sábado, 31 de octubre de 2015

El PRINCIPE ZALESKI - de M. P. Shiel








La subyugante personalidad de este príncipe y su decadente mundo son una creación mayúscula. Heredero directo del Auguste Dupìn de Poe, este príncipe ruso mora en Londres, retirado del mundo, en una mansión llena de penumbras y rarezas, entre vapores de cannabis sativa y junto a una momia egipcia.

El volumen consta de tres historias escritas por M. P. Shiel: “La estirpe de los Orven”, “La piedra de los monjes de Edmundsbury” y “La S. E.”, que en inglés se convierte en “The S. S.” (por The Spartan Society). E incluye otras tres rescatadas (y retocadas) por su albacea literario John Gawsworth: El asesinato de Murena, Los abogados desaparecidos y  La herencia de Hargen. En ellas es más que evidente el cambio de tono y estilo. Son menos exuberantes pero suficientemente ingeniosas como para entretener.

Edición ilustrada por Beardsley
Zaleski permanece apartado del mundo, pero tan carcomido por el tedio vital que espera ansioso las noticias de su Watson particular: el propio Shiel, que actúa a título propio, como amigo y narrador. Él es una de las escasísimas personas a las que recibe Zaleski. Sus demandas de ayuda respecto a crímenes inexplicables, siempre son respondidas por el príncipe con un escueto telegrama: Venga.


Al innegable atractivo de las historias, montadas como un intrincado acertijo demodé, se suma un estilo recargado y voluptuoso. Las páginas rebosan erudición, misticismo y un fantástico ingenio. Todo ello otorga a estos cuentos una peculiaridad que va más allá de lo meramente policíaco.
La deducción filológico-histórica que Zaleski realiza recpecto al apellido del criado de sir Jocelyn, Ul-Jabal; y de la inscripción medio borrada en la piedra de los monjes de Edmundsbury, resulta absolutamente fantástica.
"Pero apliquemos nuestra mente a los detalles de este asunto. Preguntémonos primero, ¿quién es ese Ul-Jabal? He dicho que es persa, y de eso hay abundantes indicios en la narración aparte de su mero nombre. A pesar de lo fragmentario que es el documento, y de que el autor no tiene la voluntad de ofrecer información en él, hay, sin embargo, indicios de la religión de este hombre, de la secta en particular de esa religión a la que pertenecía, de su color peculiar, del objeto de su estancia en la mansión de Saul, de la tribu concreta entre quienes vivió anteriormente. "¿Cuál es el significado de la inscripción Has?, pregunta, significado éste que tan bien conocía él. "Uno de los secretos extraviados del mundo", responde el baronet."
¿Son letras o símbolos las serpientes, el corazón y los triángulos?
Más osadas todavía son las deducciones ideográficas que Zaleski deriva de un críptico mensaje: el papel que aparece en los diversos cadáveres debidos a The Spartan Society.  

No en balde según el príncipe ruso, "en la forma de una nube, el tono del trino de un zorzal, el matiz de una concha marina uno encontraría, si tuviera suficiente perspicacia, suficiente astucia inductiva y deductiva, no sólo un significado sino, estoy convencido, un significado casi inagotable." 

Zaleski reúne la información a través de la prensa que lee su criado Ham y del expediente que le traslada el propio Shiel. Sobre estos datos, él aporta una elevada visión de conjunto en la que igual fusiona conocimientos lingüísticos que artísticos, esotéricos o historiográficos. Después de compuesto el puzzle, suele pergeñar una nota con la solución que su criado lleva a la policía.


No sólo la personalidad del detective y el estilo narrativo es decadente, también lo es la materia narrativa: El asesinato de un noble que delata una fatal herencia en el linaje -La estirpe de los Orven-. O el viajero que vuelve de Siria con un sombrío criado sin saber que ambos están ligados por una piedra mágica y una condena -La piedra de los monjes de Edmundsbury-. 
Gustav Moreau - Samsón y Dalida

En La Sociedad de Esparta -The S. S.-, Zaleski investiga una masacre internacional de inocentes, lo que le lleva a descubrir una secta de visionarios que discuten la ciencia médica, dedicada a salvar enfermos, contraponiéndola a la concepción espartana de lo sano. Los ecos nietzscheanos del superhombre son evidentes, lo que sumado a la iniciales del título, le han granjeado al relato un tan continuado como espurio debate.

Shiel fue un autor muy culto y bohemio, de gusto simbolista y decadente, que nos regala un personaje de afiladísima mente deductiva a imagen de su contemporáneo Sherlock Holmes. Una delicia.



M.P. Shiel fue el primer rey del Reino de Redonda y autor de una simpar novela de ciencia ficción alegórica, La nube púrpura.

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