viernes, 30 de agosto de 2013

Elysium

de Neill Blomkamp









Las dos películas que lleva estrenadas el director están marcadas por un sello muy personal, un enfoque de la ciencia ficción desde las personas y los engranajes sociales. También desde un futuro tan cercano como reconocible en las situaciones que plantea.

Su primera película fue District 9 y de un solo zarpazo se encaramó a la lista de directores que tienen algo que decir y saben cómo decirlo. Aquella alegoría sobre el apartheid que había mamado en su Sudáfrica natal, retrataba con veracidad los infames guetos donde sobrevivían unos alienígenas. No faltaban allí las mafias, el contrabando, ni los oscuros intereses de las grandes corporaciones para hacerse con la tecnología extraterrestre.

En esta segunda coloca el punto de mira en la inmigración ilegal, las fronteras y las Green Zone; esas urbanizaciones de lujo fuertemente fortificadas que quieren vivir ajenas a la miseria que las rodea. 
En este caso la frontera es el espacio. La Tierra ha quedado como un submundo donde la gente malvive en condiciones muy precarias. Las élites de ricos y poderosos se han instalado en Elysium, una enorme estación orbital con todas las comodidades y adelantos; incluidas unas cápsulas médicas cuasi milagrosas que curan el cáncer, la médula y lo que se ponga por delante. Los desheredados miran hacia el cielo anegados en la miseria y con trabajos de esclavos en las fábricas  de la aristocracia elísea.















Blomkamp sabe narrar y la película tiene poderío visual. Me gusta la idea y el enfoque. Ver Los Angeles como un inmenso arrabal colonizado por hispanos  es una potente imagen que se añade a otras que tenemos fijadas de la ciudad, como en el Los Angeles de 2019 con los replicantes o el Rescate en Los Angeles del 2013, pasando por los gloriosos 50 de L.A. Confidential. (Hum...queda pendiente un artículo rastreando la imagen de una ciudad por el cine o la literatura).

Las pateras que hoy cruzan de África a Europa o las furgonetas que llegan desde hispanoamérica a EEUU, se convierten en el año 2.159 en naves espaciales.
La película tiene ritmo y es capaz de señalar las lacras sociales mientras desarrolla una buena película de acción. Pero no es una película redonda.
Los desheredados que desembarcan a la carrera no buscan comida o trabajo, sino una sesión en las cápsulas médicas. Todos salimos de la película pensando que habla de la inmigración de América Central y del Sur al rico Norte; pero resulta que también habla de los cincuenta millones de personas que en EEUU carecen de cualquier de seguro médico y que viven abandonados a su suerte. Una realidad bien mostrenca y cercana.














El problema está en que según avanza la película, su denso hilo narrativo se va adelgazando hasta quedar escuálido, ceñido a unas cuantas escenas de acción. Por supuesto es más esquemática que District 9  y, siendo una película que mira hacia los problemas sociales del futuro, no alumbra los sombríos rincones de la magnífica Hijos de los Hombres.

Damon compone un personaje desvalido, un antihéroe que después de recibir una alta dosis de radiación necesita subir a Elysium para salvar la vida. En su desesperado intento tendrá la oportunidad de cambiar radicalmente el estado de las cosas. El papel de Jodie Foster como Ministra de Defensa es bastante plano y sólo registro un diálogo de interés cuando después de destruir dos "pateras espaciales" es investigada por no respetar los Derechos Humanos: "Ahora no está de moda pensar y actuar como lo hago yo. Lo entiendo perfectamente, pero cuando vayan a por sus casas, la casa que ha construido para sus hijos y para los hijos de sus hijos; no serán las relaciones públicas ni sus promesas de campaña quien les impedirá la entrada, seré yo misma". Uf, los fascistas siempre están salvando la civilización, digo su status de poder.
Por su parte Sharlto Copley que ejercía de antihéroe en District 9, se convierte aquí en un demente malvado un poco pasado de rosca. 

















En definitiva, una buena película de ciencia ficción con un inesperado alegato sobre las injusticias sociales. Aunque pedía un desarrollo más profundo.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Middlemarch

De George Eliot







En el Blog Papeles perdidos del diario El País,  J. Ernesto Ayala-Dip ejecuta una reseña donde subraya en dos pinceladas el calado filosófico y ético de esta vida de provincias que describe George Eliot. La reseña se titula La ética y la compasión de 'Middlemarch' y logra convertirse en una invitación. El artículo completo aquí.



(...)
Las palabras que invocaré hoy de la gran escritora inglesa (Virginia Woolf ) se me grabaron para toda la vida: "Middlemarch (1872) es una de las pocas novelas inglesas escritas para adultos”. 
(...)
 Haber leído antes a Jane Austen o a las hermanas Brönte, no me daba competencia suficiente. Es verdad que las protagonistas de Austen remiten a la vida de provincias inglesa, a la vida doméstica de las zonas rurales y, sobre todo, a las formas de sus convenciones sociales para su reproducción biológica y económica. Pero para lo que no te prepara la Austen es para la decodificación constante, casi en cada párrafo, de sus pronunciamientos filosóficos, sociales, éticos, además de mundanos y domésticos que segregan en dosis inasimilables en la considerada una de las grandes novelas (sino la mejor) del siglo diecinueve. Leer Middlemarch es enfrentarse a una dimensión distinta de la novela decimonónica. Por su inagotable inteligencia, por ese casi invisible sentido de la ironía (sobre el que se soporta prácticamente todo su sentido) y, por fin, por su dimensión moral absolutamente anti moralista.

(...)
Fue en los años setenta cuando la (protagonista) señorita Dorothea Brooke es recuperada para la causa de las mujeres que tuvieron que lidiar con un patriarcado blindado con la coraza de la subestimación y el paternalismo más ofensivo. Pero dicha recuperación, paradójicamente, no sirvió tanto para destacar la importancia en el discurso feminista de la heroína como para subrayar su sumisión al patriarcado. En realidad, las teóricas del feminismo comparaban el comportamiento liberal de la propia autora (George Eliot se casó a los sesenta años con un hombre veinte años menor que ella) con la resignación de Dorothea ante el destino ineludible que les tocaba, quisieran o no, a las mujeres en el siglo XIX.

En Después  de la teoría, de Terry Eagleton, libro que tengo como texto de referencia, el crítico inglés nos recuerda la tentación muy contemporánea de separar conocimiento y moral. Dice por ejemplo: “Conocer a otra persona no es como conocer los bares más ostentosos de Río de Janeiro: es un conocimiento estrechamente ligado al valor moral”. Y el mismo Eagleton nos advierte que dicho conocimiento o comprensión del otro no tiene nada que ver con el sentimentalismo. ¿Por qué afirma esto? Porque el paradigma literario de dicha afirmación lo encuentra el crítico en George Eliot, de la cual dice que es uno “de los grandes herederos del linaje ético”. Por ello ve en su obra (y me parece que Middlemarch plasma todo lo dicho en esta materia) la síntesis entre estética y moral.

La comprensión significa también compasión, la que siente la heroína de la novela por la gente que la rodea y la que siente George por sus personajes. No hay lugar para los efectos sentimentales, tan propio de Dickens. Hay sí una milimetrada descripción de los sentimientos escondidos, solapados. Una densa red de relaciones humanas en la pequeña ciudad de provincias (por algo se subtitula la novela “Estudio de la vida provinciana”) donde se desarrollan los hechos. Y la densidad de lo cotidiano, lo real de la sociedad victoriana de entonces. Así George Eliot observa la vida, ese trajinar de existencias ajenas a las que hay entender, escuchar.



Releo Middlemarch y vuelvo a sentir como propia la desilusión de Dorothea Brooke. Su idealismo derrotado, el deseo sublimado en una resignación de conmovedora lucidez."

domingo, 25 de agosto de 2013

Siete pecados capitales

de Milorad Pavic







Este libro es una celebración de la literatura. Un gozo logrado con ingredientes tan esenciales como invención, inteligencia y un punto de atavismo. Todo un cóctel aromático y evocador.

El libro está poblado de sueños e insomnios, de cárceles en espejos  y de presencias que deambulan por una vigilia ofuscada.
"-¿Estás segura de no estar soñando con esos dos cada noche?
-¿Cómo que soñando con esos dos? -contestó la señorita Dalasena perpleja- pellízcate, mujer, es contigo con quien estoy soñando cada noche. Ahora, mientras estamos diciendo esto y mientras tú escribes. Eso ocurre en el sueño." pág. 56
El flujo de invenciones y sueños cruza todos los relatos. También personajes de otras obras del autor e incluso él mismo. Y sobretodo un espejo con un agujero cuya obstinada presencia lo convierte en un objeto mágico, a través del cual los personajes navegan entre la realidad y el sueño.
"Los pensamientos humanos son como cuartos. Entre ellos hay salas lujosas y cuartuchos saturados. Los hay soleados y sombríos. Algunos dan al río y al cielo, otros al traspatio o al sótano. Las palabras en ellos semejan cosas y pueden ser cambiadas de un cuarto a otro. Los pensamientos dentro de nosotros en realidad, esas habitaciones en nuestro interior, agrupadas en palacios o cuarteles, pueden ser moradas de oros donde uno resulta ser sólo un inquilino. A veces, sobre todo de noche, encontramos que las salidas de esos aposentos están cerradas con llave y no podemos abandonarlos. Estamos encerrados como en un calabozo hasta que nuestros sueños nos liberan y nos dejan salir. Pero los sueños son como los invitados de una boda, hay que esperarlos. Mientras tanto, reina el insomnio. Dicen que existen dos insomnios, como dos hermanas. El de antes de dormirse y el otro, después de despertar en plena noche. El primero es madre de la mentira, el otro es madre de la verdad".  pág. 13
Pavic es un prestidigitador y la libertad con que se enfrenta a la escritura es de una envidiable naturalidad. En él todo es materia de ficción y la mayor complicidad que puede ofrecer al lector es la posibilidad de convertirse en personaje del libro que está leyendo. Como en una banda de Moebius, con Pavic estamos a la vez dentro y fuera del texto. El cuento Té para dos es como un espejo enfrentado a otro espejo. En uno está el autor, en otro sus personajes y entre los reflejos nos colamos nosotros, lectores, con instrucciones para soñar un sueño y acudir el miércoles siguiente a la Taberna del Signo de Interrogación. Como mínimo recibiremos una declaración del autor: "Mi querida lectora y mi querido lector, seas quien seas, recordarás que mis palabras al final de este cuento son, en realidad, mi declaración de amor hacia ti."














Todos los relatos son excelentes y cada historia se posa sobre el espejo con un agujero a través del cual se enhebra el sueño.

El libro culmina en tres historias deliciosas, tan etéreas y primordiales como esas "espumas" de Ferrán Adriá: una convocatoria exquisita para nuestros sentidos y nuestra inteligencia lectora: "Cazadores de sueños", "El cuarto de los pasos perdidos" y "Té para dos" poseen un virtuosismo literario abrumador.
En Cazadores de sueños hay un juego de espejos que ocurre en las casas número 42 y 44 de la calle Karadjordjeva que es pura filigrana. 
"-Sólo podemos hacer una cosa -respndió Cohen-, pero no sé si eso le hará más daño o provecho.
-¿Te refieres al síndrome de Yanus? -preguntó Masudi.
-Sí. También Kir Abrahán puede hacerle eso. Vamos a desintegrar el tiempo dentro de él. Duplicaremos a nuestro huésped. Separaremos en él el tiempo masculino del femenino. Que pase el resto de su vida duplicado y vididido en su naturaleza masculina y la femienina, concordando sus cuatro manos y dos cavbezas con un corazón. Así, tarde o temprano, llegará a ponerse al acecho de sí mismo...
-Tal vez podríamos hacerlo aun antes de que se durmiera, si logramos entrar en alguno de sus sueños pasados..." pág. 80
En El cuarto de los pasos perdidos los personajes invitan a su fiesta al mismísimo lector del cuento, el cual les declara que conoce al autor, etc. 
Té para dos es un artificio netamente literario que cobra verdadera vida ante nuestros ojos, incluyendo la participación del propio autor.
"El escritor les aconseja, queridos lectores, que no lean esta cuento un miércoles y de ninguna manera antes del mes de mayo. Además, lo más conveniente sería que lo leyeran por la noche y en la cama. Descubrirán las razones por ustedes mismos. Aún debo decir que en este cuento no hay héroes; los únicos héroes aquí son ustedes, sus lectores.
Yo sé que, mientras escribo esto, mi ojo izquierdo mira el papel como el ojo de mi padre, y el derecho como el ojo de mi madre. Tal vez por esa razón esto no resulta tanto un cuento como una especie de elixir de amor, y esos renglones se convierten en las instrucciones pra el uso de dicho elixir.
Ustedes, no obstante, saben que la diferencia entre dos amores puede ser más grande que la diferencia entre el amor y el odio. Quizás por eso cada amor grande empieza con tres pequeñas mentiras y son justamente ellas, esas pequeñas mentiras, lo que tenemos que agregar al cuento como base para esta pócima de amor." pág 195
La liturgia de esta convocatoria se multiplica en una espiral de referencias y cifras en la que también encontramos La jaula blanca de Túnez en forma de pagoda, donde un decorador atormentado por el insomnio, acomete concebir una casa con todo lujo de detalles, adaptada a cada movimiento de su amada, para hacerla presente. 
Y El manantial mágico que un estudiante de arte pinta sobre el espejo con agujero mientras reflexiona sobre las cualidades de Pavarotti.

Aquí y allá fulguran las gemas de la invención y la inteligencia.
"El escritor siempre compra pendientes para el que no tiene orejas. Trafica con los pensamientos. El pintor, sin embargo, quiere ver esos pensamientos. Pero los pensamientos humanos jamás se quedan quietos. Los hay de todo tipo y propósito; nunca sabes de quién son, de quién no fueron ni de quién jamás serán, pero tienes que soportarlos. Los hay rápidos y soberbios como una manada de caballos lujuriosos y feroces parecidos a una jauría de perros. Algunos son lentos y rencorosos como una manada de elefantes; otros voraces, de buen comer y beber como una piara; y otro aún son envidiosos como un tropel de monos. ¡Y no digamos en los sueños! Allí se juntan todas tus ideas espantadas durante el día, que huyeron de la realidad como una bandada de urracas o un cardumen de peces codiciosos. Uno jamás logra reunirlos bajo una misma gorra y mente. Y hacia ellos avanzan por la orilla nuevos pensamientos. perezosos como un hato de búfalos... En pocas palabras, los siete pecados capitales van corriendo por los pensamientos humanos y acechan la oportunidad...
Pero ocurre, rara vez por cierto, que se dé lo contrario. Del matorral surge de repente como un milagro, como un unicornio, un pensamiento solitario y mágico, te echa una mirada y enseguida te olvida, pero tú lo recuerdas hasta el fin de tus días.
De uno de esos pensamientos nació también  la pintura de Bosch sobre los siete pecados capitales. Es un pensamiento triste y verdadero. Reza así:
                        Nadie se ríe en mis sueños"                                  pág. 42-3

El escritor que resulta más sabio que su cuento se ha equivocado de oficio. pág 93

"Era delgada, un poco más alta que yo y tenía ojos grandes, uno de color verde y el otro violeta. Y no sólo eso. El ojo verde parecía verme a mí y al mundo más deprisa que el ojo derecho, el violeta. hasta juraría que el verde veía el mundo un instante antes de nuestro "ahora", y el violeta un instante después. Se retrasaba respecto al ojo verde justo por ese "ahora". Eso me perturbó, porque si el ojo violeta de la princesa se demoraba respecto del presente y el ojo verde se le adelantaba a través del futuro no había manera de que la princesa pudiera verme porque yo habitaba el presente. Sólo podía ver un "otro" yo mío. y era obvio que me veía. ¿A quién estaba viendo sentado junto a ella en la "Casa pintada con té"?" pág. 69

"En este punto la chica interrumpió su relato y añadió:
-¿Acaso usted cree en esa tontería del agujero en el espejo? ¡Qué ingenuo es usted! ¿No se da cuenta de que cualquier espejo en este mundo ha visto los siete pecados capitales? ¿No se da cuenta de que usted está dentro porque quiere estar ahí, porque le interesa ver qué es lo que va a pasar en el dormitorio y qué va a hacer la dueña de los ojos de lirio de los valles, es decir qué haré yo, y por eso se queda encerrado aquí? ¿No se da cuenta? Usted no está aprisionado en el espejo, sino que, junto con él y su agujero, está encerrado en este libro. y puede moverse sólo tanto cuanto se lo permite el libro. Es decir, vamos a esclarecer este asunto: usted no está en el espejo, está en un cuento. Está sentado aquí voluntariamente y hasta que termine su lectura no saldrá del cuento. ni del espejo en él. Por qué lo hace, es fácil deducirlo. Cada persona busca siempre un poco por todos lados para saber quién es. Es lo que usted hace aquí también. Cada lectura es, en realidad, la búsqueda de saber quién es uno. Y yo se lo voy a decir." pág. 131

Té para dos

de    MILORAD PAVIC







                                 I




l escritor les aconseja, queridos lectores, que no lean este cuento un miércoles y de ninguna manera antes del mes de mayo. Además, lo más conveniente sería que lo leyeran por las noches y en la cama. Descubrirán las razones por ustedes mismos. Aún debo decir que en este cuento no hay héroes; los únicos héroes aquí son ustedes, sus lectores.

Yo sé que, mientras escribo esto, mi ojo izquierdo mira el papel como el ojo de mi padre, y el derecho, como el ojo de mi madre. Tal vez por esa razón esto no resulta tanto un cuento como una especie de elixir de amor, y estos renglones se convierten en las instrucciones para el uso de dicho elixir.
Ustedes, no obstante, saben que la diferencia entre dos amores puede ser más grande que la diferencia entre el amor y el odio. Quizás por eso cada amor grande empieza con tres pequeñas mentiras y son justamente ellas, esas pequeñas mentiras, lo que tenemos que agregar al cuento como base para esta pócima de amor.

La primera de ellas, queridos lectores, sean quienes sean o se llamen como se llamen, será su nombre secreto, es decir falso. Así que el nombre de la lectora de este cuento será desde ahora Aseneta, como la esposa del hermoso Josefo, mientras que el nombre secreto del lector será Aristin como se llamaba un escritor del siglo XII.
Pero el elixir de amor aquí ofrecido podrán aprovecharlo, queridos Aseneta y Aristin, sólo si pasan por una iniciación especial, es decir, si logran alinearse entre los héroes de este cuento. Porque no todos los lectores de este texto podrán realizarlo. Por otro lado, tengan en cuenta que eso no es inocuo, porque la conversión del lector en el héroe de un libro le da la posibilidad al escritor de lastimarlo, incluso de matarlo, en cuestión de dos renglones. Sin embargo, nuestro objetivo aquí es el amor, y no la muerte, un elixir de amor, y no un veneno. Así que ármense de valor y escuchen las primeras instrucciones. Aparentemente, todo parece bastante fácil, es suficiente que en un futuro cercano mientan tres veces, pero también se necesita que algo ya haya ocurrido en su pasado reciente. Un evento aparentemente pequeño e insignificante, que, sin embargo, representa la condición para acceder a la pócima del amor.
Mis instrucciones seguirán por separado para Aseneta y después para Aristin, porque difieren dependiendo de su destinatario.

                                                       Instrucciones para Aseneta

1. Querida Aseneta,
Tal vez tiene usted unos maravillosos ojos negros que lanzan miradas aromáticas a su alrededor, tal vez siembra tras de sí sombras costosas y tal vez orina agua de colonia, como dijo una escritora, pero eso no le ayudará a llegar a ser la heroína de este libro. Lo puede conseguir sólo la lectora que antes del día en que empieza a leer este cuento haya perdido una llave. Una llave cualquiera. La llave del maletín de maquillaje, la llave de su auto, o de un departamento ajeno, da igual. Si eso le ha pasado está en buen camino y sólo usted puede considerarse la heroína de este cuento y la portadora del nombre falso de Aseneta. Ninguna otra. Las demás lectoras pueden tirar este libro, inclusive, porque él ya no se refiere a ellas.

2. Su siguiente deber, querida Aseneta, es soñar un sueño. Antaño los monjes de Constantinopla curaban las enfermedades del sueño de sus hermanos, o de otra gente, solicitándole a toda la hermandad de su monasterio que una determinada noche soñara el mismo sueño, previamente descrito. Algo semejante se necesita aquí también. Sólo que aquí el modelo tiene que ser un sueño femenino, por lo que vamos a aprovechar un sueño que había soñado mi media hermana. Así que la lectora que se sentó a leer este cuento habiendo olvidado en algún lugar una llave, por lo que tiene derecho a llevar el nombre de Aseneta, debe soñar el siguiente
              Sueño femenino

Sueño que camino de noche por una calle desierta. Es tarde, está oscuro, empiezo a sentir miedo cuando de pronto escucho unos pasos detrás de mí. Son pesados y resuenan cada vez con más velocidad. Aún estoy lejos de mi casa, me apresuro, y luego empiezo a correr con pánico. Los pasos pesados son cada vez más frecuentes y el desconocido a mis espaldas está corriendo. Me persigue. En una esquina alcanzo a verlo con el rabillo del ojo. Es un hombre más robusto que yo, que apresura su paso sin hablar en la oscuridad. Allí ya no hay calles, sólo una zona densamente poblada, uno atraviesa los patios de las casas, viejas escaleras, pasa por los pórticos, a veces por las antesalas abandonadas de las casas. De pronto, como suele ocurrir en los sueños, las piernas ya no me obedecen. Sigo corriendo, pero no me muevo de un portal que me observa con su oscuridad. Me quedo paralizada. El desconocido se acerca cada vez más, casi me cubre su sombra, pero en el momento decisivo de repente deja de perseguirme, se detiene en una esquina, se para junto a la pared y orina por un largo, largo rato…

3. Por supuesto que a la mañana siguiente, en cuanto se despierte, querida Aseneta, usted se dará cuenta que no lo ha logrado. No ha soñado el sueño solicitado, sino algún otro, diferente, quién sabe cuál. Pero no se preocupe. Eso no importa en absoluto. El sueño, en realidad, no le fue solicitado para que lo soñara, porque hoy en día ya nadie sabe hacerlo, sino para recordarlo muy bien. Incluso, hay una razón adicional, pero cada cosa en su momento. Ahora debe buscar algún pendiente suyo. Cualquiera. Necesitará sólo uno. Póngalo en su bolso.
























4. El siguiente miércoles debe ir a la terraza de la taberna más cercana a la iglesia principal de su lugar (aquí en Belgrado, sería la terraza de la taberna “El signo de interrogación” en la calle Kralja Petra, número 6). Al medio día debe sentarse allí, al sol, y ordenar un té. Mientras lo esté bebiendo ponga sobre la mesa aquel pendiente. Luego ya no tendrá que hacer nada, salvo esperar. Debe esperar a un joven que pondrá sobre la mesa ante usted una llave sin cortar. Sin embargo, la espera es un oficio difícil. También una buena escuela…Pero, tenga cuidado, el cuento en este punto puede dejar de ser un cuento de amor en un sentido clásico. Porque, sólo Dios sabe a quién traerá la casualidad ante usted un miércoles en la terraza de la taberna para que en un té para dos se tope con quien le hace falta en la vida…Puede suceder que nadie con una llave aparezca no sólo ese miércoles, sino tampoco el siguiente. O puede suceder que un solo joven con una llave sin cortar se tope con diez chicas con pendientes sobre la mesa. Es decir, este cuento se convirtió en una tienda de elixir de amor, pero éste, como todas las demás pócimas mágicas, no es inocuo.

                                                                           *  -  *
En este lugar de pronto dejé de escribir porque en mi mente apareció una pregunta clara como el cristal:
-¿Por qué le mientes? ¿Por qué mientes a Aseneta, si sabes muy bien que es totalmente incierto que algo ocurra y qué cosa puede ocurrir el miércoles siguiente en la terraza de dicha taberna?
Al pensarlo un poco me respondí a mí mismo:
-Porque cada gran amor empieza con tres pequeñas mentiras…

                                                     Instrucciones para Aristin

1. Querido Aristin,
Usted puede tener las manos y la voz que hacen temblar los oídos femeninos, los bigotes que embellecen su sonrisa y la sonrisa que embellece sus bigotes, pero eso no va a ayudarle a convertirse en el héroe de este cuento. El lector atinará fácilmente si él es el verdadero, si es el único que puede lograrlo, si por la noche, en la cama, cuando se disponga a leer este cuento, recordara que hace poco encontró en el pasto o en la calle un pendiente perdido. Un pendiente femenino común que no tiene que ser caro en absoluto. Ese lector es el elegido. Y sólo él tiene derecho de llevar el nombre secreto del héroe de este cuento: Aristin. Los demás ya pueden desistir de los intentos y la lectura de este cuento ya no les va a concernir.

2. Si ha leído la instrucción del punto 2 para Aseneta se refiere a usted también. Aquí está el sueño que se requiere de usted para los fines mencionados con la advertencia de que se trata de un sueño masculino que yo había soñado, por lo que supongo lo podrá soñar usted también, Aristin…
                    
                Sueño masculino

Sueño que estoy acostado en una cama. Arriba de mí está el techo de madera al cual está sujeta una mesa cuadrada puesta para comer. Parece como si estuviera clavada a un suelo de madera al revés. En la mesa están de cabeza, pero sin caerse, un plato lleno de comida, tenedor, cuchara y cuchillo, una fuente con pan y un vaso de aguardiente de ciruela pasa. Tal vez en el plato está el bagre frito en agua para el Día de San Nicolás. El techo es bajo y la mesa está justamente a una distancia que acostado pueda tomarme el aguardiente y almorzar todo lo que hay en ella. Y eso resulta tan fácil que causa un placer supremo, una calma y felicidad que desconocemos en la tierra. Todo allí es completamente “natural”, adaptado al cuerpo, un cuerpo astral, que está conectado con mi cuerpo a través de mi ombligo astral…Mientras aquí, en la Tierra, camino por un bosque y me duele cada hoja.

3. Querido Aristin, creo que usted no pudo soñar el sueño exigido y comerse allí el almuerzo, aquel bagre frito en agua para el Día de San Nicolás. Pero no se desespere. Usted ya sabe, porque echó un vistazo en las instrucciones para Aseneta, que el sueño no se le exige para soñarlo, sino para otros propósitos. Por eso, continúe ahora su camino, es decir, pase por una tienda y cómprese la llave sin cortar.

4. El siguiente miércoles váyase a la terraza de la taberna más cercana al templo de su lugar (aquí, en Belgrado, está en la calle Kralja Petra, número 6, donde se encuentra la taberna “El signo de interrogación”). Tendrá que estar allí al mediodía y buscar a una persona femenina que esté tomando té y sobre la mesa ante ella tenga un pendiente femenino. Acérquese a ella, ponga la llave sobre la mesa y pregúntele si usted puede sentarse. Si ella no le da permiso, preséntese, dígale que se llama Aristin. Si ella es Aseneta, se puede suponer que le ofrecerá el asiento y usted le contará lo que soñó la noche anterior. En realidad, el sueño que no ha soñado, sino que le fue exigido. Cuénteselo como si lo hubiera soñado, aunque no lo hubiera hecho. Si también ella le cuenta un sueño que le fue pedido, el cual usted ya leyó en este cuento, se cumplió el objetivo y todos los requisitos están ahí. Es decir, cada amor grande empieza, como dijimos, con tres pequeñas mentiras. Esa condición la habrán cumplido los dos parcialmente, mintiendo haber soñado lo que no soñaron y presentando sus nombres falsos. Eso significa que están en el mejor camino para aprovechar el elixir de amor y convertirse en los protagonistas de un gran amor. Si Aseneta le pregunta a usted, querido Aristin: ¿por qué precisamente una llave y por qué precisamente un pendiente?, usted contestará lo siguiente: No tiene ninguna importancia si es una llave o un pendiente. Lo importante es que a los hombres, por lo general, les falta algo de atención, así que alguien que fue lo suficientemente atento para notar en el pasto o en la calle un pendiente perdido es muy recomendable. A las chicas, por lo general, les falta ser un poco distraídas, entonces, es recomendable la que puede llegar a perder unas llaves. Esos dos, según parece, podrían formar una pareja bastante armoniosa…

                                                                    *  -  *

En este lugar interrumpí por segunda vez la escritura de este cuento porque en mi mente apareció una pregunta clara como el cristal:
-¿Por qué le mientes? ¿Por qué mientes a Aristin, si sabes muy bien que todo es totalmente incierto? Porque los que lo intenten experimentarán por sí mismos que una relación basada en llaves sin cortar y una chuchería femenina no debe significar gran cosa. Puede ocurrir que Aseneta y Aristin simplemente no se gusten. O aún peor, puede darse el caso que, yo mismo me lo imaginaba, que Aseneta o Aristin no encuentren a nadie para tomarse un té para dos con ellos, alrededor del medio día en la terraza junto a la iglesia. La cosa puede convertirse en la amistad entre dos chicos, un compañerismo mutuamente útil entre un viejo y una joven, la plática entre dos viejas, un romance entre dos lesbianas o quién sabe qué más. Entonces, ¿por qué mientes a Aristin?
-Porque cada gran amor –me respondí a mi mismo- empieza con tres pequeñas mentiras…

II
Casi dos años después de que este cuento fuera escrito y publicado en un periódico me llamó por teléfono una voz masculina, me dijo que no nos conocíamos, que era mi lector y que tenía que decirme algo extraordinario en relación con el cuento “El té para dos”. Quedamos en encontrarnos en la terraza de la taberna “El signo de interrogación”. En ese entonces yo ya había cumplido setenta años, había entrado en el siglo XXI y empezaba a olvidar sin orden muchas cosas – cazar cornejas, tirar los guijarros sobre la superficie del agua, entrar por la puerta de espaldas, días de la semana primero en ruso y después en francés, mientras que los nombres de días en inglés brotaban de mi memoria a pesar de que jamás lo había aprendido bien. En resumen, el alma se me salía por la nariz, y yo tenía que estornudar cada mañana. Aunque todavía no me olvidaba cómo reír. Por eso me reí en el auricular, él no lo hizo, y nos encontramos en la terraza de la taberna “El signo de interrogación”. Él estaba tomando café y leyendo el periódico “La voz pública”. Estaba en la mejor edad, cuando las virtudes aún no empiezan a convertirse en vicios. Vestía bien, de negro, tenía tres caras transparentes una encima de la otra, cada una hermosa a su propia manera. Y tres tipos de cabellos en la cabeza –uno cerdoso, otro parecido a plumas y un corto pasto hirsuto en la mollera. Con su mirada podía congelar el agua en el vaso delante de él…Yo me desconcerté y concluí: Dios cura, nosotros sólo cambiamos vendajes…
Me contó lo siguiente.

                                                            El cuento del lector
“Antes que nada, quiero decirle que yo no soy ningún ratón de biblioteca. Es todo un milagro que haya leído su cuento y el milagro se dio de la siguiente manera. Un día mientras paseaba por Kalemegdan, mi mirada cayó, por pura casualidad, sobre un objeto que brillaba en el pasto. Me agaché y encontré un pendiente femenino. Parecía un poco aplastado, probablemente pisado, pensé, y lo metí en el bolsillo. Lo olvidé allí, porque los bolsillos son los mejores lugares para olvidar cosas. Cuando después de algunos días volví a ponerme la misma chaqueta palpé el pendiente en el bolsillo, primero sorprendido de que estuviera ahí, pero luego pasé por “El Bazar del Milenio” a visitar a un joyero que fue mi compañero de escuela.
- ¿De dónde sacaste esta maravilla? –preguntó.
- La encontré.
Examinó el pendiente bajo la lupa y dijo:
- Oro de catorce quilates con tres diamantes, tres verdaderos diamantes.
- ¿Cuánto vale eso?
Mi amigo dijo una suma aproximada que hizo dar vueltas a mi cabeza. Siguió examinando el pendiente cuidadosamente bajo la lupa.
-En el pendiente hay un poco de sangre seca. Fue arrancado de la oreja de una chica. Por eso está un poco deformado…
Al devolverme la joya mi amigo quedó un poco pensativo y agregó:
- Yo sé de quién es ese pendiente.
Me quedé pasmado.
- ¿Estás bromeando?
- Lo sabe todo el mundo. Perteneció a Ksenia Kaloper. Hace un mes todos los periódicos escribieron sobre ella. Fue robada y asesinada en Kalemegdan. Sabes aquello: “Nena, ¡quítate la chuchería para que no te arranque la oreja!” No obedeció. A juzgar por los periódicos, le arrancaron los pendientes, le quitaron las sortijas de las manos y un anillo de un pie, todo con violencia y rapidez. El asesino tenía prisa. El anillo del pie fue encontrado ahí mismo. Lo demás no…
- ¿Y qué hago ahora con esto?
- Tienes varias posibilidades, cada una peor que la anterior. Entregar el asunto a los órganos de justicia, devolver el pendiente a la familia de la difunta Ksenia Kaloper, vendérmelo a mí bajo la condición de que yo quiera comprarlo. En los tres casos tendrías que explicarle a la policía cómo lo obtuviste.
Desesperado devolví el pendiente al bolsillo y decidí olvidarlo allí de nuevo. Por ahora. Antes de salirme de la tienda mi amigo me gritó:
- Todo eso tiene un lado bueno.
- ¿Cuál?
- Te convertiste en el personaje de un cuento.
- ¿Cuál cuento? –me quedé asombrado de nuevo.
- El cuento se llama “Té para dos” y sus personajes llegan a ser todos aquellos que encontraron cualquier pendiente en cualquier lugar. Yo leí hace poco en un periódico. Un momento…aquí está.
De un montón de periódicos sacó uno y me tendió su cuento. Así llegué a “Té para dos”. Y así se dio que leyera su cuento. En un momento pensé irme a la cita en la terraza del “Signo de interrogación”, hasta conseguí una llave sin cortar por si acaso, pero esas intenciones se vieron impedidas entonces por un gran cambio en mi vida.

Dos semanas después de haber leído “El té para dos” me dieron inesperadamente un empleo en el extranjero. Estuve fuera de Belgrado varios meses, trabajaba en Moscú y tenía la intención de continuar mi vida allá cuando me avisaron que mi padre había muerto, así que vine a enterrarlo y a encargarme de su apartamento. Después del funeral y de los demás trámites regresé al desierto hogar paterno lleno de cosas viejas que desde hace mucho habían perdido sus aromas y adquirieron una especie de tufo común. Miraba fijamente esas cosas y a mí mismo en medio de ellas a través de un espejo de mi padre, gastado y con un agujero y sentí que el hombre cada día tenía la oportunidad de ser inteligente al menos por un instante. Porque todo hombre pasa cada día, sin siquiera percatarse, por un semi-instante anterior a su nacimiento y por un semi-instante posterior a su muerte. Entre esos dos semi-instantes está la gota de la sabiduría que apenas notamos…Con esos pensamientos me tumbé en la cama, pero no pude dormirme. Toda la noche estuve dando vueltas y me levanté tarde sin pegar un ojo. Miré por la ventana, me di cuenta de que era casi mediodía y de que era primavera; me puse mi vieja chaqueta que estaba en el armario y que no me había puesto en mucho tiempo. Palpé una llave en el bolsillo, la saqué, me pregunté de qué era y con sorpresa noté que no tenía cortes. Me acordé, por supuesto, que estaba preparada para la cita en la taberna “Signo de interrogación”, pero que jamás tuve tiempo de verificar si funcionaba o no. En el otro bolsillo estaba, desde luego, el pendiente de oro con diamantes.
De pronto se me ocurrió que podría tomarme el café de la tarde, que necesitaba sobremanera, justo en “Signo de interrogación” y me fui directamente a la calle Kralja Petra. Hacía calor, en la terraza había mucha gente sentada, y no quedaban mesas desocupadas. En una mesa noté a una chica sola tomando té. Tenía un zapato negro con el tacón blanco, y otro blanco con el tacón negro, junto a su taza estaba un pendiente. De oro con tres piedritas brillantes. Con tres diamantes. Algo deformado. Me quedé petrificado. El otro igual a ése, estaba en mi bolsillo. Al acercarme, puse aquella llave sobre la mesa y dije:
- Buenas tardes, soy Aristin, ¿puedo sentarme?
- Cuéntame un poco de eso –contestó la chica- ¿quién se llama así hoy en día? Es decir, mientes, pero siéntate, ya que el lugar está lleno. Tomate un café y largo de aquí.
Me senté, pedí un café e intenté una vez más. Le pregunté:
- ¿Quiere que le cuente lo que soñé anoche?
- Está bien, si no va para largo. De todos modos estamos matando el tiempo –dijo.
Entonces empecé a contarle el sueño que me fue encargado en el “Elixir de amor”:
- Sueño que estoy acostado en una cama. Arriba de mí está el techo de madera al cual está sujetada una mesa cuadrada puesta para comer. Parece como si estuviera clavada a un suelo de madera al revés…
- Mientes de nuevo. En tus ojos veo que anoche no pegaste un ojo. ¿Cómo pudiste soñar despierto?
Ante esas palabras yo quise levantarme de la mesa cuando ella preguntó:
- ¿Y dónde está tu arete?
- ¿Disculpe? –me desconcerté, pero empecé a revisar mis bolsillos aunque sabía que, por ahora, no iba a enseñarle el arete de ninguna manera. Finalmente pregunté sólo por decir algo:
- ¿Cuál arete?
Creo que mi rostro lucía una sonrisa acartonada mientras pagaba el café, pero ella no desistía:
- ¿Cómo que cuál arete? El que es prerrequisito para que te conviertas en el héroe del cuento “Té para dos” y vengas acá. ¡Felicidades! Es tu tercera mentira hoy. ¡Mentiste antes de que terminaras de leer el cuento! Tú no encontraste ningún pendiente en absoluto…
Me reí y regresé a la mesa. Desde entonces empezamos a vernos a diario. En las mañanas, mientras me iba a trabajar, la dejaba sola en mi apartamento. Era fácil notar que revisaba los cajones en mi ausencia. Buscaba los diamantes. Anteayer, por fin, le enseñé el pendiente. Le dije que lo había comprado para mi hermana, que supuestamente usaba esos adornos siempre en una sola oreja. Sabía que eso iba a obligarla a ella y a su cómplice, probablemente el asesino de Kalemegdan, a descubrirse y comenzar a actuar con rapidez antes de que el pendiente que apenas pudieron encontrar en mi casa, se esfumara de mis manos. Así podía agarrarlos y entregarlos a las manos de la ley…”

                                                                            *  -  *

Ese fue el cuento del joven. Estábamos sentados tomando café y callamos por un instante, cuando el joven apuntó con la mano hacia la chica que estaba entrando en la terraza. Tenía los labios pintados de un brillo labial negro, y en el moño una aguja de plata con una canica de vidrio verde. Calzaba un zapato blanco con el tacón negro y otro negro con el tacón blanco…
Un paso blanco, un paso negro, otra vez blanco, otra vez negro. Y luego un silencio particular. Un silencio salado, diría. Él se levantó, se besaron y mientras todos miraban ese beso, ella le dio la mano a pesar de que él tuviera sus dos manos alrededor de los hombros de ella. Después se volvió hacia mí y se presentó:
- Aseneta. Se ve que usted ha desechado más gorras en su vida que las que yo he comprado. Usted tuvo razón. Aquel elixir suyo sí funciona. Cada amor grande empieza con tres pequeñas mentiras…
Entonces la chica puso ante mí,  sobre la mesa,  una caja de dulces con whisky para hombres Laroshell de Luxe.
- Es para usted –agregó-, además le tengo dos preguntas, profesor. Primero, el elixir del amor, su té para dos, ¿también le concierne a usted? Segundo, ¿se puede considerar como una pequeña mentira algo que en el futuro llegará a ser una gran verdad?
- Por supuesto –dije.
- ¿Por qué, entonces, no toma un poco de su elixir de amor que con tanta generosidad nos ofrece a nosotros?
Me reí, ellos se despidieron y se fueron abrazados, y yo ordené en vez de café un té de menta con alcaravea. Como si esperara a alguien en un té para dos. Al abrir “La Voz Pública” que Aristin dejó en la mesa, leí en el periódico que ese día yo había muerto en las primeras horas de la mañana.

                                                                           *  -  *

Mi querida lectora y mi querido lector, seas quien seas, recordarás que mis palabras al final de este cuento son, en realidad, mi declaración de amor hacia ti. Mi tercera pequeña mentira que llegará a ser verdad en el futuro.

Porque cada gran amor empieza con tres pequeñas mentiras.







No cabe duda, Milorad Pavic es un mago y este cuento una de sus más potentes pócimas. Su literatura es pura creación.
Este cuento pertenece al maravilloso libro "Siete pecados capitales". Ed. Sexto Piso, 2006

viernes, 23 de agosto de 2013

El Llanero Solitario

de Gore Verbinski








Se anuncia y alardea como la nueva película del equipo de Piratas del Caribe. Pero mientras en aquella lograron crear una modélica película de aventuras a partir de una atracción de parque temático; aquí es la película la que se les ha convertido en una sosa atracción. Todo el atracón de puentes, trenes y toboganes en constante aceleración y descarrilamiento no alcanza sino para mostrar una pericia técnica hueca, carente de contenido y por supuesto de emoción. 

Han querido mezclar aventura, comedia y acción pero los ingredientes que maneja son pobres y no han ligado. El resultado es una cinta de ritmo plano e insípida. La comedia no enriquece la aventura sino que la aborta y encima con chistes toscos y hasta ridículos. Toda la película se resume en la escena final, cuando el Llanero Solitario ya se cree su papel y encabrita al caballo para ofrecernos la estampa típica del Llanero. Entonces el indio Toro le dice "chistt, ¡no hagas eso!" y el Llanero pide perdón. Puf.

En muchas ocasiones parece como que el director no sabe por donde tirar y elige acumular escenas que no añaden nada... y mira que tema había. 
Es la época en que el ferrocarril está uniendo el Este con el Oeste, transportando a sus lomos el Futuro. Y este caballo de fuego está conducido por dos malvados estupendos: Tom Wilkinson como director de operaciones y William Fichner como bandido sanguinario. Pero la película en vez de buscar lo genuino de la aventura elige perderse en el despropósito y la broma chusca.















Resulta curioso que en medio de la astracanada, el más pintarrajeado sea el único que mantiene el tipo, Johnny Depp. Aunque repetido, el suyo es un papel que nos creemos. Él sí transmite ese candor del payaso tras cuya cara pintada sospechamos la tristeza. 

Desde que realizaran la deliciosa y delirante Rango, parece que la dupla Verbinski-Depp había echado el ojo al salvaje oeste. Pero lo que allí era un personalísimo y disparatado homenaje al spaghetti-western, aquí dejan que el espectáculo se les convierta en una tosca opereta. 

Me resulta increíble el modo en que el cine norteamericano es capaz de gastarse una millonada en algo tan aburrido. Debieron de pensar que acumulando trenes que descarrilan y vías que se cruzan y solapan como en una feria nos íbamos a quedar con la boca abierta. Pues no. Antes que los efectos especiales debe haber una historia, un desarrollo, un ritmo y un tono. Todo lo que aquí falta.

Incluso me da palo ubicar este bodrio en el sagrado capítulo del western, donde figuran obras maestras incontables. 
Comparte con The Searchers el mítico paisaje de Monument Valley, y eso me servirá de excusa para recordar al maestro John Ford, de cuya muerte se cumplirán 40 años este próximo 31 de Agosto.

jueves, 22 de agosto de 2013

Munich

de Steven Spielberg









Es la película menos Spielberg de Spielberg, por lo menos en dos sentidos, sobriedad y oscuridad. El plano sólo se abre cuando algo palpita en su interior, sea una ejecución o una duda. La música sólo suena como transición. La intensidad de cada escena es inusitada. La oscuridad se va enseñoreando del relato y del alma del protagonista que comienza como un aburrido agente próximo a ser padre y acaba aterrorizado durmiendo en un armario.

El 5 de Septiembre del 72, durante la celebración de los Juegos Olímpicos en Múnich, el grupo terrorista Septiembre Negro asesinó a dos atletas israelíes  en la Villa Olímpica y tomaron como rehenes a nueve más para exigir la liberación de 234 palestinos, presos en cárceles israelíes. En el intento de liberación murieron cinco de los ocho terroristas y todos los rehenes. Golda Meir, primera ministra israelí, dio luz verde a la Operación Ira de Dios: un comando se encargaría de una estricta venganza: once por once, se eliminaría a todos los que participaron de algún modo en la matanza de los atletas israelíes. 

Aquí está el quid de la película, en el terrorismo de estado. Cuando Golda Meir está decidiendo la operación, su Estado Mayor le recuerda que ya han atacado campos de entrenamiento palestinos y que han matado a más de cien musulmanes. Ella responde que nada de eso ha sido noticia, que ha ocurrido en lugares remotos y secretos:  "no se trata de venganza, sino de cómo se percibe esa venganza". Si hay un asesinato en París o una bomba en Holanda, el mensaje llegará: Todo el mundo debe saber que matar judíos puede salir caro.

Sarcásticamente, un miembro del comando reconocerá posteriormente que matar musulmanes también sale muy caro puesto que han gastado varios millones de dólares sin haber llegado al ecuador de la misión.
Posteriormente escucharemos otro sarcasmo cuando los musulmanes responden con nuevos atentados. Alguien lo define con un "estamos dialogando".

La puesta en escena es de lo mejor de la película, muy convincente. Las grabaciones de televisión originales nos trasladan a la realidad de los setenta. Del mismo modo, Spielberg no edulcora o escamotea los hechos, sino que los muestra en toda su crudeza.

Tiene un gran acierto a la hora de ficcionalizar la historia reciente y lo logra en base a dos circunstancias. Una es elaborar un denso hilo conductor de la trama, el jefe del comando interpretado por Eric Bana. Otra es la participación de un informador secreto, Louis, para identificar y situar a los blancos a batir. Este informador pertenece a una familia muy particular.

Su patriarca lo interpreta el gran Michael Lonsdale, antiguo miembro de la resistencia francesa y cuya filosofía es no tratar con gobiernos: "Luchamos para expulsar el oprobio de Vichy y vino el oprobio de De Gaulle. Luchamos contra el oprobio nazi para que viniese el oprobio de Rusia y Estados Unidos".

La película subraya en un par de escenas un profundo debate moral. A la ya señalada de Golda Meir sobre la venganza significativa, se añade otra un tanto grotesca, cuando el grupo acude a un piso franco donde coinciden con todo tipo de terroristas internacionales como palestinos, israelíes, etarras, I.R.A, etc. Allí conversa Avner con un palestino, quien le muestra la diferencia entre todos ellos: Los demás tienen su patria, su nación, mientras que los palestinos no, por eso lucharán hasta la última gota de sangre.

Quizás el mejor puñetazo al hígado del terrorismo de estado lo da un miembro del comando que empieza a plantearse si lo que hacen es correcto: "soportar el odio durante miles de años no nos hace decentes". Ataca la convención de que un pueblo tan perseguido como el de Israel esté legitimado para hacer cualquier barbaridad.

Al estar contada desde el punto de vista del comando israelí y asistir a sus dudas, parecería que los humaniza dejando de lado a los palestinos. Pero no cabe duda; el alegato es contundente contra el ojo por ojo y el terrorismo de estado. Los magníficos guionistas Eric Roth y Tony Kushner se basaron en la controvertida novela "Vengeance" de George Jonas y cuando Spielberg anunció su rodaje, la comunidad judía estadounidense lo tildó de traidor y mentiroso. El director demostró valor y ecuanimidad a la hora de retratar la barbarie del terrorismo provenga de quien provenga.














Las deshumanización del terrorista también está magistralmente punteada. Se nos presenta a Avner durante un amoroso acto sexual con su mujer embarazada. Aún no ha aceptado la misión. En una escena final volvemos a verlos en la cama y Avner ya no es el mismo. En su cabeza rebotan escenas de crímenes y odio.
Ya se lo adelanta su mujer al principio de sus ausencias: "Tu madre te abandonó en un kibuth y ahora piensas que Israel es tu madre".
El odio esclaviza. Uno del comando relata la historia de un terrorista que después de muchos atentados ya no se fiaba de nadie y dormía en el armario. Avner lo acaba haciendo.

Su conversación final con el contacto del Mosad es reveladora:
"-¿Hemos conseguido algo? A cada hombre que matamos le ha sustituido otro peor.
-Por qué cortarnos las uñas si volverán a crecer...
-Matamos para cambiar a los líderes terroristas o para cambiar a los líderes palestinos ¡Dígame qué hemos hecho!
-Los mataste por un país que decidiste abandonar,  por el país que tus padres construyeron, en el que tú naciste,  por lo de Munich, por el futuro, por la paz.
-No habrá paz al final de este camino por mucho que lo crea usted y sabe que es verdad."
Efectivamente. Avner quiere cerrar la conversación invitándolo a cenar, pero Efraim se niega. O con nosotros o contra nosotros, parece decirle. Un contumaz sectarismo que augura un negro futuro. En el plano final la cámara abandona a Avner y nos ofrece una panorámica de Nueva York con las Torres Gemelas al fondo. 

miércoles, 14 de agosto de 2013

El cine de Bela Tarr








La Fundación DODECÁ está ubicada en Montevideo y es un Centro Cultural sin ánimo de lucro. En su página web encontraremos su programación y propuestas. También unos estupendos previos a sus cursos de lenguaje cinematográfico donde se analiza el estilo de Eisenstein, Kiarostami, Kitano, Lynch, Ford o Renoir. Como ejemplo de su enfoque reproduzco unos párrafos de su analítico post sobre el cine de Bela Tarr, cineasta húngaro nacido en 1955.

"(...)

En sus comienzos, el cine de Béla Tarr, un especialista en construir atmósferas oníricas de extensa duración, se inscribía en el género conocido como ficción documental. Este género incluía el uso de actores no profesionales, diálogos improvisados y el uso de la cámara en mano para retratar una realidad descarnada, claustrofóbica, en un contexto sociohistórico caracterizado por el denominado socialismo real.














La preocupación inicial de Béla Tarr por los problemas de las vinculaciones humanas en espacios reducidos, que ya aparecía en su primer largometraje de ficción documental Nido de familia, 1977, se ha ampliado, en la actualidad, hasta adquirir un carácter más general sobre la ontología del poder y la decadencia de las relaciones comunitarias a escala global, tal cuál se evidencia en su último largometraje conocido hasta la fecha, El hombre de Londres, 2007, pero que ya establecía sus pilares fundamentales en 1987 con La condena.

Sin abandonar esta temática que subyace a toda su filmografía, el estilo visual y sonoro de Béla Tarr va adquiriendo un refinamiento formal, tanto en los aspectos compositivos como en la puesta en escena, cuya culminación y reconocimiento internacional llegaría con Armonías de Werckmeister en el año 2000.














Dicho estilo –alejado de cualquier intención alegórica o simbólica: las películas son siempre algo concreto, sólo pueden registrar cosas reales, afirma Béla Tarr–, sin embargo, reconoce ciertas constantes que han ido consolidando su sistema formal, a saber:

- Planos secuencias muy extensos, dilatados en el tiempo, con movimientos coreografiados, tanto de cámara (con sus desplazamientos), como de personajes en el espacio.

- Uso del blanco y negro como opción estética. Es el blanco y negro, el uso contrastado de luces y sombras lo que le permite al director esa particular fusión entre naturalismo y artificio cinematográfico: con el color no puedo controlar la imagen, con el blanco y negro puedo establecer una distancia entre el mundo real y el mundo representado, la imagen de la película, sentencia Béla Tarr.
- Montaje en el cuadro a partir de un uso muy particular de los reencuadres continuos de personajes y objetos que le permite, entre otras cosas, evitar filmar los diálogos con el clásico plano/contraplano.

- Una elaboración muy refinada de la imagen y el sonido. El uso del fuera de campo y una elaboración muy particular de la banda musical contribuyen esencialmente a darle ese carácter hipnótico y envolvente a sus movimientos coreografiados.

- Importancia fundamental del desplazamiento de los personajes en un espacio altamente estilizado donde predomina el agua, el lodo y la bruma. En dicho contexto, en sus películas, siempre hay uno o varios personajes en movimiento que deambulan sin destino por ese paisaje apocalíptico: son los famosos paseos de Béla Tarr.

- Supremacía de la forma sobre la narrativa convencional. En el cine de Béla Tarr los argumentos de las historias importan menos que la aproximación obsesiva a los personajes para entender la vida de todos los días… qué es lo que está sucediendo debajo de la superficie."

P.D.  Bela Tarr pertenece a la corriente de grandes cineastas que integra directores como Dreyer, Ozu, Tarkovsky, Antonioni o Bresson. Antonio Weinrichter lo acerca a los escritores de la condena como Dostoyevski o Kafka. Toda su filmografía está teñida por una difusa melancolía y sus personajes con frecuencia se encuentran humillados y ofendidos. Ausente el consuelo de Dios, reflexionan,  "no encontramos la causa de nuestro odio y desesperación"