domingo, 3 de enero de 2016

ESTREMECIMIENTO - de Federico de Roberto










He aquí una magnífica novela negra escrita en los últimos años del siglo XIX. Transcurre en elegantes salones decimonónicos y son sus protagonistas una noble milanesa, un príncipe ruso revolucionario, una joven nihilista y un escritor atormentado. 

La obra comienza con la muerte de la condesa d´Arda durante el otoño de 1894, en su villa junto al lago de Ginebra. El disparo en la sien delata un más que probable suicidio. El juez Ferpierre, que dirige la instrucción, no encuentra ni testigos ni pruebas que lo desmientan. Sólo un nuevo actor, el escritor Roberto Vérod, clama por un asesinato pasional por parte del amante de la condesa, el príncipe Zakonine, presente en la villa. De modo que la intriga se embosca irremediablemente, en la psicología y las pasiones de los protagonistas. Según reconoce el juez,
"Si nosotros no encontramos ninguna demostración material de la verdad, como desgraciadamente parece, estamos ante una instrucción cuya solución depende de un problema psicológico." 
Dado que la obra se centra en las tormentas del alma, algún lector presuroso tildará su estilo de farragoso y excesivamente psicologista. Que no se engañe. La indagación del juez Ferpierre mantiene un fuerte suspense sin necesidad de forenses, persecuciones o huellas digitales. Simplemente navegando entre tumultuosos sentimientos y tormentos morales. Tal y como ocurre en Mme. Bovary (Flaubert) o Los Cenci (Stendhal).

No hay seres viles, ni mezquindad en los actos. Todos los implicados son nobles y de moral exigente. Sus motivaciones son de otra época: el Amor, el Deber, el Honor y el Derecho. Ha de ser el revolucionario y nihilista príncipe Zakonine quien rasgue el velo de estas antiguas convenciones para asomarnos a una época más bárbara, moderna y materialista.
"¿Entonces tú crees que tu amor es inmortal? ¿No comprendes que dejarás de amarme, que ya no me amas como antes? Tú me juzgas indigno de tu amor, piensas que te has sacrificado, el sacrificio te pesa, quieres obtener una compensación, la buscarás en otro amor; no lo dudes: alguien te lo ofrecerá... Al principio dirás que la culpa ha sido mía, más tarde reconocerás que yo no tenga la culpa. Dentro de ti, dentro de mí, en los nervios, en la carne, en la sangre de todos hay un fermento que nadie ni nada puede sedar: cuando tengas hambre te alimentarás; después de haber comido, estarás saciada. No hay más verdad que esta. Hay que decirla, repetirla, honrarla, y reconocer que tus leyes, tus escrúpulos son mentira e hipocresía que debemos desenmascarar y humillar. Tus grandes nombres, el Amor, el Deber, el Derecho, tiene un sentido, pero no es el que tú crees. Nuestro deber y nuestro derecho se reducen a obtener y mantener el placer, que es la razón, el origen, el fin de la vida; mientras tu placer está en el mío, nos amamos; cuando ya no nos bastamos el amor se acaba. Tú dices otra gruesa palabra: el honor. ¿Dónde lo colocas? Mi honor consiste en decir aquello que pienso, en poner de acuerdo mis acciones con mis ideas. Todo el mundo está regido por prejuicios inicuos, pero más estúpidos que inicuos. La ciencia que no miente ha expresado la verdadera, la única ley desde el cúmulo de las seculares mentiras: quiero decir la ley de la lucha por la existencia". pág 105
Pero la condesa d´Arda es una mujer de muy firmes convicciones. Cuando su unión con el príncipe Zakunine se está diluyendo, recibe la solicitud de un nuevo amante, el escritor Roberto Vérod. Sólo un corazón tan noble como el de la condesa es capaz de zozobrar al comprobar que el Amor no es único, ni inmortal. Una verdadera "tormenta moral", según lo percibe el juez. Así son los asuntos en esta novela, morales e íntimos, tremendos y  sutiles. Con personajes desgarrados entre férreas convenciones morales que pueden determinar tanto su vida como su muerte. 

El libro habla de la muerte por amor, de la nobleza inquebrantable llevada a sus últimos extremos y también de una reflexión sobre el espíritu revolucionario.
"-¿Os ha de importar a vos lo que a mí misma no me interesa? Si quisiera encontrar un atenuante para el acto cometido, si quisiera ser acusada por vos, por vuestra sociedad, os diría que le amaba, que la maté por celos. Esta debilidad, este egoísmo son excusados y hasta glorificados por vuestra sociedad. El amante que para evitarse un dolor, para asegurarse su propio placer mata al rival, es perdonado; incluso a veces el ciego y letal amor suyo se juzga como fuerte, grande, admirable. El amor que nos guía a nosotros, nuestro sacrifico consciente, la obra de salud a la que nosotros atendemos, ¡Son condenados!
-¡Extraña obra saludable la vuestra, que os hace derramar sangre!
-¿Vos creéis que una, que diez, que cien vidas importan cuando está en juego el destino de todos? Vos, a quien asusta la sangre, la derramáis a ríos en vuestras guerras: tanto os horroriza la sangre, que la preocupación suprema de vuestros regentes es la de armaros. Aquí, en vuestro país de libertad, ¿no es el ejercicio de la fuerza con un fin cruento el más ensalzado de todos?."
El retrato más profundo corresponde a la víctima. En el capítulo titulado "Historia de un alma", acompañamos al juez en la lectura de su diario íntimo. Allí apreciaremos su violento debate interno, el puñal que representan algunas palabras y la tortura moral de elegir entre el deber y el deseo.

El juez Ferpierre se convierte en el eje sobre el que gira la elucidación de dos personalidades atormentadas, la de la condesa Firenza d´Arda y la del príncipe Alessei Zakunine. Ella celestial en sus valores y pura en su inacción; él zarandeado por pasiones contradictorias y una tumultuosa historia de errores y fracasos. Ambas son historias trágicas, cuyo botón detonador es el joven Roberto Vérod, un escritor torturado. "El cerrado pensamiento, el asiduo examen interior, el inveterado instinto y la obstinada necesidad de mirarse a sí mismo le habían envenenado. (...) Había vivido pero ¿cómo? Como el visitante de un cosmorama cree encontrarse frente a los espectáculos representados: sabiendo que están pintados sobre cartón. Él no creía en la vida". 

De Roberto plasma el agudo contraste entre una sociedad estática, de rígidas convenciones, y la violenta agitación de las pasiones.




P.D. 1.- Quiero dedicar este post a la librería Negra y Criminal donde descubrí este libro. Su larga trayectoria desde el año 2002, sus actividades, su web extraordinaria y sus amplísimos conocimientos no bastaron para sobrevivir en este mundo globalizado. Creo que la literatura acabará necesitando una ONG para salvar sus piezas más preciosas. Va por ell@s.

P.D. 2.- Federico de Roberto (1861-1927) fue uno de los grandes escritores italianos del periodo entre el siglo XIX y XX. Aunque vivió en Milán unos años, la mayor parte de su vida se desarrolló en Sicilia donde llevó una vida alejada de los circuitos y la fama. Su reconocimiento, como a tantos grandes de la literatura, le llegó póstumamente.
De Roberto estuvo influido por el verismo literario italiano, escuela relacionada con el naturalismo francés, aunque con muchas singularidades y una fuerte personalidad que lo diferencian de éste. Conoció y trató a Luigi Capuana y Giovanni Verga, padre del Verismo, a quien consideró su maestro y con quien mantuvo una estrecha relación.
Otras obras suyas son las que componen una ambiciosa trilogía donde novela de forma impresionante la moderna historia de Italia: Los Virreyes, El Imperio y La Ilusión.

P.D. 3.- Esta edición de Gadir contiene algunas -escasas- erratas. La más desconcertante es la confusión entre los verbos infringir e infligir, que ocurre en tres o cuatro ocasiones.

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