jueves, 5 de enero de 2017

JOHN BERGER, HUMANISTA

El comienzo del Año Nuevo siempre deriva en fijar nobles propósitos. 
Leer el estupendo perfil que de John Berger ha dibujado Marta Peirano en ElDiario.es; me lleva a apuntarme alguno como el que Marta señala que cultivó el crítico de arte y escritor: "Ser testigo del mundo sin caer en el odio ni la desesperación". Qué hermoso epitafio para alguien a quien rendir admiración. Los siguientes párrafos son extractos de estos artículos.


"John Berger era un sabio, no un intelectual. Su temprana columna sobre arte para el New Statesman generó encendidas cartas de la crítica, comisarios e instituciones y una devoción eterna entre el resto de la población civil, que después aprendería a amar el arte gracias a sus Modos de ver, la colección de ensayos que se convirtió en la serie televisiva de 1972. Su visión era humanista, callejera y política, inspirada por Walter Benjamin y por Marx. Y Maneras de ver era su contraprogramación al académico elitista Kenneth Clark, cuyo ensayo Civilización se había convertido también en una popular serie televisiva. 

Para Berger, el arte era la llave de la iluminación, pero también del consuelo. Lo salvó de la desesperación en un internado brutal al que le mandaron de niño durante la guerra y, desde entonces, su misión fue compartir la gracia con los que la necesitaban más. Además de un visionario, Berger era y siempre fue marxista pero sin partido, dedicado a la causa con el fervor de un monje que no necesita iglesia ni congregación, solo la fuerza de una profunda fe interna. Pintor de vocación y de formación, en mitad de los años 50 cambió el pincel por la pluma porque "había demasiadas urgencias políticas para pasarme la vida pintando". Tenía 30 años. 

Su primera novela, Un pintor de nuestro tiempo, sobre la desaparición del exiliado húngaro Janos Lavin que vuelve a Budapest en 1956, fue retirada de circulación al mes de ser publicada por presiones de un grupo anticomunista patrocinado por la CIA y, al parecer, el poeta Stephen Spender. En cuanto pudo dejó Inglaterra para irse a vivir a Francia.

Era implacable en lo moral y generoso en lo humano, una secta de uno que despreció las jerarquías y el movimiento sísmico de las grandes masas. También fue riguroso: cuando cedió la mitad del premio Booker a las Panteras Negras para protestar contra las explotaciones que habían hecho rico al fundador Booker McConnell en el Caribe.
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Su compasión era infinita y legendaria. Con ella como guía se impuso la tarea más difícil, y la que más falta nos hace ahora mismo: vivir con los ojos abiertos sin dejarse derrotar por el nihilismo. Ser testigo del mundo sin caer en el odio ni la desesperación. Nuestra tarea y tributo es seguirlo como un faro en la densa oscuridad que nos ciega, para que nos salve del desprecio, la angustia y la desidia. 
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Aunque le han comparado con Sebald y con el italiano Umberto Eco, el hermano más probable es el Camus que pensaba que, aun en el peor de los tiempos, "hay más en el hombre para admirar que para despreciar"


Hoy nos hace más falta que nunca su humanismo radical, porque es también el antídoto necesario contra la apatía y la desesperación en tiempos convulsos.

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Entre sus obras se encuentran las novelas G y su famosa trilogía sobre el campesinado europeo: Puerca Tierra, Una vez Europa, Lilac y Flag. La recopilación de ensayos La apariencia de las cosas (Editorial Gustavo Gili, 2014), incluye el famoso ensayo donde compara una foto del cadáver de Che Guevara con el Cristo de Mantegna, pero también un texto de 1968 que nos recuerda para qué sirve protestar. Se llama La naturaleza de las manifestaciones masivas y es imprescindible.

"Las manifestaciones son ensayos para la revolución. Las manifestaciones masivas se distinguen de otras grandes multitudes porque se congregan en público para crear su función, en lugar de formarse en respuesta a una función determinada: en esto se diferencian de cualquier asamblea de trabajadores en el marco de su lugar de trabajo -aun cuando lo que se trate en esta sea ir a la huelga- o cualquier multitud de espectadores. La manifestación es una asamblea que, por el mero hecho de reunirse, toma posición de ciertos hechos dados."
No menos necesaria, la colección de poemas que el Círculo de Bellas Artes ha publicado, en primorosa edición bilingüe, junto con un CD donde Berger recita con su profunda voz. Porque, como dice él, todas las historias son batallas pero "los poemas, independientemente de lo que hablen, cruzan trincheras, curan a los heridos y escuchan los monólogos salvajes de los triunfantes y los temerosos. Nos traen una especie de paz".

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