martes, 20 de enero de 2015

WHIPLASH - de Damien Chazelle









Duelo al compás.

¡Dios mío, qué intensidad! 
Cuando se encienden las luces en la sala, me reconozco sobrecogido con la peripecia vital de este joven baterista dispuesto a cualquier sacrificio con tal de llegar a ser "uno de los grandes". 

Andy estudia en uno de los mejores Conservatorios del país.  El profesor Fletcher dirige la banda de jazz que lo representa. Su oído es finísimo, su exigencia máxima. No duda en humillar e incluso llegar a la violencia física con quien desafine o se salga de compás. Ambos buscan la excelencia pero por distintos caminos. El profesor Fletcher apretando las clavijas sin piedad, "mi obligación es llevaros más allá de vuestras expectativas", declara. Andy a través de la abnegación y el sacrificio.

La película busca, y consigue, reflejar con realismo la disciplina y la exaltación. Además aprovecha que Milles Teller ya era aficionado a la batería puesto que le regalaron una cuando tenía quince años.

El ritmo de la película es como los solos de batería que la habitan, seco y contundente. Los planos son cortos y eléctricos. El montaje no te da respiro. Dado que la batería es un instrumento muy físico, la cinta se recrea en el sangre, sudor y lágrimas. Como en Cisne negro, el protagonista llega a la mortificacion; pero mientras allí se dilucida una perturbación psicológica, aquí nuestro protagonista transita por los senderos de la épica. Las escenas de práctica son extenuantes.

¿Sabes porqué Charlie Parker llegó a ser Bird? le pregunta el profesor Fletcher a Andy. Porque Joe Jones le tiró un plato a la cabeza.
¿Y qué hizo Charlie? Perseveró y volvió a Reno el año siguiente y tocó el mejor solo  de la historia.
Tengo que ser como soy para que no nos perdamos al próximo Bird.-concluye para justificar su crueldad.

En otro momento deja caer: "las dos palabras más nocivas de nuestro idioma son ´gran trabajo´". Contra la complacencia, exigencia y severidad. 

La película es un duelo memorable entre un irrebatible J.K. Simmons, con su brazo armado de compás; y un Miles Teller que no se arruga, armado con sus baquetas. Un duelo electrizante y agotador. Incluso, en algún momento, la película llega a parecer una de terror. La iluminación siempre es sombría. Los músicos esperan en silencio y con la mirada baja hasta que Fletcher aparece. De riguroso negro, como un señor de los vampiros, avizora inmisericorde, su próxima víctima.  

Hay dos temas que escuchamos constantemente en ensayos y actuaciones: Whiplash original de Hank Levy y Caravan, del gran Duke Ellington. Whiplash significa latigazo y la película juega con esta acepción. Justin Hurwitz ha escrito los temas originales y Tim Simonec los que suenan en las competiciones. 

La película no es nada discursiva. Andy se zafa de toda distracción en pos de su sueño y la película también. Es primaria, se dirige a tus entrañas. La acción se centra en este muchacho que no quiere repetir el fiasco de su padre (con ambiciones de escritor se acabó conformando con ser profesor de instituto). Andy atesora una voluntad inquebrantable. Apenas registramos una agria conversación familiar y otra con su novia, para dejarla. No se admiten distracciones.

Fletcher me recuerda al sargento mayor Hartman de La chaqueta metálica (The full metal jacket) de S. Kubrick. También al colérico y legendario entrenador de baloncesto Bobby Knight. Representan el mismo patrón de competencia y brutalidad. J.K. Simmons logra imprimir un gran carisma a su personaje; mientras que el de Teller está menos desarrollado. Aspirando a ser un músico de referencia no vive la música sino como una habilidad física. No compone, no tiene un grupo que multiplique sus vivencias en garajes o clubs de jazz. Incluso cuando llegan las dudas sobre su apuesta, la película pasa de puntillas. 

El duelo final entre maestro y discípulo es vibrante y apoteósico, al ritmo de Caravan. Heridos ambos por la mutua traición, se encuentran de nuevo en un escenario. Cada uno dispuesto a infligir una derrota, ¿o quizás a triunfar?.

Damien Chazellete parece muy interesado por la música...como arma de conflicto. Fue el guionista de la artificiosa Grand Piano, pero en esta Whiplash ha dado un enorme paso adelante."Quise hacer una película sobre música que se pareciera a una película bélica o a una película de mafiosos, donde los instrumentos representaran las armas y las palabras fueran tan violentas como las pistolas", ha declarado. Conseguido.

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