miércoles, 12 de junio de 2013

PÁLIDO FUEGO - de Vladimir Nabokov












He aquí un festín literario. Una opereta poética, un vodevil. El juego del perseguidor perseguido materializado en un engranaje de espejos que enfrentan entre sí a un largo poema autobiográfico de 999 versos con un voluminoso corpus de notas redactadas por su editor. 

Después de la muerte del glorioso poeta norteamericano John Shade, un compañero de Universidad reúne las fichas de su último gran poema, Pálido Fuego, con la intención de realizar una edición crítica. Así que esta novela originalísima se compone de un prólogo, del poema mismo con sus cuatro Cantos, mas las trastornadas y melancólicas notas del editor y un índice comentado. Todo un artefacto literario tan complejo como diáfano, tan serio como jocoso. 
"Como un centauro, mitad poema y mitad prosa, este tritón de las profundidades", según dijo Mary McCarthy, logra seducirnos por su brillantez, su juego intertextual y un personaje antológico, el profesor y editor Charles Kinbote, huido del imaginario país de Zembla.

La personalidad de Kinbote es la savia de todo el libro. No vemos a Shade, sino a un poeta que Kinbote tiene en su altar. No vemos un poema sino una excusa para que Kinbote nos refiera su historia.
Como personaje, Kinbote es de un patetismo acibarado. Huyendo de su adorada Zembla recala como profesor en la misma Universidad que su admiradísimo John Shade. A la vista de ello, alumbrará el enloquecido propósito de unir sus dos amores: cortejar e insinuar al vate todo tipo de noticias, epopeyas y trazos de su país para que los transponga en un inmortal poema. Pero, ay.
"Sabemos con qué firmeza, con qué estupidez, creí que Shade estaba componiendo un poema, una especie de romaunt, sobre el Rey de Zembla. Estábamos preparados para la horrible decepción que me aguardaba. ¡Oh, yo no esperaba que él se dedicara totalmente a ese tema! Hubiera podido mezclarse desde luego con cosas de su propia vida y con miscelánea americana, pero yo estaba seguro de que su poema contendría los maravillosos incidentes que le había descripto, los personajes que había hecho vivir para él y toda la atmosphère única de mi reino. Incluso le había sugerido un buen título, el título del libro que yo tenía en mí y del que él no tenía más que cortar las páginas: Solus Rex; en cambio vi Pálido fuego, que no significaba nada para mí." pág. 298
Por lo que el estrafalario profesor Kinbote se dedica en cuerpo y alma a desfacer el entuerto con todo un cuerpo de notas. 
"Releí Pálido fuego con más detenimiento. Me gustó más cuando esperaba menos. ¿Y qué era eso? ¿Qué era esa música tenue y distante, esos vestigios de color en el aire? Descubrí aquí y allá y especialmente, especialmente en las inestimables variantes, ecos y lentejuelas de mi espíritu, las olitas de la larga estela de mi gloria. (...)  Mi comentario al poema, que mi lector tiene ahora entre las manos, representa una tentativa de escoger entre esos ecos y olitas de fuego, entre esas pálidas alusiones fosforescentes y las muchas deudas subliminales contraídas conmigo. Algunas de mis notas pueden parecer amargas, pero he hecho lo que he podido por no expresar rencor." pág 299
La apropiación de la obra por el comentador es absoluta; tanto que no tiene empacho en concluir su prólogo del siguiente modo:
"Aunque esas notas, con arreglo a la costumbre, vienen después del poema, se aconseja al lector consultarlas primero y luego estudiar el poema con su ayuda, releerlas naturalmente al seguir el texto y quizás, después de haber terminado el poema, consultarlas por tercera vez para completar el cuadro. (...)
Permítaseme afirmar que sin mis notas, el texto de Shade simplemente no tiene realidad humana alguna" pág. 27
Un sólo ejemplo de estas notas bastará  para apreciar cómo los versos se erigen en un simple trampolín para la memoria de Kinbote
Verso 62: tantas veces
"Tantas veces, casi todas las noches, durante la primavera de 1959, he temido por mi vida. La soledad es el campo de juego de Satanás. No puedo describir los abismos de mi soledad y de mi aflicción. (...) Todo el mundo sabe cuán dados al regicidio son los zemblanos: dos reinas, tres reyes y catorce pretendientes murieron de muerte violenta, estrangulados, apuñalados, envenenados y ahogados en el curso de un solo siglo" pág. 96
Pero esta apropiación constituye todo un fraude plenamente gozoso para la literatura. El texto se enriquece añadiendo capa tras capa hasta erigirse en un enorme juego de espejos. El Pálido fuego lo es de la vida del poeta, mientras el poema reverbera en las notas y las notas a su vez nos revelan un personaje obsesivo y ridículo. La supuesta edición crítica evidencia a un editor quisquilloso y altivo, reflejo de un rey sin reino que de perseguido pasa a perseguidor de una sombra (Shade).

En este juego de espejos nosotros, los lectores, acabamos también siendo otro, un detective que indaga las preciosas pistas que sobre su oculto pasado, Kinbote siembra entre las páginas. Desde Zembla, el sicario Gradus cruza the iron courtain dispuesto a matar a Kinbote; éste vislumbra la pistola entre los versos. 
"Su partida a Europa Occidental, con un sórdido propósito en el corazón y una pistola cargada en el bolsillo, ocurrió el mismo día en que un inocente poeta en un inocente país comenzaba el Canto Segundo de Pálido Fuego. Acompañaremos constantemente a Gradus en pensamiento, mientras se abre camino desde la distante y triste Zembla hasta la verde Appalachia, todo a lo largo del poema, siguiendo el camino de su ritmo, desfilando en una rima, deslizándose alrededor de un encabalgamiento, respirando con la cesura,..." pág. 78
De modo que no solo Kinbote y sus intenciones, sino también las desventuras y agitaciones de su remoto país denotan una cierta impostura. Por un lado están las referencias a una Rusia sumida en el totalitarismo, pero también se relatan intrigas y traiciones palaciegas que recuerdan a un reino casi homófono, el de El prisionero de Zenda (interpetada por Stewart Granger y James Mason).

Tras su lectura, parece claro que el poema en sí, Pálido fuego, no es cosa extraordinaria. Un repaso autobiográfico del poeta, donde refiere ideas e incidentes de su vida.
           "Mi Dios murió joven. La teolatría me parecía
100     degradante, y sus premisas, inciertas.
            Ningún hombre libre necesita un Dios; ¿pero era yo libre?"
        "¡Qué ridículos estos esfuerzos por traducir
            en la propia lengua personal un destino de todos!
            ¡En vez de una poesía divinamente tersa,
            desarticuladas notas, los malos versos del Insomnio!
235      La vida es un mensaje garabateado en la oscuridad.
            Anónimo.
                           Sorprendido en la corteza de un pino."

        "Estoy dispuesto a convertirme en una florecilla,
            o en un moscón, pero a olvidar, jamás.
            Y rechazaré la eternidad a menos que
            la melancolía y la ternura
           de la vida mortal; la pasión y el dolor;
           la luz clarete de ese avión que desaparece
           a la altura de Hesperus; tu gesto consternado
530    cuando se han acabado los cigarrillos; la manera
           en que sonríes a los perrros; la huella de baba plateada
           que dejan los caracoles en las piedras; esta buena tinta, esta rima,
           esta ficha, este delgado elástico
          que cae siempre en forma de ocho,
          estén en el cielo a disposición de los que acaban de morir
          almacenados en sus cajas fuertes a través de los años."

Es verdad que la vida finalmente es garabato y confusión, entre poesía y prosa, entre autor y perseguidor. 
"Versos 939-940: la vida del hombre, etc.
Si entiendo correctamente el sentido de esta sucinta observación, nuestro poeta sugiere aquí que la vida humana no es sino una serie de notas a pie de página de una vasta y oscura obra maestra inconclusa." pág. 274

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