domingo, 18 de mayo de 2014

EL GRAN HOTEL BUDAPEST - de Wes Anderson













El gran hotel Budapest es una comedia del tipo slapstick (bufonada con porrazos) que se desarrolla en un lujoso hotel de la ficticia y europea república de Zubrowka, en la década de los años 30.

En aquella época el legendario hotel vivía al ritmo que marcaba su no menos legendario jefe de conserjes Monsieur Gustave H. (Ralph Fiennes). El trato exquisito y personalísimo a sus adineradas huéspedes incluía hasta los más íntimos servicios. El punto de inflexión surge cuando una de ellas muere dejándole en herencia un valioso cuadro, Joven con manzana, de Johannes Van Hoytl (una no menos legendaria obra de un no menos ficticio pintor holandés del siglo XVII). Esto desatará toda una serie de intrigas y persecuciones por parte de los descendientes que, dispuestos a todo con tal de recuperar el cuadro, llegarán a acusar a Monsieur Gustave de asesinar a la anciana ricachona.

La película es una explosión de imaginación, humor negro, excentricidad y desenfreno. El relato se despliega como una sucesión de cajas chinas con persecuciones, tiroteos y fugas a cual más extravagante y divertida; lo que unido a una contundente propuesta visual de exuberante colorido y a un ritmo incontenible, nos rinde una gran película. Quizás las más reconocible de Anderson para el gran público.


La historia se beneficia además de una nutridísima galería de personajes a cual más estrafalario que le dan un toque tan estrambótico como delicioso: El malo malísimo, los nazis de opereta, la niña inocente, el joven aprendiz de brujo...El tono resulta a la vez cándido y pícaro, absurdo y vitalista. Las trazas de thriller se endulzan con las de gran comedia y todo el film se convierte en la evocación de unos tiempos gloriosos que nunca volverán.

La historia comienza en 1985, cuando un escritor (Tom Wilkinson) nos cuenta que en su juventud se alojó en este Hotel. Aquel joven autor (Jude Law) comparece en un establecimiento en decadencia donde conoce al propietario, Zero Moustafa (F. Murray Abraham). Será éste quien nos relate aquella época de esplendor, cuando era un simple muchacho que se iniciaba como botones a las órdenes del ínclito Monsieur Gustave. Con su picardía y circunspección se ganará la amistad de su mentor, del que se convertirá en fiel escudero. Ambos compartirán aquellos días de gloria.

La cinta intenta capturar el espacio y el tiempo de las novelas de Stefan Zweig, el escritor austríaco que narró como nadie, y de forma bien lúcida, esa atmósfera de belleza y estilo que iluminó el  ocaso de la vieja Europa.

Wes Anderson rinde un pequeño homenaje a este novelista y ensayista que huyó de Europa ante el auge del nazismo y que, después de vivir en París, Londres y EEUU, acabó suicidándose en Petrópolis creyendo que el nazismo se extendería por todo el planeta. El director ha declarado que primero leyó La impaciencia del corazón y posteriormente su autobiografía, El mundo de ayer, donde descubrió un minucioso retrato de la cultura europea en esa época de entreguerras.

La historia es un gran flashback que abunda en el tono melancólico por un tiempo pasado de riqueza y glamour. Tiene un inconfundible aire de fábula o cuento desenfrenado y juguetón. Sin moraleja. Sus planos son estilizados y pictóricos. Fascinan por su enorme artificialidad. Cada personaje y hasta cada espacio tiene su propio color. La película luce como la preciosa cajita de pasteles Mendel´s con que juega su trama.


Anderson es fiel a sí mismo como pocos cineastas. Sus mundos y su estilo son absolutamente personales. Colorista y juguetón nunca resulta simple o superficial. Ha puesto en pie una película muy compleja con un grado de detalle asombroso: los innumerables personajes, los trajes (los de Mme. D. inspirados en cuadros de Klimt), los pastelitos, el perfume L´air de Panache, el cuadro robado, las maquetas, etc. Todo es característico. Su modo de afrontar el proyecto queda reflejado en la anécdota que contó Willen Dafoe: "Nada más empezar me enseñó un storyboard animado de toda la película en el que él mismo hacía las voces de todos los personajes".

El elenco de actores es brillantísimo e interminable. Ralph Fiennes luce una desconocida vis cómica, Tony Revolori y Saoirse Ronan nos regalan una tierna (y muy dulce) historia de amor, Willen Dafoe es un malvado rotundo, Harvey Keitel participa en la más intrépida fuga y Bill Murray nos inicia en la secreta Sociedad de las Llaves Cruzadas.
Toda una invitación. 

P.D.
El universo creado por Wes Anderson afecta al más mínimo detalle: fachadas, anillos, tarjetas, maletas, trajes o cuadros. El perfume L´air de Panache, sello de identidad de Monsieur Gustave, su toque de distinción y conquista; fue creado por el propio director en colaboración con la casa de colonias francesa, nose. Contiene rosas, jazmín, hierba y, por supuesto, un toque de… manzana verde, que alude precisamente al cuadro que moviliza la trama. (El perfume no se vende, pero estará expuesto en nose mientras la película esté en cartel).


El entorno aristocrático y de tonos pastel lo encontró el director en Görlitz, una pequeña ciudad ciudad alemana situada muy cerca de la frontera con Polonia y Patrimonio de la Humanidad (en el recuadro) y la hermosa ciudad termal Karlovy Vary (foto grande) en la región de Bohemia de la República Checa.

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