miércoles, 16 de noviembre de 2011

Revolutionary Road

de Sam Mendes





Típico drama del vacío que aqueja a un matrimonio de clase media. La verdad es que no soy muy proclive a estos retratos que remedan la vida misma. Los encuentro con poca vida.

Aunque hay que decir que está bien escrito, sin sentimentalis-
mos, bien realizado y sobretodo muy bien interpretado.  Luce lustroso. 
Me quedo con el dibujo y la interpretación de Kate Winslet, que está soberbia. Su personaje tiene carne y sangre, sus impulsos vitalistas y sus frustraciones recuerdan a Emma Bovary. Su tragedia también.

Como suele pasar en este tipo de obras, la película no logra plasmar las sutilezas de la novela. El film elige prácticamente sólo una línea de fuerza: el reverso del sueño americano -trabajo aburrido, vecinos aburridos, matrimonio abrumado por el cáncer del conformismo-. Expectativas todas que conducen a la inanidad.

Hay un momento en la película en que la típica vecina cotilla regala a los Wheeler unos plantones de gardenias. Cuando ocurre la tragedia y vuelve a la casa para enseñársela a una nueva pareja se encuentra las gardenias marchitadas y dice: "¿Qué se puede esperar de un matrimonio que ni siquiera lograr ciudar unas plantas?" Este tipo de detalles son los que faltan en la película.

Me asalta la duda de si es el marido el que se traiciona a sí mismo y a su mujer o si la mujer, al plantear irse a vivir a París, peca de fantasiosa. Quizás ni lo uno ni lo otro. Como en muchos casos lo importante no es a dónde quieres llegar sino el viaje que emprendes. El objetivo no es París, es el viaje, la revitalización.

El contrapunto está a cargo de un gran Leonardo di Caprio, pero también de  Michael Shannon -el vecino neurótico que sale un día a la semana del psiquiátrico y les visita-. Él actúa como conciencia de esos ideales que tuvo el matrimonio, de ese reproche que se te enreda en el corazón cuando ves tus sueños caer en la cajita de las renuncias camino del armario. Amarga.

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