viernes, 22 de abril de 2016

NADIE es MÁS de AQUÍ QUE TÚ - de Miranda July













Una vez que comprendí que podía escribir sobre mí misma como si fuera un personaje, resultó fácil”, ha declarado July en una entrevista; y no hay mejor manera de definir su obra. Tintes autobiográficos, desoladora sinceridad, maravillosamente narrados.

Sus personajes se cuecen en una bullente intimidad que no logra fructificar. Los relatos tienen el aroma de la insatisfacción, la vida fallida, la falta de sintonía con todos y todo lo que sucede alrededor. Miranda July coge el "Yo soy yo y mis circunstancias" de Ortega y Gasset y lo cercena, "Yo soy yo". Desconectada de unas circunstancias que tienden a ignorarme. Incluso en el relato Mon Plaisir, llega a plantearse la condena de la existencia.
"Me tumbé en el suelo del dormitorio y miré debajo de la cama. Me vinieron a la cabeza los mismos pensamientos que tuve anteriormente en torno al documental sobre las hormigas. Civilizaciones enteras. Igual que la nuestra. En el subsuelo. Me di la vuelta y me tumbé boca abajo, y, presionando los labios en la alfombra, canté esa canción que dice: ´¿Por qué tengo que ser una adolescente enamorada?´. Pero suprimiendo lo de la adolescente enamorada. ´¿Por qué tengo que ser?´" pág 118
Las historias de estos relatos son inquietantes y perturbadoras. Sus protagonistas son seres solitarios y abrumados que, por diferentes motivos, no logran participar del mundo y de la vida. Aunque de un modo extremo, todos podrían estar representados en esa joven agorafóbica que recibe la desenfada visita de El niño de Lam Kien. Esos inocentes minutos compartidos son una verdadera liberación. Pero cuando el niño se va vuelve el vacío.
"Abrí la puerta y se marchó sin despedirse. Lo observé mientras cruzaba la calle, de vuelta a la peluquería Lam Kien. La puerta se cerró tras él. Yo cerré la mía y me dediqué a escuchar el sonido de la succión. Era el sonido de la Tierra al alejarse precipitadamente de mi apartamento a una velocidad tal, que resultaba difícil imaginarla. Y, mientras todas las cosas de la Creación eran arrancadas de cuajo por aquel vórtice similar a un tornado, se oyó su risa: la risa sarcástica de lo que nunca ha tenido que esforzarse por nada" pág. 82
Diane Arbus -Autorretrato-
Los cuentos de Miranda July son viscerales y brutalmente sinceros. Retrata a personas ordinarias que viven una extraordinaria vida interior. Sus páginas nos reflejan sus pasiones, anhelos y fracasos de forma descarnada. En una revista identificaban -muy acertadamente- los cuentos de Miranda July con los retratos de Diane Arbus, frontales y directos, ofreciendo una carta de naturaleza a la anomalía.

Doy vueltas al libro y a los personajes, y vuelvo al título: Nadie es más de aquí que tú. ¿De dónde? me pregunto.  De este planeta, de esta forma de vida (occidental se supone). Pero los personajes no encajan. Y entonces caigo en la cuenta. Para July estas personas son esencialmente humanas, y por eso mismo dolientes. Es la vida la que se ha desencajado.

El libro contiene cuatro relatos, un poco más largos que el resto, que son verdaderos estudios entomológicos del alma humana. Los personajes están tan bien desarrollados y la narración posee tal viveza, que casi se entrevé el guión de una película con alguno de ellos. Algo que no necesita nada, narra la historia de una joven enamorada de su mejor amiga, con la que se va de casa. Pero todo sale mal y acaba prostituyéndose en un peep-show bajo la advocación de Natassja Kinski en París,Texas; film con el que, evidentemente, guarda muchas concomitancias.

Otro de esos cuentos largos y brillantes es El arte de contar historias a los niños, donde una chica cuida de la niña de una pareja amiga. El juego de relaciones entre la cuidadora y la niña; y entre ambas y los padres, más la intromisión de un terapeuta de pareja es fantástico. Aunque el resultado de este juego sea, como casi siempre, una aflicción.

Haciendo el amor en el 2003 recorre las ensoñaciones de una joven con un bulto oscuro que es a la vez su amante y el eco de sus frustraciones.
El cuarto relato que quiero subrayar es Mon Plaisir, uno de mis favoritos. Un matrimonio se va quedando hueco y de pronto atisban una felicidad perdida cuando conviven, como un matrimonio figurante, en un rodaje.
"Que imponente estaba con aquella camisa y su nuevo corte de pelo. Sirvió más vino, levantamos las copas y dijimos moviendo mudamente los labios: ¡Por nosotros! Con aquel "nosotros" entendía que ambos queríamos decir aquellas dos personas que acababan de conocerse en el restaurante Mon Plaisir, no nosotros. Deslicé una mano por la mesa y Cari, sin pensarlo, me la cubrió con la suya. Me encendí como una cerilla... Y corten." pag 124
La búsqueda de la identidad, la frustración, la infelicidad, la soledad. El itinerario de estas narraciones por la geografía emocional contemporánea es exquisito y cálido como la sangre que mana de una herida. Las protagonistas (la autora) no temen quedar emocionalmente expuestos ante nosotros.

Diane Arbus -Autorretrato- 
En muchos relatos existe la tensión de la identidad. Algunos personajes dicen no reconocerse. "Aquello fue lo que fue porque yo no era exactamente yo". 

También en el relato Diez verdades encontramos algo semejante en una secretaria que, de tanto atender a la mujer de su jefe, acaba teniendo una relación con ella.
"Oficina de Rick Marasovic.
Dana, soy Ellen.
Hola, Ellen.
¿Está Rick?
Acaba de salir. ¿Quieres que le diga algo?
¿Te importa decirle que volveré a casa tarde?
¿Por qué tan tarde?
Porque tengo clase de costura para principiantes.
¿Dónde?
En el Centro de Educación de Adultos.
Ah. Se lo diré.
Era una mano extendida, la palma seca y abierta de una mujer, y yo la estreché. Me fui a casa más temprano de lo habitual para revisar el apartamento antes de ir a clase. Quería mirarlo todo a través de sus ojos. Siempre lo hago antes de que alguien nuevo entre en mi vida. Intento hacerme una idea de quién soy yo para que a esa persona le resulte más fácil conocerme." pág 103

Intento hacerme una idea de quién soy yo. Ése es el abismo. Acrecentado porque no somos nada sin los demás, sin una sintonía en la que participar. "Cuatro personas solas con todos los sentimientos que nos profesábamos mutuamente, equivocados", leemos en la página 141. 

Otro de los puntos referenciales en los relatos es la insatisfacción, tanto vital como amorosa.
"Otras cosas que entran en esa categoría serían las siguientes: Mi ira contenida y sin motivo concreto. Y: la sensación de que hay un "siguiente nivel" y que yo debería estar en él." pag 113 
Y también.
"En el sueño recurrente, todo está ya destruido, y yo estoy debajo. A veces, gateo durante días, bajo los escombros. Y, mientras gateo, me doy cuenta de que ése fue el Gran Terremoto. Resultó ser el terremoto que hizo temblar el mundo entero y que destruyó todo. Pero ésa no es la parte espeluznante. Esa parte siempre viene justo antes de que me despierte. Estoy gateando, y entonces, de repente, recuerdo: el terremoto ocurrió hace ya años. Este dolor y esta agonía son del todo normales. Así es la vida. En realidad, reconozco que nunca hubo un terremoto. La vida funciona de esa manera, como un cataclismo, y estoy loca de ganas de que me pase algo diferente." pág 29
Fotografía de Diane Arbus
El estilo es muy fresco y dinámico. El monólogo interior posee vivacidad y tiene continuidad en los diálogos. El relato que hacen los personajes de sus cuitas es mordaz y desenfadado. No falta el humor ni un muy personal erotismo. La cadencia narrativa tiene un punto de amargura, sí; pero aún así tremendamente vital. Todos los personajes están ojo avizor sobre la vida, aunque sea un mecanismo que les resulta del todo extraño.

Los encuentros amorosos suelen ser gélidos y distantes, como si fuese el encuentro entre dos mundos improbables. La sexualidad es a veces morbosa como la que se da entre dos hombres jubilados, entre un padre y su hija o en un marido que sólo se excita cuando su mujer lo amamanta. En Los movimientos, un padre deja como única dote, a su hija heterosexual, el aprendizaje de los movimientos para hacer feliz a otra mujer.

No todos los cuentos se autorreferenciales y femeninos. La hermana supone un ejercicio de imaginación desde el sexo masculino y en edad de jubilado. La historia de estos dos hombres jubilados camina con delicadeza entre la sordidez y la dulzura.

Federico Erra
En muchos de los relatos encontramos un clic, algo o alguien que provoca la introspección o la ensoñación en la que cae la protagonista. Lo que suele llevarle a constatar su desolación. El hombre de la escalera, el bulto, el niño de Lam Kein, la hermana del viejo, el club de natación que entrena en una palangana. Todos ellos no son más que un espejo donde se miran los protagonistas.  

Fracasados, turbios, solitarios y perplejos. Los personajes de Miranda July poseen la fascinación de lo extraño y nos instruyen sobre una parte muy recóndita del alma.
¿Estás mosqueado? Líate a puñetazos con una almohada. ¿Te has quedado satisfecho? Ni pizca. Hoy en día la gente está demasiado mosqueada para limitarse a dar puñetazos. Lo que deberías intentar es apuñalar. Coge una almohada vieja y llévatela al jardín. Apuñálala con un gran cuchillo afilado. Una y otra vez. Con fuerza, para que la punta del cuchillo llegue hasta la hierba. Apuñálala hasta que la destroces, hasta que lo que estés apuñalando sea la tierra, una y otra vez. Como si quisieras matarla por seguir girando, como si te vengaras de ella por tener que vivir en este planeta día tras día, solo.







MIRANDA JULY,  escritora, directora de cine, guionista, actriz, música y artista audiovisual. Su obra es ella misma. Muy personal, muy íntima, de gran intensidad emocional. Sincera.
Se presentó en 2005 con la película Tú, yo y todos los demás (Me and You and Wveryone We Know), demostrando que tenía un mundo propio. Con esta colección de pequeñas historias tiernas, complejas, fantásticas y poéticas consiguió el premio del Jurado en Sundance y la Cámara de oro en Cannes. En su universo, las personas corrientes se convierten en personajes luminosos que hablan de sus pensamientos más íntimos, siguen secretos impulsos y experimentan momentos de sincera humanidad que a veces se acercan a lo surrealista.

Tras el éxito de esta primera película, escribió la colección de cuentos que nos ocupa. A la vista de ambos la película parece un ensayo previo de los relatos. Son estos mucho más oscuros, igual de poéticos pero más radicales y el optimismo de la película se ha perdido por el camino.
Con este volumen consiguió el premio Frank O´Connor de relatos. A este primer libro lo siguió una novela, El primer hombre malo; la cual podría considerarse como una especie de continuación de algunos de estos cuentos.
El siguiente libro fue Te elige (Seix Barral, 2011), una recopilación de entrevistas a personas que habían puesto anuncios de venta en un boletín gratuito de Los Angeles. Al conocer estos anuncios de los más variopintos objetos, la autora quiso conocer la historia de quienes estaban detrás.

Esta forma de recolectar algo del público para convertirlo en una obra ya lo hizo en sus inicios con Learning To Love You More (2002). Allí July y el artista Harrel Fletcher propusieron una lista de tareas que las personas podían llevar a cabo. Recibieron dibujos, fotos y vídeos de unas 8.000 personas a lo largo de siete años. Todo este conjunto forma parte de la colección permanente del MOMA de San Franscisco.





Fotografía de Diane Arbus
P. D.
Diane Arbus es conocida por sus autorretratos y retratos de "deformes". Antes de retratar a celebridades como Norman Mailer o Mae West, Arbus recorrió, en los sesenta, los barrios más conflictivos de Nueva York. Pretendía retratar a personajes marginales o con algún tipo de anomalía: enanos, gemelos, enfermos mentales, gigantes, nudistas, prostitutas e incluso fenómenos de circo. Sus retratos son directos y desoladores, como los relatos de July.
Los personajes de Arbus miran directamente a la cámara. Su intención era producir en el espectador "temor y vergüenza". Cuando fotografiaba personas "normales" jugaba con sus emociones y gestos de dolor con la intención de desfigurarlos; mientras que sus personajes marginales aparecían serenos y espléndidos. Arbus quería borrar las líneas que separan lo normal de lo monstruoso.
Buscaba una mirada nueva y fue pionera en el uso del flash de relleno. Diane Arbus marcó una diferencia en la temática de la fotografía aproximándose a los sujetos en el contexto de sus vidas, tratando de mostrar un poco de lo que ellos vivían. 

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