lunes, 24 de noviembre de 2014

Los JUEGOS del HAMBRE: SINSAJO I - de Francis Lawrence









Tiempo muerto.-

Al final de la estupenda segunda parte (En llamas) de esta irregular trilogía, Katniss es rescatada en el último momento y ya en el aerodeslizador, el Director de los Juegos, Plutarch Heavensbee (Philip Seymour Hoffman) le descubre su verdadera personalidad como cabecilla rebelde. "Desde el principio tú has sido la misión. Esto es la revolución, y tú eres el Sinsajo". Pues bien, este clímax de una película que resultó emocionante no dura más de cuarenta segundos. En cambio el asunto de estas revelaciones se nos vuelve a contar en este Sinsajo Parte I de una forma insustancial durante ¡dos horas y cuarto!. Un timo.

Todo lo que en aquella segunda parte era aventura y tensión aquí se transforma en tedio y circunloquio. Conversaciones y conversaciones para ahondar en las dudas de Katniss sobre su rol y en el enfrentamiento que mantiene con el presidente Snow (Donald Sutherland). En todo caso docenas de minutos para narrar un duelo que ya se mostró en unos brillantísimos segundos: Katniss en llamas sobre un carro de caballos y manteniendo retadora la mirada del presidente. Asimismo las escenas de lucha en la jungla o los escenarios en la ciudad (con reminiscencias de una Roma decadente) han desaparecido en ésta sin ofrecer recambio alguno. 

He ahí la diferencia. Lo que En llamas era emoción y aventura, aquí se ha convertido en un simple negocio, alargando innecesariamente las situaciones sin avanzar en ninguna.

El director de ambas es el mismo por lo que cabe decir que Sinsajo Parte I está rodada con profesionalidad y pulcritud, pero sin un ápice de tensión ni intriga. Apenas la secuencia del rescate de Peeta en el Capitolio nos cautiva; pero para ello hay que esperar más de una hora de metraje.
En el Hollywood clásico había un lema del que incluso hicieron una canción,  That´s entertainement. Hoy en día lo han cambiado por That´s bussiness.

En ese desierto insípido sólo una boutade de la frívola Effie logra arrancarnos una sonrisa. Echa de menos los tiempos gloriosos del Capitolio, las fiestas y el glamour que la revolución amenaza destruir. El pueblo, sucio y lacerado se levanta mientras Effie suspira: "¡Ah, supongo que la democracia vuelve a estar de moda!". Casi como en España en estos tiempos de plomo.

No dejo de pensar en la suerte que tiene esta franquicia al contar con Jennifer Lawrence. Es capaz de rescatar la escena más insípida. Siempre se nos muestra entregada y convincente. Woody Harrelson, Donald Sutherland y el recientemente fallecido Seymour Hoffman prestan su enorme consistencia a una película vacua.

martes, 18 de noviembre de 2014

INTERSTELLAR - de Christopher Nolan



Ambiciosísima película inevitablemente descompensada, con un inicio de tono familiar bastante anodino que deja paso a unos fascinantes viajes interestelares de apabullante espectacularidad visual. A ello hay que sumar un grado de verosimilitud científica muy pocas veces visto hasta ahora.
Ahí es nada utilizar como elemento dramático la teoría de la relatividad de Einstein o poner en imágenes la teoría del campo gravitatorio y los agujeros negros.

La presentación, sin embargo, es bastante trivial. Nos anuncian un fin del mundo tan difuso como las tormentas de polvo que agostan las cosechas y la vida. En todo caso una excusa para dejar sembrada la semilla de un recuerdo con el que enganchar el desenlace.
Lo extraordinario viene después, una vez iniciada la singladura hacia un nuevo planeta donde vivir. Las imágenes del paso por Saturno, la inmersión en el agujero de gusano o la presentación de los distintos mundos -uno de agua, otro de hielo- son sencillamente asombrosas. Entremedias se nos explica el carácter relativo del tiempo o el puente de Einstein-Rosen, más conocido como agujero de gusano. 
Aquellos que puedan verla en IMAX (Nolan es quizás su último defensor) seguro que disfrutarán de una experiencia visual.

Resulta admirable la potencia imaginativa con que los hermanos Nolan afrontan sus trabajos (no olvidemos la compleja y superlativa Origen -Inception-). Aquí han querido rizar el rizo y no sólo se han lanzado a narrar una nueva odisea de la humanidad; sino que se han comprometido, además, a ilustrarlo dentro de las leyes y teorías físicas. Para ello han contado con la inestimable colaboración del físico Kip Thorne, uno de los mayores expertos mundiales en agujeros negros y campos gravitacionales. Pero este empeño ha acabado por hacer zozobrar la película hasta hacerla naufragar como narración dramática.


Además hay demasiadas cosas irrelevantes que le restan valor. Nos presentan, confusamente, una sociedad en regresión cuando acusan a Cooper (Mattew McConaughey) de inculcar bulos sobre viajes espaciales a su hija, ¡porque ya se sabe que fueron un montaje!. Asimismo la aventura que interpreta Matt Damon como un científico enloquecido por la soledad espacial parece un simple pegote. O cuando regresan a la nave después de vivir una distorsión temporal que les supone 23 años y quien les recibe les saluda sin más...y sobretodo, un happy end bastante inverosímil.

Una especie de arbitrariedad subyace en el relato, carente de esa necesidad interior que empuja a una narración de fuste; eso sí, hasta que llega el momento clave de la película en que las ideas y la realización lucen en todo su esplendor: Cooper flota en un agujero negro y de algún modo, el tiempo cobra una dimensión física. Puede acceder a todos y cada uno de sus recuerdos. Esa imagen de Cooper comunicándose con su pasado a través de la gravedad es portentosa.

De todos modos, aunque fallida, la película alberga un enorme interés y secuencias magistrales, como la de las olas gigantescas o la del acoplamiento a la nave base, que te dejan sin aliento. Asimismo reúne múltiples elementos valiosos. Por ejemplo la presentación del tiempo como elemento dramático. "No temo a la muerte, temo al tiempo", dice el científico interpretado por Michael Caine. El mismo que en la partida de estos audaces pioneros evoca un poema de Dylan Thomas, En el sueño campestre (In Country Sleep)
"No entres dócilmente en esa noche quieta.
La vejez debería arder y enfurecerse al final del día;
rabia, rabia contra la agonía de la luz. 
Aunque al morir los sabios sepan que la tiniebla es justa,
porque sus palabras no fulgieron como relámpagos,
no entran dócilmente en esa noche quieta. 
Los hombres buenos, ante la última embestida, lloran
por ese brillo que sus pobres gestas no pudieron alcanzar,
rabian, rabian contra la agonía de la luz."
También es de agradecer que enfocando al destino de la Humanidad, la película huya de espurios trascendentalismos. Explora los límites a través de la explicación científica. Ese "ellos" que nos ofrecen claves de conocimiento, que ponen a disposición el portal del agujero de gusano y que permiten a Cooper manipular la gravedad para comunicarse, no está fuera de nuestro universo. Ese mismo universo que una de las protagonistas reconoce como "sobrecogedor y terrible; pero no malvado." La épica de una especie ante el reto de su supervivencia en un entorno hostil aflora en varios momentos: "debemos afrontar la realidad de que no hay nada en nuestro sistema solar que pueda ayudarnos", escuchamos ante la profundidad del universo.

A ese abismo ha querido asomarse el visionario Christopher Nolan que reconocía que "el espíritu de 2001: una odisea del espacio, flota sobre toda la película". El reto de ambas era semejante, pero la distancia entre una y otra son notables. Apuntar la originalidad de los robots que acompañan a los expedicionarios, cuyo diseño recuerda al monolito de la película de Kubrick.

sábado, 8 de noviembre de 2014

POR QUÉ ODIO SATURNO - Kyle Baker













Tengo que reconocer que no soy muy de novelas gráficas, pero desde las primeras páginas me ha ganado esta pizpireta reportera neoyorkina.

Anne tiene una columna de éxito en la revista más cool de Nueva York, un coqueto apartamento y una cáustica inteligencia; pero sobretodo, es infeliz. Su vida es un desastre y siempre vive al borde de un ataque de nervios. A través de muy generosas dosis de whisky y punzantes diálogos, nos mostrará su mundo con un humor desenfadado y sarcástico.
"-¡Míralos! ¡Idiotas! ¡Oficinistas cuellicortos y Barbies de 40 kilos! ¡Mira cómo se ríen! ¡Felices en la ignorancia de su propia inutilidad!
-Sí, son bastante falsos.
-¡Dios, me encantaría ser uno de ellos."
Anne tiende a quejarse de todo, de su editor, de su vida, de su físico; pero cuando su hermana Laura aparece de nuevo, todo cambiará. El encuentro es un flashazo. Anne está pasando una noche de perros apurando una botella de whisky para desbloquear su escritura, cuando llaman a la puerta. Justo al abrir vomita y se desmaya sobre su hermana que llega con una herida de bala (¡!).

El Saturno del título no se remite a la ciencia ficción. Laura tiene momentos de neurosis en los que afirma ser la Reina de las Astro-Chicas de Cuero de Saturno. El extraño planeta de los anillos es una advocación. De allí deben ser todos los bichos raros.

"Laura: Mira, cada vez que intento hacer lo correcto, termino de mierda hasta arriba.
 Anne: Así es el mundo que nos ha tocado vivir, bonita."
...
Laura: ¿Como puedo tener una escala de valores tan diametralmente opuesta a la del resto del mundo, y, aun así, tener razón?
Anne: Puede que seas de Saturno."
Ese no encajar en los cánones establecidos les permite afrontar una crítica punzante de esta sociedad moderna. Por cierto que la obra, publicada en 1990, mantiene vigente su actualidad: la hipocresía en las relaciones sociales, la falacia del éxito, las contradicciones de los roles sexuales, el medioambiente, la corrección política o la burocracia. Anne no tiene documentación (ni carné de conducir, ni cuentas corrientes) y cuando acude a California para buscar a su hermana, esta circunstancia le hace la vida imposible, todo se vuelve delirante).
"O sea que me dices que, aunque tenga la edad legal, me es imposible conseguir alcohol en California sin permiso de conducir por culpa de una ley que se creó supuestamente para evitar accidentes mortales a causa del alcohol ¡No es justo!"

El desparpajo de Anne nos acaba ganando. Con sinceridad y desenfado ella misma no esquiva sus críticas. Insatisfecha con su vida personal y bloqueada con el libro que tiene contratado, busca con desesperación su relato. Admira a Zelda y Scott Fitzgerald, se deja mecer por Billie Holiday y ha vuelto a leer la historia de Holden Cauldfield. ¡Uufff! Pero todos acabaron fatal. En uno de sus cuadernos de notas encuentra
"Hay que reconocer que existe cierto glamour en la imagen del artista atormentado. Me refiero a esos genios trágicos e incomprendidos que se ven obligados a acarrear con sus vidas llenas de dolor y sufrimiento, mientras crean obras maestras y visten totalmente de negro. Mola mucho ¿verdad? 
Una vida de tormento, dolor y sufrimiento. Maldita sea ¿Acaso es pedir demasiado?"
El caso es que mientras está bloqueada sigue viviendo y esto acaba conformando la historia: ella es el relato, su vida y opiniones.

Desde que aparece su hermana Laura, los acontecimientos sufren una serie de giros inesperados que imprimen un gran dinamismo a la narración. Un ex-novio gordo y poderoso las acecha.
"-Flores ¡qué bonito! ¡Tú nunca consigues flores de tus novios!
-Les digo que no lo hagan.
-Estoy deseando oír esto.
-Es que. .. bueno ¿por qué será que cuando vemos algo hermoso queremos poseerlo?. Terminamos matándolo, destruyendo la belleza que nos hizo desearlo en un primer momento.
-¡Idiota! ¡En eso se basan las relaciones!"


Las doscientas páginas se consumen rápidamente gracias a la espontaneidad de los dialogos y a su incorrección política. Abundan los que mantiene Anne con su amigo Ricky en los bares y los que cruza con su hermana Laura mientras huyen del novio enloquecido. 

En el fondo de todas las conversaciones late la preocupación de cómo encajamos en una sociedad depravada e inmoral. Una de las mejores características de la personalidad de Anne es que no se engaña, es inteligente hasta para reírse de sí misma.
"Es una locura. Cuando estoy cerca de un tío que me interesa en serio, me quedo paralizada. O no hago más que coquetear y termina pensando que estoy desesperada, o actúo demasido fríamente y ni se da cuenta de que me gusta".

"-Ricky ¿cuál es tu idea de mujer perfecta?
-Mujer perfecta es un oxímoron." 
"-En las revistas de mujeres aparecen artículos sobre dietas, sobre cómo parecer más joven, de maquillaje y de relaciones. En las revistas de hombres se habla de negocios, dinero, autores famosos y deportes.
-Así que a las mujeres se las juzga por su aspecto y a los hombres por sus logros.
-¡Exactamente! ¡Mira a Humphrey Bogart! ¡Vivimos en una sociedad que permite que un hombre feo llamado Humphrey se convierta en sex symbol! ¿Cuántas actrices feas existen?"
Como extra contiene unos irónicos Pasatiempos de Anne: en uno de ellos se nos pide que ya que Anne ha firmado por un libro de 205 páginas y sólo van 200, dibujemos nosotros mismos las que faltan.....¡Quizás más de uno quiera plasmar por qué odia su Saturno!.



P.D.  Kyler Baker  publicó primero ‘El show de Cowboy Wally’. Después vino su obra maestra, ‘Por qué odio Saturno‘ y tras ocho años entregó la alocada aventura ‘You are here‘, que incluía un ligero tono negro, su primera obra en color. Ya en el 2000 presentó "I die at midnight", tan delirante como divertida. Se desarrolla íntegramente en la Gran Manzana la fatídica noche del 31 de Diciembre de 1999 y en este caso es Larry el que afrontará una precipitada carrera contra su propio efecto 2000.
K. Baker ha sido galardonado en ocho ocasiones con el Premio Eisner y en cinco con el Harvey.

lunes, 3 de noviembre de 2014

PERDIDA - de David Fincher

Gone Girl
-EEUU, 2014-









Fincher tiene ya una película titulada The Game, tan entretenida como superficial puesto que adopta el esquema formal de un simple entretenimiento. Pues bien, esta Perdida que nos presenta ahora podría considerarse la cara A de aquella propuesta, ya que su estructura se basa en un juego, aunque infinitamente más ácido y poderoso. El juego de la manipulación, el de las máscaras. ¿Quiénes somos, cómo nos mostramos y cómo nos ven los demás? A dibujar ese fascinante poliedro se dedica esta excelente película.

Fincher nos vuelve a mostrar su juego preferido, el de ofrecer los sucesos en su cómoda apariencia para luego desnudar la más inclemente realidad. Ya lo hizo en The game y también en El club de la lucha.

El matrimonio Dunne se dispone a celebrar su quinto aniversario. Amy (Rosamund Pike) ha preparado con mimo su juego preferido, la búsqueda del tesoro, pero cuando su marido vuelve a casa se encuentra con que ella ha desaparecido. Las pistas más aparentes hablan de secuestro, luego de asesinato y posteriormente terminan implicando al propio marido (Ben Affleck) como principal sospechoso.

Fincher sumerge su cámara a través del turbio laberinto que escondía el matrimonio. Traspasa el brillo aparente de una pareja ideal hasta llegar a iluminar los cuartos oscuros de la hipocresía y la disfunción.



Para acercarnos a la verdad contaremos, en la parte íntima, con el diario que secretamente escribió Amy. Mientras la investigación avanza, su voz en off nos revelará pasajes de sospecha y tormento. En la parte pública de este juego, y tratándose de airear trapos sucios, nada mejor que el escándalo amarillista de los tabloides y el juicio paralelo en los medios de comunicación. En antena y ante millones de espectadores asistimos a la entrevista del siglo: "Eres probablemente el hombre más odiado de América ahora mismo. ¿Mataste a tu esposa, Nick?"

Pero todo esto sería demasiado convencional y, tanto en la novela de Gillian Flynn (Gone girl), como en la película de Fincher, los acontecimientos sufren varias vueltas de tuerca. El marido sospecha que todo está manipulado, que la secuencia de pistas es demasiado pulcra y ordenada. De modo que se propone, él mismo, manipular a los medios y a la audiencia. Cada engaño nos va descubriendo nuevas miserias y la trama afronta toda una serie de giros a cual más audaz y sorprendente.

En la cinta están presentes las mejores artes del director, incertidumbre, tensión y giros de guión de los que te dejan con la boca abierta.

















La película se desarrolla en diversos planos. Al principio está la investigación policial y el relato de la mujer que nos lee su diario. En la segunda parte todo cambia; se descubre una nueva verdad, no por ello demasiado cristalina. Fincher remueve magistralmente esas aguas turbias, donde los medios, eso que llamamos la opinión pública y la institución del matrimonio son zarandeados.
Nick Dunne: Mierda. ¡Eres delirante! Quiero decir, estás demente. ¿Por qué querrías esto? Sí, te amé, y luego todo lo que hicimos fue resentirnos el uno del otro, tratamos de controlarnos mutuamente. Nos hicimos mucho daño entre nosotros.
Amy Dunne: ¡Eso es el matrimonio! - 
El enfoque de la película es clásico, su puesta en escena sobria (en la línea de lo que el director hiciera en Zodiac). La narración fluye limpia y sin estridencias, mientras el guión va atornillando a cada personaje. Evidentemente es una película minuciosa y prolija que se alarga más de dos horas y media, pero de forma harto satisfactoria. Su interés no sólo no decae, sino que va en aumento.

La propia novelista Gillian Flynn ha escrito el guión y no ha dejado títere con cabeza. Perdida es una inmisericorde reflexión sobre la vida en pareja, una crítica social sobre el poder de los medios y una intriga perfectamente urdida. 

Al comienzo de la cinta, escuchamos la reflexión de Nick Dunne.

"Cuando pienso en mi mujer siempre pienso en su cabeza, me imagino fracturando su hermoso cráneo, desentrañando su cerebro, intentando obtener respuestas a las preguntas primordiales de cualquier matrimonio ¿En qué estás pensando? ¿Cómo te sientes? ¿Qué nos hemos hecho el uno al otro?



Ben Affleck interpreta con facilidad (¿?) a un marido soso y calzonazos. Según ha reconocido, fue a trabajar con Fincher para recibir un master en Dirección. Rosamund Pike por su parte encuentra el papel de su vida. A mí que siempre me pareció tan hermosa como gélida y distante, este papel me parece un traje echo a su medida. 

La conclusión es amarga. Con aparente inocencia, la película lanza una carga de profundidad contra el matrimonio. Él adúltero, ella manipuladora. En el juego de la impostura los dos posan sonrientes para la televisión: "nos hemos sincerado, ahora somos cómplices"

sábado, 1 de noviembre de 2014

El TRADUCTOR de la LENGUA EXTRAÑA - de Justo Navarro












Paul Auster recogió en El cuaderno rojo, una serie de historias verdaderas atravesadas por el azar. El escritor Justo Navarro tradujo el libro y redactó un prólogo de lo más llamativo, donde "a la manera" de Paul Auster traza el hilo de una reflexión sobre el acto de escribir y sus efectos secundarios. He aquí un extracto.



IV 


En 1978 Paul Auster no era todavía el novelista Paul Auster. En 1978 Paul Auster era poeta y traductor: era pobre, pero quería ser rico. Así que inventó un juego de béisbol con barajas de naipes y durante seis meses fue de oficina en oficina intentando venderlo: nadie compró el misterio de meter en una mesa un estadio, dos equipos, árbitros, una multitud. Escribió una novela de misterio en tres meses: ganó dos mil dólares (ya había escrito con tinta verde un relato de misterio cuando tenía once años). Quiso ser, sin éxito, periodista deportivo. No se despedía nunca de los misterios de una infancia de niño enfermizo que juega bien al béisbol y conoce mejor las consultas de los pediatras: los juegos de mesa, los cuentos de misterio, los cuadernos garabateados, la vida de las estrellas del deporte. Era pobre. Sonó el teléfono porque su padre había muerto.

Una herencia cambió la vida de Paul Auster. Paul Auster ha contado que el dinero le ofreció tiempo, protección: el dinero que le dejó su padre le permitió vivir dos o tres años sin preocupaciones. Le permitió escribir. La muerte de mi padre me salvó la vida, no puedo escribir sin pensarlo, ha dicho Paul Auster.

V

En 1966 Paul Auster estudiaba en la Universidad de Columbia. En un aula de la Universidad de Columbia leyó los poemas de Baudelaire, Rimbaud y Verlaine. Aunque no los entendía demasiado bien, sabía que eran apasionantes: ruidos que llegan desde otra habitación, desde una habitación secreta, impenetrable. Eran poemas extranjeros, irreales como un lugar extranjero. Paul Auster quería volverlos reales, reales como su propia lengua, y los traducía al inglés. Así quería volverlos comprensibles, familiares, parte de su propio mundo: palabras en el interior de su cabeza, palabras suyas. Así Paul Auster empezó a convertirse en el traductor Paul Auster.

VI 

Cuando Paul Auster acabó la carrera, se fue a París; quería estar en el extranjero para notar menos que, estés donde estés, todo el mundo es el extranjero: el mundo es incomprensible, escurridizo. El mundo es un lugar extranjero. El mundo era como los poemas de Baudelaire, Rimbaud y Verlaine: incomprensible y apasionante.

El mundo era una lengua extraña que había que traducir. ¿Cómo se puede traducir el mundo? Paul Auster empezó a transformar el mundo en palabras, palabras suyas: así Paul Auster empezó a convertirse en el novelista Paul Auster.

VIII 


Un hombre llamado Paul Auster vive en un mundo misterioso, un mundo cuyas conexiones no entiende demasiado bien, un mundo aterrador y cómico a la vez, un mundo que es una lengua misteriosa, una lengua dolorosa. Paul Auster quisiera traducir la lengua misteriosa y dolorosa del mundo, como en 1967 traducía los poemas de Baudelaire, Rimbaud y Verlaine.

Así empieza a transformar la lengua misteriosa y dolorosa del mundo en palabras suyas. Llena cuadernos y cuadernos, una palabra detrás de otra, porque está rodeado de cosas que no entiende. Está confundido: las cosas que lo rodean no son puntos de referencia para no perderse, sino recovecos, paredes de laberinto. Ha llegado un día de 1979 a un apartamento de la calle Varick, en Nueva York, a una habitación en el décimo piso del número 6 de la calle Varick. Duerme vestido, dentro de un saco de dormir, sobre un colchón en el suelo. Vive con unos cuantos libros, tres sillas (los días se distinguen por la silla donde te sientas cada día), una mesa, un lavabo. Como el ascensor está roto, no sale a la calle: no porque la calle no merezca el viaje por las escaleras inacabables, sino porque volver a la ruindad de la habitación no merecería el viaje por las escaleras inacabables. El mundo es un saco de dormir, un colchón, tres sillas, una mesa, unos libros, un lavabo, una habitación en un décimo piso: el mundo es incomprensible. Entonces Paul Auster abre un cuaderno, empieza a escribir, trata de traducir el mundo a palabras comprensibles.

 Página corregida de Las Flores del Mal  -  The European Library

IX 

Así Paul Auster empieza a sufrir la maldición del escritor. Suponte que escribes en una hoja de papel cuanto ves y piensas.

Si escribes en una hoja de papel cuanto ves y piensas, poco a poco la vida parece no transcurrir en el presente: la vas escribiendo, y es como si la vieras ya pasada, muerta, como si vieras en la cara de un niño la cara que tendrá cuando viejo. Escribes la vida, y la vida parece una vida ya vivida. Y, cuanto más te acercas a las cosas para escribirlas mejor, para traducirlas mejor a tu propia lengua, para entenderlas mejor, cuanto más te acercas a las cosas, parece que te alejas más de las cosas, más se te escapan las cosas. Entonces te agarras a lo que tienes más cerca: hablas de ti mismo. Y, al escribir de ti mismo, empiezas a verte como si fueras otro, te tratas como si fueras otro: te alejas de ti mismo conforme te acercas a ti mismo. Ser escritor es convertirse en otro. Ser escritor es convertirse en un extraño, en un extranjero: tienes que empezar a traducirte a ti mismo. Escribir es un caso de impersonation, de suplantación de personalidad: escribir es hacerse pasar por otro.

X 

Cuando Paul Auster volvió de Francia en 1974 se dedicó a venderles artículos a los periódicos. Escribía sobre escritores: dice que así ordenaba sus ideas sobre la literatura. El primer artículo se lo vendió a The New York Review of Books .

El primer artículo que Paul Auster vendió después de volver de Francia se llamaba Babel en Nueva York y hablaba de un libro de un esquizofrénico llamado Louis Wolfson: Babel, el lugar de la confusión de las lenguas, era un solo hombre, el esquizofrénico Louis Wolfson. Louis Wolfson no podía soportar a su madre, no podía soportar el inglés, su lengua materna: le dolía hablarlo, le dolía oírlo. Se tapaba los oídos con las manos, se refugiaba bajo los auriculares de una radio. Huía a otras lenguas: estudiaba francés, alemán, ruso y hebreo. Pero no bastaba con traducir las palabras inglesas al francés, al alemán, al ruso, al hebreo: las palabras inglesas seguían latiendo bajo las palabras que las traducían, seguían existiendo amenazadoras bajo el disfraz francés, alemán, ruso o hebreo. Entonces Louis Wolfson inventó un idioma propio: inventó sus propias palabras para aniquilar la confusión de las palabras inglesas.

Inventando sus propias palabras se sentía un poco menos desdichado.