sábado, 30 de abril de 2016

TORO - de Kike Maíllo

Secuencia de introducción. Una echadora de cartas entreve una amenaza, le sigue un asalto, una persecución de coches. Perfecta. 
A continuación títulos de crédito, un hechizo visual mezcla de True Detective y James Bond, mientras suena "Le di a la caza alcance" interpretada por  Estrella Morente. Maravillosos. 
Después de estos diez minutos intensos y precisos ya no espero que la película falle. Y no falla. Un thriller criminal amargo y contundente. Rodado milimétricamente por un director dotado de oficio, firmeza y un gran conocimiento cinematográfico. Todo ello corroborado en los 25 últimos minutos de la película  (el asalto de Toro a la fortaleza de su jefe) que te dejan sin aliento.


Toro quiere salirse del mundo delincuente en el que lleva metido toda su vida. Pero en su último golpe es detenido. Años después se mantiene alejado de todo. Lleva un taxi, tiene novia y planes. Pero su hermano Jose (Luis Tosar) ha vuelto a cagarla y el capo Rafael Romano (Jose Sacristán) se lo va a cargar. Toro acude a la llamada de la sangre. Intuye que su destino no le va a dejar escapar. Es fácil acordarse de Robert Mitchun en Retorno al pasado, de Jacques Tourneur. En la más reciente y magnética Una historia de violencia con Viggo Mortensen; o incluso en el Carlitos Brigante de Carlito´s way, de Brian de Palma.

Toro comparte con La isla mínima al guionista Rafael Cobos y bien que se nota. En ambas cultiva su gusto por las tramas criminales y por su territorio, Andalucía. El dibujo de la trama es perfecto, con la echadora de cartas abriendo y cerrando la función, estableciendo el fatum que perseguirá al protagonista. Aunque en el medio hay algunas soluciones facilonas que debieran haberse pulido (¿por qué Romano no cae sobre López y su hija, en el hotel, sino que simplemente lo llama?. O el encuentro entre Romano y Tita en el molino, que está resuelto con prisa y ligereza).

Pese a ello, el guión le ofrece a Maíllo estupendos mimbres para componer una película intensa y llena de detalles. Por ejemplo las sentencias que suelta Romano ("España es un país de malos hermanos"), el significado que adquiere la presencia del coche color de rosa o la carta del caballo de espadas, cuyo vuelo sobre el tapete abre y cierra la película conformándola como una profecía autocumplida. O la relación de Toro con su reloj. Cuando lo abandona en el hospital todos sabemos lo que significa.

Podemos decir que como thriller es inferior a La isla mínima, otro guión de Rafael Cobos. O que como película es inferior a Eva, la anterior y maravillosa película de Kike Maíllo. Pero este Toro tiene un trazo seco y nada complaciente que alberga sabiduría en cada plano. 

El territorio mítico que dibujaba La isla mínima no aparece tan logrado en esta cinta: los hoteles costeros, ya un poco antiguos, o la imaginería de la Semana Santa, por la que tanto fervor demuestra el capo, no acaban de convertirse en un referente tan perturbador como aquellas marismas y canales. Pero este mapa andaluz un tanto insólito es consistente gracias a la fotografía de Arnau Valls que, con esas montañas de apartamentos en la costa y esos colores tan peculiares, lo hace reconocible.

Creo que los dos valores que sostienen la película son las imágenes que ha rodado Maíllo y montado de forma eléctrica Elena Ruiz y las interpretaciones magnéticas del trío protagonista.

En el capítulo visual no sólo están el prólogo y el desenlace, extraordinarios; también las persecuciones de coches (la que transcurre por el cauce del rio Guadalmedina es espectacular; sin olvidar la escena que precipita todo, cuando Toro vuelve al apartamento para encontrarse con su novia. O en la que los dos hermanos van a ver a Don Rafael Romano para rescatar a la niña: El montaje establece un juego de tensión y miradas cruzadas casi de western.


En el capítulo de interpretaciones Sacristán tiene una presencia y una voz imponentes. Todo un lujo de malvado. Adornado además con ese tufillo a velas y rosarios que a algunos mafiosos les gustan tanto. El nombramiento de Hermano Mayor de la cofradía del Santo Silencio define perfectamente su poder.
Por su parte Tosar nos demuestra lo versátil que es.  Mucha gente lo ve simplemente como un tipo duro, un sempiterno Malamadre; pero eso significaría olvidar personajes tan vulnerables y desvalidos como el Crisanto de Operación E o este Jose gafado y pusilánime al que el actor presta todo su carácter.


Siendo así que el asalto de Toro a las Torres de apartamentos Romano me recuerda al de Lee Marvin en Point Blank; constato el nuevo giro que presenta el cine español. Se desperezó hace unos años con una buena ración de películas de terror y últimamente pulsa con nitidez las cuerdas de un thriller perfectamente nacional; donde hay malvados, asesinos y corruptelas mezclados con patria, religión y lazos de sangre. A las pruebas me remito, con la reciente El Desconocido de Dani de la Torre o el ya consagrado Alberto Rodríguez (Grupo 7 y La Isla Mínima). Sin olvidar a Enrique Urbizu que ya en 2002 nos sorprendió con La caja 507, con la que este Toro comparte territorio, la Costa del Sol.

lunes, 25 de abril de 2016

El COMPLOT MONGOL - de Rafael Bernal

El Blog  ElEscobillón.com, del canario Eduardo García Rojas, me planta esta InCitación en la cara y ya sólo pienso en leer a este pinche mejicano.....y volver a visitar este blog cuya sección de libros me resulta estimulante.







"Rafael Bernal fue diplomático, maestro, historiador, poeta y escritor. Entre sus libros destaca una novela que los mejicanos consideran como pionera del género policíaco en su país, El complot mongol. Título que por suerte recuperó, para el mercado de habla española, la editorial Libros del Asteroide hace tres años en una cuidada edición que cuenta con un prólogo de Yuri Herrera y un epílogo que firma Elmer Mendoza; ambos dos escritores de novela policíaca, y ambos dos rendidos admiradores de la obra de Bernal, y en concreto de esta deliciosa y muy mejicana El complot mongol. El título revela la excelente cintura que tuvo su autor para moverse en las movedizas aguas de un género que hoy, desgraciadamente, cultiva cualquiera.


La acción de la novela se desarrolla en el D.F. de los años sesenta y está protagonizada por un detective privado de gatillo fácil que responde al nombre de Filiberto García, quien junto a un agente de la CIA y otro de la KGB, debe evitar el atentado al presidente de los Estados Unidos de Norteamérica durante una visita a Méjico. Manejan los hilos en la sombra los chinos aunque, como en toda novela policíaca que se precie, nada es lo que parece.

Uno de los hallazgos de esta novela tan mejicana, y cuando reiteramos lo de mejicano es porque se trata de una novela tremendamente mejicana, no ya por su protagonista, sino por la forma en cómo está escrita –pinche los gringos–, muy mejicana; es su personaje protagonista, Filiberto García, un investigador de sesenta años que se describe a sí mismo como “un fabricante de muertos” y que ocasionalmente trabaja para la policía encargándose de los asuntos sucios, esos que manchan las manos.

La vida de Filiberto García, no iba ser menos, es una vida triste, de hombre solitario, que está cuajada de recuerdos amargos que revelan al lector el carácter de un profesional que está acostumbrado a exclamar pinche porque la vida que lleva es la que es, y parece que se siente cómodo en ella ; hasta que irrumpe en su violenta existencia una chinita de nombre Martita que le enciende una de esas luces que permanecían apagadas en su corazón.

Porque Filiberto García además de conocer muy bien las calles del D.F., se mueve como pez en el agua en ese barrio chino en el que asiáticos que pronuncian la r como l trapichean con opio mientras pierden el tiempo jugando, pongamos por caso, al dominó.

Desconcierta, y probablemente perturbará a algunos, las voces a las que recurrió Rafael Bernal parea contar este relato que no carece de humor. Voces en las que se mezcla con notable pericia narrativa la primera y la tercera persona mientras las páginas se van llenando poco a poco de cadáveres a medida que el investigador privado se acerca al final.
Lourdes Mayola Narváez

Como en toda novela policíaca que se precie, la conclusión no puede ser más amarga. Y no vamos a revelar, obviamente, el por qué, aunque sí que diremos que el complot no habla tanto del intento de asesinar al presidente de los Estados Unidos de Norteamérica como de Méjico; cuando la trama se complica con luchas de poder en la sombra. Manos en la sombra que utilizan a Filiberto García como una marioneta para la consecución de sus fines, solo que ignoran que este personaje es mucho personaje. Y que las vidas que ha segado y los difuntos que acumula en su memoria son demasiados cadáveres como para no tomárselo en serio.

La burla del diablo es que los que manejan los hilos piensan que García es solo un ejecutor, y que como ejecutor no tiene nada en la cabeza. Allá ellos, porque este filósofo de la calle, este hombre que se acostumbró a matar a sus semejantes y a vivir de espaldas al amor; además de un profesional del crimen también lo es para resolver un caso tan aparentemente complejo como en el que termina enredándose.

Vale, está bien que no pueda ser comparado con el frío racionalismo de Sherlock Holmes ni con el alado romanticismo de Marlowe, pero ni falta que le hace porque el Filiberto García que diseña Rafael Bernal sabe estar en el sitio que ocupan uno y otro."




Sección realizada por Genevive Rae


El Centro Histórico de la Ciudad de México en colaboración con la Editorial Planeta idearon la realización de unos murales en espacios públicos para conmemorar los 100 años del nacimiento de Rafael Bernal, autor de la primera novela negra mexicana, El Complot Mongol. Cuatro pintoras realizaron sendos murales relacionados con los personajes femeninos de esta obra.

Allí donde la calle San Jerónimo se convierte en una plaza arbolada, casi, como diría el escritor Rafael Bernal (1915-1972), en “un callejón ansioso de misterios”, el visitante descubrirá cuatro murales con algo en común: todos tienen motivos chinos. Los murales están inspirados en esta obra de Bernal, no solo piedra fundacional de la novela negra sino también una ácida crítica a la política nacional.

viernes, 22 de abril de 2016

NADIE es MÁS de AQUÍ QUE TÚ - de Miranda July













Una vez que comprendí que podía escribir sobre mí misma como si fuera un personaje, resultó fácil”, ha declarado July en una entrevista; y no hay mejor manera de definir su obra. Tintes autobiográficos, desoladora sinceridad, maravillosamente narrados.

Sus personajes se cuecen en una bullente intimidad que no logra fructificar. Los relatos tienen el aroma de la insatisfacción, la vida fallida, la falta de sintonía con todos y todo lo que sucede alrededor. Miranda July coge el "Yo soy yo y mis circunstancias" de Ortega y Gasset y lo cercena, "Yo soy yo". Desconectada de unas circunstancias que tienden a ignorarme. Incluso en el relato Mon Plaisir, llega a plantearse la condena de la existencia.
"Me tumbé en el suelo del dormitorio y miré debajo de la cama. Me vinieron a la cabeza los mismos pensamientos que tuve anteriormente en torno al documental sobre las hormigas. Civilizaciones enteras. Igual que la nuestra. En el subsuelo. Me di la vuelta y me tumbé boca abajo, y, presionando los labios en la alfombra, canté esa canción que dice: ´¿Por qué tengo que ser una adolescente enamorada?´. Pero suprimiendo lo de la adolescente enamorada. ´¿Por qué tengo que ser?´" pág 118
Las historias de estos relatos son inquietantes y perturbadoras. Sus protagonistas son seres solitarios y abrumados que, por diferentes motivos, no logran participar del mundo y de la vida. Aunque de un modo extremo, todos podrían estar representados en esa joven agorafóbica que recibe la desenfada visita de El niño de Lam Kien. Esos inocentes minutos compartidos son una verdadera liberación. Pero cuando el niño se va vuelve el vacío.
"Abrí la puerta y se marchó sin despedirse. Lo observé mientras cruzaba la calle, de vuelta a la peluquería Lam Kien. La puerta se cerró tras él. Yo cerré la mía y me dediqué a escuchar el sonido de la succión. Era el sonido de la Tierra al alejarse precipitadamente de mi apartamento a una velocidad tal, que resultaba difícil imaginarla. Y, mientras todas las cosas de la Creación eran arrancadas de cuajo por aquel vórtice similar a un tornado, se oyó su risa: la risa sarcástica de lo que nunca ha tenido que esforzarse por nada" pág. 82
Diane Arbus -Autorretrato-
Los cuentos de Miranda July son viscerales y brutalmente sinceros. Retrata a personas ordinarias que viven una extraordinaria vida interior. Sus páginas nos reflejan sus pasiones, anhelos y fracasos de forma descarnada. En una revista identificaban -muy acertadamente- los cuentos de Miranda July con los retratos de Diane Arbus, frontales y directos, ofreciendo una carta de naturaleza a la anomalía.

Doy vueltas al libro y a los personajes, y vuelvo al título: Nadie es más de aquí que tú. ¿De dónde? me pregunto.  De este planeta, de esta forma de vida (occidental se supone). Pero los personajes no encajan. Y entonces caigo en la cuenta. Para July estas personas son esencialmente humanas, y por eso mismo dolientes. Es la vida la que se ha desencajado.

El libro contiene cuatro relatos, un poco más largos que el resto, que son verdaderos estudios entomológicos del alma humana. Los personajes están tan bien desarrollados y la narración posee tal viveza, que casi se entrevé el guión de una película con alguno de ellos. Algo que no necesita nada, narra la historia de una joven enamorada de su mejor amiga, con la que se va de casa. Pero todo sale mal y acaba prostituyéndose en un peep-show bajo la advocación de Natassja Kinski en París,Texas; film con el que, evidentemente, guarda muchas concomitancias.

Otro de esos cuentos largos y brillantes es El arte de contar historias a los niños, donde una chica cuida de la niña de una pareja amiga. El juego de relaciones entre la cuidadora y la niña; y entre ambas y los padres, más la intromisión de un terapeuta de pareja es fantástico. Aunque el resultado de este juego sea, como casi siempre, una aflicción.

Haciendo el amor en el 2003 recorre las ensoñaciones de una joven con un bulto oscuro que es a la vez su amante y el eco de sus frustraciones.
El cuarto relato que quiero subrayar es Mon Plaisir, uno de mis favoritos. Un matrimonio se va quedando hueco y de pronto atisban una felicidad perdida cuando conviven, como un matrimonio figurante, en un rodaje.
"Que imponente estaba con aquella camisa y su nuevo corte de pelo. Sirvió más vino, levantamos las copas y dijimos moviendo mudamente los labios: ¡Por nosotros! Con aquel "nosotros" entendía que ambos queríamos decir aquellas dos personas que acababan de conocerse en el restaurante Mon Plaisir, no nosotros. Deslicé una mano por la mesa y Cari, sin pensarlo, me la cubrió con la suya. Me encendí como una cerilla... Y corten." pag 124
La búsqueda de la identidad, la frustración, la infelicidad, la soledad. El itinerario de estas narraciones por la geografía emocional contemporánea es exquisito y cálido como la sangre que mana de una herida. Las protagonistas (la autora) no temen quedar emocionalmente expuestos ante nosotros.

Diane Arbus -Autorretrato- 
En muchos relatos existe la tensión de la identidad. Algunos personajes dicen no reconocerse. "Aquello fue lo que fue porque yo no era exactamente yo". 

También en el relato Diez verdades encontramos algo semejante en una secretaria que, de tanto atender a la mujer de su jefe, acaba teniendo una relación con ella.
"Oficina de Rick Marasovic.
Dana, soy Ellen.
Hola, Ellen.
¿Está Rick?
Acaba de salir. ¿Quieres que le diga algo?
¿Te importa decirle que volveré a casa tarde?
¿Por qué tan tarde?
Porque tengo clase de costura para principiantes.
¿Dónde?
En el Centro de Educación de Adultos.
Ah. Se lo diré.
Era una mano extendida, la palma seca y abierta de una mujer, y yo la estreché. Me fui a casa más temprano de lo habitual para revisar el apartamento antes de ir a clase. Quería mirarlo todo a través de sus ojos. Siempre lo hago antes de que alguien nuevo entre en mi vida. Intento hacerme una idea de quién soy yo para que a esa persona le resulte más fácil conocerme." pág 103

Intento hacerme una idea de quién soy yo. Ése es el abismo. Acrecentado porque no somos nada sin los demás, sin una sintonía en la que participar. "Cuatro personas solas con todos los sentimientos que nos profesábamos mutuamente, equivocados", leemos en la página 141. 

Otro de los puntos referenciales en los relatos es la insatisfacción, tanto vital como amorosa.
"Otras cosas que entran en esa categoría serían las siguientes: Mi ira contenida y sin motivo concreto. Y: la sensación de que hay un "siguiente nivel" y que yo debería estar en él." pag 113 
Y también.
"En el sueño recurrente, todo está ya destruido, y yo estoy debajo. A veces, gateo durante días, bajo los escombros. Y, mientras gateo, me doy cuenta de que ése fue el Gran Terremoto. Resultó ser el terremoto que hizo temblar el mundo entero y que destruyó todo. Pero ésa no es la parte espeluznante. Esa parte siempre viene justo antes de que me despierte. Estoy gateando, y entonces, de repente, recuerdo: el terremoto ocurrió hace ya años. Este dolor y esta agonía son del todo normales. Así es la vida. En realidad, reconozco que nunca hubo un terremoto. La vida funciona de esa manera, como un cataclismo, y estoy loca de ganas de que me pase algo diferente." pág 29
Fotografía de Diane Arbus
El estilo es muy fresco y dinámico. El monólogo interior posee vivacidad y tiene continuidad en los diálogos. El relato que hacen los personajes de sus cuitas es mordaz y desenfadado. No falta el humor ni un muy personal erotismo. La cadencia narrativa tiene un punto de amargura, sí; pero aún así tremendamente vital. Todos los personajes están ojo avizor sobre la vida, aunque sea un mecanismo que les resulta del todo extraño.

Los encuentros amorosos suelen ser gélidos y distantes, como si fuese el encuentro entre dos mundos improbables. La sexualidad es a veces morbosa como la que se da entre dos hombres jubilados, entre un padre y su hija o en un marido que sólo se excita cuando su mujer lo amamanta. En Los movimientos, un padre deja como única dote, a su hija heterosexual, el aprendizaje de los movimientos para hacer feliz a otra mujer.

No todos los cuentos se autorreferenciales y femeninos. La hermana supone un ejercicio de imaginación desde el sexo masculino y en edad de jubilado. La historia de estos dos hombres jubilados camina con delicadeza entre la sordidez y la dulzura.

Federico Erra
En muchos de los relatos encontramos un clic, algo o alguien que provoca la introspección o la ensoñación en la que cae la protagonista. Lo que suele llevarle a constatar su desolación. El hombre de la escalera, el bulto, el niño de Lam Kein, la hermana del viejo, el club de natación que entrena en una palangana. Todos ellos no son más que un espejo donde se miran los protagonistas.  

Fracasados, turbios, solitarios y perplejos. Los personajes de Miranda July poseen la fascinación de lo extraño y nos instruyen sobre una parte muy recóndita del alma.
¿Estás mosqueado? Líate a puñetazos con una almohada. ¿Te has quedado satisfecho? Ni pizca. Hoy en día la gente está demasiado mosqueada para limitarse a dar puñetazos. Lo que deberías intentar es apuñalar. Coge una almohada vieja y llévatela al jardín. Apuñálala con un gran cuchillo afilado. Una y otra vez. Con fuerza, para que la punta del cuchillo llegue hasta la hierba. Apuñálala hasta que la destroces, hasta que lo que estés apuñalando sea la tierra, una y otra vez. Como si quisieras matarla por seguir girando, como si te vengaras de ella por tener que vivir en este planeta día tras día, solo.







MIRANDA JULY,  escritora, directora de cine, guionista, actriz, música y artista audiovisual. Su obra es ella misma. Muy personal, muy íntima, de gran intensidad emocional. Sincera.
Se presentó en 2005 con la película Tú, yo y todos los demás (Me and You and Wveryone We Know), demostrando que tenía un mundo propio. Con esta colección de pequeñas historias tiernas, complejas, fantásticas y poéticas consiguió el premio del Jurado en Sundance y la Cámara de oro en Cannes. En su universo, las personas corrientes se convierten en personajes luminosos que hablan de sus pensamientos más íntimos, siguen secretos impulsos y experimentan momentos de sincera humanidad que a veces se acercan a lo surrealista.

Tras el éxito de esta primera película, escribió la colección de cuentos que nos ocupa. A la vista de ambos la película parece un ensayo previo de los relatos. Son estos mucho más oscuros, igual de poéticos pero más radicales y el optimismo de la película se ha perdido por el camino.
Con este volumen consiguió el premio Frank O´Connor de relatos. A este primer libro lo siguió una novela, El primer hombre malo; la cual podría considerarse como una especie de continuación de algunos de estos cuentos.
El siguiente libro fue Te elige (Seix Barral, 2011), una recopilación de entrevistas a personas que habían puesto anuncios de venta en un boletín gratuito de Los Angeles. Al conocer estos anuncios de los más variopintos objetos, la autora quiso conocer la historia de quienes estaban detrás.

Esta forma de recolectar algo del público para convertirlo en una obra ya lo hizo en sus inicios con Learning To Love You More (2002). Allí July y el artista Harrel Fletcher propusieron una lista de tareas que las personas podían llevar a cabo. Recibieron dibujos, fotos y vídeos de unas 8.000 personas a lo largo de siete años. Todo este conjunto forma parte de la colección permanente del MOMA de San Franscisco.





Fotografía de Diane Arbus
P. D.
Diane Arbus es conocida por sus autorretratos y retratos de "deformes". Antes de retratar a celebridades como Norman Mailer o Mae West, Arbus recorrió, en los sesenta, los barrios más conflictivos de Nueva York. Pretendía retratar a personajes marginales o con algún tipo de anomalía: enanos, gemelos, enfermos mentales, gigantes, nudistas, prostitutas e incluso fenómenos de circo. Sus retratos son directos y desoladores, como los relatos de July.
Los personajes de Arbus miran directamente a la cámara. Su intención era producir en el espectador "temor y vergüenza". Cuando fotografiaba personas "normales" jugaba con sus emociones y gestos de dolor con la intención de desfigurarlos; mientras que sus personajes marginales aparecían serenos y espléndidos. Arbus quería borrar las líneas que separan lo normal de lo monstruoso.
Buscaba una mirada nueva y fue pionera en el uso del flash de relleno. Diane Arbus marcó una diferencia en la temática de la fotografía aproximándose a los sujetos en el contexto de sus vidas, tratando de mostrar un poco de lo que ellos vivían. 

martes, 19 de abril de 2016

EXILIO - de Edmond Hamilton

 Serie Narraciones Extraordinarias
¡Lo que daría ahora por no haber hablado de ciencia ficción aquella noche! Si no lo hubiéramos hecho, en estos momentos no estaría obsesionado con esa bizarra e imposible historia que nunca podrá ser comprobada ni refutada.

Sin embargo, tratándose de cuatro escritores profesionales de relatos fantásticos, supongo que el tema resultaba ineludible. A pesar de que logramos posponerlo durante toda la cena y los tragos que tomamos después, Madison, gustoso, contó a grandes rasgos su partida de caza, y luego Brazell inició una discusión sobre los pronósticos de los Dodgers. Más tarde me vi obligado a desviar la conversación al terreno de la fantasía.
No era mi intención hacer algo así. Pero había bebido un escocés de más, y eso siempre me vuelve analítico. Y me divertía la perfecta apariencia de que los cuatro éramos personas comunes y corrientes.

— Camuflaje protector, eso es -anuncié-. ¡Cuánto nos esforzamos por actuar como chicos buenos, normales y ordinarios!
Brazell me miró, un poco molesto por la abrupta interrupción.
— ¿De qué estás hablando?
— De nosotros cuatro -respondí-. ¡Qué espléndida imitación de ciudadanos hechos y derechos! Pero no estamos contentos con eso… ninguno de nosotros. Por el contrario, estamos violentamente insatisfechos con la Tierra y con todas sus obras; por eso nos pasamos la vida creando, uno tras otro, mundos imaginarios.
— Supongo que el pequeño detalle de hacerlo por dinero no tiene nada que ver -inquirió Brazell, escéptico.
— Claro que sí -admití-. Todos creamos nuestros mundos y pueblos imposibles muchísimo antes de escribir una sola línea, ¿verdad? Incluso desde nuestra infancia, ¿no? Por eso no estamos a gusto aquí.
— Nos sentiríamos mucho peor en algunos de los mundos que describimos -replicó Madison.

En ese momento, Carrick, el cuarto del grupo, intervino en la conversación. Estaba sentado en silencio, como de costumbre, copa en mano, meditabundo, sin prestamos atención.
Carrick era raro en muchos aspectos. Sabíamos poco de él, pero lo apreciábamos y admirábamos sus historias. Había escrito algunos relatos fascinantes, minuciosamente elaborados en su totalidad sobre un planeta imaginario.

— Lo mismo me ocurrió a mí en una ocasión -dijo a Madison.
— ¿Qué? -preguntó Madison.
— Lo que acabas de sugerir… Una vez escribí sobre un mundo imaginario y luego me vi obligado a vivir en él -contestó Carrick.
Madison soltó una carcajada.
— Espero que haya sido un sitio más habitable que los escalofriantes planetas en los que yo planteo mis embustes.
Carrick ni siquiera sonrió.
— De haber sabido que viviría en él, lo habría creado muy distinto -murmuró.

Brazell, tras dirigir una mirada significativa a la copa vacía de Carrick, nos guiñó un ojo y pidió, voz melosa:
— Cuéntanos cómo fue, Carrick.
Carrick no apartó la mirada de su copa, mientras la giraba entre sus dedos al hablar. Se detenía entre una frase y otra.
— Sucedió inmediatamente después de que me mudara junto a la Gran Central de Energía. A primera vista, parecía un lugar ruidoso, pero, en realidad, se vivía muy tranquilo en las afueras de la ciudad. Y yo necesitaba tranquilidad para escribir mis historias.

Me dispuse a trabajar en la nueva serie que había comenzado, una Colección de relatos que ocurrirían en aquel mundo imaginario. Empecé por crear detalladamente todas las características físicas de ese mundo, y del universo que lo contenía. Pasé todo el día concentrado en ello. Y cuando terminé, ¡algo en mi mente hizo clic!
Esa breve y extraña sensación me pareció una súbita materialización. Me quedé allí, inmovilizado, al tiempo que me preguntaba si estaría enloqueciendo, pues tuve la repentina seguridad de que el mundo que yo había creado durante todo el día acababa de cristalizar en una existencia concreta, en alguna parte.
Por supuesto, ignoré esa extraña idea, salí de casa y me olvidé del asunto. Pero al día siguiente sucedió de nuevo. Dediqué la mayor parte del tiempo a la creación de los habitantes del mundo de mi historia. Sin duda los había imaginado humanos, aunque decidí que no fueran demasiado civilizados, pues eso imposibilitaría los conflictos y la violencia indispensable para mi trama.

Así pues, había gestado mi mundo imaginario, un mundo de gente que estaba a medio civilizar. Imaginé todas sus crueldades y supersticiones. Erigí sus bárbaras y pintorescas ciudades. Y, justo cuando terminé, aquel clic resonó de nuevo en mi mente.
Entonces sí me asusté de verdad, pues sentí con mayor fuerza que la primera vez esa extraña convicción de que mis sueños se habían materializado para dar paso a una realidad sólida. Sabía que era una locura; sin embargo, en mi mente tenía la increíble certeza. No podía abandonar esa idea.
Traté de convencerme de descartar tan loca convicción. Si en verdad había creado un mundo y un universo con sólo imaginarlos, ¿dónde se hallaban? Desde luego no en mi propio cosmos. No podría contener dos universos… completamente distintos el uno del otro.

Pero ¿y si este mundo y este universo de mi imaginación se habían concretado en la realidad en otro cosmos vacío? ¿Un cosmos localizado en una dimensión diferente a la mía? ¿Uno que contuviera solamente átomos libres, materia informe que no había adquirido forma hasta que, de alguna manera, mis concentrados pensamientos les hicieron tomar las imágenes que yo había soñado?

Medité esa idea de la extraña manera en que se aplican las leyes de la lógica a las cosas imposibles. ¿Por qué los relatos que yo imaginaba no se habían vuelto realidad en ocasiones anteriores y sólo ahora habían empezado a hacerlo? Bueno, para eso había una explicación plausible. Vivía cerca de la Gran Central de Energía. Alguna insospechada corriente de energía emanada de ella dirigía mi imaginación condensada, como una fuerza superamplificadora, hacia un cosmos vacío donde conmocionó la masa informe y la hizo apropiarse de aquellas formas que yo soñaba.

¿Creía en eso? No. Por supuesto que no, pero lo sabía. Hay una gran diferencia entre el conocimiento y la creencia; como alguien dijo: "Todos los hombres saben que un día morirán y ninguno cree que llegará ese día". Pues conmigo ocurrió exactamente lo mismo. Me daba cuenta que no era posible que mi mundo fantástico hubiese adquirido una existencia física en un cosmos dimensional diferente, aunque, al mismo tiempo, yo tenía la extraña convicción de que así era.
Y entonces se me ocurrió algo que me pareció entretenido e interesante. ¿Y si me creaba a mí mismo en ese otro mundo? ¿También sería yo real en él? Lo intenté. Me senté ante mi escritorio y me imaginé a mí mismo como uno más entre los millones de individuos de ese mundo ficticio; pude crear todo un trasfondo familiar e histórico coherente para mí en aquel lugar. ¡Y algo en mi mente hizo clic!»

Carrick hizo una pausa. Todavía contemplaba la copa vacía que agitaba lentamente entre sus dedos.
Madison le incitó a continuar:
— Y seguro que despertaste allí y una hermosa muchacha se acercó a ti, y preguntaste: «¿Dónde estoy?»
— No sucedió así -respondió Carrick sombrío-. No fue así en absoluto. Desperté en ese otro mundo, sí. Pero no fue como un despertar real. Simplemente, aparecí allí de repente.

Seguía siendo yo. Pero, sin embargo, era el yo imaginado por mí para ese otro mundo. Se trataba de otro yo que siempre había vivido allí… del mismo modo que sus antepasados. Verán, yo lo había creado todo.
Y mi otro yo era tan real en ese mundo imaginario creado por mi como lo había sido en el mío propio. Eso fue lo peor. Todo en ese mundo a medio civilizar era tan vulgar dentro de su realidad…
Hizo una nueva pausa.

— Al principio, me resultó sumamente extraño. Caminé por las calles de aquellas bárbaras ciudades y miré los rostros de las personas con un imperioso y acuciante deseo de gritar en voz alta: "¡Yo los imaginé a todos! ¡Ninguno de ustedes existía hasta que yo los soñé!".

Sin embargo, no lo hice. Sin duda, no me habrían creído. Para ellos, yo no era más que un miembro insignificante de su raza. ¿Cómo podían pensar que ellos, sus tradiciones y su historia, su mundo y su universo, habían surgido súbitamente gracias a mi imaginación?.
Cuando cesó mi turbación inicial, me desagradó el lugar. Resulta que lo había creado demasiado bárbaro. Las salvajes violencias y crueldades que me habían parecido tan seductoras como material para la historia, eran aberrantes y repulsivas al vivir en mi propia carne. Sólo deseaba volver a mi mundo.
¡Y no pude regresar! No había forma. Tuve la vaga sensación de, que podría imaginarme de vuelta en mi mundo así como había imaginado mi viaje a ese otro. Pero fue en vano. La extraña fuerza que había propiciado el milagro no funcionaba en dirección contraria.
Lo pasé bastante mal al percatarme de que estaba atrapado en un mundo desagradable, extenuado y bárbaro. Primero pensé en suicidarme. Sin embargo, no lo hice. El hombre se adapta a todo. Y me acoplé lo mejor que pude al mundo creado por mi.

— ¿Qué hiciste allí? Quiero decir: ¿qué función cumpliste? -preguntó Brazell.
Carrick se encogió de hombros.
— No dominaba las habilidades y destrezas del mundo que había creado. Sólo poseía mi propio oficio… el de contar historias.
Empecé a sonreír.
— ¿No querrás decir que empezaste a escribir historias fantásticas?
Él asintió, sombrío.
— No me quedó más remedio. Sin duda, aquello era lo único que podía hacer, dadas las circunstancias. Escribí historias sobre mi propio mundo real. Para esa gente, mis relatos eran de una imaginación desbordante… y les gustaron.
Nos echamos a reír. Pero Carrick permaneció mortalmente serio.
Madison llevó la broma hasta sus últimas consecuencias.
— ¿Y cómo te las arreglaste para regresar finalmente a casa desde ese otro mundo que habías creado?
— ¡Nunca regresé a casa! -respondió Carrick con un amargo suspiro.








¡Qué idea tan luminosa! Ella sola llena el relato. No sabemos de épocas o personajes. Una tertulia en un salón, unas copas y de pronto la realidad gira como un espejo. ¡Qué economía de medios para tan formidable giro! El relato acaba, pero no se detiene. Crea un verdadero vórtice donde se diluyen realidad y ficción. Y de regalo una amarga mirada sobre este mundo nuestro, desdichado y contrahecho.

Hamilton fue uno de los escritores más populares y prolíficos de Weird Tales, donde aparecía junto a H. P. Lovecraft y Robert E. Howard. Apareció en prácticamente todas las revistas pulps de ciencia ficción y fantasía. Escribió exactamente 200 cuentos cortos para las revistas entre 1926 y su muerte en 1977. Se le considera el padre de la space opera, título que comparte con E.E. Smith. Fue de los primeros en concebir el viaje interestelar en naves espaciales, y el primero que imaginó un traje espacial.
Su producción literaria mejoró ostensiblemente después de casarse con la también escritora de Ciencia Ficción  Leigh Backett.  entregando títulos como The start of Life (1947), The Valley of Creation (1948), City at World's End (1951) y The Haunted Stars (1960). 

martes, 12 de abril de 2016

LILITH - de George MacDonald








Onírica, enigmática y aventurera, esta novela, grávida de sueños y seres fantásticos, no esconde su clara pulsión alegórica.

El joven Sr. Veleta (Mr. Vane en inglés) regresa a la mansión familiar recién licenciado de Oxford. Entre las soledades de su amada biblioteca, un día observa cómo un extraño la cruza hasta desaparecer en el interior de un armario. El joven duda si lo visto es realidad o sueño; pero en una nueva ocasión lo sigue hasta el desván y allí, a través de un espejo, acceden ambos a un mundo extraño y fantasmagórico.

En esta dimensión conocerá por fin al escurridizo Sr. Cuervo (llamado así porque a veces adopta esta forma), bibliotecario de su familia durante generaciones, el cual se convertirá en su guía. 

En su periplo alucinado por la que es descrita como "región de las siete dimensiones", visitará la Casa de la Muerte, lugar oscuro y helado con infinidad de lechos ocupados por durmientes. También El Bosque Maligno, donde batallan esqueletos y cadáveres, o la Casa de la Amargura. Se encontrará con los Costales, niños que nunca maduraron, sino que siguieron creciendo hasta convertirse en gigantes zafios y malvados; así como con los infantiles Amores (unos niños encantadores que no crecen nunca, The Little Ones). Pero su verdadera misión se decantará cuando se cruce con un ser etéreo y moribundo al que logrará salvar, Lilith, princesa de la ciudad de Bulika. Ella guarda en su mano la salvación de ese mundo desértico y pedregoso, un agua mágica que lo transformará en vergel. Por ello nuestro viajero y los pequeños Amores se rebelarán contra ella.

El relato es netamente iniciático y aventurero y según avanza se aproxima al misticismo. Al igual que Lilith se metamorfosea en pantera, el Sr. Cuervo lo hace en Adán y su mujer en Eva. Siendo pura fantasía, el libro elude lo superficial, conformándose como una profunda alegoría sobre la identidad, la vida, la redención y la eternidad. El joven que vuelve de Oxford no está hecho. Primero en la biblioteca y luego en el mundo interdimensional, establece una búsqueda de su propio itinerario vital. Ese viaje a la "séptima dimensión", con sus monstruos, sus desiertos y su malvada Princesa le ayudarán a encontrarse.
"-Debo irme porque tengo una cita con mi administrador. No se debe quebrantar la palabra dada a los sirvientes.
  -No es posible que quebrante lo que está quebrantado desde hace ya días - respondió.
  -Tenga a bien indicarme el camino -le rogué.
  -No me es posible -replicó-. Para volver debe hacerlo a través de sí mismo, y ese camino, ningún hombre puede indicárselo a otro." pág 31
El tema de la identidad es central en el libro.
"Como debería saber, todo el mundo tiene un sí mismo-cuadrúpedo y un sí mismo-ave y un estúpido sí mismo-pez; y también un reptante sí mismo-serpiente al que cuesta mucho aplastar. A decir verdad, existe también un sí mismo-árbol y cristal y no sé cuántos sí mismos más que deben mantenerse en armonía." pág. 39
El Sr. Cuervo le está diciendo al joven que todavía no es un ser verdadero, sino una multitud de yoes inarmónicos e incompatibles puesto que cada uno tiende a sus propias demandas. Del mismo modo, en el Inferno de Dante, nos encontramos  con ladrones malditos que han perdido su forma humana y tomado la de serpientes. También encontrará el joven, en su visita a la Casa de la Muerte, a una nívea Beatriz que le invitará a una vida verdadera después que haya "dormido" en uno de los lechos.
"Al cruzar el umbral me envolvió un aire tan frío que parecía el de un depósito de hielo. La puerta se cerró hermética por detrás. El sepulturero le dio algo a su mujer que hizo que se volviera hacia nosotros. ¡Qué cambio había habido en ella! Era como si el resplandor de sus ojos se hubiera vuelto excesivo para que ellos por sí solos lo soportaran y, sumado a su semblante, lo hacía relucir con un encanto blanco y rosado, semejante al de Beatriz entre los redimidos. De él fluía la vida misma, la vida eterna, inmortal, como un relámpago ininterrumpido." pág 42
Hay críticos que han creido ver en esa región de las siete dimensiones, una oscura referencia a las enseñanzas teológicas de Jacob Böhme. Del mismo modo, el valle profundo y oscuro que recorre el Sr. Veleta, posee reminiscencias del valle de la muerte que aparece en los Salmos.


Me llama poderosamente la atención la figura del Cuervo, un animal con una considerable presencia en el mito y el folclore. Siempre como un ave sabia, capaz de recordar un rostro y reaccionar ante él, así como de comunicarse entre ellos en base a gestos y señas. Aparece en el Antiguo Testamento cuando Noé lanzó un cuervo al terminar del diluvio, antes de una paloma. También un cuervo llevó alimento al retiro del Profeta Elías. Y en la mitología nórdica, dos cuervos, Hugin y Munin, son los encargados de traer noticias de Odin. Bien recientemente, Susanna Clarke concibió al Rey Cuervo como el mago primigenio de ese mundo de magos que relata en Jonathan Strange y el Sr. Norrell.

Dante Gabriel Rossetti  - Lilith -

Pero el mito capital de esta obra es Lilith, a quien, en diversas culturas, se ve matando niños o como un súcubo. Según la mitología apócrifa judía, fue la primera mujer de Adán. Al igual que él, fue creada del polvo, no de una costilla. Cuando Adán quiso someterla, ella entró en cólera y huyó a las orillas del Mar Rojo para residir con los demonios. Emisarios de Dios le amenazaron con que perdería cien de sus hijos demonios hasta el día de su muerte. Lilith prefirió el castigo al matrimonio patriarcal y se vengó de Dios y Adán enfermando a los niños, preferiblemente varones. Lilith es el contrapunto de una Eva que acepta el sometimiento. Su historia sugiere que, en la cultura patriarcal, la afirmación de la femineidad, se aprecia como algo diabólico. De ahí que tradicionalmente se la presente como demonio, bruja o súcubo. Aunque en esta novela en particular tiene una llamativa cualidad asertiva y atormentada que mantiene incluso prisionera:

-Entonces ¡ay! tu hora ha llegado.
-No me importa. Soy la que soy; nadie puede quitarme a mí de Mí Misma.
-No eres la Tú Misma que te imaginas.
-En tanto me complazca ser la que me pienso, no me importa. Me satisface ser para mí lo que yo quiero. Lo que decido parecer para mí es lo que soy. Mi propio pensamiento es lo que me hace; el pensamiento que tengo de mí es lo que soy. Nadie más ha de hacerme. (...) Desafío al Poder que deshaga a la mujer libre que soy." pág 260
Esta novela habla de la redención. La redención del protagonista en cuanto a tomar las riendas de su vida y la redención de Lilith. Ella tiene el poder de cambiar el mundo, como así hace, cuando pide que le corten la mano que hará brotar el agua. Por su parte, el Sr. Veleta, es capaz de ascender hasta la ciudad celestial y encontrar el Trono del Anciano de los Días. Pero en cuanto pisa el último peldaño es trasladado de nuevo a la realidad.

Fredrerik Walker -Woman in white -

En el último capítulo, "el infinito fin", el Sr. Veleta regresa al mundo real y duda sobre la autenticidad de lo ocurrido, llega a pensar que sigue dormido en la Casa de la Muerte. La novela se cierra con una cita de Novalis: "Nuestra vida no es un sueño, pero debería serlo y quizá alguna vez lo sea".


No en vano MacDonald fue, conscientemente, un heredero de los románticos de finales del siglo XVIII y principios del XIX; particularmente del poeta alemán Novalis y de los poetas ingleses Blake, Coleridge y Wordsworth.

El escocés George MacDonald (1824-1905) y su amigo Lewis Carroll constituyen la almendra de la literatura fantástica victoriana. Influido por Novalis, sus relatos y novelas combinan un antiguo trasfondo místico, salpicado de juegos modernos, muy cercanos a los de Carroll, con un espíritu experimental e innovador que revolucionó el cuento feérico. MacDonald se benefició de la amistad, generosidad y elogios de John Ruskin, el gran intelectual y crítico de arte que impulsó a los pintores de la Hermandad Prerrafaelita, muy afines a MacDonald.

George MacDonald

Por su parte influyó en C. S. Lewis, G. K. Chesterton y J. R. R. Tolkien. Fue amigo de Lewis Carroll, de quien, quizá, tomó la idea del espejo/umbral, ya que A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, ya había sido publicada cuando escribió Lilith.

Con Carroll compartió esa inclinación por los juegos de palabras y enigmas tan característicos del Sombrerero Loco o del Gato de Chesire.

"-Yo no vine aquí por puerta alguna -le repliqué.
-¡Pues yo lo vi entrar por ella, lo vi con mis propios y viejos ojos! -afirmó el cuervo, con seguridad, pero no irrespetuosamente..
-Yo no vi puerta alguna -insistí.
-¡Claro que no! -replicó-. Todas las puertas que ha visto usted hasta ahora (y no ha visto demasiadas) eran puertas-adentro; aquí llegó por una puerta-afuera. Lo raro para usted será -continuó reflexivo- que cuantas más puertas utilice para salir, más adentro se meterá." pág 18
Y también:
-¿Donde está el Bosque Maligno? Deseo encontrarlo.
-No lo encontrará; pero difícilmente puede evitar dar con él."
El suspense y misterio que rodea las primeras páginas es magnífico, del mismo modo que el encuentro con el etéreo ser casi muerto que se empeña en salvar. Estas páginas, junto a los acertijos que le plantea el Sr. Cuervo y la clara invención de personajes y pasajes (las batallas en el Bosque Maligno o la descripción de la Casa de la Muerte), hacen de esta novela un libro inolvidable. 
-¿No podría enseñarme a distinguir una oración-flor?
-No me sería posible. Pero si pudiera ¿de qué le serviría? No lo distinguiría por usted mismo ni por ella misma. ¿Para qué conocer el nombre de una cosa cuando se desconoce la cosa?. A usted le corresponde abrir sus propios ojos. Pero en verdad la empresa del universo consiste en revelar que se es tonto en una media tal, que uno mismo lo reconozca y empiece a ser sabio." pág 34



P.D. Esta deliciosa novela de Macdonald se complementa con otra, Fantastes (Editorial Atalanta), que según Andres Ibáñez es "El libro más bello jamás escrito. un viaje a la médula de la imaginación, pura maravilla."

sábado, 9 de abril de 2016

KIKI, el AMOR se HACE - de Paco León

Buenísima.
Lo digo deprisa por si prefieres pirarte al cine y disfrutar de esta divertidísima comedia que desborda frescura, inteligencia y vitalidad. Todo un canto desprejuiciado a la diversidad sexual.

Cuatro parejas y una mujer sorda esconden extrañas filias sexuales que descubren y afrontan con su pareja. Atravesando sus miedos, tabúes e inseguridades tratarán de integrarlas en sus vidas. Lo de menos son las parafilias que ha elegido Paco León,  Dacrifilia (el placer proviene del llanto de otra persona), Elifilia (la obsesión por determinados tejidos), Somnofilia (la excitación sexual se obtiene interactuando con un individuo en estado de sueño), Harpaxofilia (atracción producida al ser asaltado con violencia) o Dendrofilia (excitación con las plantas o árboles). Lo importante es cómo el director ha conducido a sus personajes por este resbaladizo camino, con desarmante naturalidad, picardía y un punto de dulzura. A ello ayudan unos intérpretes en estado de gracia y una cálida fotografía, debida a Kiko de la Rica.
Belén Cuesta
Belén Cuesta luce pícara y divertídisima
Después de sus dos estupendas Carmenes (con un humor más negro que la actual), Paco León se doctora con una película de historias cruzadas, en la que demuestra un pulso y una pausa encomiable. En muchas ocasiones las comedias tienden al parloteo banal y al calibre grueso. No es el caso. El director demuestra esa difícil sabiduría que consiste en montar las escenas, dejando que su fruto madure sobre unos pocos gestos, silencios y miradas. De este modo, es el espectador el que suma las claves y encuentra tanto la risa como el gozo.


Las historias se desarrollan en tres actos cuya mezcla consigue un ritmo sostenido y vivaz. La escena de Candela Peña en trance de engañar a su marido, mientras descubre su inclinación al llanto; o la de Alexandra Jiménez haciendo de intermediaria en la llamada de un sordo a un número erótico, o las del pobre cirujano plástico cuando descubre su sonmofilia son hilarantes. Pero las situaciones son tantas y tan refrescantes que sales del cine reconfortado de haber podido hablar de sexo sin prejuicios ni ataduras. Paco León aborda con frescura y desenfado la falta de comunicación en la pareja, el miedo a desvelar nuestra intimidad y la vergüenza para liberar nuestras inclinaciones sexuales. 

Además de las actrices referidas brillan, en un reparto de alta complicidad y desparpajo, el propio Paco León, Álex García, Natalia de Molina, Luís Bermejo, Mari Paz Sayago, Ana Katz, Belén Cuesta, Luís Callejo y David Mora. 

Lástima que no sea del todo original, puesto que está basada en The Little Death, de Josh Lawson; pero el trabajo de adaptación es excelente y la realización más que notable.



P.D. En la sesión a la que acudí anoche había un montón de grupos de mujeres, de seis, siete u ocho personas, entre treinta y tantos y cuarenta y tantos años. Se rieron y divirtieron todavía más que yo. No sé qué pensar.

lunes, 4 de abril de 2016

PIEDRA de SOL - de Octavio Paz




Piedra de sol es una obra de 584 versos cuyo carácter es amoroso, filosófico y antropológico. Sus temas son el tiempo, la historia, el amor y la mujer. Los 584 versos son los días que el planeta Venus (Quetzalcóatl en la mitología mexica) emplea en su órbita alrededor del sol.

El título alude a una escultura de 24 toneladas con el rostro de un dios en el centro, rodeado de cuatro cuadrantes que representan las eras por las que ha pasado la Humanidad. El primer anillo que las bordea está formado por los pictogramas de los veinte días del mes del calendario azteca. Un segundo anillo contiene secciones cuadradas con cinco puntos que se creen representan las semanas de cinco días.

Con el pretexto de la piedra, el poeta alude al mito, al paso del tiempo y a su carácter cíclico, a lo efímero de nuestros asuntos. Octavio Paz  dota a su poema de movimientos y transiciones que van desde lo cosmogónico a lo confidencial.


PIEDRA DE SOL


La Treizième revient... C'est encor la première;
Et c'est toujours la Seule, - ou c'est le seul moment :
Car es-tu Reine, ô Toi! la première ou dernière?
Es-tu Roi, toi le seul ou le dernier amant?


Gérard de Nerval, "Arthémis"



Un sauce de cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol bien plantado mas danzante,
un caminar de río que se curva,
avanza, retrocede, da un rodeo
y llega siempre:
                       un caminar tranquilo
de estrella o primavera sin premura,
agua que con los párpados cerrados
mana toda la noche profecías,
unánime presencia en oleaje,
ola tras ola hasta cubrirlo todo,
verde soberanía sin ocaso
como el deslumbramiento de las alas
cuando se abren en mitad del cielo,

un caminar entre las espesuras
de los días futuros y el aciago
fulgor de la desdicha como un ave
petrificando el bosque con su canto
y las felicidades inminentes
entre las ramas que se desvanecen,
horas de luz que pican ya los pájaros,
presagios que se escapan de la mano,

una presencia como un canto súbito,
como el viento cantando en el incendio,
una mirada que sostiene en vilo
al mundo con sus mares y sus montes,
cuerpo de luz filtrado por un ágata,
piernas de luz, vientre de luz, bahías,
roca solar, cuerpo color de nube,
color de día rápido que salta,
la hora centellea y tiene cuerpo,
el mundo ya es visible por tu cuerpo,
es transparente por tu transparencia,

voy entre galerías de sonidos,
fluyo entre las presencias resonantes,
voy por las transparencias como un ciego,
un reflejo me borra, nazco en otro,
oh bosque de pilares encantados,
bajo los arcos de la luz penetro
los corredores de un otoño diáfano,

voy por tu cuerpo como por el mundo,
tu vientre es una plaza soleada,
tus pechos dos iglesias donde oficia
la sangre sus misterios paralelos,
mis miradas te cubren como yedra,
eres una ciudad que el mar asedia,
una muralla que la luz divide
en dos mitades de color durazno,
un paraje de sal, rocas y pájaros
bajo la ley del mediodía absorto,

vestida del color de mis deseos
como mi pensamiento vas desnuda,
voy por tus ojos como por el agua,
los tigres beben sueño de esos ojos,
el colibrí se quema en esas llamas,
voy por tu frente como por la luna,
como la nube por tu pensamiento,
voy por tu vientre como por tus sueños,

tu falda de maíz ondula y canta,
tu falda de cristal, tu falda de agua,
tus labios, tus cabellos, tus miradas,
toda la noche llueves, todo el día
abres mi pecho con tus dedos de agua,
cierras mis ojos con tu boca de agua,
sobre mis huesos llueves, en mi pecho
hunde raíces de agua un árbol líquido,

voy por tu talle como por un río,
voy por tu cuerpo como por un bosque,
como por un sendero en la montaña
que en un abismo brusco se termina
voy por tus pensamientos afilados
y a la salida de tu blanca frente
mi sombra despeñada se destroza,
recojo mis fragmentos uno a uno
y prosigo sin cuerpo, busco a tientas,

corredores sin fin de la memoria,
puertas abiertas a un salón vacío
donde se pudren todos lo veranos,
las joyas de la sed arden al fondo,
rostro desvanecido al recordarlo,
mano que se deshace si la toco,
cabelleras de arañas en tumulto
sobre sonrisas de hace muchos años,

a la salida de mi frente busco,
busco sin encontrar, busco un instante,
un rostro de relámpago y tormenta
corriendo entre los árboles nocturnos,
rostro de lluvia en un jardín a obscuras,
agua tenaz que fluye a mi costado,

busco sin encontrar, escribo a solas,
no hay nadie, cae el día, cae el año,
caigo en el instante, caigo al fondo,
invisible camino sobre espejos
que repiten mi imagen destrozada,
piso días, instantes caminados,
piso los pensamientos de mi sombra,
piso mi sombra en busca de un instante,

busco una fecha viva como un pájaro,
busco el sol de las cinco de la tarde
templado por los muros de tezontle:
la hora maduraba sus racimos
y al abrirse salían las muchachas
de su entraña rosada y se esparcían
por los patios de piedra del colegio,
alta como el otoño caminaba
envuelta por la luz bajo la arcada
y el espacio al ceñirla la vestía
de una piel más dorada y transparente,

tigre color de luz, pardo venado
por los alrededores de la noche,
entrevista muchacha reclinada
en los balcones verdes de la lluvia,
adolescente rostro innumerable,
he olvidado tu nombre, Melusina,
Laura, Isabel, Perséfona, María,
tienes todos los rostros y ninguno,
eres todas las horas y ninguna,
te pareces al árbol y a la nube,
eres todos los pájaros y un astro,
te pareces al filo de la espada
y a la copa de sangre del verdugo,
yedra que avanza, envuelve y desarraiga
al alma y la divide de sí misma,

escritura de fuego sobre el jade,
grieta en la roca, reina de serpientes,
columna de vapor, fuente en la peña,
circo lunar, peñasco de las águilas,
grano de anís, espina diminuta
y mortal que da penas inmortales,
pastora de los valles submarinos
y guardiana del valle de los muertos,
liana que cuelga del cantil del vértigo,
enredadera, planta venenosa,
flor de resurrección, uva de vida,
señora de la flauta y del relámpago,
terraza del jazmín, sal en la herida,
ramo de rosas para el fusilado,
nieve en agosto, luna del patíbulo,
escritura del mar sobre el basalto,
escritura del viento en el desierto,
testamento del sol, granada, espiga,

rostro de llamas, rostro devorado,
adolescente rostro perseguido
años fantasmas, días circulares
que dan al mismo patio, al mismo muro,
arde el instante y son un solo rostro
los sucesivos rostros de la llama,
todos los nombres son un solo nombre
todos los rostros son un solo rostro,
todos los siglos son un solo instante
y por todos los siglos de los siglos
cierra el paso al futuro un par de ojos,

no hay nada frente a mí, sólo un instante
rescatado esta noche, contra un sueño
de ayuntadas imágenes soñado,
duramente esculpido contra el sueño,
arrancado a la nada de esta noche,
a pulso levantado letra a letra,
mientras afuera el tiempo se desboca
y golpea las puertas de mi alma
el mundo con su horario carnicero,

sólo un instante mientras las ciudades,
los nombres, lo sabores, lo vivido,
se desmoronan en mi frente ciega,
mientras la pesadumbre de la noche
mi pensamiento humilla y mi esqueleto,
y mi sangre camina más despacio
y mis dientes se aflojan y mis ojos
se nublan y los días y los años
sus horrores vacíos acumulan,

mientras el tiempo cierra su abanico
y no hay nada detrás de sus imágenes
el instante se abisma y sobrenada
rodeado de muerte, amenazado
por la noche y su lúgubre bostezo,
amenazado por la algarabía
de la muerte vivaz y enmascarada
el instante se abisma y se penetra,
como un puño se cierra, como un fruto
que madura hacia dentro de sí mismo
y a sí mismo se bebe y se derrama
el instante translúcido se cierra
y madura hacia dentro, echa raíces,
crece dentro de mí, me ocupa todo,
me expulsa su follaje delirante,
mis pensamientos sólo son su pájaros,
su mercurio circula por mis venas,
árbol mental, frutos sabor de tiempo,

oh vida por vivir y ya vivida,
tiempo que vuelve en una marejada
y se retira sin volver el rostro,
lo que pasó no fue pero está siendo
y silenciosamente desemboca
en otro instante que se desvanece:

frente a la tarde de salitre y piedra
armada de navajas invisibles
una roja escritura indescifrable
escribes en mi piel y esas heridas
como un traje de llamas me recubren,
ardo sin consumirme, busco el agua
y en tus ojos no hay agua, son de piedra,
y tus pechos, tu vientre, tus caderas
son de piedra, tu boca sabe a polvo,
tu boca sabe a tiempo emponzoñado,
tu cuerpo sabe a pozo sin salida,
pasadizo de espejos que repiten
los ojos del sediento, pasadizo
que vuelve siempre al punto de partida,
y tú me llevas ciego de la mano
por esas galerías obstinadas
hacia el centro del círculo y te yergues
como un fulgor que se congela en hacha,
como luz que desuella, fascinante
como el cadalso para el condenado,
flexible como el látigo y esbelta
como un arma gemela de la luna,
y tus palabras afiladas cavan
mi pecho y me despueblan y vacían,
uno a uno me arrancas los recuerdos,
he olvidado mi nombre, mis amigos
gruñen entre los cerdos o se pudren
comidos por el sol en un barranco,

no hay nada en mí sino una larga herida,
una oquedad que ya nadie recorre,
presente sin ventanas, pensamiento
que vuelve, se repite, se refleja
y se pierde en su misma transparencia,
conciencia traspasada por un ojo
que se mira mirarse hasta anegarse
de claridad:
                  yo vi tu atroz escama,
Melusina, brillar verdosa al alba,
dormías enroscada entre las sábanas
y al despertar gritaste como un pájaro
y caíste sin fin, quebrada y blanca,
nada quedó de ti sino tu grito,
y al cabo de los siglos me descubro
con tos y mala vista, barajando
viejas fotos:
                 no hay nadie, no eres nadie,
un montón de ceniza y una escoba,
M. Barceló -4 Pendus-
un cuchillo mellado y un plumero,
un pellejo colgado de unos huesos,
un racimo ya seco, un hoyo negro
y en el fondo del hoyo los dos ojos
de una niña ahogada hace mil años,
miradas enterradas en un pozo,
miradas que nos ven desde el principio,
mirada niña de la madre vieja
que ve en el hijo grande un padre joven,
mirada madre de la niña sola
que ve en el padre grande un hijo niño,
miradas que nos miran desde el fondo
de la vida y son trampas de la muerte
—¿o es al revés: caer en esos ojos
es volver a la vida verdadera?,

¡caer, volver, soñarme y que me sueñen
otros ojos futuros, otra vida,
otras nubes, morirme de otra muerte!
—esta noche me basta, y este instante
que no acaba de abrirse y revelarme
dónde estuve, quién fui, cómo te llamas,
cómo me llamo yo: 
                                 ¿hacía planes
para el verano —y todos los veranos—
en Christopher Street, hace diez años,
con Filis que tenía dos hoyuelos
donde bebían luz los gorriones?,
¿por la Reforma Carmen me decía
"no pesa el aire, aquí siempre es octubre",
o se lo dijo a otro que he perdido
o yo lo invento y nadie me lo ha dicho?,
¿caminé por la noche de Oaxaca,
inmensa y verdinegra como un árbol,
hablando solo como el viento loco
y al llegar a mi cuarto —siempre un cuarto—
no me reconocieron los espejos?,
¿desde el hotel Vernet vimos al alba
bailar con los castaños — "ya es muy tarde"
decías al peinarte y yo veía
manchas en la pared, sin decir nada?,
¿subimos juntos a la torre, vimos
caer la tarde desde el arrecife?
¿comimos uvas en Bidart?, ¿compramos
gardenias en Perote?, 
                                    nombres, sitios,
calles y calles, rostros, plazas, calles,
estaciones, un parque, cuartos solos,
manchas en la pared, alguien se peina,
alguien canta a mi lado, alguien se viste,
cuartos, lugares, calles, nombres, cuartos,

Madrid, 1937,
en la Plaza del Ángel las mujeres
cosían y cantaban con sus hijos,
después sonó la alarma y hubo gritos,
casas arrodilladas en el polvo,
torres hendidas, frentes esculpidas
y el huracán de los motores, fijo:
los dos se desnudaron y se amaron
por defender nuestra porción eterna,
nuestra ración de tiempo y paraíso,
tocar nuestra raíz y recobrarnos,
recobrar nuestra herencia arrebatada
por ladrones de vida hace mil siglos,
los dos se desnudaron y besaron
porque las desnudeces enlazadas
saltan el tiempo y son invulnerables,
nada las toca, vuelven al principio,
no hay tú ni yo, mañana, ayer ni nombres,
verdad de dos en sólo un cuerpo y alma,
oh ser total...
                       cuartos a la deriva
entre ciudades que se van a pique,
cuartos y calles, nombres como heridas,
el cuarto con ventanas a otros cuartos
con el mismo papel descolorido
donde un hombre en camisa lee el periódico
o plancha una mujer; el cuarto claro
que visitan las ramas de un durazno;
el otro cuarto: afuera siempre llueve
y hay un patio y tres niños oxidados;
cuartos que son navíos que se mecen
en un golfo de luz; o submarinos:
el silencio se esparce en olas verdes,
todo lo que tocamos fosforece;
mausoleos de lujo, ya roídos
los retratos, raídos los tapetes;
trampas, celdas, cavernas encantadas,
pajareras y cuartos numerados,
todos se transfiguran, todos vuelan,
cada moldura es nube, cada puerta
da al mar, al campo, al aire, cada mesa
es un festín; cerrados como conchas
el tiempo inútilmente los asedia,
no hay tiempo ya, ni muro: ¡espacio, espacio,
abre la mano, coge esta riqueza,
corta los frutos, come de la vida,
tiéndete al pie del árbol, bebe el agua!,
M. Barceló -Encuadre con plato de uvas-
todo se transfigura y es sagrado,
es el centro del mundo cada cuarto,
es la primera noche, el primer día,
el mundo nace cuando dos se besan,
gota de luz de entrañas transparentes
el cuarto como un fruto se entreabre
o estalla como un astro taciturno
y las leyes comidas de ratones,
las rejas de los bancos y las cárceles,
las rejas de papel, las alambradas,
los timbres y las púas y los pinchos,
el sermón monocorde de las armas,
el escorpión meloso y con bonete,
el tigre con chistera, presidente
del Club Vegetariano y la Cruz Roja,
el burro pedagogo, el cocodrilo
metido a redentor, padre de pueblos,
el Jefe, el tiburón, el arquitecto
del porvenir, el cerdo uniformado,
el hijo predilecto de la Iglesia
que se lava la negra dentadura
con el agua bendita y toma clases
de inglés y democracia, las paredes
invisibles, las máscaras podridas
que dividen al hombre de los hombres,
al hombre de sí mismo,
                                        se derrumban
por un instante inmenso y vislumbramos
nuestra unidad perdida, el desamparo
que es ser hombres, la gloria que es ser hombres
y compartir el pan, el sol, la muerte,
el olvidado asombro de estar vivos;

amar es combatir, si dos se besan
el mundo cambia, encarnan los deseos,
el pensamiento encarna, brotan las alas
en las espaldas del esclavo, el mundo
es real y tangible, el vino es vino,
el pan vuelve a saber, el agua es agua,
amar es combatir, es abrir puertas,
dejar de ser fantasma con un número
a perpetua cadena condenado
por un amo sin rostro;
                                   el mundo cambia
si dos se miran y se reconocen,
amar es desnudarse de los nombres:
"déjame ser tu puta", son palabras
de Eloísa, mas él cedió a las leyes,
la tomó por esposa y como premio
lo castraron después;
                                   mejor el crimen,
los amantes suicidas, el incesto
de los hermanos como dos espejos
enamorados de su semejanza,
mejor comer el pan envenenado,
el adulterio en lechos de ceniza,
los amores feroces, el delirio,
su yedra ponzoñosa, el sodomita
que lleva por clavel en la solapa
un gargajo, mejor ser lapidado
en las plazas que dar vuelta a la noria
que exprime la substancia de la vida,
cambia la eternidad en horas huecas,
los minutos en cárceles, el tiempo
en monedas de cobre y mierda abstracta;

mejor la castidad, flor invisible
que se mece en los tallos del silencio,
el difícil diamante de los santos
que filtra los deseos, sacia al tiempo,
nupcias de la quietud y el movimiento,
canta la soledad en su corola,
pétalo de cristal en cada hora,
el mundo se despoja de sus máscaras
y en su centro, vibrante transparencia,
lo que llamamos Dios, el ser sin nombre,
se contempla en la nada, el ser sin rostro
emerge de sí mismo, sol de soles,
plenitud de presencias y de nombres;

sigo mi desvarío, cuartos, calles,
camino a tientas por los corredores
del tiempo y subo y bajo sus peldaños
y sus paredes palpo y no me muevo,
vuelvo donde empecé, busco tu rostro,
camino por las calles de mí mismo
bajo un sol sin edad, y tú a mi lado
caminas como un árbol, como un río
caminas y me hablas como un río,
creces como una espiga entre mis manos,
lates como una ardilla entre mis manos,
vuelas como mil pájaros, tu risa
me ha cubierto de espumas, tu cabeza
es un astro pequeño entre mis manos,
el mundo reverdece si sonríes
comiendo una naranja,
                                     el mundo cambia
si dos, vertiginosos y enlazados,
caen sobre las yerba: el cielo baja,
los árboles ascienden, el espacio
sólo es luz y silencio, sólo espacio
abierto para el águila del ojo,
pasa la blanca tribu de las nubes,
rompe amarras el cuerpo, zarpa el alma,
perdemos nuestros nombres y flotamos
a la deriva entre el azul y el verde,
tiempo total donde no pasa nada
sino su propio transcurrir dichoso,

no pasa nada, callas, parpadeas
(silencio: cruzó un ángel este instante
grande como la vida de cien soles),
¿no pasa nada, sólo un parpadeo?
—y el festín, el destierro, el primer crimen,
la quijada del asno, el ruido opaco
y la mirada incrédula del muerto
al caer en el llano ceniciento,
Miquel Barceló -Crâne aux Allumettes-
Agamenón y su mugido inmenso
y el repetido grito de Casandra
más fuerte que los gritos de las olas,
Sócrates en cadenas "(el sol nace,
morir es despertar: "Critón, un gallo
a Esculapio, ya sano de la vida"),
el chacal que diserta entre las ruinas
de Nínive, la sombra que vio Bruto
antes de la batalla, Moctezuma
en el lecho de espinas de su insomnio,
el viaje en la carretera hacia la muerte
—el viaje interminable mas contado
por Robespierre minuto tras minuto,
la mandíbula rota entre las manos—,
Churruca en su barrica como un trono
escarlata, los pasos ya contados
de Lincoln al salir hacia el teatro,
el estertor de Trotsky y sus quejidos
de jabalí, Madero y su mirada
que nadie contestó: ¿por qué me matan?,
los carajos, los ayes, los silencios
del criminal, el santo, el pobre diablo,
cementerio de frases y de anécdotas
que los perros retóricos escarban,
el delirio, el relincho, el ruido obscuro
que hacemos al morir y ese jadeo
que la vida que nace y el sonido
de huesos machacados en la riña
y la boca de espuma del profeta
y su grito y el grito del verdugo
y el grito de la víctima...
                                       son llamas
los ojos y son llamas lo que miran,
llama la oreja y el sonido llama,
brasa los labios y tizón la lengua,
el tacto y lo que toca, el pensamiento
y lo pensado, llama el que lo piensa,
todo se quema, el universo es llama,
arde la misma nada que no es nada
sino un pensar en llamas, al fin humo:
no hay verdugo ni víctima...
                                             ¿y el grito
en la tarde del viernes?, y el silencio
que se cubre de signos, el silencio
que dice sin decir, ¿no dice nada?,
¿no son nada los gritos de los hombres?,
¿no pasa nada cuando pasa el tiempo?

—no pasa nada, sólo un parpadeo
del sol, un movimiento apenas, nada,
no hay redención, no vuelve atrás el tiempo,
los muertos están fijos en su muerte
y no pueden morirse de otra muerte,
intocables, clavados en su gesto,
desde su soledad, desde su muerte
sin remedio nos miran sin mirarnos,
su muerte ya es la estatua de su vida,
un siempre estar ya nada para siempre,
cada minuto es nada para siempre,
un rey fantasma rige sus latidos
y tu gesto final, tu dura máscara
labra sobre tu rostro cambiante:
el monumento somos de una vida
ajena y no vivida, apenas nuestra,
—¿la vida, cuándo fue de veras nuestra?,
¿cuándo somos de veras lo que somos?,
bien mirado no somos, nunca somos
a solas sino vértigo y vacío,
muecas en el espejo, horror y vómito,
nunca la vida es nuestra, es de los otros,
la vida no es de nadie, todos somos
la vida —pan de sol para los otros,
los otros todos que nosotros somos—,
soy otro cuando soy, los actos míos
son más míos si son también de todos,
para que pueda ser he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia,
no soy, no hay yo, siempre somos nosotros,
la vida es otra, siempre allá, más lejos,
fuera de ti, de mí, siempre horizonte,
vida que nos desvive y enajena,
que nos inventa un rostro y lo desgasta,
hambre de ser, oh muerte, pan de todos,

Eloísa, Perséfona, María,
muestra tu rostro al fin para que vea
mi cara verdadera, la del otro,
mi cara de nosotros siempre todos,
Miquel Barceló
cara de árbol y de panadero,
de chófer y de nube y de marino,
cara de sol y arroyo y Pedro y Pablo,
cara de solitario colectivo,
despiértame, ya nazco:
                                       vida y muerte
pactan en ti, señora de la noche,
torre de claridad, reina del alba,
virgen lunar, madre del agua madre,
cuerpo del mundo, casa de la muerte,
caigo sin fin desde mi nacimiento,
caigo en mí mismo sin tocar mi fondo,
recógeme en tus ojos, junta el polvo
disperso y reconcilia mis cenizas,
ata mis huesos divididos, sopla
sobre mi ser, entiérrame en tu tierra,
tu silencio dé paz al pensamiento
contra sí mismo airado;
                                      abre la mano,
señora de semillas que son días,
el día es inmortal, asciende, crece,
acaba de nacer y nunca acaba,
cada día es nacer, un nacimiento
es cada amanecer y yo amanezco,
amanecemos todos, amanece
el sol cara de sol, Juan amanece
con su cara de Juan cara de todos,

puerta del ser, despiértame, amanece,
déjame ver el rostro de este día,
déjame ver el rostro de esta noche,
todo se comunica y transfigura,
arco de sangre, puente de latidos,
llévame al otro lado de esta noche,
adonde yo soy tú somos nosotros,
al reino de pronombres enlazados,

puerta del ser: abre tu ser, despierta,
aprende a ser también, labra tu cara,
trabaja tus facciones, ten un rostro
para mirar mi rostro y que te mire,
para mirar la vida hasta la muerte,
rostro de mar, de pan, de roca y fuente,
manantial que disuelve nuestros rostros
en el rostro sin nombre, el ser sin rostro,
indecible presencia de presencias...

quiero seguir, ir más allá, y no puedo:
se despeñó el instante en otro y otro,
dormí sueños de piedra que no sueña
y al cabo de los años como piedras
oí cantar mi sangre encarcelada,
con un rumor de luz el mar cantaba,
una a una cedían las murallas,
todas las puertas se desmoronaban
y el sol entraba a saco por mi frente,
despegaba mis párpados cerrados,
desprendía mi ser de su envoltura,
me arrancaba de mí, me separaba
de mi bruto dormir siglos de piedra
y su magia de espejos revivía
un sauce de cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol bien plantado mas danzante,
un caminar de río que se curva,
avanza, retrocede, da un rodeo
y llega siempre.


México, 1957









El mismo autor proclamaba que "por ser obra de la Memoria, Piedra de sol es una larga frase circular" donde se confronta la experiencia personal, social y hasta cósmica.
El poema es la consagración del instante único. Su cadencia entre lo efímero y lo eterno se corresponde con una búsqueda exaltada por averiguar el lugar del yo en el mundo.

Una imagen aparece constantemente: el árbol que se vuelve río, el río que se vuelve árbol. Esta dualidad entre quietud y movimiento aparece en varios poemas de Paz; pero además, en Piedra de Sol, se dan cita otras como arcaico-moderno, guerra-amor, instante-eternidad, vigilia-sueño, ciencia-mito.
La alusión al calendario azteca le permite al poeta confrontar la permanencia del mito frente a lo transitorio. Asimismo le permite conjugar el tiempo profano con el sagrado, la existencia individual y la del cosmos. 
Se puede decir que el poema emana vitalismo -el amor, la historia, los otros-  frente al horror y al absurdo de la fugaz existencia.

José Emilio Pacheco dijo una vez que guardaba tres ejemplares de Piedra de sol: “uno para leer, otro para releer y el último para ser enterrado con él”.