martes, 30 de septiembre de 2014

El NIÑO - de Daniel Monzón











Notable thriller muy bien ejecutado por Daniel Monzón con un guión modélico que firman el director y el habitual colaborador de Alex de la Iglesia, Jorge Gerricaecheverría.

El cúmulo de fronteras que se abigarran en torno al estrecho de Gibraltar, Ceuta con Marruecos, el Peñón con territorio inglés y el propio Estrecho que separa África de Europa; conforman un ecosistema propicio al tráfico ilegal de cualquier género.

Los guionistas tienen el acierto de trenzar un cúmulo de historias que husmean en los distintos estratos de la delincuencia. Entre las bandas hispanomarroquíes que alimentan el río de la griffa y los recién llegados del Este, más violentos, dedicados a la coca; pululan porteadores y camellos que se usan como carne de cañón y la propia Policía.

Unas absorbentes escenas de acción, como la del helicóptero policial acosando la lancha que conduce El Niño, redondean la función. El brío con el que está rodada y la fluidez del relato son sus mejores valores. Asistimos con pasión al ascenso y caída de un joven que decide huir hacia adelante.

Las localizaciones y la ambientación son unos de los personajes principales de la cinta. La frontera en Ceuta, con esa aglomeración de mujeres porteadoras, y el puerto de Algeciras con su monumental laberinto de contenedores nos sumergen en una realidad tan reconocible como palpable.

En el debe hemos de colocar el desarrollo de los personajes. Tanto El Niño, interpretado con una gran presencia física por el novel Jesús Castro, como su novia marroquí y los policías que rodean a Luis Tosar son demasiado esquemáticos. Aunque Sergi López y Eduard Fernández aportan su buen hacer para intentar llenar este hueco. En la novia marroquí de el Niño se deja entrever el drama de la mujer en el mundo árabe. La transformación de vestimenta que lleva a cabo cuando queda con El Niño refleja muy gráficamente su conflicto.

El personaje de El Niño es nuevo en la feria del tráfico ilegal y ejerce de catalizador de la historia; pero el que se lleva el gato al agua es su colega, El Compi  (Jesús Carroza); un Sancho Panza apegado al suelo y a su pellejo que resulta un fidedigno diapasón al marcar los momentos de euforia, humor o miedo. 














El otro polo de la historia es el comisario interpretado por Luis Tosar. Un policía de largo recorrido, tan a punto de estar quemado como para dejar todo eso. Resulta penoso verle empalmar turnos de 24 horas y después echarse al suelo para comprobar si hay una bomba en los bajos de su coche.
Tosar lo borda. Con intensidad y contención, como siempre. Aunque tanto su personaje, como la película misma, quedan un escalón por debajo de Celda 211.

La historia tiene garra. La narración es firme y convincente. La evolución dramática, milimétrica. Y aunque le falte profundidad, un film modélico.

lunes, 22 de septiembre de 2014

EL REY de AMARILLO - Robert W. Chambers
















La excelente serie True Detective ha logrado traer a la actualidad y de forma bien asombrosa toda la mitología que Robert W. Chambers acuñara alrededor de El Rey de Amarillo; una serie de diez relatos escritos bajo la influencia de Ambrose Bierce (Un habitante de Carcosa) y del espiritismo imperante allá por 1896. Obsérvese que la obra maestra de Henry James, Otra vuelta de tuerca, es de 1898.

Chambers es el eslabón al que anteceden Poe y Bierce y que desemboca en el ya contemporáneo Lovecraft. Toma de Bierce la invención de la ciudad muerta de Carcosa, lugares mitológicos como las Híades y seres como Hastur, incorporando a todos ellos su macabro Rey de Amarillo. Un rey presente en un libro imaginario y maldito cuya sola referencia espeluzna. Citado invariablemente, dicho libro nunca podremos leerlo. Cruza estos relatos como una referencia atronadora, apercibiendo de extrema malignidad y locura a sus lectores.

Los mitos de Chtulhu según Enrique Alcatena
En general las alusiones a estos mundos y entidades de pesadilla son casi tangenciales, como en el relato Mademoiselle d´Ys, que sólo incluye una escueta referencia a Hastur; pero sus resonancias son tan potentes que perduran en la memoria. Mundos suspendidos en el tiempo, gobernados por el caos y el terror. Entidades repugnantes que acechan escondidas en los pliegues del universo. Libros y ritos depravados que conducen a la locura y al pavor.

Esta evocación a un terror desconocido y arcano plasmado en un misterioso libro será el antepasado del Necronomicon de Lovecraft. También de su estilo. Lovecraft y Chambers comparten un estilo indirecto, lleno de alusiones elípticas y referencias cruzadas que aparecen y desaparecen en otras historias poniendo en pie una cosmogonía oscura y remota, perdida en el tiempo y siempre acechante.

El volumen que nos ocupa reúne los cinco relatos más terroríficos de la colección original: La máscara, En el Pasaje del Dragón, El Reparador de Reputaciones, El Signo Amarillo y La demoiselle d’Ys. Se completa con El Creador de Lunas y Una velada placentera, procedentes del volumen The Maker of Moons; y El Emperador Púrpura, El Mensajero y La Llave del Dolor, de The Mystery of Choice.

En estos relatos, precursores de los Mitos de Chtulhu, se respira una atmósfera eminentemente pesadillesca y onírica. Invocan mundos tan fascinantes como repugnantes que amenazan nuestra cordura.
El Rey de Amarillo según Enrique Alcatena
El que más se extiende sobre la mitología de El Rey de Amarillo es El Reparador de Reputaciones, donde los personajes son cultores de estos ritos paganos  y su locura cobra visos de convertirse en realidad.
"Una mañana de mayo muy temprano, estaba frente a la caja fuerte probándome la corona. Los diamantes regulgían como el fuego cuando me miré en el espejo y el pesado oro batido ardía como un halo en torno de mi cabeza. Recordé el grito de agonía de Camilla y las terribles palabras que resonaron en las penumbrosas calles de Carcosa. Eran las últimas líneas del primer acto y no me atrevía a pensar en lo que seguía... no me atrevía a hacerlo ni siquiera al sol de primavera, allí en mi propio cuarto, rodeado de objetos familiares, animado por el ajetreo de la calle y las voces de los sirvientes en el cuarto contiguo. Porque esas palabras envenenadas se había filtrado lentamente en mi corazón, como las gotas del sudor de la muerte en las sábanas. Temblando, me quité la diadema de la cabeza y me enjugué la frente, pero pensé en Hastur y en mi propia justa ambición, y recordé al señor Wilde tal como lo había visto por última vez, con la cara desgrarrada y sangrante por las garras de esa criatura del diablo y lo que había dicho, ¡Ah, lo que había dicho!"
La Máscara trata de un hallazgo pseudocientífico que se vuelve contra su descubridor provocando la tragedia. "La máscara de autoengaño no era ya una máscara para mí, era una parte de mí mismo".  Algo semejante a lo que ocurre en algunas historias de H.G. Wells, como El Hombre invisible, publicada en la misma época, 1897. 
Encabeza este relato uno de los escasísimos diálogos que se conocen del mítico libro.
CAMILLA: Usted, señor, debería quitarse la máscara.
EXTRAÑO: Ah, ¿sí?
CASSILDA: Sí, ya ha llegado el momento. Todos nos hemos quitado el disfraz menos usted.
EXTRAÑO: No llevo ninguna máscara.
CAMILLA: (Aterrorizada, en un aparte a Cassilda) ¿Ninguna máscara? ¡Ninguna máscara!
               
                                                              El rey de amarillo, Acto I, Escena 2.
Inevitablemente esa máscara del Extraño nos remite a "El Rey de la máscara de oro", de Marcel Schwob (1892), tras la cual, tanto el rey como todos sus antepasados escondían sus deformes rostros.

Por su parte Mademoiselle d´Ys es una deliciosa fantasía donde conviven el horror y la pasión amorosa. En él, un norteamericano se pierde en el páramo de Kerselec, "un paraje salvaje y desolado. Es fácil entrar en él, pero a veces, quien entra no lo abandona nunca."
Otra mujer, Ysonde, será quien fascinará al protagonista de El Hacedor de Lunas, que también viajará en el tiempo y en el espacio hasta la legendaria ciudad de Yian. Este largo relato mezcla una investigación policial, con un atisbo de terror y una leyenda china.
"Lo he visto -dijo Barris como entre sueños-. He visto las llanuras muertas de la negra Catay y he cruzado las montañas de la Muerte, cuyas cimas se elevan por sobre la atmósfera. He visto la sombra de Xangi arrojada sobre Abaddón. ¡Es mejor morir a un millón de millas de Yezd y Ater Quedah que haber visto de cerca el loto blanco a la sombra de Xangi! He dormido entre las ruinas de Xaindú donde los vientos nunca cesan y el Wullwulleh es lamentado por los muertos!"
Mientras que En el pasaje del Dragón, el protagonista traspasa dimensiones recorriendo las callejuelas de un fantasmagórico París. "El sol se eleva; ellos se reúnen y yacen en sus cubiles", es una de las frases de El Rey de Amarillo que fascina y persigue al protagonista. 

En El mensajero se revive la terrible y antigua historia del Sacerdote Negro que dejó un sanguinario rastro por toda la Bretaña. 

En  El signo amarillo,  un famoso pintor es acechado por el libro maldito. Todo se precipita cuando su modelo le hace un regalo:
"Abrí la caja. Sobre el algodón rosa del interior había un broche de ónice negro en el que había tallado un extraño símbolo o letra en oro. No era árabe ni chino, ni tampoco pertenecía a ningún tipo de escritura humana, como más tarde averigüé."

En el relato La llave del Dolor acompañamos al protagonista en su huida hasta una isla de pesadilla. Entre sus párrafos encontramos éste:
"También la Muerte morirá y caerá sobre las costas de los cielos como la calavera blanqueada allí en La llave del Dolor, pulida, vacía, con sus dientes hundidos en la arena".
Parece evidente que sirvió de inspiración al maestro Lovecraft cuando escribió:


"Esta fue la ciudad con la que el poeta loco Abdul Alhazred soñó la noche antes de cantar su dístico inexplicable:
«Que no está muerto lo que yace eternamente
y con el paso de los evos, aun la muerte puede morir»


El Rey de Amarillo eclipsó el resto de la obra literaria de Chambers que reúne historias detectivescas, ciencia-ficción o biografías. 
También su faceta como ilustrador; aunque nos legó la ilustración original que se utilizó en la primera edición de El Rey de Amarillo.


miércoles, 17 de septiembre de 2014

CLAMORES de GRECIA - de Miguel Espinosa

Templo de Apolo en Delfos - "Conócete a tí mismo"-

"El que investiga su interioridad, sufre"


CLAMOR DE APOLONIO DE TIANA
Un mes de Mayo habité el Valle de Tabladillo,
cerca de Segovia, lugar que no me es ajeno.
Estando una mañana en el bosque, aparecieron tres niños.
En los primeros instantes no alcancé
a recordar que los pequeños son hombres;
me parecieron figuras de la enramada,
formas de la Naturaleza, animales o vegetales,
y sentí una indecible emoción. 


Pienso que la Divinidad contempla así el mundo.
Las palabras no reflejan al niño, cuya interioridad
no puede ser expresada ni transmitida.
Según crecemos e investigamos nuestra infancia,
nos asombramos de descubrir un desconocido.


“Los griegos solemos considerar a los egipcios,
a los medos, y aun a los frigios y lidios, como seres
diferentes de nosotros, sin embargo, no sabemos
que la verdadera diferencia reside en nuestros niños;
tan lejos de nosotros como los dioses” –decía Apolonio de Tiana-. 


En la Isla Myconos oí cantar a un ciego:
“Nunca el hombre ha visto a otro hombre, y menos a un niño”
¿No habéis advertido que los adultos hablan
al pequeño como si éste se hallara lejos
o ausente del entorno?
Para dialogar con la Divinidad,
o con los niños,
el hombre sale de sí, se extraña y eleva la voz,
porque presiente que se dirige a desconocidos.”                              pág 28-29




CLAMOR EN  MEGARA
¿Qué diferencia hay entre la noche y el día? 

Cuando una tal Berenice, muchacha procedente 
de las laderas del Pindo, contempló 
por primera vez las olas del Egeo, en el siglo IV a. C., 
definió la tierra como una torpe excrecencia 
nacida al mar, en su opinión, sustancia nobilísima 
y preexistente a las islas y continentes. 

Lo inmenso parece anterior a lo limitado; 
lo abstracto, a lo concreto; lo informe, a lo configurado; 
y las ideas, al mundo. 

En el pensamiento de muchos, 
la oscuridad es el origen de la claridad, salida de aquélla. 
Antes que el día, fue la noche, 
de donde aquel nació como lunar. 
El silencio y la soledad del Cosmos, en Tales, 
Eudoxo y Aristarco de Samos, están hechos 
de la misma sustancia que la noche; 
son necesidades o protoelementos, por así expresarlo. 

Ciertos habitantes de Megara decidieron 

preguntar al Apolo en Delfos si existía alguien 
más irremediable que los propios dioses.
-´El Fatum, que somete a hombres y dioses´-replicó el Oráculo.
-´¿Y más que el Fatum?
-´La Tierra, que soporta a los hombres, a los dioses y al Fatum.´
-´¿Y más que la Tierra?´
-´La noche, que envuelve a los hombres, a los dioses, 

al Fatum y a la Tierra´-exclamó finalmente el Oráculo.”          pág 52 y 53




CLAMOR de HERACLIDES PÓNTICO 
Llamo avidez al deseo constante
e inextinguible del mundo, tal como surge 
en la adolescencia y se prolonga dignamente en el hombre. 
Perder la avidez es morir. 

¡Destino!, no me arrebates

la alegría de captar y descubrir el universo; 
no inhabilites mi olfato para sus olores; 
mi tacto, para su tacto; mis oídos, para sus sonidos; 
mi vista, para sus colores; mi corazón, para sus valores, 
ni mi razón para sus leyes en sistema. 

Déjame desear el cosmos como a la mujer; 
consiente que siempre espere y descubra, 
pues en la conciencia ávida habita el gozo”.                      pág 152





CLAMOR ante EL ENTIERRO DEL CONDE DE ORGAZ
El conocimiento del ser es afectivo.
Así como la medida hace referencia a la extensión,
el volumen o la longitud de los cuerpos,
así el amor hace referencia al ser.

Por medio de la ternura mostramos nuestra disposición
a favorecer al ser, como si de algún modo
nos sintiéramos responsables de su estancia en el Mundo.

¿Podríamos  experimentar ternura por un tirano, 
un intrigante, un lama o un personaje del Greco?
Caras pálidas e iluminadas por un estertor interior, 
manos sobre el pecho, en ademán de cerrar 
el corazón a la Naturaleza y a la Vida; 
exceso de esqueleto y odio a la forma;  
desprecio del hombre y de toda apariencia; 
agonía perpetua sin compañía de paisaje; 
claroscuros y rayitos de luz hervida, 
que proyectan el polvo de la miseria y la incapacidad 
sobre el terciopelo de un pecho todo aparente meditación; 
paños negros y estética del responso; 
abstracción, eterna abstracción.

Engañosa austeridad, entendida como renuncia 
a lo que no se tiene ni se tendrá nunca: espontaneidad, 
alegría, ingenio, danza, chanza, instinto, 
teoría, vivacidad y profunda intención.
Envaramiento y limitación, 
odio a la rerum natura y a toda capacidad; 
soberbia de la tristeza trascendida a Moral, 
venganza de la ineptitud para los goces, 
glorificación de la insuficiencia y éxtasis de la nulidad.

Visión sucia y confusa del Espíritu, 
definido como negación constante, comparecencia plúmbea
y piojosa, locura sin antídoto y pasión sarnosa, 
que desgrasa las entrañas y se experimenta 
y conlleva a la manera de joroba.
Ausencia de las virtudes y gracias de los animales; 
séquito de insuficientes y temblones, 
agitados por la envidia, aduladores, sopones, 
prebendados, aterrados intrigantes y delatores, 
que tuercen el cuello y elevan los ojos para aparentar transcendencias.

¡Esto es lo que yo, Asklepios, he visto en "El Entierro del Conde de Orgaz"!
pág 160



CLAMOR de ALCIBÍADES de TIRINTO

Al contemplar el desnudo de mi amada Climene, 
tan estremecido y embargado por un miedo propio; 
tan difuso, modesto y tímido; tan verdadero y solo; 
tan arrebatado por el imperio de lo misterioso, 
he sentido en mi conciencia la profunda evidencia 
de ser criatura de un Creador lejano, 
aunque siempre presente. 

Durante la larga noche y su silencio, 
el cuerpo de Climene me ha hablado de la Divinidad 
con razones que no son de razón. 
Por él he visto la distancia que hay entre las estrellas, 
la luz de otros planetas, el suceder del tiempo, 
la lluvia que humedece y fecunda lejanos astros, 
y tormentas sin fin en los infinitos espacios. 

Finalmente, por él he conocido 
la emoción inacabable que habita en Dios, 
en cuyo corazón no existe un instante de hastío, 
y la calma sin origen de la bella eternidad. 

Climene, amada mía; ¡cómo me hiciste filósofo en Cartago!”. pág 213





En el extraordinario libro Asklepios, el último griego, Miguel Espinosa hace rebosar de sus páginas una erudición deslumbrante. 
El autor perfila el discurso de Asklepios a través de un coro de personajes de la Antigüedad, la mayoría seguramente apócrifos; pero que presentados a través de citas y reflexiones filosóficas, dan cuerpo al texto y a sus ideas.
Allí caben filósofos y poetas, historiadores y artistas tanto como personajes mitológicos o gentiles, como "un cierto Atamantes de Tebas" o "la famosa y gentil Corina". Los testimonios logran trasladarnos al ámbito de la Grecia más clásica. Un profundo aliento humanístico atraviesa sus páginas.


«Cuando el mundo no parezca nuevo, extenso ni profundo y misterioso, morirá el Espíritu del Primer Día de las Cosas, y, por tanto, Grecia."

"Acaece el río, la planta, la hormiga, la nube, el sol, las estrellas y el pensamiento. El hombre poseído y predispuesto por la expectación, es un ser inspirado. Lo que muchos llaman inspiración no es otra cosa que una predisposición del ánimo hacia el suceso vivo del mundo.”

El libro es una reflexión y un canto tan vitalista como elegíaco.
“He tenido una vida completamente dedicada a la reflexión y su tortura, siempre con el peso del mundo sobre la conciencia. Solamente una vez logré liberarme de esa carga y disfrutar un estado de ánimo superior al del pensamiento. Me hallaba entre montañas, soplaba un suave viento, reinaba una calma sin fin, y de pronto me sentí tranquilo, infinitamente tranquilo y libre, sin necesidad alguna de pensar y trabajar juicios; me percibí alígero y despreocupado, más allá del futuro y del presente, y llegué a vivir, con el viento y la piedra, la eternidad que existe fuera del tiempo.” pág 170