domingo, 7 de agosto de 2011

Pa Negre

de Agustí Villaronga







Ya en la primera secuencia se muestra un crimen brutal donde aflora la venganza. La noticia llega a la aldea. Unos callan, otros se esconden, muchos temen. El tono está dado.

La película indaga en el microcosmos de una aldea perdida en la montaña, todavía reciente la guerra civil. Una caldera donde se van cocinando odios y venganzas.
Los niños sólo intuyen. Me fascina el modo en que se presenta el bosque, rodea al pueblo y conforma un espacio de libertad y mito: allí pueden fugarse para compartir confidencias, allí están escondidas las cajas donde los niños guardan sus promesas, allí  mora un asesino quimérico al que nadie ha visto.


Las humillaciones de los vencedores a los vencidos, el hambre, finalmente la traición. En ese ambiente opresor todas las relaciones están envenenadas.  El pan negro se convierte en símbolo, es el pan que se da a los vencidos para pudrirles las entrañas y los ideales.

La película nos presenta al principio dos vertientes y luego se decide por una. El crimen inaugural despeñando un carromato después de haber asesinado salvajemente al arriero y su caballo es espeluznante. El criminal, anónimo bajo un poncho de agua, queda simplemente como referencia para el resto de la película. Luego el drama rural, los odios viscerales entre nacionales y rojos, los bajos instintos (el maestro que abusa de una niña, el alcalde que acosa a la madre del niño protagonista, Andreu. O la joven Pauleta que aun siendo de familia republicana se acuesta a escondidas con un guardia civil).

Cuando al poco de comenzar la película, aparece un subtítulo "Historia del asesino de pájaros" no te esperas quién será ese asesino. Andreu, como su padre, se desvive cuidando a multitud de pájaros y es aleccionado por él sobre los ideales de libertad y justicia.
Pero el padre también participó en un crimen poco edificante. Andreu junta los hilos, los silencios y las medias verdades y en un momento dado tiene una especie de ensoñación donde percibe la verdad. Ya no quedan héroes ni ideales.

La trama es densa y de un profundo dramatismo. Los personajes y los lutos se cruzan en una atmósfera amenazante. La ambientación es maravillosa. El paisaje, las casas, los bosques y las grutas. Nos ofrece un mundo cerrado y opresivo donde los misterios, las mentiras y la cantinela de los vencedores prefiguran la tragedia.

Otro capítulo a subrayar son los actores, todos inspiradísimos. Brilla especialmente María Comas en el papel de Nuria, la niña manca que a sus pocos años ya destila resentimiento: quiere huir de todo aquello, pero antes quisiera incendiarlo hasta la raíz. Tiene un punto de bruja, "mano muerta, mano muerta, abre esta puerta" y deja que el maestro  pedófilo juegue con su "cajita de los secretos". Los padres de Andreu, interpetados por Roger Casamajor y Nora Navas.  También Sergi López como alcalde y Eduard Fernández como un cínico maestro que cercenó sus propios sueños.

Hay dos personajes que pululan alrededor del niño y dotan a su historia de un halo de misterio. La niña manca, Nuria, y el "ángel". Un joven soñador y tuberculoso recluido en un monasterio. Andreu le ayuda con comida y él a su vez le ofrece las primeras pistas sobre el crimen de su padre.

Rodeado de mentiras y traiciones, finalmente el niño también se convierte en un monstruo. Ejecutado su padre, acepta ser adoptado por "los amos" y acudir a los escolapios. Una vez allí, de uniforme y bien engominado, en una de las visitas le dice a su madre que no lo visite jamás.  

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