domingo, 31 de enero de 2016

CRATES, Cínico - de Marcel Schwob

El encuentro entre Alejandro Magno y Diógenes (Pierre Puget)


ació en Tebas. Fue discípulo de Diógenes y también conoció a Alejandro. Su padre, Ascondas, era rico y le dejó doscientos talentos. Un día fue a ver una tragedia de Eurípides y se sintió inspirado ante la aparición de Telefo, rey de Misia, vestido como un mendigo y con una canasta en la mano. Se levantó en medio del teatro y en voz alta anunció que distribuiría entre quienes los quisieran los doscientos talentos de su herencia, y que desde ese momento le bastarían las ropas de Telefo. Los tebanos comenzaron a reír y se amontonaron frente a su casa; pero él se reía más que ellos. Les arrojó su dinero y sus muebles por las ventanas, tomó un manto de tela y una alforja, y se fue.

Al llegar a Atenas vagabundeó por las calles y para descansar apoyaba las espaldas contra las murallas, al lado de los excrementos. Puso en práctica todo lo que aconsejaba Diógenes. El tonel le pareció superfluo. Crates opinaba que de ninguna manera el hombre es un caracol ni un crustáceo. Vivía entre la basura, completamente desnudo, recogiendo cortezas de pan, aceitunas podridas y espinas de pescado para llenar su alforja. Solía decir que su alforja era una ciudad amplia y opulenta donde no había parásitos ni cortesanas, y que producía para su rey cantidad suficiente de tomillo, ajo, higos y pan. Así Crates llevaba su patria a cuestas y se alimentaba de ella.
-Diógenes-
No se inmiscuía en los asuntos públicos, ni siquiera para burlarse de ellos; tampoco le daba por insultar a los reyes. Desaprobaba la actitud de Diógenes, quien un día había gritado: «¡Hombres, acercaos!», y luego golpeó con su bastón a quienes habían acudido diciendo: «Llamé a hombres, no a excrementos.» Crates era tierno con la gente. Nada lo preocupaba. Se había acostumbrado a las llagas. Lamentaba mucho no tener un cuerpo lo suficientemente flexible como para poder lamerlas, como hacen los perros. Deploraba también la necesidad de ingerir alimentos sólidos y de beber agua. Pensaba que el hombre debía bastarse a sí mismo, sin ninguna ayuda exterior. Por eso no iba en busca de agua para lavarse. Cuando la mugre lo incomodaba, se frotaba el cuerpo contra las murallas pues había observado que así proceden los asnos. Rara vez hablaba de los dioses: no le importaban; lo mismo le daba que los hubiera o no, pues sabía que nada podían hacerle. En todo caso, les reprochaba el haber hecho deliberadamente desdichado al hombre al ponerle la cara en dirección al cielo y privarlo de la facultad que poseen la mayor parte de los animales: la de caminar en cuatro patas. Puesto que los dioses han decidido que para vivir hay que comer —pensaba Crates— tendrían que haber puesto la cara del hombre mirando al suelo, que es donde crecen las raíces: nadie puede alimentarse de aire o de estrellas

La vida no fue generosa con él. A fuerza de exponer sus ojos al polvo acre del Ática, contrajo legañas. Una enfermedad desconocida de la piel lo cubrió de tumores. Se rascó con sus uñas, que no cortaba nunca, y observó que de ello sacaba un doble provecho pues, al mismo tiempo que las iba gastando, sentía alivio. Sus largos cabellos llegaron a parecerse a un felpudo, y los dispuso de manera que lo protegieran de la lluvia y del sol.

Cuando Alejandro fue a verlo, no le dirigió palabras mordaces, pero lo consideró un espectador más, sin hacer ninguna diferencia entre el rey y la muchedumbre. Crates no tenía opinión sobre los poderosos. Le importaban tan poco como los dioses. Sólo le preocupaban los hombres y la manera de pasar la vida con la mayor sencillez posible. Las recriminaciones de Diógenes le causaban risa, lo mismo que sus pretensiones de reformar las costumbres. Crates se consideraba muy por encima de cuestiones tan vulgares. Transformaba la máxima inscrita en el frontispicio del templo de Delfos, y decía: «Vive tú mismo.» La idea de cualquier conocimiento le parecía absurda. Sólo estudiaba las relaciones de su cuerpo con lo que éste necesitaba, tratando de reducirlas tanto como fuera posible. Diógenes mordía como los perros; Crates vivía como los perros.

Tuvo un discípulo llamado Metrocles. Era un joven rico de Maronea. Su hermana Hiparquia, bella y noble, se enamoró de Crates. Hay testimonios de que se sintió atraída por él y de que fue a buscarlo. Parece imposible, pero es cierto. Nada la desalentó: ni la suciedad del cínico, ni su pobreza absoluta, ni el horror de su vida pública. Él le previno que vivía como los perros, en las calles, y que buscaba huesos en los montones de basura. Le advirtió que nada de su vida en común sería ocultado y que la poseería públicamente cuando tuviera ganas, como los perros hacen con las perras. A Hiparquia eso no le extrañó. Cuando sus padres trataron de retenerla, ella amenazó con matarse. Le tuvieron piedad. Entonces abandonó el pueblo de Maronea, desnuda, con los cabellos sueltos, cubierta sólo con un viejo lienzo, y vivió con Crates, vestida igual que él. Se dice que tuvieron un hijo, Pasicles, pero no hay nada seguro al respecto.

Parece que esta Hiparquia fue buena y compasiva con los pobres. Acariciaba a los enfermos y lamía sin la menor repugnancia las heridas sangrantes de los que sufrían, covencida de que estas personas eran para ella lo que las ovejas son para las ovejas, lo que los perros son para los perros. Si hacía frío, Crates e Hiparquia se acurrucaban contra los pobres y trataban de trasmitirles el calor de sus cuerpos. Les prestaban la ayuda muda que los animales se prestan unos a otros. No tenían preferencia por ninguno de los que se acercaban a ellos. Les bastaba con que fueran seres humanos.

Esto es todo lo que llegó a nosotros de la mujer de Crates; no sabemos cuándo ni cómo murió. Su hermano Metrocles admiraba a Crates y lo imitaba. Pero nunca tuvo tranquilidad: su salud estaba perturbada por flatulencias continuas, que no podía retener. Se desesperó y resolvió matarse. Crates se enteró de su desgracia y quiso consolarlo. Comió una buena cantidad de altramuces y se fue a ver a Metrocles. Le preguntó si era la vergüenza de su enfermedad lo que lo afligía tanto. Metrocles confesó que no podía soportar su desgracia. Entonces Crates, inflado por los altramuces, soltó unos cuantos gases en presencia de su discípulo y le hizo ver que la naturaleza sometía a todos los hombres al mismo mal. Luego le reprochó que hubiese sentido vergüenza y le puso su propio ejemplo. Soltó después unos cuantos gases más, tomó a Metrocles de la mano y se lo llevó.

Los dos anduvieron mucho tiempo juntos por las calles de Atenas, seguramente con Hiparquia. Hablaban muy poco entre ellos. No sentían vergüenza por nada. Aunque revolvían los mismos montones de basura que los perros, éstos parecían respetarlos. Cabe pensar que, de haber estado muy hambrientos, se habrían peleado con ellos a dentelladas. Pero los biógrafos no mencionan nada por el estilo. Sabemos que Crates murió viejo; que terminó por quedarse en un mismo sitio, recostado bajo el alero de un galpón del Pireo donde los marineros guardaban los bultos del puerto; que dejó de vagar en busca de algo que roer; que no quería siquiera extender el brazo; y que un día lo encontraron desecado por el hambre.



en "Vidas Imaginarias" de Marcel Schowb

miércoles, 27 de enero de 2016

Los ODIOSOS OCHO - de Quentin Tarantino



                   

El octavo film de Tarantino junta a ocho odiosos tipos, deslenguados y mendaces, en un brillantísimo pastiche; pero sumamente irregular. La cinta es un portento visual, obra de un creador de cine con mayúsculas; pero se puede decir con propiedad aquello de que la película en su conjunto es mucho peor que sus partes. Porque cada secuencia tiene la poderosa impronta de Tarantino, la verborrea desbocada, la aviesa intención, la ironía y hasta el delirio, a lo que hay que añadir una portentosa realización. Pero no constituye una matriz con aliento propio; sino que va sumando ideas por el mero hecho de tenerlas. 


Una tormenta de viento y nieve en las montañas de Wyoming sorprende al cazarrecompensas John Ruth (Kurt Russell) llevando a su peligrosa prisionera, Daisy Dormegue (Jennifer Jason Leigh), para que la ahorquen en Red Rock. Por el camino recoge a otro cazarrecompensas, el mayor Marquis Warren (Samuel L. Jackson) y al nuevo sheriff de Red Rock. El temporal de nieve les obliga a detenerse en un colmado, la Mercería de Minnie, que en ese momento está al completo: un exgeneral sudista, un redicho inglés (Tim Roth) que se presenta como el verdugo de Red Rock y un joven solitario y taciturno. 

Con una brillantísima puesta en escena y sus indefectibles diálogos, tan redundantes como jocosos, Tarantino nos invita a un curso de escritura cinematográfica. Comienza con un encuentro tenso y mordaz entre dos protagonistas (como ya hiciera en Djando Desencadenado); continúa como un ejercicio hitchcockiano, encerrándolos a todos en un espacio cerrado para que se cuezan en su propio jugo; afronta en la transición un capítulo muy Agatha Christie cuando aparece un misterioso envenenador, para concluir con  la típica orgía de sangre, donde dos moribundos bañados en rojo continúan perorando (Reservoir Dogs). 

Demasiadas citas, demasiadas referencias, demasiadas incongruencias. La película puede tomarse como un completo juego autorreferencial. La octava película elige ocho personajes para poder husmear en ese videoclub que Tarantino lleva en la sangre. Aunque el director avista muchos caminos, no recorre ninguno. La película se detiene por momentos,  las charlas se hacen eternas y la tensión dramática decae.


Ya estamos acostumbrados a los diálogos interminables de Tarantino; a veces inquisitivos, a veces absurdos, siempre interesantes y mordaces. 
"Si yo, como verdugo, cuelgo a esta mujer criminal; a eso lo llamamos Justicia. Si en cambio, una masa enfervorecida nos la arranca de las manos y la cuelgan, eso sería barbarie.  
La ausencia de pasión es la esencia de la Justica. La Justicia que no se sirve desapasionadamente corre el peligro de no ser Justicia."
Eso es lo que encontramos en estos Odiosos Ocho; pero según pasan los minutos el asunto va perdiendo interés, como si no condujese a ninguna parte.   Un poderoso personaje como John Ruth, apodado "la horca", de pronto desaparece. El joven sheriff que en principio es presentado como miembro de una peligrosa banda, de pronto se convierte en un pipiolo. Y lo más grave, hacer imitar al gran Tim Roth (el presunto verdugo de origen inglés), el estilo y la pose patentados por Christophe Waltz en sus anteriores colaboraciones, me parece un desatino que demuestra el despiste de la película.

A pesar de ello, son precisamente los diálogos los que sostienen las escenas, además de unos personajes perfectamente trazados y encarnados de forma sobresaliente por un elenco inspirado. Subrayar que Samuel L. Jackson tiene una presencia abrumadora.

La multitud de historias que cruzan la pantalla, como la de John Ruth, la del Major Marquis, la del anciano general sudista (Bruce Dern), la de su hijo (un verdadero exabrupto), la de Daisy Domergue, la de la propia Minnie. La decisión de contar con Ennio Morricone para la música, la de rodar en celuloide Ultra Panavisión 70, un formato para captar escenarios inmensos, cuando la película transcurre, casi al completo, en un escenario único y cerrado, ...las innecesarias tres horas de duración. Todo delata una excelsa arbitrariedad, una creatividad desbocada, un deseo de manipular mitos y emociones. El desbarre pletórico de una mente creativa, tan exuberante y virtuosa como en su conjunto fallida.


P.D. 
Rodar ‘Los odiosos ocho’ en formato Ultra Panavision 70, no es más que otro homenaje al cine de un cinéfilo sin remisión. Fue empleado por última vez en la pelicula ‘Kartum’ (1966). Ultra Panavision 70 utiliza lentes anamórficas (a diferencia de las lentes esféricas tradicionales) para crear una prodigioso aspecto panorámico de 2.76:1. 

Con este formato el celuloide capta la profundidad, el color y la luz de una forma mucho más cálida y natural que la imagen digital. Tarantino y su director de Fotografía, Robert Richardson contaron con toda la colaboración de Panavision para llevar a buen puerto el proyecto. De sus almacenes salieron varios juegos de lentes, entre ellas, las utilizadas para rodar la carrera de cuadrigas de ‘Ben-Hur’, y las reconstruyeron para su uso con cámaras actuales.

Tarantino ha sido muy rompedor al utilizar este formato ideado para los grandes paisajes del Oeste y la salvaje belleza de escenarios naturales, en una película de interiores: “Creo que estos grandes formatos ofrecen más intimidad. Puedes estar más cerca de los personajes. Podías acercarte más e invadir la intimidad de los personajes con su grandeza. No creo que sea un formato pensado únicamente para crónicas de viajes”. La cámara puede grabar los detalles en toda su gloria, gracias a que recoge mucha más información. Tarantino ha querido retrotraernos al asombro que sentíamos cuando nos asomábamos de niños a una sala de cine.




sábado, 23 de enero de 2016

El BESO de JUDAS - de Sebastián Gutiérrez








Como homenaje a Alan Rickman, recientemente fallecido, revisito este entretenido policíaco que interpretó en 1999, junto a su reiterada compañera en la pantalla, Emma Thompson. Rickman ha sido otro de esos grandes actores ingleses desaprovechado en el cine, aunque ha brillado a menudo en papeles secundarios. Demostró su talento en películas escondidas como Snow Cake o Bottle Shock, para finalmente, pasar a la historia del cine como el profesor Snape en la saga Harry Potter.

En este Judas Kiss, un grupo de perdedores secuestran a un genio informático, pero algo sale mal. Una mujer les sorprende en el pasillo y lo ve todo. La matan. Cuando están organizando el rescate les estalla la bomba. La mujer a la que han asesinado es la esposa del senador más poderoso de la ciudad, Nueva Orleans.

Carla Giugino

La investigación se divide en dos direcciones, un policía de la ciudad, David Friedman (Alan Rickman), seguirá la estela del asesinato y una agente del FBI, Sadie Hawkins (Emma Thompson), vigilará el desarrollo del secuestro y el rescate.


La película aguanta bien el paso del tiempo y apoya su atractivo en una trama muy bien trabada, unos diálogos punzantes e irónicos y unas interpretaciones muy solventes de su amplio elenco. Además de los protagonistas,  Carla Giugino, explosiva en su papel de Coco Chavez, líder de los secuestradores; su compañero interpretado por "el mentalista" televisivo Simon Baker y el cerebro organizador interpretado por Gil Bellows.

La trama se inspira en el gran Jim Thompson, uno de cuyos libros aparece leyendo Sadie. De este modo el director y guionista puede introducir en los diálogos la cita de su inspiración.
-En una entrevista le preguntaron a Jim Thompson ¿de dónde saca usted ese montón de argumentos?
-Se equivoca usted. Sólo hay un argumento.
-¿En serio? ¿Y cual es?
-Nada es lo que parece.
Efectivamente la investigación desvelará oscuras intenciones y la apariencia del secuestro y crimen se resquebrajará para dar paso a nuevas revelaciones.
Sebastián Gutiérrez (guionista de ‘Snake On A Plane’ o ‘Gothika’) consigue aquí su mejor película, habida cuenta de que entre sus posteriores largos encontramos truños como Rise: Cazadora de sangre o Elektra Luxx.

En otros de sus títulos como Hotel noir o Girls Walk into a Bar demuestra que es un estimable guionista, habilidad que en este Beso de Judas  brilla en muchos momentos; como en el diálogo que se cruzan los dos detectives en su primer encuentro.
Sadie: A ver satisfágame.
David: ese comentario podría interpretarse como acoso sexual, agente Hawkins.
Sadie: Le dejaré las cosas claras, sé que nunca ha trabajado a las ordenes de una mujer, pero yo he llegado aquí redactando informes y jugando limpio, nunca he disparado un arma. Trabajo en esto para demostrar a mi padre que no soy cobarde. No la chupo mal y así es como conseguí el ascenso frente a otros candidatos, todos hombres y todos dotados para la felación pero había que llenar el cupo femenino. También soy idealista y estúpida. Usted es hombre curtido, cínico y siempre tiene razón. Estoy enamorada de usted pero me lo callo. ¿Me he dejado algo?
David: Conduce mejor que yo y mi orgullo me impide reconocerlo.
Pero bajo estos diálogos autoreferenciales y la actitud displicente de una inverosímil agente del FBI se esconde un preciso guión de auténtico cine negro, con un montaje y una música que recuerda a los clásicos setenteros. A los que por cierto me recuerda la música de Christopher Young (‘Rounders’ o ‘Huracán Carter’). La película tiene el tono ligero y clásico a la vez de dos detectives que se chorrean, mientras hacen su trabajo con mayor eficacia de la que el jefe les exige.

Lástima que justo en el centro la película se pare. El tiempo de espera del secuestro lo intenta llenar el guionista con una profundización en la pareja de secuestradores, pero la verdad es que carece de interés. Quizás pensó que ver a Carla Giugino follando sudorosa y rodeada de carne colgada de ganchos en un matadero sería una escena memorable; pero sobraba por innecesaria.
En fin. 
Cine con carácter bajo los auspicios de Jim Thompson.
R.I.P. Rickman.



martes, 19 de enero de 2016

JONATHAN STRANGE y EL SR. NORRELL - Susanna Clarke











Fabulosa novela en el más amplio sentido de la palabra. Imaginación portentosa y presentación de un universo fantástico completo y verosímil donde se conjuga la historia oficial de Europa a principios del siglo XIX, con una historia alternativa donde la presencia de la magia y los magos están plenamente normalizados; hasta el punto de que el Almirantazgo, en su guerra contra Napoleón, tiene entre sus asesores al mago Jonathan Strange.

Toda la obra bascula sobre el enfrentamiento entre los dos mejores magos de la época. Uno, el Sr. Norrell, el primero que se ha atrevido a cruzar la línea de los estudios teóricos y pasar a la acción. Otro, Jonathan Strange, en principio discípulo de Norrell y finalmente enemigo, dado el empeño de este último en desacreditar la historia de la magia y en acaparar todo conocimiento para evitar su divulgación.
A estos dos ángulos de la trama, se unen otros dos más quiméricos para formar un rombo fantástico y cautivador. Por un lado el Rey Cuervo, el mago más grande de la historia, una suerte de monarca medieval considerado el padre de la magia inglesa y protagonista de una época tan remota como mítica, la de los magos aureates y argentinos
"Mientras gobernaba Inglaterra del Norte, el Rey Cuervo también regía un país de duendes. Tenga en cuenta que nunca hubo otro monarca que reinara sobre dos razas tan distintas. Tenga en cuenta que era tan gran rey como mago, circunstancia que casi todos los historiadores tienden a pasar por alto."
Su poderosa presencia se cierne sobre toda la obra y su perdido libro de conjuros, uno de los leit motiv que recorre subterráneamente la historia. Por otro lado está "el caballero con el cabello como el vilano de cardo", un perverso y aristocrático duende que pondrá en jaque a nuestros dos protagonistas. Un malvado cínico y arrogante. Todo un personaje.

El libro está ambientado en el siglo XIX, con las guerras napoleónicas como telón de fondo. Los personajes de ficción interactúan con los históricos (el Duque de Wellington, Lord Byron o el rey Jorge III). El universo fantástico que ha imaginado Susana Clarke es convincente y nos ofrece realismo y verosimilitud, mezclando prodigiosamente fantasía e Historia.
Después de que el señor Norrell se diera a conocer con un hechizo en la catedral de York, se traslada a Londres para poner sus artes al servicio del gobierno. Allí conoce al joven Jonathan Strange y lo acoge como discípulo. Ambos se proponen recuperar la magia verdadera, perdida entre charlatanería y leyendas de tiempos remotos. Ayudarán a Lord Wellington en sus batallas contra Napoleón, intervendrán en la curación del rey loco (Jorge III) y llevarán a cabo innumerables encantamientos desde rescatar barcos encallados hasta proteger a las ciudades de tormentas o preparar la mejor venganza para amantes despechados.

La ambientación histórica y social es un aspecto fundamental y de los más conseguidos de la obra. La vida social entre lores, caballeros y ministros, añadido a la idiosincrasia y el carácter tan british de sus personajes, le da a la obra una dimensión lujuriosamente literaria. 
“-¿Puede un mago matar a un hombre por arte de magia? -le preguntó Lord Wellington.
Strange frunció el entrecejo. Pareció que no le gustaba la pregunta.
-Supongo que un mago podría -admitió-; pero un caballero, jamás.
Wellington asintió, como si eso fuera justo lo que esperaba oír.”
Los personajes principales nos recuerdan los de las novelas de Jane Austen; los secundarios a Dickens. Sobre todo los dos buscavidas que se pegan a Mr. Norrell, pero también el parlanchín mago Vinculus o su borrachín padre. El propio Strange, mientras prepara su libro, visita a Lord Byron en Ginebra durante una famosa noche, porque escribe al editor de ambos: "la gente tiene unas ideas muy raras de los magos. Querían que les hablara de vampiros."

Ilustración de la novela
Otro aspecto muy seductor es que los libros refulgen en el corazón de este libro. Mr. Norrell ha acaparado durante años todos los libros sobre magia que hay en Inglaterra, Los personajes se inquieren e informan sobre una bibliografía clásica (ficticia) que acabas manejando como un erudito (sean las obras de Martin Pale, las de Belasis o de Segundus).
Susanna Clarke ha planteado su propia obra como un libro de consulta. Abundan las notas a pie de página que profundizan sobre algún libro, personaje o acontecimiento citado. El efecto metaliterario es formidable. Tan importantes son los libros que hasta un hombre es condenado a morir en la horca por destruir uno ("asesinar" un libro, leemos).

Ambos aspectos se reflejan en una peculiar anécdota. Cuando le encargan a Norrell que envíe pesadillas a Buonaparte, sus hechizos no logran asustarle. Los ministros se plantean entonces pedir mejores pesadillas a Radcliffe, Lewis o Beckford; pero el lord del Almirantazgo se niega aduciendo: una cosa es utilizar magos y otra novelistas, eso es rebajarse.

Para mí, la obra también tiene un debe. Quizás peca de prolija. Aunque nunca aburre y siempre es interesante; la realidad de esta historia alternativa está contada al detalle. Sin ningún tipo de prisa, la autora nos hace oler las calles y tabernas, nos hace presentes en todo tipo de conversaciones, desmenuza la historia hasta la anécdota. Y sobre todo, no se producen picos dramáticos. La invención formidable discurre como un tren a velocidad sostenida. La BBC ha adaptado recientemente la novela en una miniserie de 7 capítulos y aporta, además de una ambientación ejemplar (por supuesto), un punto de intensidad dramática que muchas páginas no tienen.
También encuentro que hay personajes muy bien definidos pero un tanto desaprovechados. Tal es el caso de Childermass, el ayundante de Norrell o del propio Vinculus, cuya historia personal es tan trascendente para la trama y que, sin embargo, desaparece durante un gran tramo. 
"-Yo me llamo Vinculus -declaró. Teniendo en cuenta que había pasado la noche debajo de un seto, su voz era sorprendetemente firme y clara-. Hace diez días que camino hacia el oeste en busca de un hombre que está destinado a ser un gran mago. Hace diez días me fue mostrada la efigie de ese hombre, y ahora ciertas señales misteriosas me dicen que tú eres el hombre.
Todos volvieron la cabeza para ver a quién se refería.
El hombre de la zamarra de pastor y las bufandas de punto se acercó a Strange y le tiró de la chaqueta.
-Es usted, señor -dijo.
-¿Yo?
Vinculus se acercó a Strange y recitó:

Dos magos aparecerán en Inglaterra.
El primero me temerá; el segundo deseará contemplarme; el primero estará gobernado por ladrones y asesinos; el segundo conspirará para su propia destrucción; el primero enterrará su corazón en un oscuro bosque, bajo la nieve, y aún así sentirá dolor;  el segundo verá su posesión más preciada en manos de su enemigo.

-Entiendo -cortó Strange-. ¿Y cuál de los dos soy yo, el primero o el segundo?"

Realmente el nudo de la aventura comienza cuando Mr. Norrel resucita a la joven Lady Pole. Para lograrlo convoca al duende de "cabello como el vilano de cardo". La presencia de éste se convertirá en una amenaza constante, hasta obligar a los magos a olvidar sus rencillas para lograr vencerlo.

De monumental invención, la novela nos regala pasajes verdaderamente memorables; como todos los que ocurren en Desesperanza, la hacienda quimérica del duende caballero, las batallas de Lord Wellington en Portugal y España ayudado por los hechizos de Strange o la nube negra que rodea y persigue a éste en el tramo final.

sábado, 9 de enero de 2016

En REALIDAD, NUNCA ESTUVISTE AQUÍ - Jonathan Ames












¡Bum!
Te sientas a las seis de la tarde a leer este libro y te levantas un par de horas después noqueado por su impacto. Casi como si te hubieras encerrado en un cine para ver a este Joe desequilibrado y tenaz.


En realidad, nunca estuviste aquí es novela negra hard boiled, de estilo urbano y callejones de atrás. La ciudad dura e indiferente, las mafias campando a sus anchas, los políticos corruptos actuando como caballeros y vendiéndose al mejor postor. 

Joe es un exmarine, exFBI y expersona. Una infancia de maltratos, la guerra en Irak y haber estado infiltrado en lo más nauseabundo de la trata de blancas lo ha roto. 
"Fue entonces cuando los engranajes de su mente se volvieron en su contra- su límite traumático, un límite muy alto, finalmente había sido alcanzado- y desertó. (...)
Había llegado a creer que él era el elemento recurrente -el elemento decisivo- de todas las tragedias que experimentaban las personas con las que se topaba. Entonces, si lograba minimizar su impacto y su responsabilidad, existía la sutil posibilidad de que los demás no sufrieran de nuevo. Era un delirio negativo y grandioso -un narcisismo invertido transformado en odio hacia sí mismo, una especie de innegable elemento de certeza en el estado paranoico de Joe: adonde él iba, le seguían el dolor y el sufrimiento." pag. 42,43
Ahora es un ser obsesionado con ser invisible que alquila sus servicios. 
"Cuando pasaba por cámaras de seguridad la ocultaba clavándola en el pecho. La gorra negra de béisbol, que nunca se quitaba, escondía el resto de su rostro, que en su conjunto no era feo pero tampoco agraciado. Era otra cosa. Era una máscara que de haber podido se habría arrancado. Era consciente de que no estaba completamente cuerdo, así que se mantenía a sí mismo bajo estricta vigilancia, haciendo de carcelero y prisionero a la vez."
Su especialidad es rescatar a niñas desaparecidas en el mercado negro; de ahí que lo requiera el senador Votto, de Albany, para rescatar a su hija. Fue raptada con engaños a través de Facebook y está desaparecida; pero una nueva pista la sitúa en un prostíbulo en pleno Manhattan.

El estilo es seco y directo. La narración alterna el curso de la investigación con los recuerdos y pensamientos de Joe. A pesar de sus lacónicas 92 páginas, no creo que una película lograse trasladarnos con la misma intensidad la personalidad de este protagonista demoledor (su arma preferida es un martillo) y perturbado. "Desde hacía algún tiempo, pensaba en su cuerpo como un ataúd en el que había sido enterrado vivo": su desesperación, las palizas de su padre, su aplicación obsesiva a no ser nadie, sólo una máquina: "Joe odiaba su mente. Deseaba ser sacrificado como un perro."

Finalmente el trabajo se tuerce. Joe descubre que la intrincada red de corrupción llega a lo más alto. Se ha metido en un avispero y tanto él como todos con los que trata corren peligro. Una maraña de cadáveres comienza a cercarlo.

Quizás el desenlace peca de abrupto al explicar el embrollo en que le han metido en un par de páginas. Otro hubiera narrado esta investigación durante otras cien; pero entreveo que el objeto del libro es Joe, su historia, personalidad y métodos. La obra rinde homenaje a esos detectives amargos y rocosos de Chandler, al duro Parker de Richard Stark  (Donald Westlake) y a la extrema crudeza del Burke de Andrew Vachss.

El autor deja a su criatura al inicio de su escalada para vengarse de los que han movido los hilos. Está sentado en la cama donde yace su primera pieza cobrada, con un martillo incrustado en todo lo alto. Genial. 






Jonathan Ames (N. York, 1964) es un escritor, actor y cómico neoyorkino. Durante varios años fue columnista del New York Press; en sus artículos hablaba, sobretodo, de sus aventuras (o desventuras) sexuales. Personaje habitual de la escena cómica neoryoquina, también ha sido boxeador ocasional, apareciendo en el ring bajo el apodo de "El maravilloso arenque". En 2009 creó la gamberra serie de televisión Bored to Death, emitida en el canal HBO durante 3 años.
Bored to Death
“Ex boxeador, crápula y hombre-espectáculo, este cronista de la noche neoyorquina tanto reparte un mandoble como mezcla como nadie las bromas sexuales, la ternura de los marginados y los argumentos más extremos (muchos de ellos reales y protagonizados por él mismo). Habitual en shows televisivos y en otros más íntimos como las presentaciones de las novelas, Ames logró convencer a la HBO para filmar sus cuitas más delirantes en las tres temporadas que ha durado la serie Bored to death. Su alter ego, es un escritor bloqueado que, ante la difícil segunda novela y con una sobredosis de lecturas de Chandler y Hammet encima, decide anunciarse como detective privado en Craigslist. El vino blanco tomado en taza de desayuno, la marihuana, Zach Galifianakis (dibujante de cómics sobre un superhéroe con unos genitales de tamaño subsahariano) y Ted Danson (sofisticado editor de una reputada revista) serán sus escuderos. (…) En primavera, Ático de los Libros (en su sello Principal) traducirá su desternillante Wake up, sir! Una mezcla perfecta de Don Quijote y Wodehouse, sus favoritos.”

lunes, 4 de enero de 2016

SOLITARIO EMPEÑO - de Cristian Crusat


Jose Martínez Ros en notodo.com  y  Vicente Luis Mora en su blog nos incitan a la obra de Cristian Crusat.




















Solitario empeño es el cuarto libro de relatos de Cristian Crusat (Arras, 1983) y, como los anteriores, Estatuas, Tranquilos en tiempos de guerra y Breve teoría del viaje y del desierto, también editados por Pre-Textos, muestra que Crusat es uno de los autores más interesantes de la joven narrativa española. De nuevo, nos encontramos con personajes extraídos de un mundo global, contemporáneo -con una gran excepción- que viven en la misma espesa y excesiva hiperrealidad que nos rodea, en los mismos espacios anónimos: urbanizaciones plagadas de piscinas, grises suburbios, autopistas, aeropuertos, supermercados, las zonas turísticas de la costa del Mediterráneo, atiborradas de familias procedentes de cualquier rincón de Europa. Sus protagonistas, aunque a menudo viven en pareja, se encuentran antes o después con una revelación que se filtra a través de la rutina diaria.


El primer cuento, el breve Monomito, nos relata precisamente una breve escena suburbial que se eleva, gracias a la particular técnica de Crusat, a una categoría mitológica; Hijo de los focences nos muestra el extrañamiento de un hijo que pasa un temporada en una localidad costera francesa junto a su madre y su más reciente y muy joven amante, y cómo por ese mismo extrañamiento consigue una conexión con los maltrechos personajes que rondan por la zona; Sarajevo-Estepona es una historia dentro de otra historia, un país que esta a punto de autodestruírse que sufre una plaga de suicidios y una brillante evocación de la infancia en uno de esos punto de identidad típicos de su narrativa; La casa de Thomas y el ciclo de Saturno es el mejor cuento del libro: de nuevo tenemos un protagonista en terreno ajeno, el contenido íntimo de una relación de pareja y la intrusión de un elemento ajeno desestabilizador, así como una delicada y poderosa reflexión acerca de nuestra futilidad, de la brevedad de la vida y de los objetos que nos acompañan; Uno de esos sitios plantea una pequeña pesadilla kafkiana; Conductos es un divertido y metaliterario homenaje al cuento norteamericano; y, finalmente, Timbre es lo que podríamos llamar un cuento redondo, sobre la violencia aterradora que subyace bajo el barniz de civilización de nuestra sociedad. Finalmente, el cuento más largo del libro, con el que acaba, Audacia, verano de 1894, es un homenaje a Marcel Schwob, uno de los autores predilectos de Crusat, judío decadentista, morfinómano y putero.

Solitario empeño es un libro excelente para descubrir algunos de los caminos más insospechados por los que va a circular la narrativa del siglo XXI."







Por su parte Vicente Luis Mora en su blog analiza pormenorizadamente uno de los relatos.


"Creo que la mayor reticencia que genera el monólogo interior es que, salvo escasas excepciones, no suele ser demasiado veraz, no nos resulta demasiado verosímil respecto a la auténtica cadencia de nuestros pensamientos. Por ejemplo, siempre he creído que Joyce acierta más en el modo de exposición de la cadena mental de Gretta (“The Dead”, Dubliners), que en la de Molly Bloom en el Ulysses. La diferencia entre ambas exposiciones es que Gretta tiene que compartir su discurso interior con Gabriel; es decir, es un monólogo interrumpido por su interlocutor y enunciado en voz alta de forma discontinua –porque no puede llarmarse “diálogo” a lo que ocurre después de que Gretta oiga en la calle la canción “La joven de Aughrim”–. El torrente de sentimientos de Gretta asola a Gabriel y devasta su deseo, dejándole inerme ante la aparición de la muerte de Furey recreada por su esposa. Gabriel puede "oír" el monólogo interior de Gretta y por eso Joyce nos dice que "Un vago terror se apoderó de Gabriel ante su respuesta".

Creo que el secreto de los cuentos de Crusat es que constituyen una memorable exposición contemporánea del monólogo interior; es decir, creo que nuestro cerebro se cuenta la existencia como lo hacen los narradores de sus relatos: van siguiendo el hilo del presente de la historia contada (no de la narración, casi siempre en pasado) hasta que algún estímulo (como la canción para Gretta) dispara el gatillo de la memoria y retrotrae la “acción mental” hacia diversos puntos del tiempo y del espacio. Es decir, que esos recuerdos que salpican los textos funcionan como agujeros de gusano que quiebran la línea espacio-temporal de sus relatos, llevándolos a otros mundos narrativos, sin abandonar en ningún momento la trama principal, a la que vuelven durante unas páginas, para abandonarla algo más tarde por una nueva deriva nostálgica, casi siempre sentimental o afectiva.
El Factor Humano

Observemos el cuento “Conductos”, de revelador título, que tiene como fin argumental explicar cómo se conectan las historias y los sentimientos, y como fin estructural desvelar la poética cuentística de Solitario empeño mediando el libro; su protagonista, Molly D, otra Molly mentalmente dispersa, cuida de un niño en un hotel aunque tiene la mente puesta en un relato que escribe y con el que se va conectando: “(…) pregunta el niño cuando esperan a que se encienda la luz del ascensor. Ella lo mira y le tira del lóbulo. Al hacerlo, vuelve a pensar en su cuento(p. 82). Y un poco más adelante: “Sin ninguna razón e particular, comienza a pensar en el chico con el que lleva saliendo tres meses(p. 83); “Abre su cuaderno y durante una docena de minutos no escribe nada. (…) Tras ese intervalo de tiempo, finalmente, pensará en el chico de origen alemán con el que se acostó el día anterior(p. 84). La fluctuación constante entre la realidad de Molly y el cuento que escribe es la que tiene el lector con los cuentos que reúne Crusat a lo largo del volumen: reproducen su forma de divagar. Respecto a la “poética” incluida en el mismo “Conductos”, una disquisición sobre la idea de centro y vacío en el cuento (pp. 90-91), entiendo que es una remisión directa al excelente ensayo sobre el relato breve El vacío y el centro. Tres lecturas sobre el cuento (2002) de Ángel Zapata.


El descrito mecanismo de extrañamiento creado por Crusat provoca algo que me parece sensacional, y que seguramente me hace leer uno tras otro sus libros con adicción: el naturalismo con que están contadas sus historias es el paradójico irracionalismo literario perfecto, pues la mente de sus protagonistas (y, por ende, la nuestra) se deja llevar por las emociones o las distracciones, perdiendo la razón del presente, abandonando el aquí y el ahora, para perderse en el naturalismo de otro espacio-tiempo. Es decir: aunque todos los entornos, argumentos, tramas e historias contados por Crusat son totalmente verosímiles y razonables, su efecto en el lector es onírico; es suprarreal porque conecta realidades inexistentes tanto en el tiempo de la narración como en el tiempo de la lectura, y por ello adquiere conexión con el mito, al ser un continuo atravesado por el tiempo mítico (“como la naturaleza del tiempo en el que se ha desarrollado todo: a medio camino entre lo sucesivo y lo eterno”, p. 125), una historia construida por diversas historias que encuentran su sentido en perderlo, en irlo perdiendo; sus tramas encuentran la ilación en romper su continuidad, engarzando líneas paralelas y encontrándose con ellas en el tiempo interior del relato. En cierto sentido, sus narradores son como el padre de Saskia, personaje de “La casa de Thomas y el círculo de Saturno” (título también revelador), que “de repente levantó el brazo derecho y procedió a tocarme el costado, con los ojos prácticamente en blanco y la lengua asomada sin control, como si dudara de su propia existencia y quisiera confirmarla a través del contacto con la mía(p. 51). Si los cuentos de Crusat fuesen personas, serían esos amigos que al contar una historia se quedan callados un instante mientras contemplan fijamente un punto indefinido, conectados a otra historia que acaba de pasarles por la mente, otro espacio-tiempo atraído por algo de lo que estaban narrando."

domingo, 3 de enero de 2016

ESTREMECIMIENTO - de Federico de Roberto










He aquí una magnífica novela negra escrita en los últimos años del siglo XIX. Transcurre en elegantes salones decimonónicos y son sus protagonistas una noble milanesa, un príncipe ruso revolucionario, una joven nihilista y un escritor atormentado. 

La obra comienza con la muerte de la condesa d´Arda durante el otoño de 1894, en su villa junto al lago de Ginebra. El disparo en la sien delata un más que probable suicidio. El juez Ferpierre, que dirige la instrucción, no encuentra ni testigos ni pruebas que lo desmientan. Sólo un nuevo actor, el escritor Roberto Vérod, clama por un asesinato pasional por parte del amante de la condesa, el príncipe Zakonine, presente en la villa. De modo que la intriga se embosca irremediablemente, en la psicología y las pasiones de los protagonistas. Según reconoce el juez,
"Si nosotros no encontramos ninguna demostración material de la verdad, como desgraciadamente parece, estamos ante una instrucción cuya solución depende de un problema psicológico." 
Dado que la obra se centra en las tormentas del alma, algún lector presuroso tildará su estilo de farragoso y excesivamente psicologista. Que no se engañe. La indagación del juez Ferpierre mantiene un fuerte suspense sin necesidad de forenses, persecuciones o huellas digitales. Simplemente navegando entre tumultuosos sentimientos y tormentos morales. Tal y como ocurre en Mme. Bovary (Flaubert) o Los Cenci (Stendhal).

No hay seres viles, ni mezquindad en los actos. Todos los implicados son nobles y de moral exigente. Sus motivaciones son de otra época: el Amor, el Deber, el Honor y el Derecho. Ha de ser el revolucionario y nihilista príncipe Zakonine quien rasgue el velo de estas antiguas convenciones para asomarnos a una época más bárbara, moderna y materialista.
"¿Entonces tú crees que tu amor es inmortal? ¿No comprendes que dejarás de amarme, que ya no me amas como antes? Tú me juzgas indigno de tu amor, piensas que te has sacrificado, el sacrificio te pesa, quieres obtener una compensación, la buscarás en otro amor; no lo dudes: alguien te lo ofrecerá... Al principio dirás que la culpa ha sido mía, más tarde reconocerás que yo no tenga la culpa. Dentro de ti, dentro de mí, en los nervios, en la carne, en la sangre de todos hay un fermento que nadie ni nada puede sedar: cuando tengas hambre te alimentarás; después de haber comido, estarás saciada. No hay más verdad que esta. Hay que decirla, repetirla, honrarla, y reconocer que tus leyes, tus escrúpulos son mentira e hipocresía que debemos desenmascarar y humillar. Tus grandes nombres, el Amor, el Deber, el Derecho, tiene un sentido, pero no es el que tú crees. Nuestro deber y nuestro derecho se reducen a obtener y mantener el placer, que es la razón, el origen, el fin de la vida; mientras tu placer está en el mío, nos amamos; cuando ya no nos bastamos el amor se acaba. Tú dices otra gruesa palabra: el honor. ¿Dónde lo colocas? Mi honor consiste en decir aquello que pienso, en poner de acuerdo mis acciones con mis ideas. Todo el mundo está regido por prejuicios inicuos, pero más estúpidos que inicuos. La ciencia que no miente ha expresado la verdadera, la única ley desde el cúmulo de las seculares mentiras: quiero decir la ley de la lucha por la existencia". pág 105
Pero la condesa d´Arda es una mujer de muy firmes convicciones. Cuando su unión con el príncipe Zakunine se está diluyendo, recibe la solicitud de un nuevo amante, el escritor Roberto Vérod. Sólo un corazón tan noble como el de la condesa es capaz de zozobrar al comprobar que el Amor no es único, ni inmortal. Una verdadera "tormenta moral", según lo percibe el juez. Así son los asuntos en esta novela, morales e íntimos, tremendos y  sutiles. Con personajes desgarrados entre férreas convenciones morales que pueden determinar tanto su vida como su muerte. 

El libro habla de la muerte por amor, de la nobleza inquebrantable llevada a sus últimos extremos y también de una reflexión sobre el espíritu revolucionario.
"-¿Os ha de importar a vos lo que a mí misma no me interesa? Si quisiera encontrar un atenuante para el acto cometido, si quisiera ser acusada por vos, por vuestra sociedad, os diría que le amaba, que la maté por celos. Esta debilidad, este egoísmo son excusados y hasta glorificados por vuestra sociedad. El amante que para evitarse un dolor, para asegurarse su propio placer mata al rival, es perdonado; incluso a veces el ciego y letal amor suyo se juzga como fuerte, grande, admirable. El amor que nos guía a nosotros, nuestro sacrifico consciente, la obra de salud a la que nosotros atendemos, ¡Son condenados!
-¡Extraña obra saludable la vuestra, que os hace derramar sangre!
-¿Vos creéis que una, que diez, que cien vidas importan cuando está en juego el destino de todos? Vos, a quien asusta la sangre, la derramáis a ríos en vuestras guerras: tanto os horroriza la sangre, que la preocupación suprema de vuestros regentes es la de armaros. Aquí, en vuestro país de libertad, ¿no es el ejercicio de la fuerza con un fin cruento el más ensalzado de todos?."
El retrato más profundo corresponde a la víctima. En el capítulo titulado "Historia de un alma", acompañamos al juez en la lectura de su diario íntimo. Allí apreciaremos su violento debate interno, el puñal que representan algunas palabras y la tortura moral de elegir entre el deber y el deseo.

El juez Ferpierre se convierte en el eje sobre el que gira la elucidación de dos personalidades atormentadas, la de la condesa Firenza d´Arda y la del príncipe Alessei Zakunine. Ella celestial en sus valores y pura en su inacción; él zarandeado por pasiones contradictorias y una tumultuosa historia de errores y fracasos. Ambas son historias trágicas, cuyo botón detonador es el joven Roberto Vérod, un escritor torturado. "El cerrado pensamiento, el asiduo examen interior, el inveterado instinto y la obstinada necesidad de mirarse a sí mismo le habían envenenado. (...) Había vivido pero ¿cómo? Como el visitante de un cosmorama cree encontrarse frente a los espectáculos representados: sabiendo que están pintados sobre cartón. Él no creía en la vida". 

De Roberto plasma el agudo contraste entre una sociedad estática, de rígidas convenciones, y la violenta agitación de las pasiones.




P.D. 1.- Quiero dedicar este post a la librería Negra y Criminal donde descubrí este libro. Su larga trayectoria desde el año 2002, sus actividades, su web extraordinaria y sus amplísimos conocimientos no bastaron para sobrevivir en este mundo globalizado. Creo que la literatura acabará necesitando una ONG para salvar sus piezas más preciosas. Va por ell@s.

P.D. 2.- Federico de Roberto (1861-1927) fue uno de los grandes escritores italianos del periodo entre el siglo XIX y XX. Aunque vivió en Milán unos años, la mayor parte de su vida se desarrolló en Sicilia donde llevó una vida alejada de los circuitos y la fama. Su reconocimiento, como a tantos grandes de la literatura, le llegó póstumamente.
De Roberto estuvo influido por el verismo literario italiano, escuela relacionada con el naturalismo francés, aunque con muchas singularidades y una fuerte personalidad que lo diferencian de éste. Conoció y trató a Luigi Capuana y Giovanni Verga, padre del Verismo, a quien consideró su maestro y con quien mantuvo una estrecha relación.
Otras obras suyas son las que componen una ambiciosa trilogía donde novela de forma impresionante la moderna historia de Italia: Los Virreyes, El Imperio y La Ilusión.

P.D. 3.- Esta edición de Gadir contiene algunas -escasas- erratas. La más desconcertante es la confusión entre los verbos infringir e infligir, que ocurre en tres o cuatro ocasiones.

sábado, 2 de enero de 2016

La ENTREGA - de Michael Roskam

Me gusta mucho este tipo de cine negro donde la historia y los personajes se maceran a ritmo lento. En muchas ocasiones llegan aureolados por el fatum, pero aquí no es el caso. La película se basa en un relato de Dennis Lehane y eso se nota en un guión que se desarrolla tan pausado como milimétrico: vemos cómo van cayendo los granos de pólvora en el cartucho hasta el estallido final. 

También se nota en la elección del espacio. Lehane, nacido en Boston, suele retratar el lado más perverso de esa aristocrática ciudad. Allí transcurren tanto este relato como las novelas Adiós, pequeña, adiós, Mystic River y Cualquier otro día (que se desarrolla durante los conflictos desencadenados a raíz de la huelga de la Policía en Boston en 1919). Más que a la propia ciudad, Lehane suele acotar sus historias a un barrio, cuyas aceras, bares y supermercados nos hace visitar en su (aparente) beatífica cotidianidad. La adaptación al cine que Ben Affleck hizo de Adiós, pequeña, adiós, incluía un amargo prólogo con personas comunes fumando en sus porches, charlando despreocupadas o volviendo de hacer la compra, mientras una voz en off nos avisaba sobre los lobos escondidos: "cómo se puede ir al cielo viviendo en este barrio sin morir en el intento (...): sois ovejas entre lobos, sed sagaces como serpientes e ingenuos como palomas".

En el barrio de Boston que se retrata aquí el fracaso se ha instalado en cada esquina. Sólo cuenta sobrevivir. En la cinta que nos ocupa Roskam plantea un estudio de personajes (del mismo modo que hizo en su estupendo debut, Bullhead)  que se desenvuelven en un thriller sordo y violento. Bob (Tom Hardy) es camarero en el bar de su primo Mark (James Gandolfini). En tiempos dirigieron sus propios chanchullos, pero ahora son asalariados de un grupo checheno que se ha hecho con el territorio. El bar es un centro de recaudación de dinero negro, un bar-caja, y, aunque Bob es un tipo muy tranquilo, sin darse cuenta se verá inmerso en un asunto violento. 


Bob acude todos los días a misa, pero nunca comulga. Es callado, solitario y huye de los problemas.  Un día encuentra un cachorro en la basura y a través de él entra en contacto con una chica magullada por la vida (Naomi Rapace). Su primo Mark no se conforma y busca un golpe con que resarcirse. "No estarás llevando a cabo otra acción desesperada, ¿verdad?"), le espeta Bob. Más adelante éste le responderá: "Te diré una cosa. Ya estamos muertos, sólo que podemos andar."

El ritmo lento hurga en unas vidas vacías y laceradas. Todo es sordo, soterrado; como las amenazas, como el pasado, como el dinero que fluye encubierto por la barra del bar.

Sobre toda la historia se cierne el asesinato de Ritchie Wiland, un perdedor que debía dinero a Mark. El exnovio de la chica es otro prenda que acaba de salir del psiquiátrico y se vanagloria de ser quién se cargó a Ritchie: todas las vidas están marcadas por la abyección.

Se trata de un cine negro amargo y gélido, al estilo de Fargo (Coen Bros.) o la más reciente Drive (Nicholas Winding Refn). No hay mafiosos con talante de emprendedores, ni rebeldes jovenzuelos. Son gente común y corriente que chapotea en un cenagal. La policía se queja de los recortes en el presupuesto para no hacer nada respecto a los trapicheos. La iglesia a la que acude diariamente Bob va a ser vendida a una inmobiliaria para construir en su lugar apartamentos. Todo es mezquino.


Un perro (pitbull) abandonado en la basura une a un antihéroe y a una antifemme fatale; dos seres arrasados  por una vida envilecida. Personajes derrotados que ya solo esperan ver pasar la vida: "yo simplemente atiendo la barra y espero". Le comenta Bob a la chica. 

Tom Hardy interpreta, con una contención exquisita, a este "pasmado" (como le llama Mark), aunque firme y letal cuando decide estallar. Con Gandolfini forman una pareja capaces de transmitir todo con un simple par de gestos y una mirada. Naomi Rapace brilla interpretando a un personaje magullado, muy semejante al que interpretó en otro thriller también seco pero más estruendoso, La venganza del hombre muerto

Finalmente, el retrato es de la soledad, tal y como concluye este barman ensimismado: "Yo creo que parece que el diablo no exista. Dios te dice, no. No puedes entrar. Tienes que irte lejos de aquí y tienes que estar sólo. Estar sólo para siempre."