miércoles, 31 de agosto de 2016

SUICIDE SQUAD - David Ayer














Mucho ruido y pocas nueces. Muy pocas.
Basada en los cómics del equipo de antihéroes más popular de DC Comics, la cinta se desarrolla después de los eventos de Batman y Superman: El amanecer de la justicia (otra que tal).
David Ayer (Corazones de acero) dirige con solvencia pero la pifia aquí en su faceta de escritor. 

Entre un nuevo villano con poderes místicos y la amenaza de Joker con su malvado plan para recuperar a su amor verdadero, la doctora Harley Quinn (Margot Robbie); este Escuadrón deambula tristemente por la ciudad, tenso y aburrido como unos malotes de barrio.

El villano y la historia son confusos y sin entidad y el pretendido tono oscuro de la obra tiene más que ver con la cara de avinagrado que luce perenne Will Smith que con un universo plausible y seductor.

Si pretendían conseguir el desenfado y el carácter aventurero de la estupenda Guardianes de la Galaxia (de su competidor Marvel); se han quedado a años luz. Colocar al tum tum un tema de rock en cada escena no parece suficiente sino para hacer ruido.

Lo único que funciona es un casting verdaderamente acertado Jay Hernández (Diablo), Cara Delevigne (Enchantress), Jay Courtney (Boomerang) o Karen Fukuhara (Katana). 
Pero quien se lleva el gato al agua es la pareja Joker/Quinn. Jared Leto adquiere una caracterización que apuntaba muy alto pero que el guión deja en agua de borrajas. Parece más un joven de instituto contrariado que un supervillano. Le falta malignidad y locura. Por su parte Margot Robbie luce espectacular. 

¡Qué lástima de dinero tirado!


jueves, 11 de agosto de 2016

El GIRO - de Stephen Greenblatt









Extraordinario libro que nos relata un viaje intelectual de dos mil años, el del poema De rerum natura, de Tito Lucrecio Caro, escrito alrededor del año 50 a.C. El autor se centra en el rescate de una de las tres únicas copias que quedaban en el mundo al final de la Edad Media, para poner de nuevo en circulación una serie de ideas verdaderamente revolucionarias, las del epicureismo que presenta a un hombre emancipado de sus miedos a Dios y a la muerte. Un hombre conformado por los mismos átomos indestructibles que componen y descomponen sin cesar cualquier cosa del universo. Un ser humano racional y consciente de su alma mortal, preparado para vivir con plena autonomía y centrado en conseguir su felicidad. 

Greenblatt identifica el momento en que el humanista Poggio Bracciolini recupera el libro, dormido durante siglos en un monasterio, en 1417, como un momento clave en la historia de las ideas, una contribución fundamental para alumbrar la Modernidad. Por supuesto un poema por sí solo es incapaz de cambiar la historia, pero el poner de nuevo en circulación las ideas contenidas en De rerum natura, fue uno de los factores clave que liberó mentes y reveló nuevos caminos para la ciencia, la sociedad y hasta la ética. 

Lucrecio acumuló desde entonces lectores minuciosos y apasionados como Maquiavelo (que se hizo una copia manuscrita para su propio uso), Giordano Bruno (que fue quemado por hereje), Galileo o Montaigne, llegando hasta nuestros días. Thomas Jefferson, uno de los padres fundadores de EEUU, poseía cinco ediciones latinas del poema. Así se explica la inclusión en la Declaración de Independencia del derecho a la búsqueda de la felicidad: “Sostenemos por si mismas como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad."
Estatua de G. Bruno en Campo di Fiori, la misma plaza donde fue quemado



















El  libro está relatado como una aventura apasionante (y documentada) que incluye la vida y época de Poggio Bracciolini, secretario del corrupto Papa Juan XXIII, en pleno cisma papal. Conoceremos la época en que se publicó el poema de Lucrecio gracias a los manuscritos recuperados en la Villa de los Papiros en Herculano. Conoceremos de qué modo los libros y las bibliotecas que florecieron en Roma y Alejandría fueron destruidas por las lluvias, el fuego y las guerras; pero sobretodo conoceremos la resonante guerra que a lo largo de los siglos la religión ha mantenido con el poema. Una guerra que se recrudece desde el momento en que el cristianismo es declarado religión oficial del imperio Romano por el emperador Constantino. Respecto a los manuscritos enterrados por la erupción del Vesubio, Greenblatt llega a decir
"Comparado con las fuerzas desenfrenadas de la guerra y la religión, el Vesubio fue mucho más benigno con el legado de la Antigüedad."  pág 87
Poggio Bracciolini se dedicó con pasión a los libros y a la antigüedad clásica. Vivió una época -principios del s. XV- agostada por pestes, guerras e ignorancia, que hizo que sus élites volvieran los ojos a las obras de todo tipo (literatura, arquitectura, filosofía, etc.) de la época clásica griega y latina. El Renacimiento, con su espíritu esencialmente humanístico, favoreció el abandono de las supersticiones y los dogmas que habían prevalecido desde la caída del Imperio Romano y el ascenso del cristianismo como religión hegemónica. Los cristianos siempre vieron en el epicureismo una amenaza verdaderamente dañina
"Si se acepta la tesis de Epicuro que afirma que el alma es mortal, escribía Tertuliano, se viene abajo todo el edficio de la moralidad cristiana. Para Epicuro, el sufrimiento humano es siempre finito; pero para el cristiano la tortura y el dolor duran eternamente."
Después del Renacimiento carolingio del siglo IX, fueron Petrarca (que en 1330 reconstruyó la monumental Historia de Roma de Tito Livio) y sus seguidores quienes se embarcaron en la recuperación del mundo clásico. Petrarca, del mismo modo que luego Poggio, profesaban por su época un desprecio infinito. "Vivía una época sórdida, decía lamentándose, una época de incultura, ignorancia y banalidad que no tardaría en borrarse de la memoria humana".
Concilio de Constanza condenando a Jan Hus

La época de Poggio era la del cisma papal. Juan XXIII, el papa al que servía Poggio, fue destituido por corrupto en el Concilio de Constanza (1414-18). El segundo pretendiente al trono de San Pedro, Gregorio XII, murió en octubre de 1417; mientras el tercero, Pedro de Luna, se atrincheró primero en Perpignan y luego en la inaccesible roca de Peñíscola. El concilio debatió encarnizadamente la elección de un nuevo papa.

Poggio llegó a escribir de la curia papal: "hay poco espacio para el talento o la honestidad; todo se consigue mediante la intriga o por fortuna, por no hablar del dinero, que parece tener el máximo poder sobre el mundo". (certera y despiadada visión que sirve para la España de hoy, 600 años después).

El libro contiene páginas memorables donde se relata el cisma de los papas, el mundo de los copistas y la vida monástica, la destrucción de Alejandría o la persecución y quema de herejes. 

El capítulo de la destitución papal, "Una trampa para zorros" incluye los juicios y ejecuciones por herejía a Jan Hus y Jerónimo de Praga que Poggio vivió en primera línea. La herejía (¡¡!!) de ambos consistía en
"Desde el púlpito y a través de sus escritos atacaba vehementemente los abusos de los clérigos, condenando su codicia, su hipocresía y su inmoralidad sexual generalizadas. Denunciaba la venta de indulgencias calificándolo de chanchullo escandaloso y de un intento desvergonzado de aprovecharse de los temores de los fieles. Exhortaba a los feligreses no a poner su fe en la Virgen, en el culto de los santos, en la Iglesia o el papa, sino solo en Dios. En todos los asuntos de doctrina predicaba que las Sagradas Escrituras eran la autoridad definitiva.
Hus se metió temerariamente no solo con la doctrina, sino con la política de la Iglesia en un momento de malestar nacional cada vez mayor. Afirmaba que el estado tenía el derecho y el deber de supervisar a la Iglesia. Los seglares podían y debían juzgar a sus líderes espirituales. (Más vale ser un buen cristiano, decía, que un mal papa o un mal prelado.) Un papa inmoral no podía de ninguna manera reclamar la infalibilidad. Al fin y al cabo, insistía, el papado era una institución humana: la palabra «papa" no aparecía en ninguna parte de la Biblia." pág 146
Hipatia y Alejandría.-
En el capítulo titulado "Los dientes del tiempo", Greenblatt se centra en los enemigos de los libros. Los habituales lluvia, fuego y polillas ("los dientes del tiempo") no serán los únicos o más pertinaces. El autor nos cuenta la desaparición de la biblioteca de Alejandría ligada a la historia de Hipatia: Si Roma sufrió el ataque de los bárbaros del norte, la cultura cosmopolita que representaba Alejandría sufrió los embates de las hordas cristianas, ansiosas de ostentar su poder después de que Constantino la declarase religión oficial del imperio.
Hipatia en la película de A. Amenábar "Agora"


Desde el 300 a. C. la dinastía ptolemaica atrajo a eruditos, científicos y poetas a Alejandría. Su enorme biblioteca no estaba asociada con ninguna doctrina ni escuela filosófica en particular; su radio de acción abarcaba todos los campos de la investigación intelectual. Representaba un cosmopolitismo global que vivía su esplendor en medio de un pluralismo religioso en el que convivieron las religiones durante siglos. 
Pero a comienzos del siglo IV, el emperador Constantino comenzó el proceso que llevaría al cristianismo a ser la religión oficial de Roma. Como patriarca de Alejandría, primero Teodosio el Grande a partir de 391 y luego su sucesor, su sobrino Cirilo, se emplearon con violencia extrema en la destrucción del paganismo. Su culminación llegó con el asesinato de Hipatia prohibiendo los sacrificios y ordenando el cierre de los principales centros de culto.
"El asesinato de Hipatia supuso no solo el fin de un personaje singular; vino a marcar de hecho el hundimiento de la vida intelectual de Alejandría y resonó como una campanada fúnebre por toda la tradición intelectual que se ocultaba tras el texto que Poggio recuperaría muchos siglos después." pág 86
La felicidad y el placer contra el dolor.-
De rerum natura posee una carga poética hermosísima y seductora; pero también porta unos principios filosóficos, científicos, religiosos y éticos revolucionarios. Más precisamente en la época que Poggio lo rescató. En esa época representaba una abominación de la férrea ortodoxia cristiana.

Epicuro elaboró toda una explicación del universo y una filosofía de la vida humana que con claridad meridiana expone Greenblatt en el capítulo titulado Las cosas como son. Más incluso que la teoría que afirmaba que el mundo estaba compuesto solo de átomos y vacío, el problema principal que el epicureísmo planteaba a la religión dominante era su idea ética de fondo: a saber, que el supremo bien es la búsqueda del placer y la disminución del dolor. El cristianismo emprendió entonces la ardua tarea de que lo más sensato y natural -evitar el dolor, buscar la felicidad- pareciera lo contrario a la verdad.
"Harían falta siglos para llevar a cabo este gran proyecto, que de hecho no llegó a realizarse por completo nunca.(...)
El cristianismo, como demuestra una anécdota repetida por Gregorio, apuntaba en otra dirección. El piadoso Benito se encontró en una ocasión pensando en una mujer a la que había visto una vez y, antes de que supiera lo que estaba pasando, se apoderó de él una violenta pasión:
    "Vio entonces allí cerca una espesa mata de ortigas y unas zarzas. Se despojó
    inmediatamente de sus vestiduras y se lanzó desnudo sobre las aceradas
    espinas y las punzantes ortigas. Se revolcó sobre ellas hasta que todo su
    cuerpo quedó dolorido y ensangrentado. Pero, una vez domado el placer
    mediante el sufrimiento, su piel lacerada y ensangrentada sirvió para expulsar
    de su cuerpo el veneno de la tentación. En poco tiempo, la cruel inflamación
    a la que sometió a su cuerpo había apagado el incendio que el mal había
    sembrado en su corazón."
Cambiando un fuego por otro obtuvo la victoria sobre el pecado.
Lo que había servido para el santo a comienzos del siglo VI podía valer también para otros, como ponían de manifiesto las reglas monásticas. En una de las grandes transformaciones culturales de la historia de Occidente, la búsqueda del dolor triunfó sobre la búsqueda del placer.
Una enorme cantidad de testimonios confirma que las mortificaciones con azotes o instrumentos punzantes hasta producir sangre eran muy comunes en monasterios y clero: Santa Teresa, Santo Domingo, San Ignacio de Loyola, el místico alemán Enrique Suso... se generalizó "el dolor de la carne" como prestigio espiritual ante los impulsos habituales de autoprotección y búsqueda del placer." pág 94
El núcleo de la concepción epicúrea puede indagarse en una sola idea incandescente: la de que todo lo que ha existido y todo lo que pueda llegar a existir está compuesto por piezas indestructibles, de tamaño necesariamente pequeñísimo y en cantidades inimaginablemente elevadas. Los átomos. Y si somos capaces de aguantar y repetirnos lo que es el hecho más simple de la existencia —átomos, vacío y nada más, átomos, vacío y nada más, átomos, vacío y nada más—, cambiaremos nuestra vida. Ya no temeremos la cólera de ningún dios y nos liberaremos de la aflicción de la muerte 
  «Los hombres sufren los peores males debido a los deseos que les son más ajenos», decía su discípulo Filodemo en uno de los libros encontrados en la biblioteca de Herculano, y «descuidan los apetitos más necesarios como si fueran los más ajenos a su naturaleza.» ¿Cuáles son esos apetitos necesarios que conducen al placer? No es posible vivir de manera placentera, seguía diciendo Filodemo, «sin llevar una vida prudente, honorable y justa, y tampoco si se vive sin valentía, templanza y magnanimidad, si no se tienen amigos ni una actitud filantrópica».  Esta es la voz de un auténtico seguidor de Epicuro, una voz recuperada en época moderna de un rollo de papiro carbonizado por la erupción del volcán.
Manuscritos.-
El manuscrito que encontró Poggio en un monasterio de Alemania se ha perdido. También la transcripción que hizo un copista a instancia de Poggio y que éste envió a Florencia, a su amigo y humanista Niccolò Niccoli. Pero éste emprendió la tarea de transcribir la obra con su elegante letra. Esta copia generó varias decenas de copias manuscritas —se sabe que se conservan más de cincuenta— y fue la fuente de todas las ediciones impresas del siglo XV y de comienzos del XVI. El descubrimiento de Poggio hizo así las veces de canal fundamental a través del cual el viejo poema de Lucrecio, que llevaba más de mil años durmiendo el sueño de los justos, volvió a ponerse en circulación. En la fría Biblioteca Laurentiana, diseñada en gris y blanco por Miguel Ángel para los Medici, se conserva la transcripción realizada por Niccoli.
Página final del De Rerun Natura -copia realizada por Niccolò Niccoli-

Dos manuscritos del siglo IX del De rerum natura, desconocidos para Poggio, también lograron superar la barrera casi impenetrable del tiempo.
Estos manuscritos, llamados por su formato el Oblongus y el Quadratus, fueron catalogados entre las posesiones de un gran estudioso y coleccionista holandés del siglo XVII, Isaac Voss, y se conservan en la Biblioteca de la Universidad de Leiden desde 1689. También han logrado sobrevivir fragmentos de un tercer manuscrito del siglo IX que contenía casi un 45 por 100 del poema de Lucrecio y que ahora se encuentra en sendas colecciones de Copenhague y Viena. Pero para cuando salieron a la superficie estos manuscritos, el poema de Lucrecio, gracias al descubrimiento de Poggio, ya había empezado a contribuir a la desestabilización y transformación del mundo." pág 178
Virgilio, el poeta más grande de Roma, escribió, 
"Feliz aquel a quien fue dado conocer las causas de las cosas y hollar bajo su planta los vanos temores y el inexorable hado y el estrépito del avaro Aqueronte".
Terminaré esta nota del mismo modo que el libro.
"Decía Jefferson en una carta a un corresponsal que deseaba saber cuál era su filosofía de vida, ´yo soy un epicúreo´."

miércoles, 10 de agosto de 2016

De RERUM NATURA - de Tito Lucrecio Caro

Apertura de De rerum natura, copia de 1483
de Girolamo di Matteo de Tauris para el papa Sixto IV.
En El Giro, de Stephen Greenblatt, se cuentan las vicisitudes que rodearon la recuperación del poema de Lucrecio en 1417, después de permanecer enterrado por el polvo de los siglos y la inquina de la ortodoxia cristiana.

Sobre la naturaleza de las cosas es una proeza singular por cuanto siendo una gran obra de filosofía es a la vez un seductor y hermoso poema. A pesar de que vivió varios siglos después de Epicuro y lejos de Grecia, en la Roma que vio la ascensión al poder de Julio César; Lucrecio fue su mejor discípulo y máximo divulgador.
 
El epicureísmo libera al hombre de sus miedos y supersticiones, sobretodo del miedo a los dioses y a la muerte. Todo es átomos y vacío proclama; todo se compone y descompone en un ciclo infinito. Todo muere, incluso lo que llamamos alma. 
Lucrecio nos ayuda a comprender nuestra naturaleza estrictamente material: no hay otra vida después de la muerte, no hay premios o castigos en un más allá, no hay Providencia. La naturaleza se encuentra en un proceso permanente de creación y destrucción. Todo lo que vemos, desde las estrellas más lejanas hasta nosotros mismos, está conformado por los mismos indestructibles átomos en constante movimiento y vacío. La mejor manera de celebrar este proceso natural universal es ser conscientes de nuestra mortalidad y disfrutar de la vida.
   
Epicuro 342-270 a.C.
El poema está escrito en hexámetros, los mismos que utilizaron Virgilio y Ovidio en sus composiciones épicas, y suma siete mil cuatrocientos versos, divididos en seis libros que no llevan título. El primero comienza con una invocación a Venus como fuerza germinadora de la naturaleza y trata de cómo todo está compuesto de átomos y vacío. El segundo trata del movimiento y agrupaciones de los átomos. El tercero habla sobre el alma, que considera mortal. El cuarto sobre la teoría de la sensación, el quinto sobre el mundo y el sexto sobre diversos fenómenos atmosféricos y las enfermedades. Según Greenblatt
"combina momentos de intensa hermosura lírica, meditaciones filosóficas sobre la religión, el placer y la muerte, y complejas teorías sobre el mundo físico, la evolución de las sociedades humanas, los peligros y las alegrías del sexo, y la naturaleza de la enfermedad. Su lenguaje es con frecuencia retorcido y difícil, su sintaxis complicada, y la altura de su ambición intelectual en general asombrosa." 
Lucrecio no era ateo, creía en la existencia de los dioses; pero alejados de nuestro mundo e indiferentes a todo lo humano. Puedes ir a la iglesia opinaba Lucrecio, no te hará daño. Pero todo rito, sacrificio, rezo o prácticas de culto carece de sentido.
"Nada de lo que hagamos (o no hagamos) les interesará. El problema más grave es que las falsas creencias y los ritos absurdos de forma inevitable conducen a la comisión de faltas por parte de los humanos."
"Los hombres, pensaba Lucrecio, no deben tragarse la ponzoñosa creencia de que su alma forma parte del mundo solo temporalmente y de que se dirige a otro sitio. Esa creencia solo servirá para sembrar en ellos una relación destructiva con el ambiente en el que viven la única vida que tienen. Esa vida, como todas las demás formas de existencia que hay en el universo, es contingente y vulnerable; todas las cosas, incluida la propia tierra, acabarán desintegrándose y volverán a los átomos constituyentes de los que están compuestas y a partir de los cuales se formarán otras cosas en la danza perpetua de la materia. Pero mientras estemos vivos, deberíamos llenarnos del placer más profundo, pues somos una pequeña parte de un vasto proceso de creación del mundo que Lucrecio alababa como algo esencialmente erótico." pág 173
En la actualidad muchas de las afirmaciones de Lucrecio acerca del universo nos resultan muy familiares. Al fin y al cabo, buena parte de los argumentos de su obra constituyen los cimientos sobre los que se ha construido la vida moderna. No en vano De rerum natura anticipó las bases de la física moderna y la teoría de la evolución de Darwin.
Pruebas sobre el bosón de Higgs

Tan profunda y hermosa concepción del hombre y de la vida merece conocerse con todas sus implicaciones tal y como Greenblatt la expresa en el capítulo 8 de su libro, titulado Las cosas como son:

* Todo está hecho de partículas invisibles. Lucrecio no las llama "átomos", término de la filosofía griega, sino  que usaba expresiones latinas como «primeros elementos», «primeros seres», o «las semillas de las cosas». Las concibe inmutables, indivisibles, invisibles, e infinitas en número. Están en constante movimiento, chocan unas con otras, se unen para componer nuevas formas, se separan, vuelven a combinarse, y perduran.

* Las partículas elementales de materia son eternas.
Las partículas infinitas de las que está hecho todo el universo, desde las estrellas hasta el insecto más humilde, son indestructibles e inmortales, aunque cualquier objeto particular del universo sea efímero. Es decir, todas las formas que podemos observar, incluso las que parecen más duraderas, son transitorias: los elementos de los que están compuestas tarde o temprano se redistribuirán. 
No prevalece nunca ni la creación ni la destrucción; la suma total de la materia es siempre la misma, y siempre se restablece el equilibrio entre vivos y muertos. (2.569-580)

* Las partículas elementales son infinitas en número, pero limitadas en cuanto a la forma y al tamaño. Son como las letras de un alfabeto, un conglomerado de elementos susceptibles de ser combinados en un número infinito de frases (2.688 ss.). Y con las semillas de las cosas, igual que con el lenguaje, las combinaciones se efectúan según un código.

* Todas las partículas están en movimiento en un vacío infinito
El espacio, como el tiempo, es ilimitado. No existen puntos fijos, ni comienzos, intermedios, ni finales, ni límites. La materia no está compactada en una masa sólida. En las cosas hay un vacío que permite que las partículas constituyentes se muevan, choquen, se combinen y se separen. 
El universo consta, por tanto, de materia —las partículas primordiales y todo lo que forman esas partículas al unirse unas con otras— y de espacio, intangible y vacío. No existe nada más.

* El universo no tiene creador ni ha sido concebido por nadie
Las partículas en sí no han sido creadas ni pueden ser destruidas. Los patrones de orden y desorden que hay en el mundo no son fruto de ningún proyecto divino. La Providencia es una fantasía.
Lo que existe no es la manifestación de ningún plan general ni de ningún designio inteligente intrínseco a la propia materia, "van ensayando toda suerte de combinaciones y movimientos, hasta que llegan por fin a disposiciones adecuadas para la creación y subsistencia de nuestro universo" (1.1024-1028).
La existencia no tiene fin ni propósito, solo hay creación y destrucción incesantes, gobernadas enteramente por el azar.

* Todo surge como consecuencia de un cambio de rumbo

Ese cambio de rumbo no es sino el más mínimo movimiento de las partículas; pro basta para desencadenar una serie incesante de colisiones. Todo lo que existe en el universo existe debido a esas colisiones fortuitas de partículas diminutas. Las combinaciones y recombinaciones infinitas que resultan de las colisiones en un lapso de tiempo ilimitado hacen que «los ríos abastezcan el mar insaciable con su abundante caudal, y la tierra renueve sus frutos bajo la cálida caricia del sol, y florezca la nueva generación de los seres vivos, y tengan vida los errantes fuegos del éter» (1.1031-1034)

* El cambio de trayectoria es la fuente de la libertad de albedrío.   
En la vida de todos los seres sensibles, tanto humanos como animales, el desvío aleatorio de las partículas elementales es el responsable de la existencia del libre albedrío. Pues si todo el movimiento fuera una larga cadena determinada de antemano, no habría espacio para la libertad. Una causa seguiría eternamente a otra, tal como lo decretara el destino. Sin embargo, hemos arrancado al destino nuestro libre albedrío.
Lucrecio señalaba como ejemplo que aunque un hombre pueda ser impulsado por una fuerza exterior, ese mismo hombre puede refrenarse deliberadamente.

* La naturaleza experimenta sin cesar. No hay un único momento que podamos llamar original, no existe una escena mítica de la creación. Todos los seres vivos, desde las plantas y los insectos hasta los mamíferos superiores y el hombre, han evolucionado a través de un largo y complejo proceso de ensayo y error. Las criaturas capaces de adaptarse y reproducirse mediante la combinación de sus órganos logran imponerse, hasta que un cambio de circunstancias hace imposible para ellas la supervivencia. 
Resulta difícil comprender este punto, reconocía Lucrecio, pero «lo que ha nacido es lo que engendra el uso» (4.835). Es decir, afirmaba, «no existió la visión antes de que nacieran los ojos, ni la palabra antes de ser creada la lengua» (4.836-837). Estos órganos no fueron creados para cumplir un fin predeterminado; su utilidad permitió poco a poco a las criaturas en las cuales surgieron sobrevivir y reproducirse.

* El universo no fue creado para los humanos ni alrededor de los humanos. La tierra no fue hecha a medida, evidentemente, para que nuestra especie se sintiera cómoda. A diferencia de muchos otros animales, dotados de nacimiento de todo lo que necesitan para sobrevivir, los hijos de los humanos son casi por completo vulnerables: Pensemos en un niño, escribía Lucrecio en un célebre pasaje, que, como un marinero arrojado a la playa por las olas crueles después de naufragar, yace desnudo en tierra, sin habla, carente por completo de todo auxilio vital, desde el momento en el que la naturaleza, arrancándolo con esfuerzo del claustro materno, lo expone a las riberas de la luz (5.223-225).
El destino de toda nuestra especie (y no digamos el de cada individuo) no es el eje en torno al cual gira todo. De hecho, no hay motivo para creer que el ser humano sea una especie que vaya a durar eternamente. Por el contrario, es evidente que, en períodos de tiempo infinitos, unas especies crecen y otras desaparecen, generadas y destruidas en un incesante proceso de cambio. 

* Los humanos no son seres únicos. Forman parte de un proceso material mucho mayor que los une no solo a todas las demás formas de vida, sino también a la materia inorgánica. Las partículas indivisibles que componen los seres vivos, incluidos los humanos, no son sensibles ni proceden de ninguna fuente misteriosa. Estamos hechos de la misma materia de la que están hechas todas las demás cosas.

* La sociedad humana no comenzó en una edad de oro de calma y plenitud, sino en una lucha primigenia por la supervivencia. No hubo una época original de plenitud paradisíaca, como han soñado algunos, en la que hombres y mujeres vivían felices y en paz gozando de la seguridad y el ocio, disfrutando de los frutos de la abundancia de la naturaleza. Los primeros humanos, al carecer de fuego, de agricultura y de otros medios para mitigar una vida durísima, casi brutal, luchaban para comer y para no ser comidos.
El lenguaje y las artes de la civilización no fueron dadas a los hombres por ninguna divinidad. Fueron elaborados por el talento compartido y la fuerza mental de la especie. Son logros dignos de ser celebrados, no dones divinos. 

* El alma muere. El alma humana está hecha del mismo material que el cuerpo humano. El hecho de que no podamos situar físicamente el alma en ningún órgano en particular solo significa que está hecha de partículas extraordinariamente pequeñas unidas entre sí por las venas, la carne y los nervios. No tenemos instrumentos con precisión suficiente para pesar el alma: en el momento de la muerte esta se disipa como «ocurre cuando se ha evaporado el aroma de un vino, o cuando el suave perfume de una esencia se ha dispersado en el aire» (3.221-222).

* No existe el más allá. Los humanos se han consolado y se han atormentado también a sí mismos con la idea de que hay algo que los espera cuando mueren. O bien se dedicarán a recoger flores toda la eternidad en un jardín paradisíaco en el que nunca soplan vientos fríos o bien tendrán que desfilar ante un juez severísimo que los condenará, por sus pecados, a un dolor interminable (dolor que de manera misteriosa requiere que, una vez muertos, tengamos una piel sensible al calor, aversión al frío, hambre y sed físicas, etcétera, etcétera). Pero una vez que asumimos que nuestra alma muere junto con nuestro cuerpo, comprendemos también que no puede haber castigos ni premios póstumos. La vida en esta tierra es todo lo que tenemos los humanos.

* La muerte no es nada para nosotros. Cuando morimos —cuando las partículas que se han fusionado para crearnos y mantenernos tal como somos se han separado—, no habrá ni placer ni dolor, ni deseo, ni miedo.
-Hereje quemado en la hoguera-

* Todas las religiones organizadas son ilusiones de la superstición. Esas ilusiones se basan en deseos profundamente arraigados, en el miedo y en la ignorancia. Los humanos proyectan imágenes del poder, la hermosura y la seguridad perfectas que les gustaría poseer. Modelando a sus dioses según esas imágenes, se hacen esclavos de sus propios sueños.

* Las religiones son invariablemente crueles. Las religiones prometen siempre esperanza y amor, pero la estructura profunda que las sostiene es la crueldad. Por eso tienden a desarrollar fantasías acerca de premios y castigos y a suscitar irremediablemente la angustia entre sus adeptos. El emblema más característico de la religión —y la manifestación más clara de la perversidad que se oculta tras ella— es el sacrificio de un hijo por uno de sus progenitores. Este mito lo incorporan casi todas las religiones desde las más antiguas orientales hasta Ifigenia por Agamenón o Isaac por Abraham. Lucrecio escribió su obra en torno al 50 a. C. por lo que desconocía el grandioso mito de sacrificio que acabaría dominando el mundo occidental; aunque no le habría sorprendido lo más mínimo.

* No hay ángeles, ni demonios ni fantasmas. No existen espíritus inmateriales de ninguna especie. Las criaturas con las que griegos y romanos poblaban el mundo —hadas, harpías, demonios, genios, ninfas, sátiros, dríades, mensajeros celestes y los espíritus de los muertos— son completamente irreales. Más vale olvidarlas.

* El fin supremo de la vida humana es la potenciación del placer y la reducción del dolor. Deberíamos organizar nuestra vida en aras de la búsqueda y la consecución de la felicidad. No hay fin ético más elevado que facilitar esa búsqueda a nosotros mismos y a nuestros congéneres. Cualquier otra pretensión —el servicio al estado, la glorificación de los dioses o de un príncipe, la dura búsqueda de la virtud a través del autosacrificio— es errónea o fraudulenta. Las necesidades del hombre son bien sencillas. No saber reconocer los límites de esas necesidades conduce al ser humano a una lucha vana y estéril por conseguir cada vez más y más cosas.
La mayoría de las personas comprenden racionalmente que los lujos que ansían son, en su mayor parte, absurdos. Pero, del mismo modo que es difícil resistirse al temor de los dioses y del más allá, también lo es resistirse a la idea compulsiva de que la seguridad propia y la de nuestra comunidad puede aumentarse de alguna manera por medio de actos de desenfrenada codicia y de conquista. Esos actos, sin embargo, no vienen más que a reducir las posibilidades de felicidad y hacen correr a los que los emprenden el riesgo de fracasar.

* El mayor obstáculo para el placer no es el dolor, sino las ilusiones. Los principales enemigos de la felicidad humana son el deseo desordenado —la fantasía de alcanzar algo que está por encima de lo que permite el mundo finito de los mortales— y el miedo que corroe. Incluso la temida peste -según Lucrecio- es sumamente horrible no por los sufrimientos y la muerte que acarrea, sino también y sobre todo por el «desasosiego y el pánico» que desencadena.

Es perfectamente razonable que intentemos evitar el dolor: de hecho esa evitación es uno de los grandes pilares de todo su sistema ético. Pero ¿cómo es posible evitar que esa aversión natural se convierta en pánico, un pánico que no conduce más que al triunfo de los sufrimientos? Y, de manera más general, ¿por qué son tan infelices los humanos?

La respuesta a esta cuestión, pensaba Lucrecio, tenía que ver con el poder de la imaginación. Aunque son finitos y mortales, los hombres son presa de la ilusión de lo infinito: el infinito placer y el dolor infinito. La fantasía del dolor infinito nos ayuda a explicar su propensión a la religión: en la creencia errónea de que su alma es inmortal y por tanto está sujeta a una eternidad de sufrimientos, los hombres imaginan que de alguna manera podrán negociar con los dioses un resultado mejor, una eternidad de placer en el paraíso. La fantasía del placer infinito nos ayuda a explicar su propensión al amor romántico: en la creencia errónea de que su felicidad depende de la posesión absoluta de un único objeto de deseo sin límite, el hombre es presa de un hambre y una sed febriles e insaciables que solo pueden provocar angustia y no felicidad.
En algunos pasajes de notable franqueza Lucrecio observaba que en el acto mismo de la consumación sexual los amantes siguen siendo presa de deseos que no pueden satisfacer:
"Incluso en el momento de la posesión el ardor del amante fluctúa incierto y sin rumbo, dudando si gozar primero con las manos o con los ojos. Aprietan hasta hacerle daño el objeto de su deseo, hiriendo su cuerpo, a veces clavan los dientes en los labios amados, y los lastiman a fuerza de besos" (4.1076-1081).
El sentido de este pasaje —parte del cual era, según W. B. Yeats, «la mejor descripción del acto sexual que se ha escrito nunca»— no es animar a una forma más decorosa y moderada de hacer el amor. Es tomar nota del elemento de apetito insatisfecho que acompaña incluso a la realización del deseo.

* Comprender la naturaleza de las cosas produce un profundo asombro. La constatación de que el universo está formado de átomos y vacío y nada más, de que el mundo no ha sido hecho para nosotros por un creador providencial, de que no somos el centro del universo, de que nuestra vida emocional no es más distinta de nuestra vida física que la de los demás seres, que nuestra alma es tan material y mortal como nuestro cuerpo: todo esto no es motivo de desesperación. Por el contrario, darnos cuenta de cómo son realmente las cosas constituye el paso fundamental hacia la posibilidad de alcanzar la felicidad. La insignificancia humana —el hecho de que las cosas no giren en torno a nosotros y a nuestro destino— es, subrayaba Lucrecio, la buena noticia.
El origen de la filosofía, se había dicho muchas veces en el mundo antiguo, era el asombro: la sorpresa y el desconcierto llevaban al deseo de conocer, y el conocimiento a su vez suponía el fin del asombro. Pero en la versión de Lucrecio ese proceso va en cierto modo al revés: es el hecho de conocer cómo son las cosas lo que despierta el asombro más profundo.




Stephen Greenblatt, El Giro. Editorial Crítica

jueves, 4 de agosto de 2016

Las TINIEBLAS y otros Cuentos - de Leonidas Andreiev








Pesimistas son estos cuentos de Andreiev que hurgan en la condición humana.
Protagonizados por revolucionarios desesperados, prostitutas, perros vagabundos y burgueses en su hora de la verdad; rezuman amargura y escepticismo.

En el cuento que da título al volumen, un revolucionario acosado por la policía se esconde en un prostíbulo. Desesperado y sin fuerzas necesita descansar una noche antes de acometer su atentado; por eso Alexéi se encierra en una habitación con Liuba, la prostituta más angelical. Los dos personajes son antagónicos y las horas de la noche les harán contrastar sus vidas: la cándida entrega a un ideal contra la vil entrega a la perdición. Este palpitante diálogo les ayudará a reconocerse en sus valores y creencias. El revolucionario verá tambalearse sus ideales mientras Liuba comenzará a intuir un amor que quizás la libere de su soez supervivencia. Cada uno vive un tormento y cree ver en la vida del otro su redención.
"-¡A la salud de los nuestros!
-Es decir, ¿de tus camaradas? -preguntó ella muy bajo.
-¡No; bebo a la salud de estos, de los nuestros! ¡A la salud de todos los canallas, de los bribones, de los cobardes, de todos los que están aplastados por la vida, que mueren de sífilis!...
Las mujeres rieron, pero la gorda le dijo con tono de reproche:
-¡Eso es ya demasiado querido!
-¡Calla tú! -gritó Liuba-. Es mi bien amado.
-Bebo a la salud de los ciegos de nacimiento. Saquémonos los ojos porque da vergüenza mirar aquellos que no ven. Si nuestros ojos no pueden servirnos de linternas para iluminar las tinieblas de la vida, arranquémoslos y ¡viva la noche! Si todo el mundo no puede entrar en el paraíso, no lo quiero para mí. ¡Abajo la luz, vivan las tinieblas!" pág. 47
Finalmente, el  amanecer romperá todo atisbo de sueño. Y esta es una de las características más destacadas del libro. Sus protagonistas suelen vislumbrar la felicidad o la redención antes de ser absorbidos por esas tinieblas a las que alude el título. 

Las tinieblas que acechan al revolucionario también lo hacen sobre un niño que vive una vida miserable en una ciudad mugrienta (Petka en el campo), hasta que su madre lo lleva una temporada a la finca donde trabaja. También sobre Bribón, un perro abandonado que durante el verano será apadrinado por una familia en una dacha. Todos acabarán engullidos por la tinieblas. Como la pareja que pasea su amor inocente por el bosque (El abismo) sin darse cuenta de que la noche se les echa encima. 

Para el autor siempre hay un abismo acechando nuestras vidas y el caso extremo es la muerte, última derrota. En Había una vez, se nos relata la historia de Lorenzo Petrovich Koscheverov, hombre que ha disfrutado de recursos y salud, desde el momento en que es internado en un sanatorio del que no habrá de salir. 
"Excepto la primera noche, cuando Lorenzo Petrovich lo olvidó todo en un profundo sueño, no dormía ninguna noche, asaltado por una multitud de pensamientos conturbadores. Las manos cruzadas bajo la nuca, inmóvil, fijaba la mirada en la lámpara eléctrica cubierta con una pantalla. No creía en Dios, no tenía apego a la vida y no temía la muerte. Había derrochado todas sus fuerzas vitales estúpidamente, inútilmente, sin ningún placer. Cuando todavía era joven y tenía hermosos cabellos robaba el dinero a su amo, le pegaban cruelmente con frecuencia y odiaba a los que le pegaban. Convertido él mismo en amo aplastaba con su dinero a la gente baja, a quien despreciaba y a la que inspiraba odio y terror. Cuando vinieron la vejez y la enfermedad comenzaron a robarle a su vez, y si cogía a alguno le pegaba cruelmente, sin compasión. Tal era toda su vida. Estaba llena de odios y de injurias. Las chispas de amor se extinguían en seguida en aquella atmósfera, no dejando tras sí mas que frías cenizas en el corazón. Ahora quisiera aislarse de la vida, encontrar el olvido. Despreciaba profundamente su propia estupidez y la de los demás." pág 67
O en La nada, donde el protagonista muerto recibe la visita del Diablo que le propone elegir entre la Nada o la vida eterna.
"(La vida eterna es) En el Infierno. No es eso precisamente lo que usted hubiera deseado, pero así y todo es la vida. Tendrá usted algunas distracciones, conocimientos interesantes, conversaciones... y sobre todo conservará su "yo". En fin, habrá de vivir usted eternamente.
-¿Y sufrir?
-Pero ¿qué es eso del sufrimiento? -y el diablo hizo una mueca-. Eso parece terrible hasta que uno se acostumbra. y debo decirle a usted que es precisamente de la costumbre de lo que se lamentan allí." pág 82
Como se ve, en los relatos se combinan el pesimismo y la angustia con lo fantástico y tragicómico. El autor se muestra dolorosamente escéptico respecto al género humano.

Andreiev es uno de los grandes escritores rusos anteriores a la Revolución y está considerado como un continuador de Gorki y de Chejov. Lideró el movimiento del expresionismo ruso de principios de siglo XX. Sus escritos delatan su preocupación en torno a la enajenación, la soledad y la falta de espiritualidad del hombre contemporáneo. También la indiferencia de la sociedad hacia el individuo.

Ayudó a los revolucionarios por lo que fue encarcelado. Sin embargo sus dudas sobre la revolución socialista quedaron expuestas en su obra de teatro "¡SOS, ayuda!" y en sus relatos "Así fue" y "Las tinieblas", que rezuman escepticismo.
Entre sus obras literarias más destacadas se encuentran La Risa Roja (1905), Los Siete Ahorcados (1905), Las Tinieblas y otros Cuentos (1916), y El Diario de Satanás (1921), publicada como obra póstuma.
En esta última novela se vuelven a mezclar elementos realistas y fantásticos. Satanás, aburrido del infierno, quiere sentir lo que un hombre. Por ello se encarnará para vivir las mentiras y diversiones que procura la comedia humana. 

miércoles, 3 de agosto de 2016

La BRUJA - de Robert Eggers

Terror feminista, terror de atmósfera, terror religioso....Hacía tiempo que no leía tanto alboroto alrededor de una película de terror. The Witch ha sido todo un fenómeno desde que se estrenó en Sundance en 2.015 -donde consiguió el premio al mejor director- y luego abrió el Festival de Sitges. Pero creo que el parloteo ensordecedor puede acabar enterrando o distorsionando una película.

Estamos en Salem, Nueva Inglaterra, año 1630. En una de aquellas comunidades de colonos puritanos donde nacieron los actuales EEUU. Los tiempos son duros para abrirse camino y la pequeña aldea mantiene sus estrictas normas con brazo de hierro. Por diferencias en la interpretación de los evangelios, una familia al completo es expulsada. Tendrán que sobrevivir en los bosques cercanos donde, según la creencia popular, habita el mal. Como se ve, la historia se ambienta en la histeria que se generó alrededor de las brujas, cuyo apogeo llegó con los famosos Juicios de Salem, en 1692.

Desde el principio todo se tuerce. El hijo recién nacido desaparece, los cultivos se malogran, los animales tienen comportamientos insólitos. Con la paranoia en ascenso, tanto la madre como los hermanos pequeños comienzan el acoso sobre la hija adolescente, a la que llegan a acusar de brujería.

La ambientación histórica es formidable, la sutileza con que la inquina se extiende por la familia soberbia; la incertidumbre creciente. El director y guionista se basó en documentos y leyendas de la época en su intento por reproducir ese ambiente malsano y supersticioso. Conseguido. 

Creo que la película juega sus mejores bazas en el terror cotidiano de cómo una comunidad construye su propio infierno. Sometida al aislamiento, a merced de una naturaleza salvaje, al miedo y a la superstición; esa familia genera su gangrena moral precisamente a instancia de sus prejuicios y creencias. Estos colonos puritanos enardecidos por su fanatismo religioso y aplastados por una soledad cósmica (la física del bosque, pero también la metafísica por el abandono de su dios que los somete a miseria y desamparo) terminan encarnando sus demonios en la hija adolescente, el chivo expiatorio.

Más que terrorífica, la película es en grado sumo perturbadora. Me quedo con esos dos primeros tercios donde se expone la descomposición de la familia en base a una crítica del fundamentalismo religioso; cuyas herramientas más habituales son la superstición, el miedo y la intolerancia. Es una lástima que no se haya profundizado más en la relación con la madre (celosa ante la pujanza de la hija) o en las pulsiones de la joven que quiere liberarse de la miseria o en su relación con lo mágico. Es magnífica la ambientación física y moral, a la que el director dota de una crudeza digna de elogio. 

....Aunque finalmente la película acepta el elemento sobrenatural. Aparece el Maligno, al que la joven se entrega. Un clásico juego de profecía autocumplida. Sin embargo yo creo que esta opción tiene que ver más con lo comercial que con lo que el desarrollo previo de la historia demandaba. Un juego donde el Maligno se nutre de la represión y el extravío puritano.

Cada personaje parece encarnar un pecado. El del padre es el orgullo (los jueces le advierten que él es el acusado y ellos quienes deben juzgarle), el de la madre la avaricia (le enoja su pobreza y la desaparición de una copa de plata se convierte en una nueva acusación hacia su hija, a la que llega a proponer vender a una familia).

No me parece relevante el aspecto feminista que muchos creen ver en la liberación de la joven, cuando acude -finalmente dichosa- al aquellarre en el bosque (por otro lado espléndidamente rodado). Recordemos que no es la primera vez que el Ángel Caído es visto como una liberación.





P.D. Tiendo a pensar que esta película está relacionada, por supuesto con El Bosque, de Shyamalan, en cuanto a comunidad paranoica; Pero también con Bone Tomahawk. Ambas son extrañas y alucinadas. Poseen un enfoque realista y descarnado que parece indicar que el maligno podemos ser nosotros mismos, sin aditamento sobrenatural. Asimismo nos trasladan a épocas donde la vida civilizada se ve acosada por miedos ancestrales. Se podría hablar de terror atávico o antropológico.