martes, 7 de enero de 2014

CUADERNO de N. YORK - de José Hierro













En el frontis del libro el autor coloca un jalón. 

"A José Olivio Jiménez porque en su casa fraterna -West Side, 90 Street- cercana al Hudson se me apareció mágicamente la ciudad de Nueva York"

Y desde este jalón levanta el acta de un encuentro. Allí confluyen personajes e historias, calles, puentes y sonidos que interactúan con el poeta produciendo un enorme y fructífero collage, de los que tanto le gustan a José Hierro:  Viejas harapientas, músicos callejeros, ballenas varadas en Long Island, acuarios, escaparates, precipicios de hormigón que se asoman a las calles y sonidos de Bach y Jazz mezclados en los ferrys.
"Yo escucho sus palabras, día a día.
Las escriben -siempre las mismas-
sobre su pergamino que ellos no ven.
Son un humus depositado -año tras año-
sobre un texto antiguo."
Uno de los aspectos más notorios del libro es la omnipresencia de la música, que se cuela tanto en sus temas como en su poética: "Rapsodia en blue", "Beethoven ante el televisor", "Cantando en yiddish", "Adagio para Franz Schubert", "Villancico en Central Park" y otros así lo atestiguan.

El otro aspecto que quisiera reseñar son las alucinaciones que permiten al autor convocar a personajes históricos como Miguel de Molina, Mozart o Mahalia Jackson. En este sentido los poemas Alma Mahler Hotel, Beethoven ante el televisor y Ezra Pound son magníficos.

Aunque en ocasiones perdido, le atrae la magia de una ciudad que bulle y vive eternamente: "Aquí no ha muerto nadie nunca. / Aquí nadie morirá nunca."
"La boca de la noche las engulle. Asaeteados
se desangran los edificios
por sus miles de heridas luminosas.
La ciudad, hechizada, se complace
en su imagen refleja, y se sueña a sí misma
transfigurada por la noche..."
Más cotidiana que la Nueva York angustiosa y surrealista de Lorca, la de Hierro es un lugar de evocaciones y recuerdos que traspasan el espacio y el tiempo. Aunque también allí el poeta aporta su bagaje. El trágico recuerdo de su padre le asalta en la Columbia University, vengado por el simple hecho de abrir el grifo del agua corriente:  "Bendito sea dios porque inventó el amanecer", "Bendito sea Dios que inventó los prodigios / que contaba mi padre", "Maldito sea Dios porque inventó a mi padre colgado de una rama del olivo".

El poema Alma Mahler Hotel me parece el mejor resumen del libro. En la habitación 312 de un hotel que navega hacia Times Square, Hierro convoca una historia de amor. El poema es a la vez geográfico, histórico y absolutamente íntimo y personal. La poesía se captura y huye igual que los enamorados en la memoria del poeta: "penetran a través de mí: soy humo / o ellos son humo."
El Beso - G. Klimt


          ALMA MAHLER HOTEL


          Vago por los pasillos de este hotel
          construido en los años veinte
          (cuando los gansters, la prohibición,
          cuando Al Capone, emperador de Chicago) .
          Recorro los pasillos fantasmales de un hotel
          que ya no existe, o que no existe todavía
          porque están erigiéndolo delante de mis ojos,
          piso a piso, día a día,
          a lo largo del mes de abril de 1991 :
          es una proa que navega hacia Times Square,
          en donde encallará.
          No estuve aquí, no estaré aquí
          para ver su culminación en la planta 40,
          revestido por la cota de malla nocturna
          -lluvia frenética de estrellas
          de luciérnagas rojas, verdes, amarillas, azules,
          que proclaman el triunfo de las tecnologías
          made in Japan, in Germany, in US.A.

          Este hotel (y si he dicho otra cosa,
          ahora me desdigo) fue construido en 1870.
          ¿Habrá quien pueda asegurarme
          que no es sólo una pesadilla
          que va a desvanecerse al despertar?

          Me detengo -no puedo continuar ante
          la puerta de la habitación 312.
          Soy un viajero que ha llegado
          de otro nivel del tiempo
          pero no sé si pasado o si futuro
          (ya no estoy seguro de nada) .
          Puede que aún no haya llegado,
          que no haya estado aquí jamás,
          que ni siquiera exista yo,
          o que no sea real mi sufrimiento.

          “Alma, mi amor" le grito susurrando,
          le susurro, gritando, ante la puerta,
          los brazos extendidos,
          en la mano la espada flamígera,
          para que no transpongan el umbral
          del paraíso recobrado en esta habitación;
          para que no me hieran.
          "Alma, mi amor, no entres".
          No quiero que suceda lo que ya sucedió,
          lo que va a suceder.
          No me ven ni me oyen.
          Penetran a través de mí: soy humo
          o ellos son humo.

          Oigo sonar la transparencia helada
          de las copas; pronuncian
          palabras que no querría escuchar,
          confundidos sus cuerpos en el éxtasis.
          "Alma, mi amor, siempre me herirás".
          Me abro las venas, me desangro,
          como el afluente en el río caudal,
          por el torrente de mi música.
          Ella restañará la herida,
          contendrá, piadosa, la hemorragia.
          “Alma, mi amor", y nadie escucha mis palabras.

          Este hotel fue derruido
          en 1870, en 1920, en 1991.
          O acaso nunca haya existido.


                         - - * - -

Otro de los poemas señeros que contiene el libro es Vida. Incluido como Epílogo de este su último libro publicado, algunos han querido ver el epitafio del poeta e incluso el pesimismo sobre la vacuidad de la vida. Paradójicamente lo escribió con motivo del nacimiento de su nieta Paula. "En mi comienzo está mi fin", escribió T.S. Eliot, uno de los poetas predilectos de Hierro. Infancia, vejez, sueño. Entre la plenitud y el vacío, entre el todo y la nada, el poema se construye rimando estas dos únicas palabras, la cifra de toda una vida.

                         VIDA

          Después de todo, todo ha sido nada,
          a pesar de que un día lo fue todo.
          Después de nada, o después de todo
          supe que todo no era más que nada.

          Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!».
          Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!».
          Ahora sé que la nada lo era todo,
          y todo era ceniza de la nada.

          No queda nada de lo que fue nada.
          (Era ilusión lo que creía todo
          y que, en definitiva, era la nada.)

          Qué más da que la nada fuera nada
          si más nada será, después de todo,
          después de tanto todo para nada.




P.D. Incluyo la pintura El Beso de Gustav Klimt por la referencia del poema a Alma Mahler y como homenaje a esta fascinante mujer. Compositora y pintora ella misma, fue, además, la musa de varios hombres de talento como el propio Klimt, su marido Mahler o el pintor Oscar Kokoschka quien también la inmortalizó en esta obra de la derecha, titulada "The bride of the wind".

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