jueves, 25 de julio de 2013

El Hipnotista

de Lasse Hallström












El arranque es seco y brutal con el asesinato de un entrenador en medio de la cancha y de su familia en su casa. El único superviviente es uno de los hijos que permanece en coma. 

La perseverancia del comisario Joona Linna que investiga los hechos, le llevará a contar con un hipnotizador que pueda arrancar de la mente del chico lo que de verdad  ocurrió. Pero unos días más tarde la propia casa del hipnotista es asaltada y su hijo secuestrado. Parece que remover la mente del niño tiene el peligro de las tierras movedizas. 

La moda del noir nórdico parece que se está pasando de las novelas (con el mercado ya saturado) al cine. La adaptación de la trilogía Millenium fue muy efectiva y algún otro ejemplo como Headhunter, sobre el original de Jo Nesbo, resulta trepidante.


En la que nos ocupa, el veterano Hallström vuelve a su país para rodar una película que se sale de su horma bien engrasada de drama y sentimientos. A él habrá que achacar lo mejor de la cinta, que es la puesta en escena y la ambientación. En todo lo demás la película naufraga.

Y el caso es que el esqueleto de la trama no está mal. Un crimen brutal y sin sentido que esconde sus claves en la mente de un niño en coma. Y en paralelo un hipnotizador con un pasado que le aplasta.

Pero la película tiene tres vías de agua enormes. En primer lugar los actores, que están muy planos. Tobías Zilliacus interpretando al comisario parece un chico que pasaba por allí y Mikael Persbrandt como el hipnotizador, parece un oso dormido sin capacidad expresiva. Pasa por un momento vital delicado, la derrota se cierne sobre él, pero no sabemos si sufre o padece. La pobre Lena Olin hace ímprobos esfuerzos por transmitir el desgarro de una mujer primero engañada y luego con un hijo secuestrado. Su empeño nos descubre la segunda vía, un pobre guión. Lo tópico y lo accesorio inunda cada diálogo. Como ejemplo el encuentro entre la enfermera del chico y el comisario. Ella le dice eres muy simpático y él le responde, ah, gracias, tú también. Simpleza.

Finalmente el ritmo de la película es ramplón. No hay huella de aquel Hallström que me encandiló en Las normas de la casa de la sidra o la magia que irradiaba Chocolat, e incluso de la particular hondura de esa especie de western titulado Una vida por delante.

Sales de la sala con la sensación de que el vuelo de intriga al que pensabas asistir ha sido abortado.

La novela original es un éxito mundial del matrimonio Alexandra Coelho Ahdoril y Alexander Ahdoril, que juntos firman Lars Kepler. El libro se sostiene por una ingente campaña publicitaria no por valores literarios. Los diálogos son infantiles y los personajes vacuos. Para colmo hipnotista ni siquiera existe en español.

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