lunes, 30 de abril de 2012

Green Zone

de Paul Greengrass


Esta película se despachó con un "otro Bourne pero en la guerra". Y sí, la acción trepidante, la cámara vehemente, los giros de la trama, todas las características de la estupenda saga Bourne (de la que Greengrass rodó la segunda y tercera parte) están ahí; pero creo que no debemos menospreciar la historia y el trabajo de guión.

En plena invasión de Irak, las patrullas multiplican sus esfuerzos para encontrar las famosas armas de destrucción masiva; pero cada misión acaba en fiasco. Las armas no existen, las fábricas son meros almacenes. Mientras tanto la población autóctona alucina observando a toda esta tropa que se desentiende de ellos y de su país para montar su propio circo. Por momentos hasta parece un tour turístico: es inaudita la escena en que el sargento Miller (M. Damon) vuelve del frente y en menos de 3 minutos y un par de kilómetros pasa de una calle en el tercer mundo polvorienta y en guerra a un paraíso tropical donde se toma el sol junto a la piscina y los camareros sirven cocktails: green zone, zona protegida, la realidad es lo que nosotros digamos.
El engranaje de la película son los propios hechos históricos, los tejemanejes políticos, el virrey de Irak construyendo el decorado con que EEUU engañó a la ONU, el desmantelamiento del Estado iraquí desmovilizando funcionarios, policías y ejército, y por supuesto la "desinformación" y la tortura como armas contra el terror. Así que tenemos un thriller con un apasionante aspecto documental que nos hace transpirar por los callejones y vericuetos de Bagdag.


El sargento Miller en vez de encontrar armas inexistentes encuentra a un general iraquí que mantuvo conversaciones secretas con Washington para favorecer una transición pacífica. El sargento Miller quiere ayudarle, pero el virrey los quiere a todos muertos porque él tiene su propia hoja de ruta y ambos pueden descubrir el pastel.
Un personaje clave es Freddy, interpretado por Khalid Abdalla -que ya trabajara con Greengrass en United 93-. Como soldado iraquí perdió una pierna defendiendo a su país; pero también odia a Sadam. Él representa paradigmáticamente todas las contradicciones de esa guerra. Freddy quiere ayudar a los americanos pero los americanos sólo le utilizan y sospechan de él. Él es iraquí y cree que puede hacer algo por su país, pero los americanos no quieren contar con los iraquíes. Su frase final al sargento Miller es una sentencia: " usted no es quién para decidir el futuro de mi país".

Seguimos al héroe en su búsqueda de la verdad en medio de este pandemonium, pero hay demasiados intereses en juego. El juego sucio entre las propias Agencias americanas, los ejércitos privados con intereses privados, etc.
Recordemos que una de las directrices de aquel equipo  demoníaco formado por Walter W. Bush, el vicepresidente Richard  Cheney y el secretario de Defensa Donald Rumsfeld era el de "desinformación" y la privatización de la guerra. Está muy bien plasmado por la periodista del "Financial Times" que persigue al virrey de Badgad diciendo "me jugué mi prestigio lanzando aquellos artículos y tú no me vas a dejar en la estacada, tiene que darme la exclusiva de Magallanes" (El supuesto alto mando iraquí que había informado a Washington sobre las armas de destrucción masiva.)



El magnífico Brian Helgeland (que cuando adapta novelas resulta arrollador, L.A. Confidencial o Mistyc River), escribió el guión inspirándose en la obra de Rajiv Chandrasekaran "Vida Imperial en la Ciudad Esmeralda", RBA. El autor muestra el conocimiento que adquirió como redactor jefe adjunto de The Washington Post, y corresponsal en Bagdad y El Cairo. El libro es el resultado de más de dos años informando como reportero en Irak y en él se ofrecen algunas claves:
"Lo fundamental no reside tanto en las equivocaciones como en las buenas intenciones que las alimentaban, fruto de una visión ideologizada, ajena a toda realidad incómoda. (...) Los neocon pretendían nada menos que crear una democracia liberal y de mercado en pleno Oriente Próximo que constituyera un ejemplo a seguir para todos los países de la zona, algo muy loable en lo que se refiere a juzgar por los propósitos, pero letal en su plasmación.

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