lunes, 27 de noviembre de 2017

BAJO los MONTES de KOLIMA - de Lionel Davidson


























Este libro de Davidson era un clásico olvidado y su recuperación por parte de Salamandra black es todo un acierto. El autor mezcla con maestría una novela de aventuras, una aguda intriga de espías y una intensa historia de amor. Explota con tanta habilidad las virtudes de la aventura y el espionaje que para cualquiera que lo lea le resultará canónico. Phillip Pullman, autor de la maravillosa trilogía La Materia Oscura, y de fabulosas antologías del cuentos fantásticos, hizo la reseña de este libro en el prólogo del mismo:


"Acabo de leer este libro por cuarta vez, y estoy más convencido que nunca de que es el mejor thriller que he leído en mi vida y de que, con Lionel Davidson fallecido, es poco probable que lea otro que lo supere.

Tiene una estructura clásica. Adopta la antigua forma de la búsqueda: el protagonista viaja a un lugar remoto, consigue algo valioso y regresa. Jasón y los Argonautas, La isla del tesoro y Las minas del rey Salomón son sólo tres de la multitud de relatos que siguen este patrón básico. Quizá el ejemplo moderno más famoso sea El señor de los anillos; el valioso objetivo que consigue el protagonista, Frodo, en el momento culminante de su peligroso viaje, es la destrucción del Anillo Único, con el que sólo se puede acabar arrojándolo al Monte del Destino.

La idea de la búsqueda ha sido objeto de numerosos análisis, llevados a cabo prácticamente desde todos los puntos de vista, incluidos el psicológico, el antropológico y el literario. En cuanto a la técnica del relato, en mi opinión existen tres normas que toda buena narración debe respetar: la búsqueda debe ser ardua, debe ser fácil de entender y el desenlace debe dejar muchas cosas pendientes.

No sé si Lionel Davidson tuvo en mente alguno de estos elementos de manera consciente, pero Bajo los montes de Kolima es una de las búsquedas mejor contadas que he leído. El protagonista, Johnny Porter, tiene que viajar desde Canadá hasta un instituto científico de Siberia, oculto en un lugar remoto y protegido por un fuerte sistema de seguridad, y averiguar la razón por la que un antiguo amigo suyo le ha pedido con tanta urgencia que acuda a un sitio tan desolado. Y luego, naturalmente, debe regresar. De modo que el relato se divide, de forma natural, en tres partes: la llamada y el viaje de ida, lo que sucede allí y el viaje de vuelta. Un relato con esta estructura tiene un atractivo irresistible… si se cuenta bien.

Sin embargo, se han escrito y publicado miles de historias de búsquedas, y la mayoría de ellas se olvidarán. Una estructura clásica no lo es todo por sí sola. Que esté «bien contada» implica varias cosas, por supuesto, y la calidad de esas cosas es lo que hace que Bajo los montes de Kolima sea un relato tan memorable. Una de ellas, muy importante, es el protagonista. Jean-Baptiste Porter, o el doctor Johnny Porter, es un indio de etnia gitksan, originaria de la región del río Skeena, en la Columbia Británica. Dotado de un talento prodigioso para los idiomas, a los trece años no sólo habla la lengua de su tribu e inglés, sino también varias más, entre ellas el tsimshian, «una lengua tan singular que los lingüistas no han logrado relacionarla con ninguna otra del mundo». También domina el coreano, el japonés, el ruso y varios dialectos de los pueblos nativos de Siberia. Además, está licenciado en Biología, le conceden una beca Rhodes para estudiar en Oxford y, antes de graduarse, publica Silabario de tsimshian corregido, obra con la que gana una medalla de oro. Por si fuera poco, sabe luchar y es un ingeniero hábil y con experiencia. Y encima resulta sumamente atractivo a las mujeres.

Los héroes tienen que ser notables. Únicos y extraordinarios. Si conociéramos a alguien como Johnny Porter, nos quedaríamos menos impresionados que al encontrarnos con un héroe en un libro. Supongo que un lector particularmente escéptico alzaría una ceja ante esta increíble lista de logros; en cambio, a mí me ha convencido, siempre.

Los demás personajes de la novela también son vívidos, cada uno en su estilo. Rogachev, el anciano director del misterioso centro científico, con su oscuro secreto; Lazenby, el académico de Oxford de cabeza bamboleante; la coqueta y provocativa Lidia Yakovlevna, que quiere irse a casa con Johnny y «hacer de todo» con él; la dulce y ciega Ludmila, que quizá sea el personaje más extraordinario de todo el libro; Komarova, la fría y reservada doctora, que sabe más de lo que parece; el brutal contramaestre japonés del Suzaku Maru… Todos ellos están bien dibujados y llenos de vida.

Tal vez los pasajes más destacables del relato sean los que cuentan cómo llega Johnny Porter a Siberia y su partida. El viaje de ida es espantoso, no sólo tiene que soportar dolor —una violenta pelea con el abominable contramaestre, maravillosamente relatada—, sino también un sufrimiento todavía peor, tan repugnante como ingenioso. El viaje de vuelta, en el que Porter intenta hasta desesperarse llegar al estrecho de Bering con temperaturas de cincuenta grados bajo cero, mientras sus enemigos se acercan cada vez más, es una de las mejores persecuciones que se han escrito.
Carretera en Siberia

Son los detalles lo que más impresiona. Por ejemplo, no tengo ni idea de si existe un bobik; Wikipedia cree que es el apodo de un vehículo blindado, pero eso no tiene nada que ver. A lo mejor a Davidson le gustó el nombre y se inventó un vehículo para llamarlo así. Pero ese todoterreno feo, cuadradote, inmensamente duro y capaz de soportarlo todo, con neumáticos medio inflados, y que además cuenta con una excelente calefacción, es justo lo que haría falta para viajar por esas regiones, y cuando Porter necesita uno… En fin, en manos de un escritor menos dotado, se limitaría a robarlo. Sin embargo, aquí hace algo mucho mejor. Y debido a la acumulación de detalles de ingeniería convincentes, acabamos creyéndonos hasta la última palabra, y nuestra admiración por Porter —y por el autor— crece aún más.

Dondequiera que miremos, sea cual sea el pasaje que estemos leyendo, hallamos profundidad en los detalles, están pensados a fondo, resultan del todo verosímiles. Para un escritor, el peligro de los detalles radica en cargar demasiado las tintas en ellos: el autor está tan enamorado de la investigación que ha llevado a cabo que desea que el lector se enamore también. Sin embargo, rara vez lo hace. En el momento en que el cariño del autor por tanta información sobrepasa el interés del lector, este deja el libro y enciende la televisión.

En Bajo los montes de Kolima hay mucha descripción del ambiente, pero en este caso los detalles no son sólo un elemento decorativo. ¿Cómo finge Porter que es un marinero coreano y se incorpora a la tripulación de un barco japonés? ¿Cómo, tras haber llegado a Siberia con un disfraz, cambia su apariencia física y sus modales de forma tan creíble? ¿Cómo penetra al fin en la fortaleza del instituto científico, situado cerca de las negras aguas del lago Tchorni Vodi? Cada paso es necesario, cada detalle hace que el argumento avance. Si el resultado ha sido fruto de la investigación, nos inclinamos ante la diligencia de Lionel Davidson. Si, en cambio, ha sido fruto de su imaginación, nos inclinamos todavía más. (Cuando se escribe ficción, el objetivo de la investigación siempre es llevar la imaginación hasta un punto en el que sea capaz de inventar cosas tan parecidas a la realidad que el lector no pueda notar la diferencia).

Venga de donde venga, ya sea porque Davidson viajó a lo más remoto de Siberia, pasó muchas horas en la biblioteca o porque simplemente se sentó a su mesa y se lo inventó todo, la totalidad del material está al servicio de uno de los talentos narrativos más grandes del mundo del thriller. Como relato puro de aventuras, esta novela tiene muy pocos rivales. Como historia de amor, valentía, peligro y un frío terrible, es una obra maestra. Ahora bien, el breve episodio que tiene lugar en el corazón del misterio, el callado encuentro entre Johnny Porter y la tierna y herida Ludmila, eleva Bajo los montes de Kolima por encima de cualquier otro thriller que yo haya leído. Este es el mejor que existe."


  PHILIP PULLMAN

sábado, 25 de noviembre de 2017

SATIN ISLAND - de Tom McCarthy















LA ARQUITECTURA
            SECRETA DE LA
                        REALIDAD.-

En su primera novela, Residuos, el protagonista había recibido un impacto en la cabeza y una vez repuesto tendía a mirar por las rendijas de las paredes para intentar ver lo que hay detrás de la realidad. Y en esas sigue este autor único en el panorama literario actual, afilando sus herramientas de aspirante a demiurgo. 


El protagonista de Satin Island es un joven antropólogo -de nombre U.- que después de dedicarse a sesudos estudios académicos es contratado por una empresa multinacional con el reto de escribir el Gran Informe, un documento etnográfico integral capaz de resumir nuestra época. El desafío es abrumador. Los datos aparentes, los códigos escrutables y las claves secretas llegarán a aturdir a U.

"Fue idea de Peyman. Cuando me contrató, mientras me estrechaba la mano para darme la bienvenida a bordo, me miró fijamente y dijo: U., escribe El Gran Informe.
¿El Gran Informe? pregunté, con la mano aún aferrada a la suya; ¿qué es eso?. El Documento, dijo él; el Libro. La Primera y Última Palabra de nuestra época. Además del trabajo que desarrollarás en la Compañía, en realidad te estoy contratando para que lo elabores. Es para lo que servís los antropólogos, ¿correcto?. ¿Podrías explicarte?, pregunté. Bueno, contestó él, soltándome por fin la mano para poder gesticular con la suya; vosotros os ponéis unos caquis, os largáis a alguna jungla, os relacionáis con los nativos, pescáis y cazáis con ellos, cogéis sus fiebres, bebéis brebajes raros fermentados en las bocas de sus vírgenes y demás; luego, al cabo de un año o así, ellos arrastran vuestros fardos y maletas hasta el pequeño embarcadero que conecta su mota de mundo con el grande de cuya existencia conocen algo, si bien sólo como concepto abstracto, como el adulterio para los niños; y, saludando con sonrisas enormes y llenas de huecos, os envían de vuelta a vuestro estudio donde, mudados los caquis por una camisa de algodón y corbata, el licor de saliva por un Twinings, una tisana o un escocés con hielo que el ama de llaves provee sobre una bandeja, escribís el libro: a eso me refiero, dijo. no a un libro: al puto Libro. Escribís el Libro sobre ellos. Recapituláis su tribu. Pronunciáis sus nombre secreto. " pág. 74
El efecto Rosebud. La palabra mágica y sonora cuyas resonancias convocan a toda una época. Uff. 
El fracaso es morrocotudo: "mi exasperación me decía que aquello era imposible". Pero al documentar sus estériles esfuerzos, U. cumple el encargo de un modo fascinante. El libro mismo donde se narran sus vicisitudes se convierte en una reverberación de lo que podría ser El Gran Informe. De hecho sus párrafos están numerados como si se tratara de un informe científico. Las ideas refulgen en cada página y un denso sistema de símbolos empieza a despuntar de un modo casi imperceptible, entre el magma rezumante de la realidad. 
El magma de la realidad por DVEIN

Las conexiones que establece U. entre los más dispares fenómenos pueden parecer azarosas o arbitrarias pero siempre encuentran el siguiente nexo, bien sea con humor y juegos morfosintácticos o con reflexiones sorprendentes. Lo mismo sirve una secuencia aparentemente aleatoria de muertes de paracaidistas, que una serie de meditaciones cazadas al vuelo sobre la belleza de las manchas del petróleo o el flujo del tráfico en una rotonda que identifica con el mismo patrón que el símbolo de almacenamiento en el ordenador y también con el de la serpiente mitológica Ouroboros. Asimismo la forma de cargar los vídeos en internet puede estar preñada de simbología: una raya gris representa la carga pero también se podría ver como nuestra experiencia, ya que sin esa carga previa sería imposible la otra raya, la luminosa que indica el presente, lo que se ve. 

Todo ello aderezado con las teorías de Lévi-Strauss y Malinowski, la entropía, el marketing, el urbanismo, el análisis de sistemas o la teoría de Deleuze sobre el pliegue: "para él le pli, o el pliegue, describe cómo engullimos el mundo exterior, le damos la vuelta y lo devolvemos afuera, formando en el proceso nuestra propia identidad". Satin Island acaba conformando un magistral retrato etnográfico de nuestro tiempo caótico a la vez que hiperconectado. 
N      o             e      s      p     e     r      e      s           m    á    s,          c    o    r     r     e           a           p    o    r         e     s     t     e          l     i    b    r     o.

Decir que este apasionante libro es una novela de ideas quizás no sea suficientemente exacto. Yo la definiría como una novela conceptual. Su narración no se basa en acciones y personajes, "¡Acontecimientos! Si buscáis algo así, ya podéis dejar de leer", nos avisa el autor ya en la página 24; sino en conceptos.

El logo de la Compañía en la que trabaja U. nos ofrece un buen indicio. Se trata de una torre gigantesca desmoronándose. La bíblica parábola de Babel. Su presidente, Peyman, tiene un punto de vista muy particular sobre este mito. 
"Lo que de verdad importa no es el intento de alcanzar el cielo, ni de hablar con el idioma de Dios. No: lo que importa es lo que queda cuando ese intento ha fracasado. (...) Lo valioso de ella es su inutilidad. Su inutilidad le otorga sentido: como símbolo, código, acicate para la imaginación, para la productividad. La primera maniobra de cualquier estrategia cultural, decía, debe ser liberar cosas -objetos, situaciones, sistemas- en el ámbito de la inutilidad." pág 60
¿Está reconociendo la inutilidad del esfuerzo para cumplimentar el Gran Informe o también se refiere a cualquier obra y novela?. Liberando las cosas se mejora su productividad.
Pueden entonces adoptar una nueva forma, un nuevo rol e incluso dotarse de un nuevo contenido. Uff. ¡qué idea tan sugerente!

Esta novela liberada comienza con el narrador varado en el aeropuerto de Turín. Allí mata el tiempo leyendo sobre la famosa sábana santa y observa el mapa de conexiones del aeropuerto que le recuerda a los radios de una rueda. Asimismo es consciente de la nube de pantallas que le inundan con información de todo el mundo: su móvil, su portátil, las pantallas de noticias en cada rincón, otros móviles, más ordenadores y tablets. Todo ello le provoca una sensación de vértigo y náusea que le recuerda -la magdalena de Proust- las sensaciones de niño, cuando iba en bicicleta hacia atrás: "Recordar ahora la maniobra reproducía -en la terminal abarrotada, en mi cabeza y mi estómago- la misma sensación incómoda de que las cosas estaban desincronizadas, dislocadas".
T    o    d    a    v    í    a       e    s    t    á    s       a   h   í       e    s    p    e    r    a    n    d    o       t   u       c   l   a   v   e?        U.     i    s       y   o   u.
Ozymandias en Watchmen

Toda esta secuencia me recuerda a una viñeta del cómic Watchmen, en la que Ozymandias se encuentra ante un panel gigantesco de monitores que cacofónicamente y en directo, le revelan las mil y una facetas del mismo instante, las innumerables situaciones que se producen a la vez y sucesivamente en el mundo. Un mantra que repite el autor en diversas ocasiones: Malinowski dijo "anotadlo todo". Ozymandias percibe el espíritu del tiempo (zeitgeist) y concluye, "war"; U. en cambio no concluye nada. Su misión está destinada al fracaso. Sólo nos puede ofrecer la constatación del mismo. Como hizo Kafka. Su vivencia en un engranaje irreductible a la comprensión, en el que el hombre pinta poco, como mucho a nivel de usuario o simple consumidor.
"En los cincuenta y sesenta, gente como yo comenzó a realizar estudios sobre corporaciones, presentando sus conclusiones en el ámbito académico, para su consagración como conocimiento puro, absoluto. Pero, en algún momento de los setenta y ochenta, las cosas cambiaron; los antropólogos se descubrieron trabajando para las empresas, no sobre ellas. Ese era mi caso. Yo operaba dentro del ámbito de la Compañía. ¿A quién reportaba? A la Compañía. No obstante, era difícil no analizar las propias componendas de la Compañía en clave antropológica. De hecho, era imposible. Se acabaron las agrupaciones, familiares, étnicas y religiosas: las corporaciones las han suplantado como estructura primaria de la tribu moderna. Cuando empleo la palabra tribu no es por capricho; es moderna el término dudoso. La lógica subyacente a la corporación es absolutamente primitiva. La corporación tiene dioses, fetiches, altos sacerdotes y marginados. Tiene sus rituales, creencias y supersticiones, sus remansos de experiencia y artesanía caseras y, a la inversa, sus Incógnitas y Sobreentendidos." pág 56
Y esto nos lleva a la reflexión sobre el papel del protagonista en este mundo empresarial.
"¿Qué hace en realidad un antropólogo que trabaja para una empresa? Proveemos percepción cultural. ¿Y qué significa eso? Significa que desbaratamos la fibra de una cultura (la nuestra), su trama y urdimbre -las situaciones que genera, las creencias que la apuntalan y nutren-, y hacemos partícipe al cliente de cómo puede conseguir una mejor adherencia sobre esa fibra para así poder introducir él su propio y fino hilo de seda en dicho género, bordarlo estratégicamente o adornarlo con una mini-narrativa (una manera enrevesada de decir: vender su producto). pág 34
Esto es lo que mejor sabe hacer U., aportar una narrativa al mundo que le rodea, buscar el patrón. Como el Ozymandias de Watchmen se dedica a esclarecer nexos de la realidad múltiple y cacofónica para acabar convertido en un antropólogo de sí mismo.
"Consideré a fondo la cuestión del campo. En la antropología clásica, hay una rígida distinción entre el "campo" de estudio y "tu medio natural". Al campo se va a investigar, a sumergirse, a veces a gran riesgo personal, en una vorágine de acontecimientos naturales, desordenados. En tu medio natural, los ordenas y controlas; los catalogas, los analizas, los transformas en algo con significado. Pero cuando el objeto de tu estudio está totalmente entrelazado con tu vida y sus ritmos, esta distinción desaparece: ¿dónde (me preguntaba yo repetidamente) termina tu entorno natural y comienza el campo?"pag 36
¿No suena esto como un Principio de Incertidumbre de Heisemberg muy sui generis? U. llega a concebir una Antropología en Presente, donde los etnógrafos ya no buscan el significado de acontecimientos muertos o remotos; sino que se colocan a sí mismos en el centro de su investigación.

"dentro de los acontecimientos y situaciones mientras desarrollaban de un modo inocente, despreocupado y, sobre todo, vivo- sus vidas transformadoras y participativas poniendo el foco en la auténtica sustancia de éstas en cada instante, no como conocimiento futuro sino como instante per se. (...) Entonces el Gran Informe no sería algo pendiente ni completo, del pasado; sería, en todos sus aspectos, ahora. Antropología en Presente." pág 91
Eso es lo que significa Antropología en Presente. Ni más ni menos que los nativos a estudiar ya no son los de Papúa Nueva Guinea o Tahití, sino que "los nativos somos nosotros", sus contemporáneos.
"13.3. Anotadlo todo dijo Malinowski. Apenas si hay un instante de nuestras vidas que no esté documentado. Recorres un tramo de calle y estás siendo filmado por tres cámaras a la vez; e incluso si no es así, el teléfono que llevas en el bolsillo localiza y registra tu posición en cada momento. Cada sitio web que visitas, todo clic que haces, cada pulsación de teclas son archivados: aún si pulsas suprimir, borrar, vaciar papelera, las cosas siguen alojadas en alguna parte, en alguna carpeta o algún enclave, alguna oculta venida del circuito. Nada desaparece jamás. Y como las estructuras de parentesco, las redes de intercambio cuya telaraña nos retiene, nos envuelve, nos crea -redes cuyo cartografiado es la tarea, la raison d´être, de alguien como yo-, esas redes están siendo cartografiadas, esa tarea realizada, por el software que tabula y cruza lo que compramos con quienes conocemos, y lo que compramos, o nos gusta, con los demás objetos que son deseados o comprados por otros a los que no conocemos pero con quienes coexistimos en un patrón de compra o  gustos compartido. Al ponderar estas realidades, un nuevo espectro, una revelación aún más grotesca, se presentó ante mí:  el pensamiento verdaderamente horripilante no era que el Gran Informe pudiera ser inescribible, sino -muy al contrario- que había sido escrito ya. No por una persona, ni siquiera por alguna camarilla perversa, sino sencillamente por un neutro e indiferente sistema binario." que se había dado origen a sí mismo, existía por sí mismo y se perpetuaba a sí mismo." pág 149
¿No suena esta Antropología en Presente a Big Data?  Un caleidoscopio que necesita dotarse de sentido. Una narrativa.
La de esta espléndida novela.





                                                      ▂▂▂♜◐◒⛻◓◑♜ ▂▂▂



P.D. 1.-
La novela no llega a ninguna conclusión. No lo pretende. De hecho el final resulta anticlimático. Hay un impulso creciente hacia las convergencias en el texto, el presagio de un mensaje maestro codificado que se revelará solo si el lector conecta todos los puntos. La revelación que lo explicará todo, se siente, como la presencia de lo divino, tentadoramente cerca, pero siempre fuera de alcance. Que nunca se materialice puede ser el principio de ordenamiento del libro. Todo es sugerencia, chispazos que unen ideas lejanas, sombras que se entreven tras el azogue. Pero siendo nosotros y nuestro presente el objeto del presunto estudio antropológico, me quedo con esta bomba de retardo:
"Lévi-Strauss afirma que, para la tribu aislada que por vez primera entra en contacto con un antropólogo -la tribu que, tras ser estudiada, será diezmada por enfermedades para las que no poseen defensas, posteriormente (si han sobrevivido) convertida al cristianismo y, por último, reclutada por empresas mineras y madereras como fuerza laboral en régimen de semiesclavitud-, la civilización representa nada menos que un cataclismo. Este cataclismo, dice, es el auténtico rostro de nuestra cultura; esa cultura que da la espalda, al menos a nosotros." pág 157


P.D. 2.-
El gran Lévi-Strauss es el héroe de U.:
"Cambiaba de un continente a otro, de una cultura a otra, viajando por agujeros de gusano asociativos hasta que hubo reconstituido el globo entero en un collage de colores, olores y patrones, recurrentes. Especialmente patrones: los diseños pintados en los cuerpos de los miembros masculinos de una tribu; la disposición, concéntrica o congruente o concíclica, de las chozas de una aldea; la simetría o asimetría de los sistemas de castas, sus ritmos transgeneracionales de exogamia y endogamia; él consideraba todo ello partes correlacionadas de sistemas mayores ocultos no sólo tras una sola tribu sino tras la tribu común de la humanidad. Si tuviéramos algún tipo de plantilla con la que poder categorizarlas, razonaba, podríamos establecer un gran modelo de equivalencias. Al describir puestas de sol, veía mallas de vapor iluminado, una completa arquitectura de hebras reflectoras que revelaba a la par que ocultaba la fuerte que yacía tras ellas; le parecía que hasta el paisaje retenía, en sus capas y estratos, una especie de significado maestro del que cualquier capa era una transposición parcial, distorsionada. Esto le fascinaba ¡Significado maestro! ¡Revelación oculta!." pág 43

domingo, 19 de noviembre de 2017

MUSA - de Jaume Balagueró

España, 2017

Esta no es una película de terror al uso. Comienza con una sentida lectura de los versos del Inferno de Dante y sus protagonistas son las Musas, esas figuras recurrentes que impulsan la inspiración de los poetas; pero que aquí son convertidas en unos seres maléficos.

Del mismo modo que en Shrek conocimos el reverso del clásico ogro o en el Laberinto de Jim Henson las hadas eran unos seres infernales; aquí nos encontramos con siete musas que en vez de inspiración, transmiten versos secretos como claves impregnadas de poder: su invocación tiene la capacidad de dar vida, producir muerte, sostener un engaño u ofrecer el impulso de la pasión. Los versos como conjuros de poder. La idea es magnífica.

Pero al César lo que es del César. Una idea tan brillante, la constante evolución de la trama y la sostenida intriga proceden todas de una novela muy bien armada por Jose Carlos Somoza, La dama número trece: "Una hermosa novela, escrita por alguien que realmente ama, conoce y entiende la poesía, al mismo tiempo que una maravillosa historia de terror. Su combinación de belleza y violencia me fascina”, ha comentado Jaume Balagueró. De modo que el valor de la película reside en haber conseguido reproducir lo que ya ofrecía esta recomendable novela, una intriga erudita con toques de terror. 

Samuel (Elliot Cowan) es profesor en el Trinity College. Después del suicidio de una de sus alumnas, con la que mantenía una relación, vive atormentado por una pesadilla que se repite, el asesinato ritual de una mujer, acosada en su mansión por unos oscuros seres. Al poco tiempo ve en las noticias que el crimen se ha convertido en realidad, con la misma protagonista y en el mismo escenario. Cuando acude a la mansión para buscar indicios se encuentra con Rachel (Ana Ularu), una joven que está allí, como él, impelida por el mismo sueño. Juntos descubrirán un enigmático objeto con inscripciones indescifrables y un círculo esotérico de fervientes estudiosos de la poesía. Todos los datos les remiten a siete musas de maligna intención. 

La trama sigue los pasos de una investigación libresca sobre la existencia de una cofradía hermética de amantes de la poesía y una mujer asesinada que ha sembrado una serie de pistas destinadas a sus soñadores. No sólo para que resuelvan el crimen, sino para que la venguen en sus asesinas. 

Uno de los mejores ingredientes de la película es ofrecernos el reverso de las idealizadas musas como furias crueles y vengativas cuyas armas son el susurro de ciertos versos letales. Para ello trae a colación versos del Dante, William Blake o Coleridge; pero también la misteriosa "Dark Lady" (Dama Oscura) de la que William Shakespeare habla en sus sonetos más indescifrables; o la leyenda de que el "Paraíso Perdido", de John Milton, fue inspirado por una misteriosa muchacha que vio bailar en las afueras de Florencia. 

Por contra cabe decir, que el director no ha sacado todo el partido terrorífico que había en esta mitología infernal. Las dos apariciones de la musa mentirosa son de lo más perturbador de le película; pero en cambio, durante el resto del metraje, son sólo presencias. Lo mismo cabe decir de su atractivo reparto multinacional: Franka Potente, Joanne Whalley, Leonor Watling o Christopher Lloyd son a la vez personajes clave en un punto de la película; pero también demasiado testimoniales. 

En cambio creo que la película acierta al buscar su propio territorio y trasladar a Irlanda, tierra de bardos, y a los poetas anglosajones su marco de referencia. Los guionistas, el propio Balagueró junto a Fernando Navarro -escritor de Toro-, logran ofrecernos una nueva perspectiva de la trama que aparece en la novela. En ella el espacio es Madrid, Barcelona y Toledo; y los poetas, Machado, Góngora o Bécquer. Incluso hay un pasaje en el que torturan al hijo de Raquel con un verso de San Juan de la Cruz...

Efectivamente no es un terror al uso. No tiene golpes de efecto ni de sonido. Balagueró filma un elegante thriller sobrenatural de aire clásico, que se desarrolla cadenciosamente como un miserere. La intriga llega a convertirse en escalofrío en un par de escenas: la del sueño premonitorio y la de la Musa que miente, cuando ha acabado con la colaboradora del profesor (Franka Potente). Su terror se basa en la amenaza de algo verdaderamente poderoso, una amenaza inmortal y perversa basada en las poéticas Musas. También tiene su toque actual en el personaje de Rachel, inmigrante del este obligada a prostituirse. Este es un tipo de personaje muy de Balagueró, la mujer sacrificial que ya encontrábamos en "Los sin nombre" o en "Frágiles". 

No quiero olvidarme de citar los fantásticos títulos de crédito iniciales. Una maravilla visual (quizás al estilo de los de Westworld) donde la pluma y la tinta se transmutan en tendones y sangre. 

El sueño premonitorio del profesor, los versos tallados a cuchillo sobre los cuerpos sacrificados, las pistas escondidas por la mujer asesinada, las "imago" donde las musas esconden su poder, el último superviviente de la cofradía del Círculo (interpretado por Christopher Lloyd), el inesperado giro final,.... todos los ingredientes funcionan en esta intriga poética y perversa. 

martes, 14 de noviembre de 2017

HENRI DUCHEMIN y sus SOMBRAS - de Emmanuel Bove

Hermida Editores, 2016

Los desquiciantes vaivenes del alma, el tormentoso oleaje de las emociones, la desesperación. A todo ello están sometidos los protagonistas de estos cuentos. Seres en general solitarios y atormentados, neuróticos e hipersensibles; antihéroes de corte autobiográfico que reflejan las dificultades para satisfacer las necesidades materiales y afectivas que sufrió el propio Bove. A todos ellos sería aplicable esa desazón por la claridad de ideas que expresa el protagonista del relato La Historia de un Loco:
"Me gustaría que todo el mundo entendiera inmediatamente lo que me bulle en el cerebro sin necesidad de escribirlo. Sería todo mucho más sencillo. ¡Qué quiere que le diga, me gustan las cosas sencillas! En cuanto intento sacar a la luz sentimientos complicados, me lío y noto que se me va la cabeza. Es de lo más curioso. Veo claramente los pensamientos que tengo en primer plano dentro de la cabeza, pero, en cuanto quiero mirar lo que hay detrás, me encuentro con una nube." pág 102
El retrato psicológico que desarrolla cada relato es hiperestésico, detallista y casi obsesivo. Siempre en primera persona. Es muy sintomática la forma de narrar Lo que vi, un intento asfixiante de captar el tumulto del corazón: durante las cuatro primeras páginas los hechos se posponen fatigosamente, mientras se reiteran angustias y disculpas, "Por eso le pido, estimado señor, que sea indulgente. No tiene usted ante sí a un escritor, sino a un hombre que sufre y busca la clave que se lo explique todo". Hasta cuatro veces promete "Voy a exponerle los hechos" "Empiezo pues" sin que nos acerquemos un ápice a la cuestión; porque la cuestión es la propia inquietud. Uno de los conflictos que más se repite es el divorcio que existe entre la mente convulsa de nuestros protagonistas y la realidad. 
"Lo que me había imaginado se desvanecía en ese zumbido de vida que me rodeaba, una vida que transcurriría en derechura hasta la noche, indiferente a mis cálculos y a las complicaciones de mi mente".
Fotografía de París, por Brassaï
Los momentos de sintonía entre una y otra son escasos y por lo tanto dudosos, un factor más de paranoia. El debate es consigo mismo y con la expresión de esa intimidad atormentada. En el comienzo de los relatos solemos encontrar expresiones como "Quiero que conste desde ahora mismo, para que el lector se sienta a gusto, que no estoy loco." Y también "Estaba recobrando los ánimos cuando hete aquí que, de súbito, vuelvo a tener dudas." Y también, "¿De dónde me venía la tristeza?. La introspección, el desarraigo, el sentimiento de culpabilidad y la soledad son los puntos cardinales del territorio que esboza Bove.
Morris Column, de Brassaï

En los dos primeros relatos, El crimen de una noche y Otro amigo, los protagonistas son pobres de solemnidad, con lo cual aúnan la indigencia al quebranto existencial. En otros dos relatos, Lo que vi  y ¿Es mentira?, por contra,  son ricos, pero igualmente angustiados y corroídos por la duda, en este caso, provocada por la infidelidad de sus amadas. Así también en Visita por la noche el narrador es un burgués que recibe la visita de un amigo desesperado por el abandono de su mujer. Cuando el amigo intercede ante ella comprueba la enorme distancia que hay entre las imagen idealizada que tiene su amigo y la vulgaridad real de la mujer ("No diré que tiene pinta de arpía, pero poco le falta").  En el relato encontramos otro asunto recurrente en la obra de Bove, la amistad traicionada. Finalmente en La historia de un loco se narra el corte de marras de toda relación, la huida hacia la soledad y la muerte con la alegría de dejar atrás una tortura.   

Hallo en el volumen dos relatos extraordinarios que curiosamente son contradictorios entre sí. El crimen de una noche tiene un carácter onírico y transcurre en la noche, mientras que El regreso del hijo, es hiperrealista y ocurre a la luz del día. En el primero Henri Duchemin es pobre, vive en una habitación que es un agujero. Nos lo encontramos en Nochebuena, llueve y se refugia en un bar solitario. Una mujer le dice que si está triste debería suicidarse. Un anciano que para redimirse hay que sufrir. Finalmente un hombre le convence de algo mejor: matar a un banquero para quedarse con su dinero y ser rico. La noche y los deseos se confabulan para enseñarle el cielo y dejarlo caer. Él, como muchos otros, deambula por un mundo que se torna amenaza, sometido a fuerzas que no logra comprender. En algún sentido el relato me ha recordado al magistral Mientras dan las nueve de mi admirado Leo Perutz. 
Brassaï, París de noche

Desde este relato situado en primer lugar del volumen, la verdad es que mi interés lector fue decayendo. El existencialismo no es muy de mi agrado en literatura, tampoco las dudas burguesas de un señor sobre su mujer.  Pero hete aquí que llego al relato sexto, El regreso del hijo, quizás el más sencillo de todos, el más directo, puesto que trata de las sensaciones y emociones que van asaltando a un hijo en su vuelta al hogar. El tren le lleva de la ciudad al campo. Espera el perdón después de abandonar hace años y por las bravas, el hogar familiar. Vuelve de la luminosa París a una granja en medio del campo y afloran pensamientos y sensaciones. A las pocas páginas en mi cabeza se produce un clic. Resulta curioso cómo nuestro cerebro va encajando ideas y pensamientos en un nuevo constructo. En este relato, lleno de sutiles detalles, Bove consigue que paladee su misma y dulce melancolía. 

No es necesaria la acción, ni el ensueño o la fantasía. No son necesarias las grandes pasiones, ni las remotas aventuras. Basta que alguien sea capaz de pulsar esas tenues fibras que conforman lo más esencial de la experiencia humana y de pronto tú también puedes vibrar con una emoción genuina y sustancial. Esto es lo que consiguió Bove con este relato cuando lo leí hace un par de domingos, en una mañana otoñal. El diapasón de sus palabras reverberó en mi alma y por un momento no pude respirar. El autor consigue en él un diáfano cuenco de autenticidad. 
"En el campo  de mi juventud, de las estampas para aprender alemán, donde todo lo que utiliza el campesino está en su sitio, sin necesidad." pág 119
Enmanuel Bove (París 1898-1945) era hijo de un ruso emigrado de origen judío y de una criada luxemburguesa. En 1924, su relato “El crimen de una noche” llega a las manos de la escritora Colette, quien fascinada, respalda a Bove para publicar su primera novela, Mis amigos, en 1924. La novela lo convirtió rápidamente en un autor de culto. Los críticos lo compararon a Dostoievski y Proust. Gide, Rilke y Beckett se rindieron a su prosa.  Cuando llega la 2ª Guerra Mundial se traslada a Argel. Murió poco después de regresar a París. Tras su muerte cayó en el olvido, hasta que lectores fervientes lo rescataron en los años ochenta con gran éxito de crítica.

Bove nos habla en sus obras de la autoestima, la amistad, la autoconsciencia y la depresión. Su prosa es contenida, a veces áspera y muy precisa; montada sobre frases muy cortas. En ocasiones parece un entomólogo observando la psicología del personaje, sus tropiezos y neurosis. Uno de ellos llega a decir: "me parece que intentar conocerse a uno mismo tiene pureza."
Brassaï, La Librería de la Luna -París-

He aquí el comienzo de Visita por la Noche, como paradigma de ese estilo.
"¿De dónde me venía la tristeza? Mis libros, todos mis libros, dormían en la biblioteca. Nadie había hablado mal de mí. A mi familia y a mis amigos no los agobiaba ninguna preocupación. Estaba en el centro de todo. Así pues, no debía sentir temor de que los acontecimientos, libres de mi presencia, fueran en una dirección que me habría sido imposible modificar. No estaba descontento de mí mismo. E, incluso aunque lo hubiera estado, esa sensación no habría tenido la fuerza de esto que notaba.
Eran las once de la noche. Una lámpara sin pantalla iluminaba mi escritorio. No había salido en todo el día. Cuando el aire libre no me ha puesto la cara encarnada no me siento a gusto. Tengo las muñecas más lisas. Y me desagrada un poco notar más sedoso el vello que las cubre. Y la fuerza sin gastar, que tendré que llevarme a la cama, me estorba.
Estaba dormitando en un sillón. En el punto en que el terciopelo rojo coincide con la madera, unas chinchetas de cabeza dorada sujetan una cenefa. Faltaba una, y en ese lugar la cenefa estaba menos tirante. Yo estaba quieto. Sólo hurgaba, sin darme cuenta, en esa cenefa, intentando inconscientemente aflorar la chincheta siguiente.
Hasta que no lo conseguí no me percaté de lo que estaba haciendo. Al descubrirlo, noté cierta alegría. Es lo que me sucede siempre que me sorprendo a mí mismo haciendo algo sin saberlo o doy rienda suelta a un sentimiento que ignoraba que llevaba dentro. Me regocija tanto como un rayo de sol o una palabra grata. Quienes me reprochen esa alegría mínima no me comprenderán nunca. Me parece que intentar conocerse a uno mismo tiene pureza. Reprocharme que me estudie demasiado sería reprocharme que sea feliz.
Pero he decir que esa alegría es muy frágil. No tiene la homogeneidad de la que nos aporta un rayo de sol. Desparece enseguida y busco en mí otra cosa para renovarla. Me doy cuenta entonces, en los intervalos, de que todo me es hostil y las personas de alegrías sencillas que me rodean son en realidad más felices que yo." pág 63-4

domingo, 12 de noviembre de 2017

LOS PROTOCOLOS de los SABIOS de SION - de Umberto Eco



La Conspiración es como un legado de Will Eisner ya que la concluyó durante su último mes de vida. En ella realiza un compendio de los hechos históricos y falsedades que llevaron a esta fabulación antisemita a cobrar visos de realidad política. Eisner era judío y de niño, durante la Gran Depresión, padeció los prejuicios y vejaciones que ello entrañaba. Cuando ya adulto se topó con Los Protolos... "un documento supuestamente escrito por líderes judíos que describía detalladamente cómo conspiraban los judíos para apoderarse del mundo", quiso leerlo para comprobar lo que de verdad o mentira hubiera en sus páginas. Le llamaba la atención que "con el paso de los años, cientos de libros y numerosos artículos competentes habían demostrado la infamia de Los protocolos" y a pesar de ello no dejaban de ganar popularidad y credibilidad. Su intención con este volumen fue la de enfrentarse a esa propaganda nefasta a la que denomina "aterrador fraude vampírico". Umberco Eco, filósofo, humanista, sabio; autor de la novela El Cementerio de Praga que abunda literariamente en esta falaz conspiración; redacta la Introducción a esta obra, que conjuga la novela gráfica y el ensayo, para desvelar la verdadera y contrastada historia de este documento que utilizaron como herramienta de poder tanto el Zar Nicolás II, como Adolfo Hitler. Incluso hoy en día, Los Protocolos... se siguen publicando sin alerta de falsedad tanto en el mundo musulmán como en la Rusia del avieso Putin. 

Comienzo de la obra de W. Eisner


















"El aspecto más extraordinario de los Protocolos de los Sabios de Sión no es tanto la historia de su creación como la de su recepción.

Hoy en día se sabe que se trata de una farsa que construyeron la policía y los servicios secretos de al menos tres países, a partir de un collage de distintos textos. Will Eisner lo cuenta de principio a fin tomando en cuenta la investigación más reciente.

En uno de mis ensayos cito fuentes que los expertos no habían tenido en cuenta: por ejemplo, que el “Plan Judío” de los Protocolos para conquistar el mundo sigue, casi de forma literal en algunos casos, el plan jesuita que contó Eugene Sue primero en El judío errante (1844-45) y después en Los misterios del pueblo (1849-57). Las similitudes son tan grandes que me invade la tentación de concluir que el propio Maurice Josy (el escritor satírico francés cuyo panfleto Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, publicado en 1864, está considerado el predecesor directo de Los Protocolos y es un personaje destacado en La conspiración de Eisner) se inspiró en las novelas de Sue.

Pero aún hay más. Los estudiosos de Los Protocolos reconstruyeron previamente la historia de Hermann Gidsche que, en su novela Biarritz, escrita en 1868 y firmada con el seudónimo de Sir John Retcliffe, narra cómo se reunieron las doce tribus de Israel en el cementerio de Praga para urdir la conquista del mundo. Cinco años después, en un panfleto ruso (Los judíos, amos del mundo), la versión ficticia de Gidsche se relata como si de verdad hubiera ocurrido.


En 1881 Le contemporain reeditó la historia y aseguró que procedía de una fuente fidedigna: quién sino el diplomático británico Sir John Readcliff. En 1896, también Francois Bournand incluye los argumentos del Gran Rabino (que esta vez aparece como John Readclif) en su libro Los Judíos, nuestros contemporáneos. Pero nadie reparó en que lo único que había hecho Gidsche era copiar un pasaje de Joseph Balsamo (1849), del novelista francés Alejandro Dumas. En su trabajo, Dumas describe una reunión entre Cagliostro y otros conspiradores masónicos, en el transcurso de la cual esbozan el Misterio del Collar de Diamantes de 1785 y, en el marco del escándalo, crean el clima adecuado para la Revolución Francesa.

Este mosaico de obras casi enteramente ficticias convierte Los protocolos en un texto incoherente que revela sin dificultad su origen, que es la invención. Apenas resulta creíble, a no ser en un folletín o en una ópera, que “los malos” expresen sus maléficos planes de forma tan franca y descarada, como para declarar, como declaran los Antiguos de Sión, que su “ambición es ilimitada, un rencor voraz, un deseo despiadado de venganza y un odio intenso”. Los protocolos se interpretó al principio como un texto serio por una única razón: lo presentaron como una revelación escandalosa procedente de fuentes dignas de confianza. Pero lo que parece increíble es la forma en que esa farsa resurgía de sus cenizas cada vez que alguien demostraba que era, sin lugar a dudas, una farsa. En esos casos la “novela de Los protocolos” empieza de veras a sonar a ficción. Tras la publicación, en 1921, en el Times de Londres, de un artículo en el que se constataba que Los protocolos era un plagio, y cada vez que alguna fuente de peso confirmaba la naturaleza espuria de la obra, alguien volvía a publicarla reivindicando su autenticidad. Y en la actualidad la historia sigue candente en Internet. Es como si, después de Copérnico, de Galileo y de Kepler, uno debiera seguir publicando libros de texto que afirmasen que el Sol gira alrededor de la Tierra.

¿Cómo se puede explicar la capacidad de negación de toda prueba, y la atracción perversa que el libro ejerce aún hoy? La respuesta nos la da la obra de Nesta Webster, un autora antisemita que dedicó su vida a defender este relato del plan Judío. En sus Secret Societies y Subversive Movements, parece estar bien informada y conoce la historia al completo tal y corno Eisner la narra aquí, pero la conclusión que extrae es ésta:

La única opinión que me he formado es que, genuinos o no, Los protocolos representan el programa de una revolución mundial, y que en vista de su naturaleza profética y de su extraordinario parecido con los protocolos de ciertas sociedades del pasado, constituye el trabajo de esas sociedades mismas o de alguien profundamente versado en las tradiciones de la sociedad secreta y capaz de reproducir sus ideas y su fraseología.

Su razonamiento es impecable: “dado que Los protocolos dicen lo que yo decía en mi historia, la corroboran”, o: “Los protocolos confirman la historia que yo creé partiendo de ellos, y por lo tanto son auténticos”. O mejor aún: “Los protocolos podrían ser falsos, pero expresan exactamente lo que los judíos piensan y por lo tanto deben ser considerados auténticos”. En otras palabras, no es que Los protocolos infundan antisemitismo, sino que la necesidad profunda que tiene la gente de identificar a un enemigo les empuja a creer en la obra.

Me parece que, pese a este valeroso libro de Will Eisner, la historia toca a su fin. Pero eso no quita que sea una historia que valga la pena contar, pues debemos luchar contra la Gran Mentira y el odio que genera."



Umberto Eco 
Milán (Italia)

Diciembre de 2005

domingo, 5 de noviembre de 2017

IT - de Andy Muschietti

Parecería como si una ola ochentera nos estuviera invadiendo en los últimos tiempos. Y no hablo solamente de los pobres remakes de Robocop, La cosa o Noche de miedo; sino de aquel gozoso espíritu aventurero con marchamo juvenil que definía a películas como Los Goonies, ET, Exploradores, It o Cuenta conmigo. Creo que el primer homenaje fue Super 8 (J. J. Abrahams), continúa con la serie Stranger Things y llega hasta este It centrado, como las citadas, en las peripecias fantásticas de un grupo de adolescentes.

Esta nueva It es terrorífica y conmovedora a partes iguales por retratar, tanto los terrores infantiles que cobran las distintas formas del payaso Pennywise, como las terribles agresiones que soportan los jóvenes protagonistas en forma de bullying, abusos y malos tratos.

La película cuenta el enfrentamiento de un grupo de chavales (seis chicos y una chica) con una encarnación maléfica que ataca a los niños de su ciudad. Poco a poco descubrirán que este ser maligno vuelve a la vida cada 27 años, se esconde en las alcantarillas del pueblo y, aunque su forma más habitual es la del payaso Pennywise (Bill Skarsgard),  puede cambiar de forma a capricho.

El triángulo que sostiene la historia tiene por vértices a un grupo de niños (el Club de los Perdedores, se autodenominan), "Eso" y el idílico pueblo de Derry, en Maine. En este sentido se trata de una historia paradigmática de Stephen King en la que es fácil identificar sus constantes: el valor de la amistad, la lucha del bien contra el mal, la pérdida de la inocencia, la amenaza del pasado sobre el presente y la infancia como un territorio cargado de amenazas. De hecho el novelista siempre ha demostrado tener un punto de vista muy particular sobre la infancia tal y como lo reconoce en esta entrevista:
"Siempre me ha interesado la infancia. Por un tiempo, fui el único tipo [en el género de terror] que quería escribir sobre niños y adultos. William Golding escribió una introducción a su libro, Lord of the Flies, donde hablaba sobre la génesis de esa historia. Una noche estaba sentado junto a su esposa junto al fuego y le dijo: "¿Qué pensarías si escribiera un libro sobre niños, pero en vez de escribirlo sobre la forma en que a los adultos les gusta recordar la niñez, lo escribiera sobre cómo son realmente los chicos? "Ella dijo:" Esa es una idea fantástica ". Así que escribió El señor de las moscas , que es un libro sobre niños para adultos. Pensé que realmente me gustaría escribir una historia sobre lo que se pierde y lo que se gana cuando creces desde la infancia hasta la edad adulta, y también, las cosas que experimentamos en la infancia que son como semillas que florecen más adelante."
En el retrato de esos tres elementos acierta Muschietti que, tras su estupenda presentación con Mamá, nos demuestra que sabe de qué va esto del terror y de qué va lo de contar historias. Particularmente creo que la película refleja perfectamente el nexo entre los terrores infantiles y las penalidades familiares y sociales que padecen estos "perdedores". Este es uno de los grandes logros tanto de la novela como de la película.

El miedo real (a la oscuridad o a la soledad), el acoso escolar, la exclusión social, el racismo, los miedos que nos inoculan los padres (religión, enfermedad) o el abuso sexual que padece la niña (cuyos terrores tienen la forma de ríos de sangre, como en Carrie), están perfectamente retratados en la película aportando una emoción muy particular. Se trata del mismo enfoque que adoptó Frank Darabont en la adaptación de las novelas de King, La milla verde y La niebla. En ambas el drama de los personajes y sus miedos son tan relevantes o más que las propias escenas que aterrorizan al espectador. Todo ello se beneficia de unas interpretaciones muy ajustadas de estos jóvenes actores; aunque hay que hacer una mención especial tanto al "bocazas" Finn Wolfhard -que viene de participar en otra pandilla, la de "Stranger Things"- como, sobretodo, a la sobria y encantadora Sophia Lillis que está magnética. 

Una de las cuestiones que más llama la atención es la metamorfosis constante del payaso Pennywise. Y es que el mal que pervive en las entrañas de Derry puede adquirir cualquier forma imaginable, porque se alimenta de los miedos que albergan los niños. El propio Stephen King definió su novela en la revista Time como el reto de "poner juntos todos los monstruos a los que un niño tiene miedo”.
Por supuesto la película recoge la magistral selección de temores infantiles que King reflejó en la novela: El miedo al rechazo ("el nuevo" en la pandilla encima es "el gordito"), al acoso violento de los compañeros de colegio, a los abusos sexuales del padre, a la enfermedad crónica generada por una madre sobreprotectora o el miedo al mundo adulto que el joven Stan atisba en la ceremonia judía del Bar Mitzvah que se le avecina.

Muschietti afronta su película como un gran aficionado a la novela de King. En alguna entrevista ha reconocido que para él la clave del libro y sus terrores está en una reflexión de Bill Denbrough, el tartamudo líder del Club de los Perdedores: "¿Qué pasa si este monstruo está comiendo niños porque nos dicen que eso es lo que hacen los monstruos?". Los niños soportan sus penalidades y se creen lo que les dicen sus padres. Pero hay que reconocer que los adultos que aparecen lo hacen de una forma negativa o cuando menos poco solidaria. De modo que los niños están solos. Nadie más que ellos ve y sufre las acechanzas de Pennywise y nadie más que ellos le hará frente, cada uno cargado con sus propios fantasmas. De ahí los cambios de Pennywise para adaptarse a los miedos de cada uno. De ahí la fascinación de esta obra 30 años después de su publicación: todos guardamos un cofre con nuestra infancia y sus terrores. El novelista ya lo expresó hace años: "Dejamos de buscar fantasmas y monstruos debajo de la cama cuando nos damos cuenta de que en realidad están dentro de nosotros."

Me encanta la recreación de esa comunidad, tranquila e ingenua; esos niños que no solamente han acabado el instituto, sino también una época de sus vidas y que se asoman a la juventud…. pero está Pennywise. La sensación de indefensión que acompaña a los protagonistas, se refuerza por la maligna influencia que Eso tiene sobre Derry, el epicentro de un poder maligno que se perpetúa. El padre de Mike Hanlon, el único niño negro, se vio involucrado en el anterior despertar de Eso. Ahora le toca a él y posteriormente, dentro de 27 años y siendo el único de los Perdedores que permanece en Derry, deberá hacer la llamada del reencuentro.

Derry parece haber crecido para alimentar a It, que permanece en ella aletargado. Ahí están sus canales, alcantarillas y pozos, para darle escondite y accesos. La novela juega con el tiempo alternando la narración de las vivencias de los niños en dos épocas distintas. Podemos huir -parece decirnos-; pero el mal permanece. Esto se refuerza en la novela donde cada uno de ellos  cae en los mismos errores: Eddie se casa con una mujer sobreprotectora como su madre y Beverley se casará con un hombre que también la somete a maltrato aunque sea psicológico.




Siendo una película notable y gozosa, teniendo algunas escenas realmente terroríficas, echo en falta un hilo conductor. Yo creo que Muschietti ha dado por supuesto que todos conocíamos o la novela o la miniserie y sobre eso ha montado un puzzle al que se le ven las costuras. La película no tiene un ritmo propio. Las historias de los niños se van colocando una al lado de otra como meras fichas. Luego se añade la historia truculenta de Derry; pero parecen elementos sueltos.

La novela comienza con unos jóvenes cargados ya de variadas experiencias, que han de revivir el terror que padecieron en su infancia. La novela se estructura en dos épocas de la vida de los protagonistas que se van alternando; pero la película se centra exclusivamente en la infancia. Yo creo que este hecho determina mucho el ritmo de la película perjudicándolo, ya que es moroso y un tanto repetitivo. Al convertirse en un punto de acceso a la segunda parte, pierde esa conjugación de tiempos que la hubiese convertido en algo memorable. 


El payaso Pennywise se convirtió en un icono del terror desde su aparición televisiva en 1989 gracias a la expansiva actuación de Tim Curry. La plasmación que hacen Muschietti/Skarsgård es muy diferente y algo más siniestra, tal y como lo expresa el director: "Le dije que tratase de alcanzar ese contraste extraño entre el aspecto aniñado e inocente del personaje y algo mucho más oscuro y siniestro. Bill Skarsgård tiene ese aspecto, porque parece un niño."









P.D.
Stephen King ha declarado en su propia web cómo le llegó la inspiración de la novela: en una larga caminata a pie por un entorno solitario y agreste -pero industrializado- atravesó un puente que le recordó a un cuento clásico noruego, 'Las tres cabras macho Gruff'. En él, tres cabras cruzan un puente bajo el cual hay un aterrador troll que quiere comérselas. Se olvidó poco después de la idea, pero de algún modo quedó ahí, germinando. Pasado un tiempo, pensó en lo poderoso de la idea de un monstruo oculto en las entrañas de la ciudad, y en la propia estructura de Bangor, donde él vivía, que está dividida en dos por un enorme canal que le acabaría llevando a la idea de una red de canales y alcantarillas.