martes, 31 de octubre de 2017

La VIDA DIFÍCIL - de Slawomir Mrozek











Mrozek se aproxima a la condición humana con las herramientas de lo satírico y el absurdo. Tan corrosivo como paradójico, evita sin embargo la solemnidad. En sus relatos encontramos ferocidad irónica y sarcástica tanto hacia el sistema estalinista que marcó su juventud como hacia el sistema capitalista en el que vivió durante su madurez. 


Mrozek (Borzecin, Polonia, 1930 - Niza 2013) fue escritor, dibujante, periodista y dramaturgo. Marcaron su personalidad los años de guerra, la ocupación nazi de Polonia, el establecimiento de la República de Polonia después del conflicto y la represión de Stalin. Abandonó Polonia en 1963, regresó en 1996, una vez desaparecido el telón de acero y volvió a abandonarlo definitivamente a comienzos del nuevo siglo. Vivió en Italia, Alemania, Francia y México. En España debemos su descubrimiento al escritor catalán Quim Monzó, quien convenció a los editores para su publicación. En la editorial Acantilado podemos encontrar libros de relatos como El Elefante, Juego de azar, La vida difícil, El árbol y La mosca; así como las novelas Huida hacia el sur y El pequeño verano.


El absurdo y lo insólito está en la base de su narrativa que está cruzada por el humor y la sátira. En el relato "Una charla sobre la historia contemporánea" a un general le regalan un mono y el mono, al final, suplanta la figura del general. Ese es el tono, sarcástico y surrealista, de su obra. Esta colección también incluye desternillantes revisiones de cuentos populares, como Caperucita Roja o la Bella Durmiente, así como nuevos simbolismos, casi sin moraleja, aplicados a los conocidos personajes de las fábulas de Esopo.
El relato Denuncia comienza así: "Al Ilustrísimo Señor Jefe Superior de la Policía Secreta.
  Con todos mis respetos deseo denunciar que mi vecino se está quedando ciego de un modo antiestatal."

Patricio Pron, en Letras Libres nos desvela las claves de Mrozek en un esclarecedor estudio titulado "En principio sí: siete notas sobre Slawomir Mrozek". He aquí unos extractos:

Un oyente llama a una cadena de radio de la antigua Unión Soviética y pregunta: “¿Es verdad que Grigori Grigoriewitsch Grigoriew ha ganado un automóvil en el campeonato de obreros de Moscú?” La respuesta oficial es “En principio sí; pero, primero, no fue Grigori Grigoriewitsch Grigoriew sino Wassili Wassiljewitsch Wassiljew; segundo, no fue en el campeonato de obreros de Moscú sino en el festival del deporte de la granja colectiva de Gamsatschiman; tercero, no fue un auto sino una bicicleta; y, cuarto, no es que la ganó sino que se la robaron.” 
A pesar de su brevedad, la historia caracteriza muy bien el divorcio entre las palabras y su significado, que es característico de los regímenes totalitarios. (...)
A ese humorismo soviético le debemos algunos grandes chistes (“¿Por qué se ha encarecido tanto la vida en la URSS? Porque ha dejado de ser un artículo de primera necesidad”), (...) de ese humor y de esa necesidad surge la obra de Sławomir Mrożek.

Viñeta de El Roto

“Existe algo humillante y restrictivo en un autor que hipoteca su creación solo porque hay alguien que le golpea y que le oprime”, afirmó el autor polaco en una ocasión. Sin embargo, buena parte de su obra parece funcionar como una reacción a esa opresión y tiene como tema el comportamiento humano bajo las condiciones de alienación y abuso de poder de los sistemas totalitarios. A pesar de que su obra es vinculada recurrentemente con el teatro del absurdo, Mrożek nunca pareció sentirse cómodo bajo este apelativo, porque el humorismo absurdo de su obra no surge de una adhesión explícita al existencialismo, sino de una reflexión personal en torno a las condiciones específicas de vida en Polonia durante el comunismo.

En ese sentido, quizás el origen del humorismo absurdo de la obra, se encuentre en el hecho de que Mrożek comenzó su carrera como escritor en la redacción del periódico Dziennik Polski, para el que escribió, entre 1950 y 1954, artículos que solían conformar las demandas de un periodismo ideológicamente correcto.
La obra narrativa del escritor polaco tiene como tema subterráneo la existencia de contradicciones y opuestos que el Estado totalitario disimula mediante un hábil uso del lenguaje. Este uso subvierte los términos antitéticos de razón y sinrazón, cultura y naturaleza, tradición y progreso, orden y desorden, abundancia y carestía, progreso y atraso, ficción y realidad, adecuándolos a los fines de perpetuar el régimen que les da origen, y Mrożek tiende a hacer lo mismo con fines satíricos. 
Society  by  Paul McCarroll

Un chiste muy popular en la Unión Soviética enumeraba los cinco preceptos a los que los escritores nativos debían atenerse: “No piense. Si piensa, no hable. Si piensa y habla, no escriba. Si piensa, habla y escribe, no firme. Si piensa, habla, escribe y firma, después no se queje.” Mrożek encontró en ese marco la posibilidad de escribir una literatura realmente política y a su vez eludir a la censura mediante el recurso de arrebatar al Estado totalitario su uso monopólico de la palabra, mostrando las contradicciones evidentes entre las motivaciones internas y externas de los actos de los ciudadanos soviéticos (al respecto existe un gran chiste de la época: “El secretario del politburó pregunta a su subalterno en una reunión: ‘Camarada Rabinovich, ¿tiene usted alguna opinión en relación a este tema?’ ‘Tengo, pero no estoy de acuerdo con ella’, responde Rabinovich”).
Precisamente uno de los temas centrales de su obra es la disociación entre la realidad y lo que se dice y se piensa de ella, que aparece en el “en principio sí” con el que comienzan muchos chistes soviéticos. Al leer a Mrożek sentimos la tentación de reír, pero nuestra risa es una de ansiedad y amargura ante lo que un Estado totalitario puede hacer con sus ciudadanos, y en esa constatación hay un recuerdo pero también una advertencia para los tiempos por venir.

El relato más famoso del volumen es "Revolución", un par de páginas que reflejan en todo su esplendor la idiosincrasia y el cosmos literario de este autor: 

REVOLUCIÓN

“En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa. Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí. Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver. Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable. Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista. La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición preferida. Pero al cabo de cierto tiempo la novedad dejó de ser tal y no quedó más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio. Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista.

Pero al cabo de cierto tiempo… Ah, si no fuera por ese ‘cierto tiempo’. Para ser breve, el armario en medio también dejó de parecerme algo nuevo y extraordinario. Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución. Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna. Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que esta vez ‘cierto tiempo’ también se mostró impotente.
Ilustración de Edward Gorey

Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio —es decir, el cambio seguía siendo un cambio—, sino que, al contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo. De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama. Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba. Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario”.

Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario."



…………..



"Sorprende que en un cuento tan breve como “Revolución” se haya sintetizado, y con excelente sentido del humor, el devenir de los últimos tiempos de la historia de Europa, tanto en su evolución político-social como artístico-cultural. Pero, sobre todo, destaca la gracia inteligente del autor polaco que narra, en primera persona, las peripecias de un hombre que, un buen día, insatisfecho por el orden y monótona disposición de los muebles de su habitación y para hacer más interesante su cotidianeidad, decidió cambiarlos de lugar, suponiendo que así él mismo podría renovarse, pues la transformación de su hábitat comportaría la renovación de su propia existencia. El resultado fue que, por ello, se sometió primero a lo novedoso, más tarde, a lo insólito -ambos, valores máximos y aun míticos de la modernidad-, y, después, por supuesto, a lo incómodo, llegando incluso al sufrimiento insoportable.

No hay que ser un lince para darse cuenta de que estamos ante una parodia brevísima, pero excelente, de las innovaciones del arte moderno, de los experimentos culturales y, también y sobre todo, de los inhumanos y brutales sistemas políticos del último siglo. Si colocar la cama en medio de la habitación resulta indudablemente inconformista, poner en dicho lugar el armario se transmuta en un acto de vanguardia. Como el armario entorpece el paso y no permite llegar hasta la cama, nuestro hombre toma la decisión de dormir de pie dentro de él, o sea, justo lo más incómodo, absurdo y doloroso: “Esto sí era ya un acto revolucionario”.

Al fin el buen sentido se impone, porque ni pueblos ni hombres pueden soportar por largo tiempo el dolor y ni mucho menos el absurdo; y, por tanto, se vuelve al orden primigenio. Pero, ¡ay!, de vez en cuando, nuestro hombre se aburre y siente nostalgia de su pasado revolucionario; así, pues, es posible que, sentado en su silla, ante la mesa, con rostro lánguido y mano en mejilla, esté esperando a los bárbaros…

Y como bonus  el corto de los Rosete Brothers inspirado en el mismo relato.

REVOLUTION from THE ROSETE BROTHERS on Vimeo.

sábado, 28 de octubre de 2017

BLADE RUNNER 2049 - de Denis Villeneuve

El esfuerzo ha merecido la pena. 
Villeneuve ha conseguido que nos reencontremos inmersos en el universo de una de las películas más fascinantes de la historia del cine...aunque los personajes y la trama se le han quedado un tanto superficiales.

Resulta admirable el respeto al original. Blade Runner 2049 tiene una puesta en escena deslumbrante y un diseño de producción majestuoso. La espectacular fotografía y el poderío visual engarzan plenamente con su modelo. También se agradece que se dejen de zarandajas, precuelas y refritos entregándonos una franca continuación que nos lleva hasta donde llegaron Deckard y Rachel en su huida de 2.019, una distopía rural de color blancuzco como la niebla sucia, que contrasta con la eterna noche de Los Angeles pero no resulta menos fantasmal. 

Hay que observar que continuaciones como El Padrino II y Star Wars, el Imperio Contrataca, tienen entidad propia y un mayor grado de complejidad que sus predecesoras; mientras que esta 2049 de hermosísimas imágenes y música siempre será un supletorio de la primera. 


Denis Villeneuve, el director de fotografía Roger Deakins y Dennis Gassner en el diseño de producción han hecho un trabajo asombroso. Han conseguido reproducir la ambientación lóbrega de aquella L.A. exhausta y bendecida por la oscuridad y la lluvia ácida. Pero además han incorporado una nueva iconografía, también soberbia y moribunda, como es esa fantasmal ciudad de Las Vegas asfixiada por el polvo del desierto y la contaminación.

Volvemos a quedar subyugados por imágenes tan hipnóticas como sugerentes. En el desierto contaminado y vacío de Las Vegas, el agente K. se encuentra con esculturas gigantescas y cabezas enormes que yacen sobre la arena. Según el director son "una metáfora y un homenaje a mi paisano, colega, amigo y referente David Cronenberg, el de ´Scanners´". 
Escultura de Mitoraj en Pompeya
Para mí la simbología va mucho más allá y me remite directamente a la obra del escultor polaco Igor Mitoraj. Su escultura tiene que ver con los dioses caídos, con la vulnerabilidad del ser humano y cualquiera de sus obras. Aquí sí que venía a cuento el poema de Ozymandias que Ridley Scott metió con calzador en Alien: Covenant. 

A mí me ha gustado mucho. He asistido a la proyección como si de una experiencia se tratase. Por eso mismo creo que es una película sólo para creyentes (mi hija, 22 años, buena aficionada al cine, se durmió). La pantalla resplandece cautivadora mientras la historia avanza por los procelosos territorios de un derrumbe anunciado: qué significa ser humano, qué papel juegan nuestros recuerdos o si los replicantes serán sólo una herramienta o vendrán para consolarnos. 




















A pesar de la enorme solvencia técnica y estética, el conjunto queda un tanto hueco ante el leve misterio que sostiene la trama y la falta de conflicto en los personajes.  El oficial K es muy mecánico, Deckard ya está fuera de juego, Joi (Ana de Armas) sabe que es un holograma, y el nuevo hacedor (Jared Leto=Niander Wallace) en la Wallace Corporation, no es más que un holístico empresario.

Han pasado 30 años desde que Deckard y Rachel huyeran de Los Angeles en 2019. Después de que apareciera el Nexus 8 (sin la restricción de los cuatro años de vida), en 2023 se prohíben los replicantes; pero un nuevo ingeniero/dios está ascendiendo para ocupar el hueco dejado por la Tyrell Corporation. En 2036 termina la prohibición replicante y en 2040 el departamento de policía de Los Angeles  fortalece su división de Blade Runners para dar caza a los Nexus 8 todavía libres. Aquí aparece el oficial KD6-3.7 (Ryan Gosling), replicante experto en cazar pellejudos. Después de retirar a uno que administraba una granja de proteínas, K descubre, junto a un árbol seco, una caja de huesos enterrada. Allí se esconde un secreto... suficiente para mantener el hilo de la trama, pero demasiado leve comparado con los precipicios ontológicos en que nos abismaba la original.


Además se echa en falta la emoción. La historia de amor digital entre Joi y K resulta fría por su propia esencia. No es tan compleja como la que vimos en Her, ni tiene ese mar de dudas y de rompereglas que afrontaron Deckard y Rachel. El más vibrante punto de emoción que encuentro en toda la película es el personaje de Ana Stelline (Carla Juri): vive recluida en un espacio hi-tech en el que puede reproducir virtualmente todo tipo de entornos. Se gana la vida diseñando los recuerdos que Niander Wallace implanta en sus replicantes "más humanos que los humanos". Más allá de su implicación con los recuerdos de K. y con el pasado de Deckard es un personaje frágil y poderoso que resume muchos de los asuntos que en la película reverberan.

-Aquí puedes leer las sorprendentes teorías de Mark Millar, el genial guionista de cómics como Kick-Ass, Wanted o Kingsman sobre los temas de Blade Runner 2049 y su enigmático final-

Si la reflexión filosófica de la primera Blade Runner era radical y profunda, en esta segunda la reflexión se encuentra tres escalones más abajo: ¿Hasta dónde llega la autonomía de los androides?. Dios ha desaparecido y sólo quedan réplicas de lo que fue. Apenas rescato alguna perla del tipo "los recuerdos hacen que reaccionemos como humanos" o "sacrificarnos por los demás es lo más humano que podemos hacer".

Tenues remedos de aquella respuesta del mismísimo Tyrell, "La luz que brilla con el doble de intensidad se consume en la mitad de tiempo", o la que escupió Gaff a Deckard, riéndose con amargura, "¡Es una pena que ella no pueda vivir! ¿pero quién vive?

Aquella Blade Runner por momentos daba vértigo. Los seres biomecánicos replicaban a los humanos mejorando sus habilidades y volviendo al origen de la conciencia: ¿quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿por qué tengo que morir?. El mundo de aquel joven Deckard estaba gastado y los replicantes, rompiendo todas las normas, aportaban trascendencia. En 2049 hemos pasado de replicantes que se interrogan a simples androides programados.





P.D.-
La Ópera de Sidney bajo la tormenta de arena en 2009
Roger Deakins ha declarado que su inspiración para el color y la textura de esta polvorienta Las Vegas fue la tormenta de arena que asoló australia en 2009 . Realmente el contraste entre un Los Angeles abigarrado, oscuro y lluvioso frente a una escenografía desértica, seca y naranja como la que aparece en Las Vegas, dota a la película de una riqueza visual espectacular.

Deakins ya había colaborado antes con el director canadiense en esas dos extraordinarias películas tituladas, Sicario y Prisoners.
La filmografía de este superdotado cineasta se completa con otras dos películas sobresalientes: Incendies y La Llegada (Arrival).

jueves, 26 de octubre de 2017

BLADE RUNNER - de Ridley Scott

EEUU, 1982
Película seminal de la ciencia ficción. Un clásico incuestionable de 1982. Pero ¿qué queda después de 35 años y más de 20 visionados?
El alma.
Un alma atormentada sobre el destino de ser humano, perfectamente reflejada en un paisaje pesimista y desolador: una ciudad de Los Angeles sumida en la oscuridad permanente cuyos edificios y calles parecen la cloaca de un mundo que se fue al carajo. 

El ritmo de la película es lento y denso como una pesadilla, mientras la maravillosa música de Vangelis, emocionante y evocadora, nos empuja a la melancolía.
“A principios del siglo XXI The Tyrell Corporation desarrolló un nuevo tipo de robot llamado Nexus, un ser virtualmente idéntico al hombre y conocido como replicante. Los replicantes Nexus 6 eran superiores en fuerza y agilidad y al menos iguales en inteligencia a los ingenieros de genética que los crearon. En el espacio exterior los replicantes fueron usados como trabajadores esclavos en la exploración y colonización de otros planetas. Después de la sangrienta rebelión de un equipo de combate de Nexus 6 en una colonia sideral, los replicantes fueron declarados proscritos en la Tierra bajo pena de muerte. Brigadas de policías especiales -con el nombre de blade runners- tenían orden de tirar a matar al ver a cualquier replicante invasor. A esto no se le llamó ejecución, se le llamo retiro.”

Harrison Ford es el blade runner Rick Deckard, todo un experto en "retirar" pellejudos.


La película dibujaba para 2.019 (de aquí en 2 años) un futuro nada halagüeño. La metrópoli donde transcurre luce una pinta apocalíptica y contaminada. Vive sumida en una eterna noche y bajo una lluvia persistente. La mecanización, la industria feroz y contaminante, la pérdida de identidad cultural han arrasado a la sociedad y deshumanizado al ser humano. Muchos edificios están abandonados y la publicidad omnipresente quiere convencer a los últimos pobladores para que huyan a las colonias exteriores. Pero este infierno claustrofóbico en el que se mueve Deckard no es más que la materialización de una visión pesimista del ser humano.



Los guionistas Hampton Fancher y David Webb Peoples, con la ayuda del director, lograron una amalgama tan extraña como excelsa, que mezcla maravillosamente thriller y filosofía. Deckard busca a los replicantes, mientras éstos buscan a su creador. La película es netamente materialista mientras habla de las más trascendentales cuestiones: qué nos hace humanos, por qué morimos, de dónde venimos y cuál es nuestro destino. Paradójicamente mientras Deckard actúa como un autómata retirando replicantes sin pestañear, éstos viven atormentados por el paso del tiempo y la mortalidad. De hecho la muerte del último replicante es un poema visual cuyas imágenes y palabras permanecen en la memoria de todo buen aficionado al cine:

"He visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad, cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir...".


Es conocido que la cinta ha tenido a lo largo de los años hasta cinco versiones. Las diferencias más importantes se refieren a la presencia o no de la voz en off con la que se estrenó y el final impuesto por los productores, que nos muestra a Deckard y Rachel huyendo hacia un mundo feliz. Durante años mi visión no podía abstraerse de la voz en off. Sumada a la noche, la lluvia y la gabardina de Deckard (Ridley Scott tenía previsto también un sombrero; pero viniendo Harrison Ford de rodar Indiana Jones fue eliminado), para mí era una película de cine negro en un entorno futurista y con unas implicaciones filosóficas asombrosas.

Me costó varios años y visionados espaciados en el tiempo el apropiarme de una nueva versión, la conocida como director cut: se presentó en 1992 sin la voz en off ni el final feliz. También incluyó la secuencia de un sueño con un unicornio que atraviesa el bosque. Ahora puedo decir que ésta es mi versión definitiva: desoladora y trágica. A Deckard lo veo más solitario y amargado que nunca. A Roy Batty (Rutger Hauer) como un personaje netamente trágico. Rebelde como un Prometeo espacial, es capaz de encontrar al dios creador y matarlo. Tras la rebeldía y las respuestas vacías llega a comprender lo inexorable. Valora tanto la vida que es capaz de regalársela a su perseguidor, salvándolo en el último instante. La humanidad agostada del blade runner queda replicada y potenciada en un replicante que es capaz de enseñarle un nuevo camino.

Moebius, The Long Tomorrow
El prodigio del guión tuvo su parangón en una imaginería visual sin precedentes. Ridley Scott venía de rodar Alien, el octavo pasajero y cuando se incorporó a este proyecto, se trajo con él las ideas y diseños de Moebius  y Dan O´Bannon, colaboradores en aquella película. A ellos se sumaron un genio de los efectos especiales como Douglas Trumbull y un visionario futurista -como le gustaba llamarse a sí mismo- Syd Mead. Ellos crearon esa hipnótica y tenebrosa ciudad que con su agobiante atmósfera se erige en uno de los personajes principales de la película. 

Todo ello cobra más valor si recordamos que la realización corresponde a la época analógica, cuando no existían los efectos digitales que nos maravillan hoy en día. Decorados, maquetas y fondos fueron creados hasta el más mínimo detalle para lograr trasladarnos a un mundo abigarrado y oscuro, ahíto de símbolos: la pirámide truncada de la Tyrrel Corp. tiene unas evidentes connotaciones divinas y semeja un zigurat. En la cumbre habita "el dios de la biomecánica" como le nombra Roy Batty; o el arquitecto, tal y como llaman los masones a Dios. Por sus salones vuela una lechuza, símbolo de la inteligencia. Además la cumbre de este zigurat se encuentra por encima de la contaminación y la lluvia, siendo el único lugar en toda la película donde vemos el sol. Otro símbolo divino. En la pelea del desenlace Roy está a punto de morir, lo asume y salva a Deckard. Un rayo de empatía cruza su mirada. De pronto parece que tiene alma, la que simboliza una paloma que al morir el replicante, se eleva hacia los cielos. 


El tiempo inexorable y la búsqueda de significado a través del dios creador son cuestiones trascendentales que toca la película; pero quisiera detenerme un momento en una cuestión, que no será, por cierto, la de si Deckard es un replicante o no, que me parece insustancial. Quiero hablar de lo que representa el test Voight-Kampf.

Los replicantes tienen una inteligencia tan avanzada, sembrada de recuerdos implantados que les provocan reacciones emocionales, que realmente es muy difícil detectarlos como seres biomecánicos.
El test Voight-Kampf es un test ficticio que inventó Philip K. Dick en la novela origen de la película, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?.  También es llamado el "test de empatía", que es la capacidad de identificarse emocionalmente con otros seres. En la novela es un asunto principal, desarrollado incluso a través de una religión conocida como el "mercerismo", que incita a los seres humanos a buscar el contacto y la empatía con los otros. 

El factor fundamental que define lo humano, según Philip K. Dick, sería esta capacidad empática que nos permite colocarnos en la situación emocional del otro. Dick conocía el Test de Turing que busca distinguir al hombre de una máquina, pero él creía que este test se centraba demasiado en la inteligencia, cuando lo esencial es la empatía. De hecho Dick presentaba a los androides con una inteligencia superior pero como malvados, al carecer de esta capacidad.

Resulta paradójico que el protagonista (para mí) sea el replicante. Es él quien insufla una nueva esperanza a Deckard. Es con él con quien nos identificamos como replicantes que vivimos condicionados (por el tiempo, la reproducción, el trabajo,...) y condenados a buscar un significado a nuestra exigua existencia.
Deslumbrante.

jueves, 19 de octubre de 2017

La CONDICIÓN ANIMAL - de Valeria Correa Fiz

Dado el título del volumen, lo fácil sería decir que estos cuentos abundan en personajes que son desbordados por su condición animal: pasiones, venganzas, instintos desbocados. Demasiado fácil. En cambio yo creo que lo que interesa a Valeria Correa Fiz es explorar el continuo presente en que viven los animales y por eso se dedica a comprimir el tiempo y la memoria para ofrecernos un presente donde a sus protagonistas les asalta el pasado y los miedos e inseguridades que afectan al futuro, hasta conformar un presente abigarrado y perturbador.

La condición animal se convierte así en algo muy íntimo y radical; en una metáfora sobre ese territorio de las personas que existe fuera de lo convencional.
"Yo era lo que se dice un buen muchacho.
Hasta que un día algo se puso a aletear en mi cabeza. No era como lo que le da las convulsiones al tartamudo Rodríguez que obligan al celador a sujetarle la lengua afuera. Era más bien algo grande, de color gris dinosaurio: un pterodáctilo, igualito al del libro de Ciencias. Se me apareció dentro de la cabeza de la nada el día que me di cuenta de que era el único de mi clase que no había estado con una chica.
(...)
A ver que cuál es la diferencia entre Gregor Samsa, el de tu clase de Lengua y vos, me preguntaba el Pterodáctilo. Al principio yo no le respondía.
Y él:
Ninguna, boludón.
Los dos, Gregor y yo, nos habíamos transformado de la noche a la mañana en bichos raros para el resto." pág 32



Más que como metáfora, los animales que pululan por estas páginas tienen el carácter de oráculo, de antorcha para alumbrar los rincones más oscuros del ser humano: la locura y la muerte, el amor y la enfermedad, la obsesión y la violencia o incluso la ternura inevitable. Un muchacho discapacitado se ve sorprendido por un pterodáctilo que ha surgido en su mente, para repetirle que nunca ha estado con una mujer hasta desequilibrarlo. En Una casa en las afueras una mujer cada vez más sola y abandonada por su marido, se fija en su gato Philip, al que traslada violentamente su frustración. Una pareja de quebrantahuesos volando en círculo le sirven a la protagonista de Aún a la intemperie para desgranar la pérdida de sus hijos. ("Siempre la historia es circular como el vuelo de los quebrantahuesos"). En Lo que queda un gorrión llamado Sherry y unas mariposas son las mensajeras que delatan un tiempo siempre efímero. Ellas esconden un mensaje de muerte para unos niños que pasan el verano en la finca de los abuelos. Ante el asedio de la muerte los niños preguntan
-¿Abuelos, ¿con qué se sujetaban los días unos a otros?
Tierra, Aire, Fuego, Agua. En estos cuatro apartados está organizado el libro, con tres cuentos cada uno. Parece como que la autora ha querido apelar a las entrañas de las personas, a sus vivencias más esenciales para trazar un retrato descarnado.
"Pero no voy a contar mi historia, nuestra historia. No habrá historia. Quedan y quedarán: casas de piedra, pastos crecidos, nubes sobre un caserío de montaña en una noche sin luna.
Un quebrantahuesos que grita. Ahora, dos. No dicen mi nombre. No todavía.
Todo lo que propicia el encuentro hacia abajo, hacia el corazón de la tierra (es magma) está inmóvil. Yo (esmegma) aún a la intemperie". pág 73
El estilo busca la intensidad, evita las florituras, comprime el tiempo. Las imágenes que genera su escritura están preñadas de símbolos, juega con el surrealismo y la memoria. Habla desde la consciencia de ese perturbado con pterodáctilo en "La vida interior de los probadores" o desde la de esa niña que volvió al psiquiátrico de su infancia para incendiarlo y "cegar con fierro caliente" a todos los animales, en Regreso a Villard.

¿En qué consiste la condición humana? En sabernos frágiles y mortales, parece decirnos de forma implacable cada uno de estos relatos. Valeria Correa Fiz escribe de forma visceral para narrar esos instantes en que sus personajes se asoman al abismo de sus almas. Cada uno de ellos se despoja hasta descubrir su condición primigenia que vive en un mundo incógnito y amenazador; ese que nos exige una respuesta primaria.

Correa habla de los límites de lo humano desde las más centrales cuestiones: la soledad, el tiempo, la traición, la muerte, la obsesión patológica, la pérdida, el terror ante la llegada de un hijo...

En Las Invasiones, aunque hay norteamericanos y japoneses, no hay guerra. Se trata de una delicada invasión del tiempo y de la memoria. Una joven bonaerense recuerda a sus abuelos japoneses cuando decidieron huir de un Japón a punto de rendirse. Una foto de su abuela Mafuyu al lado de un cerezo y un esmalte de uñas cruzan décadas para producir una emoción, la del paso del tiempo.
"A los japoneses les interesa marcar el paso de las estaciones. Los cambios de color de los árboles o su falta de hojas, por ejemplo, aportan el concepto de lo efímero y del transcurso del tiempo. Las piedras recuerdan aquello que es invariable y permanente." pág 44.
Un libro de una autora novel que merece la pena descubrir, colmado como está de atmósferas densas y convincentes.

sábado, 7 de octubre de 2017

UN DIAMANTE al ROJO VIVO - de Donald Westlake











Esta es una novela de atracadores y atracos. Pero si en una novela tipo se narran como mucho un par operaciones, aquí Westlake nos regala cinco atracos a cual más brillante y es que el diamante del título se muestra en exceso esquivo. El primero se realiza en un centro de convenciones, el segundo eleva el nivel y se atraca una cárcel puesto que el botín es un preso. Más difícil todavía, el tercer atraco se ejecuta en las dependencias de una comisaría y el cuarto y más demencial tiene por objeto invadir un manicomio de alto standing con una prominente seguridad. En el quinto y definitivo todo vuelve a la normalidad, el diamante está escondido en la caja de seguridad de un Banco.
—Había oído hablar del delincuente contumaz, por supuesto —dijo Prosker afablemente—, pero éste tal vez sea el primer caso en la historia del mundo de un delito contumaz.
Greenwood se inclinó y le golpeó en las costillas:
—Siempre hablando. Basta.
—Hay una cosa que no entiendo —expuso el mayor—. Dortmunder, usted proclama que está harto de este asunto. Sus amigos tuvieron que convencerlo para que los acompañara en esta última operación. Y la vez anterior tuve que prometerle más dinero por semana y una paga mayor para persuadirlo de que siguiera. Pero ahora, de golpe, está dispuesto a continuar sin necesidad de que lo convenzan, sin discutir por más dinero, sin ningún tipo de duda. De veras, no lo entiendo
Este diamante se ha convertido en mi cruz —respondió Dortmunder—. Antes pensaba que podría librarme de él, pero ahora sé algo más. Ahora sé que puedo irme de aquí y encontrar otra cosa que hacer con mi vida, pero tarde o temprano ese maldito diamante aparecerá de nuevo y volverá a meternos en líos. Cuando esta mañana Prosker nos dijo lo que había hecho con el diamante, comprendí de repente cuál era mi destino. O atrapaba ese diamante o el diamante me atrapaba a mí, y hasta que suceda eso, de una u otra manera seguiré clavado en esa cruz. No puedo liberarme. Entonces, ¿para qué luchar contra eso?
—Un banco en la Quinta Avenida de Manhattan —dijo el mayor— no se parece en nada a un manicomio en las afueras o a una comisaría de Long Island.
—Ya lo sé —contestó Dortmunder  (pág. 199-200)
Todas las operaciones son brillantes, sorprendentes y exitosas; pero cuando concluye cada una de ellas, el protagonista sigue sin el diamante. Este es su sino. John Dortmunder y su banda son contratados por un embajador africano para robar el famoso diamante Balabomo, que cobija celosamente otro país africano. Dortmunder es extremadamente hábil y minucioso, pero lamentablemente desafortunado. Siempre fracasa. Siendo un tipo inteligente y serio, le rodea un halo de fatalidad del que él mismo es consciente. Con la suerte de espaldas, se ve condenado a planificar un nuevo golpe cada vez que el diamante se le escurre entre las manos. 

Por tierra, mar o aire la escalada de ingenio y audacia de que hace gala Dortmunder es francamente gozosa. El embajador le provee del material necesario, pero es para imaginar su cara cuando pasa de solicitarle uniformes y un camión, a un helicóptero o una locomotora. Dortmunder no se arruga ante el esquivo juego que le plantea el diamante Bolobomo.

La novela es directa y lineal en su desarrollo. Los tipos lo son de una pieza, como corresponde. La prosa es tersa y cortante. No hay pausas, ni flashbacks, ni artificios literarios. El dominio de la elipsis y los diálogos hacen que las páginas vuelen. Los planes de Dortmunder siempre son osados y brillantes, pero el lector no es partícipe de ellos; sólo los ve ejecutándose. Muy entretenida.
La novela transcurre en Nueva York, con sus bares y reservados

Donald Edwin Westlake (1933 – 2008) produjo dos series de novelas dedicadas cada una a un personaje: Parker, protagonista hasta 1974 de diecisiete novelas y que volvería a reaparecer en 1997 con Comeback; y John Dortmunder, ladrón profesional, al que Westlake recurriría en diez novelas y ocho relatos. Parker es el prototipo de antihéroe de novela negra y sin duda su personaje más emblemático. Tanto Parker como Dortmunder son muy reservados y poseen una inteligencia más que destacable.


El autor utilizó varios seudónimos entre los que destaca el de Richard StarkSegún contaba el mismo Westlake, «En aquella época, a primeros de los 60, la industria daba por sentado que las mujeres compraban libros en tapa dura y que los hombres compraban novelas en rústica. Yo ya tenía un editor de tapa dura, Random House, que me estaba publicando un libro al año. Pero quería escribir más, así que pensé: “¿Y si me invento otro nombre con el que escribir algo diferente, pensado directamente para el mercado de novelas en rústica?”. Así nació The Hunter, como un libro para hombres». En esta novela Richard Stark presentaba a Parker, un tipo solitario, duro e implacable que impactó y sigue impactando en los aficionados. «Lo más sorprendente fue que desde el principio las novelas de Stark empezaron a vender más que las de Westlake. Y funcionaron en Europa mejor que las de Westlake. Y fueron compradas para el cine antes que las de Westlake. La carrera de Stark progresaba mucho mejor que la mía y debo reconocer que empecé a cogerle algo de manía al tío».

Lee Marvin en Point  Blank

Gracias a los vibrantes argumentos y a sus personajes decididos y maltrechos, muchas de sus novelas fueron trasladadas al cine. El cazador (The Hunter) fue adaptada primero por John Boorman, en A quemarropa (Point Blank) con la jeta impagable de Lee Marvin; y más recientemente en Payback, protagonizada por Mel Gibson. También Diamante al rojo vivo (The Hot Rock) fue adaptada (de forma insustancial), con Robert Redford encarnando a John Dortmunder. El mismo Westlake fue candidato al Oscar por su guión para Los timadores, película de Stephen Frears basada en una novela de Jim Thompson.

Todavía más recientemente Darwyn Cooke comenzó una inspirada adaptación de las novelas de Parker al lenguaje del cómic. Westlake llegó a tiempo de ver los trabajos preliminares antes de morir y se mostró entusiasmado.

Hasta el momento la editorial Astiberri ha publicado El cazador (2010), La Compañía (2011), El golpe (2012) y Matadero (2014), las cuales han obtenido numerosas nominaciones a los premios Eisner y Harvey.

viernes, 6 de octubre de 2017

La REALIDAD de la LITERATURA - según Gonzalo Suárez

"Pienso que, de vez en cuando, sería conveniente intentar empezar de nuevo. El pasado es, a veces, un lastre y lo escrito condiciona, a veces, más que lo vivido. En cualquier caso, pedí todo (lo escrito) y lo quemé. Entonces me propuse escribir una obra maestra. Yo pensaba que una obra maestra tendría que ser tan voluminosa como el Ulises de Joyce. Así que escribí una novela de 500 páginas. La terminé en el año 60, justo en el mismo día en el que nació mi hija Anne Hélène. Por fortuna, el libro fue rechazado por la censura. Era un mamotreto presuntamente realista, torpemente autobiográfico. Pero lo real deja de ser real cuando lo cuentas. Fue entonces cuando comprendí que la verdadera realidad de la literatura es la ficción."


Gonzalo Suárez en una entrevista en ElPaís.com
al hilo de la presentación de su novela 
Con el cielo a cuestas en 2015

lunes, 2 de octubre de 2017

MADRE! - de Darren Aronofsky

EEUU, 2017
Película que rastrea alegorías, símbolos y procesos mentales con las herramientas de un thriller de terror psicológico. Brillante en una tensión dramática que está muy lograda, en el último tercio se vuelve un tanto repetitiva y falazmente exagerada.

Javier Bardem interpreta a un poeta, un escritor que publicó una obra redonda "quemando" en ella toda su imaginación. Ahora se encuentra retirado, con su hermosa mujer (Jennifer Lawrence), en una casa aislada y busca la inspiración para una nueva obra. Ahí está la almendra del asunto. La inspiración, el proceso creativo. Poco a poco las historias y los personajes que empiezan a bullir en la cabeza del escritor cobran vida y llaman a la puerta de su casa. Primero un médico enfermo (Ed Harris), luego su mujer (Michelle Pffeifer) y al poco tiempo sus dos hijos son acomodados por el poeta en su hogar como si sobre él tuviesen algún tipo de ascendiente. Su mujer asiste perpleja a esta invasión de su intimidad, en la que los invitados actúan como si ostentasen algún extraño poder.

Las preocupaciones del matrimonio invasor y el conflicto que traen sus hijos a cuenta de la herencia, genera en el escritor un torrente de ideas creativas; pero su mujer se siente suplantada y menospreciada. 
-Siempre es por ti y por tu trabajo ¿tú crees que esto te va a ayudar a escribir? ¡Nada lo hará! Yo reconstruí toda esta casa, pared por pared y tú no has escrito ni una sola línea.
-¡Lo sé. Lo sé pero no puedo, no logro escribir ni pensar, lo único que quiero es darle vida a esta casa. Abrirle la puerta a gente nueva, a ideas nuevas."
Este nuevo conflicto concluye con la entrega pasional de la pareja que acaba concibiendo un hijo, el fruto de su amor.

Hasta aquí se encuentra lo mejor de la película. Un intenso viaje alegórico al que zarandean fuerzas misteriosas. Las ideas fluyen con armonía y los contrastes iluminan el alma oscura de la creación. Como espectadores asistimos a un relato perturbador que en muchos momentos roza lo terrorífico. 

A partir del alumbramiento del hijo, fruto de la unión entre el poeta y su musa ("mi diosa", "mi inspiración", como la reconoce el poeta), la cinta toma unos derroteros más alocados y menos interesantes. Seguidores del escritor empiezan a cercar la casa. La Fama, confundida con un fervor casi místico por el creador, empieza a invadirlo todo. El poeta quiere ofrecer el fruto de su obra como si de una comunión con sus fieles se tratase. Entre referencias bíblicas y excesos, este último tercio se desangra caótico y sin freno. 

Aronofsky siempre se muestra ambicioso en lo conceptual y no menos en lo visual. Sus películas frecuentemente son apasionantes (Cisne negro), algunas veces hipnóticas (Pi) y siempre hierve en ellas un tremendo poso filosófico/poético que te invita a reflexionar (The Fountain).

Madre! se puede resumir con un poema visual que componen un pequeño puñado de sus planos: al inicio y al final encontramos la misma secuencia con el rostro calcinado de la musa y su posterior regeneración; mientras que en el centro de la cinta vemos la casa y todo el paisaje alrededor carbonizado hasta que, en primer plano, el escritor y su musa/mujer entrelazan sus manos. Entonces todo vuelve a reverdecer y cobrar vida. La creación. La lucha contra la página en blanco se representa aquí como un paisaje quemado.

Aronofsky juega a establecer un paralelismo entre la génesis de una obra artística y el Génesis (Adán y Eva aparecen en el Paraíso del creador y entre sus hijos, Caín y Abel, sucede un asesinato. También Adán y Eva muerden una manzana, en este caso de cristal). En ambos casos el autor es Dios. Mezclado todo con un potente discurrir dramático, la película consigue ser fascinante.

Quizás el problema de que el último tercio se desmadre, sea por el exceso de iconografías y la aparición de ideas más peregrinas. La reflexión sobre la creación artística mezclada con el mito del Paraíso Perdido (la casa está en el centro de un frondoso campo, sin caminos ni sendas por las que salir o entrar) y el Génesis, tratado todo con la textura de una crónica paranoica resulta de hecho deslumbrante. Mientras que los excesos de la fama y el egotismo o las reflexiones sobre la pareja parecen más banales.

El concepto de Madre asoma en una reflexión que, sobre los hijos, le hace Michelle Pffeifer a la mujer del poeta:  "Les das y les das todo pero nunca es suficiente". Expresión que refleja perfectamente la realidad de la musa, cuya vida y energías se hallan totalmente volcadas con el poeta.

Aun para los que no profundicen en su simbología, la película seduce gracias a una realización portentosa. La cámara está constante pegada a Jennifer Lawrence y eso nos convierte en testigos de primera fila de una situación inquietante. La atmósfera que logra crear el director nos transmite una sensación de opresión y angustia constante. Nunca sabemos del todo lo que está pasando.

Como en todas las películas de Aronofsky los intérpretes están creíbles y fantásticos. Ellos convierten en una delicia asistir a los escarceos de este pequeño dios y su fantasmagórico universo.