viernes, 11 de febrero de 2011

GRAN TORINO - de Clint Eastwood









La tolerancia es un sentimiento.-

Excelente drama que recoge con sencillez y emoción la historia de un viudo excombatiente que comprueba cómo su barrio se llena de inmigrantes coreanos.

El pulso más clásico de Eastwood despliega con sencillez desarmante unas situaciones llenas de matices sobre la familia, la xenofobia, las tradiciones y en definitiva sobre la tolerancia.

En su momento algunos hablaron de un film menor; pero muchos directores hoy encumbrados quisieran para sí una obra como ésta: un relato que nos emociona con imágenes plenas de hondura y veracidad.
El cascarrabias inicial, la relación fría y lejana con sus hijos, el desprecio hacia el inmigrante, van dejando paso al espíritu solidario, a la aceptación del diferente, finalmente más cercano por auténtico que sus propios hijos. En la película se dan la mano escenas cómicas con dramáticas mientras asistimos a la interrelación irrefrenable de culturas. La tragedia aletea al cierre de la película con una sensación de que el enemigo no está precisamente fuera. A estas alturas, el relato ya ha adquirido un pleno sentido moral.

Dos escenas, una cómica: El gruñón Kowalski acude como pigmalión del muchacho coreano a su viejo peluquero, con quien mantiene una "conversación de hombres", entre insultos e improperios verbales pero sostenida por una actitud amigable y desenfadada de tono surrealista. Recuerda otra escena semejante con insultos y amistad inquebrantable, en este caso con James Woods en "Ejecución inminente".

Otra escena, dramática: el muchacho coreano va a buscarle para que le ayude en su venganza. Piensa que como él mató en la guerra de Corea puede volver a hacerlo. Pero ya no es aquel. Matar, aun en la guerra, ha sido un cáncer que le ha venido corroyendo, literalmente, toda su vida. Dedica unos planos a pensar, tomar un baño, fumar. Finalmente encierra al coreano en su sótano y va a enfrentarse sólo a la banda callejera.

El arco que describe el personaje desde el inicial desprecio hacia "los amarillos", hasta la escena final donde Kowalski ejerce de protector del más débil de los coreanos, convierte a la película en un sentido homenaje a la tolerancia.

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