viernes, 30 de septiembre de 2016

El HOMBRE de las MIL CARAS - de Alberto Rodríguez

Puros hechos, poco corazón.

Alberto Rodríguez ha coronado una película ambiciosa y compleja entregando un thriller primorosamente urdido y rodado con pulso firme. Explicar en dos horas una trama de engaños y tramoya que, ni aún a día de hoy está clara, no era moco de pavo. Ese es el mejor aval del director (y su guionista Rafael Cobos) que han cogido la historia reciente de España para zarandearla y hacer que caigan frutos como este Paesa, Grupo 7 o La isla mínima. Frutos con el acre aroma de la corrupción. Estas tres magníficas películas se benefician de un guión cincelado a buril, una realización soberbia y unas interpretaciones admirables de sus actores principales.

Sin embargo algo le falta a este último proyecto. La emoción y la tensión dramática que derramaba a borbotones La isla mínima, aquí escasean. Recuerdo muy pocas películas basadas en personajes históricos que sean redondas: Patton, Missing, J.F.K.  En general suelen ser esforzadas; pero el gigantesco espejo de la realidad les acaba robando la pulsión.

Tras darse a la fuga el 26 de abril de 1994 y permanecer desaparecido durante diez meses, Roldán fue detenido el 27 de febrero de 1995 en Laos. La realidad es que no estuvo en esta país más que el tiempo necesario para hacerse las fotos con los GEO que simularon detenerlo. Todo un esperpento.
















España, 1994. Al gobierno socialista de Felipe González ya le ha estallado el GAL en plena cara cuando el Director General de la Guardia Civil, Luis Roldán, huye de España con 1.500 millones de pesetas. Su contacto para desaparecer es Francisco Paesa, un ex agente secreto del gobierno español, responsable de la operación más importante contra ETA. Caído en desgracia por un caso de extorsión, está arruinado y esperando su oportunidad. Si algo tenía de patriota, hace tiempo que lo ha perdido. La desaparición de Luis Roldán y sus 1.500 millones le colocan de nuevo en el ojo del huracán. Paesa urde engaño tras engaño para quedarse con el dinero del corrupto y la recompensa millonaria que arranca a un gobierno acorralado.

¿Qué nos pretende contar Alberto Rodríguez?: ¿La captura de Roldán?, ¿La venganza de Paesa?, ¿El final del felipismo?.
La película se presenta como la historia del hombre que engañó a todo un país; pero después de verla no creo que sea ese el objetivo. Creo que lo primero es la historia. Montar un thriller envenenado que se beneficia de un personaje tan atractivo como ambiguo. Y luego está el fresco histórico en que se sitúa. Hay que decir que este fondo está desdibujado. Se limita a un personaje como el superministro (de Justicia e Interior) Juan Alberto Belloch que tiene un recorrido muy limitado. Queda el thriller y los personajes enfangados: ahí es donde falta carne en el asador. O esa mirada a la oscuridad del alma humana.
Foto de Julio Vergne publicada en cadenaser.com

Los hechos están contados primorosamente. Jesús Santos (Luis Roldán), Eduard Fernández, Jose Coronado y Marta Etura brillan en sus papeles; pero sus personajes son prisioneros de las televisiones y los periódicos de la época. No tienen profundidad. Se apunta que Coronado era mujeriego y poco más. La personalidad de Roldán es confusa. A través de su mujer se le quiere dotar de humanidad pero no se consigue. A veces parece como que le hubieran empujado.

Con Paesa disfrutamos de los mejores momentos al desvelarnos sus trucos: la banda internacional que protege a Roldán, la retirada física del dinero en Singapur o los papeles de Laos. Por un momento recordé El Golpe, de George Roy Hill. Un gigantesco engaño. Pero de nuevo la historia real truncaba la ligereza y la aventura de una verdadera farsa.

El guión saca punta a la idiosincrasia española de entonces que (por las Gürtel, los EREs, el 3%, etc, etc, etc.) es la misma que la de ahora: España nunca será como Francia porque está “llena de españoles” o que Roldán hizo lo que hizo “porque era lo que hacían todos”. Se basa en el libro de investigación periodística Paesa, el espía de las mil caras, de Manuel Cerdán y, para navegar sin perderse por esas alcantarillas, la cinta utiliza la voz en off de Jesús Camoes (Jose Coronado); un secuaz mujeriego, conocido como El Piloto, que acompañó a Paesa durante más de 30 años.
















Eduard Fernández acaba de ganar merecidamente la Concha de Plata al mejor actor en el reciente Festival de Cine de San Sebastián. Su composición de este urdidor es magnífica (esos planos volviendo el rostro para mirar a sus espaldas, esa cara de póquer sempiterna). Pero en general todos los personajes nos resultan fríos, poco humanos. Ganan los hechos.

P.D. Las secuencias de Rodríguez son impecables y París luce en sus planos maravillosamente.

domingo, 25 de septiembre de 2016

MIDNIGHT SPECIAL - de Jeff Nichols
















Un agente de la NSA interroga al pastor de una secta que vive recluida en un rancho:
-¿Cuál es la actividad principal de su rancho?
-Tenemos una pequeña explotación ganadera, pero sin ánimo de lucro. Sólo es para nuestro uso.
-Trabajo en comunicaciones, en la NSA. ¿Puedo ir al grano?...¿Estas palabras le dicen algo?  Polo step, meridiano alfa, sable rojo. ¿Y la combinación de números  53, 23, 77, 127?
-Si. Son extractos de mis sermones. Ese en concreto es de una lectura del 17 de Enero de 2010.
-Sí, exacto. ¿Lo escribió usted?
-Si.
-Y si le dijera que las palabras y números que aparecen en sus sermones, incluyen información sensible del gobierno que, según las fechas que menciona, se transmitieron vía satélite con una encriptación muy compleja?. Su descifrado y  difusión además de ser científicamente imposible, conllevaría una pena por traición tan severa que es posible que el gobierno ni tan siquiera la haya fijado todavía. 
-El chico me los proporcionó... Fue cosa del chico.
-¿Alton Meyer?
-Sí.
-Sí, bueno. Lo suponíamos.
-¿Es hijo suyo?.
-Lo adopté.
-¿Conoce al padre biológico?
-Lo conozco bien.
-¿Cómo pudo un niño de ocho años conseguir esa información?
-Suele tener ataques.
-¿Ataques?
-Habla otras lenguas. A veces idiomas conocidos y a veces desconocidos. Lo que dice lo convertimos en nuestras escrituras. Son palabra del Señor. 
-...O del gobierno federal. ¿Qué ocurrirá el viernes 6 de marzo?... Necesitamos saber dónde está el niño.
(Mientras sonríe) -¿No tienen ni idea de a qué se enfrentan, ¿verdad?.

La propuesta, como se ve, es muy interesante y plantea una intriga de grandes proporciones. La pena es que la película no logra desarrollar todo ese potencial. 

Dos hombres huyen con un niño de 8 años. Detrás de ellos una extraña secta organiza su captura. Mientras tanto asistimos al sermón del aparente pastor (Sam Shepard). Es un galimatías compuesto de palabras y expresiones sueltas a las que los feligreses responden entonando una letanía de números. El FBI y la NSA interrumpen el oficio y detienen a todos. Sus rezos  reproducen con precisión una serie de códigos supersecretos. ¿El niño es un profeta o un visionario?














El mundo de las sectas y sus revelaciones, las confabulaciones del gobierno, el potencial de un niño con un poder especial, la relación paterno-filial, los cuestionamientos de una fe. El conjunto de conflictos que concita la película es de lo más sugestivo; pero después de una primera media hora muy atractiva, la trama argumental se adelgaza preocupantemente hasta quedar en un simple hilo. Un niño tiene que llegar a un determinado punto y la policía intenta bloquearlo. Una mezcla de ET y Encuentros en la Tercera Fase con un toque adulto, pero que no logra remontar el vuelo. 

Con todo, la película entretiene y nos regala alguna secuencia memorable, como la de un amanecer para un niño que nunca lo ha visto o la lluvia de meteoritos. El director de fotografía Adam Stone (compañero de Nichols en todas sus obras) logra convertir al mundo natural en un personaje más. Tal y como hizo en Take Shelter.

Como en sus otras dos películas, Nichols intenta trasladarnos la vivencia de unos personajes abrumados, incapaces de controlar el mundo que los rodea. Ese juego de emociones era profundo en Take Shelter y Mud; pero en Midnight Special no logra más que arañar la superficie. 

Y eso ha pesar de contar con un elenco tan cualificado como Michael Shannon, Kirsten Dunst, Joel Edgerton o Sam Shepard.

La narración es fluida y adulta. Evita la calderilla de explicitar las motivaciones. Pero finalmente el derrotero elegido para dar salida al drama es pobre y usual. En vez de profundizar en la complejidad, el director embarca a sus personajes en una simple persecución hacia ningún lugar interesante. 

Jeff Nichols es un director siempre apreciable que transita por caminos muy poco trillados. En Take Shelter logró caminar brillantemente por el filo de la navaja que supone la línea divisoria entre una neurosis y un miedo atávico. En Mud nos regaló el drama sin impostaciones de un perdedor que ve derrumbarse sus últimos sueños; con un niño como testigo en el que cree ver la inocencia perdida de sí mismo. Pero aquí, después de un comienzo prometedor, la película se vuelve común y corriente.

lunes, 19 de septiembre de 2016

TURGENIEV - según Harold Bloom










"Frank O'Connor pone los Apuntes del álbum de un cazador (1852) de Turguéniev, por encima de cualquier otro volumen individual de cuentos. Un siglo después de haber sido compuestos, los Apuntes permanecen asombrosamente frescos, aunque la actualidad que tenían en esa época, la necesidad de emancipar a los siervos, se haya doblegado bajo todos los desastres de la historia rusa. Los cuentos de Turguéniev son de una belleza inquietante; tomados en conjunto, están entre las mejores respuestas que conozco a la pregunta de por qué leer (siempre dejando aparte a Shakespeare). Turguéniev, que amaba a Shakespeare y a Cervantes, dividía a toda la humanidad (del tipo de los que buscan) en Hamlets y Quijotes. Habría podido añadir a los Falstaffs y los Sancho Panzas, dado que junto con los otros dos estos forman un paradigma cuádruple de otros tantos seres ficticios. Aunque es difícil escoger cuentos particulares de los veinticinco Apuntes de Turguéniev, me uno a otros críticos en la predilección por "Prado de Bezin" y "Kasian, el de las tierras bellas". "Prado de Bezin" empieza una hermosa mañana de julio, con Turguéniev en el campo cazando urogallos. El cazador se extravía y por la noche llega a un prado donde hay cinco muchachos campesinos alrededor de dos hogueras. Turguéniev se une a ellos y nos los presenta. Tienen entre siete y catorce años y todos creen en los duendes, unas "gentecitas" con las cuales comparten su mundo. Sabiamente, el arte de Turguéniev permite que los chicos hablen entre ellos mientras él escucha sin entrometerse. Se nos revela entonces una vida de trabajo arduo (son hijos de siervos), superstición y leyendas de aldea, en la que no faltan Trishka, el Anticristo inminente, incitantes sirenas que capturan almas, muertos vivientes y vivos signados por la muerte. Uno de los muchachos, Pavlusha, se destaca del resto por su inteligencia y atractivo. Demuestra su coraje al lanzarse inerme a ahuyentar unas siluetas que podrían ser lobos y amenazan a los caballos que el grupo debe cuidar durante la noche. Al cabo de unas horas Turguéniev se deja vencer por el sueño y despierta poco antes del alba. Los muchachos siguen durmiendo, pero Pavlusha se levanta para echar una última e intensa mirada al cazador. Turgué niev parte hacia su casa, describe la hermosa mañana y acaba el boceto añadiendo que en ese mismo año, unos meses más tarde, Pavlusha murió al caer de un caballo. Sentimos la pena con Turguéniev, pero el patetismo de la muerte no se comunica como tal. Hay un continuo que nos cautiva: la belleza del prado y el amanecer, la vividez de la creencia de los chicos en lo sobrenatural; el destino ineludible que arrebata a Pavlusha. ¿Y el resto? Es el Turguéniev pragmático y aun así quijotesco, que caza sus urogallos y aboceta en su álbum el paisaje y los muchachos. ¿Por qué leer "Prado de Bezin"? Por lo menos para conocer mejor nuestra realidad, nuestra vulnerabilidad ante el destino, mientras también aprendemos a apreciar estéticamente el tacto y la distancia sólo aparente de Turguéniev como cuentista. Si hay en este boceto una ironía, pertenece al destino mismo, un destino casi tan inocente como el paisaje, los muchachos y el cazador.
-Marc Chagall, The Orchard-

Turguéniev es un escritor altamente shakesperiano pues, como Shakespeare, se abstiene de formular juicios morales; también sabe que un favorito como Pavlusha puede morir en un accidente repentino. No hay un argumento interpretativo único para llevarse del prado de Bezin. La voz que narra no se distingue de la personalidad de Turguéniev, que es sabiamente pasiva, amorosa y cuidadosamente observadora. En esa personalidad, como en la de Pavlusha, radica parte del valor del cuento. En la mayoría de los que lo leemos hay algo que quiere estar allí, con los muchachos, los caballos, con el compasivo cazador - escritor, hablando de trasgos y náyades tentadoras en un tiempo perfecto, en el prado de Bezin. Para alcanzar la simplicidad aparente de los bocetos de Turguéniev se necesita un talento de los más altos, de una especie similar a la del genio de Shakespeare para redescubrir lo humano. Turguéniev también nos muestra algo que acaso haya estado siempre allí pero que sin él no podríamos ver. Observando a Yago, majestad satánica de todos los nihilistas, Dostoievski aprendió de Shakespeare a crear nihilistas supremos como Svidrigáilov y Stavroguin. Turguéniev, al igual que Henry James, aprendió de Shakespeare algo más sutil: el misterio del aparente lugar común, la transmisión de una realidad en perpetuo aumento.

M. Chagall -I and the village-
A continuación de "Prado de Bezin" viene "Kasian, el de la tierras bellas", donde Turguéniev nos ofrece un personaje totalmente milagroso, el enano Kasian, siervo místico y sanador por la fe, quizá una secta de un solo miembro. De regreso de una cacería, a la carreta del autor se le parte un eje. En una aldea cercana (que es ninguna aldea), Turguéniev y el hosco carretero se encuentran con un enano de unos cincuenta años, rostro pequeño, moreno y arrugado, naricita pintada, ojitos castaños apenas discernibles y un abundante y crespo pelo negro que le coronaba anchamente la cabeza diminuta como la sombrilla de una seta corona el tallo. Todo el cuerpo era extraordinariamente fino y frágil. De continuo se nos recuerda cuan chocante e inusitado es realmente Kasian. Aunque su voz es de una suavidad y dulzura invariables, condena severamente la caza como cosa reñida con Dios y nunca depone ni la fortaleza de su dignidad, ni la pena del exilio al que lo han forzado las autoridades que, al desplazarlo, lo privan además de las "tierras bellas" de la comarca del Don. En Kasian todo es paradójico; el carretero de Turguéniev explica que el enano es un santo conocido como La Pulga. Mientras reparan el eje, cazador y curandero se van juntos a pasear por el bosque. Kasian camina a los saltos, recoge hierbas, murmura entre dientes y habla en el lenguaje de los pájaros, pero a Turguéniev no le dice una palabra. Obligados por el calor a buscar reparo en unos arbustos, disfrutan ambos de un ensueño silencioso hasta que Kasian pregunta qué justificación existe para cazar aves. Cuando Turguéniev le pregunta a su vez de qué se ocupa él, Kasian responde que captura ruiseñores para dárselos a otros, que sabe leer y escribir y que tiene el poder de curar. Y aunque afirma ser un hombre sin familia, su secreto se revela cuando de pronto aparece en el bosque su hija natural, una muchacha llamada Anushka. La chica es tímida y hermosa y viene de recoger setas. Si bien Kasian niega su paternidad, ni a Turguéniev ni a nosotros nos convence; y una vez que Anushka se marcha, en el resto del cuento Kasian apenas abre la boca. Nos quedamos con varios enigmas que el carretero de Turguéniev difícilmente puede aclarar; para él, Kasian es un montón de contradicciones: algo "indecible". No se cuenta nada más y Turguéniev vuelve a casa. Lo que piensa de Kasian no se expresa. ¿Pero acaso lo necesitamos? El campesino sanador vive en un mundo propio; no la Rusia de los siervos sino una visión rusa del mundo bíblico, si bien por completo diferente de las visiones bíblicas rivales de Tolstoi y Dostoievski. Aunque se retraiga de la rebeldía, Kasian ha rechazado la sociedad rusa para volver a las artes y maneras del pueblo. No permitirá que su hija permanezca en presencia del benigno Turguéniev, quien admira su belleza. No hay que idealizar a Kasian, su astucia y sus percepciones campesinas excluyen buena cantidad de valores, pero encarna verdades del folklore que él apenas sabe que conoce.
Isaac Levitan -Paisaje de Otoño-

La atmósfera dominante de los apuntes de Turguéniev es la belleza del paisaje experimentada en el clima ideal. Claro que hay una amplia diferencia entre la belleza natural compartida por Turguéniev y los muchachos en "Prado de Bezin" y algo menos que la comunión que sobreviene entre el autor y Kasian a la sombra del bosque. Si es imposible resistir el destino de Pavlusha—sólo es posible aceptarlo -, a su modo sutil Kasian es un señor mágico de la realidad no muy distinto del Próspero de Shakespeare. El mundo natural mágico de Kasian no es afín a la naturaleza estéticamente aprehendida de Turguéniev, ni siquiera mientras el santo y el cazador - escritor descansan uno junto al otro. Kasian tampoco le abre a Turguéniev su secreto ni le permite un intercambio momentáneo con ese hermoso elfo que tiene por hija. Al fin llegamos a ver que Kasian sigue siendo "el de las tierras bellas" por más que haya perdido el hogar originario cerca del Don. "Las tierras bellas" pertenecen a la tradición folklórica cerrada, de la cual Kasian es una especie de chamán. Leemos "Kasian de las tierras bellas" para acceder a la visión de una otredad cerrada a casi todos nosotros, y cerrada así mismo para Turguéniev. La lectura del cuento nos premia admitiéndonos - muy brevemente - en una realidad alternativa a la que el mismo Turguéniev sólo entró por un momento, y que sin embargo recuperó de modo sublime en sus Apuntes."




Harold Bloom en su obra "Cómo leer y por qué"

viernes, 16 de septiembre de 2016

MALETAS en TRÁNSITO - Cristóbal Toral

-D´après Las Meninas, 1974-75-

"La vida siempre está entre un punto y otro punto. En el medio una maleta"; le oí decir en una entrevista en Radio3. Cristóbal Toral identifica la vida con el tránsito, por eso tiene sus estudios llenos de maletas que encuentra en los mercadillos o que le regalan sus amigos.  "Nunca se ha viajado tanto como ahora, migraciones, éxodos... Como artista lo recojo. Todo aquello que conlleva el tránsito. La vida es tránsito. Creo que la maleta es el mejor símbolo para representarlo y además tienen mucha belleza". 

Este artista nació en el año 1940 en Torre Alhaquime, Cádiz; pero su infancia y adolescencia la vivió en Antequera, Málaga. En esta ciudad inició sus estudios, en 1958, en la Escuela de Artes y Oficios. Su infancia la pasó dibujando mientras acompañaba a su padre que era carbonero. Entre 1959 y 1961 permaneció en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla; luego ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. Entre 1968 y 1969 ganó la Beca Fundación Juan March para estudiar en España y más tarde en Nueva York. 
-La nueva inquilina, 1982-

Es uno de los artistas españoles más singulares del siglo XX. Se le considera uno de los grandes referentes del realismo mágico español. Él mismo reflexiona sobre su estilo: "Mi evolución va desde la admiración incondicional de los clásicos hasta la vanguardia. 
-Embalajes con paisaje, 2000-
La maleta, que es un icono de mi obra en los años setenta, homenajeaba a Velázquez; hoy en día tiene más que ver con Mondrian." 

Y también: "Mi obra no parte sino que llega y coincide con Hoper".

En sus obras se aprecia una sugerente amalgama de figuración realista con imágenes oníricas. Sus imágenes nos hablan de viajes y trayectos, algunos reales, otros metafísicos. Entre sus temas más asiduos encontramos las maletas, el desnudo de mujer y los bodegones.
-Habitación con retrato, 2002-

En las maletas cifra su visión del destino del hombre. No son maletas de lujo y placer. Son maletas que nos hablan del exilio, la emigración o la huida. En definitiva son el símbolo de la búsqueda del hombre por encontrar su lugar en el mundo.

"La vida es tránsito. El hombre nace en un punto y desaparece en otro: el tránsito que hay en medio es lo que importa. Hay una mudanza constante en lo que hago, figuras que no se sabe si van, si vienen, si esperan."dijo en una entrevista en ElCultural.com
-La noche, 2001-



Para él, que ha expuesto en París, Bruselas y Nueva York, lo importante es que la obra refleje la personalidad del artista: “Nos preocupamos demasiado por imitar las tendencias que triunfan en el extranjero, en las grandes capitales del mundo; cuando lo interesante es inspirarse en la realidad que nos rodea, la vida, y todo este misterio”. Por eso mismo su obra más reciente tiene que ver con los emigrantes que sueñan con Europa o la abdicación del Rey Juan Carlos.

-Contenedor, 2014-
El contenedor es para Toral una metáfora de la sociedad de consumo. Usar y tirar. Su última pintura conocida se titula "La tierra prometida" y está inspirada en los centenares de personas que periódicamente asaltan las vallas de Melilla. En el cuadro se puede contemplar a un hombre muerto junto a unas pocas monedas, una camisa ensangentada y una frase de Albert Camus: "Uno no se puede poner de parte de los que hacen la historia, sino de los que la padecen."

-Los emigrantes, 1975-































Si Antonio López abre la puerta al realismo español a principios de la segunda mitad del siglo XX; una década después Toral vuelve la vista al Barroco y a Velázquez, para revisar los conceptos contemporáneos de la pintura. 


Aunque se tilde su pintura de realista, sus obras siempre poseen un hálito onírico y surrealista. La soledad de los escenarios, la opresión de la existencia que denotan algunos personajes o la incertidumbre que acecha en muchas escenas, acentúan esa impresión. 
-Empaquetado para viajar, 1980-






















"Un artista debe crear un mundo propio. Yo tengo obsesión por las maletas, por los equipajes. En el estudio de Toledo tengo tres naves llenas de maletas..., las cojo hasta de los contenedores. Veo una gran belleza en las maletas de viaje, tienen muchas lecturas poéticas: el tránsito, la emigración, las personas que las llevan, lo que llevan dentro... Son una presencia de la ausencia, son algo mágico... Trato mucho también el tema de la mujer. Mujeres en interiores de hoteles de no mucho tronío, frágiles, expuestas, con una sensualidad que las humaniza, solitarias... Interpreto esa soledad que existe, la sensación de tránsito. Me gustan las habitaciones de los hoteles, espacios de tránsito donde aparecen las maletas, las camas, las sábanas..."

-La llegada, 1975-


















"Para mí el arte, la obra creativa, es aquella capaz de despertar una emoción en quien la observa. Un cuadro puede estar muy bien pintado, pero si no despierta un sentimiento o una emoción, no dice nada. "

miércoles, 14 de septiembre de 2016

ASESINATOS ARCHIVADOS - Didier Daeninckx











Daeninckx ejerció durante muchos años el periodismo y eso se nota. Para bien. También su compromiso con los hechos históricos más incómodos para la Francia oficial. Aquellos que tienen que ver con el racismo de la sociedad o con la violencia de estado en general. Hechos sistemáticamente ocultados.


En 1987 publicó Lumiére noire denunciando la política gubernamental de expulsión de ciudadanos de Malí. Un año después dio a la imprenta La mort n´oublie personne, cuya trama es la historia de un resistente condenado a muerte después de la II Guerra Mundial. El último de los últimos (La Der des ders) está dedicada a su abuelo, anarquista y desertor en la Primera Guerra Mundial. Esta novela fue convertida en cómic por el mismísimo Tardí y también destapa un hecho histórico silenciado, el fusilamiento y cautiverio de miles de soldados rusos a manos de sus aliados franceses.



En la obra que hoy nos ocupa recupera los hechos acaecidos el 17 de octubre de 1961, cuando una multitudinaria manifestación organizada por el FLN argelino en París, fue reprimida de forma brutal, saldándose con la muerte de 200 argelinos y miles de heridos y detenidos. Los periódicos ignoraron la noticia y el General de Gaulle decretó la amnistía para todos los policías y altos mandos que intervinieron.



Daeninckx incrusta el asesinato de un simple profesor francés en aquellos hechos, para seguir hurgando en lo más comprometedor de la reciente historia de Francia.

La arquitectura de la trama se basa en dos asesinatos aparentemente sin implicaciones; Roger Thiraud, profesor de instituto, es asesinado cuando volvía a su casa el 17 de octubre de 1961; el mismo día de los tumultos argelinos. Una víctima más. 20 años después, en 1981, aparece asesinado en Toulouse, Bernard Thiraud, hijo de Roger e historiador también. Sus últimos movimientos conocidos son una visita a los archivos de la Policía para consultar documentación relativa al periodo referente a 1942-43. 

No se les conoce ninguna relación criminal o negocio turbio. Son simples profesores de historia. ¿Una confusión, una casualidad?. En el caudaloso río de la historia todo cobrará sentido. El provinciano inspector Cadin, de la prefectura de Toulouse, será el encargado de tirar del hilo.


El estilo es periodístico, casi documental. El autor relata los hechos como una crónica, sin espurios didactismos. Los dos primeros capítulos están escritos como una serie de fotogramas que se van superponiendo hasta componer el fresco de ese fatídico día 17 de Octubre de 1961. Para ello describe los recorridos en paralelo de varios personajes: primero el de los dos jóvenes argelinos que preparan un atentado, luego el del asesinado, luego el del asesino, luego toda la confusión de manifestaciones y represión. Un relato terso y muy intenso, trufado de hechos históricos.

"A la mañana siguiente, miércoles 18 de octubre de 1961, los periódicos dedicaban sus titulares a la huelga de la SNCF y la RATP para pedir un aumento salarial. Sólo París Jour abría en primera plana con los acontecimiento de la noche anterior: LOS ARGELINOS, DUEÑOS DE PARÍS DURANTE TRES HORAS".
A continuación la novela adopta el punto de vista del inspector Cadin para seguir su investigación.

El trenzado entre ficción e historia real es magnífico. Para ello el autor adoba la trama con multitud de detalles históricos tan curiosos como la condena a muerte del general de Gaulle, el colaboracionismo de ayuntamientos y policías franceses con los nazis o la historia de Oradour-sur-Glane; pueblo que fue destruido y sus 642 habitantes asesinados el 10 de junio del 1944. El objetivo no era militar, sino intimidatorio hacia la Resistencia y la sociedad civil. También aporta referencias que nos son más cercanas:

"En 1972, un comando de ETA atacó un camión que transportaba ese tipo de armas. Desaparecieron trescientas pistolas. No se conocen las ramificaciones, pero el hampa francesa las utiliza de vez en cuando. Cada vez que echamos mano a un arma, comprobamos los números de referencia y los contrastamos con la lista que tiene la Guardia Civil". pág. 44
De las muchas virtudes de la obra destacaría el brío de la narración y le enorme veracidad que transmite. El tono es realista, los personajes convincentes. La trama mezcla brillantemente los procedimientos de investigación histórica, periodística y criminal, para sacar a la luz dos situaciones convulsas de la Francia reciente: la represión y guerra sucia contra la insurgencia argelina y el colaboracionismo francés con las hordas nazis. Resulta especialmente repugnante el capítulo donde conocemos los avatares del complejo residencial La Muette en Drancy: ¡los primeros rascacielos franceses! cuya construcción se inició en 1934 con todo el orgullo patrio, para terminar convertidos en un ignominioso campo de concentración. 



Daeninckx ha radiografiado la contemporaneidad a través de las investigaciones de su ya clásico inspector Cadin, creado en 1982. Un policía inconformista, que no se arredra ante las amenazas y que permanece exiliado en comisarías de provincias durante cinco novelas y un libro de relatos.

En sus novelas ha acercado y en ocasiones ha llegado a fusionar la figura del detective con la del periodista de investigación y la del historiador. ¿Cree que la figura del detective tiene limitaciones a la hora de afrontar una investigación sobre las raíces de la injusticia social?
En mi trabajo de escritor yo he utilizado las técnicas del historiador, el detective y el periodista de investigación. Si nos enfrentamos a enigmas históricos, que en muchos casos se han convertido en enigmas por los límites que se imponen conscientemente al conocimiento del pasado, el trabajo del periodista, del detective y del historiador tomados aisladamente no son suficientes. Cada tipo de técnica de investigación tiene sus limitaciones. Por ejemplo, cuando los historiadores quisieron recomponer lo que sucedió en la manifestación de 1961 [manifestación de argelinos en París contra la ocupación francesa de Argelia que fue brutalmente reprimida] se encontraron con que faltaban piezas y se habían hecho desaparecer las pruebas de los asesinatos. Si uno quiere completar su trabajo, tendrá que ir al cementerio y comprobar cómo los registros de entrada de cadáveres de ese día están falsificados. Tendrá que descubrir que se cavaron fosas comunes no registradas donde se enterraron los cuerpos de los asesinados en la manifestación. Es decir, tendrá que hacer un trabajo de detective para completar el objeto de su investigación histórica. Si continuamos con la investigación de lo sucedido en octubre de 1961, encontramos que los archivistas del ministerio de justicia desobedecieron la orden del gobierno francés de destruir todas las pruebas de la matanza. Mis personajes tienen que dar cuenta de todos estos hechos y por eso rompen los límites que les impondría una sola técnica de investigación. 
Extracto de una entrevista en la dinamo.com



P.D.
Todos los aficionados a lo negro&criminal llevamos años congratulándonos por colecciones como las de RBA (una apuesta que están asumiendo todas las editoriales); pero creo que no debemos dejar de lado la Serie Novela Negra de la Editorial AKAL. Libritos primorosamente editados en riguroso negro y con cuadernillos cosidos, a un precio imbatible. En ella podemos encontrar obras tan valiosas e ineludibles como las de Daeninckx (Asesinatos Archivados y El último de los últimos), Jean-Claude Izzo (Total Kheops y Soleá), Scerbanenco (Los milaneses matan en sábado, Venus privada o La cueva de los filósofos), Chester Himes (Por amor a Imabelle, la banda de los musulmanes) o Jorg Fauser (El hombre de nieve). Sin olvidar dos curiosidades del calibre de El almirante flotante del Detection Club. o los cuatro volúmenes de ¡Bang, Bang, estás muerto!. Entrañable antología de las novelas policíacas de quiosco. Para disfrutar.

sábado, 10 de septiembre de 2016

TARDE para la IRA - de Raúl Arévalo

Intenso thriller que supone toda una promesa de este actor metido a director y guionista, ya que el libreto lo firma junto a su amigo David Pulido.

Curro (Luis Callejo) lleva ocho años en la cárcel después de un atraco fallido. No ha delatado a ninguno de sus compinches. Mientras tanto su mujer Ana (Ruth Díaz) atiende un bar del extrarradio junto a su cuñado Juanjo. Por allí se deja caer Jose (Antonio de la Torre) un tipo introvertido y tristón. Pronto sabremos el motivo de su amargura y la venganza que lleva tejiendo pacientemente durante años.

El guión está muy medido y no ofrece parón alguno. Los hechos se suceden, las motivaciones afloran como heridas. Las imágenes hablan. Pocas palabras bastan. Los personajes están dibujados a buril y su laconismo e intensidad se transmite a cada secuencia. La cámara persigue a los actores en su itinerario y suele recoger sus rostros en primerísimos planos. Ana está desengañada de la vida y de su marido. Jose rumia un dolor profundo.











El itinerario de estos personajes recorre un territorio original y sorprendentemente patrio: el bareto de barrio con sus carajillos y partidas de mus, el gimnasio donde se mezclan el linimento y las drogas, el hostal mugriento de carretera, el pueblito de Segovia que sirve de refugio remoto... Un paisaje costumbrista que parecía servir sólo para comedias y dramas; pero que poco a poco está adquiriendo verosimilitud en el cine español. Persecuciones de coches y explosiones en A Coruña (El desconocido), asalto a la guarida del capo en una torre de apartamentos de Torremolinos (Toro), las marismas del Guadalquivir (La isla mínima) o un atraco en un Banco de Valencia (Cien años de perdón). El director participó como actor en estas dos últimas películas y tal parece que se impregnó de esas atmósferas con olor a gasolina y pólvora.


Raúl Arévalo tiene muy claro lo que quiere contar y lo cuenta con imágenes, sin tiempos muertos ni ganga. La historia siempre avanza. El punto de vista es muy realista, pero adopta con naturalidad el ritmo y la violencia propia del thriller. Hay secuencias casi desnudas que nos explotan en la cara: el encuentro de Curro y Jose en el hospital, toda la escena del gimnasio de boxeo, o la noche que pasan juntos en un hostal de carretera donde Jose, acostado y con la cara escondida, se sincera.

Los fantasmas del pasado  atenazan el destino de los personajes. La venganza se va a servir fría como manda el dicho, pero su paciente e implacable gestación nos planteará, como espectadores, si esa venganza tiene sentido tan a destiempo. 

El trío de actores protagonistas dotan a sus personajes de intensidad y desagarro. Ruth Díaz acaba de recibir hace sólo unas horas el premio de interpretación en el Festival de Venecia.

jueves, 8 de septiembre de 2016

El MIROFAJO o Las Reglas del Juego - de Manuel García Rubio

El escritor y editor Miguel Munárriz tiene una columna en la revista digital Zendalibros.com, bajo el título Ayer fue miércoles toda la mañana  (citando un verso de Ángel González). Desde allí nos lanza esta InCitación inexcusable.









"Estamos ante una novela excepcional escrita por un novelista y ensayista excepcional. Con 59 años y diez libros en su haber, al uruguayo-asturiano Manuel García Rubio la sociedad lectora, cada vez más adelgazada intelectualmente, aún no le conoce lo suficiente. “El mirofajo”, ha dicho el autor, “es una novela, pero también camina por los senderos del ensayo, y del relato breve, y hasta del cuento infantil. Se trata de un artefacto híbrido, lleno de referencias a muchos autores que me han influido y con los que dialogo permanentemente”.

Imagino que a muchos lectores les habrá pasado lo que a mí, que este título ayuda poco a la novela en su tránsito entre la librería y el hipotético comprador. ¡Qué diablos será eso de un mirofajo!, y la única respuesta posible es esta: “Hay que leer la novela para saberlo”. Sin embargo el subtítulo, Las reglas del juego no solo me parece más “redondo”, sino que nos explica mejor el meollo en el que se mete Manuel García Rubio, que no es otro que el de explicarnos los mecanismos del Poder. El autor elige una estructura que funciona a las mil maravillas, la de la novela epistolar. Las cartas que durante unos meses de 1834, le escribe un padre atribulado desde la cárcel a su hijo adolescente, encerrado en un reformatorio. Ambos sufren las arbitrariedades de un rey que no puede soportar ser el hazmerreír de la Corte cuando el hijo del protagonista descubre que lleva un monigote colgado en su espalda y lo grita ante el estupor del monarca. 

Es decir, que Manuel García Rubio parte del cuento de AndersenEl traje nuevo del emperador” para contarle a su hijo en cada carta su pensamiento sobre el funcionamiento del mundo y los descubrimientos que irá haciendo, gracias a su compañero de celda, un tal Karl, a quien el lector jugará a poner enseguida un apellido, y con el que mantendrá unas jugosas charlas sobre las diferencias sociales, sobre el dinero, sobre el Poder; y un carcelero llamado Friedrich, que servirá para hacerles a ambos la vida más agradable aportándoles comida y bebida y haciendo de mensajero entre padre e hijo. Un padre que no desfallece nunca y que pretende en todo momento ser un espejo para su hijo, a través de las misivas con las que, a distancia, intenta educarlo en todo lo que para él son modelos de conducta. Con estos mimbres Manuel García Rubio ha construido una novela en toda regla que es al mismo tiempo todo un tratado filosófico y moral del sistema social y económico implantado por el capitalismo.
Ilustración del libro por LPO


























El autor pone enseguida al lector en situación mediante un prólogo en el que está todo perfectamente planteado. Unas páginas iniciales llenas de inteligentísimo humor, en el que no falta el detalle de traer a colación Los eruditos de la violeta (1772), irónica obra con vocación instructiva contra los pesudoeruditos, de José Cadalso (1741-1782). Un prólogo a semejanza de los grandes relatos clásicos en los que se hallan documentos, cartas o libros que sirven después para enhebrar la historia, tipo Manuscrito encontrado en Zaragoza (versión de 1810), de Jan Potocki (Acantilado, 2009). 

En alguna ocasión el autor mencionó otros libros que pudieron estar presente en este Mirofajo, como Ética para Amador, de Savater, o El inmoralista, de Gide. El primero se lo regalé a una de mis hijas al cumplir 16 años y el segundo fue uno de los textos que en mi segunda juventud más me impactaron. En la mezcla de ambos libros puede rastrearse mucho de lo que está en el fondo del relato de esta obra de Rubio: la educación en los principios y la necesidad de formular la verdad -la verdad de quien la está contando-; el acercamiento y el ofrecimiento al otro autoinmolándose intelectualmente, es decir, sirviéndose de su ética personal como ejemplo, en este caso ante su hijo bienamado y falto de otros recursos para crecer interiormente.

Luis Pérez Ortiz (www.luisperezortiz.com), ilustrador que firma como LPO, es una pieza importante en este libro. Él representa al Karl dibujante, al que el protagonista le pide de vez en cuando que ilustre alguna de sus cartas. Artista infinito, LPO es una feliz recuperación, 20 años después de haber trabajado juntos en “La Esfera” de El Mundo."






En la misma columna, Munárriz invita al escritor Javier Lasheras a hablar de este libro, del que dice:

"La honradez intelectual que Manuel García Rubio demuestra en esta obra es prudente, generosa y cabal, pero sobre todo valiente, ambiciosa y necesaria. Entretiene sin pretensiones, da golpes de léxico cuando se necesitan, cuadra la estructura de la obra con un cierre inesperado, cuestiona el sistema desde sus orígenes y no comete la bisoña temeridad de aportar soluciones."

miércoles, 7 de septiembre de 2016

NO RESPIRES - de Fede Alvarez

Dos buenas películas de terror en la misma semana ¡guau!, cuando a veces han pasado años sin poder llevarse algo decente al gaznate. Celebrémoslo.

Evidentemente el título se refiere a los tres ladronzuelos que irrumpen en la casa de un hombre ciego para robarle y se encuentran con un exmilitar perturbado y letal. Pero después de ver la película creo que el título conmina al espectador ¡No respires...! Y lo consigue con un ritmo sin huecos y una tensión angustiosa a más no poder.

Su propuesta es asfixiante y contumaz. La casa de marras se convierte en un gigantesco laberinto donde los asaltantes se convierten en víctimas; unos pobres ratoncitos que se jugarán la vida en cada pasillo.

El guión (del director y su guionista habitual Rodo Sayagues) explora con excelsa creatividad cada recoveco de la casa y aprovecha cada mínimo elemento: un par de zapatos en el suelo, un cerrojo, un mando a distancia de la alarma y hasta una simple mariquita (¡qué delicado plano el que la muestra sobre el torso de la mano, para que la chica a punto de morir encuentre inspiración!). Secuencia tras secuencia Alvarez anuda su film en nuestro cuello hasta conseguir asfixiarnos: la del sótano rodada con luz nocturna es opresiva.
   
No se habla mucho, más bien casi nada. El director logra escribir el terror con la grafía del silencio y el estatismo. Según ha declarado "Queríamos adentrarnos en la emoción primigenia de lo que es el miedo". Si justo a tu lado un animal ciego y salvaje está matando a tu amigo, sólo te queda permanecer quieto y en silencio. No respires. 

Nos encontramos en Detroit, una ciudad en bancarrota con barrios enteros abandonados y un trío de jóvenes dedicados a la rapiña para juntar lo necesario y pirarse a California. "Queríamos enfrentar a un grupo de personajes que están haciendo algo moralmente incorrecto con alguien todavía peor, y que todos ellos estuvieran lastrados por una situación personal opresiva y angustiosa dentro de un mundo regido por la decadencia", ha declarado el director-guionista.

El exmarine lo interpreta Stephen Lang (aquel comandante vesánico de Avatar). Un hombre cuya desesperación y rabia no procede de su ceguera, sino del drama de haber perdido a su hija en un accidente de tráfico. Quiere vengarse del mundo y ahora no tiene nada más a mano que a estos tres incautos. "No hay nada que un hombre no pueda hacer una vez que ha aceptado que Dios no existe", nos suelta en uno de sus escasos diálogos.

Tras el impacto en Youtube de su corto "Ataque de Pánico", Sam Raimi le propuso el remake de su clásico ochentero Posesión Infernal ("Evil Dead"). El éxito que cosechó en 2013 con aquel proyecto, se ve refrendado ahora con este No respires; en el que cambia de registro, desde el gore más descacharrante al terror de corte psicológico y agobiante.


lunes, 5 de septiembre de 2016

NUNCA apagues LA LUZ - de David F. Sandberg

Autor de un corto terrorífico que vimos millones de personas, Sandberg fue invitado por Hollywood para convertirlo en largo. Con la producción de James Wan (The Conjuring) los mimbres estaban dados. 

Aquel mini relato centrado en una luz que se apaga y enciende alborotando nuestros más ancestrales miedos no podía ser más sencillo y efectivo. Sandberg ha montado alrededor de esta idea una historia mínima, con una madre enferma de neurosis cuya mente alberga un monstruo. No es nada del otro mundo, es verdad. Si lo comparamos con una historia paralela, la del film Mamá, de Andrés Muschietti (producido con mucho olfato por Guillermo del Toro); sale perdiendo en complejidad y poesía; pero los elementos que concita la cinta son más que suficientes para montar una notable película centrada en el terror. 

Porque lo que sí han hecho Sandberg y su guionista Eric Heisserer es centrarse en elaborar, con todo detalle, media docena de secuencias que funcionan como un mecanismo de precisión para descargar escalofríos. A ello se suman un puñado de sustos morrocotudos y tenemos la sesión perfecta para que tu pareja te llene de moretones el brazo. Literal. En la sala tenía una pareja sentada en la fila de adelante y la chica se pasó la película abrazada a su novio y vuelta hacia mí. A veces, en la oscuridad, sus ojos brillaban ofreciéndome una película en 4D.

Por las dos experiencias citadas, parece claro que Youtube y las nuevas tecnologías (que facilitan enormemente la posproducción y el montaje) se han convertido en unas plataformas fantásticas para dar a conocer el talento. Estoy seguro que estos casos no serán los últimos.

Sophie (María Bello) ha padecido depresiones desde joven e incluso estuvo internada. Pegada a su alma lleva un ente que vive en las sombras. Primero huyó su marido, luego su hija Rebecca. Ahora solo queda el pequeño Martin que empieza a vivir aterradoras noches.

El sueño de la razón produce monstruos, dibujó Goya. En este caso se traduciría como el desequilibrio de la razón alumbra monstruos. La criatura me recuerda a la de Ba-Ba-Dook, de Jennifer Kent, puesto que apela a las sombras y a los miedos ancestrales. Pero lo mejor es ese pequeño parque temático del terror que se ha montado el director, donde no falta la casa, el sótano, el niño y las sombras que anidan en cada rincón y sobretodo, debajo alrededor de la cama.

domingo, 4 de septiembre de 2016

NUESTRA SEÑORA de las GOLONDRINAS - de Marguerite Yourcenar

Serie Narraciones Extraordinarias










El monje Therapion había sido en su juventud el discípulo más fiel del gran Atanasio; era brusco, austero, dulce tan sólo con las criaturas en quienes no sospechaba la presencia de demonios. En Egipto había resucitado y evangelizado a las momias; en Bizancio había confesado a los Emperadores que habían venido a Grecia obedeciendo a un sueño, con la intención de exorcizar a aquella tierra aún sometida a los sortilegios de Pan. Se encendía de odio cuando veía los árboles sagrados donde los campesinos, cuando enferman de fiebre, cuelgan unos trapos encargados de temblar en su lugar al menor soplo de viento de la noche; se indignaba al ver los faros erigidos en los campos para obligar al suelo a producir buenas cosechas, y los dioses de arcilla escondidos en el hueco de los muros y en la concavidad de los manantiales. 

Se había construido con sus propias manos una estrecha cabaña a orillas del Cefiso, poniendo gran cuidado en no emplear más que materiales bendecidos. Los campesinos compartían con él sus escasos alimentos y aunque aquellas gentes estaban macilentas, pálidas y desanimadas, debido al hambre y a las guerras que les habían caído encima, Therapion no conseguía acercarlos al cielo. Adoraban a Jesús, Hijo de María, vestido de oro como un sol naciente, mas su obstinado corazón seguía fiel a las divinidades que viven en los árboles o emergen del burbujeo de las aguas; todas las noches depositaban, al pie del plátano consagrado a las Ninfas, una escudilla de leche de la única cabra que les quedaba; los muchachos se deslizaban al mediodía bajo los macizos de árboles para espiar a las mujeres de ojos de ónice, que se alimentan de tomillo y miel. Pululaban por todas partes y eran hijas de aquella tierra seca y dura donde, lo que en otros lugares se dispersa en forma de vaho, adquiere en seguida figura y sustancia reales. Se veían las huellas de sus pasos en la greda de sus fuentes, y la blancura de sus cuerpos se confundía desde lejos con el espejo de las rocas. Incluso sucedía a veces que una Ninfa mutilada sobreviviese todavía en la viga mal pulida que sostenía el techo y, por la noche, se la oía quejarse o cantar. Casi todos los días se perdía alguna cabeza de ganado, a causa de sus hechicerías, allá en la montaña, y hasta meses más tarde no lograban encontrar el mantoncito que formaban sus huesos. Las Malignas cogían a los niños de la mano y se los llevaban a bailar al borde de los precipicios: sus pies ligeros no tocaban la tierra, pero en cambio el abismo se tragaba los pesados cuerpecillos de los niños. 0 bien alguno de los muchachos jóvenes que les seguían la pista regresaba al pueblo sin aliento, tiritando de fiebre y con la muerte en el cuerpo tras haber bebido agua de un manantial. Cuando ocurrían estos desastres, el monje Therapion mostraba el puño en dirección a los bosques donde se escondían aquellas malditas, pero los campesinos continuaban amando a las frescas hadas casi invisibles y les perdonaban sus fecharías igual que se le perdona al sol cuando descompone el cerebro de los locos, y al amor que tanto hace sufrir.

El monje las temía como a una banda de lobas, y le producían tanta inquietud como un rebaño de prostitutas. Aquellas caprichosas beldades no lo dejaban en paz: por las noches sentía en su rostro su aliento caliente como el de un animal a medio domesticar que rondase tímidamente por la habitación. Si se aventuraba por los campos, para llevar el viático a un enfermo, oía resonar tras sus talones el trote caprichoso y entrecortado de aquellas cabras jóvenes. Cuando, a pesar de sus esfuerzos, terminaba por dormirse a la hora de la oración, ellas acudían a tirarle inocentemente de la barba. No trataban de seducirlo, pues lo encontraban feo, ridículo y muy viejo, vestido con aquellos hábitos de estameña parda y, pese a ser muy bellas, no despertaban en él ningún deseo impuro, pues su desnudez le repugnaba igual que la carne pálida de los gusanos o el dermo liso de las culebras. No obstante, lo inducían a tentación, pues acababa por poner en duda la sabiduría de Dios, que ha creado tantas criaturas inútiles y perjudiciales, como si la creación no fuera sino un juego maléfico con el que Él se complaciese. Una mañana, los aldeanos encontraron a su monje serrando el plátano de las Ninfas y se afligieron por partida doble, pues, por una parte, temían la venganza de las hadas -que se marcharían llevándose consigo fuentes y manantiales-, y por otra parte, aquel plátano daba sombra a la plaza, en donde acostumbraban a reunirse para bailar. Mas no hicieron reproche alguno al santo varón, por miedo a malquistarse con el Padre que está en los cielos y que suministra la lluvia y el sol. Se callaron, y los proyectos del monje Therapion contra las Ninfas viéronse respaldados por aquel silencio.

Ya no salía nunca sin coger antes dos pedernales, que escondía entre los pliegues de su manga, y por la noche, subrepticiamente, cuando no veía a ningún campesino por los campos desiertos, prendía fuego a un viejo olivo, cuyo cariado tronco le parecía ocultar a unas diosas, o a un joven pino escamoso, cuya resina se vertía como un llanto de oro. Una forma desnuda se escapaba de entre las hojas y corría a reunirse con sus compañeras inmóviles a lo lejos como corzas asustadas, y el santo monje se regocijaba de haber destruido uno de los reductos del Mal. Plantaba cruces por todas partes y los jóvenes animales divinos se apartaban, huían de la sombra de aquel sublime patíbulo, dejando en torno al pueblo santificado una zona cada vez más amplia de silencio y de soledad. Pero la lucha proseguía pie tras pie por las primeras cuestas de la montaña, que se defendía con sus zarzas cuajadas de espinas y sus piedras resbaladizas, haciendo muy difícil desalojar de allí a los dioses. Finalmente, envueltas en oraciones y fuego, debilitadas por la ausencia de ofrendas, privadas de amor desde que los jóvenes del pueblo se apartaban de ellas, las Ninfas buscaron refugio en un vallecito desierto, donde unos cuantos pinos negros plantados en un suelo arcilloso recordaban a unos grandes pájaros que cogiesen con sus fuertes garras la tierra roja y moviesen por el cielo las mil puntas finas de sus plumas de águila. Los manantiales que por allí corrían, bajo un montón de piedras informes, eran harto fríos para atraer a lavanderas y pastores. Una gruta se abría a mitad de la ladera de una colina y a ella se accedía por un agujero apenas lo bastante ancho para dejar pasar un cuerpo. Las Ninfas se habían refugiado allí desde siempre, en las noches en que la tormenta estorbaba sus juegos, pues temían al rayo, como todos los animales del bosque, y era asimismo allí donde acostumbraban dormir en las noches sin luna. Unos pastores jóvenes presumían de haberse introducido una vez en aquella caverna, con peligro de su salvación y del vigor de su juventud, y no cesaban de alabar aquellos dulces cuerpos, visibles a medias en las frescas tinieblas, y aquellas cabelleras que se adivinaban, más que se palpaban. Para el monje Therapion, aquella gruta escondida en la ladera de la peña era como un cáncer hundido en su propio seno, y de pie a la entrada del valle, con los brazos alzados, inmóvil durante horas enteras, oraba al cielo para que le ayudase a destruir aquellos peligrosos restos de la raza de los dioses.

Poco después de Pascua, el monje reunió una tarde a los más fieles y más recios de sus feligreses; les dio picos y linternas; él cogió un crucifijo y los guió a través del laberinto de colinas, por entre las blandas tinieblas repletas de savia, ansioso de aprovechar aquella noche oscura. El monje Therapion se paró a la entrada de la gruta y no permitió que entraran allí sus fieles, por miedo a que fuesen tentados. En la sombra opaca oíanse reír ahogadamente los manantiales. Un tenue ruido palpitaba, dulce como la brisa en los pinares: era la respiración de las Ninfas dormidas, que soñaban con la juventud del mundo, en los tiempos en que aún no existía el hombre y en que la tierra daba a luz a los árboles, a los animales y a los dioses. Los aldeanos encendieron un gran fuego, mas hubo que renunciar a quemar la roca; el monje les ordenó que amasaran cemento y acarreasen piedras. A las primeras luces del alba empezaron a construir una capillita adosada a la ladera de la colina, delante de la entrada de la gruta maldita. Los muros aún no se habían secado, el tejado no estaba puesto todavía y faltaba la puerta, pero el monje Therapion sabía que las Ninfas no intentarían escapar atravesando el lugar santo, que él ya había consagrado y bendecido. Para mayor seguridad había plantado al fondo de la capilla, allí donde se abría la boca de la gruta, un Cristo muy grande, pintado en una cruz de cuatro brazos desiguales, y las Ninfas, que sólo sabían sonreír, retrocedían horrorizadas ante aquella imagen del Ajusticiado. Los primeros rayos del sol se estiraban tímidamente hasta el umbral de la caverna: era la hora en que las desventuradas acostumbraban a salir, para tomar de los árboles cercanos su primera colación de rocío; las cautivas sollozaban, suplicaban al monje que las ayudara y en su inocencia le decían que -en caso de que les permitiera huir- lo amarían. Continuaron los trabajos durante todo el día y hasta la noche se vieron lágrimas resbalando por las piedras, y se oyeron toses y gritos roncos parecidos a las quejas de los animales heridos. Al día siguiente colocaron el tejado y lo adornaron con un ramo de flores; ajustaron la puerta y la cerraron con una gruesa llave de hierro. Aquella misma noche, los cansados aldeanos regresaron al pueblo, pero el monje Therapion se acostó cerca de la capilla que había mandado edificar y, durante toda la noche, las quejas de sus prisioneras le impidieron deliciosamente dormir. No obstante, era compasivo, se enternecía ante un gusano hollado por los pies o ante un tallo de flor roto por culpa del roce de su hábito, pero en aquel momento parecía un hombre que se regocija de haber emparedado, entre dos ladrillos, un nido de víboras.

Al día siguiente, los aldeanos trajeron cal y embadurnaron con ella la capilla, por dentro y por fuera; adquirió el aspecto de una blanca paloma acurrucada en el seno de la roca. Dos lugareños menos miedosos que los demás se aventuraron dentro de la gruta para blanquear sus paredes húmedas y porosas, con el fin de que el agua de las fuentes y la miel de las abejas dejaran de chorrear en el interior del hermoso antro, y de sostener así la vida desfalleciente de las mujeres hadas. Las Ninfas, muy débiles, no tenían ya fuerzas para manifestarse a los humanos; apenas podía adivinarse aquí y allá, vagamente, en la penumbra, una boca joven contraída, dos frágiles manos suplicantes o el pálido color de rosa de un pecho desnudo. Asimismo, de cuando en cuando, al pasar por las asperidades de la roca sus gruesos dedos blancos de cal, los aldeanos sentían huir una cabellera suave y temblorosa como esos culantrillos que crecen en los sitios húmedos y abandonados. El cuerpo deshecho de las Ninfas se descomponía en forma de vaho, o se preparaba a caer convertido en polvo, como las alas de una mariposa muerta; seguían gimiendo, pero habla que aguzar el oído para oír aquellas débiles quejas; ya no eran más que almas de Ninfas que lloraban.

Ninfas -Palacio Real de Caserta-
Durante toda la noche siguiente el monje Therapion continuó montando su guardia de oración a la entrada de la capilla, como un anacoreta en el desierto. Se alegraba de pensar que antes de la nueva luna las quejas habrían cesado y las Ninfas, muertas ya de hambre, no serían más que un impuro recuerdo. Rezaba para apresurar el instante en que la muerte liberaría a sus prisioneras, pues empezaba a compadecerlas a pesar suyo, y se avergonzaba de su debilidad. Ya nadie subía hasta donde él estaba; el pueblo parecía tan lejos como si se hallara al otro extremo del mundo; ya no vislumbraba, en la vertiente opuesta al valle, más que la tierra roja, unos pinos y un sendero casi tapado por las agujas de oro. Sólo oía los estertores de las Ninfas, que iban disminuyendo, y el sonido cada vez más ronco de sus propias oraciones. En la tarde de aquel día vio venir por el sendero a una mujer que caminaba hacia él, con la cabeza baja, un poco encorvada; llevaba un manto y un pañuelo negros, pero una luz misteriosa se abría camino a través de la tela oscura, como si se hubiera echado la noche sobre la mañana. Aunque era muy joven, poseía la gravedad, la lentitud y la dignidad de una anciana y su dulzura era parecida a la del racimo de uvas maduras y a la de la flor perfumada. Al pasar por delante de la capilla miró atentamente al monje, que se vio turbado en sus oraciones.
   -Este sendero no lleva a ninguna parte, mujer -le dijo-. ¿De dónde vienes?
   -Del Este, como la mañana -respondió la joven-. ¿Y qué haces tú aquí, anciano monje?
   -He emparedado en esta gruta a las Ninfas que infestaban la comarca -dijo el monje-, y delante de su antro he edificado una capilla. Ellas no se atreven a atravesarla para huir porque están desnudas, y a su manera tienen temor de Dios. Estoy esperando a que se mueran de hambre y de frío en la caverna y cuando esto suceda, la paz de Dios reinará en los campos.
   -¿Y quién te dice que la paz de Dios no se extiende también a la Ninfas lo mismo que a los rebaños de cabras? -respondió la joven-. ¿No sabes que en tiempos de la Creación, Dios olvidó darle alas a ciertos ángeles, que cayeron en la tierra y se instalaron en los bosques, donde formaron la raza de Pan y de las Ninfas? Y otros se instalaron en una montaña, en donde se convirtieron en dioses olímpicos. No exaltes, como hacen los paganos, las criaturas a expensas del Creador, pero no te escandalices tampoco de Su Obra. Y dale gracias a Dios en tu corazón por haber creado a Diana y a Apolo.
  -Mi espíritu no se eleva tan alto -dijo humildemente el monje-. Las Ninfas importunan a mis feligreses y ponen en peligro su salvación, de la que yo soy responsable ante Dios, y por eso las perseguiré aunque tenga que ir hasta el Infierno.
  -Y se tendrá en cuenta tu celo, honrado monje -dijo sonriendo la joven-. Pero ¿no puede haber un medio de conciliar la vida de las Ninfas y la salvación de tus feligreses?
Su voz era dulce, como la música de una flauta. El monje, inquieto, agachó la cabeza. La joven le puso la mano en el hombro y le dijo con gravedad:
-Monje, déjame entrar en esa gruta. Me gustan las grutas, y compadezco a los que en ellas buscan refugio. En una gruta traje yo al mundo a mi Hijo, y en una gruta lo confié sin temor a la muerte, con el fin de que naciera por segunda vez en su resurrección.

El anacoreta se apartó para dejarla pasar. Sin vacilar, se dirigió ella a la entrada de la caverna, escondida detrás del altar. La enorme cruz tapaba la abertura; la apartó con cuidado, como un objeto familiar, y se introdujo en el antro.
Se oyeron en las tinieblas unos gemidos aún más agudos, un piar de pájaros y roces de alas. La joven hablaba con las Ninfas en una lengua desconocida, que acaso fuera la de los pájaros o la de los ángeles. Al cabo de un instante volvió a aparecer al lado del monje, que no había parado de rezar.

-Mira, monje… -le dijo-. Y escucha… Innumerables grititos estridentes salían de debajo de su manto. Separó las puntas del mismo y el monje Therapion vio que llevaba entre los pliegues de su vestido centenares de golondrinas. Abrió ampliamente los brazos, como una mujer en oración, y dio así suelta a los pájaros. Luego dijo, con una voz tan clara como el sonido del arpa:
-Id, hijas mías… Las golondrinas, libres, volaron en el cielo de la tarde, dibujando con el pico y las alas signos indescifrables. El anciano y la joven las siguieron un instante con la mirada, y luego la viajera le dijo al solitario:
-Volverán todos los años, y tú les darás asilo en mi iglesia. Adiós, Therapion.

Y María se fue por el sendero que no lleva a ninguna parte, como mujer a quien poco importa que se acaben los caminos, ya que conoce el modo de andar por el cielo. El monje Therapion bajó al pueblo y al día siguiente, cuando subió a decir misa en la capilla, la gruta de las Ninfas se hallaba tapizada de nidos de golondrinas. Volvieron todos los años y se metían en la iglesia, muy ocupadas en dar de comer a sus pequeñuelos o consolidando sus casas de barro, y muy a menudo, el monje Therapion interrumpía sus oraciones para seguir con mirada enternecida sus amores y sus juegos, pues lo que les está prohibido a las Ninfas les está permitido a las golondrinas.



Marguerite Yourcenar










Marguerite Yourcenar suele beber  en las fuentes de la Historia y las leyendas para acabar abordando los problemas más trascendentales del hombre. Ella representa la paradoja de hablar del hombre moderno con imágenes del mundo clásico.
La libertad, el poder de la razón, la sensualidad y el respeto a la naturaleza son temas habituales en esta escritora francesa nacionalizada estadounidense.
Estudió todo tipo de religiones y corrientes místicas: "Tengo varias religiones, como tengo varias patrias, de manera que en cierto sentido no pertenezco quizás a ninguna. No pienso por cierto en renegar del Hombre que ha dicho que aquellos que tengan hambre y sed de justicia serán saciados (en otro mundo, con seguridad, porque en el nuestro no es verdad), [...] pero menos renuncio aun a la sabiduría taoísta, parecida a una agua límpida, unas veces clara, otras oscura, bajo la cual se descubre el trasfondo de las cosas. Estoy agradecida por lo precioso que me han enseñado sobre mí misma [...], al Tantrismo y a sus métodos casi fisiológicos para despertar las fuerzas del espíritu y del cuerpo, y al Zen, esa espada centelleante. Sobre todo, permanezco profundamente ligada al conocimiento budista."
De este modo se puede comprender la intención burlesca del presente relato, con ese monje iracundo y feroz, incapaz de apreciar la belleza y la bondad fuera de sus míseros dogmas. Resulta maravillosamente poética la forma en que la autora aúna paganismo y cristianismo "¿No sabes que en tiempos de la Creación, Dios olvidó darle alas a ciertos ángeles, que cayeron en la tierra y se instalaron en los bosques, donde formaron la raza de Pan y de las Ninfas?".  Yourcenar llegó a identificar las tres religiones del Libro con Las tres Imposturas:  "La impostura no está en los dogmas, los ritos, las leyendas, que pueden ser admirables o enriquecedores para la psiquis humana, sino en la aserción insolente, encontrada con demasiada frecuencia en estos tres grupos, de que son los únicos que están, por decirlo así, en línea directa con Dios."

La citas están tomadas del estudio de Vicente Torres Mariño."M. Yourcenar entre Grecia y Oriente"