miércoles, 28 de junio de 2017

COMANCHERÍA - David McKenzie

EEUU, 2016
El Oeste sigue siendo lo que era... 
aunque con automóviles e hipotecas.-


Los hermanos Tanner y Toby están a punto de perder el rancho de su madre, justo cuando ésta acaba de morir. El banco les ha puesto un plazo para enjugar la deuda pendiente o ejecutará la hipoteca. Es verdad que el rancho es una ruina y se encuentra en medio de un desierto de lo más agreste; pero existen elevadas posibilidades de que en el subsuelo haya petróleo.

Así que estamos donde siempre, los ricos aprovechándose del sistema y los pobres expulsados. Pero Toby (Chris Pine) se rebela contra esta situación. Separado y malviviendo de trabajos esporádicos que no le permiten ni pasar la pensión a sus hijos, la vida le ha dado una patada en el culo. Y a su hermano Tanner dos: ladrón, convicto y pendenciero, la vida no tiene nada que ofrecerle. De modo que Toby prepara un plan, tan desesperado como astuto: llevar a cabo una rápida cruzada de robos por las pequeñas sucursales del banco que engañó a su madre y abonar la deuda con lo robado.


La acción se centra en dos parejas -de policías y ladrones- cuyos diálogos relucen con la dureza del pedernal y el poso de la amargura. Pero hay un tercer protagonista. Mientras los atracadores huyen hacia adelante perseguidos por los dos ranger de Texas, la película se detiene en un paisaje desolador: pueblos vacíos, negocios ruinosos, vidas bloqueadas, gentes que arrastran sus días por un territorio inmisericorde, tan vasto como abandonado a su suerte. El territorio de los votantes del botarate Trump. 

Con los policías yendo de pueblo en pueblo por las carreteras infinitas, nos asomamos a la pobreza y ruina de sus pueblos. Unos de los carteles de la carretera te pregunta "¿Endeudado?". En otra ocasión los rangers se cruzan con un grupo de cowboys que espolean a su manada acuciados por un gigantesco incendio.
"-Ojalá pudiéramos ayudarles.
-Ojalá me chamusque y me ahorre el sufrimiento (...) En pleno siglo XXI huyendo del incendio hacia el río con mi rebaño....y luego me pregunto porqué mis hijos no quieren ser vaqueros.
-¿Damos el aviso? -pregunta un ranger a otro.
-No. Ya se apagará cuando llegue al río... y tampoco hay nadie a quien llamar. Esos chicos están solos."
El ranger no lo sabe pero nosotros sí. No sólo los vaqueros están solos, también los atracadores y cualquiera de los que están en la cafetería apurando las horas vacías. El sueño americano se ha olvidado de ellos. Todo tiene ese aire crepuscular de héroes derrotados que se revuelven contra un destino que parece inexorable. "Comanchería" no es un relato de Cormac McCarthy pero pasaría sin problemas por uno de ellos.


¿Se puede reflexionar sobre darle sentido a tu vida mientras estás robando bancos por Nuevo México? Sí. La película es una explosión de vida al borde de la tragedia. Los dos hermanos intentan abrir una puerta al futuro que el banco tiene bien atrancada. Lo que pasa es que no saben si una vez abierta, al otro lado habrá esperanza o un abismo por el que despeñarse.
-Deberíamos atracar otro banco.
-Hablas como si no fuéramos a librarnos de ésta.
-Jamás he conocido a nadie que se libre de nada. Nunca.-Le responde su hermano. 
Los cielos sangrientos del atardecer sobre la inmensa llanura de Texas amenazan con teñir de sangre estas vidas desgarradas. Toby no es un ladrón que prepare su último golpe, ni un gánster que atisba el final. Es un pobre granjero. "Siempre he sido pobre. Al igual que mis padres y mis abuelos. Es como una enfermedad y pasa de generación en generación. Se convierte en una epidemia. Eso es lo que es. Infecta a toda la familia... Pero a mis hijos no." 

No hay gloria, ni glamour pendenciero. Hay injusticia a raudales. Una de las singularidades de Comanchería es la ambigüedad que destilan sus personajes. El ranger quiere comprender a los ladrones, pero también es implacable cuando se trata de dispararlos. Es una de esas películas en la que vas con los ladrones, con los perdedores.

El argumento es clásico y nada original con sus policías y atracadores; pero encuentra su alto valor en un denso trasfondo dramático y de crítica social. El guionista Taylor Sheridan ha armado un sólido western contemporáneo donde los fuera de la ley siguen aureolados por un hálito romántico y trágico. Pero si en 1865 los pioneros se encontraban en territorios sin ley, ahora nos encontramos con bancos sin piedad. Como en el western clásico no faltan forajidos (aunque están encorbatados), rangers, persecuciones y tiros. Ni una población armada hasta los dientes que sólo espera la ocasión para desenfundar y disparar contra cualquier incauto; como les ocurre en uno de los poblachos. 

El compañero de Jeff Bridges es mitad indio y mitad mexicano (Gil Birmingham). Mientras están sentados en un porche, como si del viejo Oeste se tratara, reflexionan:

-Hace mucho tiempo tus antepasados eran indios, hasta que vino alguien y los mató, los esclavizó y te convirtieron en uno de ellos.
-Hace 150 años toda esta tierra era de mis antepasados. Todo lo que se ve. Todo lo que viste ayer. Hasta que los abuelos de esta gente se lo quitaron.....y ahora se la quitan a ellos. Pero no lo hace un ejército, sino esos hijos de puta de ahí. (Señalando a un banco)
Hay muchas películas que mantienen una guerra de indiferencia entre su título original y el doblado. Hell or High Water es el título original, una expresión que quiere decir algo así como "Nada que perder" o "contra viento y marea"; pero en español se ha titulado Comanchería. Aunque sólo sea por una vez, justificadamente. Tanner (Ben Foster) se las tiene tiesas con un comanche en un casino y éste le suelta:
-Sabes qué significa comanche?....Enemigos para siempre.
-¿Enemigos de quién?
-De todos.
-Pues eso me convierte en...
-...un enemigo.
-No. Me convierte en un comanche.

Así es la caracterización de cada uno de estos cuatro personajes interpretados con gran solvencia por el elenco. Sucinta pero potente. 
El gran Jeff Bridges vuelve a estar inmenso y Chris Pine  se atreve (y acierta) a cambiar su registro de héroe para enfundarse las botas polvorientas de un granjero pobre y rebelde.

Otro de los alicientes de la película es su banda sonora, con temas de Attila, Jamey Johnson, Townes Van Zandt o Scott H. Biram: más algunos temas compuestos por el mítico Nick Cave junto a uno de los miembros de su banda, Warren Ellis. Canciones con guitarras y voces rasgadas que aportan hondura a una película que se va incendiando por momentos.

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