jueves, 28 de septiembre de 2017

KINGSMAN y el CÍRCULO DE ORO - de Matthew Vaughn


Nada nuevo bajo el sol.-
Lamentablemente esta segunda película de los Kingsman no aporta nada nuevo a la estupenda original. Y eso que el guionista y director apuesta fuerte: para empezar de nuevo nada mejor que cargarse a todos los Kingsman incluida su sede. Órdago a la grande. Como únicos supervivientes, el desconsolado Merlín y el joven Gallahad han de pedir ayuda al amigo americano, los Stateman, con los agentes Tequila, Whiskey y Champagne (Jeff Bridges) a la cabeza. Brillante. 
Pero apenas hay nada más. 

Una introducción excesivamente larga, una aventura bastante simple y unas escenas de acción alargadas hasta la extenuación, la convierten en una película exagerada y comiquera como la primera; pero mucho menos gamberra, irónica y seductora. Volvemos a ver la escena del bar ("los modales hacen a las personas...les instruiré") y en ella se ve la falta de inspiración y de ángel. Lo mismo pasa con los diálogos, carentes de la chispa que tenían en la primera. Paradójicamente, teniendo menos que contar es más larga que aquella...y eso se nota. 

Pero ¿qué tenía la primera Kingsman?

Originalidad: al presentar una agencia nueva con héroes y organización sumamente originales. Una sastrería como tapadera, innumerables gadgets tecnológicos, la clase que destilan sus caballeros. Todo era fascinante.

Parodia e Ironía: La irreverencia referencial hacia James Bond cruzaba toda la película mientras Harry Hart (Colin Firth) nos demostraba que era un caballero de modales exquisitos: él no pelea sino que baila, no insulta sino que instruye, no suda, ni nunca pierde la compostura.
Relato de bildungsroman o aprendizaje: del mismo modo que en la trilogía original de Star Wars, el caballero Gallahad tenía un joven padawan al que instruir, y la distancia entre el paleto de inicio y el caballero final, hacía que el viaje mereciera la pena.
Un malvado totalmente ridículo pero afilado como un cuchillo, acompañado por una asesina particularmente insólita y atractiva, la gacela-pies-de-espada Gazelle.
Un final apoteósico,  tan insolente como memorable.
Espectaculares escenas de acción con peleas contundentes y acrobáticas.
Apología de la comida basura: en contraste con el refinamiento de los Kingsman el malvado es un entusiasta de la comida basura.
¿Qué tiene esta segunda? Sólo las dos últimas. 2 de 7. Poca cosa. Le falta ingenio y le sobran minutos y parafernalia. La alta comedia con transfondo filosófico ("un caballero no debe sentirse superior a los demás, basta con que sea mejor que su yo anterior") y hasta político, se ha perdido. Echo de menos todo lo que representaba el Harry Hart de Colin Firth, aquí un simple secundario.

Tanto Poppy (Julianne Moore), la malvada jefa del narcotráfico mundial, como el simple y feroz presidente de EEUU (una tenue parodia del majadero Trump) no logran remedar al infame y letal Richmond Valentine que compuso Samuel L. Jackson.

Toda la frescura y el descaro que demostró la primera se ha convertido aquí en algo convencional. Una película más de acción.

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