miércoles, 11 de enero de 2017

VICENTE ALEIXANDRE, POETA


ALEIXANDRE, VICENTE
- Espadas como labios -
- La destrucción o el amor -
  Editorial  CASTALIA



No sé si le lee suficientemente a Vicente Aleixandre. A mí siempre me ha parecido un poeta portentoso. Capaz de domeñar tanto al surrealismo como al verso libre y convertirlos en un impulso liberador, para componer con ellos unos poemas profundos y complejos como piedras preciosas. 
El amor que habita estos versos es abrasador y casi místico. Los poemas siempre están llenos de energía, algunos llegan al éxtasis y muchos de ellos resuenan como una invocación. Creo que pocos poetas han logrado trazar esos relámpagos de exaltación del alma humana hacia la unión cósmica.
Y sobretodo, sus poemas son una construcción deliberada, como una escultura o una catedral, donde resplandece su dominio del lenguaje, el asombro de sus imágenes y una especie de deflagración sonora que nos lleva más allá del significado. 

Vicente Aleixandre es uno de los poetas más relevantes de esa pléyade extraordinaria que conformó la Generación del 27. Nació en Sevilla el 26 de abril de 1898, pasó su primera infancia en Málaga y con once años se trasladó a Madrid, donde pasaría el resto de su vida. A los 19 años conoció a Dámaso Alonso que, al comprobar que no leía poesía, le presta un libro de Rubén Darío: “una revolución en mi espíritu, la poesía me fue revelada”. Continúa con Machado y Juan Ramón, que le deslumbran; y llega a Lautréamont, Rimbaud, Apollinaire.  En 1925 cae gravemente enfermo. Una nefritis crónica le mantendrá de por vida con una salud muy precaria.
Se suelen definir tres etapas en su obra poética. Una primera denominada “cósmica” y que es plenamente surrealista. En ella el autor crea un poderoso mundo poético donde las fuerzas cósmicas y telúricas -la tierra, el mar, el sol, el fuego, la selva...- se sienten como arrebatadas por un fuerte impulso del mundo. El protagonista en este periodo es el Cosmos, la Creación, la Naturaleza; mientras el hombre no es más que una de las fuerzas elementales de la Naturaleza que impulsa un afán amoroso unificador. Lázaro Carreter también la ha denominado “pesimista”, puesto que se nos presenta al hombre como simple imperfección, dolor y angustia; un ser cuya máxima aspiración es volver a la tierra para fundirse con la naturaleza.
Integran esta primera etapa obras cumbre de la talla de  Espadas como labios, Pasión de la tierra, La destrucción o el amor y Sombra del Paraíso.
La segunda etapa es más concreta, la Naturaleza pasa a un segundo término y el poeta se centra en las peripecias del vivir humano. Abandona el surrealismo e intenta una mayor comunicación con los hombres. La gran diferencia entre ambas etapas está en el cambio de protagonista. Mientras que en la primera el protagonista es el mundo, la creación como fuerza amorosa, en la que el hombre es un elemento más; ahora es el hombre el protagonista, el vivir del hombre desde la conciencia de que la vida es tiempo y circunstancia. Frente a una poesía ahistórica e intemporal, ahora irrumpe el acontecer humano, las vicisitudes de una existencia concreta, el hombre en primer plano y no como individuo aislado, sino como un miembro de lo comunal. El libro que representa esta época es  Historia del corazón (1945).

La tercera etapa tiene como tema principal la visión del vivir humano como un accidente cósmico. En estos dos libros (Poemas de la consumación y Diálogos del conocimiento) hay matices formales nuevos: en el primero el poeta habla consigo mismo y en el segundo el poeta permanece en la sombra y hablan interlocutores distintos, aunque no ajenos.

La poesía de Aleixandre, en suma, se nos ofrece como un gran panorama de cerrada perfección. Centrada primero en el cosmos y más tarde en el hombre, nos proyecta sobre la doble aventura de la existencia: el gran misterio universal y el pequeño gran misterio del corazón humano; recorre el macrocosmos y el microcosmos, lo exterior y lo íntimo; es poesía metafísica y poesía ética. 
Aleixandre no se consideraba un poeta surrealista, según él mismo, “porque no he creído en lo estrictamente onírico, la escritura automática, ni en la consiguiente abolición de la conciencia artística”.  Sí que sirvieron sus lecturas de Freud y las teorías surrealistas francesas de impulso liberador. Las formas libérrimas y las visiones oníricas e irracionales del surrealismo le sirvió  para lograr la expresión de ese mundo caótico y en ebullición que latía en su interior.
Aleixandre es un maestro del verso libre, forma que maneja con pujante originalidad en La destrucción o el amor, y que eleva a una belleza «clásica» en Sombra del paraíso.

Carlos Bousoño, en su trabajo sobre el poeta, ha enumerado los rasgos más característicos de su producción: el empleo de la conjunción o como valor sumatorio o identificatorio en lugar de disyuntivo, la presencia de la negación de triple valor (negación de lo real, de lo irreal y negación cuasi-afirmativa), el uso de anáforas, la gran sensación de movimiento derivada de la presencia de verbos principales más que subordinados, la antropomorfización de los elementos de la naturaleza o inanimados y su inversa, la movilidad de las imágenes como si se tratara de una gran sumatoria de lo existente. Aleixandre es un poeta volcado a la vida aun en sus visiones de la muerte.

          De Espadas como labios (1932), escribió Dámaso Alonso que sus poemas no tienen "sentido común", sino sólo "sentido poético". Hasta entrados los años sesenta, la poética de Espadas como labios resultó oscura y no gozó de particular favor entre los discípulos y críticos de Aleixandre. De la filiación surrealista de Espadas como labios hay que quedarse con el tono y la inspiración que apela a la libertad de creación más que a los postulados estrictos de dicha vanguardia (la supremacía de lo onírico o la escritura automática). Podría decirse que la inspiración es irracionalista, casi neorromántica, y el principio fundador de las figuras es la intuición, el lirismo traspasado por un prisma individual. Otro elemento temático de importancia en este libro es el vitalismo, la concepción de que la voz de la poesía está cerca de las fuerzas telúricas, de las energías de la naturaleza.
    En Espadas como labios existe un predominio absoluto del verso libre. Sólo hay dos poemas (X y Siempre) en endecasílabos y únicamente en algún caso se respeta la regularidad de una rima (en Salón). La alternancia de poemas breves y extensos que Dámaso Alonso señala en este libro es una constante en la obra de Aleixandre. En el libro predomina la fuerza erótica, continuación del torbellino de las voces de la tierra.
EL MÁS BELLO AMOR 
Anteayer distante
Un día muy remoto
me encontré con el vidrio nunca visto
con una mariposa de lengua
con esa vibración escapada de donde estaba bien sujeta.
Yo había llorado diez siglos
como diez gotas fundidas
y me había sentido con la belleza de lo intranscurrido
contemplando la velocidad del expreso 
Pero comprendí que todo era falso
Falsa la forma de la vaca que sueña
con ser una linda doncellita incipiente 
Falso lo del falso profesor que ha esperado
al cabo comprender su desnudo
Falsa hasta la sencilla manera con que las muchachas
cuelgan de noche sus pechos que no están tocados
Pero me encontré un tiburón en forma de cariñoso
no: en forma de tiburón amado
escualo limpio, corazón extensible, ardor o crimen
deliciosa posesión que consiste en el mar
Nubes atormentadas al cabo convertidas en mejillas
Tempestades hechas azul sobre el que fatigarse queriéndose
dulce abrazo viscoso de lo más grande y más negro
esa forma imperiosa que sabe a resbaladizo infinito 
Así sin acabarse mudo ese acoplamiento sangriento
respirando sobre todo una tinta espesa
los besos son las manchas las extensibles manchas
que no me podrán arrancar las manos más delicadas 
Una boca imponente como una fruta bestial
como un puñal que de la arena amenaza el amor
un mordisco que abarcase toda el agua o la noche
un nombre que resuena como un bramido rodante
todo lo que musitan unos labios que adoro 
Dime dime el secreto de tu dulzura esperada
de esa piel que reserva su verdad como sístole
duérmete entre mis brazos como una nuez vencida
como un mínimo ser que olvida sus cataclismos 
Tú eres un punto sólo una coma o pestaña
eres el mayor monstruo del océano único
eres esa montaña que navegando ocupa
el fondo de los mares como un corazón desbordante 
Te penetro callando mientras grito o desgarro
mientras mis alaridos hacen música o sueño
porque beso murallas las que nunca tendrán ojos
y beso esa yema fácil sensible como la pluma 
La verdad la verdad la verdad es ésta que digo
esa inmensa pistola que yace sobre el camino
ese silencio -el mismo- que finalmente queda
cuando con una escoba primera aparto los senderos.
                                     De Espadas como labios 

Según Bousoño, Aleixandre hace de la solidaridad amorosa entre el cosmos y el hombre el centro de su actividad literaria. Ese hombre elemental inmerso en un caótico cosmos pugna por hallar la luz, una unidad armoniosa y pura, que el poeta fija en el amor. La obra de Aleixandre está marcada por su constante examen del valor de la vida frente a la destrucción que imponen el tiempo y la muerte. También por la defensa de lo elemental, de lo puro contra lo artificial, lo falso; la espúreas vestiduras y limitaciones que imponen la sociedad y la civilización.
En este sentido el libro cumbre es La destrucción o el amor,  (1935); para él la esencia amorosa se da cuando el amante se destruye para vivir en el ser amado; se produce una fusión, que le lleva a identificarse con todo lo creado. Aquí nos encontramos con la exaltación de todo lo desnudo y natural, del amor como pasión telúrica y el sentido destructor de su realización: cada uno de los amantes quiere ser el otro. En definitiva, el amor permite el acercamiento hacia lo absoluto, hacia la naturaleza unitaria. Es un libro de pasión cósmica, en que el amor está sentido como una fuerza fatal e inexorable, que absorbe las últimas raíces del ser. La o del título del libro tiene aquí una significación no disyuntiva, sino identificativa: el amor es la destrucción. La llama amorosa incendia el ser de los amantes y lo destruye. Dámaso Alonso ha creído ver un antecedente de esta concepción en el amor de los místicos hacia Dios, que se refleja en los poemas de San Juan o de Santa Teresa. Sólo que el misticismo de Aleixandre es un misticismo panteísta. La fusión amorosa que el poeta canta no es de las almas, sino de los cuerpos.

La destrucción o el amor (1935) es un canto total a la naturaleza, a su despliegue de fuerzas y al anhelo por llegar, a través del amor, quebrantando nuestra radical soledad, a la comunión pánica en el seno del universo. El sentido de este libro, doloroso y violento, se completa con Sombra del paraíso (1944), menos encrespado de forma, pero idéntico en sustancia.
UNIDAD EN ELLA

 Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,
rostro amado donde contemplo el mundo,
donde graciosos pájaros se copian fugitivos,
volando a la región donde nada se olvida.

Tu forma externa, diamante o rubí duro,
brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,
cráter que me convoca con su música íntima,
con esa indescifrable llamada de tus dientes.

Muero porque me arrojo, porque quiero morir,
porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera
no es mío, sino el caliente aliento
que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.

Deja, deja que mire, teñido del amor,
enrojecido el rostro por tu purpúrea vida,
deja que mire el hondo clamor de tus entrañas
donde muero y renuncio a vivir para siempre.

 Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo,
quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente
que regando encerrada bellos miembros extremos
siente así los hermosos límites de la vida.

Este beso en tus labios como una lenta espina,
como un mar que voló hecho un espejo,
como el brillo de un ala,
es todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo,
un crepitar de la luz vengadora,
luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza,
pero que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.
                                 De La destrucción o el amor

 En Pasión de la tierra (1935), compuesto por poemas en prosa, aparece el deseo del poeta de fundirse con la naturaleza. Por ello, defiende lo auténtico y lo espontáneo y arremete contra las trabas sociales que impiden conseguirlo. Es un libro de difícil comprensión debido al irracionalismo que lo embarga, aunque no se puede hablar de escritura automática. Es un libro radicalmente surrealista.  Los poemas de Pasión de la Tierra  dan cauce al surrealismo, concebido éste como una visión nueva, "revolucionaria" de las fuerzas conscientes e inconscientes que se hallan en el corazón del hombre, de lo que se mueve debajo de las palabras, de los impulsos casi orgánicos que las animan, de las profundas conexiones que dan fundamento a las imágenes más sorprendentes.  



EL MAR NO ES UNA HOJA DE PAPEL

Lo que yo siento no es el mar. Lo que yo siento no es esta lanza sin sangre que escribe sobre la arena. Humedeciendo los labios, en los ojos las letras azules duran más rato. Las mareas escuchan, saben que su reinado es un beso y esperan vencer tu castidad sin luna a fuerza de terciopelos. Una caracola, una luminaria marina, un alma oculta danzaría sin acompañamiento. No te duermas sobre el cristal, que las arpas te bajarán al abismo. Los ojos de los peces son sordos y golpean opacamente. Una afirmación azul, una afirmación encarnada, otra morada y el casco del mundo desiste de su conciencia. Si yo me acostara sobre el mar, en mi frente responderían todos los corales. Para un fondo insondable, una mano es un alivio blanquísimo. Esas bocas redondas buscan anillos en que teñirse al instante. Pero bajo las aguas el verde de los ojos es luto. El cabello de las sirenas en mis tobillos me cosquillea como una fábula. Sí, esperad que me quite estos grabados antiguos. Aguardad que mi nombre escurra las indiferencias. Estoy esperando un chasquido, un roce en el talón, un humo sobre la superficie. La señal de todos los tactos. Acaricio una melodía: qué hermosísimo muslo. Basta, señores: el baño no es una cosa pública. El cielo emite su protesta como un ectoplasma. Cierra los ojos, fealdad, y laméntate de tu desgracia. Yo soy aquel que inventa las afirmaciones de espaldas, el que acusa al subsuelo de sus culpas abiertas. El que sabe que el mar se levantaría como una lápida. La sequedad de mi latrocinio es este vil abismo en que se revuelven los gusanos. Los peces perdidos no son una naturaleza muerta. El mar vertical deja ver el horizonte de piedra. asómate y te convencerás de todo tu horror. Apoya en tus manos tus ojos y cuenta tus pensamientos con los dedos. Si quieres saber el destino del hombre, olvídate que el acero no es un elemento simple.                
                                                                           De Pasión de la Tierra

Sombra del Paraíso es un libro fundamental en la obra de Aleixandre. Se publica en 1944 y su tono es pesimista: desde la tierra del exilio y la soledad, el hombre añora melancólicamente el paraíso perdido. Como anota Bousoño, este libro influyó en los jóvenes poetas, situando a Aleixandre como guía y maestro. En esta obra se mantiene el sentimiento panteísta amoroso de la naturaleza, pero en un tono más sereno y reposado, también más triste. Es un libro en que se evoca nostálgicamente un mundo paradisíaco, virginal, del que el poeta se siente desterrado. O, quizá, según otra interpretación, se trata de una sublimación del deseo del poeta de vivir una existencia pura y elemental, en reacción contra la vida artificial y limitada de la ciudad. Y, sin duda también, contra la fealdad y crueldad de la reciente guerra civil. En Sombra del paraíso, como en La destrucción o el amor, abundan las imágenes visionarias, telúricas y cósmicas, de solidaridad ardiente con el mundo animal, mineral y vegetal. Pero en Sombra del paraíso, el estilo se hace más claro y transparente, con escasas huellas surrealistas de los libros anteriores. 
En la Introducción, Lepoldo de Luis señala: "Coincide la crítica en ver Sombra del Paraíso como un libro de gran belleza, tendente a reflejar un mundo soñado que ansía lo puro y elemental, evocando a través de los recuerdos infantiles una suerte del alba del universo. Mágico edén donde el poeta vivió y ahora "recuerda sin saberlo", dijo de él su propio autor en una muy usada carta a su amigo y crítico Dámaso Alonso". Aunque también posteriormente, el propio Aleixandre se referiría a este libro como "un canto de luz, desde la conciencia de la oscuridad" y también como "la visión de la aurora, como un ansia de verdad y plenitud, desde el estremecimiento doloroso del hombre de hoy". 
Sombra del paraíso se gesta entre 1939 y 1943, una época adversa para su autor. En muchos poemas fulgura la belleza y el paraíso; pero el tono es de melancolía. El paraíso está perdido.
EL POETA 
Para ti, que conoces cómo la piedra canta,
y cuya delicada pupila sabe ya del peso de una montaña sobre un ojo dulce,
y cómo el resonante clamor de los bosques se aduerme suave un día en nuestras      [venas; 
para ti, poeta, que sentiste en tu aliento
la embestida brutal de las aves celestes,
y en cuyas palabras tan pronto vuelan las poderosas alas de las águilas
como se ve brillar el lomo de los calientes peces sin sonido:
oye este libro que a tus manos envío
con ademán de selva,
pero donde de repente una gota fresquísima de rocío brilla sobre una rosa,
o se ve batir el deseo del mundo,
la tristeza que como párpado doloroso
cierra el poniente y oculta el sol como una lágrima oscurecida,
mientras la inmensa frente fatigada
siente un beso sin luz, un beso largo,
unas palabras mudas que habla el mundo finando. 
Sí, poeta: el amor y el dolor son tu reino.
Carne mortal la tuya, que, arrebatada por el espíritu,
arde en la noche o se eleva en el mediodía poderoso,
inmensa lengua profética que lamiendo los cielos
ilumina palabras que dan muerte a los hombres. 
La juventud de tu corazón no es una playa
donde la mar embiste con sus espumas rotas,
dientes de amor que mordiendo los bordes de la tierra,
braman dulce a los seres. 
No es ese rayo velador que súbitamente te amenaza,
iluminando un instante tu frente desnuda,
para hundirse en tus ojos e incendiarte, abrasando
los espacios con tu vida que de amor se consume. 
No. Esa luz que en el mundo
no es ceniza última,
luz que nunca se abate como polvo en los labios,
eres tú, poeta, cuya mano y no luna
yo vi en los cielos una noche brillando. 
Un pecho robusto que reposa atravesado por el mar
respira como la inmensa marea celeste
y abre sus brazos yacentes y toca, acaricia
los extremosa límites de la tierra. 
¿Entonces?
Sí, poeta; arroja este libro que pretende encerrar en sus páginas un destello del           [sol,
y mira a la luz cara a cara, apoyada la cabeza en la roca,
mientras tus pies remotísimos sienten el beso postrero del poniente
y tus manos alzadas tocan dulce la luna,
y tu cabellera colgante deja estela en los astros.
                                                                     De Sombra del Paraíso


DESTERRADO DE TU CUERPO 

Ligera, graciosamente leve, aún me sonríes. ¿Besas?
De ti despierto, amada, de tus brazos me alzo
y veo como un río que en soledad se canta.
Hermoso cuerpo extenso, ¿me he mirado sólo en tus ondas,
o ha sido sangre mía la que en tus ondas llevas? 
Pero de ti me alzo. De ti surto. ¿Era un nudo
de amor? ¿Era un silencio poseso? No lo sabremos nunca.
Mutilación me llamo. No tengo nombre; sólo
memoria soy quebrada de ti misma. Oh mi patria,
oh cuerpo de donde vivo desterrado,
oh tierra mía,
reclámame.
Súmame yo en tu seno feraz. Completo viva,
con un nombre, una sangre, que nuestra unión se llame.

                                                                        De Sombra del Paraíso 

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