jueves, 23 de febrero de 2017

LOS RECUERDOS del PORVENIR - de Elena Garro










Una de las características de las grandes novelas es su poder de evocación. Esa capacidad para poner en pie todo un microcosmos en el que nos sumergimos de tal modo que entendemos más de lo que leemos; porque participamos, abismados, de sus engranajes más íntimos. Eso es lo que pasa con esta espléndida novela. Los personajes, la época y hasta la atmósfera de este rincón mexicano, cobran vida en nuestra mente de forma tan impetuosa que sus vicisitudes logran arrastrarnos y batirnos como un intenso oleaje.

Los recuerdos del porvenir es una hermosa novela que se despliega ante nosotros como una ebria y furibunda Danza de la Muerte. El texto recorre la memoria de Ixtepec, un pueblo zarandeado por los vaivenes revolucionarios de la historia mexicana. Desde la primera página, la novela ensaya y consigue un tono legendario. El propio Ixtepec se convierte en la voz del narrador que desgrana la historia de su paisanaje, cuyo trágico destino anticipa sin poder remediarlo.
Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente. Solo mi memoria sabe lo que encierra. La veo y me recuerdo, y como el agua va al agua, así yo, melancólico, vengo a encontrarme en su imagen cubierta por el polvo, rodeada por las hierbas, encerrada en sí misma y condenada a la memoria y a su variado espejo. La veo, me veo y me transfiguro en multitud de colores y de tiempos. Estoy y estuve en muchos ojos. Yo solo soy memoria y la memoria que de mí se tenga.
Desde esta altura me contemplo: grande, tendido en un valle seco. Me rodean unas montañas espinosas y unas llanuras amarillas pobladas de coyotes. Mis casas son bajas, pintadas de blanco, y sus tejados aparecen resecos por el sol o brillantes por el agua según sea el tiempo de lluvias o de secas. Hay días como hoy en los que recordarme me da pena. Quisiera no tener memoria o convertirme en el piadoso polvo para escapar a la condena de mirarme.
Yo supe de otros tiempos: fui fundado, sitiado, conquistado y engalanado para recibir ejércitos. Supe del goce indecible de la guerra, creadora del desorden y la aventura imprevisible. Después me dejaron quieto mucho tiempo.   (así comienza el libro)
La novela es una tragedia coral, la del pueblo de Ixtepec; quizás una metáfora de México, y se estructura en dos partes. En la primera se presenta a los personajes. Por un lado el tiránico general Francisco Rosas que gobierna con mano de hierro. Produce cadáveres a su antojo; pero sufre la indiferencia de su lánguida amante, la hermosa Julia Andrade. Por otro están los Moncada, familia de rancio abolengo cuyos hijos, Isabel, Nicolás y Juan, serán determinantes en el destino del pueblo. El poder opresivo y la violencia mantienen una asfixiante calma que será rota por la aparición de un "fuereño", Felipe Hurtado, misterioso personaje que, sin declararlo, viene a recuperar a su amada Julia. Él se convertirá en el catalizador de un fatal desenlace.


En la segunda parte la narración transcurre pegada a un hecho histórico, la Guerra de los Cristeros*. Al hostigamiento cruel del tirano despechado, se une la Ley del Presidente Calles que clausura cultos e iglesias.

"Y Martín Moncada continuó la lectura del diario. En aquellos días empezaba una nueva calamidad política; las relaciones entre el Gobierno y la Iglesia se habían vuelto tirantes. Había intereses encontrados y las dos facciones en el poder se disponían a lanzarse en una lucha que ofrecía la ventaja de distraer al pueblo del único punto que había que oscurecer: la repartición de las tierras.
Los periódicos hablaban de la «fe cristiana» y los «derechos revolucionarios». Entre los porfiristas católicos y los revolucionarios ateos preparaban la tumba del agrarismo. Hacía menos de diez años que las dos facciones habían acordado los asesinatos de Emiliano Zapata, de Francisco Villa y de Felipe Ángeles, y el recuerdo de los jefes revolucionarios estaba fresco en la memoria de los indios. La Iglesia y el Gobierno fabricaban una causa para «quemar» a los campesinos descontentos.
—¡La persecución religiosa!
Martín Moncada leyó la noticia en el periódico y se quedó cabizbajo. El pueblo hostigado por la miseria entraría en esa lucha." pág. 165-6
Efectivamente, el pueblo entero urde una conspiración para salvar a su párroco. ¡Qué noche de amenaza y fascinación!. Todo el pueblo gira bajo la noche estrellada. La madre de los Moncada ofrece una fiesta al general y a sus oficiales. Todo Ixtepec contiene la respiración. La narración es portentosa y llena de suspense. Se sospecha que el ejército revolucionario bajará de la sierra para liberar Ixtepec. Mientras tanto Isabel Moncada está fascinada con el general Rosas. No sabe que su hermano Nicolás conspira contra los militares. Todo se decanta. Los militares han previsto la jugada. A la vez que Isabel se entrega a Rosas, éste captura a su hermano y a todos los alzados. La tragedia vuelve a abrir sus alas.

PERSONAJES
La galería de personajes es extraordinaria: los principales son Julia (cuya presencia domina la primera parte), Isabel (protagonista de la segunda), el general Francisco Rosas (protagonista de las dos), Nicolás (el mártir revolucionario) y Felipe Hurtado, el extraño que iluminó Ixtepec. Pero también está Juan Cariño, el alcalde loco que regenta la casa de las cuscas (el lupanar), chamán de las palabras que limpia el aire de maldiciones y palabras sangrientas. Él representa al mismo tiempo el espíritu de locura y el de libertad. Asimismo las amantes de los oficiales de Rosas que viven encerradas en el Hotel Jardín. Y las dos casas principales de Ixtepec, la de Don Joaquín y la de los Moncada.

La autora recrea con dulzura y melancolía la infancia de Isabel y Nicolás. Isabel es hermosa e indomable, prisionera y al mismo tiempo dueña de un poder temible, enamorada sin remedio del verdugo de su hermano. Según algunos estudios, a través de Isabel Moncada, Elena Garro hace una crítica a la falta de oportunidades para la mujer. En un contexto de tiranía y sin otras alternativas se condena, elige lo prohibido y se alía con el hombre que ostenta el poder. 

Julia Andrade simboliza la belleza, la dignidad y el amor verdadero. Aunque está secuestrada y confinada su esencia es inaccesible a pesar del maltrato. En el espejo de Julia, la autora nos ofrece una retrato del machismo más ultramontano. Julia resume en su vida la paradoja de las mujeres de Elena Garro: es víctima y prisionera de un hombre poderoso; pero a la vez detenta un poder mágico, aniquilador de cualquier otro poder humano: "Ante el tedio de la joven el general se pregunta ¿Por qué se empeñaba en vivir en un mundo distinto del suyo?" Se refiere al mundo de la memoria. Julia vive en otro tiempo, con otra gente que con la que habla, se mira y se toca, todo lo que hace que el general se vuelva loco.

Felipe Hurtado es un elemento extraño en el mundo pétreo y muerto de Ixtepec. No está contaminado. En él Elena Garro retrató un tema que le interesaba: la magia. Representa el mundo de la creación, de la imaginación, el único mundo que nos puede salvar, según Garro. Felipe Hurtado es capaz de inyectar nuevos bríos al pueblo, le regala la esperanza a través del teatro y de la poesía. Pero cuando por fin establece contacto con Julia, Rosas lo persigue trastornado. Esa noche de venganza del general supone otro momento cumbre de la novela. Con ella concluye la primera parte y Garro nos ofrece unas páginas maestras del todavía nonato realismo mágico. 
La Banda seguía tocando. La noche esperaba a su víctima. El forastero se despidió de los criados; a ninguno dejó de darle la mano. Ellos miraban al suelo dejando correr su llanto.
—¡Vamos! No hagamos esperar al general —le gritó a don Joaquín.
Francisco Rosas lanzó su animal al galope y rayó al caballo frente al portón de la casa. Un galope nutrido lo siguió. La Banda, siempre tocando, se lanzó en su busca.
Don Joaquín trató de detener a Hurtado.
—¡Que nos mata a todos! —suplicó el viejo.
EL forastero lo miró con aquella mirada suya, llena de paisajes extraños. Los dos estaban en el zaguán y oían las voces enemigas.
El joven levantó los cerrojos, quitó las trancas, abrió el portón y salió. Don Joaquín iba a seguirlo, pero entonces sucedió lo que nunca antes me había sucedido; el tiempo se detuvo en seco. No sé si se detuvo o si se fue y sólo cayó el sueño: un sueño que no me había visitado nunca. También llegó el silencio total. No se oía siquiera el pulso de mis gentes. En verdad no sé lo que paso. Quedé afuera del tiempo, suspendido en un lugar sin viento, sin murmullos, sin ruido de hojas ni suspiros. (pág. 155-6)
Coronel de Estado Mayor en 1914
El general Francisco Rosas era el personaje favorito de Elena Garro. Hombre complejo y contradictorio, es capaz tanto de elevados ideales como de ruines pasiones. Corrompido por su traición a Villa, se aboca hacia el abismo. Sangriento opresor, él mismo es un hombre angustiado. Por el camino perdió el ideal por el que luchaba. 
"Francisco Rosas se miró la mano sorprendido del dolor que le produjo el golpe. ¿Por qué había de matar siempre a lo que amaba? Su vida era un engaño permanente; estaba condenado a vagar solo, dejado a su suerte."

"Los Moncada le enseñaron el mundo de la compañía y cuando entraba en él, confiado, se lo arrebataban para dejarlo otra vez solo, entregado a la nada de sus días. Nunca más perdonaré a nadie, se dijo dolido. Desde entonces él era también un fusilado de la suerte."
Con los alzados muertos o presos Isabel se dirige hacia la capilla del pueblo. No puede evitar amar al general Rosas y, como la mujer de Lot al romper la norma, se transforma en piedra. La traición final de Isabel confirma brutalmente el destino fatal del pueblo. La muerte y la imposibilidad de redención acosan sin remedio a los personajes. La historia se vuelve cíclica y se repetirá incesantemente. La piedra de la última página nos remite a "la piedra aparente" de la primera página, sobre la que el pueblo Ixtepec se sienta para observar su imagen "encerrada en sí misma y condenada a la memoria". 
A veces los fuereños no entienden mi cansancio ni mi polvo, tal vez porque ya no queda nadie para nombrar a los Moncada. Aquí sigue la piedra, memoria de mis duelos y final de la fiesta de Carmen B. de Arrieta. Gregoria le puso una inscripción que ahora leo. Sus palabras son cohetes apagados.
«Soy Isabel Moncada, nacida de Martín Moncada y de Ana Cuétara de Moncada, en el pueblo de Ixtepec el primero de diciembre de 1907. En piedra me convertí el cinco de octubre de 1927 delante de los ojos espantados de Gregoria Juárez. Causé la desdicha de mis padres y la muerte de mis hermanos Juan y Nicolás. Cuando venía a pedirle a la Virgen que me curara del amor que tengo por el general Francisco Rosas que mato a mis hermanos, me arrepentí y preferí el amor del hombre que me perdió y perdió a mi familia. Aquí estaré con mi amor a solas como recuerdo del porvenir por los siglos de los siglos». (pág. 317)
Narración realista de unos amores turbios y aniquiladores, introduce anticipadamente y de forma admirable elementos del "realismo mágico". Se podría decir que la novela versa sobre la memoria y el tiempo. Elena Garro los convoca a ambos para trazar una novela de carácter mítico. Para conseguirlo maneja con maestría multitud de recursos literarios: combinación asombrosa de lo épico y lo lírico, de lo gótico y lo barroco, de los ecos de las premoniciones y de los coros trágicos. La escritura de Garro posee una gran hondura poética. En sus manos todo cobra vida. Como ya se ha dicho, a ratos es lírica y a ratos épica, pero siempre estimulante. La lectura avanza apasionada sin caer en inertes fárragos.  


EL TIEMPO Y LA MUERTE son dos principales asuntos en la novela y acotan un territorio estático.
La infancia de Isabel y Nicolás, que con tanta nostalgia narra Elena Garro, está condicionada por un hecho de apariencia inocente. Cada noche, después de cenar, un criado retira las agujas del reloj del salón, aboliendo el tiempo. Entonces ese tiempo se convierte todo él en presente, sin sucesión; breve como un soplo y a la vez largo como la eternidad. En este tiempo fuera del tiempo es donde la autora sitúa su relato. Incluso el pueblo-narrador Ixtepec así lo percibe:
"En esos días era yo tan desdichado que mis horas se acumulaban informes y mi memoria se había convertido en sensaciones. La desdicha como el dolor físico iguala los minutos. Los días se convierten en el mismo día, los actos en el mismo acto y las personas en un solo personaje inútil. El mundo pierde su variedad, la luz aniquila y los milagros quedan abolidos. La inercia de esos días repetidos me guardaba quieto, contemplando la fuga inútil de mis horas y esperando el milagro que se obstinaba en no producirse. El porvenir era la repetición del pasado. Inmóvil, me dejaba devorar por la sed que me roía mis esquinas. Para romper los días petrificados solo me quedaba el espejismo ineficaz de la violencia, y la crueldad se ejercía con furor sobre las mujeres, los perros callejeros y los indios. Como en las tragedias, vivíamos dentro de un tiempo quieto y los personajes sucumbían presos en ese instante detenido. Era en vano que hicieran gestos cada vez más sangrientos. Habíamos abolido al tiempo." pág 68
Ese tiempo detenido es, efectivamente, el propio de las tragedias y dado que ése es el carácter del relato, Elena Garro no se olvida de los coros que cumplen la función -como en la tragedia griega- de sugerir y preanunciar los fatales derroteros. 
- "Aún veo a Felipe Hurtado seguido por aquella frase como si un animal pequeño y peligroso lo persiguiera de día y de noche. “Vino por ella.” (p.79) 
-“Va a pasar algo”, corría de boca en boca. (p.105) 
- “No podía acabar bien”, repetía Ixtepec a coro. (p.149) 
-"El 5 de octubre se dijo en Ixtepec: "Hoy leen las sentencias... hoy entra Abacuc... Hoy hace algo Isabel".(p. 289)
Ixtepec vivió tiempos mejores aunque ahora permanezca inmóvil, rodeado de tedio y sangre. En el relato confluyen ciertos aspectos paradigmáticos que aluden a la "nostalgia del paraíso": el continuo viaje a la niñez, el recuerdo exaltado de las excursiones zapatistas, la presencia enigmática de la bella Julia Andrade o el replegarse en sus recuerdos de Martín Moncada. Todos ellos aluden al restablecimiento de un mundo edénico, donde restablecer la inocencia o el amor; aunque se sepan presos de la fatalidad.
"Después de la cena, cuando Félix detenía los relojes, corría con libertad a su memoria no vivida. El calendario también lo encarcelaba en un tiempo anecdótico y lo privaba del otro tiempo que vivía dentro de él. En ese tiempo un lunes era todos los lunes, las palabras se volvían mágicas, las gentes se desdoblaban en personajes incorpóreos y los paisajes se transmutaban en colores. Le gustaban los días festivos. La gente deambulaba por la plaza hechizada por el recuerdo olvidado de la fiesta; de ese olvido provenía la tristeza de esos días: "Algún día recordaremos, recordaremos", se decía con la seguridad de que el origen de la fiesta, como todos los gestos del hombre, existía intacto en el tiempo y que bastaba un esfuerzo, un querer ver, para leer en el tiempo la historia del tiempo." pág 22
Paradójicamente esta "nostalgia del paraíso" aparece también en el general Rosas.
"Antes de Julia su vida era una noche alta por la que él iba a caballo cruzando la Sierra de Chihuahua. Era el tiempo de la Revolución, pero él no buscaba lo que buscaban sus compañeros villistas, sino la nostalgia de algo ardiente y perfecto en que perderse. Quería escapar de la noche de la sierra, en donde solo le quedaba el consuelo de mirar las estrellas. Traicionó a Villa, se pasó con Carranza y sus noches siguieron iguales. Tampoco era el poder lo que buscaba. El día de su encuentro con Julia tuvo la impresión de tocar una estrella del cielo de la sierra." pág 83
Tapalpa, Jalisco

LA HISTORIA
La narración sirve a la novelista para reflexionar sobre los procesos históricos, que ella juzga inevitablemente circulares. Una penosa reiteración de los crímenes e injusticias del pasado. La novela supone una lectura desmitificadora de lo que fue la Revolución Mexicana y la Guerra Cristera. Una novela que va en contra de la historia oficial, que crítica ásperamente la traición a la Revolución Mexicana y a prohombres como Carranza, Álvaro Obregón o Plutarco Elías Calles, artífice de las leyes anticlericales.
—Desde que asesinamos a Madero no tenemos sino una larga noche que expiar —exclamó Martín Moncada, siempre de espaldas al grupo.
Sus amigos lo miraron con rencor. ¿Acaso Madero no había sido un traidor a su clase? Pertenecía a una familia criolla y rica y sin embargo encabezó la rebelión de los indios. Su muerte no solo era justa sino necesaria. Él era el culpable de la anarquía que había caído sobre el país. Los años de guerra civil que siguieron a su muerte habían sido atroces para los mestizos que sufrieron a las hordas de indios peleando por unos derechos y unas tierras que no les pertenecían. Hubo un momento, cuando Venustiano Carranza traicionó a la Revolución triunfante y tomó el poder, en que las clases adineradas tuvieron un alivio. Después, con el asesinato de Emiliano Zapata, de Francisco Villa y de Felipe Ángeles, se sintieron seguras. Pero los generales traidores a la Revolución instalaron un gobierno tiránico y voraz que solo compartía las riquezas y los privilegios con sus antiguos enemigos y cómplices en la traición: los grandes terratenientes del porfirismo.
—Martín, ¿cómo puedes hablar así? ¿Crees sinceramente que nos merecemos a Rosas?
Doña Elvira Montúfar estaba avergonzada de las palabras de su amigo.
—No solo a Rosas sino a Rodolfito Goríbar y a sus matones tabasqueños. Ustedes acusan a Rosas y olvidan a su cómplice que es aún más sanguinario… Pero, en fin, ya otro porfirista facilitó el dinero a Victoriano Huerta para asesinar a Madero.
Los demás callaron. En verdad estaban asombrados de la amistad sangrienta entre los porfiristas católicos y los revolucionarios ateos. Los unía la voracidad y el origen vergonzoso del mestizo. Entre los dos habían inaugurado una era bárbara y sin precedente en mi memoria (pág.. 74-75)
La novela, asimismo, pone de manifiesto que en México no se ha formado un sentimiento fuerte de cohesión, de nación y de pueblo, existen diversos grupos que viven de espaldas y un alto grado de exclusión de indígenas y mujeres.
"Campesinos devorados por el hambre y las fiebres malignas. Casi todos ellos se habían unido a la rebelión zapatista y después de unos breves años de lucha habían vuelto diezmados e igualmente pobres a ocupar su lugar en el pasado.
A los mestizos, el campo les producía miedo. Era su obra, la imagen de su pillaje. Habían establecido la violencia y se sentían en una tierra hostil, rodeados de fantasmas. El orden de terror establecido por ellos los había empobrecido. De ahí provenía mi deterioro. «¡Ah, si pudiéramos exterminar a todos los indios! ¡Son la vergüenza de México!». Los indios callaban. Los mestizos, antes de salir de Ixtepec, se armaban de comida, medicinas, ropa y «¡Pistolas, buenas pistolas, indios cabrones!». Cuando se reunían se miraban desconfiados, se sentían sin país y sin cultura, sosteniéndose en unas formas artificiales, alimentadas sólo por el dinero mal habido. Por su culpa mi tiempo estaba inmóvil.
—¡Ya saben, con los indios mano dura! —Recomendó Tomás Segovia a los Moncada.
Muchos aprecian que esta novela, publicada hace más de 60 años, sigue reflejando la actualidad, dominada por la corrupción, escasa democracia, nula justicia, ausencia de inclusión indígena y de cualquier pluralidad. Una nación que parece condenada a la desesperación. 

Ahora bien, lo que Elena Garro hace magníficamente, es establecer un diálogo vibrante entre la Historia y el tiempo mítico que se detuvo en Ixtepec. El propio título de Los recuerdos del porvenir, quiere referir el carácter cíclico de la Historia y la fuerza profética del pasado.
"Se sentía asfixiado por los "cuerpos opacos", como llamaba al círculo que formaba la sociedad de Ixtepec: se desintegraban en intereses sin importancia, olvidaban su condición de mortales, su error provenía del miedo. Él sabía que el porvenir era un retroceder veloz hacia la muerte y la muerte el estado perfecto, el momento precioso en que el hombre recupera plenamente su otra memoria." pág 35








P.D.
Tengo la sensación de que Elena Garro es poco leída en España. Una lástima. En México fue una respetada dramaturga y amiga de políticos y artistas. Garro fue una mujer de vida social provocadora y mantuvo con firmeza una lucha perpetua contra el mundo. En 1968 vivió el rechazo de sus compañeros intelectuales mexicanos al acusarles de ser los verdaderos instigadores de los estudiantes, los cuales sufrieron la matanza de Tlatelolco. Garro fue repudiada y relegada a la marginalidad y el olvido. Vivió un exilio europeo durante más de veinte años. Ausente durante décadas de las Historias de la Literatura del siglo XX, aparecía tangencialmente bien como esposa de Octavio Paz o bien desde una óptica exclusivamente feminista. 
Nació en Puebla, México, en 1916, y murió en 1998.  Los recuerdos del porvenir es una obra maestra del siglo XX y un verdadero clásico. Fue escrita en 1953, pero permaneció en un baúl durante diez años, antes de ser publicada en 1963. Esta era una costumbre inveterada en Elena Garro, guardar sus textos durante años en cajones y baúles. La novela atesora enormes concordancias por época y estilo, con Pedro Páramo (publicada en 1955) y con Cien años de soledad (1967), de la que se le considera precursora. 
En 1958 publicó Un hogar sólido y otras piezas en un acto (la obra que da título a esta colección fue incluida en la Antología de la Literatura Fantástica de Borges y Bioy). También es autora del drama Felipe Ángeles, donde disecciona la traición a los ideales de la Revolución mexicana. Entre sus novelas destacan Testimonios sobre Mariana, Reencuentro de personajes, La casa junto al río. Y matarazo no llamó..., Inés y Un corazón en un bote de basura.
Entre sus colecciones de cuentos, La semana de colores (donde está incluido el reconocido La culpa es de los tlaxcaltecas), El accidente y otros cuentos inéditos y Andamos huyendo Lola
También destaca su libro de recuerdos, Memorias de España, 1937, visita que hizo con un grupo de intelectuales antifascistas y que ella refleja desde un punto de vista muy espontáneo.




* La Guerra Cristera también es conocida como Guerra de los Cristeros o Cristiada. Fue una lucha armada entre el Gobierno y los defensores de la Iglesia a cuenta de Ley Calles: una aplicación estricta de las reglas anticlericales de la Constitución Mexicana de 1917. La revuelta comenzó en 1927 en Los Altos, Jalisco, y se difundió por todo México hasta llegar a convertirse en una auténtica guerra civil. Las relaciones entre el Estado y la Iglesia permanecieron cortadas hasta 1992, cuando el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari reanudó relaciones diplomáticas con el Vaticano y promulgó una nueva ley de cultos. El Congreso reformó el artículo 130 de la Constitución, otorgándole personalidad jurídica a la Iglesia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.