martes, 30 de abril de 2013

Iron Man 3

de Shane Black







En esta época de sagas y trilogías, he aquí un buen ejemplo de continuación para las aventuras de un superhéroe. Después de la ruidosa pero inane segunda parte, esta tercera regresa a los valores de la primera y original, la que sentó las bases de una franquicia realmente atractiva.

La presentación que hizo Jon Favreau de Iron Man tuvo muchos aciertos. Un punto de vista contemporáneo y bastante realista (no olvidemos que Iron Man nace en una cueva del desierto, prisionero de un grupo terrorista), unos poderes no sobrehumanos, sino basados en una tecnología avanzadísima y sobretodo un actor que parecía nacido para encarnar este personaje. La amalgama de chulería, descaro, inteligencia e ironía con que Robert Downey Jr. encarna a Tony Starks desborda carisma por todos los lados. Jon Favreau confirma que "el golpe más brillante de Iron Man fue Robert Downey Jr. No es que fuera él, fue que era él en ese momento, habiendo pagado sus deudas (refiriéndose a su reciente desintoxicación) y teniendo una redención espiritual. Salió de otro final de túnel y hubo un resplandor para el. Sabía que si podíamos conseguirle, cualquier decisión respecto a la película sería obvia. Mi mayor contribución fue la lucha a muerte para conseguirle como protagonista."

A estos valores se añade, en esta tercera parte, la vulnerabilidad. La acción se sitúa justo después de Los Vengadores. De hecho las referencias a "lo ocurrido en Nueva York...", le provoca unos ataques de ansiedad cuya explicación podría ser irónica o una constatación de que el megaproyecto Vengadores no va mucho con el autosuficiente y soberbio Tony Starks. 













Un prólogo nos presenta los tiempos en que Tony Starks conoció a Aldrich Killian (Guy Pearce) y Maya Hansen (Rebecca Hall),  cada uno con proyectos que el engreído Starks desprecia. Años después en la escena internacional aparece "El Mandarín" (Ben Kingsley), un terrorista que está llevando sus ataques hasta el mismo corazón de EEUU. Los vídeos en los que anuncia sus fechorías  semejan los de Bin Laden.  Iron Man -el único superhéroe que publicita su identidad más allá de toda máscara- lo retará.

La destrucción total de su mansión en Malibú y el rapto de Pepper constituyen la respuesta, y esto dará pie a una esforzada venganza en la que el famoso traje metálico no será tan esencial.

Paradójicamente la película donde aparecen más modelos de armadura es donde el Hombre de Acero es menos de acero, actúa más a pecho descubierto y resulta vulnerable, porque además se reconoce enamorado. Al igual que Skyfall supuso el desmontaje y actualización del mito de James Bond, del mismo modo ocurre aquí con nuestro héroe. Sin duda la evolución de Tony Stark centra toda la película más allá de supervillanos y salvación del mundo. Este playboy está enamorado, sufre cuadros de ansiedad e insomnio y a la destrucción de su vivienda, añade encantado la explosión pirotécnica de todos sus metálicos prototipos como fondo de pantalla para su amor.














La cinta es un estupendo cierre de la trilogía (sí, Míster Starks logra arreglar su corazón -en todos los sentidos- y se hace extraer el característico reactor del pecho), recoge el tono de la primera y crea una historia con entidad propia no deudora de las dos precedentes, con un villano bien definido y altas dosis de humor.

Alberga además multitud de ideas: la ansiedad por lo de N. York, los escarceos con la actualidad (videos tipo Bin Laden), la crítica política (como justificación para matar al presidente de EEUU le acusan de favorecer a las petroleras, indemnes ante un desastre medioambiental), una ligera trama detectivesca y sobretodo su capacidad para reírse de sí mismo (cada vez que la armadura acude para acloparse a su cuerpo es una aventura). Hasta creo entrever un pequeño homenaje en el plano de Miguel Ferrer posando con War Machine. Es prácticamente idéntico a otro con el mismo actor y Robocop.
















La historia se inspira en uno de los mejores cómics de la serie Iron Man, "Extremis", que trata de un virus regenerativo. El arco argumental consta de seis números escritos por Warren Ellis e ilustrados por Adi Granov. En él se redefinen los orígenes del hombre de metal y su desarrollo carece prácticamente de referencia al universo Marvel. La película sin embargo ofrece giros argumentales totalmente nuevos, y aunque incluye a "El Mandarín"  deja de lado su trascendencia en las aventuras impresas (sus diez anillos con superpoderes ni aparecen). Seguro que para los puristas  constituirá una traición, pero yo creo que cada historia ha de buscar sus referentes.

La cinta acumula dos espectaculares escenas de acción y efectos digitales: la destrucción de la mansión Starks y una batalla final ensordecedora y quizás exagerada; con demasiadas armaduras, demasiadas regeneraciones y hasta demasiadas explosiones. De todos modos el espectáculo de una gigantesca plataforma de niveles deshaciéndose en el fragor de una batalla con Tony saltando de armadura en armadura te deja con la boca abierta.














Shane Black se estrenó como guionista de Arma Letal en 1986: éxito, franquicia y una fórmula repetida hasta la saciedad.   Siguió escribiendo acción pero sin tanto éxito en El último boy scout y Memoria letal. Posteriormente dio el salto a la dirección con la estupenda Kiss Kiss Bang Bang (2005), en la que ya coincidió con Robert Downey Jr.

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