jueves, 31 de marzo de 2011

Brick

de Rian Johnson


Sorprendente película del novato Rian Johnson que muy solventemente escribe y dirige una historia que reproduce los códigos más clásicos del cine negro, al estilo de un Hammett o un Chandler.


Un joven recibe una llamada de su ex-novia pidiendo ayuda. Está metida en drogas y mafias. A continuación aparece muerta.
La acción ocurre entre jóvenes de un instituto, pero resulta perfectamente creíble.
El joven (estupendo Joseph Gordon-Levitt) comienza a hurgar en un submundo que le recibe con palizas, amenazas, traiciones y, aunque jóvenes, perfectas mujeres fatales jugando sus cartas más tradicionales, de seducción y engaño.


La trama resulta absorvente y alambicada, al estilo de El sueño eterno, con multitud de personajes con cuentas pendientes entre ellos y cuyos intereses se van cruzando y enredando alrededor de un ladrillo (brick, en inglés) de droga.


La película cuenta con un cabecilla mafioso que viste capa y bastón, un matón amante de los puños y otro, amante del puñal. El joven detective, solitario y desaliñado, va encajando las palizas y amenazas mientras hace su juego, utilizando a los demás, propalando medias verdades y contando con el apoyo de un empollón que le hace las veces de documentación y seguimiento.


Ingredientes todos del mejor y más clásico cine negro, donde cada personaje juega con las cartas marcadas.
Con todo merecimiento, la cinta fue muy aplaudida en el festival de Sundance, donde recibió el premio especial de jurado (2005)

martes, 29 de marzo de 2011

Chico y Rita

de Fernando Trueba y Javier Mariscal






¡...Uhmmm, qué lástima! Qué maravilla de película si hubiesen dado un paso más. Una historia de amor. La Habana, años 50. Los músicos cubanos rumbo a Nueva York........y la música inundándolo todo.

Todos los ingredientes para el deleite. Incluidos unos dibujos que otros discuten, pero yo no: convincentes, cálidos, carnales. Yo disfruté de la película, me recreé y hasta me emocioné con el final, esa especie de recogida de velas que a todos nos acecha.

Creo que el esfuerzo, la concentración se fueron en el diseño y la música que son maravillosos, pero dejaron la historia y los personajes huérfanos, embrionarios.....Y el caso es que ahí están: Una historia de amor de encuentros y desencuentros, una historia de músicos a la búsqueda del paraíso, un momento histórico evocador. 

Pero el hilo de la historia es tan delgado que no te da tiempo a engancharte a los personajes, a sufrir con ellos. El contraste del frío neoyorkino con el calor del trópico, del arte con el capitalismo no te muerde, sólo está apuntado, ¡qué lástima! Qué película tan hermosa queda apuntada.

sábado, 26 de marzo de 2011

La Ciudad

de Mario Levrero

"No se puede leer La Ciudad sin un sentimiento de desasosiego que en muchos pasajes linda con una forma amortiguada pero persistente de exasperación. Y sin embargo, la superficie del relato es de una perfecta neutralidad, de una transparencia expositiva y sintáctica que no se altera en ningún momento, y en la que no hay adornos ni golpes de efecto. La novela se abre con unas palabras de Kafka que aluden a una ciudad hipotética o inasible, y esa cita, más que una intención, lo que marca es una cierta tonalidad. Como en las fábulas de Kafka, en La Ciudad apenas hay asideros espaciales o temporales que delimiten la historia, y su narrador, su dudoso protagonista, que no tiene nombre, se mueve por una geografía despojada de ellos.

Desde la primera línea de este libro singular uno ya está plenamente instalado en el desasosiego: todo lo que se cuenta es vívido y preciso, pero también es abstracto, e intuimos que posee una lógica oculta, pero en apariencia los hechos y los lugares no se organizan en un sentido previsible.

Un hombre llega a una casa para instalarse en ella, pero la casa pertenece o ha pertenecido a otros y lleva mucho tiempo cerrada, y el orden de los muebles, como fosilizado por el tiempo, desconcierta al nuevo habitante, que debe pasar en ella la noche, pero no tiene luz eléctrica, ni esperanza de comodidad, porque todo está empapado, tan húmedo como el aire de la noche lluviosa, a la que él sale, sin meditarlo mucho, en busca de un almacén donde comprar algunas cosas.

Desde el principio de La Ciudad el lector se ve sometido a una rara discordia entre la avidez de continuar la lectura y un impulso de interrumpirla y abandonarla, parecido al deseo o a la urgencia de despertar que nos inquietan en el interior de algunos sueños. Queremos saber qué va a ocurrirle a ese hombre perdido, tan perdido como los niños en los bosques de los cuentos, queremos que se seque su ropa, que encuentre su casa, que consiga fumar un cigarrillo, y lo que nos exaspera no es que le cueste tanto culminar sus propósitos, hasta los más nimios, sino que se tome los contratiempos que sufre con una calma o una indiferencia que para nosotros, los lectores, es imposible.

En Mario Levrero intuyo un fondo denso de amargura: la mujer rozada y casi ofrecida y de pronto inalcanzable, la búsqueda por un laberinto de pasillos y puertas cerradas y escaleras sumergidas en la oscuridad, los campos desolados sin huella de presencia humana, la carretera que no parece que lleve a ninguna parte, el tren con las puertas cerradas. Igual que en Franz Kafka, la ley es oscura, pero la culpa es cierta, y el castigo -el destierro- inevitable."

Prólogo de Antonio Muñoz Molina en la edición de Plaza&Janés, 1999

martes, 22 de marzo de 2011

Los Juegos del Hambre

de Suzanne Collins


Si buscas una lectura adictiva que te mantenga enganchado un par de semanas (mi hija se los leyó en menos de una), aquí tienes la trilogía "Los Juegos del Hambre". Se lee en un suspiro arrastrado por una riada de acción y giros argumentales que te crean "vicio". Se trata de uno de esos éxitos crossover, que trasciende los límites del público juvenil al que va dirigido.

Nos encontramos en un futuro donde sólo existe Panem, un país dividido en 12 distritos bajo el férreo control del Capitolio que los mantiene sometidos. Tiempo atrás se produjo una revuelta de los distritos que el Capitolio aplastó. Desde entonces una vez al año se celebran los Juegos del Hambre. Cada distrito elige una pareja de representantes que han de luchar a muerte.

Nos encontramos a una protagonista que es la que lleva el peso de la narración, Katniss. Rebelde, cazadora en un bosque cercano a pesar de estar prohibido, que acaba presentándose voluntaria a los Juegos cuando resulta elegida su hermana pequeña.

La aventura tiene un carácter muy personal: la protagonista se debate entre luchar o sacrificarse, también se debate entre dos amores y entre el protagonismo no deseado y el giro de los acontecimientos que terminan constantemente colocándola en el vórtice donde se decide el curso de los hechos.

Parece que éste es el primer libro que, ya explotada la veta de la fantasía y el terror, apuesta por la ciencia ficción. Aunque la especulación es muy escueta; se ciñe a dibujar el escenario de un futuro posible. Lo más granado de la narración tiene que ver con la lucha por la supervivencia en condiciones muy adversas. Se desarrolla en dos líneas, por un lado el devenir personal de Katniss, su lucha por sobrevivir, por ayudar a los suyos y por otro lado cómo ciertas acciones suyas constituyen la chispa que hace germinar una nueva revuelta de los Distritos.

Siguiendo los cánones de la tragedia, la heroína lucha con honestidad, también con compasión y siempre esclava de unos acontecimientos que no controla. Cada página es un ejercicio de supervivencia luchando contra el hambre, contra leyes injustas, contra unas condiciones de vida míseras, contra los otros "tributos" en los Juegos, contra la naturaleza.

El otro cabo del relato es la propia revuelta que se va fraguando como telón de fondo. Al estar viéndolo todo a través de los ojos de Katniss, nos vamos enterando poco a poco y mediante sorprendentes revelaciones, de lo que realmente está ocurriendo en Panem.

Un poderoso atractivo de la novela es la personalidad de Katniss, sometida a situaciones extremas, a la duda de su papel en el gran juego; agobiada por el recuento constante de sus deudas con los que se sacrifican para ayudarla.
Otro atractivo innegable son las escenas melodramáticas que periódicamente afrontamos: cuando se presenta voluntaria sustituyendo a su hermana, cuando asiste impotente a la muerte de la menuda Ru que la ayudó incondicionalmente o durante el idilio con Peeta para favorecer su supervivencia y otras más. Son escenas recreadas, sin duda, con una vívida emoción.

Aunque liviana también encontramos una reflexión sobre la opresión y la injusticia. Cualquier aspecto de la vida cotidiana está vigilado por policías y cámaras, los Juegos son televisados obligatoriamente, lo que nos remite a "El gran hermano" de G. Orwell. También a una crítica de los reality televisivos.

Creo que gusta a un tan amplio espectro de público porque nos ofrece al paladar lo que en tiempos ofrecía el folletín, el novelón de aventuras de capa y espadas o de piratas: aventuras, héroes, amor, peligro y revolución contra el poder estatuido. Los personajes están muy bien dibujados, la heroína principal nos arrastra a la acción, compartimos con gusto sus andanzas y valores, las sorpresas y giros en la trama son constantes, los detalles de las peleas o de la supervivencia en plena naturaleza son detalladas y no carecen de interés y el hilo conductor del "sinsajo" como símbolo tiene un atractivo innegable, primero con carácter personal y luego de toda la revolución.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay

de Michael Chabon

Novela redonda y amena donde las haya, con unos personajes y un contexto histórico de lo más sugerente. El autor nos relata las andanzas de dos judíos que inician su juventud en los albores de la 2ª Guerra Mundial. Clay nacido en N. York recibe en su casa a Kavalier, huido de Praga justo cuando los nazis comienzan a encerrar a los judíos en el guetto. La novela se articula en tres épocas: la vida de Kavalier en Praga, su aprendizaje de las artes mágicas y su huída en el mismo ataúd que el Golem; la unión de ambos en N. York justo en el nacimiento del cómic como arte popular de masas en el que ellos mismos participan. Estas dos épocas mantienen el nexo de Thomas, el hermano menor al que Kavalier dedica todos sus esfuerzos y dinero para traerlo desde Praga consigo. El barco donde finalmente Thomas cruzaba el Atlántico se hunde y con él toda esa época dorada.

La última parte resulta un extrañamiento por parte de Kavalier que se alista "para matar alemanes", tiene una extraña aventura bélica en plena Antártida y finalmente vuelve a N. York. Esta última parte es la menos lograda y se puede decir que añade muy poco al valor de la novela. Toda la acción trepidante y el cúmulo de ideas brillantes que afloran en las dos primeras, en esta última se convierten en farragosidad y lentitud.

Novela vitalista con dos personajes emblemáticos, brillantes y creativos; uno inseguro, introspectivo y que se culpabiliza de todo. Otro feo, desordenado y que "a las pocas horas de entrar en el mundo del cómic lo abandonó", cuando descubrió que lo suyo eran los argumentos y no el dibujo.

La narración deambula por los misterios de Praga, los enigmas de la magia, el éxodo judío de Europa a EEUU y los avatares del nacimiento de los cómics. En esta parte encontramos dos capítulos que se convierten en dos magníficos relatos autónomos dentro de la novela, donde asistimos desde dentro al mágico momento de la creación de dos superhéroes para el cómic. Cómo surgen las ideas de sus aventuras, el trazo de sus trajes, sus poderes y los malvados antagonistas. Estos dos capítulos junto con toda la primera parte de Praga resultan memorables.

Asimismo asistimos con los protagonistas al estreno de "Citizen Kane", lo que provoca en ellos una profunda reflexión sobre el arte narrativo y la composición de planos, secuencias y montaje. Todo lo cual les ayuda a romper los esquemas narrativos que encorsetaban al cómic en sus inicios.

En fin, la Praga mágica, el Golem, Houdini, cómics, superhéroes, Ciudadano Kane y las vidas lumpen de dos judíos en el Nueva York de los años cuarenta. ¿Alguien da más?

domingo, 13 de marzo de 2011

JORGE CUESTA

El más triste de los alquimistas.

Recuerdo perfectamente las circunstancias que me llevaron a interesarme por la figura de Jorge Cuesta: en esa época yo estudiaba Derecho y, sin que viniese a cuento, uno de mis compañeros comenzó a relatar una anécdota, aparentemente escalofriante, sobre la muerte del escritor veracruzano. Mi amigo narró la siguiente historia: pese a que Octavio Paz había escrito que Jorge cuesta era el hombre más inteligente que había conocido en su vida, lo cierto es que desde niño padecía una enfermedad mental que fue agudizándose con el paso de los años. tras su fracasado matrimonio con Lupe Marín, quien fuera esposa de Diego Rivera, la salud mental de Cuesta sufrió un deterioro cada vez más acusado, el cual lo llevó a intentar violar a su propio hijo. Consciente de su insania, Cuesta mismo decidió ingresar en una institución de salud mental.

El día en que los enfermeros pasaron a llevárselo –relataba mi compañero de Derecho-, Cuesta les abrió la puerta en un estado de asombrosa lucidez; los hizo pasar al salón y, con la mayor de las corduras, les pidió unos momentos de espera. Atónitos, los empleados lo dejaron ir al cuarto de baño, donde el poeta se afeitó y se acicaló minuciosamente; de regreso, otra vez con un inusual dominio de sí mismo, les solicitó unos minutos más, pues necesitaba concluir una tarea urgente antes de marcharse con ellos. Ante el pasmo de quienes hubiesen debido amordazarlo, Cuesta tomó tres hojas de papel y, encima de la cómoda, pergeñó de un tirón las tres últimas estrofas del Canto a un dios mineral, el hermético poema al que había consagrado sus últimos años. En cuanto concluyó, se puso en manos de los dos hombres, los cuales se apresuraron a conducirlo al manicomio. Unas semanas más tarde, llevando al extremo el delirio que quería apartarlo de la vejez y del paso del tiempo –y de alguna forma, poniendo en práctica el sentido final de su poética-, Cuesta se emasculó. Aunque los médicos alcanzaron a salvarlo, poco después el poeta al fin se dio muerte, ahorcándose con las sábanas de la cama.

Más que escandalizarme, la espantosa historia me pareció dotada de una belleza singular. Mi conclusión era clara: si alguien es capaz de terminar un poema antes de sumergirse para siempre en los abismos de la locura y de la muerte, es porque la literatura no es algo banal o accesorio, sino una condición esencial en nuestra vida.

Jorge Volpi

CISNE NEGRO - de Darren Aronofsky



























Potente y original película que navega entre el thriller mental y los límites de la cordura de su protagonista, una bailarina que todo lo quiere perfecto y en ello arriesga su propia existencia.

La historia se centra en la bailarina Nina (Natalie Portman) cuya técnica depurada ha de enfrentarse al reto de encabezar la representación del ballet "El lago de los cisnes". En contra de lo habitual, representar el cisne blanco con una bailarina y el negro con otra, el director opta porque una misma bailarina represente ambos. Este hecho y la personalidad perfeccionista de Nina, acuciada por una madre posesiva, hace que todo cobre una dimensión dramática intensísima.

La tensión psicológica es extrema, el director nos conduce en muchos planos con la cámara pegada al cogote de Nina persiguiéndola en su persecución. Todo ello nos sumerge literalmente en el drama interior de Nina... de tal modo que la irrupción de la locura a través de una imagen entrevista en un espejo o cruzándose con ella misma en un callejón nos provocan golpetazos de puro terror.

La película abunda en fisicidad: el sufrimiento de las articulaciones, el crujir de los tobillos, las uñas astilladas, los besos, el juego de la seducción. Asimismo el ensayo, otra vez el ensayo, el orden, los preparativos de la ropa, el cosido de las zapatillas... subrayar estos aspectos muy realistas contrasta enormemente con las alucinaciones y los miedos que ganan terreno plano a plano. Todo ello se refleja en la dicotomía cisne negro/blanco, en las dos bailarinas Nina/Lyla enfrentadas por ser cabeza de cartel, en la lucha psicológica dentro de la propia Nina prisionera de su disciplina y necesitando liberar su lado oscuro. Toda esta lucha hace que los temores, las alucinaciones y los deseos más intensos resquebrajen los límites de la cordura.

En el fondo toda la película ilustra el viaje de Nina hacia su lado oscuro. Esas alas negras que pugnan por salir hiriendo su espalda. El proceso de liberación de su propia fuerza creativa. Finalmente la propia historia de "El Lago de los Cisnes" se apropia de la representación, fundiéndose en un único y trágico desenlace. Recordemos la presentación de la obra que hace el director (Vincent Cassel):
"Todos sabemos la historia. chica virginal, pura y dulce, atrapada en el cuerpo de un cisne. Ella desea la libertad, pero sólo el amor verdadero puede romper el hechizo. Su deseo es casi concedido en forma de un príncipe. Pero, antes de que pueda declarar su amor, el gemelo lujurioso, el Cisne Negro, usa trucos y lo seduce. Devastado, el Cisne Blanco salta desde un acantilado, matandose a sí misma y, en la muerte, encuentra la libertad ".
Una sexualidad dormida que pugna por despertar, el dominio que ejerce su madre (bailarina que no llegó a estrella), la multitud de espejos que le devuelven a Nina a veces su reflejo y a veces su pesadilla, la perfección de dominar la luz y la oscuridad... El director presiona todas las cuerdas para mantener el pulso a 140.
La excepcional interpretación de Natalie Portman nos abisma hacia una sima profunda y oscura; donde habita el genio y el sacrificio. Muy buena.

viernes, 11 de marzo de 2011

Veinte motivos para leer a Oliverio Girondo

Por Juan Sasturain

Cinco por la negativa: las carencias
Uno. No saber quién es. Es el mejor motivo y el que a él más le hubiera gustado. Conocer a Girondo vale la pena precisamente por eso: te deja diferente de cómo te encontró.
Dos. No haberlo leído. Es una suerte, como no haber leído todavía a Pessoa o a Pound. O no haber ido a China o no conocer Africa. Se te abre un mundo desconocido, una puerta.
Tres. No leer poesía en general. Oliverio está especialmente indicado para los prejuiciosos o escaldados por algún contacto negativo con textos poéticos. Girondo se entiende y se disfruta. Reconcilia con la poesía.
Cuatro. Estar amargado / estar engrupido. La lectura de Girondo (como la de Drummond de Andrade, por ejemplo) vacuna contra la estupidez de la queja sistemática.
Cinco. Querer amasijarse / ser un boludo alegre. Incluso en sus momentos más jodones y festivos, Girondo habla en serio: nunca es solemne; y en los momentos de mayor desesperación –que los tiene– tiene la humildad de admirar el Misterio de lo dado y reconocer el Error.

Cinco por la positiva: los libros
Seis
. Veinte poemas para ser leídos en el tranvía (1922) y Calcomanías (1925). Su primer libro, desprejuiciado fundador de la vanguardia argentina de los ‘20, son viñetas, croquis, apuntes tomados al paso de Mar del Plata a Venecia, de Buenos Aires y Río de Janeiro a Venecia.
Siete. Espantapájaros (1932). El primero editado en Buenos Aires, y el más perfecto hasta entonces. Dos docenas de breves prosas inolvidables, algunas inquilinas habituales de toda antología: las setenta y dos acciones amorosas del texto 12. “Se miran se presienten se desean / se acarician se besan se desnudan / se respiran se acuestan se olfatean”.
Ocho. Persuasión de los días (1942). Son poemas existenciales, si cabe; la pura intemperie espiritual sin ningún tipo de franela compensatoria. “Dicotomía incruenta”: “Siempre llega mi mano / más tarde que otra mano que se mezcla a la mía / y forman una mano (...) Por eso es muy posible que no acuda a mi entierro / y mientras me riegan de lugares comunes / yo me encuentre en la tumba / vestido de esqueleto / bostezando los tópicos y los llantos fingidos”.
Nueve. Campo nuestro (1946). Ya a fines del ’30 había vuelto –con la crisis, con la guerra, con el desastre europeo– a mirar para adentro, a reflexionar sobre la cuestión nacional: la cultura, la economía, incluso el paisaje.
Diez. En la masmédula (1956). Es el final, el salto en el vacío experimental, la ruptura de las palabras y de la sintaxis, la busca absoluta.

Cinco por cuestión de salud
Once. Saber reír
. Con Girondo, el humor irrumpe en la poesía argentina como un pedo en misa. No es un adorno, ni un chiste. Es una manera (la única digna) de mirar el mundo.
Doce. Cagarse en (casi) todo. La irreverencia y la provocación iconoclasta que picotea los bordes de los tabúes con ingenio y desparpajo tienen una violencia corrosiva inusitada.
Trece. Saber enojarse. Girondo no es un ruidoso payaso oportunista íntimamente integrado sino un observador feroz de la sociedad y las costumbres perversas de su tiempo. “Lo que esperamos”: “Yo sé que todavía / los émbolos / la usura / el sudor / las bobinas / seguirán produciendo / al por mayor / en serie / iniquidad / ayuno / rencor / desesperanza / para que las lombrices con huecos portasenos / las vacas de embajada / los viejos paquidermos de esfínteres crinudos / se sacien de adulterios / de hastío / de diamantes / de caviar / de remedios”.
Catorce. Celebrar la vida. Porque a la hora de reconciliarse con el mundo, ya despojado del “miasma” del comercio humano, Girondo descubre –y sabe revelar para nosotros– el soberano estupor ante lo natural visto con mirada adánica.
Quince. Angustiarse en serio. Pocas veces en la poesía contemporánea –en la latinoamericana, sólo en Vallejo– la expresión de la angustia ante las cuestiones de sentido que atraviesan al poeta en vida y muerte, alcanza la radicalidad del último Girondo. En la masmédula es, como sucede con un solo de Parker, un gesto definitivo e irreductible.

Y cinco porque sí
Dieciséis. El nombre que le pusieron. Llamarse así no suele ser gratis. Qué hace alguien que se llama así. Toda su obra es una prolongada digresión tragicómica a partir de su nombre.
Diecisiete. La cara que tenía. También tuvo que hacer algo con la cara, remontarla. En eso, como Macedonio (otro con plus nominativo), ganó cara y equívoca venerabilidad con el tiempo.
Dieciocho. Las cosas que hacía. Las jodas famosas, la prolongada estudiantina, su espíritu juguetón, iconoclasta. El memorable lanzamiento por calle Florida, en coche fúnebre, de Espantapájaros, con el muñeco de la tapa, dibujado por Bonomi, convertido en escultura de papel maché, y con chicas vendiendo el libro.
Diecinueve. La mujer con la que se casó. Un hombre también se justifica/explica por las mujeres que amó y lo amaron. Oliverio conoció a la brillante colorada Norah Lange en 1926 y se casaron en el ‘43. Fue su mujer, su amiga, su cómplice talentosa.
Veinte. Las fechas del almanaque. Acaso sea un pretexto que hoy, 24 de enero, se cumplan 44 años de la muerte de Oliverio, en el verano de 1967. Norah lo sobrevivió sólo cinco más. El otro pretexto que nos da el almanaque para leer a Girondo es que este año, el 17 de agosto, se cumplen 120 de su nacimiento en 1891. A ver si nos acordamos.

En Página12, 24 de enero 2011.

Artículo completo aquí

jueves, 10 de marzo de 2011

Poesía para ser Dios

La Musa del silencio - G. de Chirico

El gran Vicente Verdú hace en este artículo lo que en el mismo afirma como imposible, revelar el silencio. Gracias maestro.






“En toda la historia de las lecturas personales, los mejores libros no fueron aquellos que se entendieron del todo ni tampoco los que no se entendieron nada, sino aquellos que de vez en cuando no se entendían y que, en conjunto, sus páginas no venían a ilustrarnos como escolares sino a cortejarnos como amantes.

Lo que se instala en la memoria más fértil es el filo de una ausencia que brillaba oculta entre la pared del sentido y del sinsentido. Este habitáculo es el que ocupa con frecuencia la buena poesía moderna o esa estética que, como en el mejor arte abstracto, no trata de decirnos algo concreto. Nada exacto a través del pensamiento lógico sino algo incierto, la luz baldía del pensamiento demediado y en cuyas fisuras anida la lucidez del secreto.

El lenguaje es, en semiótica, el patrón de la comunicación, pero dista de ser el Dios. El Dios de la poesía no se dice, como tampoco la auténtica creación que ostente una pintura

En los museos, como en las capillas, se pide silencio porque ni ante los cuadros ni ante el altar hay nada que decir y menos en el idioma de las tertulias, los discursos políticos o los libros sagrados.

Todos los libros, todos los cuadros, todas las arquitecturas, todas las músicas cuyos intervalos se revelan explícitos dejan de ser milagros.
Pero hay silencios potentes, mallarmeanos, valientes, tan capaces de transformar al receptor que, gracias a ellos, la poesía sigue imperando. Sigue dando de beber alcohol al que solo esperaba recibir agua o inculcar luz insólita, luz indecible, al que esperaba llegar a saber racionalmente todo.”


Vicente Verdú
ElPaís 10/03/2011
El artículo completo
aquí

martes, 8 de marzo de 2011

La INVESTIGACIÓN - de Stanislaw Lem









Antes que nada declaro mi admiración absoluta por este autor, siempre brillante, siempre ameno, en muchas ocasiones profundo.

Ciberiada, Memorias encontradas en una bañera, Solaris, Diarios de las estrellas, la fiebre de heno o la presente son muestras de su talento.

En "La investigación" asistimos primero a pequeños e insólitos movimientos de cadáveres y posteriormente a la definitiva desaparición de los mismos de tal manera que parecieran haber revivido.... La investigación es policial aunque el crimen es prácticamente inexistente. Los meandros de la encuesta, las sospechas, la recolección de pistas hace que el interés vaya en aumento en proporción inversa a las explicaciones plausibles que van cerrándose poco a poco hasta acotarse prácticamente a las metafísicas.

Acertadamente sucede en Inglaterra, de lo que se beneficia la obra al contar con un escenario bendecido por la literatura de género. Asimismo los tipos y las relaciones sociales descritas se benefician de ese punto de hieratismo y excentricidad que tan bien acompaña a estos relatos.

Sin embargo que nadie espere una resolución al uso. El interés no es meramente desenmascarar al criminal sin más, sino algo más ambiguo, más filosófico. Por otra parte nada nuevo en Lem que siempre ha utilizado los "géneros" de la ciencia-ficción o el policíaco para hablar del ser humano, de sus contradicciones, de su azaroso status vital y todo ello sin menoscabo de la trama y el entretenimiento.
"¿Y si el mundo no es un rompecabezas cuyas piezas sueltas tenemos ante nosotros, sino una sopa en la cual nadan al azar unos fragmentos que sólo por casualidad se congregan de vez en cuando, formando un conjunto coherente? (...)
Nuestros rostros, nuestros destinos, son moldeados por la estadística, somos una resultante de los movimientos brownianos, unos esbozos inacabados, unos proyectos trazados al azar.
De pegamento nos sirven la religión y la filosofía, recogemos siempre y componemos unos jirones que se desmembran en la estadística, para darles un sentido que serviría de campana a nuestra gloria, para que sonara al unísono. Mientras tanto, no hay más que la sopa... El orden matemático del mundo es nuestra oración a la pirámide del caos." pag. 209
He colocado una imagen de la edición de Bruguera -que es la que leí y he releído- como homenaje a todo lo que nos regaló esta editorial en los años 70 y 80. Ahora aparece, cómo no, en una nueva edición de la estupenda Impedimenta.

Hechos memorables




Acuérdate de tu padre y de tu madre, y de tu primera mentira cuyo indiscreto olor se arrastra por tu memoria.
Acuérdate de tu primer insulto a los que te engendraron: la semilla del orgullo quedó sembrada, resplandeció la fisura quebrando la unidad de la noche.
Acuérdate de los anocheceres de terror en los que el pensamiento de la nada te arañaba el vientre, y volvía sin cesar para picotearte como un buitre; acuérdate también de las mañanas de sol en el cuarto.
Acuérdate de la noche de liberación en la que, al caer tu cuerpo suelto como un velamen, respiraste un poco del aire incorruptible; acuérdate también de los animales pegajosos que te han vuelto a aprisionar.
Acuérdate de las magias, de los venenos y de los sueños tenaces -querías ver, te tapabas ambos ojos para ver, pero no sabías abrir el otro.
Acuérdate de tus cómplices y de los fraudes en común y de ese gran deseo de salir de la jaula.
Acuérdate del día en que desgarraste la tela y te apresaron vivo, inmovilizado ahí mismo en la batahola de bataholas de las ruedas que giran sin girar, contigo adentro, cogido siempre por el mismo instante inmóvil, repetido, repetido, y el tiempo no daba sino una vuelta, todo giraba en tres sentidos innumerables, el tiempo se cerraba al revés ( y los ojos de carne sólo veían un sueño, sólo existía el silencio devorador, las palabras eran pieles secas, y el ruido, el sí, el ruido, el no, el alarido visible y negro de la máquina te negaba), el grito silencioso "Yo soy" que el hueso oye, por el cual muere la piedra, por el cual cree morir lo que nunca fue. Y tú no renacías a cada instante sino para ser negado por el gran círculo sin límites, todo pureza, todo centro, todo pureza salvo tú mismo.


Y acuérdate de los días que siguieron, cuando marchabas como un cadáver hechizado, con la certidumbre de ser devorado por el infinito, de ser aniquilado por la existencia única de lo Absurdo.
Y acuérdate sobre todo del día en que querías arrojarlo todo, de cualquier modo. Pero un guardián vigilaba en tu noche, vigilaba mientras dormías, te hizo tocar tu propia carne, te hizo recordar a los tuyos, te hizo recoger tus andrajos.
Acuérdate de tu guardián.

Acuérdate del hermoso espejismo de los conceptos, y de las palabras conmovedoras, palacio de espejos construido en un sótano. Y acuérdate del hombre que vino y lo rompió todo, te tomó con su tosca mano, te arrancó de tus sueños y te obligó a sentarte sobre las espinas del pleno día. Y acuérdate de que no sabes recordar.
Acuérdate de que todo se paga, acuérdate de tu felicidad, pero cuando te trituraron el corazón, era ya demasiado tarde para pagar por adelantado.
Acuérdate del amigo que te tendía su razón para recoger tus lágrimas brotadas de la fuente helada que violaba el sol de primavera.
Acuérdate de que el amor triunfó cuando ella y tú supisteis someteros a su fuego ansioso, rogando morir en la misma llama.
Pero acuérdate de que el amor no es de nadie, de que en tu corazón de carne no hay nadie, de que el sol no pertenece a nadie, ruborízate al contemplar el cenegal de tu corazón.
Acuérdate de las mañanas en que la gracia era como una vara amenazadora que te conducía, sumiso, a través de tus jornadas, ¡bienaventurado el ganado bajo el yugo!
Y acuérdate de que entre sus dedos entumecidos tu pobre memoria dejó escapar el pez de oro.
Acuérdate de los que te dicen: acuérdate. Acuérdate de la voz que te decía: no caigas. Y acuérdate del placer equívoco de la caída.
Acuérdate, pobre memoria mía, de las dos caras de la medalla. Y de su metal único.


                                                                                                                                                           René Daumal