martes, 9 de octubre de 2012

Mátalos suavemente -Killing them softly-

de Andrew Dominik

La verdad es que a mí me gustan las películas que parecen una cosa y luego son otra. A veces un drama esconde una comedia negra. A veces una de ciencia ficción esconde un tratado filosófico. En el caso actual se nos presenta una película de cine negro con todos sus códigos, pero que por sus entresijos aflora el drama de  unos personajes que manotean tratando de no ahogarse en su propia mierda.

Frankie (Scoot McNairy, el mismo actor con pinta de asustadizo de Buscando un beso a medianoche ) y Russell (Ben Mendelshon) son dos delincuentes de poca monta que roban una timba de póker. La mafia que controla el garito encarga a Jackie Cogan (Brad Pitt) que dé su merecido a los ladrones. Cogan tiene unos códigos muy particulares; prefiere matar a distancia, sin implicaciones emocionales. Dado que conoce al cabecilla de los ladrones llama a Mickey (James Gandolfini) para que se encargue del trabajo. 


Sobre las mejores secuencias de la película planea Tarantino: unas larguísimas charlas entre criminales. Las de Pitt con el abogado (Richard Jenkings) que representa a los mafiosos y sobretodo con Gandolfini son formidables.  La diferencia estriba en que mientras en Tarantino el tono es chulesco, atrevido e insolente aquí el tono nos remite a unos criminales de medio pelo, inundados de problemas. El personaje de Gandolfini es sintomático, un asesino reblandecido por los años y el alcohol que se encierra durante días en el hotel. También resulta patético Frankie que con su colega trincado va a pedir ayuda al capo. Éste se la niega. Él se lo ha buscado, le espeta. Y el pobre chaval suspira "¡la vida es una mierda! ¡Siempre estamos solos!". Algunos de estos pringaos nos recuerdan a los del mejor Guy Ritchie de Lock&Stock y Snatch.Cerdos y Diamantes.

Andrew Dominik ya hizo un trabajo atractivo aunque incompleto en El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, y aquí se luce en varias escenas. La presentación de los dos ladronzuelos es sensacional. Un encuentro en un paisaje desolador del extrarradio urbano arrastrando sus andrajos y sus cuitas. En otra escena están fumaos disfrutando el éxito del golpe y entre las neblinas de su cerebro -espléndidamente plasmadas en imágenes- se van dando cuenta del marrón en el que están metidos. 
Y por supuesto la cháchara. 
No en vano George V. Higgins, autor de la novela en que se basa la película, Cogan´s Trade, es reconocido por el retrato descarnado del lumpen y la veracidad de sus diálogos. (También es autor de The Friends of Eddie Coyle puesta en imágenes acertadamente por Peter Yates como El Confidente en 1973).

El ritmo es lento, pero en absoluto carente de atractivo o pasión. La película exige que sintonices su dial. Si sólo buscas una de acción te decepcionará, si sólo ves en Gandolfini a un borracho gordo y putero sin más, te hartará su verborrea, pero nos está desnudando su alma.

Las escenas de acción son escasas y muy violentas. La paliza que le dan a Ray Liotta (como encargado del garito) o los asesinatos que perpetra Cogan son más escalofriantes por su desnudez que la espectacular escena del asesinato de Liotta a cámara superlenta.

La película cuenta con un ingrediente extra, la política. La banda sonora está repleta de radios y televisiones informando sobre la primera campaña de Obama y su Yes we can (puedes analizar tus sensaciones al oírlo después de cuatro años), de los primeros mordiscos de esta crisis que perdura y de noticias tan paradójicas como la salida del tiburón Mr. Folson de Wall Street para dirigir la Reserva Federal. 
También es muy curiosa la imagen que se da de los mafiosos. Su abogado nos los representa como una maquinaria anquilosada. Todas las decisiones se tienen que consultar y medir. Cogan se muestra estupefacto ante esta falta de contundencia.


En la escena final se resume la brutalidad de la propuesta: Cogan llega a un bar para cobrar. En la TV Obama clama "no somos blancos, ni negros, hispanos o asiáticos,.. somos un pueblo, una comunidad." El abogado le suelta 10.000 $ en vez de los 15.000 $ acordados y señala a la crisis. Cogan no se conforma: 
"¿Sabes qué te digo?. América no es un pueblo ni una comunidad, ¿sabes lo que ha sido siempre América? Un negocio, así que ¡págame hijo de puta!"
Sensacional.

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