domingo, 29 de marzo de 2015

CALVARY - John Michael McDonagh












El reo y los condenados.-

Coincidencia malévola. Veo esta película sobre un cura irlandés amenazado de muerte, justo el sábado previo al comienzo de la Semana de Pasión en España; cuando se pasean por las calles tronos con Cautivos, Misericordias y Nazarenos.


La historia ocurre en Irlanda, un sociedad profundamente católica que es vuelta del revés  de forma inmisericorde por un guión  que entra a cuchillo: el mango es la crisis económica que nos ha secado el corazón y el filo, la pederastia sacerdotal, que nos ha secado el alma.

En la oscuridad de un confesionario un feligrés abre las puertas del infierno. Confiesa el abuso al que fue sometido de niño por curas pedófilos. No quiere olvidar sino venganza.
-"La primera vez que probé el semen tenía siete años....un cura me violó cuando tenía siete años. Por vía anal y oral, según el acta judicial.
...
-¿Qué sentido tendría matar a ese cabrón? No sería noticia. No sirve de nada matar a un sacerdote malo. Pero matar a uno bueno ¡eso sí sería un bombazo! No sabrían cómo interpretarlo. Usted va a morir padre. Le voy a matar porque no ha hecho nada malo. Le voy a matar porque es inocente... pero ahora no. Le voy a dar tiempo para que ponga su vida en orden y esté en paz con Dios. ¿Qué tal el próximo domingo?"
En su Semana de Pasión, el padre James, como un Dante, queda invitado a recorrer los círculos del infierno y los encontrará a la puerta de su casa, en Sligo, Irlanda. Porque si es verdad que la película comienza como una comedia costumbrista con toques de humor negro; poco a poco se va convirtiendo en algo abstracto que acaba siendo demoledor. Con desarmante naturalidad, el guionista y director, logra trascender, sea ante una pinta o en la puerta del club social.

Las estaciones del ascenso al monte Calvario adoptan la forma cotidiana de cualquier parroquia: el padre James recibirá la visita de su hija suicida y visitará la carnicería, el hospital, el pub, el aeropuerto y las granjas. Todo el mundo anda jodido. Heridos por todo tipo de desastres íntimos, hierven a fuego lento en los círculos de la soledad y el rencor. Enfrente se van a encontrar al único inocente; un cura honesto y profundamente humano que, aunque no tiene respuestas, conoce el pecado y ofrece consuelo. Llega a decir "creo que el perdón está infravalorado".

Siete días de calvario; pero no nos equivoquemos. El reo es él, pero los demás son los condenados. Toda una galería de personajes secundarios, tan comunes como abyectos, nos muestran la vileza en la que, a diario e indiferentes, chapotean.

Para ello la cinta cuenta con intérpretes tan brillantes como Kelly Reilly en el papel de hija, Aidan Gillen como el médico cínico, el gran Dylan Moran como el corrupto financiero (siempre me recuerda la divertidísima y surrealista Black Books) o el gran M. Emmet Walsh, como un escritor desalentado.

La película ilustra esta poblada galería de personajes secundarios caracterizándolos poderosamente en unas pocas líneas de diálogo. Incluso, en un paródico juego, uno de ellos se queja: "el papel de médico ateo está muy visto. Tiene pocas frases buenas. Una parte de humanismo frente a nueve de humor negro".
-"Sabe, cuando yo empecé a trabajar en Dublín había un niño. Sus padres lo trajeron al hospital para una operación rutinaria; pero el anestesista cometió un error... y aquel niño terminó sordo, mudo, ciego y paralítico para siempre ¿sabe?. Imagíneselo. Cuando ese niño volvió a estar consciente...a oscuras... Usted tendría miedo pero sería el tipo de miedo que sabes que va a terminar. Sabe que sí. Lo sabes. Tus padres no pueden estar muy lejos. Vendrán para salvarte, encenderán la luz y hablarán contigo. Pero piénselo. Nadie viene a salvarte, nadie enciende la luz. Te quedas a oscuras. Intentas hablar, pero no puedes. Intentas moverte, pero no puedes. Intentas gritar, pero no puedes oír tus propios gritos. Estás enterrado en tu propio cuerpo aullando de terror."
Veo al sacerdote como un espejo que se va colocando ante cada vecino. Todos se observan y tuercen el gesto. Este microcosmos me recuerda la cabeza que nos mira desde el centro del infierno, en el Jardín de las Delicias de El Bosco. Del mismo modo, alrededor del sacerdote, pululan bestezuelas como la adúltera confesa, un antiguo alumno convertido en asesino, un puto, un financiero corrupto, el impío doctor o un joven aburrido que se alista para matar. Tras el desenlace, un  amargo traveling nos va mostrando a todos y cada uno en su ciénaga.



Los diálogos son brillantes y siempre con intención. El ritmo es sostenido. La película pulsa indistintamente la fibra de la comedia y la emoción. A mí me resulta veraz y perturbadora. 

Gleeson representa con hondura al cura íntegro, de una pieza, pero no carente de sutileza. El actor logra lo que pocos consiguen, transmitir desde el silencio. De nuevo con un personaje irlandés y pintoresco, tiendo a verlo como si fuese el tercer capítulo de una presunta trilogía irlandesa que comenzara en El General (John Boorman) y continuara en The Guard (del propio McDonagh). Pero hay un gran salto de calidad y profundidad en este Calvario que consigue, con personajes muy locales, hablar de temas universales.

Irlanda tiene la suerte de contar con los hermanos McDonagh, dos cineastas realmente atractivos. Ambos escriben y dirigen con una frescura y descaro inusual. De John Michael tenemos El Irlandés (The Guard) y la presente. Martin McDonagh por su parte, nos ha regalado Escondidos en Brujas y la magnífica Siete Psicópatas.

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