lunes, 2 de febrero de 2015

AUTÓMATA - de Gabe Ibáñez

España, 2014










Gran producción, pobre guión.-
El guión de Autómata maneja materiales tan atractivos como la amenaza de unos robots autoconscientes, un mundo apocalíptico en trance de desaparición y un apunte de conspiración que amenaza los últimos vestigios de una decrépita humanidad; pero no acaba de conjuntarlos en un trazo reconocible. 

Desaprovecha las posibilidades de una feliz idea: "tu aspiradora acaba de bajar del árbol", le comunica una ingeniera de robótica al protagonista, en referencia a los robots y a lo que hizo nuestro antepasado simio. Es una lástima que el guión no haya sabido ir más allá. 

El protagonista es Jacq Vacuan (Antonio Banderas), una especie de agente de seguros que vela por el buen funcionamiento de los androides. Éstos tienen dos directrices básicas, priorizar la vida del ser humano y prohibición de autorepararse. Hay una escena que aglutina una gran sugerencia: en los desvencijados túneles del metro donde se hacinan los sintecho, un policía descubre a un robot que se está autoreparando. El hilo de esa intrigante madeja se le acaba deshaciendo al guionista entre las manos.













Las maniobras de las grandes corporaciones, la intriga alrededor del misterioso chip que libera la inteligencia de los androides, el debate sobre la inteligencia artificial. Todo esto se va dejando por el camino mientras un trío de robots huye hacia el desierto, convirtiéndose la película es una especie de western crepuscular. 

Todo huele a refrito. Nada más empezar, nuestro héroe ya le suelta a su mujer, "estoy quemado"; aunque no sabemos por qué. Si querían remitirnos al Blade Runner Deckart, no hay comparación. Aquel policía no tenía vida y sobre su conciencia se acumulaban docenas de "retiradas", asesinatos de androides casi completamente humanos. El agente de Autómata, en cambio, está próximo a convertirse en feliz padre, su mujer le espera cada día con la cena caliente y su trabajo más arduo consiste en evitar los fraudes sobre el mal funcionamiento de los robots. 

Además el guión no lo requiere como héroe más que en el extremo desenlace. 

Por contra, la producción brilla a gran altura. Las imágenes nos trasladan a una ciudad sucia y oscura donde sobrevive un exhausto resto de la humanidad. También cuando la acción se traslada a un blanco desierto, la pantalla adquiere el tono quemado y polvoriento que amenaza asfixiarnos. Se vive en un planeta desolador.


A toda esta verosimilitud se unen un puñado de robots brillantemente integrados. 

Pero definitivamente el guión carece de profundidad y la realización no aprovecha un escenario tan bien logrado.

Técnicamente vuelve a quedar demostrado que el cine español puede hacer ciencia ficción de la buena; pero, como siempre, lo más importante son las ideas y su realización. Aún permanece solitaria en nuestro cine, esa rutilante estrella que es Eva, de Kike Maillo.

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