domingo, 17 de mayo de 2015

CIRCUITO CERRADO - de John Crowley














Aunque se trata tan sólo de una de espías, este Circuito Cerrado se revela como una metáfora de la cárcel en que se están convirtiendo nuestras democracias.

Al concepto de justicia ciega, garante de objetividad, vamos a tener que incorporar un lado oscuro, maquinaria de estado ciega: donde no importan los ciudadanos, la Justicia o la verdad; sino que la estructura del estado prevalezca, aunque sea a costa de inocentes. Una estafa, vamos. 

Porque la película, aunque tiene una trama de intriga que afecta a un secreto de Seguridad Nacional y un sospechoso musulmán, no habla tanto del problema del terrorismo, como de la sociedad que lo afronta. De modo que, si ya de por sí las buenas películas de espías suelen ser amargas y entrañan algún tipo de derrota; esta película además, cabría decir, que es anticlimática. Los dos protagonistas sienten y declaran que no podrán ganar a tan poderoso enemigo.

El comienzo es impactante. Un atentado terrorista en el precioso Borough Market de Londres. Un centenar de muertos, confusión y, en pocos días, un detenido como principal sospechoso.

Los dos protagonistas, interpretados por Eric Bana y Rebecca Hall, serán los dos abogados nombrados por el estado para defender al detenido. El lío judicial pasará a otro nivel cuando descubran que el detenido es un simple títere.

La historia mantiene muy bien el pulso y está rodada con una precisa y elegante puesta en escena. Abundando en la metáfora de que vivimos en un vigilante Gran Hermano, se multiplican los planos de cámaras de seguimiento, a través de ventanas o con abundancia de rejas. Los mismísimos paneles de madera del alto tribunal acabarán erigiéndose en un trenzado de rejas para encubrir la verdad. 

La primera parte se solventa con una rápida investigación que descubre la chapuza de los servicios secretos. Las entrevistas y los primeros escarceos judiciales dan paso, en la segunda, a un incremento de la acción. Los protagonistas irán contra reloj  para impedir que se eche tierra sobre el asunto. 

Toda la causa adquiere un halo de conspiración que afecta  a las más altas esferas. "El secreto es mortal", le dice una periodista al abogado, sin sospechar que para ella será verdad en pocas horas. La sensación de amenaza y opresión se hace presente de forma virulenta en la vida de los abogados. Ciertas miradas que sorprenden, un libro mal colocado en el estante... el aparato del estado tiene sus propias reglas y nadie podrá transgredirlas.
Muy entretenida. 

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