domingo, 5 de junio de 2011

La Reliquia

de Jose Eça de Queiroz


Leer a Eça de Queiroz siempre tiene premio. Me gustaron mucho "La ciudad y las sierras" (novela de recuerdo perdurable) y sus cuentos. En esta novela volvemos a tener al protagonista entre dos mundos: Lisboa y Palestina.

En la novela seguimos las andanzas de Teodorico El Raposo que, habiendo quedado huérfano de niño, es recogido por su tía Dña. Patrocinio en su casona de la Lisboa decimonónica. Los curas que rodean y halagan a la anciana le enseñan que siempre hay que decir que sí a la tía. Y más, si se mantiene lejos de las faldas y adicto al rosario sacará tajada de la herencia. De cara a la galería así lo hace aunque por detrás lleva una vida licenciosa. Una vez licenciado de la Universidad, la tía Patrocinio lo envía a los Santos Lugares en su nombre, como peregrinación para lograr venias y traerle una reliquia que la acompañe y cure sus achaques.

El viaje cobra tintes picarescos. Las relaciones con una inglesa en Egipto, la paliza en el hotel de Palestina por atisbar a otra mujer a través de la cerradura, la descripción desacomplejada de los Santos Lugares como polvorientos, inhóspitos, atestados de malandrines, pordioseros y mendaces vendedores de reliquias.


Es verdad que puede pasar por una novela moralista, toda vez que la inversión de toda su vida por ganarse el premio de la herencia no obtiene réditos. La escena en que le habla su Conciencia ("la hipocresía no obtiene ganancia", le susurra) tiene ese regusto. Pero no hemos de olvidar que su descreimiento es total y que incluso en ese momento lo tiene claro que quien le habla no es Dios.

Como en muchas otras ocasiones, la narración tiene la forma de unas Memorias, como siempre el estilo de Eça resulta diáfano y su mirada certera para iluminar las pasiones del corazón humano.
Junto con su juventud disoluta en Lisboa, mantenido por su tía y rodeado por una sociedad pacata y beata; lo mejor de la novela es el viaje temporal que le permite vivir en directo la pasión y muerte de Jesucristo. Ahí está toda la potencia narrativa de Eça en la reproducción de unos momentos históricos desde un punto de vista muy original y desapasionado. Nos presenta a los actores principales de espaldas a la trascendencia, sumidos en su cotidianeidad más mostrenca y miserable.

El diálogo entre el Rabí Robam y Poncio Pilatos es revelador. Retrata la política de Roma y la sagacidad fariseica que con ladinos sofismas doblega la voluntad del romano, que es dejar libre a Jesús.
Un sano descreimiento guía al protagonista y nos acerca con sandalias llenas de polvo a las calles y a las plazas donde se ventila la Pasión de Jesucristo. Y el caso es que esta relectura de los Hechos nos ofrece un punto de vista muy original e incluso sorprendente si nos atenemos al relato de la Resurección.

He aquí un ejemplo del retrato que se hace de la religión:
"Pero luego el festivo Potte me explicó que aquellos hombres serios que fumaban en pipa eran soldados musulmanes que custodiaban los altares cristianos para impedir que en torno del Sepulcro de Jesús se agrediesen por superstición, por fanatismo o por envidia de las limosnas los sacerdotes rivales que allí celebraban sus ritos opuestos" (pág. 98)

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