sábado, 9 de mayo de 2015

El MAL MENOR - de C. E. Feiling












Tan inocente nos parece dormir que no sospechamos el terror que acecha. Feiling se propone desvelarlo.

Esta novela es toda una rareza en el panorama literario hispánico. Sin complejo alguno se adscribe al género del horror y hay que decir que lo borda. No sólo entronca con la tradición más fructífera del terror, como la casa maldita, el desdoblamiento Jeckyll/Hyde, el terror cósmico o el alumbramiento de la bestia; sino que lo hace con todo desparpajo en un Buenos Aires plenamente contemporáneo y con una voz narrativa muy personal, dinámica e irónica.

La novela comienza alternando dos puntos de vista, el de Inés, contado en primera persona, que se acaba de mudar de piso y se estrena con una horrible visión sobrenatural. Y el de Nelson Floreal, un echador de cartas. Ambas líneas confluirán mediada la novela ya que Nelson e Inés deberán unir fuerzas para luchar contra un maligno invasor.

La cosmogonía que maneja Feiling es sencilla, muy bien definida y de articulación tremendamente eficaz. En el mundo real de la Vigilia vivimos los soñadores, ajenos a la amenaza de seres que nos pretenden invadir, los visitantes. El muro que lo impide es el Cerco, una barrera metafísica vigilada por doce arcontes que se distribuyen por el mundo para preservar la normalidad. La visión de Inés se corresponde con un prófugo que ha abierto una brecha en el Cerco. Los arcontes habrán de sellarla, pero están en un momento de transición. Uno de ellos ha muerto y la madre de Nelson Floreal, también arconte, agoniza mientras intenta transmitir sus conocimientos al hijo.
"Los sueños son reales. Mientras dormimos, nuestro cerebro, desprovisto de estímulos externos, necesita contarse historias porque de lo contrario su inactividad le resultaría dañina. Estas ficciones de la mente, con todos sus personajes, objetos y espacios, subsisten durante un tiempo -lo que dura el sueño- en una zona o dimensión paralela a la de la vigilia. El acceso de una dimensión a la otra no es imposible, pero supone un esfuerzo de la voluntad que está ausente de los personajes del sueño, que por lo común sólo ejecutan su papel, o que una persona de la vigilia sepa cómo cruzar del otro lado y desee hacerlo, ya que nadie ha vuelto de allí con sus facultades intactas. 
Hay una tercera zona o dimensión llamada El Cerco. Es la frontera entre las otras, y la que garantiza que el mundo tal cual lo conocemos siga existiendo. En cualquier época de la historia humana ha habido doce personas, por lo común mujeres, que tienen el deber de preservar El Cerco. Son los arcontes, los que nunca sueñan."
Distopía espectral de Alexander Arroyo
Los arcontes tienen que aprender a no soñar ya que han de vigilar los terrores y fantasías con que sueñan los demás. Como le dijo uno de ellos a la madre de Nelson: 
"Los soñadores, Adela, sólo pasan el día en este mundo. Por eso está hecho un kilombo, porque lo tratan como a un cuarto de hotel. Nosotros venimos a ser la mucama, que cuando se van los huéspedes limpia la mugre."
A pesar de inscribirse en una literatura de género, la obra es tremendamente innovadora: la forma de contar es realista, los personajes desarrollan una actividad muy ordinaria (Inés regenta un restaurante y duda si llamar novio a su compañero. Nelson es tarotista), la narración es muy directa.
El desarrollo de la acción es impecable. Comienza con una situación absolutamente cotidiana y personal (la mudanza) para ir ascendiendo hasta elucidar el destino de la Humanidad. Todo ello sin alterar el tono cuando se pasa de lo habitual a lo sobrenatural. De hecho el estilo narrativo tiene un aire de novela negra derivado del relato en primera persona y la presencia de sexo, alcohol y drogas (Inés es cocainómana).

Según Ricardo Piglia escribió en La Nación:
El mal menor no es un relato de terror sino un relato sobre el terror. Algunos protagonistas inolvidables de la novela son los que se mueven en un mundo aterrador y ven lo que otros no ven, y sufren las consecuencias de su sombría clarividencia. Son los arcontes , un grupo de iniciados que lucha contra una ominosa y atroz pesadilla de la que tratan de preservar a los inocentes que pueden caer también bajo la sombra vengativa de los prófugos y los visitantes. El apasionado lector asiste así con lúcida emoción a las apariciones del horror que deambula por las calles y las casas de ciudades diversas, en un relato de suspenso que se expande, como en un sueño, de Buenos Aires a La Habana, de Londres a Nueva York.
"En una noche de invierno, la casa de Nelson Floreal se asemejaba a cierto Magritte..."
La novela resulta absorbente, redonda y divertida. La trama fantástica está contada de forma realista y salpimentada con lúcidas observaciones que atañen tanto a las relaciones de pareja y la obsesión de los hombres con la fellatio o a la Revolución cubana y a los nacionalismos europeos. Los personajes que pueblan el libro son seres comunes, incluso cobardes, destinados sin embargo a una tarea titánica de enfrentamiento con el mal. 

El localismo es muy acusado tanto en las expresiones -muy argentinas- como en la ubicación de la peripecia, entre los barios de San Telmo y San Cristóbal de Buenos Aires. Pero este localismo ejerce un perturbador contraste con la tarea metapsíquica que han de afrontar. 

Las situaciones de terror están descritas de forma sencilla y muy vívida. Sobresalen la de Inés en la bañera cuando es despertada por un "olor nauseabundo, como una mezcla de excrementos animales, azufre y sábanas de enfermo", además de un intensísimo frío, mientras observa el giro del picaporte. También la del avión camino de La Habana, con la transformación monstruosa del pasaje; o el ataque al novio de Inés por una sustancia gelatinosa en el Hospital. La incursión del prófugo en Londres a cuenta de una Mrs. Murdoch que ejerce el liderazgo de los arcontes, acaba de dar al relato su dimensión universal. 

Uno de los aspectos más interesantes de la novela es la implicación de Inés con el prófugo diabólico. Éste utiliza las pesadillas de ella para fortalecerse ("Una brecha es como que anda siempre siguiendo a la persona que tiene pérdidas, nunca la vas a encontrar muy lejos de ella aunque el prófugo mismo se mueva mucho"). Incluso en el enfrentamiento definitivo en el plano incorpóreo de El Cerco, el prófugo se alimenta del fuego metafórico de Inés para vencerlos: la pesadilla de un perro monstruoso defendiendo la grieta del Cerco y que en un momento dado le suelta esta inquietante frase: "Vos sos la que te mastica en sueños".

La novela ejerce un formidable crescendo y detona en un sorprendente final que supone todo un tour de force. El invasor que ha producido la brecha y que hemos visto sembrar el caos a lo largo de la novela se convertirá realmente "en el menor de los muchos males, de sus propios males, que han de llover sobre los soñadores."  


Es curioso cómo a los pocos días de subir el post sobre el poema Los Justos, que recrea la tradición judía de los Lamed Wufniks -treinta y seis hombres rectos cuya misión es justificar el mundo ante Dios-; la mariposa de mi mano se posó en la librería sobre el volumen El mal menor.
"-Lamed-VaV Tzaddikim.
-¡Sí, tal cual! ¿Conoce la historia?
-Me interesa todo lo que tenga que ver con el ámbito... digamos de lo religioso. Soy antropólogo, bah, y estoy haciendo un trabajo sobre el tema. Según la tradición hasídica, en cada generación hay treinta y seis hombres justos... o píos, no sé bien cómo se traduce. Nadie conoce quiénes son, pero si ellos no existiesen Dios permitiría la ruina del mundo. Hay otra palabra...Nish...-Tzaddik Nistar, un hombre santo oculto. Los arcontes, como le conté, son doce, y por lo general mujeres, pero ese cuento judío tiene algo de verdad."



El mal menor  fue publicada en 1.996. C. E. Feiling murió en 1997 sin concluir su empeño de abordar un género diferente en cada libro. Esta brillante trayectoria cuenta con un policial El agua electrizada; un relato de aventuras, Un poeta nacional; y el presente de terror. A ellos se suma un singular libro de poesía titulado Amor a Roma. Dejó inconcluso su proyecto de novela fantasy, La tierra esmeralda.

En el artículo señalado, Piglia reflexiona sobre la lucidez y personalidad de Feiling a la hora de adoptar los géneros:  
"La experimentación a partir de los géneros es una de las grandes vías de renovación de la novela contemporánea. Los géneros menores son vistos como formas de literatura potencial a la manera del grupo Oulipo de Georges Perec: el narrador acepta una serie de restricciones y de fórmulas previas que le permiten una invención a la vez más controlada y más abierta."

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