viernes, 12 de febrero de 2016

FUGA sin FIN - de Joseph Roth










Esta novela podría haberse titulado El Extraño, porque ese es el proceso al que nos invita a asistir Joseph Roth; el del extrañamiento de Franz Tunda, un soldado austriaco que es hecho prisionero por los rusos en 1916. Huye de los campos de trabajos forzados y se instala, de incógnito, en la granja de un polaco en Siberia. Allí vive unos años, pero la melancolía de su vida pasada y la fotografía de su novia Irene, guardada en el pecho, le hace volver a centroeuropa. Primero Austria, luego Alemania y finalmente París, le confirmarán que se ha vuelto un completo extraño en ese mundo tan refinado como superfluo.
"Me siento extraño en él (en el mundo europeo). Paso entre la gente con ojos extraños, oídos extraños y mentalidad extraña. Encuentro a antiguos amigos, conocidos de mi padre, y sólo con gran esfuerzo logro entender de qué me hablan." pág 61 
Le escribe el propio Tunda, en una carta, a su amigo Philip Roth, que interviene como personaje y narrador.

El soldado en la tundra ha sometido su vida a un proceso de esencialidad. Cuando vuelve a las grandes urbes europeas no puede dejar de apreciar su vacío, hipocresía y artificiosidad. 
El autor se sirve de estos ojos renovados para mirar (y criticar) a una Europa ensimismada. Llama la atención la vigencia de ciertas reflexiones:
"-Esa antigua cultura tiene miles de agujeros. Y vosotros los remendáis con préstamos de Asia, África, América. Los agujeros son cada vez más grandes. Pero vosotros conserváis el uniforme, el esmoquin y la piel blanca y vivís en mezquitas y templos hindúes. yo en tu lugar me pondría una chilaba.
-Hacemos unas cuantas concesiones -dijo el director de orquesta-, nada más. El mundo se ha vuelto más pequeño. Asia, África y América están más cerca de nosotros. En todas las épocas se han adoptado costumbres extranjeras y se han integrado a nuestra cultura.
-Pero, ¿dónde está esa cultura a la cual queréis integrarlas? No tenéis sino objetos de pega de una antigua cultural. ¿Hay cultura en vuestras tabernas, donde los borrachos cantan Una muchacha renana y los que están sobrios bailan el charlestón? ¿Hay cultura antigua en vuestra entrañables buhardillas, donde ya no viven artesanos, ni orfebres, ni relojeros, ni maestros cantores, sino proletarios que se pasan la vida en minas y se sienten como en casa en los ascensores eléctricos, pero no entre las ilegibles letras góticas. ¡Todo eso es una mascarada, no la realidad! No os quitáis vuestros disfraces." pág 96 y 97

"En el mundo tal como está no es importante que trabaje, pero es tanto más necesario que ingrese dinero. Un hombre sin ingresos es como un hombre sin nombre o como una sombra sin cuerpo. Uno tiene la sensación de ser un fantasma. Lo cual no se contradice con lo que he escrito antes. No tengo remordimientos de conciencia por mi inactividad, sino porque mi inactividad no produce dinero, mientras que la inactividad de todos los demás está bien pagada. Solamente el dinero da derecho a la existencia." pág 104

"En cierta ocasión Tunda preguntó:
-¿Se creen ustedes capaces de decirme en qué consiste esta cultura que pretenden defender aunque nadie la ataque desde el exterior?
-En la religión -respondió el presidente, que nunca iba a la iglesia.
-En las buenas costumbres -dijo la dama cuyas relaciones ilegítimas todos conocían.
-En el arte -dijo el diplomático, que desde sus años de escolar no había vuelto a ver un libro.
-En la idea de Europa -dijo de manera inteligente, porque era algo general, un señor apellidado Rappaport.
El aristócrata se limitó a exclamar:
-¡Lea usted mi revista!
-Ustedes quieren -dijo Tunda- mantener una comunidad europea, pero primero tienen que crearla. Porque esa comunidad no existe, de lo contrario, sabría mantenerse a sí misma." pág 124
    Autorretrato de Joseph Roth, al que añade un texto pletórico
       de ironía: «Así soy yo realmente: maligno, borracho, pero lúcido».
Joseph Roth se plantea la novela como un testimonio. Quiere escribir desde la verdad y para ello elige la vida de un europeo “renacido”, que tras pasar por el tamiz de la necesidad, ahora ve Europa con nuevos ojos. Su anhelo de verdad llega hasta la concepción de la novela que explica en un sucinto prólogo:
“En las páginas que siguen voy a relatar la historia de mi amigo, camarada y correligionario Franz Tunda.
Seguiré en parte sus anotaciones, en parte sus relatos.
No he inventado ni compuesto nada, no se trata ya de “hacer literatura”. Lo más importante es lo observado.”
Lo que sigue es casi una novela de tesis donde los personajes son tipos: el hermano de Tunda, un director de orquesta aparentemente sofisticado pero de vida innoble. Un empresario prisionero de las convenciones, un conde, el presidente de una asociación. Con ellos debatirá Tunda sobre la idea de Europa y sobre el concepto de “cultura europea”.

El estilo es limpio y directo, "sin literatura". Encuentro muchas listas en el texto. Le mostré a Tunda tal y tal personaje, vimos esto y aquello, nos encontramos con estas y estas personas. Me parece que Tunda  se esfuerza en comprender este mundo múltiple y rico que conoce a través de su hermano o de sus amigos; pero para él todo es incoherente. 
"Llegó a la Avenida de los Campos Elíseos y se encontró al margen de esa gente, a la que, sin embargo, rozaba con su manga. Como si, cual un mendigo, estuviera más allá del mundo y lo viera solamente a través del cristal de una ventana, duro, impenetrable, amenazador a pesar de toda su amabilidad." pág 133
Su novia Irene, con la que se cruzará sin ser reconocido; representa para él lo mismo que Europa. Perdió a ambas cuando fue hecho prisionero y cambió su régimen y sus expectativas de vida.

Franz Tunda aparece en muchas ocasiones en actitud pasiva. Más que sujeto de su destino parece obedecer a la pura necesidad:


"Seguro que te preguntarás por qué me fui de Rusia. No sabría contestarte. Tampoco me avergüenzo de ello. No creo que haya ninguna persona en el mundo que te pueda decir con la conciencia tranquila por qué ha hecho esto o dejado de hacer lo otro. Si pudiera, lo mismo mañana me iba a Australia, a América, a China o regresaría a Siberia a casa de mi hermano Baranowicz. Sólo sé que lo que me ha impulsado no ha sido lo que acostumbra a llamarse ·"desazón", sino, por el contrario, una tranquilidad completa. Nada tengo que perder. No soy valiente ni busco aventuras. Me dejo llevar por el viento y no tengo miedo a caer." pág 57
Pero ese espíritu negligente no merma la complejidad con que Roth caracteriza a su amigo Tunda. Una amarga caracterización donde se refleja lo europeo como algo individualista y lleno de falsos ideales:
"Mi amigo era el modelo de un carácter informal, del que uno no puede fiarse. Era tan poco de fiar que ni siquiera se le podía reprochar egoísmo.
No aspiraba a las llamadas ventajas personales. Tenía tan pocos reparos egoístcas como morales. Si fuera absolutamente necesario caracterizarlo con algún atributo, yo diría que su atributo más evidente era el deseo de libertad. Pues podía renunciar a sus ventajas tanto como sabía evitar los inconvenientes. La mayoría de cosas que hacia las hacía por capricho, algunas, por convicción, y eso significa: todo por necesidad. Poseía más fuerza vital que la que la revolución necesitaba por entonces. Poseía más autonomía que la que puede necesitar una teoría que busca adaptarse a la vida. En el fondo era un europeo, un "individualista", como dice la gente culta. Para disfrutar plenamente de la vida necesitaba circunstancias más complicadas. Necesitaba una atmósfera de mentiras confusas, falsos ideales, salud aparente, putrefacción tolerables, fantasmas pintados de rojo, la atmósfera de los cementerios, que parecen salones de baile, o castillos, o escuelas, o salones. Necesitaba la proximidad de los rascacielos, cuyo estado ruinoso se intuye y cuya existencia está, no obstante, asegurada por siglos.
Era un "hombre moderno"."        pág 62,63 

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