jueves, 31 de agosto de 2017

EL REGRESO - de Rafael Dieste

Serie Narraciones Extraordinarias

Sentada al amor de la lumbre, donde un pequeño fuego todavía se esfuerza en hacerle compañía, la vieja Resenda tiene fijo el pensamiento en lejanos recuerdos, y puede que en algún presagio que esa noche le espantó el sueño. A veces se mueve un poco, escucha, y en seguida retorna a su embeleso…
Le quedó el nombre de Resenda porque su difunto marido era el señor Resende, y también como un modo de guardarle respeto.


Aún trabajaba el viejo cuando el mozo gallardo, su Andresiño, regalo de la casa, se fue en grey con otros, mordiendo un clavel, a tierras de Morería. Poco supieron decir de él los otros. Sí, lo habían visto por allá. Pero, debéis tener en cuenta… Allá no es como aquí. Millares y millares de hombres, una romería impresionante. Unos yendo hacia adelante, otros aguantando la sed en la cumbre de un cerro, o transportando los víveres… ¿Quién habla de muerte? Se sabría. Y venía entonces el tejer y destejer sospechas, conjeturas: casos de los que se pierden, de cautivos, de los que andan en secretas encomiendas. Con aquellas historias la ansiedad de los viejos se entretenía. Pero el tiempo corría… En fin, se dejó de hablar del asunto, y pronto el viejo perdió los ánimos y aquel amor a la tierra que levanta a los labradores. No duró mucho. Un día sintió frío y se encogió en el lecho con el deseo de un largo, infinito reposo, el rostro perdido en no se sabe qué lejano amanecer. Estuvo encamado una temporada, sin ningún deseo de hablar. Un día llamó a la compañera a su lado, le apretó la mano y, muy bajo, murmuró: No vuelve…
Aquella noche el viejo moría.


La vieja Resenda quedó sola, sola. Pero en su espíritu una palabra única se levantó para nunca más ser derribada. El viejo agonizante había dicho: No vuelve. Ella, con una seguridad hecha de anhelos y presentimientos, dijo: ¡Vuelve! Y esperó a lo largo de muchos inviernos…
Un andar suave, amortiguado, se deslizó por el piso de arriba.
Después el portón de la cocina se abrió un poco, silencioso y cauto. Pero de repente se cerró y batió violentamente en el marco de piedra.
Los sueños de la anciana huyeron. Con los ojos encendidos levantó la cabeza y se puso a escuchar…
Todo enmudece en la casa a no ser las pisadas blandas, leves.
-¿Quién anda ahí? -gritó. Y su propia voz sin respuesta la llenó de extrañeza.
Se sintió sola por vez primera, y como pasmada, todavía más que atemorizada, de aquella soledad.
Entonces comenzó a llamar al hijo como si estuviera allí adormilado, con la intención de espantar al ladrón, pero también para sentirse menos desamparada:
-¡Despierta, perezoso, que anda gente por la casa! Coge esa hacha y corre a ese lobicán que viene a robar a los pobres. Para una corteza de pan que ha de encontrar en el horno es capaz de estrangularme.
La voz se le ovilló. Alguien parecía ahora empujar la puerta desde fuera con esa lentitud astuta de los gatos o del viento tramposo. Chirriaron de improviso los goznes, con un lamento de pereza importunada, y la puerta quedó franca. Allí, deteniendo el paso, como para dar tiempo a la madre para serenarse, estaba, erguido y alegre, el hijo de la vieja Resenda. El resplandor del pequeño fuego, que en aquel instante se avivó de súbito, relampagueó en su rostro. Era el de siempre… Los dientes, mozos, mordían todavía el clavel.


Alguna mujer que pasó volando junto a la casa, sintió gritar a la vieja el nombre de su hijo. Otros dicen que la sintieron hablar a deshora, y hasta canturrear mientras iba y venía. Otros (tiempo después) que un mendigo forastero, sospechoso, había estado espiando un ventanuco de la casa, encima de un emparrado, para ver dónde escondía la vieja unas onzas de oro que, según rumor corrido por la aldea, tenía costumbre de contar diciendo: Las guardé para ti, hijo mío. Pasé malos años, pero aquí están. Y se dice que ese mendigo nada pudo decir de semejante oro… Sí del terrible acontecimiento, y que fue a confesarse muy arrepentido.
Al día siguiente -ya no calentaba el sol- los vecinos llamaron hasta hartarse en la puerta de la casa silenciosa. Finalmente decidieron, después de hablar en grupo con la alegría inconfesada de las alarmas insólitas, echar la puerta abajo. Por el hueco que abrieron los empujones del más corpulento se colaron todos.
Muy pronto dieron con la vieja Resenda. A poco trecho del hogar la encontraron tendida en el suelo, con los ojos tan abiertos que no parecía que estuviese muerta.
De Andrés nunca se supo. Todos dicen que fue comido por los cuervos en tierras de Morería.





Rafael Dieste (España, 1929-1981)
Relato incluido en "De los archivos del trasgo (Dos arquivos do trasno, 1926)

lunes, 7 de agosto de 2017

DUNKERQUE - de Christopher Nolan

Incapaz de hacer una película pequeña, Christopher Nolan nos relata de un modo intimista una de las acciones bélicas más complejas e impactantes de la 2ª Guerra Mundial, el rescate de más de 300.000 soldados ingleses, franceses y belgas  rodeados por los alemanes y sin más salida que el mar.

Cuando la Alemania nazi y la Unión Soviética invaden en 1939 Polonia, arranca la Segunda Guerra Mundial. Para evitar la invasión de Francia, Inglaterra envía la Fuerza Expedicionaria Británica (10 Divisiones) a Nantes y Cherburgo. Por aquella época se había concluido un ambicioso plan para cortar toda posible invasión alemana, la línea defensiva Maginot. Esta línea se extendía desde Suiza hasta Luxemburgo confiando en que la zona boscosa y abrupta de Las Ardenas fuese suficiente defensa natural. Pero el Jefe del Estado Mayor alemán Erich von Manstein no quería caer en la guerra de trincheras como ocurrió en la Primera Guerra Mundial y diseñó un plan más innovador y audaz, la Blitzkrieg, una guerra relámpago.

Las divisiones de tanques Panzer atacaron sorpresivamente cruzando los bosques de las Ardenas, establecieron cabezas de puente sobre el río Mosa y llegaron rápidamente al canal de la Mancha, aislando así a los ejércitos aliados en Bélgica y Holanda. Fue la consagración de la blitzkrieg. La acción coordinada de tanques y aviación asombró al mundo. La velocidad y el movimiento del ejército alemán derrotó a los franceses y aliados en sólo unos días. El 19 de mayo de 1940, el comandante de la Fuerza Expedicionaria Británica, general John Vereker Gort, recibe la noticia del comandante francés de que los franceses ya no tenían tropas entre los nazis y el mar. Gort da la orden de evacuación a través del canal de la Mancha por las amplísimas playas de Dunkerque. En ese momento empieza la película de Nolan, cuando un pelotón de soldados británicos es acosado por los tiradores nazis y llegan en su huida a las playas de Dunkerque, una ratonera bajo el fuego de la Lufwaffe.

El director no enhebra una historia, ni se centra en un personaje. Abandona la elaborada complejidad de otras tramas (el Caballero Oscuro, Inception) y nos entrega una película que es pura acción: un desnudo relato que es una sucesión de hechos sobre los que sobrevuela constantemente la tragedia. 

Autor también del libreto, Nolan abre tres frentes para hilvanar su narración: el dique de las playas de Dunkerque en el que durante una semana se agolpan soldados esperando barcos que no llegan y asediados por los stukas sin piedad. El barco de recreo Moonstone que personifica las docenas de barquitos civiles que acudieron a rescatar a sus soldados. Y un spitfire que rememora la guerra del aire. 

Cristopher Nolan juega con el tiempo (la acción del dique dura una semana, la del barquito un día y la del spitfire una hora) para comprimirlo todo en 107 minutos. Consigue con ello atenazarnos y sumergirnos sin escape en esta trampa mortal. Puedo decir que durante la proyección, la tensión agobiante me mantuvo la boca abierta y la respiración contenida. El drama humano que despliega la película es abrumador.

La ambientación es asombrosa. Las colas de soldados en las playas, el dique construido sobre camiones, el hundimiento por la artillería nazi, de uno de los ocho barcos hospital a pesar de llevar el emblema de la Cruz Roja, la avanzadilla de embarcaciones civiles, los torpedos....

La ausencia de diálogo, el anonimato de los soldados protagonistas, la ambientación extraordinaria y un sonido de lo más elocuente nos invitan a vivir casi un documental en vez de una película de ficción. Nadie se plantea más que sobrevivir. La cinta se convierte en una experiencia sobrecogedora de la guerra a través de la imagen y de un sonido extraordinario obra de Hans Zimmer.
Fotograma de la película y abajo, fotografía histórica















La Operación Dinamo se desarrolló entre el 29 de mayo y el 4 de junio de 1940. Las previsiones iniciales estimaban que se podría evacuar a 35.000 o 45.000 hombres. El gobierno pidió ayuda a las embarcaciones civiles porque la marina no daba abasto: respondieron barcos de pesca, remolcadores, ferries e incluso un vapor, el Medway Queen, que realizó siete trayectos de ida y vuelta. Participaron un total de 861 embarcaciones diferentes, 693 de ellas británicas, y pasó a la memoria histórica como el Milagro de Dunkerque. ¿Por qué Hitler no llevó a sus panzers hasta las playas para diezmar al ejército aliado? ¿Por qué dejó escapar a más de 300.000 soldados? ¿Caballerosidad o error de cálculo?

Hitler nunca pecó de generoso. Sus razones fueron estrictamente militares tal y como señala Ian Kershow, principal biógrafo del dictador alemán. El Führer aceptó la propuesta del general Gerd von Rundstedt de frenar la marcha de las unidades motorizadas para preservarlas de cara al avance hacia París. La Luftwaffe de Göring terminaría el trabajo. Cuando unos días después se dio cuenta de su error ya era demasiado tarde.

El 4 de Junio, el primer ministro Winston Churchill anunciaba en el Parlamento el éxito de la evacuación. Una victoria en medio de un desastre. Fue otro de esos momentos históricos en que el carismático líder recoge las cenizas y el dolor para entregar coraje y esperanza; el famoso discurso conocido como el We shall fight on the beaches:
"We shall go on to the end. We shall fight in France, we shall fight on the seas and oceans, we shall fight with growing confidence and growing strength in the air, we shall defend our island, whatever the cost may be. We shall fight on the beaches, we shall fight on the landing grounds, we shall fight in the fields and in the streets, we shall fight in the hills; we shall never surrender, and if, which I do not for a moment believe, this island or a large part of it were subjugated and starving, then our Empire beyond the seas, armed and guarded by the British Fleet, would carry on the struggle, until, in God's good time, the New World, with all its power and might, steps forth to the rescue and the liberation of the old."
"Seguiremos hasta el final. Lucharemos en Francia, lucharemos en los mares y océanos, lucharemos con creciente confianza y poder en el aire, defenderemos nuestra isla cueste lo que cueste. Lucharemos en las playas, lucharemos en las pistas de aterrizaje, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas. ¡No nos rendiremos jamás! Y si, aunque no lo creo ni por un instante, esta isla o gran parte de ella, fuera subyugada y muerta de hambre; entonces nuestro Imperio de ultramar, armado y protegido por la Flota Británica, seguirá la lucha hasta que, cuando Dios lo quiera, el Nuevo Mundo, con todos sus recursos y poder, se lance al rescate y liberación del Viejo".
Vibrante.

Dos observaciones. 
La pantalla canta que no veas. Es una película Imax y ha de verse en una sala Imax. En el planeo final del spitfire sobre las playas casi no cabían las alas en la pantalla. El inmenso mar, las playas y el cielo claman por el formato preferido de Nolan.

Por otro lado es muy interesante que se estrene esta película en plena negociación sobre el Brexit.


Bonus.
Otro punto de vista sobre la evacuación de Dunkerque aparece en la película de John Wright, Expiación (Atonement). Allí el director lo resolvió con un memorable plano secuencia de 5 minutos de duración que analizan muy bien en spinoff.com.