sábado, 30 de mayo de 2015

MORAVAGINE - de Blaise Cendrars





Toda reseña (favorable) es una incitación. Pero quién mejor que el autor mismo y sus páginas para hacernos llegar su promesa. Así se inicia este fascinante libro.






PREFACIO
"Cuando se ha viajado mucho a través de los países, los libros y los hombres, uno siente a veces la necesidad de detenerse un día...
   He vivido durante doce años en el 4 de la calle Savoie, París, VI; pero siempre he tenido y todavía tengo muchos otros domicilios en Francia y en el extranjero. El 4 de la calle Savoie me servía de trastero: venía entre dos trenes, entre dos barcos a vaciar mis maletas o a abandonar a un hombre o a consultar un libro. Siempre, con la mayor rapidez, volvía a irme, la cabeza llena, pero el corazón y las manos libres...
   En Île-de-France hay un viejo campanario. A los pies del campanario, una pequeña casa. En esta casa, un desván cerrado con llave. Detrás de la puerta cerrada con llave, un baúl de doble fondo. En el compartimento secreto hay una jeringuilla Pravaz; en el baúl, unos manuscritos. Jeringuilla, manuscritos y baúl son el depósito de un prisionero, de un prisionero español; pero no soy víctima del famoso timo del baúl del prisionero español.
   La jeringuilla está usada. Los manuscritos están en pésimo estado. Son las obras de Moravagine. Pero el depósito me fue hecho por... por... por el prisionero español; pardiez, no debo decir su nombre...
   No voy a continuar este prefacio, ya que el presente volumen es en sí mismo un prefacio, un largo prefacio a las Obras Completas de Moravagine, que un día editaré, pero que todavía no he tenido tiempo de ordenar. Por eso permanecerán en el baúl de doble fondo, el baúl en el desván, el desván cerrado con llave, en la pequeña casa, a los pies del campanario, en un pequeño pueblo de Île-de-France, mientras yo, Blaise Cendrars, todavía merodee por el mundo, a través de los países, los libros y los hombres.
   Países hay muchos; libros, he aquí uno; hombres, conozco para dar y tomar y no me canso de conocer; pero nunca me he encontrado con ninguno tan fuerte y tan próximo a mi corazón como este pobre chico que me dirigió la siguiente carta, en la última primavera. (Estaba en el Brasil, en una fazenda, en Santa Veridiana, y cuando leí esta carta, todo se ensombreció a mi alrededor; el cielo azul de los trópicos, la tierra roja de América del Sur, y la vida que llevaba en esta naturaleza libre, en compañía de mi caballo Canario y de mi perro Sandy, me pareció de repente inconsecuente y mezquina, y me apresuré a volver a Europa. Un hombre acababa de morir, entre cuatro paredes, al amanecer, un collar de hierro alrededor del cuello, a garrote vil; la lengua caída...como en un grabado de Goya...):



      2 de la madruga,
Monstjuich, 11 de mayo de 1924




Celda de los condenados a muerte,
celda 7.

Mi querido Blaise Cendrars:
   Sabía que dirigiéndome a usted, haría lo imposible para obtener la gracia del rey de España, la gracia de ser ejecutado inmediatamente.
    Esta hecho, usted ha conseguido esta cosa difícil, seré ejecuado al amanecer, gracia,s gracias de todo corazón.
    Un grande de España (es la costumbre aquí) me acompaña durante esta noche en mi celda; tiembla y reza, tiembla y reza; reza; tiembla. Es un muchacho encantador como los que uno se encuentra en el golf en Inglaterra o en otra parte; está muy sorprendido de ver que no le inspiro horror, quiero decir, una repulsión física, ya que debía esperar encontrarse con una especie de monstruo en mi celda (¡piense, un regicida!) y está muy sorprendido de ver que no soy un aborto anarquista o un pálido golfo de los suburbios como se nos representa habitualmente en el cine. Como le veía mirar sorprendido mi pierna cortada, le expliqué que era una herida de guerra; entonces hablamos de la guerra, correctamente, gentilmente, como en el club, y durante un largo cuarto de hora olvidó por qué estaba ahí...
   La hora se acerca. Mi joven grande de España, de gala, está arrodillado sobre un reclinatorio. Ya no tiembla. Reza..., reza...; le estoy agradecido por estar ahí..., correcto, emocionado, creyente, limpio (tiene toda la cabeza engominada y su pelo rubio está cuidadosamente dividido en dos por una raya impecable)...; le estoy agradecido por haberse pasado una hora arreglándose antes de venir aquí...; huele a un perfume de moda, el perfume de... Después de todo, es más agradable que tener que tratar con el capellán o con el director de la cárcel o con el último guardachusma...; no veré la cabeza del verdugo, no veré nada bajo mi capuchón...
   Gracias. le doy la mano. Le beso. haga lo que quiera con los papeles que ya sabe.
   Adiós.  


            R.







Moravagine es un ser verdaderamente atroz y espantosamente divertido. Moravagine es el mal, la locura, la energía destructiva encarnada en un monstruo, que es como lo definió Cendrars a su amigó Jean Cocteau. Un monstruo heredero de una inmensa fortuna aristocrática que permanece encerrado en un psiquiátrico desde su nacimiento. Se le considera incurable; pero logra evadirse con la ayuda de un joven médico -aprendiz de brujo- que quiere explorar las acciones de esta verdadera bestia humana. Una colaboración científica sin precedentes.
Su historia es contada por un testigo privilegiado, el propio Cendrars, que creó esta criatura como una especie de doble donde exorcizar sus propios demonios.

Durante 10 años, médico y paciente viajarán por todo el mundo. Moravagine primero aterrorizará Berlín como un nuevo Jack el Destripador y posteriormente financiará y participará en las revueltas de la Revolución Rusa. Las correrías de ambos llegarán hasta San Antonio e incluso a lo más profundo de la Amazonia. Alternativamente se convertirán en terroristas, especuladores, buscadores de oro y aviadores dejando tras ellos un reguero de cadáveres. Moravagine es un personaje febril y desesperado. Durante varias páginas nos articula su moral: "La naturaleza no conoce el sadismo, la gran ley del universo, creación y destrucción, es el masoquismo."
Finalmente, regresarán a Europa justo a tiempo para la Primera Guerra Mundial, cuando "todo el mundo estaba haciendo un Moravagine". En esta novela de acción se revelan muchas de las claves del convulso siglo XX.


**  - 0 -  **



Blaise Cendrars por Modigliani
En el digital 20minutos, escrita por Anxel Grove, encuentro una vibrante semblanza de Blaise Cendrars, de la que tomo estos extractos:





"Henry Miller afirmaba que para escribir “hay que estar poseído y obsesionado”.
Blaise Cendrars (1887-1961) -a quien Miller idolatraba- cumplía ambos requisitos.
Vivió cada mañana como si fuese la primera y cada noche como si fuese la última. Se dió de baja en todo para ejercer la vida.

Renunció a la educación por castrante. Renunció a su tierra natal, Suiza, por somnífera. Renunció a su clase social, la burguesía (si es suiza, insufrible), para largarse a Rusia a los 17 años y trabajar como aprendiz de relojero. Sólo se llevó unos paquetes de cigarrillos.
(...)
En Rusia es testigo del domingo negro del 9 de enero de 1905: los cosacos del zar atacan espada a mano a los 20.000 hambrientos, sobre todo campesinos, que se manifiestan ante la residencia de verano del tirano. Mil muertos.
El relojero suizo cultiva la amistad de anarquistas y bolcheviques. Algunos de sus colegas son condenados a muerte.
Empieza a escribir y publicar.

“No mojaré la pluma en un tintero, sino en la vida”, afirma una mañana. No faltó a su palabra.
Establecido en el trepidante París de la primera década del XX, fue amigo de los radicales del arte, Chagall, Léger, Modigliani, que le honraron con sendos retratos
(...)
Tiene agujas en los zapatos y se le clavan en la planta de los pies. No puede evitar el movimiento.
Habla seis idiomas. Intenta estudiar medicina en Berna para indagar en la verdad definitiva del desorden nervioso. Entiende que no son biológicos nuestros fantasmas y se matricula en Filosofía. Lo deja por el amor de su vida, la polaca Féla Poznanska. Regresa a San Petesburgo, viaja a Nueva York, vuelve a París en un barco en el que deportan a delincuentes y trabajadores del sexo. Se mezcla con ellos.

Renuncia a su filiación registral (Frédéric Louis Sauser) para incinerar el pasado. Elige nombre: Blaise Cendrars. En francés la palabra cendres significa cenizas. Un arte (ars) calcinado.
“Lo he derribado todo. He dejado atrás mi vida anterior, todo lo que sé, todo lo que ignoro, mis ideas, mis creencias, mis vulgaridades, mis demencias, mis estupideces, la vida y la muerte”, escribe.
Apollinare le saluda como el mejor poeta del momento.
(...)
Varios adjetivos cuadran con la obra de Cendrars, lo cual implica que también se ajustan a su devenir sobre el mundo. Acaso el más justo sea vertiginoso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.