martes, 2 de abril de 2013

Los últimos días

de David Pastor y
   Alex Pastor






Estamos en Barcelona, año 2013, y todo el mundo sufre un síndrome que les impide salir fuera de los edificios. No es un remake de El ángel exterminador de Buñuel, sino una película apocalíptica que deja las calles vacías por una curiosa agorafobia de sus habitantes.

Anteriormente los directores pusieron en pie Infectados (Carriers), en Estados Unidos, que aunque justita, ya apuntaba temas y modos. En esta nueva cinta hay destreza a la hora de narrar, el guión se desarrolla con sentido y tiene la habilidad de encontrar algunas imágenes que ya son prototípicas en este tipo de cine, véase el plano del Arco de Triunfo del Parque de  la Ciutadella.

Comienza in media res, con todos encerrados en casas y edificios. A través de flashbacks iremos conociendo cómo empezó todo en diversas partes del mundo. Poco a poco esta especie de virus o pánico se generalizará, nadie podrá salir a campo abierto. Encerrados y sin indulto posible, agua y alimentos empiezan a escasear y los túneles, edificios y supermercados tienden a mudarse en peligrosa selva. 
Esta forma de presentar los hechos a través de un montaje paralelo se muestra efectiva pues mantiene la intriga más allá de la simple presentación. El primer caso es un trabajador de la misma empresa que Marc (Quim Gutiérrez). Es despedido y los de seguridad le sacan del edificio a pesar de su resistencia. Una vez fuera su cuerpo se colapsa. La escena está muy bien rodada y su tensión nos impacta. Su recuerdo sobrevuela toda la película.











La segunda parte es ya un thriller apocalíptico con los mismos tics que muchos otros, sí, pero rodado con solvencia  y entregando un producto digno. El pulso narrativo es excelente y las imágenes impactantes. Sin salir al exterior, seguiremos a Marc que busca a su mujer embarazada y a Enrique (Jose Coronado), que quiere llegar al hospital donde se encuentra su padre. 

Si la película no es más redonda no es porque sea un refrito de otras, sino por ofrecernos un hilo narrativo muy delgado. Le falta envergadura. No se ha sabido enriquecer con alguna subtrama o no se ha atrevido a mirar en algún recoveco más oscuro. Tanto la escena del robo del GPS en la estación de Sants, como el asalto al supermercado en el centro comercial, se resuelven con cierta precipitación y no tienen continuidad. El pillaje, la forma de vida subterránea, la locura o la simple organización social que se hubiese derivado, no están ni apuntadas.

El paisaje de Barcelona con las calles vacías, los coches abandonados y los animales del zoo campando a sus anchas está muy conseguido. Es cierto que nos recuerdan al Londres fantasmal de 28 días después o incluso a la Nueva York de Soy Leyenda; pero Barcelona es una hermosa ciudad y la película aprovecha bien sus extraordinarios escenarios.

Además los actores se muestran solventes y resultan creíbles. De Jose Coronado y Marta Etura sólo cabe esperar un gran trabajo y Quim Gutiérrez resuelve con acierto su papeleta.

Algunos comentarios se quejan de que el origen del mal no está explicado. Y a quién le importa. Tanto a los personajes como a nosotros, espectadores, se nos presenta una situación dada, y lo interesante es cómo afrontarla y el desarrollo argumental que ello produce. Así ocurría en la extraordinaria Hijos de los hombres, dirigida por Alfonso Cuarón sobre novela de P.D. James. Aunque es verdad que allí afloraba una reflexión filosófica y sociológica de la que Los últimos días está huérfana. 


Con todo, la propuesta cinematográfica de los hermanos Pastor es muy estimulante en un ámbito, el de la ciencia ficción, que poco a poco se va asentado en España. Acción Mutante (A. de la Iglesia) o Los Cronocrímenes (Nacho Vigalondo) siguen siendo rarezas, pero ahí están la maravillosa Eva (K. Maíllo), la deslumbrante Abre los ojos (A. Amenábar), o la audaz 3 Días (F.J. Gutiérrez).

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