martes, 30 de diciembre de 2014

Happy VALLEY - de Sally Wainwright









Happy Valley es un pequeño pueblo de Yorkshire -Inglaterra- que alberga en su microcosmos toda una fauna: borrachos, drogadictos, violadores, traficantes de esquina y de despacho y pequeños seres que arrastran sus vidas grises y en algunos casos ruines miserias.

Allí ejerce como sargento de la policía local Catherine Cawood, una mujer ya madura asediada por severos problemas familiares. La presentación del personaje es memorable. Un heroinómano recién abandonado por su novia amenaza con quemarse a lo bonzo en un parque infantil y allí acude la sargento.
"-Aquí control, tenéis a un negociador de camino, pero está en un atasco.
-Vale.
-...
-¿Cómo has llegado a esto, chaval?
-Me han humillado.
-¿Humillado?
-...
-Vale, ¿puedo decir algo?  Soy Catherine. Tengo 47 años y estoy divorciada. Vivo con mi hermana que está desintoxicándose de la heroína. Tengo dos hijos mayores, uno muerto, el otro no me habla, y un nieto. Así que...
-¿Por qué? ¿Por qué no te habla?
-Es complicado. Prefiero que hablemos de ti."
La sargento Cawood llegó a ser una reputada detective pero ha vuelto a la calle para disponer de más tiempo para su familia. Su hija mayor se suicidó después de ser violada y ella se hizo cargo del producto de esa violación, su nieto. Lo cual hizo que tanto su marido como su otro hijo la abandonasen. Además cuida de su hermana en proceso de desintoxicación.

Como vemos problemas personales, familiares y hasta de edad acechan a Catherine en el peor momento; porque en Happy Valley se están gestando hechos terribles. El violador de su hija quedó impune, pero terminó en la cárcel por tráfico de estupefacientes y justo sale hoy, cuando conocemos a Catherine. Por otro lado un amargado contable se rebela contra su jefe y su propia nimiedad. No se le ocurre otra cosa que promover el secuestro de la hija. Sí, a mí también se me vino a la mente el atolondrado William H. Macy en la excelente Fargo, de los hermanos Coen. Con ella comparte un aliento general, el agudo contraste entre un ambiente pueblerino y unos hechos atroces. 

Las miserias cotidianas y un desvergonzado realismo social adoban la trama criminal y la luminosa ironía que el título luce. 



Estas dos circunstancias, la cotidianidad de un pequeño pueblo y la familiaridad de una mujer con cargas reconocibles, tiñen de un color muy particular a esta serie. Sus escuetos seis capítulos condensan un desarrollo dramático sin pausa. Contienen varios picos de intensidad muy acusada; tanto en lo criminal (la huida de los dos sicarios con la secuestrada, el asalto de la sargento al cubil del malhechor), como en lo más dramático y personal (ver sentada en el coche policial a la sargento, desbordada por su situación personal o enfrentándose amargamente a su hijo, no tiene precio).

Como en toda serie inglesa que se precie, la ambientación es perfecta y los secundarios impecables; pero es la protagonista, Sarah Lancashire, quien brilla con luz propia. Puede ser dura con el delincuente, frágil con su familia, sumamente irónica con su jefe y hasta sarcástica con el concejal corrupto. 

Curiosamente esta joya policial con toques sociológicos está escrita por una mujer -Sally Wainwright- y protagonizada por otra -Sarah Lancashire-. Juntas han alumbrado a una policía madura, vulnerable y un tanto cínica, pero sobre todo carismática y resolutiva.

martes, 23 de diciembre de 2014

OPEN WINDOWS - de Nacho Vigalondo








Nacho Vigalondo es nuestro lince ibérico, merece toda nuestra atención y cuidado porque su especie en nuestro país es endémica. Un tipo dedicado a la fantasía desbordante con toques de ciencia ficción (Los cronocrímenes), poseedor de una gran potencia narrativa  y una originalidad fuera de toda duda.

Ahora bien sus películas,  todavía, aparecen desmañadas; con una inefable textura amateur que nos habla de que las ideas (a borbotones) están por encima de su realización.

Open Windows es su primer largometraje en inglés y habla de lo más característico de nuestra época con herramientas de nuestra época: la interconexión obsesiva, la sobreexposición de nuestras vidas a través de las redes sociales, la realidad aumentada, la invasión de nuestra privacidad.

Toda la acción de la película transcurre en pantallas digitales donde se van abriendo ventanas (de ahí el título) a través de las cuales intervienen los personajes. Open Windows fue un encargo, según reconoce el propio Vigalondo: "Me hicieron una propuesta para hacer una película, un thriller en el que internet y las redes sociales tuvieran una presencia importante y yo lo que hice fue proponerles que toda la película transcurriese en el escritorio de un ordenador donde las ventanas se van abriendo."

Este reto narrativo y la intriga sostenida son lo mejor de la cinta. En cuanto al reto hay que decir que lo supera brillantemente. La dificultad era enorme, según reconoce él mismo, "no sólo porque sea por ordenador, sino porque es a tiempo real; no hay un solo corte de cámara y la cámara va constantemente de un lado a otro, de ventana en ventana. La película suma siete horas de vídeo que se concentran en los cien minutos que dura la cinta." Ello se consigue superponiendo ventanas en el mismo plano constantemente.

Vigalondo se aventura en una orgía de ventanas y cámaras -ordenadores, smartphones, tablets, cámaras de seguridad- y lo hace con inusitado virtuosismo. El trabajo del editor Bernat Vilaplana es enorme y con estos recursos aparentemente constrictivos logra montar una narración de ritmo trepidante.

Nick Chambers (Elijah Wood) es el webmaster de una página dedicada a su estrella favorita, Jill Goddard (Sasha Grey). Ella es la protagonista de una franquicia de películas de ciencia ficción bizarra y Vigalondo aprovecha para iniciar la película con un teaser de regalo de su última entrega. Nick está en el hotel siguiendo la gala del estreno por internet, cuando el típico loco se cuela en su ordenador  y empieza a utilizarle para acosar  virtualmente a Jill: piratea su móvil, coloca cámaras en su habitación, etc. A partir de ahí la tecnología y la intriga inician una gincana vertiginosa.

¿Y los personajes? Bueno, son marionetas, obedecen a la primera y no se cuestionan nada. Está claro que lo que importa es el engranaje y que funcione.

En la película hay una leve crítica a la sobreexposición en la red y a la falta de privacidad, pero no demasiada; el director y guionista lo da por descontado en la sociedad en que vivimos: "En internet no actuamos necesariamente como si estuviésemos delante de una persona y eso es fascinante", reconoce. También que "internet está poniendo a prueba nuestra moral y, de esa tentación, es de donde arranca la película". Vigalondo juega con esa variable moral al contar como protagonista con Sasha Grey:
 “El hecho de que Sasha haya sido actriz porno le añade otra capa de ironía y significado a su personaje. Ella es consciente de su pasado. La película no explota esa parte de su vida pero es consciente de ello, lo que creo que lo hace más interesante, y su presencia me permite hablar del tipo de consumidores que las películas porno tienen en internet.”
“Desde que sabían que iba a hacer una película con ella (...), estaban furiosos contra ella y creo que ese sentimiento es perturbador. Creo que eso está reflejado en el villano, porque algo que me gusta de Neil Maskell es que él está tan furioso, tan cabreado, parece odiarla tanto... pero cuando está delante de ella, quiere ser su ‘white knight’, su salvador”.
También se apunta la perversidad que puede suponer ser meros espectadores. En una escena hay una conexión en directo con la actriz en trance de morir. A la vez el psicópata propone a los usuarios abandonar la web para salvarla. Pero es un mero apunte. Este juego perverso también aparece en Kik-ass y de manera más trágica en "Rastro oculto" (Untraceable, de G. Hoblit).
Neil Maskell (el psicópata asesino de Utopía) se cuela en Open Windows
El primer acto con Nick en el hotel, en plan Ventana Indiscreta, es donde mejor funciona este ejercicio multipantalla; porque Vigalondo se lo toma como tal y se centra en resolverlo con tensión e intriga. Pero más adelante la película enloquece y se lanza a una vorágine de giros argumentales que hacen que descarrile. De todos modos el director logra que el interés no decaiga gracias a una huida constante hacia adelante y al buen manejo de los resortes de la intriga.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Mark STRAND - poeta

G. de Chirico -Misterio y melancolía de una calle-
Mark Strand es uno de los más grandes poetas del siglo XX. Sus poemas siempre apuntan a una preocupación por el yo y la identidad. Sus versos tienen un carácter netamente reflexivo y se nutren de un lenguaje muy preciso a la vez que de imágenes surrealistas. En su voz el tema recurrente es la ausencia. El propio poeta, en una entrevista, acotó su territorio entre “el yo, el borde del yo y el borde del mundo”.

Se suele decir que la poesía de Strand entraña una paradoja: nos toca con la más próxima familiaridad a la vez que la percibimos con una remota extrañeza. No en balde en uno de sus versos podemos leer que en "un poema, la mayor parte de lo que se dice no es conocido ni desconocido".

A juicio de Eduardo Chirinos, "la poesía de Strand se encuentra atravesada por una mirada oscura que a fuerza de ennegrecer lo mirado le devuelve un inesperado brillo, una luminosidad que presenta las cosas más cotidianas como si fueran vistas por primera vez”.

Sus versos son escuetos, elegantes e introspectivos. Utilizando siempre imágenes familiares, irremediablemente nos deja un poso de misterio con ecos surrealistas y hasta místicos. Es un gran creador de atmósferas y sus poemas nos provocan resonancias de Giorgio de Chirico y de su admirado Edward Hopper, a quien dedicó un precioso ensayo, Hopper. En este libro llega a afirmar: "Con frecuencia tengo la impresión de que lo que observo en los cuadros de Edward Hopper son escenas de mi propio pasado." 

Uno de sus poemas más publicitado y que mejor define su mundo, es Keeping things whole, traducido por Octavio Paz como Las cosas enteras. El poeta reconocía que es un poema rodeado de una gran cantidad de silencio y también, que lo escribió en sólo 20 segundos, durante una partida de cartas.

KEEPING THINGS WHOLE                      LAS COSAS ENTERAS

          In a field                                                     En un campo
          I am the absence                                        soy la ausencia
          of field.                                                       del campo.
          This is                                                         Siempre
          always the case.                                         sucede así.
          Wherever I am                                            Donde quiera que esté
          I am what is missing.                                  soy aquello que falta.

          When I walk                                               Si camino
          I part the air                                                parto el aire
          and always                                                 mas siempre
          the air moves in                                          vuelve el aire
          to fill the spaces                                         a llenar los espacios
          where my body’s been .                             donde mi cuerpo estuvo.

          We all have reasons                                  Todos tenemos razones
          for moving.                                                 para movernos.
          I move                                                        Yo me muevo
          to keep things whole.                                 por mantener enteras las cosas.






E. Hopper  -Habitación de hotel-

El novelista John Updike comentó el ensayo de Strand sobre Hopper en los siguientes términos: "De los muchos escritos que ha estimulado Edward Hopper, ninguno es más frío y extrañamente concienzudo (más Hopperiano, podríamos decir) que este brillante libro de Mark Strand". El poeta describe a los sujetos de Hopper como "personajes abandonados por sus fragmentos que entonces, atrapados en el espacio de su espera, deben mantenerse en compañía de sí mismos sin un lugar claro a donde ir, sin futuro."


                                   The REMAINS

                                                                      for Bill and Sandy Bailey

          I empty myself of the names of others. I empty my pockets.
          I empty my shoes and leave them beside the road.
          At night I turn back the clocks;
          I open the family album and look at myself as a boy.

          What good does it do? The hours have done their job.
          I say my own name. I say goodbye.
          The words follow each other downwind.
          I love my wife but send her away.

          My parents rise out of their thrones
          into the milky rooms of clouds. How can I sing?
          Time tells me what I am. I change and I am the same.
          I empty myself of my life and my life remains.



                                    Los RESTOS

                                                                              Para Bill y Sandy Bailey

          Yo me vacío del nombre de los otros. Vacío mis bolsillos.
          Vacío mis zapatos y los dejo al borde del camino.
          En la noche retraso los relojes;
          Abro el álbum familiar y observo al muchacho que fui.

          ¿Para qué todo esto? Las horas hicieron su trabajo.
          Digo mi propio nombre. Digo adiós.
          Las palabras se siguen viento abajo.
          Amo a mi esposa pero la aparto de mí.

          Mis padres se levantan de sus tronos
          hacia el lechoso cuarto de las nubes. ¿Cómo puedo cantar?
          El tiempo me dice lo que soy. He cambiado y soy el mismo.
          Yo me vacío de mi vida y mi vida permanece.







Alan Williamson por su parte, describió los poemas de Strand como "anti-epifanías":
"Una y otra vez, estos poemas se mueven hacia momentos en los que la trascendencia es igual a la desaparición del yo, en los que la única revelación es la inutilidad de conocimientos y experiencias. Pero sin embargo, su consecuencia no es la desesperación."


          MYSTERY and SOLITUDE in TOPEKA

          Afternoon darkens into evening. A man falls deeper and deeper into the slow spiral of 
          sleep, into the drift of it, the length of it, through what feels like mist, and comes at last to
          an open door  through which he passes without knowing why, then again without knowing
          why goes to a room where he sits and waits while the room seems to close around him
          and the dark is darker than any he has known, and he feels something forming within
          him without being sure what it is, its hold on him growing, as if a story were about to
          unfold, in which two characters, Pleasure and Pain, commit the same crime, the one that
          is his, that he will confess to again and again, until it means nothing.


          MISTERIO y SOLEDAD en TOPEKA

          La tarde se oscurece hacia la noche. Un hombre desciende más y más profundamente en
          la lenta espiral del sueño, en su corriente, en toda su longitud, atraviesa algo que siente
          como bruma y llega al fin a una puerta abierta por la que pasa sin saber por qué, y sin
          saber por qué va a un cuarto en que se sienta y espera mientras el cuarto parece
          cerrarse sobre él y la oscuridad es la más oscura que ha visto, y siente que dentro de él
          está formándose algo que no sabe qué es, pero que lo sujeta cada vez más firmemente,
          como si estuviera a punto de suceder una historia en la que dos personajes, Placer y
          Dolor, cometen el mismo crimen, que es el suyo, el que él confesará una vez y otra vez
          hasta que nada signifique.
G. de Chirico -Las Musas Inquietantes-







          FUTILITY in KEY WEST

          I was stretched out on the couch, about to doze off, when I imagined a small figure
          asleep on a couch identical to mine. “Wake up, little man, wake up,” I cried. “The one
          you’re waiting for is rising from the sea, wrapped in spume, and soon will come ashore.
          Beneath her feet the melancholy garden will turn bright green and the breezes will be
          light as babies’ breath. Wake up, before this creature of the deep is gone and everything
          goes blank as sleep.” How hard I try to wake the little man, how hard he sleeps. And the
          one who rose from the sea, her moment gone, how hard she has become—how hard
          those burning eyes, that burning hair.


         INUTILIDAD en CAYO HUESO

          Estaba echado en el sofá, a punto de quedarme dormido, cuando me imaginé una
          pequeña figura dormida en un sofá idéntico al mío. Le grité: “Despiértate, hombrecillo,
          despiértate. La que tú esperas está saliendo del mar, vestida de espuma, y pronto
          llegará a la orilla. Bajo sus pies el jardín de la melancolía se tornará verde brillante y la
          brisa será leve como el aliento de un bebé. Despierta antes de que esta criatura de las
          profundidades se hay ido y todo se vuelva hueco como un sueño.” Cómo traté de
          despertar al hombrecito y qué profundo tenía el sueño. Y aquella que se alzó del mar,
          pasado su momento, qué severa se ha vuelto –cuan fríos los ojos ardientes, el pelo
          abrasador.






                         The PREDICTION
          That night the moon drifted over the pond,  
          turning the water to milk, and under
          the boughs of the trees, the blue trees,
          a young woman walked, and for an instant

          the future came to her:
          rain falling on her husband’s grave, rain falling
          on the lawns of her children, her own mouth
          filling with cold air, strangers moving into her house,

          a man in her room writing a poem, the moon drifting into it,
          a woman strolling under its trees, thinking of death,
          thinking of him thinking of her, and the wind rising
          and taking the moon and leaving the paper dark.



                           La PREDICCIÓN

          Esa noche la luna flotaba sobre el estanque,
          convirtiendo el agua en leche, y bajo
          las ramas de los árboles, los azules árboles,
          caminaba una joven, y por un instante

          el futuro la alcanzó:
          lluvia cayendo sobre la tumba de su esposo, lluvia cayendo
          sobre el jardín de sus hijos, su propia boca
          llena de aire frío, extraños mudándose a su casa,

          un hombre en su cuarto escribiendo un poema, la luna cayendo sobre él,
          una mujer paseando bajo los árboles, pensando en la muerte,
          pensando en él, pensando en ella, y el viento que se levanta
          y se llevaba la luna y dejaba el papel a oscuras.






E. Hopper -Una habitación en N. York-



                                     
                                    COMING to THIS

          We have done what we wanted.
          We have discarded dreams, preferring the heavy industry
          of each other, and we have welcomed grief
          and called ruin the impossible habit to break.

          And now we are here.
          The dinner is ready and we cannot eat.
          The meat sits in the white lake of its dish.
          The wine waits.

          Coming to this
          has its rewards: nothing is promised, nothing is taken away.
          We have no heart or saving grace,
          no place to go, no reason to remain.



                                         LLEGAR a ESTO

         Hicimos aquello que deseamos.
         Descartamos sueños, prefiriendo la dura tarea
         de apoyarnos uno al otro; acogiendo el dolor
         y llamando ruina al hábito imposible de romper.

          Y ahora estamos aquí.
          La comida está lista y no podemos comer.
          La carne descansa en el lago blanco del plato.
          El vino espera.

          Llegar a esto
          tiene sus compensaciones: nada fue prometido, nada nos es arrebatado. 
          No tenemos corazón ni gracia salvadora.
          No hay lugar adonde ir, no hay razón para quedarnos.







          SLEEPING with ONE EYE OPEN       DURMIENDO con UN OJO ABIERTO

          Unmoved by what the wind does,                Inmutables frente al viento,
          The windows                                                Las ventanas
          Are not rattled, nor do the various               no se agitan, ni tampoco otros
          Areas                                                           lugares
          Of the house make their usual racket-         De la casa obran su alboroto normal–
          Creak at                                                       Chirridos
          The joints, trusses and studs.                       De juntas, puntales y clavos.
          Instead,                                                        Al contrario,
          They are still. And the maples,                     Se quedan quietos. Y los arces,
          Able                                                              Capaces
          At times to raise havoc,                                A veces de provocar escándalo,
          Evoke                                                           No suscitan
          Not a sound from their branches                  Ni un sonido desde las tramas
          Clutches.                                                      de sus ramas.
          It’s is my night to be rattled,                         Esta es mi noche para ser turbado,
          Saddled                                                        Abrumado
          With spooks. Even the half moon                 Por fantasmas. Incluso la media luna,
          (Half man,                                                     (Medio persona,
          Half dark), on the horizon,                            Medio oscuridad), en el horizonte
          Lies on                                                          Se radica
          Its side casting a fishy light                           Proyectando una luz sospechosa
          Which alights                                                Que se posa
          On my floor, lavishly lording                          En mi piso, esparciendo pródiga
          Its morbid                                                      Su malsana
          Look over me. Oh, I feel dead,                     Mirada sobre mí. Oh, me siento muerto,
          Folded                                                           Envuelto
          Away in my blankets for good, an                 En mis sábanas para siempre, un
          Forgotten.                                                     Olvidado.
          My room is clammy and cold,                        Mi habitación está húmeda y fría,
          Moonhandled                                                Ajada por la luna
          And weird. The shivers                                 y extraña. Los escalofríos
          Wash over                                                    Me inundan,
          Me, shaking my bones, my loose ends         se estremecen mis huesos, mi extremidades
          Loosen,                                                         se abruman,
          And I lie sleeping with one eye open,           Y me acuesto para dormir con un ojo abierto,
          Hoping                                                          Esperando
          That nothing, nothing will happen.                que nada, nada ocurra.







                                                 The BEACH HOTEL 

          Oh, look, the ship is sailing without us! And the wind
          Is from the east, and the next ship leaves in a year.
          Let’s go back to the beach hotel where the rain never stops,
          Where the garden, green and shadow-filled, says, in the rarest
          Of whispers, “Beware of encroachment”. We can stroll, can visit
          The dead decked out in their ashen pajamas, and after a tour
          Of the birches, can lie on the rumpled bed, watching
          The ancient moonlight creep across the floor. The window panes
          Will shake, and waves of darkness, cold, uncalled-for, grim,
          Will cover us. And into the close and mirrored catacombs of sleep
          We’ll fall, and there in the faded light discover the bones,
          The dust, the bitter remains of someone who might have been
          Had we not taken his place.      



                                    El HOTEL de la PLAYA

          Mira, ¡el barco ha zarpado sin nosotros! El viento
          es del este, y el próximo barco tardará un año.
          Volvamos al hotel de la playa, donde nunca deja de llover,
          donde el jardín, verde y en penumbra, advierte con el más raro
          de los susurros, “cuidado con la intrusión”. Podemos vagar, visitar
          a los muertos en sus pijamas de fresno, y después de un paseo
          entre abedules, podemos recostarnos en la cama deshecha, mirando
          la gastada luz de la luna arrastrarse por el suelo. Las hojas de la ventana
          vibrarán y olas de oscuridad, frías, insolentes, lúgubres
          nos cubrirán. En las cerradas y espejadas catacumbas del sueño
          caeremos, y allí, en la pálida luz descubriremos los huesos,
          El polvo, los amargos restos de quien hubiera sido
          si no hubiéramos ocupado su lugar.





Octavio Paz dice que "la poesía de Mark Strand explora la "terra infirma" de nuestras vidas. Fascinado por la vacuidad, no es de extrañar que conciba el poema como una descripción de la ausencia; pero a la vez su visión tropieza continuamente con el lado opaco y obtuso de la realidad de las cosas y los seres irrevocablemente atrapados en la existencia bruta. Sin embargo el ser de cada cosa y de cada individuo se presenta como ausencia de significado: el ser cancela la significación. Así, la presencia es la revelación de la ausencia; y a su vez la ausencia nos abre las puertas de una plenitud desnuda: ´Es la celebración, la única celebración, de que al entregarnos a la nada, seamos sanados´."

Mark Strand murió el pasado 29 de Noviembre. En la Colección Visor de Poesía podemos encontrar Tormenta de Uno, Casi invisible, y  Hombre y Camello.

domingo, 14 de diciembre de 2014

PREDESTINATION - de Spierig Brothers









¡Qué lástima!
La idea era buena, adaptar el magistral relato de Robert A. Heinlein, All you zombies; pero lo mejor de la película es simplemente lo que aporta el relato. Los australianos hermanos Spierig componen una cinta que funciona a tirones. Tiene una buena presentación, con una situación a la que volverá el protagonista en diferentes ocasiones, para posteriormente estancarse durante la confidencia que de su vida hace John Doe. En la última parte vuelve a cobrar ritmo, cuando el confidente se identifica como agente temporal, y conduce a John de vuelta a varios momentos de su vida. Asistimos entonces a una espiral de paradojas temporales tan agudas como sorprendentes.


La película satisface por la potencia de una compleja historia en el tiempo trazada por mano maestra. Pero en cambio, el traslado a imágenes contiene varios puntos muertos y, sobretodo, no encuentra esas imágenes perturbadoras que sí hallaron películas semejantes, como 12 monos (Terry Gillian).

Ethan Hawke interpreta a un agente temporal que lucha por prevenir un atentado del Terrorista Fallido, un loco que amenaza con volar gran parte de New York. En paralelo ejerce de reclutador del tal John Doe, un donnadie que arrastra una historia muy particular, incluido abandono en orfanato y cambio de sexo. Tras varios saltos en el tiempo, nos daremos cuenta de que la vida y el destino de estos tres personajes se encuentran indisolublemente unidos. 

La historia de John/Jane contiene dramatismo y dolor pero está contada de forma torpe y nos enfría el ánimo. Las situaciones de esta primera parte son piezas absolutamente necesarias para encajarlas con las de la segunda  y provocar la revelación; pero su carácter costumbrista relaja nuestra tensión. Cuando se inicia la segunda parte y el mecanismo de la paradoja temporal se pone en marcha, todo vuelve a funcionar y la película nos arrastra hacia un cúmulo de paradojas tan desafiante como las que pudimos disfrutar en Looper o en Código Fuente

En la adaptación del relato, los guionistas/directores aciertan al introducir la figura del Terrorista Fallido pues multiplican los bucles paradojales. En cambio la digresión de John/Jane sobre su paso por las R.A.M.E.R.A.S. galácticas constituye una rémora ajena a la película....¡y eso que la secuencia recoge literalmente el cuento de Heinlein!

La expresión "All you zombies" adquiere toda su contundencia al final del relato original que nos deja entrever una humanidad aterradoramente endogámica, cuestión que en la película se obvia.

La película se disfruta, consigue, apenas sin efectos especiales, trasladarnos la inquietud de ese círculo obsesivo que se vuelve sobre sí mismo; pero está lejos de la singularidad la obra de Heinlein, más sutil (atención a la canción que suena en el gramófono) y desazonador. Propongo leerlo.

sábado, 13 de diciembre de 2014

All You ZOMBIES - Robert A. Heinlein

Carta "El Mundo" -Tarot-








2217 ZONA TEMPORAL V. 7 NOV 1970. Nueva York. Bar de Pop
Yo lustraba una copa de coñac cuando entró la Madre Soltera. Anoté la hora: las 22.17, zona cinco, tiempo del Este, 7 de noviembre de 1970. Los agentes temporales siempre apuntamos la fecha y la hora. Es una norma.
La Madre Soltera era un hombre de veinticinco años, no más alto que yo, de cara infantil y mal carácter. No me gustaba su aspecto (nunca me gustó) pero yo había venido aquí para reclutarlo. Era mi muchacho. Le obsequié mi mejor sonrisa de cantinero.
Tal vez soy demasiado severo. No era maricón ni nada parecido. Lo llamaban así por lo que contestaba cuando algún entrometido quería saber a qué se dedicaba: 
  –Soy una madre soltera –decía, y si no tenía ganas de pegarle a alguien continuaba: –A cuatro centavos por palabra. Escribo confesiones.
Si estaba de mal humor se quedaba esperando que alguien hiciese un chiste. Tenía un estilo letal para la pelea cuerpo a cuerpo, como el de una mujer policía…, razón por la cual yo lo buscaba. Y no la única.
Hoy estaba ya bastante servido y parecía detestar a la gente más que de costumbre. Le serví en silencio una ración doble de Old Underwear y dejé la botella. Bebió y se sirvió otro vaso.
Yo pasé el trapo por el mostrador.
  –¿Cómo va el negocio de la Madre Soltera?
Sus dedos apretaron el vaso. Pensé que me lo iba a tirar a la cara y tanteé bajo del mostrador en busca de la cachiporra. En la manipulación temporal uno trata de planearlo todo, pero hay tantos factores que uno no debe correr riesgos innecesarios.
Vi que se relajaba en ese grado pequeñísimo que nos enseñan a detectar en la escuela del Buró.
  –Perdón –dije–. Sólo preguntaba cómo iba el negocio. Haz como que te pregunté por el tiempo.
Se veía amargado. 
  –El negocio va bien. Yo escribo, ellos publican, yo como.
Me serví un trago y me incliné hacia él.
  –De hecho –le comenté–, usted escribe bien. He leído algunas de sus historias. Le sale de maravilla el punto de vista femenino.
Éste era un desliz al que debía arriesgarme: él nunca había dicho qué seudónimos usaba. Pero estaba tan enojado como para sólo oír lo último.
  –¡El punto de vista femenino! –repitió, bufando–. Ah, sí, yo me sé el punto de vista femenino. Claro que me lo sé.
  –¿Sí? –dije, como dudando– ¿Hermanas?
  –No. Si te lo cuento no me creerías.
 –Bueno –repuse suavemente–, los psiquiatras y los camareros aprenden que nada es más extraño que la verdad. Mira chico, si oyeras las historias que tengo que escuchar, bueno, te harías rico. Increíble.
  –Usted no sabe qué es “increíble”.
  –¿De veras? A mí no me asombra nada. He oído de todo.
La Madre Soltera volvió a resoplar.
  –¿Le apuesto el resto de la botella?
  –Le apuesto otra botella entera –dije, y la puse en el mostrador.
  –Bueno…
Le hice señas al otro barman para que se ocupara del negocio. Estabamos en la punta del mostrador, un lugar para un solo banquillo que yo tenía como refugio privado; para bloquearlo ponía sobre el mostrador frascos con huevos en conserva y cosas por el estilo. En la otra punta había unos parroquianos viendo el boxeo en la televisión y alguien hacía sonar la máquina de discos. Estábamos tan en privado como en una cama.
  –Muy bien –dijo la Madre Soltera–. Para empezar, soy un bastardo.
  –Eso no es una ninguna distinción aquí –le contesté.
  –Lo digo en serio –replicó–. Mis padres no estaban casados.
  –Eso no es raro –insistí–. Los míos tampoco.
 –Cuando… –se interrumpió y, por primera vez desde que lo conocía, me miró con alguna calidez–. ¿En serio?
  –Claro. Bastardo cien por cien. De hecho –agregué– nadie se casa en mi familia. Puro bastardo.
  –¿Y eso?
  –Ah, esto –se lo mostré–. Parece un anillo de compromiso. Es para ahuyentar a las mujeres –era una vieja sortija que le compré en 1985 a un colega, que la había traído de la Creta pre-cristiana–. La serpiente Uroboros –expliqué–; la Serpiente del Mundo que se muerde eternamente la cola. Un símbolo de la Gran Paradoja.
Él apenas la miró.
  –Si usted es realmente un bastardo, sabe cómo se siente uno. Cuando yo era todavía una niña pequeña…
  –¡Momento! –lo interrumpí– ¿Lo oí bien?
  –¿Quién está contando la historia? Cuando yo era una niña pequeña… Mire, ¿nunca ha oído hablar de Christine Jorgenson? ¿O de Roberta Cowell?
  –¿Cambios de sexo? ¿Me está tratando de decir…?
  –Si me interrumpe, no hablo. A mí me dejaron en un orfanato de Cleveland, en 1945, cuando tenía un mes de edad. De chica envidiaba a los niños que tenían padres. Luego, cuando empecé a saber de sexo…, y créame, Pop, que se aprende rápido en un orfanato…
  –Lo sé.
  –… juré solemnemente que si tenía un hijo, tendría padre y madre. Esa idea me mantuvo “pura’, cosa que era una hazaña en ese medio… Tuve que aprender a pelear. Después fui creciendo y entendí que tenía muy pocas posibilidades de casarme…, por lo mismo por lo que nadie me había adoptado –hizo una mueca–. Tenía cara de caballo, dientes de conejo, pecho plano, pelo de cepillo…
  –No está mucho peor que yo.
  - ¿A quién le importa cómo se ve un camarero? ¿O un escritor? Pero la gente que quiere adoptar elige a los tarados de ojos azules y cabellos de oro. Y luego los hombres quieren pechos grandes, caras lindas y esa actitud de “oh, qué hombre” –se encogió de hombros–. Yo no podía competir. Por eso decidí meterme a R.A.M.E.R.A.S.
–¿A dónde?
–Red Astronáutica Múltiple Especializada en Relajación y Atención Sanitaria. Lo que ahora llaman
Angeles galácticos en la película Predestination
“Ángeles del Espacio”: Auxiliares Navales, Grupo de Enfermería Lenitiva.
Reconocí ambas siglas cuando las ubiqué en el tiempo. Nosotros usamos todavía una tercera sigla, la del grupo de élite: Patrulla Unificada de Tareas de Animación y Solaz. El cambio de vocabulario es el peor obstáculo en los saltos por el tiempo. ¿Sabían ustedes que las “estaciones de servicio” servían gasolina en un tiempo? Una vez, cuando yo cumplía una misión en la Era Churchill, una mujer me dijo: “Te espero en la estación de servicio de al lado”, pero las estaciones de servicio (en ese entonces) no tenían camas.
La Madre Soltera continuó:
  –Entonces fue cuando admitieron que era imposible enviar hombres solos al espacio durante meses y años sin aliviarles la tensión. ¿Recuerda cómo chillaron los puritanos? Yo aproveché porque no había muchas voluntarias. Una debía ser respetable, de preferencia virgen (querían adiestrarlas desde cero), intelectualmente por encima del promedio y emocionalmente estable. Pero la mayoría de las voluntarias eran prostitutas viejas o neuróticas que habrían acabado locas diez días después de salir de la Tierra. Así que no hacía falta que yo fuera bonita; si me aceptaban me arreglarían los dientes, me ondularían el pelo, me enseñarían a caminar y a bailar, a escuchar a un hombre con expresión agradable, y todo lo demás… sin contar el adiestramiento para los deberes fundamentales. De ser necesario hasta me harían la cirugía estética… Nada era demasiado bueno para Nuestros Muchachos.
  Y lo mejor de todo era que se aseguraban de que una no quedara embarazada…, y, casi seguro, una se casaba al terminar el tiempo del contrato. Igual que ahora con las A.N.G.E.L.es, que se casan con los astronautas. Hablan el mismo idioma.
  A los dieciocho me pusieron como auxiliar de casa de familia. La familia sólo quería una sirvienta barata, pero a mí no me importaba. No podía alistarme antes de cumplir veintiuno. Hacía las labores de la casa y luego iba a la escuela nocturna. Fingía estudiar taquigrafía y mecanografía, pero en realidad iba a una clase de encanto, para que fuera más fácil que me reclutaran.
  Fue entonces cuando conocí a este tipo con sus billetes de cien dólares –la Madre Soltera torció la cara–. Un imbécil, pero realmente tenía un fajo de billetes de cien… Una vez me los enseñó y me dijo que tomara lo que quisiera.
  Pero yo no quise. Me gustaba. Era el primero que se mostraba amable conmigo sin intentar ninguna otra cosa. Dejé la escuela nocturna para verlo más seguido. Fue la época más feliz de mi vida.
  Hasta que una noche, en el parque, empezaron las otras cosas.
La Madre Soltera calló.
  –¿Y luego? –pregunté.
  –¡Luego nada! Nunca lo volví a ver. Me acompañó a casa, me dijo que me quería, me dio un beso de buenas noches y nunca volvió –tenía una cara lúgubre–. Si pudiera encontrarlo, lo mataría.
  –Bueno –le dije, en tono de condolencia–, sé cómo se siente. Pero matarlo…, sólo por haber hecho lo más natural… ¿Usted se resistió?
  –¿Qué? ¿Eso qué importa?
  –Mucho. Tal vez se merezca que le rompan los brazos por irse así, pero…
  –¡Merece algo peor! Espere a que termine. Me las arreglé para que nadie sospechara, y me consolé pensando que había sido para bien; que realmente no lo había querido y que probablemente nunca querría a nadie… Y estaba más ansiosa que nunca por ingresar en R.A.M.E.R.A.S. No estaba descalificada porque no se insistía mucho en lo de la virginidad. Al fin me animé.
  Pero no lo entendí hasta que las faldas empezaron a quedarme chicas.
  –¿Embarazada?
  –¡Como una vaca! Los tacaños con los que vivía se hicieron los tontos mientras pude trabajar, y después me echaron a patadas. El orfanato no quiso recibirme otra vez. Acabé en un hospital de caridad, rodeada de otras gordas y limpiando bacinas hasta que llegó la hora.
  Una noche me encontré en una mesa de operaciones, con una enfermera que decía: “Relájese. Ahora respire hondo…”
  Me desperté en la cama, paralizada del pecho para abajo. Llega el cirujano y me pregunta muy contento:
   –¿Qué tal, cómo se siente?
   –Como una momia.
   –Es natural. Está envuelta como una momia, y llena de anestésico para que no sienta. Va a salir bien, pero una cesárea no es un cualquier cosa.
   –Una cesárea –dije–… Doctor, ¿perdí al bebé?
   –No, su bebé está bien.
   –¿Fue niño o niña?
   –Niña. Totalmente sana. Cinco libras, tres onzas.
 Me tranquilicé. Ya era algo haber hecho un bebé. Me iría a cualquier parte, pensé; me pondría ‘señora de’ en el apellido y dejaría que la niña pensara que su padre había muerto. Mi hija no iba a acabar en un orfanato.
  Pero el cirujano seguía hablando:
  –Dígame, este… –no dijo mi nombre–. ¿Alguna vez pensó que su sistema glandular era… raro?
Yo dije: –¿Qué? Claro que no. ¿A qué se refiere?
Él, primero, se quedó callado. –Se lo diré en una sola dosis. Luego una inyección, para que se duerma y se le pasen los nervios. Le va a hacer falta.
  –¿Nervios? ¿Por qué? –le dije.
 –¿Alguna vez oyó hablar de ese médico escocés que fue mujer hasta los treinta y cinco años? Después se operó, y fue un hombre, desde el punto de vista medico y legal. Hasta se casó. Todo perfecto.
  –¿Eso qué tiene que ver conmigo?
  –Es lo que estoy tratando de explicarle. Usted es un hombre.
Me quise enderezar. –¿Qué?
  –Cálmese. Cuando la abrí, encontré un revoltijo. Mientras sacaba al bebé llamé al jefe de cirugía; lo consulté con usted todavía en la mesa, y trabajamos varias horas para salvar lo que se podía salvar. Usted tenía dos juegos completos de órganos sexuales, ambos inmaduros, pero el femenino estaba lo bastante desarrollado como para permitirle tener un bebé. Ya no le iban a servir, así que los extirpamos y dejamos todo puesto para que usted pueda desarrollarse adecuadamente como hombre –me puso una mano en el hombro– No se preocupe. Es usted joven, los huesos se ajustarán, cuidaremos su equilibrio glandular… y haremos de usted un hombre.
Me eché a llorar. –¿Y qué va a pasar con mi hija?
  –Bueno, no va a poder amamantarla… No tiene leche ni para un gatito. Si yo fuera usted ni siquiera la vería: la pondría en adopción…
  –¡No!
A él no le importó. –Usted decide. Es la madre…, es decir… Usted la engendró. Pero ahora no se preocupe. Lo primero es que se ponga bien.
Al día siguiente me dejaron ver a la niña, y seguí viéndola a diario. Trataba de acostumbrarme a ella. Nunca había visto un recién nacido, y no tenía idea de qué horribles son… Mi hija parecía un monito anaranjado. Eso sí, mis sentimientos se volvieron una decisión firme de hacer todo por ella. Pero cuatro semanas después, todo eso dio lo mismo.
  –¿Cómo?
  –La secuestraron.
  –¿La secuestraron?
La Madre Soltera estuvo a punto de tirar la botella.
  –La raptaron. ¡La robaron de la enfermería del hospital! –la Madre Soltera respiraba con fuerza– ¿Qué le parece cómo le pueden quitar a un hombre la única razón que tiene para vivir?
  –Qué feo –admití–. Tómese otro. ¿No hubo pistas?
  –Nada que le sirviera a la policía. Alguien fue a verla diciendo que era el tío. Cuando la enfermera le dio la espalda, se la llevó.
  –¿Cómo era?
  –Un tipo cualquiera, con una cara en forma de cara, como la de usted o la mía –frunció el ceño–. Ha de haber sido el padre. La enfermera juró que era un hombre de más edad, pero seguro se maquilló. ¿Quién más se iba a llevar a mi bebé? Las mujeres sin hijos hacen esas cosas, pero ¿quién iba a decir que un hombre…?
  –¿Qué pasó después?
  –Once meses más en ese lugar horrible y tres operaciones. A los cuatro meses empezó a crecerme la barba. Antes de salir ya me rasuraba todos los días…, y sin duda era hombre –sonrió ácidamente–. Ya empezaba a mirarle el busto a las enfermeras.
  –Bueno –le dije–, me parece que al final le fue bien. Mírate, un hombre normal que gana bastante dinero y que no tiene problemas.Y la vida de la mujer no es fácil.
La Madre Soltera me miró con furia.
  –¡Usted no tiene ni idea!
  –¿Por qué?
  –¿Alguna vez oyó esa expresión, “una mujer arruinada”?
  –Huy, hace años. Ya no tiene mucho sentido.
  –Yo estaba tan arruinado como puede estarlo una mujer. Ese maldito realmente me arruinó la vida. Yo ya no era una mujer y no sabía cómo ser un hombre.
  –Habrá tomado tiempo acostumbrarse…
  –No tiene usted ni la menor idea. No me refiero a aprender a vestirme, o a no equivocarme de baño. Todo eso lo aprendí en el hospital. ¿Pero cómo iba a vivir? ¿En qué iba a trabajar? Carajo, ni siquiera sabía conducir. No sabía ningún oficio y no podía hacer trabajo manual: tenía demasiadas cicatrices, demasiado tejido blando…
Además, yo odiaba a aquel tipo por haberme quitado esa posibilidad de entrar en R.A.M.E.R.A.S, pero fue peor cuando quise entrar en el Cuerpo Espacial. Con verme el abdomen me declararon inepto para el servicio militar. El oficial médico me dedicó un buen rato por pura curiosidad. Ya había leído acerca de mi caso.
Entonces cambié de nombre y vine a Nueva York. Trabajé friendo cosas en un restaurante. Después alquilé una máquina de escribir y quise ser escribano público…. ¡Qué risa! En cuatro meses escribí cuatro cartas y un manuscrito. El manuscrito era para Casos de la Vida Real y era puro desperdicio de papel, pero el idiota que lo escribió pudo venderlo.
Eso me dio una idea. Compré un montón de revistas para mujeres y las estudié… –en ese momento su rostro adoptó un rictus cínico–, y ahora ya sabe cómo puedo escribir desde un punto de vista femenino en mis cuentos sobre madres solteras. Gracias a la única versión que no he vendido: la verdadera. ¿Me gané la botella?
La empujé hacia él. Yo mismo me sentía bastante trastornado, pero había trabajo que hacer.
Le dije:
  –Joven, ¿todavía le gustaría agarrar al tipo ese?
Sus ojos se encendieron con un brillo de fiera.
  - ¡Un momento! –dije– No lo mataría, ¿o sí?
Soltó una risa maligna.
  –Póngame a prueba.
  –Calma. Sé más de este asunto de lo que usted piensa. Le puedo ayudar. Sé dónde está.
Él pasó un brazo sobre el mostrador. –¿Dónde está?
  –Suélteme la camisa, joven, o va acabar en el callejón y le tendré que decir a la policía que se desmayó.
La Madre Soltera me soltó.
  –Perdón. Pero ¿dónde está? –me miró– ¿Y cómo sabe tanto?
 –Todo a su tiempo. Hay registros: del hospital, del orfanato, de los médicos. La directora del orfanato era la señora Fetherage, ¿verdad? Y después vino la señora Gruenstein, ¿verdad? Y cuando usted era niña su nombre era Jane, ¿verdad? Y usted no me dijo nada de esto, ¿verdad?
Había logrado desconcertarlo, tal vez asustarlo.
  –¿De qué se trata? ¿Quiere meterme en problemas?
  –Claro que no. Me interesa su bienestar. Puedo poner al tipo junto a usted. Usted hace con él lo que quiera…, y le garantizo que no le pasará nada. Eso sí, creo que no va a matarlo. Tendría que estar loco para matarlo… y usted no está loco. No mucho.
No me hizo mucho caso.
  –Menos parloteo. ¿Dónde está?
Le serví un trago. Seguía borracho, pero no se notaba por la ira.
  –No tan rápido. Yo le hago un favor, usted me hace un favor.
  –¿Cuál?
  –A usted no le gusta su trabajo. ¿Qué me diría si yo le ofrezco otro, bien pagado, permanente, gastos ilimitados, con usted de su propio jefe, y un montón de diversión y aventuras?
Se me quedó mirando.
  –Le diría que me contara otro cuento. Ya basta, Pop. Ese empleo no existe.
  –Hagámoslo de otro modo: yo le entrego el hombre, usted se arregla con él y luego prueba el trabajo que le ofrezco. Si no es como le digo, no pasa nada.
Él vacilaba, pero se decidió con el último trago.
  –¿Cuándo me lo entrega? — dijo con voz pastosa.
  –Si está de acuerdo…, ¡ahora mismo!
Él extendió la mano. –¡Trato hecho!
Le hice una seña a mi ayudante para que vigilara las dos puntas del mostrador, tomé nota de la hora –23.00– y cuando me agachaba para cruzar la puerta bajo el mostrador, el gramófono empezó a sonar con “¡Soy mi propio abuelo!”. El encargado tenía la orden de poner sólo clásicos americanos, porque yo no aguanto la “música” de 1970, pero yo no sabía que esa grabación se hubiera infiltrado. Así que grité:
  –¡Apaga eso! ¡Devuélvele el dinero al cliente! –y agregué: –Voy al almacén. No tardo.
Y allá fui, seguido por la Madre Soltera.
El almacén estaba al fondo del pasillo, del otro lado de los baños. Una puerta de acero de la que sólo el encargado de día y yo teníamos llave. Adentro había otra puerta que llevaba a un cuarto del que sólo yo tenía llave. Entramos ahí.
La Madre Soltera miró, confundido, las paredes sin ventanas.
  –¿Dónde está?
  –Ahora mismo viene.
No había nada en el cuarto salvo un estuche. Lo abrí. Era un Equipo de Campo Transformador de Coordenadas de la U.S.F.F., serie 1992, modelo II. Una belleza, sin partes móviles, 23 kilos de peso a plena carga y diseñado para parecer una maleta. Lo había ajustado con precisión desde temprano. Todo lo que había que hacer era desplegar la red metálica que limita el campo de transformación. Cosa que hice.
–¿Qué es eso? –preguntó.
–Una máquina del tiempo –respondí, y eché la red sobre nosotros.
–¡Oiga! –gritó la Madre Soltera, y dio un paso atrás. Hay una técnica para hacer esto: hay que lanzar la red de modo que el sujeto retroceda instintivamente hacia la malla de metal, y entonces acabar de cerrar la red para que los dos quedemos adentro. Si no, uno puede dejar detrás la suela de un zapato, o la punta de un pie, o bien llevarse un trozo del suelo. Pero no hace falta más. Algunos agentes engañan al sujeto para que se meta en la red; yo digo la verdad y uso ese momento de asombro total para mover el interruptor. Cosa que hice.

1030-VI-3 ABR 1963. Cleveland, Ohio. Edificio Apex


  –¡Oiga! –volvió a decir él–. ¡Quíteme esta porquería de encima!
 –Lo siento –me disculpé, plegué la red y la guardé en la maleta–. Usted me dijo que quería encontrarlo.
 — Pero… ¡usted dijo que eso era una máquina del tiempo!
Le señalé una ventana.
  –¿Le parece que estamos en noviembre? ¿O en Nueva York?
Mientras él veía, estupefacto, los capullos nuevos y el cielo primaveral, reabrí el estuche, saqué un fajo de billetes de cien y comprobé que la numeración y la firma fueran compatibles con 1963. Al Buró del Tiempo no le importa lo que uno gaste (no cuesta), pero tampoco le gustan los anacronismos innecesarios. Si cometes muchos errores, una corte marcial te puede exiliar por un año en algún periodo especialmente malo, 1974 por ejemplo, con su racionamiento estricto y sus trabajos forzados. Yo nunca cometo esos errores. El dinero era perfecto.
La Madre Soltera dio media vuelta y preguntó:
  –¿Qué pasó?
  –El tipo está aquí. Salga y vaya por él. Aquí tiene dinero para sus gastos –le empujé el fajo y añadí:
  –Arréglese con él y después yo lo recojo.
Los billetes de cien dólares tienen un efecto hipnótico en la gente que los ve poco. Seguía pasándolos de a uno, con cara de no poder creerlo, cuando lo empujé al vestíbulo y cerré por dentro. El siguiente salto fue fácil: un pequeño desplazamiento en la misma era.

1700-VI. 10 MAR 1964. Cleveland. Edificio Apex


Habían echado un aviso por debajo de la puerta: el contrato de mi renta expiraba la semana próxima. Salvo ese detalle, el cuarto se veía como un momento antes. Afuera, los árboles estaban pelados y parecía que iba a nevar. Me apuré, con sólo una pausa para recoger dinero contemporáneo y jersey, sombrero y un abrigo que había dejado allí al alquilar el cuarto. Pedí un taxi y fui al hospital. Tardé veinte minutos en aburrir lo suficiente a la enfermera como para llevarme la criatura sin que nadie me viera. Regresamos al edificio Apex. Los ajustes fueron más complicados ahora pues el edificio no existía aún en 1945. Pero ya lo había calculado.

0100-VI-20 SEP 1945. Cleveland. Motel Skyview


El equipo, el bebé y yo llegamos a un hotel en las afueras de la ciudad. Previamente me había registrado como “Gregory Johnson, de Warren, Ohio”, así que aparecimos en un cuarto con cortinas corridas, ventanas cerradas, puertas atrancadas y el piso libre de obstáculos, como precaución contra oscilaciones mientras la máquina se orientara. Uno puede darse un mal golpe por una silla en el lugar equivocado…, no por la silla, desde luego, sino por la descarga retroactiva del campo.
No hubo problemas. Jane dormía profundamente. La llevé afuera, la puse en una caja de cartón sobre el asiento de un automóvil que había alquilado previamente, la llevé al orfanato, la dejé en la escalera de entrada, recorrí dos manzanas hasta llegar a una “estación de servicio” (de las que vendían gasolina) y llamé por teléfono al orfanato. Después regresé, a tiempo para ver cómo metían la caja de cartón; seguí avanzando, dejé el coche cerca del motel, caminé hasta la entrada y salté hasta adelante, hasta el edificio Apex en 1963.

2200-VI-24 ABR 1963. Cleveland. Edificio Apex


Yo no me había dejado mucho margen. La exactitud en el salto del tiempo depende de cuánto se salta, salvo cuando se regresa a cero. Si no me había equivocado, Jane estaría descubriendo ahora, en el parque, en esa noche perfumada de primavera, que no era una chica tan decente como había creído. Tomé un taxi a la casa de los tacaños y le ordené al chófer que esperara a la vuelta de la esquina; mientras tanto yo me observaba en lo oscuro.
De pronto los vi venir por la calle, tomados del brazo. El hombre la llevó hasta el porche y le dio un largo beso de buenas noches: mucho más largo de lo que yo creía. Ella entró y él se alejó por la vereda. Lo alcancé y lo tomé por el brazo.
  –Eso es todo, joven –le anuncié en voz baja–. Vine a recogerte.
  –¡Usted! –dijo, sin aliento.
  –Sí, yo. Y ahora ya sabe quién es él, y si lo piensa sabrá quién es usted…, y si lo piensa más sabrá quien es el bebé… y quién soy yo.
No me contestó. La sacudida había sido grande. Es un choque el que le prueben a uno que no puede resistir la tentación de seducirse a sí mismo. Lo llevé al edificio Apex y saltamos otra vez.

2300-VII-12 AGO 1985. Base Sub-Rocallosas


Desperté al sargento de guardia, le mostré mi identificación y le ordené que pusiera a mi acompañante en la cama, le diera una pastilla y lo reclutara a la mañana siguiente. El sargento se veía de mal humor, pero el rango es el rango en cualquier época. Hizo lo que le dije, pensando, sin duda, que la próxima vez que nos encontráramos él podría ser el coronel y yo el sargento. Cosa que, efectivamente, puede suceder en el Buró.
  –¿Qué nombre? –preguntó.
Se lo escribí. Él enarcó las cejas.
  –Conque sí, ¿eh?
  –Sólo haga su trabajo, sargento –me volví a mi acompañante–. Joven, ya se acabaron tus problemas. Estás por iniciarte en el mejor empleo que un hombre puede tener. Y te irá bien. Lo sé.
  –¡Claro que sí! –se me unió el sargento–. Míreme a mí: nacido en 1917, y todavía ando por aquí, todavía soy joven, todavía disfruto de la vida.
Regresé al cuarto de saltos y ajusté todo para ir al cero preseleccionado.


Alegoría de la Vida Humana - S. XVII
2301-V-7 NOV 1970. Nueva York. Bar de Pop

Salí del almacén con una botella de Drambuie para justificar el minuto de ausencia. Mi ayudante discutía con el cliente que quería oír “¡Soy mi propio abuelo!”. Le dije:
  –Déjalo que lo escuche. Después desconecta el gramófono.
Estaba muy cansado.
El trabajo es duro, pero alguien debe hacerlo, y luego del Error de 1972 es difícil reclutar en los años tardíos. ¿Puede haber una fuente mejor que seleccionar a la gente más arruinada, estén donde estén, y ofrecerle un trabajo interesante y bien pagado (aunque peligroso) para una buena causa? Todo el mundo sabe ahora por qué falló la Guerra del Fallo de 1963: la bomba que iba para Nueva York no explotó jamás, y otras mil cosas no ocurrieron como habían sido planeadas…, todo gracias a gente como yo.
Pero no el Error de 1972. Ese no fue nuestra culpa, y ya no tiene arreglo. No hay ninguna paradoja. Una cosa o es, o no es, ahora y para siempre. Amén. Pero nunca habrá otro error así: una orden fechada 1992 tiene prioridad en cualquier año.
Cerré el bar cinco minutos antes de la hora, y dejé en la caja registradora una carta donde le explicaba al encargado de día que aceptaba su ofrecimiento de comprar mi parte, y que se entrevistara con mi abogado, porque yo me iba a tomar unas largas vacaciones. El Buró podía cobrarle o no cobrarle, pero quiere que no se dejen cabos sueltos. Bajé al cuartucho en el almacén y salté a 1993.

2200-VII-12 ENE 1993. Anexo Sub-Rocallosas, Cuartel del Buró del Tiempo


Me presenté al oficial de guardia y fui a mi cuarto con la intención de dormir una semana. Me había traído la botella que habíamos apostado (al fin y al cabo, me la había ganado) y tomé un trago antes de escribir mi informe. Sabía horrible y me pregunté cómo me había gustado alguna vez el Old Underwear. Pero era mejor que nada: no me gusta estar totalmente sobrio, pienso demasiado. Pero tampoco le doy de verdad a la botella. Otras personas ven serpientes…, yo veo personas.
Dicté mi informe: cuarenta reclutamientos, todos aprobados por el Departamento de Psico, incluyendo el mío, que ya sabía que aprobarían. Porque yo estaba aquí, ¿no? Luego grabé una solicitud para que me pasaran a operaciones: estaba harto de reclutamientos. Metí las dos grabaciones en la ranura y fui hacia la cama.
Me quedé mirando las “Leyes del Tiempo” sobre mi cabecera:


No dejes para ayer lo que puedes hacer mañana
Si al final tienes éxito no vuelvas a intentarlo
Una puntada al Tiempo salva a nueve mil millones
Una paradoja puede ser pararreglada
Es más temprano cuando piensas
Los antepasados son sólo gente
El mismo Júpiter cabecea

Ya no me inspiraban como cuando era recluta; treinta años subjetivos de saltos en el tiempo lo cansan a uno. Me desvestí y me miré el abdomen. Las cesáreas dejan grandes cicatrices, pero tengo tanto pelo ahora que no veo la mía a menos que la busque.
Le eché un vistazo al anillo que llevo en el dedo.
La serpiente que se muerde la cola, por siempre y para siempre. Yo sé de dónde he venido…, pero ¿de dónde han venido todos ustedes, zombies?
Sentí que me venía un dolor de cabeza, pero yo no tomo analgésicos. Una vez tomé… y todos ustedes se fueron.
Así que me metí en la cama y apagué la luz.
En realidad ustedes no están ahí. No hay nadie más que yo –Jane–, a solas, aquí en la oscuridad.
¡Los extraño tanto!






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Recuperé esta narración después de ver la película Predestination, de los Spierig Brothers. La película se aprovecha de la estructura narrativa del relato pero sólo lo remeda. El relato original fue escrito en un solo día, el 11 de julio de 1958, y publicado por primera vez en la edición de marzo 1959, de la revista Fantasía y Ciencia Ficción, después de haber sido rechazado por Playboy.

La narración contiene una serie de paradojas provocadas por diversos viajes en el tiempo. En sí mismo constituye un puzzle de situaciones que, alcanzado un punto, te estalla como una revelación. La película es menos sutil. La serpiente Uróboros o la canción que suena en el gramófono se pierden. Me gustan especialmente las frases donde la identidad entre el camarero y su confidente queda subrepticiamente patente: El tipo que se llevó el bebé era "un tipo cualquiera, con una cara en forma de cara, como la de usted o la mía".

Tal y como se desarrolla la historia, todos los personajes se revelan como la misma persona en distintas épocas de su vida. En este tipo de bucle temporal cerrado todo lo que ocurre en las distintas circunstancias se repite ineludiblemente. La continuidad espacio-tiempo queda interrumpida y en suspenso nuestro supuesto libre albedrío.

El autor incluye la ilustración de esta paradoja en el anillo del protagonista, con la serpiente Uróboros. Esta alegoría luce en algunas representaciones estas inscripciones: “el Uno es el Todo”, "Todo parte del Uno y vuelve al Uno, para el Uno, por el Uno y en el Uno".


Heinlein ya habría tratado esta paradoja temporal de "la línea de tiempo inmutable" en By his Bootstraps (Por sus propios medios) y recientemente la vimos en pantalla en Harry Potter y el prisionero de Azkaban cuando Sirius Black y el propio Harry son salvados de los dementores por una figura que cree su propio padre. Posteriormente comprobará que se trata de él mismo después de un viaje en el tiempo. 

Antes de que los argumentos incluyesen viajes temporales, la variante más común era la profecía autocumplida tal y como se puede apreciar en el clásico de Shakespeare, Macbeth.