lunes, 2 de enero de 2012

Me llamo Rojo



                                  
                        ¿Que ilustrador puede soñar siquiera
que la maravilla que ha creado pueda vivir un siglo,
que un día alguien mirará su pintura y lo recordará,
como a Behzat?

Şirin contemplando orgullosa a Hüsrev por la ventana,
Rüstem luchando a muerte con el Diablo Blanco
en el fondo de un pozo.
Todos los intérpretes de laúd pintados
para adornar los misteriosos poemas de Hafiz,
las minúsculas inscripciones colgadas de los muros,
escondidas en los marcos
que se entrecruzan en el interior de la pintura.

Todas las cabezas cortadas de infieles que esperan
pacientemente a un lado mientras el difunto abuelo 
de Nuestro Sultán ataca victorioso una fortaleza enemiga;
todos los cañones, los mosquetes y las tiendas
que se ven al fondo.
Tus shas agonizantes, tus enemigos prisioneros, tus galeones infieles y tus ciudades enemigas.

Todas esas noches oscuras y brillantes que refulgen
como si la oscuridad brotara de tu pincel,
y todas tus estrellas, los cipreses fantasmales y las pinturas en rojo del amor y la muerte,
todo,
Todo desaparecerá.
                                                
Orhan Pamuk    Me llamo Rojo  Pág. 290/1, Cap. 29 

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