martes, 14 de enero de 2014

TEATRO de CENIZA - de Manuel Moyano

Editorial Menoscuarto
2011







Sin duda un extraordinario libro de relatos.
Quien haya (h)ojeado un poco este blog habrá comprobado que no soy proclive a las modas; más bien al contrario. Me parece una banalización exagerada el abuso que en los últimos años se ha producido en torno al microrrelato. Supongo que las redes sociales y el ansia de modernidad lo han propiciado. Pero creo que cuando Augusto Monterroso escribió El Dinosaurio o Max Aub sus Crímenes Ejemplares, sintieron ambos la necesidad de esa forma de expresión; mientras que cientos de los microrrelatos que han proliferado en concursos, tertulias y libros ad hoc resultan perfectamente innecesarios. Una moda.

A pesar de esto y avisado de que el libro se componía de cien microrrelatos lo compré. Nunca me hubiera perdonado el perderme esta joya. Contiene un puñado nada magro de relatos magistrales. El autor logra asombrarme con alguno de ellos. Me causan admiración tanto los argumentos que recorren vastos territorios -de los mitos griegos a los cuentos orientales- , como las sutilezas de sus giros argumentales.

Las narraciones circulares, la revisitación de los mitos al estilo de lo que hizo Borges en La casa de Asterión, el juego del punto de vista y de las perspectivas, ciertos procesos de extrañamiento o los insondables universos que se esconden en las más inanes situaciones son algunas de las técnicas que encontramos en este libro acrisolado.

Entre las citas que Moyano elije para encabezar su libro hay una que representa certeramente su espíritu, "el pez no es consciente del agua". Un proverbio chino que tras una aparente perogrullada esconde la profundidad y lo paradójico que albergan nuestras percepciones. A esta porfía se entrega el autor.

La fantasía de sus temas, el quiebro de las apariencias y las brillantes vueltas de tuerca de estos relatos, no pueden esconder una escritura limpia y precisa. De aliento clásico diría. Lejos de recrearse, profesa la exactitud y con ello aumenta nuestra sorpresa y goce.

Si he de apuntar los que me parecen memorables la lista no sería corta. Por supuesto incluiría Ocaso del Imperio, Origen del Mito, El Centinela, Damero, Vórtice, Mundo Efímero, Luna Pálida, Círculo, El juego,  Ballo in maschera, Regreso, Parábola de los dos Ejércitos, Depresión, El Expediente o Vigilia.


ACCIDENTE

La mano cercenada que descansa sobre el asfalto lleva puesta la pulsera de la fortuna.


REGRESO

"Ya no hay nada que hacer", escuché que decía el médico mientras su mano cerraba suavemente mis párpados.Al principio, tan sólo vi oscuridad. Luego, en mitad de la negrura, se abrió un largo túnel: desde su otro extremo me reclamaba una intensa luz blanca. "Así que eso es el cielo", pensé mientras me deslizaba, como si flotase, entre sus paredes húmedas y turgentes. Una extraña felicidad me invadió. Sin embargo, cuando llegué al final del túnel, lo que encontré no fue un mundo maravilloso, sino otra habitación de hospital. Un gigante me había agarrado de los tobillos y, sosteniéndome boca abajo, golpeaba con fuerza mi trasero. Indignado, intenté pronunciar algún exabrupto, pero de mi garganta no salieron palabras: sólo un chillido de recién nacido. 


AUTOBÚS

Todos los asientos del autobús estaban libres, pero ella se sentó justo a mi lado. La miré de reojo: no había visto una mujer tan hermosa en toda mi vida. Era indudable que quería algo de mí; sin embargo, no se me ocurría nada que decirle: siempre he sido un poco timorato con el sexo opuesto. Fue ella quien rompió el hielo; me cogió de la mano y, mirándome con aquellos grandes ojos de color turquesa, me preguntó qué hora era. El roce de su piel me hizo enfermar de deseo. Apenas acerté a leer la esfera de mi reloj de pulsera; la voz me temblaba cuando respondí: "Las seis y media". "Entonces, ya es hora de despertar", afirmó ella.




SINGLADURA
                                                                      A Luis Alberto de Cuenca

A lo largo de ese día, el viajero recorre a pie las desoladas llanuras de la tundra, navega en una goleta sorteando gigantescos témpanos de hielo, bucea a pulmón entre silentes bosques de coral y de madrépora, se enfrenta a una horda de caníbales, asciende a la cumbre donde un ídolo de oro le dirá el porvenir, enamora a la hija de un rey, mata a un oso con el mero auxilio de una daga. Es tan sólo al término de esa larga jornada, mientras cae la noche, cuando el viajero escucha cómo alguien le indica, en tono apremiante, que ya es hora de cerrar y que debe abandonar inmediatamente la biblioteca.

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