viernes, 31 de mayo de 2013

La venganza del hombre muerto

-Dead Man Down-
de  Niels Arden Oplev




Thriller de oscura ambientación con dos seres heridos que torvamente se lamen sus cicatrices. 


Victor (Colin Farrell) es un ingeniero emigrante de origen húngaro. Por resistirse a una mafia matan a su mujer e hija y a él mismo le dan por muerto. Después de un tiempo logra infiltrarse como sicario del capo y planea su venganza. Beatrice (Noomi Rapace) fue atropellada por un automovilista borracho y quedó desfigurada. Es vecina de Victor al que ha grabado cometiendo un crimen. Cuenta con eso para obligarle a que ejecute su venganza: necesita matar al culpable para pasar página.

La ambientación del relato es sombría y tiene fuerza. Víctor y Beatrice son vecinos en un bloque de apartamentos del extrarradio. La escena en que se conocen, frente a frente cada uno en su balcón, separados por el vacío, está teñida de aflicción.

Lo mejor está al principio y al final. La película se inicia con un intenso tiroteo entre bandas en un laboratorio de drogas. Continúa con la relación entre ambos y la historia personal de Víctor. En su centro la película quiere centrarse en el drama personal y en ese momento se estanca. La narración aquí carece de densidad. Colin Farrel deambula demasiado hierático y Noomi Rapace demuestra que tiene capacidad expresiva para la ambigüedad, aunque el personaje queda sin explotar. 

La resolución de ambas venganzas acaba por escapárseles de las manos y en ese terreno resbaladizo es donde la película vuelve a zarpar hasta el enfrentamiento final.

El director, que ya rodara con Noomi Rapace la primera película de la saga Millenium, Los hombres que no amaban a las mujeres; se muestra muy cualificado en un puñado de escenas de acción. Sin olvidar las de inicio y final; en la del francotirador con su posterior huida y la de las ratas en un barco abandonado, donde ejecuta a uno de los asesinos, nos ofrece unas imágenes vigorosas que lo convierten en un thriller notable.

La película intenta un desarrollo más personal en cuanto que Víctor es un inmigrante húngaro y se apoya en su familia, del mismo modo que Beatrice es de origen francés y vive con su madre medio sorda (una lamentablemente desaprovechada Isabelle Huppert); pero estas circunstancias no pasan de testimoniales.

Los protagonistas dan sus vidas por perdidas. Las cicatrices físicas y emocionales les asfixian y permanecen fieramente obstinados en su dolor. A Víctor le está ayudando su tío, interpretado por F. Murray Abraham, que le interroga sobre lo dilatado de los preparativos: Lo estás alargando tanto porque cuando acabes, tú vida ya no tendrá sentido, le dice. 

miércoles, 29 de mayo de 2013

Una edad difícil

de Anna Starobinets







Todo lector guarda en su memoria ese regusto especial que produce el descubrimiento de un autor admirable. Así me pasará aquí. Estoy seguro que recordaré su clara escritura sobre asuntos turbios y delirantes.

Los cuentos de esta autora tienen un toque perverso a la vez que son dulcemente paranoicos. Nos guían por los meandros chirriantes de la inquietud.  Ismael Martínez Biurrum nos avisa en el prólogo del mundo al que accedemos.
"Anna Starobinets sabe de putrefacciones y sabe de obsesiones. Sabe de sueños y culpas enquistadas en la conciencia, bultos enmohecidos que bajo las reglas personalísimas de su ficción pueden saltar y cobrar vida acechante. Deseos prohibidos que nos colonizan como insectos. Muertos que andan y fichan en la oficina. Cobardías transformadas en vidas paralelas, pesadillas en las que tú podrías ser la pesadilla de otro tú."
Entre sus influencias se cita a Stephen King y a Philip K. Dick y son comprobables. El terror de algo atávico que se nos escapa y nos confunde con la tierra del primero o la búsqueda de la propia identidad con riesgo de perderla del último se encuentran en este conjunto de relatos concebidos con tanta imaginación como agudeza.

Entre los más afines al maestro Dick se cuenta Vivos. En un futuro cercano el dolor por la pérdida del ser querido empuja a la protagonista a solicitar un replicante. A pesar de que se relata la proliferación de estos No Vivos que llegan incluso a rebelarse contra sus creadores, el foco de la narración es íntimo. La mujer que espera recuperar a su marido muerto.
"Cierro los ojos para no verlo. Todo va bien, es normal. Antes también los cerraba. Siempre los he cerrado.
Se mueve muy despacio. Pone todo su esfuerzo por moverse despacio. Pero yo sé que faltan unos segundos. Solamente unos breves segundos; a mí casi no me da tiempo. Hundo mi cara en su cuello. Me pongo a contar para mis adentros, sin saber por qué. Uno, dos, tres...Cuando él termina, por fin me atrevo. Hago lo que tenía tanto miedo de hacer todo este rato. Respiro su aliento.
La expresión de los ojos, la cara ajena...Nada de eso importa. Lo único que importa es el aliento. Si él fuera otro..." pág. 111
Mientras se derrumba el mundo alrededor, ella se da cuenta de que se ha equivocado. Es idéntico, incluso usa lentillas y le prepara el café como siempre, casi frío. Hasta coge la correa todas las mañanas para pasear al perro.....que murió hace tiempo. No es lo mismo. Desencantada y vacía se vuelve hacia sí misma para descubrir un nuevo desconcierto.
Este libro es de 2.005 y parece haber inspirado el capítulo "Ahora mismo vuelvo" (Be Right Back) de la segunda y reciente temporada de Black Mirror; la impactante serie ideada por Charlie Brooker.

La agencia es una organización secreta con filiales en todos los países. Solo conocen su existencia unos pocos privilegiados. Monta historias ad hoc para clientes. Les genera una realidad a medida.
"Regla número uno. No hay delito si no hay intervención física. Lo único que existe es el curso natural de las cosas ligeramente corregido por nosotros. Si simplemente quiere usted matar a alguien, búsquese un asesino a sueldo. Nosotros trabajamos de otra manera. Generamos accidentes. Coincidencias." pág. 176
Pero, ¿qué pasaría cuando el Agente ideal, ese en el que nadie se fija y puede inventarse mil historias, se convierte de pronto en el protagonista de una escrita por otro?.

En La familia toma cuerpo una cobardía. El protagonista viaja en tren y cuando despierta se encuentra integrado en una familia que le es extraña. Aunque él es consciente de que tiene otra vida y otra familia, se siente maniatado a estas nuevas circunstancias. Esta es tu mujer, la querías mucho. Tú eres taxista, ¿no te acuerdas del abuelo?. A pesar de que lucha por despertar de la pesadilla, termina acomodándose. Y siempre la duda: ¿existió la otra vida o se trataba de un recuerdo ancestral?.

Una edad difícil da un giro siniestro a la vorágine de la adolescencia. Maxim es un niño solitario que se está transformando: su habitación es una cueva apestosa, asedia a su hermana gemela y se está convirtiendo en un abusón en el colegio:
"-Pedí a su hijo que se quedara después de la clase y le pregunté cómo podía comportarse de aquella manera. ¿Y sabe qué me contestó? -Marina negó con la cabeza-. Me contestó: "Yo puedo hacer cualquier cosa". "¿Y por qué?", le pregunté. Y él me dijo...¿Sabe qué fue lo que me dijo?
-¿Qué?
-Dijo: "Yo puedo hacer cualquier cosa por que soy la reina". pág. 26
Los capítulos se agrupan por años, 8, 10, 12,  y al final se reproduce el diario personal de Maxim. A través de los años y las páginas asistimos a su atroz metamorfosis.

La enajenación  resulta más perversa cuando se cuenta desde dentro y Anna Starobinets ha sabido bucear en las intimidades del delirio.  El prólogo abunda en ese carácter personal y cotidiano: "Reconocemos el patrón de su locura porque está hecha con jirones de nuestras pesadillas".

La eternidad de Yasha es a la vez un asombro antropológico y un sarcasmo. Yasha se levanta una mañana y comprueba que no respira ni le late el corazón; pero claro, si camina y habla no lo pueden enterrar, y además ha de acudir al trabajo...


En Las reglas, una Voz imperativa  rige la vida de un niño. La riqueza y la magia de su mundo interior deviene en paranoia. "Había que correr de la siguiente manera: cuatro pasos cortos, y al quinto pisaba una grieta con el pie derecho". Es el encargado de cuidar que cada objeto permanezca en el lugar exacto y la orientación precisa. 
Ese mundo arbitrario y tiránico me recuerda al de La Fábrica de avispas de Iain Banks.
"Sasha estaba boca arriba con los ojos cerrados. No podía conciliar el sueño boca arriba, pero las Reglas prohibían ponerse de lado por el momento.Primero, boca arriba. Además, todavía tenía que levantarse y encender la luz, cuando sus padres se fueran a su habitación y no pudieran ver la delictiva raya amarilla de la base de su puerta. Ya eran más de las once, y según las reglas observadas con severidad por toda la familia, Sasha tenía que estar dormido. Según las otras Reglas, tenía que levantarse. Para ver si el jarrón estaba bien puesto en el alféizar. Antes, aquello no pasaba, porque por la noche se interrumpía el Juego. Pero últimamente, cada vez más a menudo, ocurría que algunos objetos le pasaban desapercibidos a la luz eléctrica. Después, de repente, cuando todo se sumergía en la oscuridad, se manifestaban, junto con una ola de sudor frío y pegajoso y los latidos fuertes del corazón. Podían estar mal puestos. Tal vez desde hacía mucho tiempo. A veces se acordaba de golpe de objetos que no había puesto en orden desde hacía días. Si los dejaba tal cual, pasaría algo. Algo terrible y fatal, algo que haría que su vida fuera una pesadilla y quebraría el orden de las cosas. Si los colocaba bien, pero tarde, sucederían las contrariedades habituales. Si los colocaba bien y a tiempo, no pasaría nada. Las Reglas no contemplaban premios; solo castigos. Sólo el miedo constante del Gran Error. " pág. 210-11

Un montón de reseñas más en la web de la editorial Nevsky Prospects 

lunes, 27 de mayo de 2013

TYRANNOSAUR (Redención) - Paddy Considine








Vidas demolidas.-


A palo seco.
Este drama brutal nos presenta la vida de dos seres sometida a derrumbe.
Joseph es un cincuentón viudo y renegado de la vida (¡qué impresionante Peter Mullan con sus explosiones de ira y sus arrepentimientos!), su mejor amigo se está muriendo y sólo le queda el perro. Quisiera reorientar su vida pero está perdido.

La película comienza con Joseph saliendo a trompicones del pub en medio de una trifulca. Una más. En plano fijo lo vemos ahí parado a punto de ahogarse entre la furia y el hastío. Su perro le ladra como diciéndole vámonos a casa. En un nuevo acceso de locura Joseph lo muele a patadas. Después de unos minutos lo recoge y en brazos lo lleva a casa. Al día siguiente ha muerto. Ha vuelto a suceder. Sus demonios se le han escapado.

En otra ocasión y huyendo de una nueva pelea se refugia en una tienda de segunda mano regentada por voluntarios cristianos. Allí se encuentra con Hannah, una mujer muy religiosa que le ofrece paz aunque él la desprecia e insulta. Hannah también tiene su historia. Sufre los maltratos de un marido encantador y muy  religioso fuera de casa, pero que entre las cuatro paredes somete a su mujer a vejaciones sobrecogedoras.
En un momento dado los dos se rebelan.  Ella contra una situación impuesta, él contra su furibundo carácter.

La violencia, que explícitamente aflora sólo en tres momentos, está tan presente en toda la película que resulta angustiosa. El volcán puede explotar en cualquier momento. 

La cámara se ofrece como testigo de una realidad sin concesiones. Asistimos en la pantalla a un trozo de vida  descarnado y fiero. Los personajes están heridos y su fragilidad resulta conmovedora. 

Es curioso que la película tenga guión y dirección del actor Paddy Considine, mientras está interpretada por el también director Peter Mullan, notable autor de las comprometidas NEDS y Las Hermanas de la Magdalena. Él y Olivia Colman nos ofrecen unas interpretaciones contundentes en su periplo por los baldíos del corazón humano. La titánica lucha que mantienen por rescatar sus vidas es veraz y emocionante.

jueves, 23 de mayo de 2013

Stoker

de Park Chan-wook










Densa y malsana,
gloriosamente morbosa es esta película en la que el director nos va apretando un cinturón (literalmente) alrededor del cuello hasta someternos por asfixia.

India Stoker (Mia Wasikowska) acaba de perder a su padre en un accidente de coche el mismo día que cumple 18 años. Al entierro se presenta su tío Charlie (Matthew Goode), hermano del fallecido. Tan turbio como encantador, mientras consuela a su cuñada Evelyn (Nicole Kidman), efectuará una campaña de ocupación en toda regla mientras busca la complicidad de India. El pasado o el sótano serán buenos guardianes de sus secretos.

No es una obra maestra, pero sí es una obra redonda, de ritmo pausado y exquisito, con una férrea maquinaria que se alimenta de clics y silencios. Llama la atención que a pesar de venir de un tipo que tiene en su haber obras tan lunáticas con Soy un Cyborg, o tan poderosas como Old Boy, más que una obra de alcance parezca un riguroso ejercicio de estilo. El empeño y la minuciosidad con que el director se dedica al destilado de la inquietud, así lo atestigua. 

El propio guionista -Wentworth Miller, protagonista de la serie "Prison Break"- ha declarado que su punto de partida fue La sombra de la duda del maestro Hichtcock y supongo que esa deuda tan enorme es la que arrinconó al guión en la Black List de 2010 (esos guiones que van de mesa en mesa condenados). Park Chan-wook parece que supo ver un poco más allá.

El principal valor de la película es la puesta en escena, su composición milimétrica. Cada plano rastrea los objetos, gestos y miradas preñándolos hasta lo más hondo de una viscosa aprensión.
Una secuencia de ejemplo: la cámara sigue a India hasta el umbral del salón donde la deja embozada y se desliza hasta un primer plano del rostro de Evelyn mientras Charlie cierra las cortinas de los ventanales. La cámara recoge la mirada de éste y prendida a ella vuelve hasta la oculta India que escucha las confidencias de su madre: "A mí no me importa quién eres", le confiesa. Todo ha sido como un baile y la complicidad queda establecida.
Otro aspecto que subraya la textura obsesiva del film es la colección de objetos en los que la cámara se detiene con una mirada hipnótica: El cinturón del padre, la araña que le sube a India por el calcetín, los zapatos siempre iguales que recibe en cada cumpleaños, los primeros zapatos de tacón que su tío le calza complaciente.
Como si viniese a liberar los instintos de su sobrina, el tío Charlie insiste en ofrecerle la que será su primera copa de vino. El líquido en sus labios adquiere un profundo simbolismo. "¿Qué quieres de mí?", le  manifiesta a su nuevo sacerdote.

En un mundo claustrofóbico que se ciñe al interior de la casa, el tío Charlie se arroga el papel de guía del desfiladero que conducirá a su sobrina hacia los vértigos de la perturbación.



El paralelismo entre el plano de presentación de tío Charlie y el plano final de India abogan por una malsana continuidad.

Y es que estamos ante una cuidadísima producción que nos entrega un fascinante juego de simbolismos en sus imágenes: hay una transición donde la cámara penetra entre los cabellos de Evelyn hasta derivar en un campo que es realmente mágica. También el juego del color donde las paredes rojas o verdes subrayan el solaz o el crimen, o la utilización de vanos y escaleras para el acecho: "te sientes inferior porque estás ahí abajo", le indica el tío Charlie a su sobrina y ella asciende lentamente los peldaños hasta situarse por encima.

Un brillantísimo Matthew Goode representa con sutiliza a un personaje ambiguo y atormentado pero con un gran poder de control. Pulsando las notas del piano o de las emociones más viscerales es capaz de ejercer una inquietante seducción.

Por su parte Mia Wasikowska se convierte en la reina de la función. Expectante y contenida deambula por un laberinto tanto interior como exterior y como un eco nos permite atisbar una pulsión arrebatadora y salvaje.

martes, 21 de mayo de 2013

LA TORRE de BABEL


La Torre de Babel fue construida por Nimrod en Babilonia hace 4.500 años. Su forma era la de un Zigurat. Pablo de Santis se acoge a esta forma arquitectónica y a los ecos de este mito en la novela La Sexta Lámpara. El protagonista quiere convertir su Zigurat en el epítome de la ciudad de los rascacielos. Fracasa allí, pero sus ideas sirven para inspirar al mismísimo Albert Speer, el arquitecto del nazismo que acuñó el concepto "valor de la ruina" para sus edificios; es decir, que pasados los siglos, sus gigantescas construcciones deviniesen en perdurable valor estético, símbolo aún de aquella grandeza.
En la página 277 de la citada novela, también Balestri habla de las ruinas.
"Mi teoría de la ruina, escribía Balestri, tiene que llegar más lejos: hay que encerrar en los edificios ruinas; y dentro de la ruina un mensaje hecho con la materia misma de nuestra vida. un signo único, un jeroglífico que espere, tanto tiempo como sea necesario, el relámpago de la revelación".


Mientras que sobre la Torre de Babel hace la siguiente reflexión:


"Balestri habló de la Torre de Babel al principio y luego al final de su charla. Hizo notar que a lo largo de la historia habían predominado dos interpretaciones del mito. Durante el primer milenio de la cristiandad el mito había sido leído como un relato acerca de la soberbia de los hombres y el castigo a esa soberbia. los constructores habían querido levantar una torre tan alta que llegara al cielo; y habían sido castigados por su ambición desmedida. Pero luego del siglo XII las interpretaciones  habían olvidado este aspecto moral del castigo y se habían preocupado por el castigo mismo. La torre ya no era símbolo de la ambición desmedida de los hombres, sino de la multiplicación de las lenguas. El mito intentaba explicar cómo se había pasado de una lengua perfecta, donde a cada cosa correspondía una sola palabra, a la multiplicidad de lenguas que abrumaban al mundo.
Al final de la charla, Balestri explicó que la interpretación moral y la lingüística habían mantenido ocupados a los exégetas, mientras se echaba en el olvido una tercera interpretación posible: el aspecto puramente arquitectónico del mito. El relato bíblico hablaba de los límites de toda construcción, y del modo como las ambiciones arquitectónicas atraviesan el campo del lenguaje. La torre de Babel nos dice a nosotros, arquitectos, que construimos con el significado y a través del significado, con palabras y a través de las palabras. la confusión no es tanto un obstáculo que aparece al final, sino la materia misma con la que construimos nuestras torres. Los mitos nos ayudan sólo cuando podemos invertirlos. Todos somos, como Prometeo, castigados; debemos encontrar entonces aquel acto heroico que justifique el castigo. Todos recibimos la confusión de lenguajes (y no son las lenguas extranjeras las que nos atormentan, sino que nuestra propia lengua natal nos esconde las palabras apropiadas para decir lo que somos o lo que queremos). Debemos entonces aceptar la confusión y partir desde el final del mito para ir hacia el principio, hasta encontrar la ambición extrema que haga justa la condena." 
                                               Pablo de Santis  "La sexta lámpara". Editorial Destino pág. 94-5



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Otra acepción literaria de la Torre de Babel la encontramos en Franz Kafka.




"El escudo de la ciudad


“En un principio no faltó la organización en las disposiciones para construir la Torre de Babel; de hecho, quizás el orden era excesivo. Se pensó demasiado en guías, intérpretes, alojamientos para obreros y vías de comunicación, como si se dispusiera de siglos. En esos tiempos, la opinión general era que no se podía construir con demasiada lentitud; un poco más y hubieran abandonado todo, y hasta desistido de echar los cimientos. La gente razonaba de esta manera: lo esencial de la empresa es el pensamiento de construir una torre que llegue al cielo. Lo demás es del todo secundario. Ese pensamiento, una vez comprendida su grandeza, es inolvidable: mientras haya hombres en la tierra, existirá también el fuerte deseo de terminar la torre. Por consiguiente no debe preocuparnos el futuro. Al contrario: el saber de los hombres adelanta, la arquitectura ha progresado y seguirá progresando; de aquí a cien años el trabajo para el que precisamos un año se hará tal vez en pocos meses, y más resistente, mejor. Entonces, ¿a qué agotarnos ahora? Eso tendría sentido si cupiera la esperanza de que la torre quedará terminada en el espacio de una generación. Esa esperanza era imposible. Lo más creíble era que la nueva generación, con sus conocimientos superiores, condenara el trabajo de la generación anterior y demoliera todo lo adelantado, para recomenzar. Tales pensamientos paralizaron las energías, y se pensó menos en construir la torre que en construir una ciudad para los obreros. Cada nacionalidad quería el mejor barrio, y esto dio lugar a disputas que culminaban en peleas sangrientas. Esas peleas no tenían fin; algunos dirigentes opinaban que demoraría muchísimo la construcción de la torre y otros que más valía aguardar que se reestableciera la paz. Pero no sólo en pelear pasaban el tiempo; en las treguas se dedicaban a embellecer la ciudad, lo que provocaba nuevas envidias y nuevas peleas. Así pasó la era de la primera generación, pero ninguna de las siguientes fue distinta; sólo aumentó la destreza técnica y con ella el ansia guerrera. Aunque la segunda o tercera generación reconoció la insensatez de una torre que llegara hasta el cielo, ya estaban demasiado comprometidos para abandonar los trabajos y la ciudad.

El vaticinio de que cinco golpes sucesivos de un puño gigantesco aniquilarán la ciudad, está presente en todas las leyendas y cantos de esa ciudad. Por esa razón el escudo de armas de la ciudad incluye un puño.


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Por su parte Ted Chiang escribió un relato titulado La Torre de Babel que se incluye en su libro La historia de tu vida. El relato afronta la construcción desde la perspectiva de un ingeniero, sin atisbo alguno de teología. 

El mito de Babel alcanza a la verdadera esencia del ser humano:  Desde su origen en la papilla primordial de la vida hace más de 3.500 millones de años; y después de explorar agua, tierra y aire, le falta acceder al fuego de la divinidad. Como en el relato de Kafka, quizás baste con pensarlo aunque la inacción lo frustre. O más bien, como da a entender Balestri, si ya estamos condenados en un mundo confuso y caótico, nuestro impulso más vehemente debe ser convertirnos en Prometeo.
Otras babeles nos amenazan, canta Benedetti, no las que "buscan a ese pobre dios", sino las de aquellos "que ignoran qué soledad toca su costado", porque 
               algo ha cambiado / está cambiando 
               cada solo estrenó su nueva cueva
               nuevo juego de llaves y candados
               y de paso el dialecto de uno solo.


              Las soledades de Babel 

La soledad es nuestra propiedad más privada
viejo rito de fuegos malabares
en ella nos movemos e inventamos paredes
con espejos de los que siempre huimos
 la soledad es tiempo / veloz o detenido /
reflexiones de noria / espirales de humo /
con amores in vitro / desamores in pectore /
y repaso metódico de la buena lujuria
 la soledad es noche con los ojos abiertos
esbozo de futuro que escondió la memoria
desazones de héroe encerrado en su pánico
y un sentido de culpa / jubilado de olvido
 es la tibia conciencia de cómo deberían
haber sido los cruces de la vida y la muerte
y también el rescate de los breves chispazos
nacidos del encuentro de la muerte y la vida
 la soledad se sabe sola en mundo de solos
y se pregunta a veces por otras soledades
no como via crucis entre ánimo y ánima
más bien con interés entomológico
 todavía hace un tiempo / en rigor no hace tanto
las soledades / solas / cada una en su hueco
hablaban una sola deshilachada lengua
que en los momentos claves les servía de puente
 o también una mano una señal un beso
acercaban al solo la soledad contigua
y una red solidaria de solos conectaba
las geografías y las esperanzas
 en el amor y el tango los solos se abrazaban
y como era de todos el idioma del mundo
podían compartir la tristeza y el goce
y hasta se convencían de que no estaban solos
 pero algo ha cambiado / está cambiando
cada sólo estrenó su nueva cueva
nuevo juego de llaves y candados
y de paso el dialecto de uno solo
 ahora cuando bailan los solos y las solas
ya no se enlazan / guardan su distancia
en el amor se abrazan pero piensan
en otro abrazo / el de sus soledades
 las soledades de babel ignoran
qué soledades rozan su costado
nunca sabrán de quién es el proyecto
de la torre de espanto que construyen
 así / diseminados pero juntos
cercanos pero ajenos / solos codo con codo
cada uno en su burbuja / insolidarios
envejecen mezquinos como islotes
 y aunque siga la torre cielo arriba
en busca de ese pobre dios de siempre
ellos se desmoronan sin saberlo
soledades abajo / sueño abajo

lunes, 20 de mayo de 2013

La sexta lámpara

de Pablo de Santis






Se narra en esta novela la vida de Balestri, un arquitecto visionario, obsesionado con la arquitectura del significado, cuya obra emblemática, el Zigurat, será capaz de albergar la vida en todas sus horas: compendio definitivo de la ciudad de los rascacielos, medio torre de Babel, medio catedral. 

El origen de la novela se remonta al atentado sobre las Torres Gemelas de Nueva York. En aquella época el autor leyó una entrevista con el arquitecto de las mismas, el japonés Minoru Yamasaki y ahí empezó a germinar la historia.

La novela reúne una buena porción de ideas brillantísimas, como el Club de las Seis Lámparas, un grupo de poder oculto que rige sobre la construcción de los rascacielos. El Museo Caylus que alberga maquetas de edificios que nunca llegaron a construirse y un montón de referencias históricas e imaginarias como los santones arsami, unos arquitectos estrictamente mentales o los ecos de Ciudadano Kane que reverberan en la hora de la muerte, cuando después de meses de afasia, Balestri sólo logra decir "Zigurat"; la obra que soñó durante toda su vida y que jamás logró construir.

El autor pone en juego una fértil imaginación y dota al relato de un preciso dinamismo, impulsado todo ello por un estilo agilísimo. La novela se compone de cien capítulos muy cortos, de dos o tres páginas, que como ladrillos van componiendo la vida del arquitecto. Su lectura se te va en un suspiro.
"Entre los materiales de lectura, Balestri había traído la última y detalla carta de Pollack, donde le hablaba de un frustrado proyecto del siglo XIV, una iglesia cuyos planos Pollak había encontrado en una zona sin clasificar de la biblioteca vaticana. El autor del proyecto era Thomas de Varens, que en 1341 había imaginado un templo gigantesco, que completó con el diseño de cada escultura y cada vitral, además de bocetar bancos, altares y tapicería. La idea que recorría la iconografía desplegada en el interior de la iglesia consistía en que el hombre no era digno de entrar en la casa de Dios.   (...)
La catedral de Varens se convirtió en una obsesión para Balestri, que le dedicó a la obra más de cien apuntes de sus quaderni. Y en muchos de los edificios en los que trabajó -y sobretodo en las versiones finales del proyecto de su vida, Zigurat- insinuó esa aspiración al lugar cerrado donde significado y vacío coinciden". pág. 34-35

El interés del relato es indudable y se mantiene hasta la última página. Sin embargo no puedo dejar de pensar  que el edificio es poco denso y su contenido liviano. 
Tanto el Club de las Seis Lámparas que coartó la obra de Balestri, como la Sociedad de Arquitectura Utópica que desentierra su legado, constituyen ideas evocadoras, pero sus acciones o tejemanejes quedan fuera del relato. En el decurso de la obra carecen de entidad. En cambio lo que se cuenta tiene un carácter muy doméstico. 
Aunque la peripecia es eficaz y seductora no llega a tener esa luz mágica que por las ideas que maneja atesora.
"En el siglo IV el emperador Justiniano envió a sus mejores expertos en derecho hasta los últimos rincones del imperio, para reunir la totalidad de las leyes existentes y concentrarlas después en un código único, que estuviera  a salvo de las diferencias geográficas y culturales. Quisimos hacer algo parecido. Nos reunimos en un hotel que tenía un salón subterráneo, destinado al juego clandestino. Contra las paredes había unos cuadros apagados que mostraban estatuas gastadas y columnas rotas entre la maleza. Siete lámparas de bronce, que no habían sido lustradas en años, iluminaban la sala. Uno de mis compañeros recordó Las siete lámparas de la arquitectura, de John Ruskin, que había leído en su juventud, y fue dándole a cada una de las lámparas el valor que le correspondía. La primera el sacrificio, la segunda la verdad, la tercera el poder, la cuarta la belleza, la quinta la vida, la sexta la memoria, la séptima la obediencia. Un holandés, cuyo nombre no recuerdo, hizo notar que la sexta no encendía. Los grandes monumentos, dijo, conservan el pasado a través de símbolos; el pasado visible, histórico, pero también el otro: el reconocimiento que sobrevive sólo en el secreto". pág 194-5
Nótese que la sexta lámpara corresponde a la memoria (en este caso la de Balestri) y que no enciende. Asimismo que la sala de reunión estaba destinada al juego clandestino.

La novela constituye una evocación permanente de arquitectos que soñaron, de edificios que no fueron y de vidas que no lograron su culminación. Quizás el Museo Caylus sea el epítome  de este universo de quimera, de todo aquello que no llegó a ser realidad. 
"La historia había tratado con más delicadeza a los edificios hechos de palabras que a los grandes monumentos, por profundos que fueran sus cimientos, por indestructibles que parecieran los bloques de piedra o mármol que los formaban. De los tiempos de Babel no queda casi nada, pero todavía queda esa palabra: Babel.
  Mi teoría de la ruina, escribía Balestri, tiene que llegar más lejos: hay que encerrar en los edificios ruinas; y dentro de la ruina un mensaje hecho con la materia misma de nuestra vida. un signo único, un jeroglífico que espere, tanto tiempo como sea necesario, el relámpago de la revelación". pág. 277
Entre los capítulos del libro no dejamos de encontrar personajes e historias muy sugerentes, como el ambiente kafkiano que se respira en el subsuelo del estudio donde Balestri comienza su vida profesional: unos copistas casi ciegos, alejados de los arquitectos y  encerrados en un submundo se nos presentan como unos amargos augures.
"No desprecie esta sección, señor Balestri. En los pisos superiores se nos ignora, pero nuestra influencia es decisiva, un trabajo de topos. Imagine que alguien, un anónimo copista, abocado a la construcción de la muralla china, modificara en un grado el ángulo de la construcción. En la cercanía, la transformación sería mínima, pero a miles de kilómetros de distancia, el trazado de la obra sufriría una variación inconmensurable. Yo podría llevarlo por la ciudad y señalarle, en el fondo de los pasillos, en los sótanos, en las alturas, el fruto de mis modificaciones. Ellos nos ignoran, pero desde nuestro sótano cambiamos en secreto la forma dela ciudad". pág. 69
Creo que los materiales están por encima de la realización, la promesa es mayor que la revelación. De la Sociedad de Arquitectura Utópica no volveremos a saber nada desde el comienzo del libro. "Todavía existe el prejuicio de que los grandes arquitectos son los que dedicaron su vida a construir. Nosotros perseguimos las huellas de quienes sólo dejaron planos y bocetos a sus espaldas."

Del Club de la Seis Lámparas no entrevemos más que su reunión iniciática. La epopeya sólo queda apuntada. La Depresión del 29 o la trascendencia de las ideas de Balestri en la arquitectura del III Reich se quedan en meras notas a pie de página.
Me quedo con un relato muy ágil y entretenido, con abundantes gemas de corte fantástico como la de estos santones hindúes.
"Los arsami empezaban por imaginar la planta baja del templo, y sólo pasaban al primer piso cuando habían visto con claridad hasta la última lámpara y el más pequeño de los insectos que giraba a su alrededor. Un piso podía llevarles un año o un día; a veces encontraban en algunos pisos superiores un agujero por el que caían al vacío; otras veces, la misma torre, por un defecto en los cimientos, se derrumbaba. En estos casos, el santón, el arsami, aprisionado en su visión, moría. Cuando la visión lo abandonaba y no podía seguir construyendo, entonces se limitaba a dejar esa vida y a retomar alguna antigua ocupación. Cuando sus edificios mentales llegaban a una buena altura, los arsami perdían la palabra. Estos hombres santos trabajaban con códigos de construcción muy precisos; el hecho de que se tratara de edificios inmateriales, lejos de disminuir los problemas técnicos, los aumentaba hasta extremos indecibles. Por eso sus códigos debían ser tan rigurosos; además sus torres imaginarias sostenía, de acuerdo con sus creencias, el edificio del mundo.
  -No había vuelto a pensar en aquello desde que lo vi a usted, Balestri. Cuando lo escuché hablar, recordé el relato de aquel inglés. Usted no es un arquitecto: es un arsami. Tenga cuidado con las cosas que piensa. Caer desde las alturas imaginarias también es mortal.  pág. 203-4

viernes, 17 de mayo de 2013

La mula

de Michael Radford


No dejo de leer por todas partes que si el director abandonó el proyecto cuatro días antes de concluir el rodaje, que si el acento de Jaén de los actores más parece de Vallecas, que si el montaje es confuso, que si otra historia de la guerra civil, que si los nacionales o los rojos.....

Demasiado ruido y todo ajeno a la película. Decía Fellini que el espectador ha de acudir a la sala con la mente en blanco. Y qué gran verdad es.

Vista la película he de decir que me gusta y la encuentro muy estimable. La historia, que procede de una novela de Juan Eslava Galán, sabe lo que quiere contar y se centra en ello, la dirección es más que correcta, las escenas bélicas con carros de combate y explosiones son convincentes y sobre todo, sobre todo, sobre todo, la película se encarama a los hombros de Mario Casas que está enorme. 

Juan Castro es un cabo acemilero del ejército nacional que en la confusión de la refriega logra hacerse con una mula del bando contrario. La bautiza como Valentina y junto a su inseparable amigo,  El Chato (Secun de la Rosa), vadearán los últimos meses de la contienda con el objetivo de sobrevivir y regresar los tres juntos a la dura vida del cortijo.
El pobre cabo es hombre sencillo y noble. En esos meses tendrá una relación de ida y vuelta con una joven (María Valverde) y se convertirá en un héroe inusitado al capturar un pelotón de republicanos que simplemente buscaban salvar el pellejo. 

La película es tanto drama como comedia (tiene tres momentos realmente hilarantes) y aporta una historia muy humana y emotiva en el contexto de la guerra civil. Acierta plenamente al dejar el conflicto como un simple escenario de fondo y centrarse en el desarrollo dramático de la personalidad del mulero. Su mirada, casi siempre inocente, recorrerá los días de una experiencia terrible que acabará forjando su personalidad.

Mario Casas soporta el peso entero de la película y nos demuestra que es un actor de talla mayor. Muy metido en su papel, nos ofrece un recital interpretativo. Sabe mostrarse humilde sin sosería, sensible sin caer en el ridículo y sobre todo aporta una insólita densidad dramática.

Hay dos escenas de gran fuerza. Una es la conversación con El Churri, compañero del pueblo al que considera su hermano y que sirve en las filas republicanas. De él escuchará la historia del castor y el cazador -resumen de la metáfora de la película-, y que supondrá para el cabo su camino de Damasco. Otra es un momento de reflexión acariciando el testuz de la mula. Acaba de concluir la guerra y de morir ejecutado El Churri, la separación de la mula es inminente y Juan Castro se sincera de un modo conmovedor. 

El escritor Juan Eslava Galán utilizó la historia de su propio padre, acemilero del bando nacional en el frente de Peñarroya (Córdoba), para escribir la novela. Según ha declarado, quería reflejar a la "gente sencilla, desprovista de ideología" y que de pronto se encuentran atrapados en una confrontación civil. Esto se manifiesta en la amistad de Juan Castro con El Churri, que se mantiene sincera por encima de los bandos, y en el perfil humanista del alférez provisional al que sirve. Buena.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Efectos Secundarios

de Steven Soderbergh









Las películas con psiquiatra invitan al efectismo y a giros estrambóticos, cuando no lanzan el anzuelo fácil de un tratamiento erótico.

Ésta que nos ocupa avanza pulcramente hasta la mitad con una exposición de los hechos muy medida y clara. Una joven con historial depresivo (Rooney Mara) ha matado a su marido. Coincide que está tomando unos antidepresivos en proceso de experimentación. Coincide que es su psiquiatra (Jude Law) quien se los medica, eso sí, avisándola de que están a prueba y que él cobra por participar en estas pruebas. A este posible conflicto de intereses se añade que la joven viene rebotada de otra ciudad y otra psiquiatra (Catherine Zeta-Jones). Ya se sabe que el pasado nunca es inocente.

Los personajes y sus motivaciones se desenvuelven en esta primera mitad de forma elegante y diáfana. El crimen puede implicar al psiquiatra que poco a poco se ve atrapado en una situación muy ambigua y perniciosa. Las culpas pueden caer sobre la enferma, sobre el fármaco o sobre él mismo. 

La joven es encerrada en un psiquiátrico pendiente de evaluación. Mientras tanto la farmacéutica y los socios abandonan al psiquiatra. Es un asunto muy delicado y tanto su carrera como su vida personal se acercan al abismo.

A partir de ese momento la película podría haber elegido varios caminos. El íntimo drama de la depresión, la denuncia de los usos de las grandes corporaciones, el juego de intereses que rodea a todo sistema de salud o las maniobras judiciales para tapar los abusos. Incluso la relación morbosa de psiquiatra y paciente. 

Soderbergh elige la intriga. Como un tiralíneas va despojando al médico, conduciéndolo hacia un punto sin retorno en el que hasta su mujer le abandona; y con regla y cartabón va juntando los puntos sueltos de lo que parecía un desarrollo normal de los hechos, para descubrir que detrás de todo ello se cernía un pérfido plan.

La película es notable y tiene una puesta en escena magnífica, marca de la casa de un Soderbergh ya contrastado. Posee intriga y no decae en ningún momento; aunque se hecha de menos una mayor denuncia o preocupación social. Peca de excesivamente fría inclinándose por una trama perfectamente dibujada, con sucesivos giros, eso sí, que ahondan el interés y el suspense. 

Jude Law está solvente, pero sin exagerar; mientras Rooney Mara demuestra un enorme talento en un papel complejo y lleno de matices. 

Si buscamos compañeras en la carpeta de películas con psiquiatras, quizás encontremos allí Las dos caras de la verdad (Primal Fear) de G. Hoblit, que también contiene alicientes detectivescos y judiciales, además de la enorme interpretación de Edward Norton.

domingo, 12 de mayo de 2013

BLUE VALENTINE - de Dereck Cianfrance










El amor, a pesar de todo.-




El asunto de esta película es el amor y su tono la veracidad. Un elegíaco canto por ese ideal  que el plomo del día a día se encargará de hundir. 

La originalidad de la narración es contarlo como el girar de una moneda encima de la mesa. La cara y la cruz se alternarán en pantalla. La cara son los primeros escarceos, el fulgor del enamoramiento. La cruz es la misma pareja seis años después, anegados en la grisura de los días, en el cieno de lo cotidiano. 

La interpretación de ambos es palpitante. Tanto Michelle Williams como Ryan Gosling arriesgan sus emociones para emocionarnos. Hay una verdad conmovedora en sus interpretaciones. Tanto en la dicha del amor que nace, como en el desgarro de la decepción. Se dice que los dos convivieron unas semanas en un apartamento para encontrar el feeling de pareja.  Su implicación llega hasta el hecho de ser los productores de este trabajo que busca y consigue la autenticidad.

Yo creo que los actores de verdadero fuste necesitan interpretaciones arraigadas en lo genuino, despojadas y profundas. Por eso los actores de raza vuelven al teatro (como Kevin Spacey con sus interpretaciones en Broadway y para el Old Vic Theatre que dirige) o producen guiones que fijan el foco en lo más esencial del alma humana; como ocurre aquí o también con Nicole Kidman en The Rabbit Hole.

Sin efectismos ni tragedias exageradas apreciamos los cambios que sufre esta relación en seis años. Conscientes del deterioro de la misma, se van a pasar la noche a un hotel temático. No inocentemente, Dean elige la "habitación del futuro" (botones, láser, luz azulada). Se trata de volver a encontrar la magia, aunque lo que hallan es la desazón. 
La memoria nos trae fotogramas y diálogos de otros retratos vitalistas de pareja como Once, 500 días juntos e incluso del clásico de Stanley Donen, Dos en la carretera.  

Encuentro novedoso el dibujo del perfil de cada uno. Cindy es eminentemente práctica. Tiene una hija pequeña, un trabajo; hay obligaciones que cumplir. Además desea huir de una vida como la de sus padres (no hablan, gritan, llega a decir). Dean atesora todavía una mirada adolescente. Ama a su mujer y a su hija y eso le colma. Las expectativas ante la vida les distancian. Dean carece de ambiciones económicas o de status social. Actúa con nobleza, le gusta la música y la intimidad de su familia.

La cámara entra realmente en la habitación y la intimidad de esta doliente pareja, mientras la decepción se está instalando en sus vidas.

Hay una escena maravillosa, nimbada por la magia del enamoramiento, donde él canta "you alway hurt the one you love"* mientras toca el ukelele y ella baila claqué en el hueco de un escaparate. (música y voz en directo ¡qué tío este Gosling!)


Pero justo a continuación, en este juego de cara y cruz, se encuentran en la habitación del futuro, comiendo en silencio, cuando ella dice
-Por qué no haces algo.
-A qué te refieres?
-No sé.
-No hay algo que te gustaría hacer? ¿Algo que te guste?
-¿Como qué?
-No lo sé.
-Eres bueno en muchas cosas, podrías hacer lo que quisieras. Eres bueno en todo lo que haces, ¿no hay algo que quieras hacer?
-¡Como qué? ¿Ser un buen marido? ¿Ser el papá de Frankie? ¿qué quieres que haga? En tus sueños,  ¿en qué soy bueno?
-No sé, eres bueno en tantas coas, puedes hacer muchas cosas. Tienes mucha capacidad.
-¿Para qué?
-Puedes cantar, dibujar, puedes...bailar.
-Mira, nunca quise ser marido de nadie. Y no quise ser el papá de alguien. No eran mis metas en la vida. Para algunos lo son. No para mí. Pero por algún motivo, fue lo que quise hacer. No sabía eso, y ahora es todo lo que hago....No quiero hacer nada más, eso es lo que quiero hacer. Trabajo para poder hacerlo.
-No me gusta un trabajo donde empiezas a beber desde las 8 de la mañana.
-No, tengo un trabajo en el que puedo beber a las 8 de la mañana. Ese es el lujo, lo sabes. Me levanto a trabajar, bebo una cerveza, pinto la casa de alguien, se emociona por eso. Vuelvo a casa. Quiero estar contigo, eso es... ¡ese es mi sueño!
-¿No te he decepcionado?
-¿Por qué?¿Por qué me ibas a decepcionar?
-Porque tienes tanto potencial...
-¿Por qué tienes que hacer siempre dinero con tu potencial?
-No estoy diciendo que tengas que hacer dinero con ello.
-¿Qué significa potencial? ¿qué significa? ¿Potencial para qué? ¿Para hacer qué?
-Rara vez nos sentamos a tener una conversación de adultos, porque todo el tiempo escuchas lo que digo y lo malinterpretas. Lo...tuerces. Empiezas bla, bla, bla, bla.
-Si no estás interesada en lo que digo, entonces no digas nada.
-(Ella se ríe)
¿Es él un conformista? ¿Se casó ella simplemente por estar embarazada? La película no tiene final. A ella se le amontonan las frustraciones mientras él quiere seguir apostando. La amargura no tiene fin. 

Toda película de chico conoce chica debe llevar pegada una canción. Aquí es You and me de Penny & The Quarters. Suena en dos momentos clave de la película y ayuda a que se te pegue ese sabor dulce y amargo de una vibrante película de amor. 

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* La letra de esta canción dice así:

            Tú siempre dañas a quien amas
            a aquel que no deberías lastimar
            Tú siempre tomas la rosa más bella
            y la aplastas hasta que lo pétalos caen
            Tú siempre rompes el más dulce corazón
            Con una palabra apresurada que no puedes ni recordar
            Y si rompí tu corazón anoche,
            es porque te amo más que a nada.

viernes, 10 de mayo de 2013

La edad de los prodigios

de Richard Holmes






Más allá de que provenga del Arte, la Ciencia o la Literatura, aspiro a la emoción y al conocimiento. Y este es un libro dedicado a la pasión por el conocimiento como algo genuinamente humano.
Este ensayo histórico, científico y literario habla de la ciencia en la época romántica. Una época definida por los grandes viajes de descubrimientos, por la democratización de la ciencia (comienzan a ser muy populares los científicos y las conferencias por toda Europa), la participación de poetas y artistas, y por ser el inicio de la superación de dos largos debates: la ciencia y Dios (la ciencia va más allá de Dios (o más acá) y no lo necesita puesto que su objetivo es el mero universo);  y la ciencia superando los nacionalismos.

En esta época los investigadores se consideran a sí mismos filósofos de la naturaleza, un acepción más amplia que la de científico, que sería posterior. Muchos de ellos dominan varias materias e incluso escriben poemas, reflexiones y literatura de viajes. 
Si la primera revolución científica  data del siglo XVII y se asocia con Newton, Locke y Descartes, 
"El primero que se refirió a una "segunda revolución científica" fue probablemente el escritor Coleridge. El movimiento animado por una serie de avances repentinos en los campos de la astronomía y la química, surgió del racionalismo ilustrado del siglo XVIII, pero se contaminó del entusiasmo y la nueva intensidad imaginativa con respecto al trabajo científico. Lo impulsaba un ideal común de entrega personal al descubrimiento que incluso llegaba a la imprudencia. También fue un movimiento de transición. Floreció durante relativamente poco tiempo, quizás dos generaciones, pero tuvo consecuencias duraderas: hizo concebir esperanzas y suscitó cuestiones todavía vigentes. La ciencia del Romanticismo se puede datar entre dos célebres viajes de exploración: la primera expedición del capitán James Cook alrededor del mundo a bordo del Endeavour, iniciada en 1768, y el viaje de Charles Darwin a las islas Galápagos en el Beagle, iniciado en 1831. (...)
La idea del viaje de exploración, a menudo solitario y erizado de peligros, es de alguna forma una metáfora central y definitoria de la ciencia del Romanticismo." pag. 13
Y efectivamente la obra se inicia a bordo del Endeavour, dirigido por el capitán Cook rumbo a los Mares del Sur, a la recién descubierta Tahití, "la mejor imagen de un paraíso que la imaginación pueda crear", según John Banks. El objeto del viaje era observar el tránsito de Venus. Edmund Halley se dio cuenta en 1716 de que ocasionalmente se ve a Venus cruzar la cara del Sol. Razonó que observándolo desde distintos y espaciados lugares de la Tierra, los astrónomos podrían calcular la distancia a Venus usando los principios del paralaje. El tamaño del sistema solar era uno de los principales misterios del siglo XVII y siendo los tránsitos de Venus muy raros (vienen en parejas con 8 años de distancia y luego cada 120 años) en 1.769 se podría observar uno.
En este viaje conoceremos al alma mater de este libro y de la época que describe, John Banks: rico, aventurero, filántropo, botánico...Banks demuestra una gran curiosidad, tolerancia y empatía con los "salvajes". Como un Gaugin o un Tusitala se integra en el medio y sus costumbres, hace acopio de objetos, animales y plantas, y vuelve a Londres para asombrar a los europeos y ampliar los horizontes de la ciencia occidental.

De algún modo se puede decir que la obra entera gira alrededor de Banks. Su entusiasmo y mecenazgo fomentó expediciones a Australia, África, China y Sudamérica, 
"prestó apoyo a proyectos tan variados como la construcción de telescopios, los globos aerostáticos, la cría de ovejas merinas y la previsión meteorológica; además de contribuir a la fundación de museos de botánica, antropología, anatomía comparada y, sobre todo, a la defensa -por medio de una enorme red de corresponsales y de encuentros-, de su idea de la ciencia como una empresa compartida e internacional". pág. 92 
La narración es deliciosa. Entreverada de aventura, descripción y ensayo, resulta de una amenidad inigualable. Denso y divulgativo a partes iguales, resulta increíble el modo en que integra en el texto citas de cartas, libros y biografías de la época para conseguir un relato muy vívido; a la vez íntimo e histórico.

Aparte de la notabilidad de Banks, que como director de la Royal Society ejerce su benevolente influencia sobre toda la época; el libro tiene como figuras centrales a dos científicos, el astrónomo William Herschel y el químico Humphry Davy.
William Herschel y su hermana pequeña Caroline, rompieron el mármol de la esfera celestial sobre el que estaban fijas las estrellas y con sus observaciones cambiaron el concepto de cielo estático por uno en movimiento y extremadamente profundo. Su dedicación a la observación fue absoluta. Noche tras noche sin desmayo, fuera verano o invierno, registraron minuciosamente sus observaciones por el telescopio. Consciente de la limitación a la que le condenaban los instrumentos de su época no dudó en fabricar sus propios telescopios para llegar a donde él quería.
La utilización de moldes hechos de bosta de caballo para fundir espejos de metal -tal como él concibió- se prolongó hasta bien entrado el siglo XX. Así se fundió el espejo del telescopio de Mount Wilson, en California que fue el que utilizó Edwin Hubble para confirmar las teorías de Herschel sobre la naturaleza y distancia de las galaxias en 1922.
Herschel descubrió Urano, el séptimo planeta del sistema solar. Acabó llamándose así en homenaje a Urania, la diosa de la astronomía, ya que se consideró su descubrimiento como el renacimiento de esta ciencia. Caroline por su parte, descubrió ocho cometas, catalogó más de 2.500 objetos del cielo profundo y fue la primera mujer en percibir un salario por su trabajo científico.

La convivencia entre arte y ciencia en esta época fue muy íntima. En el libro se relatan los encuentros e influencias entre ambos campos. Davy escribía poemas y reflexiones,  Byron acudió a la casa de Herschel y miró a través de su famoso telescopio. Su poema "Darkness", de 1816,  refleja la especulación cosmológica del momento. Samuel T. Coleridge tomó parte en el debate público sobre el vitalismo e incluso intervino en el histórico tercer encuentro de la British Association for the Advancement of Science, en Cambrigde, en 1833. Fue en ese encuentro donde el término "científico" reemplazó al de "filósofo natural". Shelley siempre estuvo fascinado por la ciencia como demuestran sus poemas "Prometeo liberado", "Mont Blanc", "Oda al viento del Oeste" o "La nube".
Turner - Fuego en el mar-

El pintor Turner se interesó por la nueva taxonomía y formación de las nubes para sus cuadros (la ciencia de la meteorología y la clasificación de cirrus, nimbus, cúmulus y stratus provienen de esta época, como consecuencia de los primeros viajes en globo). Keats elige el descubrimiento de Urano como uno de los momentos definitorios de la época y cuando escribe su soneto "Al leer por primera vez el Homero de Chapman", "compara su propio descubrimiento de la poesía de Homero con la experiencia del gran astrónomo". Celebra en él una idea muy romántica sobre la exploración y el descubrimiento.

Sin embargo la más íntima relación entre ciencia y arte se dio con el descubrimiento de la pila voltaica y sus posibles conexiones con el "magnetismo animal". La electricidad misma se convirtió en una metáfora de la vida y el hombre se sintió capaz de crearla, como atestiguan varios experimentos de la época y la obra por antonomasia sobre este tema, debida a Mary Shelley.
En Frankenstein están presentes las ideas filosóficas de Friedrich Schelling en Alemania y lo que él denominaba Naturphilosophie.
"Esta doctrina, cuya mejor traducción sea quizá "misticismo científico", definía todo el mundo natural como un sistema de poderes y energías invisibles, que operaban, al igual que la electricidad, como una serie de "polaridades". De acuerdo con la doctrina de Schelling, el mundo entero estaba lleno de energía espiritual o alma y todos los objetos físicos "aspiraban" a elevarse por encima de sí mismos. Había un "alma del mundo" que constantemente "hacía que se desarrollasen" formas de vida superiores y "niveles de conciencia" en toda la materia, animada o inanimada." pag. 415-16
La época representa asimismo el fin de algunos mitos y el alba de conceptos nuevos. La ciencia propugna su propio método, basado en la observación de la naturaleza. Los descubrimientos de Herschel sobre la profundidad y la evolución del espacio sumados a los de Lyell sobre la evolución geológica en inmensos períodos de tiempo, producen un cambio drástico en la concepción del hombre, el origen del universo y la evolución de las especies.
La ciencia alumbra una realidad propia, lejos de la voluntad de Dios y al mostrar los hechos de forma objetiva se gana el derecho a la autonomía de sus teorías sin interferencias por parte de la Iglesia o del Estado. 
"Una vez que los conocimientos de geología y astronomía se popularizaron, y que se extendió el concepto de "espacio exterior" y el de "tiempo profundo", eran cada vez menos los hombres y las mujeres instruidos que podían creer literalmente en los seis días bíblicos de creación. La ciencia, por su parte, aún tenía que producir su propia teoría (o mito) de la creación y todavía no había ningún libro newtoniano del Génesis. Por eso se antojó tan demoledor el de Charles Darwin -Sobre el origen de las especies- cuando finalmente se publicó en 1859. No es que redujese los seis días de la creación bíblica a un mito: eso ya lo había hecho ampliamente Lyell y los geólogos. Lo que demostraba es que no había necesidad alguna de creación divina." pág. 584-5
Las estrellas ya no son fijas, la alquimia y la tradición de los cuatro elementos muestran su falacia, del mismo modo que una pseudociencia tan popular en aquella época como la craneología.
Por otro lado en esas décadas se alumbra un futuro que se puede decir que llega hasta nuestros días. Faraday inventa el motor eléctrico, la dinamo y el transformador. Al mismo tiempo, Babage diseña y construye el primer prototipo de ordenador cuyo engranaje requería veinticinco mil dientes de latón.
"Faraday había sido asistente de Davy y lo había pasado mal por culpa de la mujer de éste. Pero era muy brillante e inspirado por aquél extendió su campo de trabajo al electromagnetismo, comenzando la construcción de los primeros generadores eléctricos, con los que produjo una corriente eléctrica "alterna". Esto conduciría a las dinamos eléctricas que terminarían por revolucionar la industria tanto como la máquina de vapor de James Watt. Se dice que su experimento con bobinas magnéticas y un galvanómetro (diseñado para moverse sin contacto físico), que llevó a cabo en el laboratorio de la institución el 29 de agosto de 1831, puso fin de un plumazo a "la era del vapor" y dio comienzo a la nueva "era de la electricidad".  pág. 588
Una característica de estos científicos es que conciben sus descubrimientos como algo práctico. Han de tener utilidad para el progreso. Davy inventa la lámpara de seguridad espoleado por las numerosas muertes en las minas a causa de las explosiones por el gas grisú. Aunque bien es cierto que no le escandaliza que la mayor parte de los mineros sean niños o allende los mares esclavos. 
"Sostener una malla de hierro sobre un quemador Bunsen y observar que, contra toda expectativa, la llama no atraviesa la malla, es uno de los experimentos elementales que se llevan a cabo actualmente en las clases de química de la escuela. Es fácil olvidar lo deslumbrante que resulta este efecto la primera vez que se observa". pág. 478
Dos capítulos más completan el libro. Uno de ellos dedicado al explorador Mungo Park que descubrió el curso del río Níger y la mítica ciudad de Tombuctú, muriendo en el empeño.

El otro capítulo es "Argonautas en el cielo" sobre el comienzo de la aeronáutica. El globo de hidrógeno o charlier y el globo de aire caliente o montgolfier tienen en común la dificultad para pilotarlos; pero dieron un empujón a la meteorología como ciencia incipiente y Luke Howard pudo realizar su hermosa clasificación de las nubes.
La descripción de las primeras elevaciones en globo atesoran un nítido aroma de aventura, a casi todas se añade el dramatismo de la vida en juego, a algunas la jocosidad  de una peripecia bastante extravagante. 

"Igual que Davy, Herschel eligió la química como la disciplina ejemplar del periodo romántico. A partir de los errores de la alquimia y la teoría del flogisto, la química se había "situado en las filas de las ciencias exactas: una ciencia de números, pesos y medidas". Había producido aplicaciones prácticas en todos los ámbitos: medicina, agricultura, industria, aerostática y meteorología, por ejemplo. Pero también había hecho avanzar la ciencia pura: las doctrinas del oxígeno, el calor latente, el peso atómico, la electricidad polar y los elementos primarios (de los que entonces se conocían cincuenta). Es más, este era el logro de un grupo internacional: Lavoisier, black, Dalton, Berzelius, Gay-Lussac y Davy." pág. 576

En un país tan tradicionalmente acientífico como España no quiero dejar pasar la ocasión de citar el final del libro donde el autor aboga por la necesidad de la ciencia y su enseñanza. Para ello utiliza una cita de su  profesor George Steiner en su obra "Los Libros que nunca he escrito"
"Tengo la convicción de que es posible hacer que hasta los conceptos matemáticos avanzados resulten imaginativamente persuasivos y demostrables cuando se presentan históricamente (...) Así, por medio de estos grandes viajes y aventuras de la mente humana, tantas veces llenas de rivalidades, pasiones y frustraciones personales -el navío se hunde o se queda atrapado en el hielo de lo irresoluble-, es como podemos penetrar en un terreno soberano y decisivo los que no somos matemáticos (...) Situad esta búsqueda dentro de su tesitura intelectual, histórica, social e incluso ideológica, despertad al niño y al estudiante a la inagotable diversión y provocación de lo no resuelto y habréis abierto de par en par las puertas a "mares de pensamiento" más profundos y ricamente abastecidos que ninguno en el mundo". cita en pág. 608
Richard Holmes pertenece a la fructífera corriente anglosajona de la divulgación científica. Autores como Roberts en Historia, Gombrich en Arte, du Sautoy en Matemáticas o Sacks en neurología son capaces de hacernos sumergir en las ciencias con enorme gozo y fruición.
En una contradicción nada más que aparente, ubicaré en el colofón la presentación que el autor hace de su libro.
La edad de los prodigios "no deja de ser una narración, un relato de carácter biográfico. Trata de captar algún fragmento de la vida interior de la ciencia, de su impacto tanto en el corazón como en la mente. En el sentido más amplio, aspira a mostrar la pasión científica, gran parte de la cual se resume en una palabra infantil, pero infinitamente compleja: prodigio" pág. 17


* Un buen artículo de Muñoz Molina sobre este mismo libro.