sábado, 28 de mayo de 2011

Los misterios del lago asesino

de Robert van Gulik

No sé si conocéis al juez Di, pero dentro de la novela criminal y de detectives su figura resulta original y exótica.

Robert van Gulik era un diplomático holandés que estuvo destinado en China y Japón, de donde fue evacuado durante la 2ª Guerra Mundial. Al terminar la guerra viajó a EEUU como canciller en Washington. Finalmente fue nombrado embajador de Holanda en Japón.

Su pasión por la cultura oriental le convirtió en un gran conocedor de su historia, arte y tradiciones. Es muy conocido su libro "La vida sexual en la antigua china".
Según él mismo reconoce, cayó en sus manos una serie de manuscritos donde se relataban hechos criminales y sus actas de investigación. Así que con la inspiración de estos crímenes históricos y la figura del juez Di, Robert van Gulik ha trenzado una serie de novelas con un gusto muy especial.
Según él mismo relata en el Epílogo, el Juez Di fue uno de los grandes detectives de la antigua China. Se trata de un personaje histórico, estadista en la dinastía Tang. Su nombre completo era Ti Yen-tsie, y vivió entre 670 y 700 de nuestra era.

Como en todas sus novelas, aquí se trenzan también tres asesinatos. Recién llegado el juez a su distrito de Han-yuan, es invitado a una fiesta en un barco floral. El lago por donde navegan guarda muertes y misterios. En la cena conoce a los hombres más representativos del lugar. Allí mismo aparece asesinada una bailarina cortesana que previamente había susurrado al juez la necesidad de hablar con él sobre una conspiración que se estaba fraguando. Además cita un problema del juego de damas.


A este misterioso caso no tarda en añadírsele la desa­parición de otra joven recién casada y el asesinato de un carpintero. Todo ello lo afronta el juez Di con su astucia y ponderación habituales. La sagacidad y la penetración psicológica son sus armas más reconocibles. La investigación incluye túneles secretos, claves escondidas en el tablero de damas, intrigas políticas, oscuras pasiones y hasta una secta -El Loto Blanco- que se creía exterminada.

Al atractivo de semejante investigación se añade el remoto ambiente cultural e histórico. Conocemos el papel del juez como administrador del distrito, investigador y fiscal. Junto a él accederemos a las calles de los artesanos, al barrio de las prostitutas y asistiremos al funcionamiento del engranaje administrativo imperial. En cada novela el autor nos presenta un epílogo donde abunda en los usos y costumbres chinas y en la base histórica que tienen los casos que presenta. Las sesiones de los juzgados eran abiertas al público, a la puerta de los juzgados existía un gong que cualquiera podía hacer sonar para avisar que quería poner una denuncia. La ley china no declaraba a nadie culpable si no confesaba su crimen; por eso mismo se permitían los latigazos y la tortura....pero si el acusado sufría daños permanentes o moría, se castigaba al juez, etc.

Las novelas del Juez Di se leen de un tirón. Muchas de sus aventuras aparecen trufadas de monjes, sectas, nobles y prostitutas. Nunca falta un ligero toque erótico.
De la serie, mis preferidas son El Monasterio Maldito, El Misterio del Pabellón Rojo, Los asesinos de la Campana China y La Perla del Emperador, además de la presente.

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