miércoles, 26 de abril de 2017

JOHN WICK: Capítulo 2 - de Chad Stahelski


Un gin-tonic tiene su justa medida. John Wick 1 fue un gran cocktail. John Wick 2 está aguado. Sus creadores se han ofuscado con las burbujitas de los tiroteos y las peleas y las han acumulado hasta la extenuación. John Wick 1 tenía alma (de metal y pólvora) y capacidad de sorpresa. John Wick 2 es un ejercicio mecánico. Una versión expandida que se pierde por repetitiva.

Es verdad que la saga brilla por su desnudez argumental. La mirada entre el perro y su dueño o el duelo brutal pero respetuoso entre John Wick y sus contrincantes ("el puñal está clavado en la aorta, permanece quieto y vivirás", le dice a uno de sus mejores antagonistas), es lo que podemos llevarnos a la boca. Aunque quizás el mejor duelo es el único donde no se dispara, el que tiene lugar en un espectacular jacuzzi  para asesinar a Gianna D´Antonio (Claudia Gerini).

Tampoco se exige más. Se supone que la película es una catarata de persecuciones, tiroteos y atropellos. Pero John Wick 1 tenía entrañas, mientras que John Wick 2 es superficial, se regodea en el exceso. 


John Wick 1 tenía el acierto (y la novedad) de presentar un héroe casi místico (Baba Yaga), en John Wick 2 se gasta todo su carisma en innumerables tiroteos hasta convertirlo en calderilla. 

El hallazgo de la liturgia de un santuario como El Continental se ha pretendido extender y ampliar con un somelier (de armamento) y un sastre italiano (para un traje antibalas). Qué lástima. Una simple imitación de la genial Kingsman. Además con el traje antibalas se ha perdido cualquier atisbo de verosimilitud. A John Wick le pueden estar disparando diez tipos a la vez, a menos de dos metros de distancia y salir indemne. De pronto es increíblemente invulnerable. Más calderilla.

Que haya más tiroteos y más persecuciones no significa que sea más espectacular o genere mayor tensión. Al contrario. Las escenas de tiroteos resultan interminables.



Se pueden encontrar leves atractivos en la cinta, como el apunte de la Gran Mesa, con 12 sillas, donde se sientan las Mafias que controlan el mundo o la inmensa banda de mendigos que controlan el submundo de Nueva York y están regidos  por Bowery King (Laurence Fishburne)

Aunque al final con lo que nos quedamos de verdad es con los espectaculares escenarios que luce la película: Roma (con un nuevo hotel Continental regido por Franco Nero, el Grand Hotel Plaza), escenas en las Termas de Caracalla o frente al Altare della Patria y las secuencias rodadas en la Galleria Nazionale Arte Moderna. 

También luce muy bien la nueva estación del World Trade Center, de Calatrava y el metro Place-des-Arts de Montreal. A lo que hay que añadir una abigarrada escena de tiroteos rodada en un laberinto de espejos montada en estudio.

Como se ve, sólo resalta lo accesorio.




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