viernes, 21 de octubre de 2011

El Arbol de la Vida

de Terrence Malick

Anoche fui a ver la película y esta mañana me desayuno con que en algunos cines se están devolviendo las entradas a quienes se salen aburridos, desorientados y hasta cabreados. Alucinante.

Bueno, pues la película es valiosa, rica, sugerente y sobre todo poética. No es una obra maestra, está desequilibrada. Tiene un exceso de imágenes que siendo maravillosas resultan reiterativas. Lo que ya se está llamando el "National Geographic" resulta demasiado largo y acaba despistando.

El arco de la película va desde la carta donde se le comunica a la madre la muerte de su hijo, hasta las manos juntas de la misma madre al final, asumiendo por fin la muerte de ese hijo, asumiendo que la vida te da y te quita y finalmente entregándolo. Entremedias queda el dolor de la madre apelando incluso a Dios y la angustia de uno de los hermanos que,  ya adulto, quiere recuperar a su hermano y a su propia infancia.
Es un film abstracto, poético en grado sumo. Hasta tal punto que se olvida de la narrativa convencional. La composición de imágenes y la voz en off nos ofrecen un poema visual, pleno de relámpagos visuales que buscan nuestras emociones.


La película tiene tres partes. La inicial donde se plantea la muerte del hijo y el dolor de la madre. La central donde recuperamos aquella infancia plena de aromas con un padre violento de tan recto y un niño (de mayor Sean Penn) que va descubriendo la vida y sus propias pulsiones.  Y finalmente la tercera, de intensa emotividad. La angustia que nos transmite Sean Penn es honda y su acceso a ese "limbo" donde se reencuentra con sus padres  y hermanos tal como fueron, me emocionó.

La forma de rodar de Malick es apasionante. Tiene tal pretensión de veracidad que logra meter la cámara entre las manos de la madre y el rostro del bebé, como si no existiese. Todo resulta natural, veraz,  emotivo.
Me llama la atención  el papel del viento en sus películas (las altas hierbas de las colinas en La delgada línea roja. En ésta, el jardín y los árboles mecidos alrededor del padre y sus hijos. Ese leve escalofrío que te hacer sentir más consciente de lo que ocurre a tu alrededor, más vivo, más receptor de tu propia circunstancia.

El comienzo de la película ya nos avisa. "Las monjas nos enseñaban que había dos caminos para vivir, el divino y el de la naturaleza". Malick ha querido, y por momentos conseguido, que siguiésemos ambos.
Es una lástima, la gente iba a ver una de Brad Pitt.

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