miércoles, 21 de marzo de 2012

W o el recuerdo de la infancia

de George Perec



El libro lo constituyen dos flujos. Los recuerdos infantiles del propio autor en plena 2ª Guerra Mundial y los recuerdos legendarios de un niño deportado proveniente de W, una sociedad instalada en una de las mil islas de la austral Tierra de Fuego.
Como ha dicho el autor, el libro nace de "esos puntos de suspensión de los cuales cuelgan los hilos rotos de la infancia y la trama de la escritura".

Es muy agudo el contraste entre un relato y otro. El biográfico avanza pormenorizando las calles, el número de las casas, el grado de parentesco y hasta el mes o el curso del acontecimiento recordado. Cada recuerdo, cada fotografía es acotado -con ánimo de exactitud- con una salvedad o con una nota que declara su quimera. Mientras tanto, la historia de W resulta cada vez más fabulosa para terminar recordándonos el relato de Borges "La lotería de Babilonia". Una sociedad donde una mera cuestión de suerte puede abocarte en segundos a la gloria, el reconocimiento y la riqueza o a la postergación e incluso a la muerte.

El libro consta de varios niveles que se van alternando en los capítulos. Un niño judío que huye de los nazis. El niño suizo que le presta su pasaporte, Gaspard Winckler. La búsqueda que el primero hace del segundo hasta encontrar la sociedad W. Y por otro lado el relato biográfico del autor, también un niño judío que huyó de los nazis. Paradójicamente la narración biográfica comienza así: "Yo no tengo recuerdos de infancia".

Quizás por eso, el recuento de los recuerdos resulta trabajoso, aparecen muy difuminados. Tanto es así que el propio autor se impone notas a pie de página para ir corrigiendo los errores de apreciación que encuentra. Este juego de contar un recuerdo y casi a continuación negar su veracidad o corregir sus instancias refuerza el argumento de la memoria como algo volátil.

Hay páginas perfectamente anodinas. Una lista desapasionada de recuerdos, de calles, de paseos realizados, de películas vistas. Es verdad que en ocasiones se ha dicho de Perec, sobre todo al hilo de su obra "La vida. Instrucciones de uso", que tiene vocación de catálogo. El museo íntimo de recuerdos y objetos determinan a la persona, nos parece decir. Por lo mismo podemos apreciar la desintegración y el nihilismo como características de Perec. No olvidemos que estuvo cerca del nouveau roman. La descripción de recuerdos resulta bastante fría, como queriendo evitar una implicación emocional. 
"No sé si no tengo nada que decir, sé que no digo nada; no sé si lo que tuviera que decir  no es dicho por ser indecible (lo indecible no se agazapa en la escritura, es lo que la ha desencadenado mucho antes); sé que lo que digo es blanco, es neutro, es signo, de una vez por todas, de un anonadamiento de una vez por todas.
Esto es lo que digo, esto es lo que escribo y sólo esto es lo que se halla en las palabras que trazo, en las líneas que forman estas palabras y en los blancos que aparecen en el intervalo entre dichas líneas: por mucho que vaya a la caza de mis equivocaciones (por ejemplo, había escrito "hice" en vez de "cometí" al referirme a los errores de transcripción del apellido de mi madre) o divague durante dos horas sobre la longitud del capote de mi padre, o busque en mis frases, evidentemente para encontrarlas en seguida, los ecos infantiles del Edipo o de la castración, jamás encontraré en mi propia insistencia más que el reflejo último de una palabra ausente en la escritura, el escándalo de su silencio y de mi silencio: no escribo para decir que no diré nada, no escribo para decir que no tengo nada que decir. Escribo: escribo porque hemos vivido juntos, porque he sido uno entre ellos, sombra entre sus sombras, cuerpo junto a sus cuerpos; escribo porque ellos han dejado en mi su marca indeleble y porque su rastro es la escritura: su recuerdo ha muerto en la escritura; las escritura es el recuerdo de su muerte y la afirmación de mi vida." p. 59

Me ha gustado más el ramal donde se describe el funcionamiento de la sociedad W, situada en un extremo del mundo. Se comienza presentándola como una sociedad ideal dedicada en exclusiva al deporte y sus virtudes, a las pruebas olímpicas. Aunque ya desde el principio se introducen detalles inquietantes: 
"W es hoy día un país donde el Deporte es rey, una nación de atletas donde el Deporte y la vida se confunden en un mismo y magnífico esfuerzo. La orgullosa divisa FORTIUS  ALTIUS  CITIUS  que adorna los pórticos monumentales a la entrada de las poblaciones, los magníficos estadios con suelos de ceniza perfectamente cuidados, los gigantescos diarios murales que publican a todas las horas del día los resultados de las competiciones, los triunfos cotidianos reservados a los vencedores, la vestimenta de los hombres -un sobretodo gris que lleva a la espalda una inmensa W blanca-, tales son los primeros espectáculos que se muestran al recién llegado." p. 90
Poco a poco, a través de sucesivas vueltas de tuerca aparece la atroz realidad. Una sociedad donde impera la barbarie, las mujeres son entregadas como trofeos, la violencia por conseguir la victoria y sus prebendas es generalizada, la arbitrariedad y el espanto campan a sus anchas. La evolución del relato, que comienza como un mundo paradisíaco dedicado al deporte se va desintegrando:
"Las transgresiones están presentes para recordar a los Atletas que la Victoria es una gracia y no un derecho: la certidumbre no es una virtud deportiva; para ganar no basta con ser el mejor, sería demasiado simple. Es preciso saber que el azar también forma parte del reglamento. Pito pito colorito, donde vas tú tan bonito, o cualquier otra fórmula de sorteo deciden en ocasiones el resultado de una prueba. La suerte es más importante que el mérito." p. 150
La ironía última la señala el propio autor: 
"He olvidado las razones que me hicieron escoger, a los doce años, Tierra de Fuego para instalar allí W: los fascistas de Pinochet se han encargado de dotar a mi fantasma de un último eco: hoy día varios islotes de Tierra de Fuego son campos de deportados." p. 206


Georges Perec es el autor francés más original del s. XX y uno de los más interesantes. Amante de la experimentación, del juego literario, se unió a Raymond Queneau en el OuLiPo (Taller de Literatura Potencial) del que formaba parte también Italo Calvino. Esta experimentación la desarrolló en "La Desaparición" donde no aparece ni una sola letra "e" (la más común en francés, que en la traducción española fue sustituida por la "a"). En "La vida, instrucciones de uso", articula la trama mediante el movimiento del caballo de ajedrez. La cita que encabeza el último capítulo de este libro dice "Je cherche en même temps l´éternel e l´éphémère". Admirador y epígono, Enrique Vila-Matas revela su esencia: 
"Tiene una página de Tentativas de agotar un lugar parisino que puede perfectamente resumir su mundo: está sentado en un café de la plaza de Saint-Sulpice y se dispone a inventariar todo lo que ve allí (es decir, se prepara para agotar todo aquello que tiene delante, o al lado, en cualquier parte) (...) quiere ocuparse de "lo que generalmente no se anota, lo que no se nota, lo que no tiene importancia, lo que pasa cuando no pasa nada, salvo tiempo, gente, autos y nubes". 
Experto en esquivar la grandeza, fue un maestro del arte de la atención a lo minúsculo. En ese descenso al territorio de lo pequeño reside paradójicamente su grandeza, que también se apoya en otra paradoja, su afán de que perdure el vacío de la vida: "Escribir es tratar meticulosamente de retener algo, de hacer que algo de todo esto sobreviva: arrancar algunos pedazos precisos al vacío que se forma, dejar en alguna parte, un surco, una huella, una marca, o un par de signos".

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