jueves, 14 de marzo de 2013

La mosca

de Slawomir Mrozek






Juguetón, irónico y sarcástico a partes iguales. Por sus relatos cruzan siempre el humor y la reflexión. También, en ocasiones, la sombra del telón de acero,  como en esa mirada de Stalin que de pronto le asalta al pescador desde el fondo del riachuelo en el relato "Las vacaciones", dándole un susto de muerte.

Los picotazos de esta mosca se dirigen por igual a políticos que a filósofos. En El Oso es Sartre el que tropieza con un plantígrado famoso entre los turistas de Zakopane. El filósofo se disculpa: "Pardon Monsieur", y el oso le recrimina: "Nada de monsieur, gilipollas, sino: lo siento osito. ¿Es que no sabes que être c´est paraître?"

Los relatos recogidos en este libro se escribieron entre 1990 y 1993, con el muro de Berlín recién caído y en algunos cuentos ridiculiza los nuevos ímpetus capitalistas  y hasta los deseos de occidentalización. En El Emigrante un barco oceanográfico se encuentra a un emigrante que rema con tesón en el Mar de Bering. El emigrante les inquiere si va bien hacia Occidente. A lo que le responden que efectivamente se dirige a Occidente, "encontrará primero Siberia y luego toda la bella y fértil Unión Soviética". El emigrante se desespera y grita "¡Dios mío, he estado yendo a la deriva!"

También las situaciones absurdas proliferan, como la del náufrago que es todo voluntad y acción, pero sólo tiene una herramienta que es un sacacorchos. Personajes como el que se anunciaba en el periódico: "Asumo la responsabilidad por cualquier cosa, precios moderados" en C. de Turco; aunque la competencia es enorme, los judíos lo hacen gratis. También aparece un hotelero que publicita una de sus habitaciones como la de vistas más extraordinariamente bellas. Cuando recibe las quejas por el horrible patio que se ve, explica que las vistas no son por la ventana, sino detrás de la puerta, donde hay un espejo de cuerpo entero que te refleja.

El formato de los cuentos es casi periodístico, el estilo muy directo. He aquí un par de ejemplos.

Animal Farm - Libros del Zorro Rojo
EL EDÉN
Me senté en un banco del parque. En el otro lado del sendero, en el césped, jugaban dos pequeños, una niña y un niño. Al rato me quedé pensativo y dejé de prestarle atención.

-Señor, ¿qué hora es?

Los niños estaban delante de mí, la pregunta la había hecho él.
Miré el reloj.
-Las tres y media.
Me dio las gracias y los dos volvieron al césped. Sin embargo, en lugar de jugar, parecía que discutían por algo. Me quedé pensativo de nuevo.
-Señor, ¿qué hora es?
Esta vez la pregunta la hizo ella. Él se quedó un poco apartado.
Miré el reloj.
-Las cinco menos cuarto.
-¿No te lo he dicho?- se dirigió a él triunfalmente.
-Miente- exclamó el pequeño-. ¡Antes me había dicho otra cosa!
-Señor, explíquele que cada vez es una hora diferente.
-¡Miente!- El pequeño estaba a punto de llorar.-
¡A mí me había dicho que eran las tres y media!
-Es tan testarudo- se dirigió ella a mí, como un adulto a otro. Lo abrazó con un gesto proteccionista y maternal, y cuando él se apartó con vehemencia, añadió con el tono de una mujer martirizada, pero satisfecha de sí misma-:Ya ve usted. Era claramente una imitación. Seguro que habrá oído a su madre más de una vez usar esa expresión haciéndole confidencias a una amiga: "Ya ve usted cómo es él, ya ve usted."
-De verdad que son las cinco menos cuarto- le dije con la mayor suavidad que pude, aunque también es cierto que antes eran las tres y media. El mundo está hecho de  manera que lo que antes era verdad, ahora ya no lo es.
-Hazle caso al señor- lo amonestó ella severamente.
-E incluso lo que es verdad ahora, después no lo será.
-¿En serio?
-Sí, tienes que aceptarlo.
Estuvo pensando un rato y después se sentó en el banco. Pero no a mi lado, sino en el extremo mismo, lo más lejos que pudo de mí y de ella.
-Entonces esperaré-dijo con determinación, mirando no hacia nosotros sino hacia lo lejos, donde acababa el parque.
-¿Qué es lo que esperarás?-pregunté.
-El después. A que lo que usted dice ahora deje de ser verdad.
La niña me miró con complicidad, pero yo sentí de repente que estaba harto. No quería ser su cómplice.
-Debo irme- dije-. Tengo asuntos que arreglar.
Me levanté del banco y empecé a alejarme.
-Señor, señor-escuché detrás la voz de la niña.
Apreté el paso.
-Señor, ¿qué hora es?
Iba ya casi corriendo. Quería huir del Edén en el que los personajes de siempre reproducen la misma escena. No me gustaba el papel de la serpiente o, más bien, del burro transformado por Eva en serpiente. Aunque, posiblemente, fuera ya tarde para huir, puesto que me sentía una serpiente.


NOMENCLATURA
   -Señores -dijo el presidente-. El hecho no se puede ocultar más. Nosotros, el consejo de administración de la cooperativa Futuro Luminoso, somos una organización criminal.
   -¿Desde cuándo? -preguntó cuerdamente el secretario.
   -Desde que nos han sido probados malversación, desfalco, e incluso hurto a la hacienda pública. O sea, desde hace poco.
   -Si es cierto -se mostró de acuerdo el secretario-, merecemos una enérgica condena.
   -Exacto -asintió el tesorero-. Expresemos una autoreprobación y en paz.
   -Esta vez una autocrítica no será suficiente. La sociedad espera de nosotros algo más radical.
   -¿Y si nos autoreprobamos con toda rotundidad?
   -De esto ya ha habido también y es poco. Ahora hace falta algo definitivo. Propongo que nos disolvamos.
   -¿Y si nos pillan?
   -No hay que temer. Nos constituiremos de nuevo como comisión de instrucción de la actividad criminal del consejo de administración de la cooperativa Futuro Luminoso.
La comisión de instrucción de la actividad criminal comenzó sus trabajos en breve. Las acusaciones de que sus miembros cobrasen sueldos aún más altos que en sus puestos anteriores resultaron infundados. Nadie tenía mejores cualificaciones que ellos para realizar esta instrucción. 


Es fascinante que este último relato se refiera a los noventa y a los comunistas de Europa del Este. Sirve por igual como caricatura de los democristianos y berlusconis italianos o de los actuales populares en España. La corrupción tiene el mismo rostro independientemente del partido político o el área geográfica.


Slawomir Mrozek es un autor polaco nacido en 1930. Estudió arquitectura, historia del arte y cultura oriental. Desde 1957 desarrolla dos facetas, la de dramaturgo y la de narrador. Otros libros suyos de relatos son Juego de azar, La vida difícil y El árbol.

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