domingo, 31 de julio de 2011

The Comittments

de Alan Parker





Hay un relato, de los muchos y formidables que escribió Bioy Casares, que cuenta cómo un niño efectuando un acto inane, cotidiano y por lo tanto secreto,  sin darse cuenta salva al mundo y conculca la aparición del diablo. Un mínimo instante, inocente, pleno de magia deja apenas entrever el cataclismo que pudo haber sido. Del mismo modo,  en un instante de hora y media,  asistimos a lo que pudo ser un grupo musical de éxito apabullante.  Pero no pudo ser. La película es precisamente el relato de eso que dicen "que nos quiten lo bailao" o "fué cojonudo mientras duró".

Las expectativas de hacer música, los deseos de triunfar, el proceso de germinación de un grupo nos permite conocer sus miserias y grandezas. Sus destartaladas casas y familias (estamos en la England años 80), sus impetuosos ánimos y sus tropiezos.

Hay películas enteras contadas en minutos. Las tensiones entre ellos y los ensayos. Los primeros bolos (y sus broncas) en barrios obreros. La situación familiar de cada uno.

Me sigue resultando fresca, desenfadada y vitalista. La figura de Jimmy, el manager, es fundamental. Genera dinamismo y nos abre las puertas de todos los garitos. La mitología de los músicos legendarios nos la sirve el viejo trompetista Joey "El Labios" Fagan, que se suma a la troupe con sus mil anécdotas:
–El Señor me dijo que los hermanos irlandeses necesitaban soul. Bueno, Ed Wimchell, un reverendo bautista de la avenida Lennox, en Harlem, me lo dijo; pero el Señor le dijo a él que me dijera que los hermanos irlandeses dejarían de darse mutuamente por el culo si tuviesen soul. (Joey "El Labios")

Un puñetazo de soul en la ciudad. El soul es un grito de rabia. Por eso eligen este estilo y la selección musical es para disfrutar.
–No crees que…
–¿Qué?
–Pues que… quizá haya que ser negro para hacer esas cosas
–¿No lo entendéis, chicos? Los irlandeses son los negros de Europa, y los dublineses son los negros de Irlanda, y los dublineses del sector norte son los negros de Dublín. Así que decidlo una vez y decidlo gustosos: “Soy negro y estoy orgulloso.” (Dean Fay a Jimmy Rabbitte)

sábado, 30 de julio de 2011

Secretos a Voces

de Alice Munro

Llevaba tiempo queriendo leer a Alice Munro. Mi primer contacto con ella ha sido desconcertante. Me ha costado entrar en el libro. Se trata de historias largas, que se desarrollan con la parsimonia de una novela que va hurgando en cada personaje como si tuviese 500 páginas por delante.

En "Han llegado naves espaciales"  la trama se desarrolla en la juventud y en el desenlace son ya adultos que vuelven al pueblo para comprobar el paso del tiempo, la inanidad de sus vidas. En "Estación de viacrucis" ocurre lo mismo. La narración abarca el arco de toda una vida. El relato concluye en la vejez. La última vuelta de tuerca es para comprobar que la vida se sigue derrumbando, las traiciones se convirtieron en cicatrices y lo que fuimos aparece tan remoto como algo ajeno.

Me desconcierta que los desenlaces se produzcan en un anticlimax. Casi nunca hay un punto final, sino un punto y seguido. No son cuentos al uso. Los personajes son cotidianos, casi vulgares, nada heroicos, ni turbios.

La escritura es precisa, fluye con naturalidad. Las historias suelen tener un bucle inicial. Una situación donde confluyen varios personajes. Conocemos a cada uno y finalmente al protagonista, hasta volver a la situación inicial, pero ya con los personae  reconocibles. 
Otra vía de acceso al personaje es la indirecta. Conocemos los hechos a través de cartas que se intercambian dos personas. Aquí la autora demuestra su maestría ya que se leen con verdadero interés y fruición. 

Uno de los cuentos que más me ha gustado ha sido "Estación de viacrucis". Creo que aquí está toda Munro. Es detallado y largo como una novela. No tiene la tensión de un cuento pero sí mantiene el interés. Los personajes son un tanto excéntricos pero muy cotidianos. Aunque se enfrentan a la vida en condiciones muy duras, en medio del bosque y la nieve, no hay heroicidad. Incluso hay una aceptación casi animal. En muchas ocasiones hecho en falta la emoción.  La vida les atropella, los endurece, se defienden como pueden, pero no hay emoción.

Creo que estas son las dos diferencias con Alistair Macleod. Allí son cuentos tensos y la peripecia de las personas muchas veces condicionados por el entorno natural (también Canadá) sí me producen emoción.

Munro huye de alharacas. Incluso en la "Virgen albanesa", con dos historias cruzadas, una de ellas de supervivencia en una inhóspita tribu; no fuerza la narración exótica. La aventura  se resuelve desde una intimidad sosegada, que duda si es realidad o sueño.
En "Secretos a voces" se produce la desaparición de una niña. Imperceptiblemente, a través de un sueño y sin identificarlo plenamente, la protagonista entrevé el crimen, lo que sucedió. Pero no suenan timbales y clarines. Esa visualización borrosa queda empañada, no trasciende. Otro de los que me ha gustado ha sido "El Jack Randa Hotel". El aburrimiento, la postergación de la felicidad, la protagonista abandonada por su marido y su decisión de aventurarse tras él. En la ciudad de destino, aprovecha una circunstancia favorable para suplantar a otra mujer y así poder cartearse en secreto con él mientras vive a dos calles y lo espía. La vida como un juego extraño. Me recuerda al relato "Wakefield" de Hawthorne.


En vez de "Secretos a voces" quizás tendría que haberlo titulado "A voces en secreto". Cada vida grita, cada alma lucha titánicamente, pero impera la vida simple, modesta, tiránica. En su partitura no existe el vivace o el presto. Esta es otra característica de Munro. Y para percibir esas vibraciones íntimas, la sintonía en la lectura ha de ser finísima, total.

Libidissi

de  Georg Klein

Extraña y atractiva novela que mezcla el estilo de dos autores tan diferentes como Le Carré y Kafka.

Un espía es advertido de que va a ser sustituido. Sospechosamente, la central no se lo ha comunicado. Es verdad que él se ha integrado en demasía. Ha cambiado el hotel oficial por una casucha en el barrio de curtidores, es cliente fiel de los baños turcos -verdadero mentidero de la ciudad- y ha recogido de la calle a una niña enfermiza que vive con él.

La novela nos ofrece el relato desde dos puntos de vista. Tal y como se refiere a sí mismo, "yo=Spaik" es el viejo y gordo espía a sustituir y nos relata su forma de vida, lo que ha llegado a conocer de la ciudad, su reciente historia y la amenaza que se cierne sobre ella. Faltan pocos días para el aniversario de la muerte de un líder espiritual y revolucionario que expulsó a los occidentales. De otro lado -y también en primera persona- uno de los dos espías que llegan, camuflados como representantes de la ONU, dispuestos a encontrarlo y sustituirlo.

La alternancia de ambos puntos de vista produce una especie de movimiento que nos mece. Es muy curioso cuando los dos coinciden sin conocerse y recibimos el relato duplicado de ese mutuo extrañamiento.  

La acción, los entresijos, las consignas nos remiten a Le Carré. Pero la descripción pesadillesca de la ciudad, con barrios como el de Goto donde los extranjeros no pueden entrar, el barrio de los egígeos circundado por un dédalo de calles inexpugnable o incluso la buhardilla que habita Spaik, rememoran los sombríos ambientes kafkianos. Sin olvidar la presencia constante y ominosa del líder muerto Gahis.

En la religiosidad de Gahis, sus normas para la comida, el vestido, el odio al extranjero, etc. podemos entrever un trasunto del islamismo radical. Pero ni el país, ni la época (aunque el año 2.000 es un recuerdo), ni la religión están identificados. Existen pocos o ningún asidero a la realidad. La ciudad es Libidisi, pero el nombre no aparece sino hasta la página 200. El autor nos hace habitar un mundo sombrío, cerrado, remoto, exótico y preñado de amenazas.

La ciudad es laberíntica, los personajes son laberínticos, las comunicaciones son laberínticas y verdaderas antigüallas. Spaík, ya no sabe exactamente quién es o qué hace en Libidisi, Freddy que regenta los baños donde se producen todo tipo de encuentros y negocios, es a su vez un antiguo espía.

Hay seres y zonas con un aura oscura y  mítica como Gahis, que murió después de dirigir una sangrienta revuelta. El barrio de Goto, absolutamente prohibido a los extranjeros que sólo pueden visitarlo escondidos en los bajos de un carromato. La bellísima directora del Hotel La Esperanza, el joven que se hace pasar por muchacha -Leila Calvin- y trafica con informaciones, sexo y la droga local chug. Una droga que lleva hasta el borde de la muerte a los occidentales porque carecen de una enzima para metabolizarla.

 Extraña y fascinante.

El Lémur

de Benjamin Black

Negra y entretenida novela de secretos familiares que acaban aflorando. John Glass es un periodista que ha abandonado su carrera al casarse con la hija del Gran Bill Mulholland, antiguo agente de la CIA y ahora supermillonario e influyente hombre de negocios. Su suegro le encarga redactar su biografía y Glass contrata a un investigador para que le ayude a documentarse, el cual a los pocos días aparece asesinado.

Novela de escasos personajes, ni media docena, que establece un mundo cerrado, de abrumador pasado donde hay suidicios, adulterio y venganzas. El autor va delatando los engranajes de esta familia y con gran habilidad resalta aquí y allá un clic más agudo que nos remite a un recuerdo o establece una relación insospechada.
El autor añade en cada capítulo un punto de interés, un gesto, un detalle, una llamada que nos invita a la propia deducción.

Glass sabe que remover el pasado puede ser muy peligroso. En su conversación con el investigador, éste ya le había avisado:
"...voy a tener que decirte, con todas las letras si hace falta, que todo el mundo guarda sus secretos, y sobretodo guarda sus culpas". (pág. 22).
El género criminal suele ser cínico y sentencioso. La novela juega y brilla también con estos elementos:
"Lo malo de fumar era que el deseo de fumar resultaba mucho mayor que la satisfacción que se obtenía". (pág. 24)
"Eres irlandés -dijo ella- no me irás a decir que no es posible que alguien se sienta culpable por más que sea inocente del todo" (pág. 160)
"Las mujeres ven en sus parejas a un hombre que nadie más acierta a ver" (pág. 148)
Benjamin Black, es notorio, esconde al notable escritor irlandés John Banville. Su forma de escribir es elegante y precisa:
"El silencio que siguió a su pregunta fue un abismo al que ambos se asomaron un momento antes de dar un rápido paso atrás"(pág. 24)
Los personajes se escoran e interfieren de un modo tan ambiguo que el abrumado periodista -ante la clave de la situación- intenta explicar a su amante:
"Hay un experimento  que los científicos realizan a veces y que consiste en lanzar una partícula atómica contra una superficie en la que hay dos estrechas ranuras, y esperar del otro lado de la superficie a ver qué pasa. Lo que pasa es que se forma un patrón de interferencia, como si la partícula no fuese una partícula, sino una onda. Dicho de otro modo, esa partícula única parece entrar al mismo tiempo por ambas ranuras, con lo cual -rió- es como si interfiriese consigo misma." (pág. 192)

viernes, 15 de julio de 2011

La decisión de Sophie

de Alan J. Pakula



Un escritor llega a Nueva York y allí conoce a Sophie y Nathan. Ella es polaca, católica y estuvo en un campo de concentración nazi. La decisión del título tiene que ver con una tragedia que sufrió siendo prisionera.

La película destila emoción a raudales. El palacio rosa, casa donde viven los tres de alquiler, la vitalidad de Nathan, la belleza y el cariño desinteresado de Sophie, la pasión de los tres por la literatura y la vida. Pero todo tiene su cruz. Sophie arrastra su tortuoso pasado y Nathan esconde un desequilibrio mental.
Es una hermosa película con espléndidos momentos que alterna escenas vitalistas con otras atormentadas. Sus personajes anhelan una vida plena, buscan la armonía, la amistad y el amor les desbordan.

 El rostro de Sophie,  en primer plano, mientras desgrana el relato de su tragedia es maravilloso. Interpretado con poderío, mirando a cámara y con un color que parece un cuadro de los  prerrafaelistas.
En un momento de la película degustan un poema de Emily Dickinson. En la trágica escena final, el escritor lo vuelve a leer: 

Que la cama sea amplia
que esté hecha con cuidado,
esperad en ella.
Que la sentencia del juicio final
sea serena y perfecta,
que el colchón sea blando,
que la almohada sea redonda,
que ningún ruidoso amanecer
perturbe este tierra.




En la historia del cine encontramos momentos de inusitada emoción cuando los protagonistas comparten un poema. Es como si el autor no encontrase mejor modo de trenzar a sus personajes y sus emociones que un poema. También Elia Kazan lo encontró en "El esplendor en la hierba", para un amor apasionado entre Natalie Wood y Warren Beatty.

Las últimas palabras del escritor mientras abandona la ciudad son maravillosas:

"Me desprendí de la rabia y de la pena que sentía por Sophie y Nathan y por muchos otros que fueron tan sólo una parte de las torturadas, traicionadas y martirizadas criaturas de la tierra....levanté los ojos y vi que aquel no era el día del juicio final, era sólo una mañana, una mañana serena y perfecta."

miércoles, 6 de julio de 2011

Residuos

de Tom McCarthy


En los procesos febriles que sufrí de niño, solía tener una pesadilla recurrente que yo la resumía con la expresión, "la realidad se vuelve de corcho".

Me encontraba casi siempre en lugares solitarios y las calles y los edificios se distorsionaban y hacían gigantescos. Las calles se empinaban, las aceras se despeñaban como precipicios y un agudísimo pitido acompañado de una ominosa sensación de peligro me apretujaba contra el suelo como un insecto.

Por ello desde siempre -creo que tenía 16 años cuando ví uno por vez primera- me han subyugado los cuadros de Chirico. También la escenografía onírica que Dalí montara para Hichtcock en "Recuerda" me resultaba familiar.

Un poco de lo mismo me ha sucedido con esta novela, donde un joven tiene un accidente con algo caido del cielo. En compensación por su silencio recibe 8 millones de libras. Este aspecto permanecerá para siempre en el misterio. Pero el accidente le deja secuelas neurológicas que distorsionan su percepción de la realidad.  En una fiesta  tiene un déjà vu al contemplar una grieta en la pared: todo un edificio con cada detalle arquitectónico, las calles adyacentes, las personas actuando.....Decide que ha de reproducir la escena, que en ello le va la vida.

El tiempo, el dinero, el vacío a su disposición; todo conspira hacia la reconstrucción obsesiva de estas escenificaciones. Compra y transforma edificios enteros, contrata figurantes, fija cada frase y  cada acción con precisión milimétrica buscando un efecto revelador:  saber quien es, quién fue o quien pudo ser.

La crítica inglesa habló de thriller existencial y crítica al consumismo. Creo muy acertado el adjetivo existencial. El libro llega a ser hipnótico si de verdad te sumerges en su propuesta. Y también puede ser vertiginoso si las percepciones que delata logran que te asomes al precipicio sobre el que la vida deambula.

sábado, 2 de julio de 2011

Exterminador 17

de Bilal y Dionnet

Dispuesto a releer los cómics de uno de mis autores favoritos -Enki Bilal-, he querido empezar por uno de los más antiguos. Este album me reafirmó en la opinión de que la historieta adulta está hecha para la ciencia ficción. La historia en sí es sencilla. Unos androides -los exterminadores- son usados en las guerras. Cuando no sirven se les desactivan y perecen irremisiblemente.  Uno de los creadores de esta tecnología,  al morir, se traslada a uno de ellos  -Exterminador 17- y se plantea liberarlos.

Pero la historia de redención personal ocurre en un universo peculiar con mensajeros holográficos, naves genéticas que pululan por los mundos mientras en su interior se suceden las generaciones, sectas como los neo-maniqueos, asteroides donde se vive y viste como en el western, etc.....Todo un montón de ideas, a veces sólo apuntadas sobre razas, planetas y dioses,  que nos transmiten las preocupaciones humanísticas de Dionnet en un mundo supertecnologizado.

Y además está el dibujo de un inicial Bilal, donde podemos apreciar al maestro Moebius y también al posterior y brillantísimo Juan Giménez. Bilal siempre me pareció un superdotado: trajes, naves, cuerpos, espacios poseen una personalidad fascinante para mí. Que sigue vigente en este clásico europeo de la ciencia ficción.

Batman Año Uno

de Frank Miller y David Mazzuchelli



Ahí es nada. Después de tantos años, películas, dibujos animados y aventuras sin fin, nos llega el señor Frank Miller y se dispone a volver a contarnos el comienzo de Batman. Siempre se ha dicho que todas las novelas son al fin una historia de amor y que lo que cambia es la forma de contarlo. Pues eso.


¿Y qué nos ofrece Miller?  Una narrativa propia evidentemente. Narración introspectiva, del proceso mental de los protagonistas. Ellos caminan por los callejones y nosotros escuchamos sus pensamientos, lo cual nos remite por supuesto al modo narrativo de la magistral Sin City.  Y por otra parte las múltiples historias que se entretejen hasta confluir en el escenario de todos conocido. Porque esa es otra, asistimos al nacimiento de Batman en paralelo al encumbramiento del Comisario Gordon. Las dudas sobre su propio rol, los primeros patinazos e incluso las primeras heridas. Hay una tercera historia de regalo que se narra en paralelo, el nacimiento de Catwoman. Ahí es nada.


Este florecimiento de héroes se produce en el humus putrefacto de una ciudad que se viene abajo, carcomida por la corrupción policial (esta sería la cuarta historia, la lucha del teniente Gordon contra las corruptelas del detective Flass, dispuesto a que se someta a sus tejemanejes por las buenas o por las malas) y la delincuencia.



Así que tenemos una historia de superhéroes, pero absolutamente anclada en una realidad palpitante. Vemos a Bruce salir en vaqueros en su primera noche de lucha. Vemos a Gordon  engañando a su mujer. La trama de corrupción policial casi parece de cine negro. Este es uno de los aspectos más atractivos para mí. Otro es la forma de trabar las cuatro historias. Y ya he señalado su narración introspectiva. Marca de la casa.

La acción comienza un 4 de enero, llegando a Gothan  tanto Bruce Wayne como el teniente Gordon, cada uno por sus medios, cada uno con sus problemas. Se inicia el juego que concluye  un 3 de diciembre. Entremedias encontramos prostitutas, mafiosos y espléndidas viñetas como las que ilustran las carátulas de cada uno de los cuatro capítulos en que se divide el cómic o la primera aparición de Batman entre neblinas e incluso alguna viñeta de un bar denominado Hopper, cuyo trazo homenajea al pintor homónimo. Recomendable.