire Temple (Rosario Dawson) que de vez en cuando ha de recomponer a Matt, la anciana jefa china de las tríadas, cuyo omnímodo poder hace temblar al mismísimo Wilson Fisk, el contrapunto humorístico de Foggy (Elden Henson) compañero de Matt en el bufete.... todos los elementos encajan en esta serie de forma insuperable.

Y eso se lo debemos a Drew Goddard, uno de los creadores cinematográficos más inquietos del panorama actual; perteneciente a la banda que está detrás de la saga Cloverfield, director de Cabin in the Woods y guionista de The Martian.








P. D.
Aunque no seas aficionado a los cómics, te puedes acercar con garantías a la obra maestra en que se basa la serie: "El hombre sin miedo", uno de los mejores trabajos del gran Frank Miller, autor también de otra joya del abogado ciego, Born again.

jueves, 19 de abril de 2018

IMPOSTURAS - de John Banville










Esta es la novela de un fauno, un sátiro, un Arlequín.

Una novela profundamente literaria, en la que la literatura metamorfosea la realidad y no al revés. El protagonista es un profesor universitario de reconocido prestigio, superviviente de la segunda guerra mundial, que ha construido su vida sobre la impostura, cincelando con mimo y suplantaciones un glorioso personaje, él mismo. Toda su vida ha transcurrido con el temor de ser descubierto y parece ser que ha llegado el momento.

Anciano y retirado en la costa californiana (él la nombra irónicamente como su Arcadia) recibe la carta de una joven, ferviente lectora de sus libros, que le obligará a recapitular su vida y someter a escrutinio su verdadera identidad.

Identidad. 
Ése es el juego. Quiénes creemos ser y quiénes somos en realidad; porque cuando el anciano Axel Vander y la joven se encuentran, su torneo no será el chantaje o la venganza, sino descubrir su genuino ser, su verdadera autenticidad.
"Mejor enfrentarme a ella, reírme de las acusaciones…, ¡ja! Le mentiría, por supuesto; la mendacidad es mi segunda, no, mi primera naturaleza. Toda la vida he mentido. Mentí para escapar, mentí para ser amado, mentí por conseguir una posición y poder; mentí para mentir. Era una manera de vivir; por algo riman vivir y mentir. Y ahora mis primeros ejercicios en ese arte, mis falsedades de aprendiz, se vuelven contra mí para destruirme" p 17
Turín, Plaza San Carlo
No es inocente que el encuentro se produzca en Turín, en cuya Universidad triunfó, en cuyas calles Nietzsche se abismó en la locura, en cuya catedral se encuentra el Santo Sudario, quizás -también- una impostura, como mínimo una copia velada de algo que fue. Todo esto lo trenza Banville con enorme sutileza. No olvidemos que el título original de la novela es Shroud (sudario) y que la cita que encabeza el libro es de Nietzsche: "Colocamos una palabra allí donde comienza nuestra ignorancia, donde ya no vemos más allá; por ejemplo, la palabra yo, la palabra hacer, la palabra sufrir: son quizás el horizonte de nuestro conocimiento, pero no ´verdades´". En definitiva un juego de imágenes, metáforas y desvelamientos en el que se mezcla la locura, la identidad y una cínica lucidez: No en vano el título de uno de los estudios más famosos de Axel Vander es ´El alias como hecho saliente: el caso nominativo en la búsqueda de la identidad´

Cass Cleave es la joven discípula, enferma de esquizofrenia, cuya turbia relación con su padre la empuja hacia este anciano sátiro, que acepta el reto de romper los muros y espejos que esconden su pasado. 
"Basta ya de divagar. Voy a explicarme, ante mí, y ante ti, querida, pues si puedes hablarme, seguramente también podrás oírme. Con calma, serenidad, evitando mi habitual ampulosidad de tono y gestos, hablaré solo de lo que sé, de lo que puedo dar fe. Enseguida el pólipo de la duda levanta su roma y fea cabeza: ¿qué sé?, ¿de qué puedo dar fe? No existe el «espíritu», ni la razón, ni el pensamiento, ni la conciencia, ni el alma, ni la voluntad, ni la verdad, todo son ficciones… Eso declara el filósofo demente, esgrimiendo su poderoso martillo. Sin embargo, sigue obsesionándome la idea de que me han concedido una última oportunidad para salvar algo de mí. No hablo del alma, todavía no chocheo tanto. Pero quizás haya algo pequeño y preciado que pueda recuperar, igual que una vez recuperé la cajita de plata para las pastillas de mamá Vander de la casa de empeños. Me pregunto ahora si no habrá sido ese tu propósito; no, como yo pensaba al principio, dejarme en evidencia y hacerte un nombre, sino más bien ofrecerme la posibilidad de redimirme." pág 13
La pareja se embarcará en una relación imposible cuyo pugna revelará aspectos insospechados de su personalidad. Como en muchas de las mejores novelas de Banville, el protagonista es pujante, de alto linaje intelectual y cuando timonea la navegación sobre su memoria, todo se convierte en un viaje hacia la redención. 
Cass Cleave le recuerda a Vander La Venus de Cranach

Sobre tres pilares se erige la novela. Un poderoso personaje principal que como un fauno arrollador -a pesar de ser viejo, tuerto y rengo- fascina a los demás; una reflexión sobre la identidad y un estilo culto y lírico pero dinámico, muy bien engrasado. En él brillan la precisión conceptual, la ironía y un ritmo impecable.
Supongo que ahora ya ha quedado claro que soy un ser hecho completamente de poses. Es posible que en esto no sea único, puede que le pase lo mismo a todo el mundo, no lo sé, ni me importa. Lo que sé es que tras haber vivido en la conciencia, o aunque fuera solo en la ilusión, de estar constantemente vigilado, constantemente bajo observación, soy todo fachada; mirad detrás de mí y solo encontraréis un poco de serrín, unos cuantos pavoneos temblorosos y una confusión de cables. No hay un hueso sincero en todo el cuerpo de mi texto. He fabricado una voz, al igual que antaño fabriqué una reputación, de material que saqueé de otros. El acento que oís no es el mío, pues yo no tengo acento. No me creo ni una palabra de las que salen de mi boca. Utilicé a Cass Cleave para poner a prueba mi auténtico ser. No, no, más que eso: me apropié de ella para que fuera mi propia autenticidad. Eso era lo que yo pretendía encontrar en ella, no el placer ni la juventud ni las últimas migajas del gran banquete de la vida, nada tan frívolo; era mi última oportunidad de ser yo." pag 249
Vander es un tipo duro, incluso cruel. Es un judío antisemita. Su querencia por el alcohol le hace ser directo, destemplado y provocador. A su alrededor notamos la fascinación por el monstruo, el aura de gran intelecto que contrasta enormemente con una realidad un tanto obscena, donde abundan escenas de sexo gélido, borracheras, vómitos y la sombra alargada del nazismo.

La pobre Cass Cleave tiene suficiente con asirse como puede a la realidad. Tiene el síndrome de Mandelbaun, una especie muy pura de esquizofrenia y sin darse cuenta entabla una relación enfermiza con su admirado e impostor escritor.
"Una vez, yendo en avión, Cass se sentó junto a un hombre, un ingeniero que sabía de esas cosas, y cuando ella le dijo que nunca había entendido cómo los motores conseguían permanecer dentro del avión, él le contestó que lo realmente extraordinario era que el avión consiguiera mantenerse agarrado a los motores. Ella entendió enseguida a qué se refería. Lo mismo pasaba con ella: ella era el avión, y su mente, los motores a reacción, que intentaban separarse de ella a toda velocidad. Cuerpo y mente permanecían juntos con enorme dificultad. La menor sacudida podía partirla en un millón de fragmentos. Todo era así, las partículas se fusionaban e intentaban separarse. Un instante de desequilibrio, una disminución acusada de la estabilidad, y todo explotaría. Sí, sí, decían las voces con vehemencia, explotaría, todo explotaría…" pág 231
Ambos protagonistas poseen una densidad vibrante. Ambos se alternan en sus monólogos de conciencia que cobran una intensidad casi dolorosa. 
El monumental cementerio de Staglieno en Génova por donde pasean Vander y Cass

"Escritor para escritores" leo en muchas reseñas. Como si la gran literatura, el estilo bien acendrado fuese motivo de prevención. No hay caso. Estas imposturas se revelan a través de precisos y confesionales remolinos de conciencia. Banville sabe ser lírico y fluido. Su texto tiene espesor pero nunca es farragoso. Ni vacuo. El paisaje, los objetos, la consciencia siempre está activa en un Banville capaz de preñar todo de significado. Del mismo modo que Cass ve su historia con Vander, así podemos ver la novela de Banville: "Todo tenía un significado, una función, un lugar en esa estructura, y nada era gratuito". Cuando va hacia el encuentro de quien le amenaza con su perdición, él nos lo narra con una gran fuerza conmovedora. El ascensor se convierte en un ataúd y entre sus dedos aparece un óbolo para el barquero.
"Por fin me levanté, me cubrí rápidamente con una toalla y me puse mi traje de lino, ahora arrugado sin remedio, y mi corbata achaparrada. Sonreí a mi imagen en el espejo, una sonrisa triste: el ahogado se viste para su propio funeral. En el pasillo había un silencio mortal. El ascensor llegó con su ruido de metal aplastado, y me metí en la caja y bajé, con una mano en el bolsillo frotando una moneda —¡el óbolo para el barquero!— entre el índice y el pulgar."
A lo largo de la novela escuchamos repetidas veces cómo Vander habla de sus diferentes yoes. Por ejemplo la conferencia que lee en la Universidad de Turín versa sobre la inexistencia del yo. "Desaparición y presencia real". 


Más adelante leemos:

"Sacó una mano de debajo de las sábanas y la sostuvo en alto para que ella la viera.
-Con esta escribí esos artículos que descubriste -dijo-. Ni una sola célula sobrevive en ella de esa época. Entonces ¿De quién es esta mano?" pág. 148
Y también:
 "Desde luego existe algo enterrado en lo más profundo de mí que no puedo comprender, y cuya naturaleza solo puedo intuir. Parecerá demasiado obvio si digo que se trata de otro yo -¿y acaso yo, al igual que todo el mundo, al igual que tú, sobre todo al igual que tú, mi proteico amor, no estoy hecho de una legíón de yoes?-" pág 182
Fauno Barberini

Mientras leo tiendo a imaginarme a Vander como a un fauno que en el atardecer de su existencia otea su vida pasada con su único y furioso ojo, mientras araña con uñas y dientes sus pecados y traiciones. Cass Cleave en cambio lo ve como un Arlequín, un sujeto grotesco, con aires de bufón. En el francés antiguo, Hellequin era el nombre que se le otorgaba al diablo. Por otro lado, Arlequín siempre lleva una máscara.

"Tantas preguntas, tantas sutilezas, y sin embargo no he sacado nada en claro. Como siempre, perdura el misterio: ¿por qué? Si, tal como creo e insisto, no existe un yo esencial, singular, ¿de qué se supone que he escapado al fingir ser Axel Vander? ¿Simplemente siendo esa insoportable mezcla de estados de ánimo, deseos, miedos, tics? Ser alguien es ser una cosa, y una sola cosa. Pienso en un actor del mundo antiguo. Es un veterano de la tragedia griega, uno de los que llevan la lanza, uno de los más viejos. La multitud le conoce pero no recuerda su nombre. Nunca ha interpretado a Edipo, pero una vez fue Creonte. Tiene su máscara, la ha tenido durante años; es su talismán. La arcilla blanca con la que fue creada posee ahora el matiz y la textura del hueso. El áspero forro de fieltro se ha ablandado con los años a causa del sudor y el roce, de modo que encaja a la perfección en los contornos de su cara. Cada día ve más la máscara como su cara, su verdadera cara. Al quitársela al final de una representación se pregunta si los demás actores pueden verle, o si no es más que una cabeza sin facciones, como la vieja estatua de Sileno que hay en el mercado, cuyos rasgos han quedado completamente borrados por la erosión. Comienza a llevar la máscara cuando está en casa, a solas. Le sirve de consuelo, de apoyo; lo encuentra maravillosamente relajante, es como dormir y al mismo tiempo estar despierto. Un día se sienta a la mesa con ella. Su esposa no hace ningún comentario, sus hijos se lo quedan mirando un momento, a continuación se encogen de hombros y regresan a su riña habitual. El actor ha alcanzado su apoteosis. Hombre y máscara son uno." pág. 216
Imposturas forma parte de una trilogía que se inicia con Eclipse y que concluye con Antigua Luz. No parece casual que la primera y última estén protagonizadas por el actor Alexander Cleave mientras que la del medio lo está por el profesor Axel Vander. Axel/Alex: Ambos atormentados por el suicidio de la hija de uno de ellos, Cass Cleave. Ambos seres públicos, acostumbrados a la escena, bufones cínicos que apuran su elixir. 

Eclipse nos presenta al actor Alexander Cleave, regresado al hogar de su infancia para recuperarse de una crisis nerviosa. Allí, dos nuevos inquilinos se unen a una avalancha de recuerdos perturbadores para obligarle a afrontar el caos de su vida.
En Imposturas es Cass Cleave quien amenaza y empuja a otro viejo actor-escritor al escrutinio de su identidad.
En Antigua luz volvemos a encontramos a Alexander Cleave en plena decadencia vital: atormentado por el suicidio de su hija y rememorando su fugaz e intenso primer amor, la madre de su mejor amigo. 

En la trilogía encontramos las constantes más reconocibles de Banville: la identidad, la reconstrucción de la experiencia, el desencanto, la pérdida y el poder redentor de la memoria.





P. D.

El teórico de la literatura Axel Vander parece que está claramente inspirado en el deconstruccionista Paul de Man, póstumamente identificado como autor de artículos de tono antisemita en periódicos belgas colaboracionistas. 

John Banville (Wexford, Irlanda, 1945) ha trabajado como editor de The Irish Times y es habitual colaborador de The New York Review of Books. En una entrevista le preguntaron por el título que podría englobar a todas sus obras. Respondió: "Creo que El libro de las pruebas sería el más indicado. Para mí un escritor tiene que hacer eso: presentar pruebas de la vida de un hombre: esto es lo que pensó, esto es lo que vivió, esto es lo que le sucedió". En la misma entrevista nos refiere la importancia de las historias en Irlanda: "En Irlanda estamos obsesionados con las historias. Tanto, que si cometes un crimen y la historia de ese crimen es buena para dar de qué hablar en las tabernas puede llegar a evitar que te castiguen."

Entre sus obras destaca El libro de las pruebas, El marEl intocable y la Trilogía «Cleave». También ha escrito la trilogía de las revoluciones: Copérnico, Kepler y La carta de Newton. Bajo el seudónimo de Benjamin Black publica novelas noir con gran éxito de crítica y público, entre ellas está El lémur y la serie protagonizada por el corpulento, mujeriego y bonachón doctor Quirke: El secreto de Christine (2007), El otro nombre de Laura (2008), En busca de April (2011), Muerte en verano (2012), Venganza (2013) y Órdenes sagradas (2015). En 2011 recibió el prestigioso Premio Franz Kafka y en 2014 el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

ARLEQUÍN - según John Banville

Arlequín con violín, de Juan Gris

En la novela Imposturas, de John Banville, la joven Cass Cleave se relaciona con un viejo sátiro que de joven suplantó a otra persona para huir de los nazis. Para este anciano dandi de las letras vivir y mentir son equivalentes. Su poderoso intelecto fascina a la joven que lo ve como un Arlequín. Por este motivo el autor coloca entre las páginas de la novela la siguiente descripción de Arlequín, adaptación de The Italian Comedy, de Pierre Louis Duchartre y de St. Petersburg Dialogues, de Joseph de Maistre.




"De todos los personajes tradicionales de la comedia italiana, Arlequín es al mismo tiempo el más individual y el más enigmático. ¿Quién es este ser inexplicable? ¿Su cabeza y su corazón están hechos de la misma materia que los nuestros? Si se le erigiera una efigie, debería estar hecha de goma, pues solo una sustancia elástica puede recibir la impronta de su espíritu sutil y feroz, creado por los dioses en un momento de incontrolable alborozo y malicia. Se le llama por muchos nombres, y nadie es capaz de decir cuál le corresponde en justicia y en origen; muchas autoridades mantienen que su nombre fue en primer lugar un apodo. Tiene sin duda una esencia divina, si es que no se trata del propio Mercurio, dios del crepúsculo y del viento, patrón de ladrones y alcahuetes. También es Proteo, ora delicado, ora ofensivo, cómico o melancólico, a veces poseído por una locura desatada. 
Es el creador de una nueva forma de poesía, acentuada por gestos, puntuada de volteretas, enriquecida con reflexiones filosóficas y ruidos incongruentes. Es el primer poeta de las acrobacias y los sonidos indecorosos. Su media máscara negra completa la impresión de algo salvaje y demoníaco, y sugiere un gato, un sátiro, un verdugo. ¡Pensad en cómo le considera la opinión pública e intentad imaginar, si podéis, cómo él podría ignorar esa opinión o hacerle frente! En cuanto las autoridades le han asignado su mirada, en cuanto ha tomado posesión de ella, los demás hombres trasladan sus casas a otro sitio para no tener que ver la suya. Allí vive solo con su compañera, cuya voz es la única voz que conoce y sin la cual oiría solo gruñidos. Llega el día. Recibe una funesta señal. Se pone en camino, vestido de negro y un ojo enrojecido. Es por la mañana. Llega a una plaza pública abarrotada de gente apremiante y jadeante. Le presentan a un envenenador, parricida y blasfemo. Hay un silencio terrible, estremecedor. Coge al condenado, lo extiende sobre el potro de tortura, a continuación se pone al cabrestante y lo destroza. La cabeza pende de un extremo, y la boca, abierta como un horno, emite una palabra sanguinolenta, implora la muerte. 
Ha terminado. Da un paso atrás; extiende su mano manchada de sangre; de lejos le lanzan unas cuantas monedas de oro que se lleva a través de una doble hilera de hombres que reculan horrorizados. Vuelve a casa, se sienta a la mesa y come, luego se va a la cama y duerme. Al despertarse por la mañana, no piensa en lo que hizo el día anterior. ¿Eso es un hombre? Sí. Dios le recibe en sus santuarios y le permite rezar. No es un criminal, y sin embargo nadie dirá de él que es virtuoso, que es honesto, que es admirable. Ningún elogio moral parece apropiado para él, pues eso supondría un vínculo con los demás seres humanos, y no tiene ninguno. No tiene ninguno, este Arlequín."   pág. 285-287 

Arlequín con vaso en el Lapin Agile, Picasso, 1904








Arlequín es un personaje de La Commedia dell'Arte, una forma de teatro de improvisación que se inició en el siglo XVI y fue popular hasta el XVIII. Se representaba al aire libre y en la diversión se mezclaban malabarismos, acrobacias y un humor centrado en personajes con una historia áspera. Las actuaciones se improvisaban en torno a un repertorio de situaciones convencionales: el adulterio, los celos, la vejez, el amor; algunos de los cuales pueden ser rastreados en las comedias de Plauto y Terencio. 
Los personajes se identifican a través de sus trajes, máscaras y objetos. Arlequín llevaba tradicionalmente un conjunto realizado a base de parches y trapos (era un criado), que fueron evolucionando hasta en sus rombos multicolores característicos. 

A Arlequín antiguamente se le relacionaba con el diablo. Hay quien apunta la combinación de Hell (infierno) y King (rey) como etimología de su nombre. Lleva siempre un cinturón del que pende un palo. Su máscara es media, de color negro y nariz respingona. Como elementos demoníacos destacan una gran mancha roja en la frente y un bulto que semeja un cuerno.
Arlequín representa a un criado bufón, astuto y muy avaro. A veces tiene el comportamiento de un niño caprichoso. Siempre está buscando comida y la compañía de mujeres.
Más tarde, en las arlequinadas de los siglos XVII y XVIII, el personaje tomó otras características, pasando a ser un amante insidioso.

jueves, 12 de abril de 2018

CAMPEONES - de Javier Fesser

España, 2018

Salgo del cine profundamente emocionado y con dolor de barriga de tanta carcajada. Fesser es un tipo muy riguroso en su cine, siempre imaginativo, pleno de humor y extraordinariamente humano. 

Marco Montes (Javier Gutiérrez) es el entrenador ayudante del Estudiantes de baloncesto, pero está pasando por una crisis personal. El Alcohol, un accidente y un enfrentamiento con la policía dan con sus huesos en la trena. Juicio rápido y 90 días de trabajos comunitarios: ya que es entrenador, ejercerá como tal en una Asociación de discapacitados intelectuales que tiene un equipo de baloncesto.

"¿Trabajar con subnormales?"  Le suelta ofuscado a la jueza.
Marco tendrá la oportunidad de contrastar sus deficiencias emocionales con las de un grupo de treintañeros con la mentalidad de un niño de seis años.

La película derrocha sabiduría y buen hacer. Sabe lo que está contando y lo hace con desparpajo y gran ritmo. Las personas discapacitadas son francas, directas, carentes de prejuicios y siempre tienen la emoción a flor de piel. La vida para ellos constituye una enorme aventura que Fesser logra trasladarnos con gran humor y sensibilidad. 

¿Qué es más un marino o un submarino?
Le cuestiona uno de los jugadores discapacitados a su entrenador. Ese es el acierto de la película, reflejar el mundo de las personas con discapacidad intelectual en todo su esplendor, captar su lógica y sus formas de expresarse y relacionarse. Todo ello sin moralina, sin tesis, sin fatuo buenismo.
Javier Fesser es un gran entrenador

El guionista y director se ha rodeado de actores discapacitados no profesionales y ha logrado captar toda su nobleza y vitalidad. Para reflejar esa autenticidad ha adoptado el truco de no detener la cámara"Es increíble la de material que estoy utilizando sacado de las tomas antes de "acción" y después de "corten", ha declarado el director.

Como en la hermosa "Intocable", el contenido y el continente de la película están muy bien engrasados. Lo que ocurre en cada secuencia siempre interesa, tiene significado. Con una enorme naturalidad se exploran las emociones, los miedos, los retos, las dificultades, la forma de pensar o las relaciones personales. 
Cinematográficamente la narrativa es impecable. Dura más de dos horas pero pasan volando. No hay esos típicos tiempos muertos de cuando participan actores no profesionales o ese baile impostado que suele falsear las escenas deportivas en el cine. Fesser posee un guión de hierro y demuestra un gran pulso narrativo. Sin estridencias ni subrayados nos muestra las vidas y dificultades de las personas discapacitadas y las contrasta con la vida "normal" de Marco: miedo a los ascensores, temor al compromiso, separado de su mujer, tendencia a ahogar sus penas con gin tonic,...

En definitiva, una triunfal oda a la diferencia y a la autenticidad en medio de la hipocresía rampante del mundo moderno. ¿Qué es lo normal? le dice el gerente de la Asociación a Marco. O también otro de los jugadores cuando le preguntan sobre el entrenador dice: está bien, pero todavía le estamos tratando de su incapacidad. 

En una entrevista el director comentó: "Empecé la película pensando en demostrar que todos somos iguales, y no, todos somos maravillosamente diferentes, acojonantemente distintos. Encontrar la supercapacidades de todos en las diferencias es lo más hermoso que nos puede pasar entre seres humanos."
Exitazo seguro y merecido.




Javier Fesser comenzó su carrera con el poema cómico-onírico-visual de El milagro de P. Tinto. Después basculó al drama más visceral con "Camino"; para volver a alejarse de los caminos trillados con Mortadelo y Filemón. Entre medias no deja de rodar cortometrajes, los últimos ’17 años juntos’ o ‘Servicio técnico’, su otra gran pasión.

lunes, 9 de abril de 2018

EL ANARQUISTA y otros RELATOS - de Joseph Conrad


"La vida es acción" decía Ortega y Gasset, además de su consabido "yo soy yo y mis circunstancias". Cada vez que me encuentro leyendo a Conrad suelo recordar al filósofo puesto que los personajes que retrata están muy determinados por la acción. En Nostromo llegamos a encontrar la decantación de este espíritu conradiano: "Sólo en nuestra actividad encontramos la ilusión sustantiva de una existencia independiente, opuesta al orden de las cosas del cual formamos parte tan indefensa."

Pero la acción en Conrad siempre viene emparentada con una ética, un temperamento que define a sus personajes a la hora de afrontar las vicisitudes de su existencia: el anarquista que ve derrumbarse su vida por un asunto nimio, el confidente que tras el éxito de sus panfletos y conspiraciones, echa todo a perder por amor o Il Conde que, ultrajado en su honor, se retira a las brumas donde sabe que morirá. 

Los cuatro relatos incluidos en este delicioso librito de Bruguera pertenecen al original A Set of Six que más tarde acabó publicando completo la Editorial Valdemar. Los dos que faltan son: Gaspar Ruiz y el DueloEn la edición de Valdemar el relato "El confidente” se ha traducido como “El delator”.


El propio Conrad nos habla de su génesis:

"Los seis relatos de este volumen son resultado de tres o cuatro años de labor esporádica. Sus orígenes son diversos, y en todos, los hechos son intrínsecamente verídicos, con lo cual me refiero no sólo a que son verosímiles, sino a que sucedieron en realidad. El Conde es una reproducción casi literal de la anécdota que me refirió un entrañable anciano que conocí en Italia. Mi inspiración para el personaje de Gaspar Ruiz la encontré en un libro del capitán Basil Hall, de la Royal Navy. La bestia, que es el único relato marítimo del volumen, está, al igual que El Conde, ligado a una anécdota verídica del hoy difunto capitán Blake: en sus días de juventud le aconteció una experiencia personal con «la bestia». El origen de El delator y Un anarquista es desesperantemente complejo, y no vale la pena desentrañarlo. El lector sagaz adivinará que los encontré en mi cerebro. Finalmente, El duelo, el relato más largo del libro (Ridley Scott realizó una espléndida versión cinematográfica de este relato), se remonta a un párrafo de diez renglones de un modesto periódico provincial del sur de Francia que citaba la «célebre historia» de dos oficiales de la Gran Armada napoleónica que se batieron en una serie de duelos entre medias de grandes batallas y con algún pretexto trivial. Nunca se supo tal pretexto. Por consiguiente, hube de inventármelo."
En El confidente aparece un coleccionista de especímenes humanos que podría tratarse del mismísimo Conrad, tal es su pasión por los tipos que atesoran una experiencia memorable. Así comienza el relato:
El señor X vino a ver mi colección de esculturas de bronce y porcelanas chinas precedido por una carta que me envió un buen amigo de París.
Este amigo también es un coleccionista. No colecciona porcelanas, ni esculturas de bronce, ni cuadros, ni medallas, ni sellos, ni nada que pueda ser vendido provechosamente bajo el martillo de un subastador, e incluso se opondría con genuina sorpresa a que lo llamaran coleccionista, aunque eso es lo que es, por temperamento. Mi amigo colecciona amistades. Es un trabajo muy delicado y él lo realiza con la paciencia, las ganas y la resolución de un auténtico coleccionista de curiosidades. Su lista no incluye a ningún personaje de la realeza, creo que no los considera lo bastante raros o interesantes. Con esa única excepción, ha conocido y tratado a todas las personas que vale la pena conocer en cualquier ámbito imaginable. Las observa, las escucha, las entiende, las mide y luego las guarda en el recuerdo, en alguna de las galerías de su mente. Ha conspirado, urdido y viajado por toda Europa sólo para aumentar su colección personal de conocidos importantes.
Esta es una de las causas que hace que me atraigan sus historias; siempre hay un personaje batido por las olas de acontecimientos terribles que debe afrontar. En dicho trance podremos apreciar su carácter, su temperamento. Así le ocurre al capataz Nostromo en aquella remota república de Costaguana. Así le ocurre a lord Jim a bordo del Patna y luego en Patusan, y así le ocurre al anarquista del primero (El anarquista) de estos relatos o al conspirador del segundo (El confidente). 


En el primero asistimos a la inclusión de un pobre ouvrier en los círculos del anarquismo malgré lui. Una reflexión incluida en el relato sirve de recapitulación del mismo: "La principal verdad perceptible en el punto de vista de Paul, el mecánico, era que cosas muy pequeñas pueden labrar la ruina del hombre" pág 20

En el segundo, que también transcurre en un conciliábulo anarquista, un brillante escritor revolucionario y secreto conspirador se ve abocado a una situación límite con su amada de por medio. Ese inteligentísimo conspirador cuyos "repentinos arrebatos suelen abrumar de trabajo a todas las policías del continente como una plaga de tábanos rojos"; y que se pasea por Europa sin que nadie sospeche de él, tendrá que decidir sus prioridades de forma urgente y tajante.

Llama la atención el contraste entre los dos relatos de ambiente anarquista. En el primero las circunstancias empujan fatalmente al protagonista, cuyo carácter se deja arrastrar.
"Dejando a un lado las características especiales de su caso, era muy parecido a muchos otros anarquistas. El corazón ardiente y la mente débil: ésa es la clave del enigma. Y es un hecho que las contradicciones más acusadas y los conflictos más agudos del mundo se producen en todo pecho humano capaz de experimentar sentimiento y pasiones." pág. 41
Mientras que en el segundo, es la mente la que es fuerte mientras que el corazón es débil; ya que el protagonista es un dominador de las circunstancias, menos cuando ve en peligro a su amor. 

La tercera crónica es La bestia, el único relato marinero del volumen, donde se cuenta la historia de un barco tan marcado por la tragedia que logra crear a su alrededor un aura de leyenda. 

La cuarta y última narra el atraco que sufre un noble por parte de un capo de la incipiente camorra napolitana y la forma en que afecta trascendentalmente a su vida. En Il Conde, Conrad hace chocar la nobleza más prístina con el infame arrabal. 
 "No temía lo que pudieran hacerle. El delicado concepto que tenía de su dignidad fue manchado por una experiencia degradante. Esto no lo podía tolerar. Ningún caballero japonés, ultrajado en su exagerado sentido del honor, hubiera podido prepararse para un Harakiri con mayor resolución". pag 153
En sus relatos, Conrad contradice una de sus máximas más conocidas, "Las palabras, como es bien conocido, son los grandes enemigos de la realidad". Sin embargo, en sus relatos, Conrad logra mostrarnos con palabras lo que hay más allá de la realidad; sea un imperativo de supervivencia, una traición, un sacrificio o una deslealtad. Otra de las extraordinarias paradojas de Conrad es que narrando novelas de acción, la aventura más valiosa suele ocurrir en el interior del personaje. Carlos Fuentes lo ha compendiado con precisión en un esclarecedor trío: Culpa, redención y sacrificio.
"Claro, la gran tentación al leer y presentar a Conrad es identificarlo con su experiencia marina y con los locales exóticos de África y Asia. Grave error. Conrad no es sus escenarios. Estos sólo sirven para exaltar lo que realmente le importa al autor. El ser humano en su encrucijada moral. La lealtad a sí mismo y a los demás. Pero también la traición propia y ajena. La capacidad de la naturaleza humana de engañarse a sí misma. Pero también la de confrontarse a sí misma. Yo contra yo. Los demás contra mí. Yo contra los demás."
Los cuatro relatos abundan en la técnica indirecta que tan bien define a Conrad. Siempre hay un protagonista que refiere los hechos al narrador, bien sea en un encuentro o en una reunión que tiene lugar en un barco o incluso en una taberna. El efecto de los recuerdos. Esto permite alejar la historia en el tiempo y dotarla de un cierto aliento entre melancólico y legendario. 





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JÓZEF TEODOR KONRAD KORZENIOWSKI, más conocido como Joseph Conrad (Berdyczów, entonces Polonia, actual Ucrania, 1857 – Bishopsbourne, Inglaterra, 1924), fue hijo de un noble polaco, quedó huérfano a los once años y estuvo bajo la tutela de su abuela y su tío paternos. A los dieciséis abandonó Polonia rumbo a Marsella, donde inició su andadura como marino mercante. Ante la imposibilidad de llegar a oficial en la marina francesa y huyendo del peligro de ser reclutado por el ejército zarista (era súbdito ruso de la Polonia ocupada), se trasladó a Londres en 1878, sin saber inglés. Sin embargo será en esta lengua en la que escribirá toda su obra, consiguiendo esa "drástica potencia" que le atribuye Virginia Woolf. Dos años después aprobó el examen que lo convirtió en segundo oficial de la marina mercante, y seis años más tarde el que le proporcionaría el grado de capitán, casi al tiempo que pasó a ser súbdito británico. Navegó durante toda la década siguiente, particularmente por los mares del sur, el archipiélago malayo, África y el río Congo, experiencias que se reflejarían en su obra posterior.
    Conrad no comenzó a escribir hasta 1889, en que dio inicio a La locura de Almayer (1895), que no terminaría hasta cinco años más tarde. Aunque la mayor parte de sus narraciones tienen como telón de fondo la vida en el mar y los viajes a puertos extranjeros, la suya no es una literatura de viajes en sentido estricto. Éstos constituyen, para Conrad, el ámbito en el que se desarrolla la lucha de los individuos entre el bien y el mal, el escenario en el que se proyectan sus obsesiones y, en particular, su soledad, su escisión y el desarraigo (su condición de polaco oprimido primero y luego exiliado debió dejar fuerte impronta en su carácter).
    Escribió en total trece novelas, dos libros de memorias y una buena cantidad de relatos. Entre las primeras destacan Lord Jim (1900), indagación en torno al problema del honor de un marino que sufre por su cobardía juvenil en un naufragio; Nostromo (1904), a menudo considerada su mejor creación; El agente secreto (1907), a propósito del mundo anarquista inglés; Bajo la mirada de Occidente (1911), situada en la Rusia zarista; Victoria (1915), con los mares del sur como escenario, y La línea de sombra (1917), narración abiertamente autobiográfica acerca de su primera singladura como capitán a bordo del Otago. El recorrido que describe por el río Congo, supone una verdadera bajada a los oscuros infiernos de la mente humana y su corruptibilidad.